Capítulo 4
Cuando llegaron a su apartamento después de un largo y difícil viaje en automóvil, Yoongi se apresuró para arrastrar a Jimin antes de que este pudiera moverse lo suficientemente rápido como para abrir la puerta. Lo levantó en sus brazos a pesar de que podía caminar a casa con sus dos pies, bueno, uno en realidad porque la pierna herida le dolía horrible.
Podía cojear hacia casa era la frase correcta. Sin embargo, no se atrevió a expresar sus pensamientos. Temía que el temperamento del mayor pudiera estallar si discutía con él en esos momentos. Conocía a Min y sabía lo enojado que estaba en ese instante. Si se le daba la oportunidad, estaba seguro de que querría ponerle un arma en la cabeza y disparar hasta que mi cráneo dejara de existir. No le iba a dar una oportunidad si podía evitarlo.
Por mucho que estuvo entretenida la idea de morir cada cinco minutos durante el viaje de regreso, no entraba entre sus preferencias que fuese Yoongi quien lo matara. No creía poder morir en paz de ese modo. Le dolería demasiado. No físicamente, sino emocionalmente. Incluso podría regresar como un espíritu, habiendo tenido una muerte lamentable.
Namjoon mantuvo la puerta abierta para que ingresaran al departamento, pero no entró con ellos, era un hombre astuto a ojos de Park. No tendría que presenciar su muerte con sus propios ojos. Si alguien le llegara a preguntar, no era responsable, ya que no vio ni escuchó nada.
¿Dónde esparciría Yoongi sus restos? ¿Lo enterraría?
Contuvo el aliento cuando Yoongi lo dejó caer en el sofá de la sala de estar. A pesar de que lo hizo tan gentilmente como pudo, sintió que le dolían los músculos, tanto que se vio casi obligado a acurrucarse en su lugar. Mirándolo por un momento, antes de buscar en su bolsillo, el pelinegro le regaló una muy sutil sonrisa.
— Llamaré al médico de la compañía. No te muevas.
Mordiéndose los labios mientras lo veía caminar delante de él tecleando en su teléfono. Contempló si debía decirle algo que abordara todo lo que acababa de presenciar. Pero no tuvo las agallas para hacerlo. Ni siquiera entendía por qué lo llevó a casa. Podría haberlo dejado allí, después de todo lo que había escuchado, ya debía saber que le había estado mintiendo por toda una década. Él en su lugar no lo perdonaría.
Sin poderlo evitar comenzó a trabajar en sus emociones hasta el punto en que las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos nuevamente. No pudo enfrentarlo, por eso solo se levantó del sofá lentamente bajo la atenta mirada de un Min que dejó de caminar para mirarlo. Ni siquiera se atrevió a devolverle la mirada. Sinceramente, no deseaba hablar con su mejor amigo sobre nada de lo que sucedió esa noche. Solo quería olvidar e irse.
No quería que pronunciara una palabra que pudiera quebrarlo de adentro hacia afuera, hacerle llorar esas lágrimas que solían quemar hasta dejar de funcionar por completo, sabía que lo haría. Podía, tenía todo el derecho a hacerlo. Y estaba consciente de ello, porque Yoongi siempre había dejado claro su posición: no era homofóbico, pero nunca le entretuvo o le agradó la idea si eso lo involucraba. Si hablaban de su hermano, de sus mentiras, todo se desmoronaría y esto le hacía preguntarse si le permitiría seguir cerca de su vida aunque no vivieran juntos.
Trató de empujar su cuerpo fuera del sofá para poder regresar a su habitación. Pero ni siquiera logró levantar su trasero del mueble antes de que la mano de Yoongi se extendiera para detenerlo. Un ligero pánico lo recorría de pies a cabeza, no quería hacer eso. No deseaba tener que darle explicaciones. Decirle que le había mentido. Que le mintió sobre la razón por la que estaba en un albergue de cuidado para menores de edad. Para admitir que él era gay. Realmente no quería hacer eso.
Siempre había pensado que sus padres murieron en un accidente, dejándolo sin una familia con la que vivir, y así fue como terminó en el sistema de acogida. ¿Cómo se suponía que debía decirle la verdad ahora?
Difiriendo de lo que pensaba, Yoongi no dijo nada. Simplemente tiró de su mano y lo sentó de nuevo en el sofá firmemente con una mirada severa en sus ojos. Sus labios se fruncieron en una línea apretada mientras se alejaba del menor y caminaba hacia la cocina. Jimin solo escuchaba las puertas de los gabinetes de la cocina abriéndose y cerrándose de golpe, estremeciéndose ante cada sonido que reverberó por toda la casa.
Cuando finalmente regresó, vio que tenía el botiquín de primeros auxilios con él, junto con algunas bolsas de hielo. Veía como abría el kit con tanta fuerza que el contenido se derramó fácilmente. Hizo una mueca cuando rebuscando en todo lo que podía ver por fin encontró lo que necesitaba.
Sin palabras se puso a trabajar en los moretones y cortes en la cara de Jimin, maldiciendo una vez más a ese trozo de carne con patas que dejó vivir. El castaño apenas sentía el dolor. Su pecho se contraía agonizante mientras miraba el rostro contrario. Estaba inexpresivo, sus ojos ni siquiera miraban los suyos cuando trabajaba.
¿Ahora qué? ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Qué debería decir? ¿Cómo podía solucionar eso? ¿Rogaba por perdón? ¿Alguna vez lo perdonaría? ¿Alguna vez volverían a ser los mismos?
Cuando lo vio poner el ungüento y los bastoncillos de algodón sobre la mesa de café, se dio cuenta de que el hombre que estaba sentado frente a él tenía la guardia tan alta y tan gruesa que nunca podría volver a alcanzarlo. Él les había hecho eso, fue el responsable de su lejanía. Él fue quien lo obligó a construir sus muros nuevamente. Le mintió al hombre que había confiado en su persona. Quería extender la mano para tocar su rostro, suavizar ese ceño fruncido entre sus cejas. Quería pedir perdón en ese instante.
— Di algo.— La voz de Jimin se quebró mientras hablaba.
Cuando no dijo una palabra, comenzó a sentir sus labios temblar levemente por las lágrimas que amenazaban con caer. Lo estaba perdiendo.
— Di algo, por favor. — Le suplicaba.
— Toma unas aspirinas para los dolores. —Esa fue su respuesta mientras sacaba la botella que se escondía en algún lugar de aquel desorden disperso, su voz sonaba demasiado tranquila. — Pon algo de hielo en tus moretones. El médico debería estar llegando.
Había un tono desdeñoso en su voz que ya se había acostumbrado a escuchar. Pero nunca dolió tanto como en ese preciso minuto. Yoongi se puso de pie sin notar como el corazón del menor se hundía. Si se marchaba ahora, sabía que lo perdería y nunca sería capaz de recuperarlo.
Antes de que pudiera alejarse de él, Jimin extendió la mano y agarró la contraria para detenerlo. Todo el cuerpo le daba espasmos de dolor, pero los tragaba en pequeños gemidos. No sabía lo que iba a decir, lo que podría posiblemente decir, pero sabía que si se alejaba ahora, nunca iba a volver a él.
Si no aclaraba lo que pasó, sus mentiras, por qué mintió, siempre sería un mentiroso para él. Alguien en quien confiaba, pero lo decepcionó. Sabía que si no confrontaba esa mentira en ese momento, nunca volverían a ser lo mismo. Quizás incluso aunque lo hiciera, permanecerían rotos de algún modo. Pero al menos, si intentaba arreglar eso, tendrían una oportunidad.
Se dio cuenta en ese instante mientras miraba su espalda tensa, que el mayor tenía una mentira más grande que la suya. Él podía enfrentar a Yoongi con respecto a esto, gritarle que no era el único que tenía secretos, que mintieron sobre sí mismos y sus vidas.
Podría argumentar que su mentira era tan insignificante que apenas había cambiado algo entre ellos, pero su mentira sí y lo haría eventualmente. De hecho, su vida los ponía en peligro, cuando la suya apenas los lastimaría físicamente, solo de manera emocional. Pero no pudo. La diferencia entre ellos era que había sido atrapado en su mentira.
Además, sabía que si lo sacaba a colación ahora, en esas circunstancias, solo estaría pidiendo que lo empujaran contra ese muro que ya estaba levantado entre ellos, se fortalecería. Terminarían en una pelea más grande de la que ya estaba programada, los agujeros de las balas de sus palabras en esa guerra serían tan grandes y profundas que nunca sanarían entre ellos.
Yoongi dejó de moverse para mirar la mano que lo había agarrado. Precipitándose, Jimin se soltó de inmediato con una fuerte respiración cuando notó de que podría estar disgustado con él, por eso estaba tan distante. Su hermano había despotricado sobre que tenían relaciones sexuales entre ellos. Debía estar enfadado y lo más probable fuera que ahora Jimin le disgustara o al menos así era en la mente del castaño.
Las palabras que le había dicho al chico que los había acusado de ser una pareja cuando tenían dieciséis años resonaban en su cabeza. "No te atrevas a insinuar algo tan desagradable". Todo estaba empezando a desmoronarse mucho más rápido y podía sentir que comenzaba a ceder ante la situación, a rendirse. Para finalmente darse cuenta de que había perdido a Yoongi, para siempre.
— Lo siento. — Le ofreció una disculpa débilmente, relajándome en el sofá de nuevo.
Ni siquiera le dedicó una mirada, antes de alejarse de él. El castaño veía que se alejaba paso tras paso de él. A cada paso que daba, su corazón se rompía un poco más, su sangre hervía un poco más, su estómago se revolvía un poco más.
— ¡Lo siento!
Le gritó patéticamente, sabiendo que lo que iba a decir probablemente no cambiaría nada. Pero se había aferrado a Yoongi durante diez años enteros. No era tan fácil dejarlo ir. Si tuviera que verlo irse, al menos le gustaría saber que había intentado todo para aguantar hasta no poder más. Ni siquiera necesitaba que el mayor me amara ahora. Solo quería su amistad,
— No quise mentirte. — Casi se burló de su lamentable excusa porque ni siquiera era una excusa en absoluto. Notó como los pasos contrarios se detenían lentamente, pero no se dio la vuelta para mirarlo.
— ¿Entonces por qué lo hiciste? — Inhalando profundamente, Yoongi hizo aquella pregunta.
Mordiéndose los labios, bajando la cabeza avergonzado por la decepción en su voz Jimin buscaba llenarse de valentía para sacar todo de su pecho. Lo había perdido, perdió a su mejor amigo. Perdió a Min Yoongi. Había perdido el único amor que había tenido, ese sin el cual no creía que podría sobrevivir. Sacudió la cabeza por varios segundos, buscando las palabras correctas para tratar de hacer que su razón pareciera menos lamentable.
— ¿Por qué me mentiste, Jimin? — Sonaba tan cansado, tan harto del menor que este tuvo que respirar hondo, tratando de calmarme, pero el dolor en su corazón no desaparecía tan fácilmente.
— ¿Hubieses seguido siendo mi amigo si te hubiera confesado que mi familia me abandonó porque era gay? — Ni siquiera se atrevía a mirarlo más.
Solo podía pensar en lo pronto que él querría que empacase sus cosas y saliera de esa casa. Quizás ni siquiera le dejaría empacar sus cosas tal cual hicieron sus padres y hermano. Le disgustaba, le había mentido y rompió su confianza.
— Sí. — El cuello del menor casi se rompió cuando buscaba mirar hacia él, siendo testigo del ceño confuso grabado en su rostro y que Jimin también portaba. — Aún habría elegido ser tu amigo. — Reiteró dándose la vuelta para frotar su rostro antes de volver a mirarlo duramente.
Moviéndose incómodo donde estaba sentado, Jimin no creía las palabras que le fueron dichas. Era fácil para Min decirlas en ese instante. Si así fuera realmente, cuando aún tenían dieciséis años, cuando aún eran adolescentes tontos, no habría dicho lo que dijo. La verdad era que sí lo habría alejado, habría perdido y ni siquiera hubiera podido tener esos diez años con él.
El mayor dio varias zancadas hasta estar sobre el castaño en cuestión de dos parpadeos, su rostro quedó justo sobre el de Jimin, perdiéndose en su mirada. ¿Por qué a su vista, el menor siempre parecía estar tan carente de confianza cuando desde que lo conoció había estado tratando de que se valiera por sí solo. Que no le tuviera miedo a la vida, que la enfrentara, intentando siempre ser su ejemplo. Si todos eran unos hijos de puta, si la vida era una mierda, que los mandara al carajo o que los golpeara hasta que se sintiera mejor. A veces odiaba ver ese miedo a todo que Jimin dejaba ver. Era valiente, por qué carecía de confianza de ese modo.
— Aún habría elegido ser tu amigo, Jimin. Y sigo eligiendo ser tu amigo, así que si esta situación con tu hermano se vuelve a dar, dímelo. Donde sea que esté, iré por ti y mataré ese bastardo por lastimarte.
Las palabras que pronunció fueron fuertes y claras mientras sonaban en los oídos y cabeza de Jimin. Las escuchó, pero no pudo comprenderlas. Estaba diciendo que habría seguido siendo su amigo ¿Todavía quería ser su amigo? ¿Todavía le importaba?
— ¿Eh? — Soltó en un suspiro.
Su semblante permanecía serio, pero mucho más relajado cuando Yoongi respiró hondo, extendiendo los dedos para sostener la parte superior de la cabeza del menor con fuerza mientras unía sus frentes.
— Estoy enojado, más que furioso, no lo dudes ni por un segundo. Estoy tentado de castigarte de alguna manera, pero tu cuerpo no podría soportarlo ahora, además tampoco soy quien para hacerlo. A pesar de que estoy molesto porque me mentiste, no cambia el hecho de que nadie se mete contigo. Te cubriré la espalda, hasta que los dos respiremos por última vez. Te lo prometí y no me retiraré solo por una mentira que dijiste hace diez años. No tienes permitido retroceder. No huyas, Jimin. Quédate y enfrentamos esto juntos. — Suspiró, sus pulgares recorriendo sus mejillas.— Si esto vuelve a pasar, llámame. Estaré allí. Estaré allí para ti en un instante.
Su voz era baja y suave, calentaba calentó el pecho de Jimin. No supo por qué, pero le dio una especia de calambre en el estómago. Su respiración se quedó colgada ante la cercanía de sus rostros y estaba teniendo dificultad para concentrarse.
— ¿Eh? — Otra vez aquella expresión perdida.
Se sentó en el sofá, parpadeando estúpidamente, mirando como su mejor amigo ahora se alejaba de él. Caminando fuera de la vista del menor hacia su guarida, cerrando la puerta de golpe detrás de sí, dejándolo solo para pensar en lo que acababa de decirle.
+++
— ¿Lo ha visto un doctor? — Preguntaba Namjoon del otro lado de la línea.
— Por supuesto, ¿qué clase de pregunta es esa, Kim? Claro que mandé a buscar a un especialista para tratar a Jimin. — Su contestación fue un poco seca, mas se llamó a consciencia, sabía que su mano derecha solo había hecho una pregunta inofensiva y normal tras todo lo ocurrido.
— ¿Puedo preguntar cómo está?
— Ahora mismo dormido, seguro algo adolorido, pero por lo demás, se encuentra bien.
El médico había pasado en la noche después de que Jimin tuviera unos veinte minutos para tratar de entender lo que Yoongi le había dicho. Estaba completamente como un zombie cuando el médico le enyesó su tobillo dislocado. No recordaba mucho después de eso, pero sí recordaba haberse tragado los analgésicos antes de que el mayor me llevase una vez más a la habitación de invitados en el primer piso.
Estuvo despierto durante treinta minutos aproximadamente, con los ojos bien abiertos y procesando las palabras del pelinegro, hasta que los analgésicos parecieron comenzar a hacer que su cerebro se apagara. Eso, toda la emoción y los golpes que recibió ese día finalmente comenzaron a hacerle efecto después de que la adrenalina desapareciera en su cuerpo.
Sin embargo, logró dormir por mucho tiempo. Se despertó a las cinco de la mañana otra vez, plagado de pesadillas de lo que había sucedido el día anterior y algunos de sus recuerdos de infancia. Despertó con las caras de sus padres grabadas vívidamente en su mente.
Acostándose en la cama de invitados, se sentía desorientado en una habitación en la que nunca había dormido en los años que llevaba viviendo en esa casa. Pasó la siguiente hora y media pensando en Yoongi, sus palabras, su rostro, sus acciones, todo. Se convenció de que Min lo perdonaría, tal vez ya lo había hecho en verdad. Fue por eso que pasó la mañana mayormente alegre, pero luego recordó que su mejor amigo era alguien que odiaba las mentiras, que era una persona que guardaba rencor durante mucho tiempo. Fue entonces volvió a estar deprimido.
Pensó en omitir el desayuno y fingir que todavía estaba dormido por las píldoras que había tomado, pero sabía que Yoongi iría a despertarlo. Siempre odió cuando Jimin se saltaba sus comidas, especialmente el desayuno. Estaba seguro de que estar medio lisiado y casi golpeado hasta la muerte no cambiaría nada.
Se preguntaba si él lo evitaría esta mañana cuando se obligó a salir de su cama. No sabía cómo se lo tomaría si lo hiciera. Solo imaginarlo fingiendo que no existía en la misma casa que él envió puñaladas de dolor agudo en su pecho. No fue por sus heridas, eso estaba claro.
Se quedó mirando las muletas que el médico le había dejado en la noche, odiando que eso le hiciera sentir aún más patético de lo que ya me sentía, así que decidió que podía prescindir de estas. Probó su equilibrio y el dolor en su tobillo suavemente, descubriendo que podía tolerar el dolor si cojeaba. Fue agotador, pero fue mejor que usar una muleta.
Se dirigió al baño, haciendo una mueca al ver su apariencia. Tenía los ojos y la mejilla morados y negros, estaban hinchados y había dos cortes en el labio. Sus ojos parecían hundidos al punto en que casi desaparecieron, tal cual sucedía cuando se reía, solo que un poco más dramático. El resto de su rostro parecía mortalmente pálido en contraste con sus heridas a pesar que su piel no era tan pálida como la de Yoongi. Se veía horrible.
Tras asearse como pudo, salió cojeando de la habitación de invitados lo más despacio que pudo, sintiendo como le dolía todo el cuerpo por los golpes. Su pensamiento podía ser un poco infantil, mas en momentos como ese en que tan mal se sentía, deseaba que Yoongi fuera y lo acariciara de nuevo. Llegando al área de la sala y la cocina, se detuvo cuando vio al mayor ya en el mostrador.
Estaba tomando su café, leyendo de su tablet. Esto le hizo preguntarse si estaría bien que se le uniera en la mesa. Las palabras de la noche anterior resonaron en su cabeza y tragó nerviosamente, cojeando de puntillas sobre su pie herido. La cabeza de Min se volteó en su dirección cuando escuchó sus pasos, frunciéndolo el ceño al instante.
— ¿Dónde están tus muletas? — Preguntó, bajando su tablet, yendo hacia el menor rápidamente con los brazos estirados.
Jimin trató de no evitar sus manos mientras rodeaban su cintura. Se preparó para el dolor, pero era más consciente del calor de sus brazos y su cuerpo contra el suyo, ya que solo llevaba una camisa de algodón muy delgada y gastada.
— No las necesitaba. — Susurró mientras permitía que lo guiara a la mesa.
— El médico te las dio por una razón. — Le miró por el rabillo del ojo. — Úsalas.
Parecía cansado. Jimin se preguntaba si se había quedado despierto toda la noche pensando en lo que sucedió el día anterior. Acerca de sus mentiras. Sobre su hermano, sobre él.
— Me duelen demasiado los costados para apoyarme en dos palos esos.— Negó con la cabeza obstinadamente, quejándose en voz baja cuando finalmente llegaron al sofá en lugar de a la isla de la cocina.
— Arreglaré una silla de ruedas, la mandaré a pedir ahora. — Yoongi declaró mientras lo miraba a la cara.
Oh, Jimin odiaba cuando eso sucedía, porque se volvía tímido, él no se sentía así, pero simplemente no lo podía evitar, se sonrojaba como en ese instante en el cual se miraba las manos. No es que el contrario pudiese verlo, ya que su cara estaba prácticamente cubierta de moretones, pero aun así.
— Namjoon llamó a tu lugar de trabajo, estarás confinado en la casa durante una semana, Jimin. No agraves tus heridas. — Asintió.
No es que quisiera mostrarle al mundo su rostro maltratado de todos modos. Min permaneció frente a él por unos segundos más, antes de alejarse. Solo entonces Jimin suspiró tomando el controlador de la televisión para encender las noticias. Una parte de él quería saber si se enteraría de un cadáver encontrado en un callejón, aunque lo mejor sería que eso no sucediera.
Cuando el mayor regresó con un plato de comida y un plato de sopa, sonrió agradecido, su ojo temblando por el dolor que se extendió por su rostro.
— Come. — El pelinegro le dijo mientras le entregaba un pedazo de pan después de untarle suficiente mantequilla para alegrarle el día. Observó el pan como si fuera veneno, preguntándose cómo iba a masticarlo. —¿Demasiado duro?— Indagó gentilmente.
Sacudiendo su cabeza en negativa, tomó el pedazo de pan. Dio algunos bocados extremadamente pequeños y masticó con la menor fuerza posible. Cada mordida se sentía terriblemente dolorosa, estuvo a punto de tirar la toalla y dejar de comer cuando Min habló desde el otro lado del sofá.
— Lo supe desde que teníamos dieciséis años. — Anunció sobre la voz tranquila del periodista que se escuchaba en el fondo sobre una noticia a la que ni siquiera estaba prestando atención.
Jimin se giró para mirarlo con ojos atónitos. ¿Qué acaba de decir? ¿Sabía qué desde que teníamos cuántos años? Tragando con fuerza lo que quedaba en su boca, abandonó los trozos no comidos en su mano. El pelinegro lo miraba con el ceño fruncido, sus puños apretados sobre sus rodillas.
— La verdad sobre cómo entraste al sistema. Lo supe desde que teníamos dieciséis años. Me enteré después de que mis padres murieron y comenzaste a vivir conmigo. Lo supe todo cuando... — Lo miró directa e intensamente. — Cuando cambié tu dirección a mi casa.
No se importaba al menor que el pan se le hubiera caído de los dedos al regazo y de estos al suelo. Estaba tratando de entender lo que el contrario decía. ¿Sabía desde hace nueve años que le mintió acerca de cómo ingresó al sistema? ¿Sabía desde hacía nueve años que él era gay? ¿Qué diablos estaba pasando?
— ¿Por qué, por qué no dijiste algo? — Cuestionó en voz baja, la ira y el miedo comenzaron a hervir dentro de él. El mayor apartó la vista de su rostro hacia su pie herido.
— Cuando me mentiste al respecto, aún no éramos tan cercanos. Incluso entonces entendí que tal vez pensaste que dejaría de ser tu amigo si te sincerabas. Pero nos acercamos tanto después de eso. Te confié y te mostré debilidad, honestamente pensé que podríamos superar cualquier cosa juntos. Creí que después de un tiempo, después de ganarnos la confianza mutua, me dirías verdad. — Le mostró cuna mirada decepcionada. — Pero tú nunca lo hiciste, jamás me dijiste.
—Lo siento. — Agachó la cabeza avergonzado, con lágrimas en los ojos.
Con el mayor permaneciendo callado, Jimin no pudo evitar hacer una mueca cuando se dio cuenta de que tuvo tanto tiempo, tantas oportunidades para hablar con él, pero no lo hizo.
— ¿Qué puedo hacer para arreglar esto? — Preguntó tímidamente.
Sabía que a pesar del cuidado y la preocupación que el contrario continuaba ofreciéndole, hubo una grieta en su relación que estaba ahí, latente. Jimin sentía que fue él quien puso el cuchillo en el hermoso lienzo de ambos, destruyendo lo que tenían. Era posible que no pudiera restaurar el lienzo a su estado original, pero quería intentar.
— Dime cómo puedo compensarte, Yoongi.
El aludido finalmente levantó la vista, sorprendiéndolo por la suave mirada en sus ojos cuando hicieron contacto visual. Sacudió la cabeza y extendió la mano para palpar suavemente su rostro, con tanta ternura que el castaño se estremeció.
— Creo que ya te han castigado por eso, Jimin. — Su voz era baja e hizo que estallaran burbujas cálidas dentro de su pecho.
— Estamos... ¿Bien? — Le preguntó, inclinándose hacia su toque con una mirada esperanzada. — ¿Ya no estás enojado conmigo? — El pelinegro se rio entre dientes, sacudiendo la cabeza.
— Todavía estoy molesto. Pero no tanto como anoche. — Dejó caer su mano y la apoyó sobre su rodilla. — Pero estamos bien. — Inclinó la cabeza para observarlo fijamente. — Estaba más enojado por el hecho de que te lastimaste que por mentir, con toda honestidad.
El alivio que lo recorrió fue evidente, la situación ahora estaba mucho mejor de lo que esperó. Eso era perfecto, tenerlo como amigo era mejor que perderlo por completo. Por ese día, no lo perdería, no por su hermano. .
— Y-Yoongi.
— ¿Hmm? — Él respondió, su pulgar rozando la rodilla de Jimin suavemente mientras se recostaba en el sofá para mirar la pantalla del televisor.
— ¿Qué le pasó a mi hermano al final? — Preguntó nervioso. Aquellos dedos se apretaron ligeramente alrededor de su rodilla.
—Está bien. — Los músculos alrededor de la mandíbula del castaño nunca se vieron más definidos.
— ¿Él no te buscará problemas? — Se atrevió a alcanzar y sostener su mano, viendo como el contrario se volteaba para devolverle la mirada.
Levantó la palma de su mano para agarrar sus dedos. Si Kyung recordaba cómo era Yoongi, podría descubrir fácilmente quién era y encontrarlo. Su mejor amigo había estado en muchas revistas y artículos periodísticos.
Su negocio legítimo, ese que había heredado de sus padres se mantenía floreciendo. Continuamente aparecía en varios artículos por ser un soltero "elegible" y codiciado por su edad, atractivo y situación financiera. Para tranquilizarlo y divirtiéndose un poco con su semblante, Yoongi sostuvo su mano firmemente y sonrió.
— No después de que Namjoon haya terminado con él.
— ¿Qué? — Casi chilló, sus palmas comenzaron a sudar al instante. — ¿Qué, qué le hiciste hacer? — El tono de sus palabras podría haber salido más acusatorio de lo que pretendía.
— Lo que hice que Namjoon le hiciera, se lo merecía. — Entrecerró los ojos. — ¿Por qué estás preocupado? Ese tipo te golpeó. Fue quien puso esos moretones en tu cara, esos cortes en tus labios. ¡Cada respiro que tomas, el dolor que sientes, él lo puso ahí! — Su agarre se aflojó y retiró sus manos, apretándolas con fuerza.
Jimin se encogió ante la ira en sus ojos. Había olvidado momentáneamente que estaba hablando con su mejor amigo, alguien que era un mafioso.
— Lo siento, Yoongi, no quise...
— Detente. Deja de hablar, no quiero hablar de esto. — Se levantó del sofá y cogió el teléfono mientras caminaba hacia la cocina. —Ese asunto ya está manejado.
Cerrando la boca y mordiéndose los labios lo escuchó golpear la mesa. Se estremeció creando una nota mental. Nunca más preguntarle a su mejor amigo por el bienestar de Park Kyung. Se quedó mirando el plato de comida y la sopa al lado. Sentía un poco de hambre, pero no tenía el apetito para tragar nada en ese momento.
La puerta principal se abrió y se volteó para mirar. Namjoon entraba en la casa con una mirada seria en su rostro. Jimin no pudo evitar recordar todo lo que sucedió la noche anterior. Todo lo demás que podría haber pasado y que yo él desconocía. Por lo que pudo ver, Kyung todavía estaba vivo, pero no estaba seguro de lo feliz que estaría de estar vivo. Yoongi y Namjoon le habían hecho algo con seguridad, pero no sabía qué.
Cuando el peligris asintió hacia él a modo de saludo, sonrió débilmente. Tenía que agradecerle por lo que había hecho por él ayer. Si no lo hubiera encontrado cuando lo hizo, estaba seguro de que ya hubiera estado muerto. Abrió la boca para decir algo, pero Min regresó a la sala de estar mientras se abrochaba la chaqueta del traje, asintiendo con la cabeza a su mano derecha, mismo que realizó una venia hacia el pelinegro.
— Me quedaría para cuidar de ti, pero esta reunión es demasiado importante para enviar a alguien más en mi lugar. — Espetó secamente. — Kim se quedará y te cuidará, está a tu pendiente.
— Puedes irte tranquilo, Yoongi, estaré bien por mi cuenta. Lleva a Namjoon contigo. — Trató de sonreír, pero resultó ser solo un torpe movimiento de labios y mejillas. Su mejor amigo dio un paso hacia él relamiendo sus labios.
— ¿No te irás? — Se llevó una mano al bolsillo mientras lo miraba con las cejas arqueadas.
— ¿No? — Arrugó su frente — ¿Por qué me iría?
¿A dónde se suponía que debía ir? Era prácticamente un lisiado, parecía que un luchador de la UFC fue a la ciudad para combatir contra su cara. Si tuviera la opción, escogería quedarse en el interior de esa casa hasta que estuviera completamente bien, sin rastro de un moretón en su piel.
— Quiero una respuesta, Jimin. No una pregunta. ¿Estás seguro? — Su tono era impaciente, extremadamente irritado.
— ¿Sí? — No pudo evitarlo. No se iba a ir. ¿Pero por qué sus respuestas salieron sonando tan inseguras?
Yoongi lo miró con los ojos entrecerrados. No quería que Jimin fuera a visitar a ese imbécil que lo había golpeado, no deseaba que lo golpearan nuevamente, pero a veces era tan gentil y preocupado, que estaba seguro de que en algún momento, iba a salir para asegurarse que estuviera bien. Iba a estar algo lejos, no podría correr para defenderlo, para cuando llegara, seguramente ya tendría algún golpe en su cuerpo.
— Namjoon se quedará. — Declaró, girando sobre sus talones y alejándose.
— No, no. No tiene que hacerlo. No iré a ninguna parte. — Sacudió mi cabeza rápidamente.
No quería causarle más problemas. Si su reunión era lo suficientemente importante como para que él mostrara su rostro, entonces era lo suficientemente importante como para que Namjoon estuviera con él. El peligris era su mano derecha por el amor de Dios. ¿Cómo podía dejarlo con él, un simple e insignificante lisiado?
— Sí, lo siento si no puedo confiar en ti en este momento. — Continuó hablando mientras se dirigía hacia la puerta principal.
Respirando profundamente, Jimin quedó atónito por sus palabras. Dolía... Meso significaba que entonces no estaban tan bien, no importaba cómo hubiese tratado de venderle la idea. Todavía estaba enojado con él. Aún no podía confiar en él y quizás nunca volvería a hacer.
Dándose cuenta del impacto que sus palabras podrían haber tenido en Jimin, se giró para mirarlo rápidamente antes de cerrar los ojos con un suspiro.
— No quise...
— Lo sé. — Le interrumpió, su voz sonaba ronca por las emociones. —Ve , Yoongi. — Musitó mientras comenzaba a cojear hacia la habitación de invitados.
No se dio la vuelta para comprobar la reacción del mayor, concentrándose en poner un pie delante del otro y no llorar, antes de que Namjoon se le acercara, abrazándolo por la cintura para ayudarlo a llegar a su habitación sin decir una palabra.
¿Ya vieron el Booktrailer? Lo he publicado después de sacar la historia, por lo que lo vuelvo a dejar aquí para aquellos que no lo han visto.
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
¿Qué les pareció?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top