Capítulo 28
Estaba de camino al rancho cuando recibí la llamada de Luisa. Salvo por un par de maldiciones, no dijo mayor cosa y colgó. Regresé la llamada a su móvil, sin respuesta de su parte, la segunda opción era marcarle a mis padres, pero lo deseché rápidamente.
Me quedaba solo Sally o Martha y me respondieron a la primera.
—Martha, ¿Todo bien en casa?
—Si joven. Sus padres no han regresado y la señorita Luisa, acabo de escuchar que pregunta por la doctora Amaia. Salió a tras ella.
—¿Sabes para qué?
—No. Ha estado en el estudio desde que usted se fue.
—¿Segura?
Las dos palabras usadas antes de colgar, me hacían pensar lo peor. Luisa no era de decir groserías y se llevaba fatal con Amaia. Los diálogos entre esas dos, eran de monosílabos. Si por mí fuera, hace mucho tiempo la hubiera despedido y denunciado, pero mis padres querían hacerlo con pruebas.
—Sí, señor —responde jovial.
Sigo percibiendo algo extraño y no fue lo que dijo “Maldita, perra”, sino en el tono en que lo hizo. Que en medio de todo, salga en búsqueda de Amaia, complica las cosas.
—¿Quién está de los chicos?
—Salvador y Tom.
—Pásalos por favor.
Estoy a veinte minutos de casa, si tuviera la certeza que todo marcha con tranquilidad esperaría. Sin embargo, mi sexto sentido dice que algo malo está pasando. Espero lo que parece una eternidad, tiempo en que me centro en pisar el acelerador e intentar disminuir esos minutos.
—Jefe, —saluda la vos del otro lado.
—Necesito que me hagas un favor.
—Usted dirá.
—Vigila a Luisa y no la pierdas de vista —le pido.
—Estaba con ella hace unos segundos —señala —me quitó el rifle y la soga.
—¿Para qué? —detengo el exabrupto y la camioneta controlando mi furia.
Mi corazón late a millón al escuchar al chico decir que no lo sabe, no tuvo tiempo en descubrirlo, porque recibió la orden de ingresar a contestar mi llamada.
—Quítale, esa maldita arma —le ordeno —llegaré pronto.
Retiro los manos libres de mis oídos y piso el acelerador. Lanzo el móvil en medio de mis piernas y me centro en llegar antes de tiempo. Veinte minutos puedo convertirlos en quince, con un poco de suerte en diez.
“No sean ingenuo, Patrick, Luisa hace maravillas en diez minutos.”
Ese pensamiento se esfuma de mi cabeza y detrás de él, miles de pensamientos sobre para que o en quién va a utilizar Luisa ese rifle invaden mi cabeza. En todos, el rostro de Amaia cubierto de sangre es el protagonista.
Deben pasar unos diez minutos cuando el ruido el móvil me alerta y me calzo en manos libres. Un vistazo fugaz a la pantalla del móvil, me indican que se trata de mi madre.
—¿Dónde estás? Acaba de llamarnos Sally llorando, Luisa se encerró con Amaia. —la agitación y el temblor en su voz dan cuenta del temor que la invade en esos momentos —¡Tiene un rifle! ¿Discutió contigo? Siente celos de Amaia, lo he visto.
—No he hablado con Amaia, desde lo sucedido con Delilah —le calmo —estaba bien esta mañana, la dejé leyendo un libro en el estudio...
—¡Qué! —el grito de mi madre me interrumpe —¿Por qué hiciste eso?
—Allí está la biblioteca —le recuerdo —debía retirar algo del correo, me pidió un libro y la dejé allí.
—Patrick.
Su voz tiembla, por lo que guarda silencio por largo tiempo. Repite lo que acabo de decirle a quien imagino es mi padre en medio de sollozos.
—Hijo —la voz de papá es más tranquila.
Me imagino que lo tiene por decir, no tanto.
—Papá, no sé qué sucedió —inicio diciendo —estaba bien, feliz, hicimos planes.
—La dejaste en el estudio —comenta —tu madre y yo trabajamos en la denuncia sobre el envenenamiento a Delilah.
Paso la mano por mi rostro vislumbrando a quince metros la señalización que da inicio a los terrenos Mallory. Recibieron la llamada de Jaken, pidiendo ir por él y lo dejaron todo a la vista. Nadie más que ellos o yo, ocupábamos ese espacio, lo dejaron allí prometiendo retomarlo al volver.
—Tu hermano nos iba a ayudar —sigue diciendo —nos pidió un informe de un veterinario y el detalle de lo sucedido. Trabajamos en un borrador, cuando él nos llamó.
—¿Qué decía exactamente?
—Los hechos y la sospechosa —confirma, con eso, mi mayor temor.
—Luisa lo leyó —le digo a papá que responde con sí, casi inaudible. —estoy llegando, te llamaré en cuanto tenga todo bajo control.
—Nosotros vamos en camino, —dice antes de colgar.
****
Ver a los dos hombres en la entrada, abrirme el portón mucho antes de mi llegada, habla de lo delicado de la situación. Avanzo hacia el sitio en que se encuentran encerradas y piso el freno a metros del lugar. Salvador, Fred, Sally, Martha y Tom, se encuentran en la puerta, todos pidiéndole a Luisa abrir la puerta.
—Disparó una sola vez —comenta Tom al verme llegar como si aquello fuera suficiente para calmarme.
—No he escuchado a la doctora. —le sigue Salvador.
—A un lado —les pido —Luisa, abre esa puerta —le ordeno.
—¿Sabías de esto? —acusa con voz cargada de odio — esta perra dañó a mi Delilah.
—Mis planes no eran dañarla, fue un error de cálculo —aliviado por escuchar la voz de Amaia apoyo la frente en la puerta —quería hacerte sufrir, pero no dañarla —ríe.
—Guarda silencio Amaia —le advierto. —ya has hecho mucho daño.
—¿Por qué debería? Es mi último día, deseo despedirme como se debe.
—¿No te gusta mi fiesta de despedida?
—Luisa —le llamo —cariño, abre esa puerta —ruego.
—Eres tan insignificante y poca cosa —cierro los ojos y empuño las manos al escuchar el tono despectivo en que lo dice —con mal manejo de las palabras, nula educación, malos modales, rebelde, testaruda, burda y soez. —describe entre risas —una completa salvaje.
La está provocando y ese pensamiento me hace tocar las puertas con el puño cerrado. Preocupa el silencio de Luisa y contemplo las probabilidades de tirar la puerta.
—Con más decencia que tú —responde Luisa —nunca tuve una figura materna como guía, sin embargo, conozco de valores. Jamás me ofrecería a un hombre o dañaría a nadie, menos a un animal.
—Eres la que menos debería hablar de moral —ríe sin control y reviso la puerta.
—Hay que derribarla —les digo a chicos —no va a abrir.
—El disparo ocurrió cuando lo intentamos —confiesa salvador —nos advirtió que el siguiente no erraría.
Sin la intención de quedarme de brazos cruzados, empujo la puerta con los hombros sin dejar de llamarla. La disputa entre ambas es liderada por Amaia, los insultos y humillaciones alcanzan niveles tan altos que empiezo a preocuparme.
—Desea que dispare —menciona Martha —es increíble lo perversa que es.
—Luisa, no le escuches. —le pido. —Nada de lo que dice es verdad.
—Si el rancho Mallory no fuera tres veces más grande que el tuyo y Patrick, un hombre de principios, diría que su interés es por tu dinero —continúa —¿Qué otra cosa podría querer? A mi hermano no le bastó, se dio cuenta de que eras insignificante.
—Guarda silencio o te vuelo los dedos —amenaza cargando el arma.
—¿Con esa puntería? A la única que dañarías es a ti.
—¡Hija de puta! —susurro controlando mi enojo. —Luisa, cielo. Ábreme.
—No importa si te bañan en oro o te visten en seda, eres y serás la puta del rancho Neville. —le escucho decir —el premio a disputar a los empleados fieles de Vass —ríe en tono fuerte y mi piel se eriza ante lo que escucho —¿Ya se lo dijiste? Imagino que no o no lo tendrías a tus pies como perro fiel.
—¡Silencio!
El estallido del rifle nos hace reaccionar. Apoyamos nuestros cuerpos en la puerta que sede un poco, lo siguiente lo hacemos llevado por la desesperación al no escuchar nada. Un par de patadas a la puerta y esta cae sin problemas, develando a Luisa de rodillas en suelo sosteniendo el arma y a Amaia con la mano derecha ensangrentado y una sonrisa en los labios.
—Tu ángel tienes las alas oscuras —dice cuando hago contacto visual con ella —y el cuerpo manchado por quienes la han usado ¿Te sigue gustando?
En silencio tomo a Luisa en mis brazos y salgo del lugar, los demás se hacen cargo de Amaia. Se acuna en mis brazos soltando sollozos en tonos bajos casi inaudibles.
—Lo siento, —me dice —te advertí que no era digna de ti.
—Y yo que el indigno era yo —le respondo apretándola contra mi cuerpo —nada a cambiado cariño, todo lo contrario.
Tres vehículos ingresan a los terrenos, uno de ellos el de mi padre, los otros dos, uno es la camioneta del sheriff y el tercero una ambulancia. Fred, que escolta mis pasos, se detiene al verme a mí hacerlo y mirar en dirección a los vehículos.
El primero en salir es mi padre, se detiene al verme en pie y mira en dirección a Amaia que es sacada en esos momentos. Mamá lo hace segundos después y ayuda a Jaken a hacerlo, al grupo se le une el sheriff, este último solo tiene ojos para su hermana.
—Encárguese de ella —habla Fred —yo le explico lo sucedido.
****
La ambulancia fue ordenada por Landon Giles, para custodiar a su hijo. La única manera que tuvo de que le permitiera quedarse en el rancho. Un chofer, una enfermera y un doctor ocupaban el vehículo médico. Los dos primeros se encargaron de Amaia, mientras que el doctor de dejar a Jaken en su habitación y Luisa.
—¿Cómo se encuentra? —pregunto al mencionado al verle salir de la habitación de Luisa y cerrar la puerta tras de sí
—Una crisis nerviosa. —responde.
—¿Hay algo que pueda hacer? —pregunto angustiado.
—Solemos amontonar emociones, que salen a luz en el momento menos indicado —señala —desconozco los detalles, pero imagino es su caso. Le di un calmante, debería dormir lo que resta de este día y la noche.
—¿Qué hay de Jaken? —sonríe.
—Él se encuentra fuera de peligro, no era necesario todo este circo de la ambulancia —bromea —debo admitir que me alegra haber llegado a tiempo. Necesito hablar con su madre, sobre las indicaciones del señor Giles.
—Está en el estudio con el sheriff —recuerdo pasando una mano por mi rostro, había olvidado a ese imbécil. —Le acompaño.
—No es necesario —dice deteniéndose —el señor Jake, desea hablar con usted. Me dijo que se lo dijera una vez atendiera a la señorita.
Lo acompaño hasta las escaleras y regreso a la habitación de Luisa. Ingreso a ella a pasos lentos y la encuentro dormida de medio lado cubierta solo hasta los muslos. Cubro su cuerpo por completo y permanezco en silencio viendo su hermoso rostro humedecido por el llanto.
Alfred Vass parece ser una pesadilla de la que nunca va a desligarse. Regreso sobre mis pies y me dirijo a la penúltima habitación de ese piso. Mi madre buscó la habitación contigua a la mía para uso de Jake.
Un par de toques en la puerta, una orden de pasar en tono bajo y el rostro de Jaken contemplando el móvil en mitad de la habitación, me reciben.
—¿Cómo está ella? —me dice al hacer contacto visual conmigo.
—Duerme, le dieron un calmante. —ingreso del todo y me lanzo a una esquina de la cama —¿Qué le espera? —pregunto inclinando mi dorso en mis piernas y juntando mis manos —¿Puede ir a prisión?
—Todo depende de lo que su hermano resuelva —comenta —conserva a su favor que no buscó el ataque. —se sienta a mi lado y suspira —se enteró de lo sucedido a la yegua, fue por respuestas y se topó con el chico —describe.
—La atacó con insultos, le recordó cosas —recuerdo —la orilló a disparar.
—Una atenuante más a su favor, en caso de que decidan levantar cargos —responde y palma mis hombros —lo que hizo con Delilah es delicado y puede hacerle perder la licencia.
—¿Es posible? —pregunto viéndolo un instante.
Ha bajado un par de kilos, su cabello ha crecido al igual que la barba. Ambas cosas aseguran que no planea quitarse, por considerar que le agrada el aspecto que le da de hombre mayor.
¿Por qué desea verse con más años? Lo desconozco.
—Hablé con su hermano, el sheriff —habla rompiendo el tenso silencio —se lo dejé claro.
—Eso fue antes que Luisa la atacara —comento con amargura.
—¿Qué le dijo? —pregunta y lo veo un instante, regresando la vista a la alfombra, a nuestros pies —no suele perder los estribos.
—La señaló como la puta del rancho Nevill —guardo silencio intentando encontrar las palabras correctas — “El premio a disputar a los empleados fieles de Vass” —afirma en silencio.
Se incorpora de mi lado y avanza hacia el balcón. Se detiene a pasos de la entrada contemplando como el viento mueve las cortinas. Por largo tiempo no dice nada y cuando creo no hablará, empieza a hacerlo.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—La que desees —respondo viendo su cuerpo erguido y mirada distante.
—¿Cambiaría tu opinión sobre ella si lo que dijo esa mujer fuese verdad? —lo siguiente lo dice, viéndome directo a los ojos —¿Seguirías con el matrimonio?
—Mi opinión cambiaria —mi comentario lo tensa, pero no he acabado —me diría que la he subestimado y es más valiente de lo que imaginé. —sonríe afirmando y alzó los hombros.
Si por mí fuera me casaría hoy mismo, es papá el que me pide esperar. Siente temor que la decisión de aceptar fue llevada por el cariño y agradecimiento. Lo entiendo, yo conservaba el mismo miedo. Ya no.
—Contaba con cinco años cuando ocurrió el primer ataque —habla luego de regresar la atención al balcón —la llevó al establo en mitad de la noche y la dejó en medio de los caballos sin domar. Antes de partir lanzó un disparo al aire que asustó a los animales. Ella no le dio un motivo, era tan solo una bebé.
Lanzo una maldición al escuchar aquellas palabras. La espalda de Jake se tensa en cada frase o recuerdo que proporciona. De alguna manera logra proyectar el dolor de Luisa o es el recuerdo de ella confesándoselo lo que lo ocasiona.
—Su reacción fue apenas lógica ¡Llorar! —me mira por encima del hombro y niega —la de ese bastardo, aumentar el castigo. Su llanto fue disminuyendo dándole paso al odio y a la rebeldía.
Alfred Vass logró controlar su hermano con facilidad, pero no obtuvo el mismo resultado con Luisa. Jake considera que fue la frustración de no lograr ese dominio, lo que lo hizo recurrir a todo tipo de actos. Es posible que creyera a Ludov su hijo y por eso la diferencia en trato o la debilidad de su hijo mayor.
—Golpes y asaltos, en su gran mayoría —confiesa —Margot Vass, la protegió de un ataque sexual.
—¿De qué manera? Luisa asegura que nunca estaba cuando la castigaba—recuerdo.
—Un ataque de esa índole impediría que se casase con alguien con el mismo nivel de fortuna —gira del todo hacia mí y abre sus manos —a Luisa la preparaba desde niña para ser la esposa sumisa de algún terrateniente.
—¿Sumisa? —repito entre risas, —me cuesta verla en ese plan.
—Ellos lo intentaron —se encoge de hombros y regresa a mi lado—conserva en su piel y en el alma muchas cicatrices que esconde bajo una sonrisa traviesa. Tendrás mucho trabajo para que sane, te aseguro que valdrá la pena.
—Eso sí, Simons no dice otra cosa —comento en tono amargo —¿Era el prometido que su padre tenía?
—¿Te lo dijo ella? —niego y suspira.—¿Se lo dijo esa mujer?
—Entre otras cosas —le veo un instante y lo encuentro con la mirada fija en la alfombra —¿Has llamado a tu chica?
—Me terminó —responde con fingida indiferencia —me envió una carta junto con los exámenes de ADN, rogándome que no la buscara.
—¿Y le harás caso? —aleja su mirada de la alfombra y afirma en silencio sosteniendo la mía —¿Por qué?
Ingresa una mano al bolsillo de su pantalón y extrae su móvil. El desbloqueo muestra lo último que estaba viendo cuando yo irrumpí. Una nota social de un periódico neoyorquino sobre una boda. Desliza los dedos hasta llegar a la feliz pareja y contemplo a ambos.
¡Yo he visto a este tipo!, le retiro el móvil apresurado ¡Claro que sí! Unos toques en la puerta hacen que Jake retire y guarde mi móvil. Ambos contemplamos el ingreso de mamá y detrás de él a mi padre.
—Está dispuesto a mediar para no levantar cargos —empieza a decir mi madre —si desistimos de la demanda.
—No. Jake dice que puede salir ilesa.
—Déjanos terminar —me pide —es lo mejor, ella no se verá envuelta en un juicio.
—Simons será traslado, regresan al pueblo —papá me observa con rostro preocupado y abre las manos —las cosas están calientes por esos lados, un grupo está sembrando el caos.
—¡Intentó matar a Delilah! —les recuerdo —y está quizás detrás de los demás ataques.
—Lo mismo pensaba Simons —confiesa mamá —pero ella lo negó —alza las manos impidiendo que hable —estará aquí hasta que logre limpiar el nombre de su hermana, ella irá antes que él.
—No es algo que te toque a ti decidir —me dice Jake y resoplo, odio que tenga razón —se firma un documento que incluya a las partes, se deja sentando el pago si alguien viola el mismo. La mayoría de las veces se usa una suma exorbitante, suele ser efectiva. —finaliza.
—¿Qué sucede si el tornillo se le desajusta? —les digo —ustedes no estaban allí, yo sí. Vi la manera en que la llevó al borde y la hizo disparar. Dijo e hizo cosas que Jake desmiente, solo para lograrlo.
—Es eso o un juicio —comenta mamá —Luisa la atacó Patrick y eso le restará credibilidad al ataque a Delilah.
—Como abogado de Luisa, le aconsejaré aceptar. —habla Jake —Es lo mejor.
Es injusto, no puedo concebirlo. ¡Maldición! Esa loca puede despertarse un día con ganas de provocar y querer acosarla. Lo que hizo no tiene justificación, no puedo permitirle que se large y se salga con la suya. Su hermano puede estar intentando cubrir su culpa en los ataques, hará todo para limpiar su trasero. ¡No voy a permitirselo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top