Capítulo 42
Un grito resonó de tal manera que incluso las paredes parecieron temblar. No se podía decir lo mismo de Yoongi o Namjoon, ambos parecían estatuas sin vida, no escuchaban, no sentían, nada podía hacerlos sentir algo en ese momento. La garganta de Seohee amenazaba con quebrarse, pero ellos ni se inmutaron, después de todo, solo estaban comenzando.
— Ya que tienes tus manos muy sueltas y listas para utilizar, para levantarlas hacia seres casi celestiales que no te podías permitir mirar, nosotros te estamos haciendo un favor. — Musitó Namjoon estirando su mano para que su jefe le entregase la pinza con la que había retirado las primeras dos uñas de la mano derecha de esa mujer. — A las mujeres les gusta hacerse un manicure, tú personalmente disfrutabas en los salones de belleza. Solo tienes que relajarte y disfrutar de un tratamiento gratuito que te rifaste al tocar el rostro de Park Jimin.
Yoongi lo miraba, pocas veces Namjoon se veía tan bravo, tan molesto y peligroso como si estuviera a punto de crear un holocausto o estallar cientos de bombas nucleares simultáneamente. Él había quitado las primeras dos uñas rápidamente, pero su mano derecha no estaba conforme.
El dolor era desgarrador, pero el mayor quería más, mucho más. Hizo que Min le sostuviera la cara para que lo mirase mientras él se encargaba de tirar cada uña con las pinzas, viéndolas despegarse de la carne como un chicle asqueroso del zapato. Las levantaba para que recibiera una primera dosis de dolor, luego tiraba de ellas y en esa boca que los firmes dedos de Yoongi abrían, iba depositando una a una.
La sangre era escandalosa, para ellos en ese momento era confeti de fiesta. Manos, rostro, su cuello también debido a que por el asco, junto a los gritos toda la sangre acumulada en las uñas que dejaban en la boca de Seohee, corrían por su cuello y pecho. Ella lloraba, les pedía perdón a ellos, gritaba el nombre del hombre que no estaba presente porque se encontraba en coma en la cama de un hospital.
— ¡Perdón, Jimin! ¡Por favor, perdóname! ¡Perdónenme! — Era difícil escucharla entre los gritos de súplicas y aquellos ocasionados por el dolor porque ambos se volvían uno. — Juro que voy a desaparecer, lo juro. — Musitó sin aliento, justo antes de desmayarse.
Namjoon dio un paso atrás, todavía le quedaban cinco uñas, su castigo no había terminado. Le alcanzó al líder de Indigo una manguera de presión y se alejó un poco más. Vio en silencio con sus manos sostenidas a su espalda, pero sin soltar la pinza que había estado utilizando, como el menor dejó salir el agua con fuerza contra la cara de la mujer que abrió los ojos de golpe gritando una vez más. Luego cayó al suelo con todo y silla, gritando ahora porque las cadenas a sus pies estaba triturando no solo su piel, sino también sus huesos por la forma en que cayó.
Todavía en el suelo, Min no dejó de rociarla con agua, sabía que la fuerza de la misma estaba dañando su piel, el frío de esta podría quemarla, no obstante, no se detuvo. Ignoró todos los gritos por más de un minuto hasta que finalmente cerró la manguera para entregársela a Kim. Caminó hasta Seohee, la levantó y le hizo paso a un Namjoon que avanzaba con las pinzas. La mujer carecía de fuerza, no obstante, brincaba en su sitio pidiendo clemencia, una que no llegó.
Namjoon estaba decidido a terminar su trabajo, por Jimin, por ellos, por todos sus hombres que murieron gracias a todo lo que esa mujer hizo, por sus negocios, por absolutamente todo. Aunque no iba a mentir, el motivo principal, se llamaba Park Jimin. Repitió el mismo procedimiento que hizo con la mano anterior, toda ella temblaba por el dolor y el frío hasta que Min Yoongi le quitó el seguro a su arma. Fue un dispara certero y a quemarropa en su cabeza. Hubo una explosión de sesos asquerosos que llegaron al suelo y partes de la pared que quedaba a su espalda.
Sangre y agua mezcladas en el charque se hizo en el piso, uno por el que ambos hombres caminaron por inercia sin compartir palabra o mirada. Minjae se acercó rápidamente y, sin recibir una orden, pasó a encargarse de todo lo que habían ensuciado o dejado para él.
Fueron juntos hasta la sede, allí mismo tomaron un baño y se prepararon para lo que venía continuación. Los ojos de Namjoon permanecían cerrados, estaba sentado y vestido, listo para la batalla, pero su mente estaba casi en blanco. Yoongi no estaba muy diferente, sus personas fueron activadas para matar y pasarían algún tiempo hasta que esto se modificara, mas cuando vio al mayor tan pensativo, no pudo evitar avanzar hasta él.
Se detuvo frente a Namjoon, mirando los pulidos zapatos de su jefe, su mente volvió a funcionar. Con detenimiento sus orbes repasaron sus calzados, piernas, la cintura que quedaba frente a sus ojos hasta llegar al rostro que desde arriba lo observaba. Descruzó sus brazos y Yoongi dio un paso más hacia él dejando que sus manos viajaran a la tensada mandíbula del peligris. Se miraron con detenimiento por varios segundos antes de que este sorprendiera al líder cuando tiró de él para sentarlo en su regazo y tirar de su nuca hasta que sus labios quedaron unidos.
Fue hasta cierto punto extraño para Yoongi, no estaba acostumbrado ceder el control de ese modo. Por eso se levantó rápidamente, pero fue regresado a la misma posición.
— ¡Siéntate! — Exigió Namjoon sorprendiéndolo.
— ¿Desde cuándo me das órdenes? — Rebatió a nada de enojarse.
— Desde que me convertí en tu hombre y tú en el mío, desde que estamos con Jimin, desde que los tres hacemos uno. Desde que soy más que tu mano derecha, un compañero que está a punto de salir a tu lado a matar a todo el que se le cruce al frente y que haya estado siquiera afiliado de los Ruby. — La saliva que descendió por la garganta contraria fue notada cuando su nuez se movió. — No tenemos mente para casi nada que no sea Jimin en estos momentos, pero tú y yo también tenemos algo, quiero que sepas, como siempre, estaré a tu lado brindándote mi lealtad, cuidado, respeto y ahora también amor.
— K-Kim. — Sus palabras se cortaron cuando este le sonrió de un modo que podría tildarse de dulce aunque no estaba muy seguro de ello.
— Ahora vamos a acabar juntos con todos los hijos de puta que se atrevieron a dejar nuestro bebé en ese estado, pero cuando este despierte, lo llenaremos de amor. Te abrazaré y besaré tan fuerte que no te daré chance de quejarte. Después, te haré el amor, por primera vez entraré en ti y no te abandonaré hasta que desfallezcas entre espasmos, entre los cuidados de amor de tus hombres. — Yoongi quiso rebatir, pero todo lo que hizo fue abrazarlo, cerrar sus ojos y entregarse a un beso calmo, uno profundo que le transmitió la tranquilidad justa y necesaria en ese instante.
— Tú también eres permanente. — El peligris asintió con una sonrisa antes de volverle a dar un beso. — Ambos lo son.
— Lo sabemos. — Admitió apretando su trasero para indicarle que debía levantarse. — Taehyung debe tener listo todo lo que pediste.
— Vayamos a verlo, todavía no puedo creer que pronto vaya a dejarnos para tomar el liderazgo de los Magenta junto con Jeon. — Espetó en un tono neutro que escondía ese cariño que siempre le tuvo al pelirrojo.
— Dijo que no se movería de nuestro lado hasta que Jimin despierte y, que aun así, no se marcharía inmediatamente, lo está considerando.
— Cuando ya comienza a considerar, es porque tomó una decisión en su corazón aunque no lo admita. Jungkook no cederá nunca, tarde o temprano terminaría marchándose y hasta cierto punto, me alegra que esos dos estén juntos.
— ¿Hasta cierto punto? — Indagó el mayor intentando comprenderlo.
— Esos cabrones juntos me harán mucha competencia, tendremos que trabajar el doble, pero tendremos a nuestro bebé junto a nosotros. Voy a hacer de él el mayor hijo de puta porque nadie volverá siquiera a mirarlo para lastimarlo. — Namjoon sonrió, comprendía que para ambos era difícil permitir que Jimin se desligara de esa personalidad que lo hacía tan único.
Sin embargo, si querían vivir con mayor tranquilidad, aunque ellos quisieran siempre ser su escudo y evitar que se hiciera daño, no podrían lograrlo a cada instante. Era la mejor opción, no solamente hacerlo parte de la empresa como habían hecho, no solo enseñarle el funcionamiento y mano, sino volverlo de verdad un líder más de Indigo con todo lo que eso conllevaba.
Taehyung dejó dos maletines negros con la silueta de una guitarra sobre la mesa de juntas. Uno para Namjoon y otro para Yoongi, quienes se acercaron sincronizados a estos para abrirlos y tomar todas las armas junto a sus municiones que allí había, ubicándolas en zonas de su cuerpo que no le impidieran la movilidad. Tres armas cada uno, no obstante, lo más probable fuera que en el camino, tuvieran que adueñarse de otras.
— Esto es un regalo de parte de mi hombre. — Musitó Taehyung entregándoles lo que parecían pequeños Mentos. — Explosivos locales de pequeño alcance, se activan una vez que se aprietan y tardan cincuenta segundos en explotar, dándoles tiempo de ponerse a salvo. — Nadie más los tiene en el mercado, el propio Jeon los mandó a elaborar para él.
— Estos parecen chicles. — Musitó el pelinegro con cierto asco cuando lo tocó. Claro, el pelirrojo le había dicho que eran como pequeños Menos. De este modo se quedarían pegados incluso en una ropa o cabello. — Gracias, a ti y a Jeon.
— Jamás creí ver este día. — La voz de Jungkook llegó a ellos, por costumbre, tanto Namjoon como su jefe apuntaron hacia la puerta por donde entraban no solo el líder de los Magenta, sino también Padre y el Fantasma, todos armados hasta los dientes. — Amor...
Los ojos de Taehyung se ensancharon frente a estas palabras, estaban delante de Padre, de su jefe, por lo que no entendía por qué demonios Jungkook estaba hablándole de ese modo. Pretendió no escuchar, tocando los maletines que había sobre la mesa gigante como si aquello lo fuese ayudar a teletransportarse. No obstante, el rubio se le acercó por atrás, besando su cuello mientras sacaba un arma y se la colocaba delante.
Los ojos de Taehyung se ensancharon al ver su nombre tan perfectamente tallado en el metal, la sonrisa que se apropió de su rostro era tan amplia y genuina, que incluso Namjoon sonrió con ellos cuando se volteó para abrazar al menor. Lo besó, se dejó abrazar mandando al carajo cualquier mirada de reproche que pudieran recibir. Cuando se voltearon buscando la mirada de Padre, este parecía indiferente, un rostro tan estoico como el del hombre a su espalda.
— Padre... — Musitó Yoongi inclinando su cabeza a modo de saludo.
Tanto Seokjin como su mano derecha estaban completamente vestidos de negro, él con traje, el otro con botas, pantalones ajustados y camisa. Ambos estaban armados y listos para pelear, algo que ninguno entendía.
— Padre, esto es una pelea por mi hombre, no creo que usted deba...
— Esto es La Familia, una verdadera familia. Si tocan a uno de mis hijos, si vienen contra nosotros, se encuentran con todos, no solamente uno. Todos vamos a luchar y procuren que todos, regresen vivos. No pueden morir, esto es una orden que te incluye a ti, rojo. — Musitó sorprendiendo a Taehyung, todos lo miraron, ninguno sonrió aunque deseaba hacerlo. — Seonghwa ya está en posición, solo faltamos nosotros.
Todos asintieron en silencio, todos controlaron sus armas y salieron a paso firme del edificio Indigo, cada uno a sus autos. Líderes y manos derechas, cada rama con sus hombres detrás, listos para matar y evitar morir.
Tres rutas diferentes, distintos lugares que cubrir o defender. Namjoon y Yoongi fueron directamente hacia las coordenadas de la nueva sede que tenía el líder de los Ruby gracias a los datos obtenidos de Seohee. Lucía como uno de los antiguos palacios que solía tener la realeza en Corea del Sur antes de que Japón se apropiara del país. Ambos intercambiaron una mirada junto a un asentimiento antes de descender del auto.
Fueron discretos al avanzar, evitaron los tiros, derribando a cada hombre posicionado con cuchillos o golpes silenciosos. El último que se encontraron estaba justo frente a la gran puerta. Sigilosamente, Yoongi cruzó por detrás de unos arbustos hacia el otro extremo, compartiendo una mirada con su pareja.
Volvieron a mirarse, esta vez un poco más profundo, pero por menor tiempo. Quitaron los seguros de sus pistolas automáticas y, a paso sincronizado, los dos incursionaron en aquel salón. Estaban feroces, se veían salvajes, a su vez exudaban elegancia, compañerismo y complicidad.
Solo bastaron los primeros disparos para que todos los hombres de Rudy comenzaran a aparecer contraatacando. Namjoon golpeó la pierna de un hombre, uniendo el brazo de este junto al de otro de una manera en que ambos se quejaban sin poder dispararle, permitiendo que el peligris usara esto a su beneficio, disparándoles con su mano libre.
Yoongi golpeó el pecho de uno que le salió de la nada, demasiado cerca para poder mover su brazo y apretar el gatillo. Sin embargo, esto jugó a su favor, pudo utilizar al sujeto como un escudo antes de correr hacia una de las columnas de estilo greco. No dejaban de disparar, podían escuchar los gritos de los heridos y también la rabia del resto, los disparos, los golpes, los cristales quebrándose.
— ¡Min Yoongi! — Gritó un hombre que tanto Namjoon como el mencionado reconocieron, se trataba de Rudy. — ¡Da la cara hijo de puta! ¡Cobarde! ¿Estás cobrando que mandamos a tu puta maricona para el otro mundo?
El líder de Indigo sabía que eso era una provocación, no obstante, era muy efectiva, que mencionaran a Jimin y se refirieran a él en un tono tan despectivo. Que lo hiciera el hombre que orquestó el ataque que dejó a su ángel en coma, sacaba cada partícula sanguinaria de su cuerpo. En su rostro se dibujó una mueca cuando se dispuso a salir de atrás de la columna.
Solo bastó dar un paso al lado para que una bala impactara contra su brazo, por suerte, solo fue un rozón. Su nariz se arrugó por un segundo, pero la adrenalina no le permitía sentir un verdadero dolor. No obstante, su cuello fue atrapado, dos hombres lo arrodillaron mientras uno que tenía salpicaduras de sangre en la cara se paraba frente a él para apuntarle.
— ¿Creíste que podías entrar en mi puto territorio y salir vivo, Min?
En el rostro de Rudy se dibujaba una sonrisa victoriosa, el sujeto celebraba triunfo mientras se acerca hacia él seguido de otros dos hombres. Se escuchaba aún el tiroteo en el exterior, tal vez habían pedido refuerzo y sus hombres también libraban una batalla.
El líder de los Ruby continuaba avanzando lentamente hacia él cuando dos disparos simultáneos cayeron. Namjoon derribó tanto a los hombres que lo habían arrodillado, momento que Min aprovechó para desde abajo dispararle a quien le apuntaba y con dificultar disparar hacia Rudy.
La bala colisionó con su pierna, lo hizo caer y esa fue la oportunidad que el peligris utilizó para correr hacia él disparando la mano donde sostenía la pistola, corriendo para con su cuchillo terminar de cortarla cuando lo inmovilizó en el suelo. Yoongi miraba a los alrededores, acercándose con cautela, asegurándose que no quedara nadie vivo.
Nuevo tiroteo se armó, sin dejar escapar al líder que se quejaba y sangraba las cabezas de Indigo disparaban a su alrededor, sus hombres también entraron a cubrirlos liderados por un Seokjin que junto al Fantasma disparaba sin que se le agitara siquiera una hebra de su cabello, desbordando elegancia y seguridad.
Había sangre goteando en los ojos del pelinegro, nublando su visión mientras parpadeaba. Levantó una mano para limpiar lo que pudo con sus manos maltratadas. Estaba exhausto, sudoroso, herido y dolorido, pero nada de eso importaba. Lo habían logrado, terminaron con todo.
Miró al hombre muerto en el suelo bajo sus pies, ese al que golpeó hasta el cansancio, al que moribundo tuvo el placer de quitarle parte de su piel, dejando una "I" bien grande en su espalda después de retirar minuciosamente su carne con bastante profundidad.
Yoongi echó un vistazo a su entorno, lleno de cadáveres, sangre y carnicería. Namjoon estaba controlando a sus hombres, después de asegurarse que su jefe estaba bien. El pelinegro lamió sus labios secos y desgarrados. Se terminó. La guerra que libró contra los Ruby había terminado.
El hombre que puso a Jimin en estado de coma durante casi dos semanas y media ahora estaba muerto a sus pies. Los hombres que sobrevivieron fueron capturados y no quedó espacio para que esa jodida organización se recuperara o reviviera. Ese fue el comienzo de su fin y Min se iba a asegurar de que nunca recuperaran el aliento ni siquiera para contemplar la resurrección de su clan.
Debieron sentir el intenso alivio, el triunfo y la alegría que lo abruman. Lo habían hecho, castigaron a los hombres responsables de lastimar a la Familia, de lastimar a Jimin, el hombre de ambos, quien hizo posible que ellos dos recuperaran parte de sus almas. Destruyeron sus territorios, reclamando la vida de su cabeza, se aseguraron de que los otros miembros útiles fueran rápidos capturados o asesinados, terminaron con todo.
Debían estar en una celebración. No habían tenido jamás un momento más inquietantemente triunfante que ese. Pero los sentimientos de triunfo llegaron brevemente. Muy brevemente antes de retirarse rápidamente, permitiendo que el miedo se apoderara de sus corazones una vez más.
Ahora todo lo que Yoongi podía oír era el zumbido en su oído y el trueno de mi corazón contra el silencio de la habitación. ¿Qué estaba haciendo ahí en lugar de estar al lado de Jimin? En verdad, ¿qué que podría ser más importante que estar al lado de Jimin en caso de que este despertara o peor aún, en caso de que respirara por última vez?
— ¿Jefe? ¡Jefe! — Una voz agitada lo sacó de sus cobardes pensamientos.
Levantó una mano para evitar que la voz asaltara más sus sentidos. Necesitaba tranquilidad. Yoongi necesitaba paz, espacio y tiempo para pensar. Precisaba procesar lo que significaba los movimientos que Taehyung estaba haciendo, no veía claramente nada, ni siquiera a Jungkook varios pasos más atrás. El pelirrojo le gritaba algo sobre el hospital donde estaba Jimin, al parecer, acababan de llamar.
— Te escucho. — Apenas lo logró responder, sus ojos extremadamente desenfocados.
¿Murió él? ¿Mientras ellos estuvieron lejos Jimin había muerto? ¿A cambio de las vidas que había tomado esta noche, el hombre que más amaba también había muerto, por su causa?
Había una mirada seria en el rostro de Taehyung, el ceño fruncido entre sus cejas pronunciado palabras incomprensibles para el pelinegro mientras lo miraba. Le devolvía la mirada con una expresión sombría en el rostro porque Min no sabía qué hacer con eso. No quería escuchar que algo había salido mal con su ángel. Frunció el ceño cuando los labios de su capitán se torcieron en una sonrisa. La esperanza resurgiendo en su interior. Buenas noticias, debían ser buenas. No podía ser otra cosa.
— Jefe. Llamaron del hospital...
— Él... — No pudo terminar su oración, pero necesitaba saberlo. Solo necesitaba saber si estaba vivo o no. Necesitaba que fueran buenas noticias.
— ¡Está bien, jefe, nuestro tercer jefe se despertó! — Esa sonrisa tonta que rara vez tenía su capitán en su rostro prácticamente explotó. El brillo en sus ojos era evidente cuando hizo un gesto mientras hablaba con entusiasmo. Su aspecto tampoco era bueno, era evidente que para llegar ahí, Jungkook y él habían pasado por buena pelea. De todos modos, lucía radiante mientras le corría sangre por la cara y manos, un teléfono en una mano y una pistola en la otra. Parecía enloquecido por decir lo menos. — ¡Ha estado preguntando por usted y Namjoon, señor! — Él rio.
¡Hola por aquí nuevamente! ¿Cómo han estado?
LORED
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