Capítulo 21
Namjoon continuaba dándole vueltas a su mente, todos los asuntos relacionados con Jimin. Difiriendo de lo que le comentó, en verdad no le había gustado lo que le dijo ni en el tono en que fue dicho esa mañana. No obstante, comprendía también hasta cierto punto a Jimin. Debía tener su tiempo para madurar, crecer y cambiar. Incluso las orugas necesitaban su tiempo alejadas de todo antes de convertirse en mariposas.
Asimismo, una parte de él le decía que tenía que seguir dándole empujoncitos. Al menos ya expresaba sus pensamientos o parte de ellos. Le tocaba seguir trabajando en su confianza, en su seguridad, porque la mente era el arma más poderosa tanto para bien como para mal.
Despidió a Min Yoongi y salió desprendido como alma que llevaba el diablo para su casa. Le costaba por momentos concentrarse sabiendo que Jimin aguardaba por él, que había pasado la mayor parte del día solo. Frenó ya en la puerta de su apartamento, regresando todo el camino hasta la entrada del edificio. A pie, caminó dos cuadras hasta la florería que allí había para comprar un ramo de diferentes jazmines.
Él no era un amante de las flores en general, pero amaba el jazmín y creía que quedaba perfectamente con Jimin debido a sus múltiples significados. Se lo pensó mucho, no sabía cómo vería el regalarle flores porque no quería que se hiciera ideas erróneas. Ya había visto discusiones estúpidas entre hombres porque uno pensaba que el recibir flores era porque lo veía más débil, sumiso o incluso como la mujer de la relación.
El menor no era nada de eso, aunque hasta el momento él si tenía un rol en cuanto al acto sexual, no significaba que no le gustasen también esos detalles. A pesar de todas las obvias diferencias entre ellos, deseaba que hubiera la mayor igualdad posible. Pagó por aquellas flores que se le debían ofrendar a los dioses para llevárselas al dios que aguardaba por él cada día en las últimas semanas.
La guardó en una bolsa discreta que compró allí para que nadie notase el contenido que llevaba y regresó tranquilo a su edificio. Esta vez sí entró a su apartamento, encontrándose con un Jimin que bailaba al ritmo de la música de su teléfono mientras olía lo que fuera que tuviese en la cocina. Se acercó asegurándose de no tropezar con nada para no ponerlo sobre aviso, rezando para que no se volteara hasta que sus manos se afianzaran en su cintura.
Tuvo éxito, el castaño casi gritó, luego lo golpeó en su brazo con su puño cerrado mientras reía y se dejaba abrazar por el mayor, fundiendo sus labios en un lánguido beso. Cuando el peligris le entregó la bolsa y vio su contenido, no supo qué decir o hacer porque era la primera vez que recibía algo así. Le regaló una amplia sonrisa antes de abalanzarse nuevamente por un beso más profundo y extenso.
— Eso huele de maravillas. — Musitó acercándose, sintiendo el pellizco del menor.
— Te vas a quemar, ve a cambiarte en lo que voy poniendo la mesa. — Cuando Namjoon se perdió por la puerta de esa habitación que ahora compartían, tomó las flores una vez más para olerlas. No sabía que le gustaba recibir flores hasta ese momento.
Tomando una de las jarras vacías que había comprado al llegar ahí para el jugo, echó un poco de agua, aspirinas para mantenerlas por mayor tiempo y las colocó en un rincón de la cocina por donde sabía que Namjoon no iría a pasar.
— ¿Qué hiciste hoy? — Indagó el mayor depositando un beso en sus labios antes de sentarse en la mesa y pasar a servirle a ambos. — Vi el libro que te regalé de Roberto Saviano en la sala.
— Ayer empecé a leerme Zero Zero Zero. Me diste diez libros, pero en realidad son solo cinco lo que en italiano y coreano.
— Me gusta tener siempre los originales y me agrada el italiano, nada como los originales. — Sonrió mirándolo. — ¿Qué te pareció hasta donde lo llevas?
— No pude avanzar mucho, me debatí entre si leer primero Gomorra, Il contrario della morte, La belleza e l'inferno, Zero Zero Zero y La paranza dei bambini. — Enumeró negando con su cabeza mientras tomaba el plato que le entregaba el mayor. — Todos sus escritos sobre la organización Camorra y el crimen organizado en general son muy interesante. Por lo que ya leí, comienzo a entender un poco de las organizaciones y sus clanes.
Namjoon asintió con una sonrisa, disfrutando de escuchar como Jimin realmente fue interiorizando las cosas que iba leyendo. Aunque Zero Zero Zero no era el primer libro de este periodista y autor italiano que se caracterizaba por mostrar los diferentes modos en los que actuaba el crimen organizado, era un buen comienzo para él.
— Toma agua. — Le indicó cuando le llenó su vaso.
Después de comer, ambos se sentaron en el televisor para ver una película. Cuando el peligris notó la forma en la que el contrario encorvó todos los dedos de sus pies sin levantarse del sofá, supo que se estaba orinando y como siempre estaba aguantando las ganas. Acarició su rostro con una sonrisa y se levantó para ir él al baño.
Un par de minutos después, el castaño se levantó de su asiento para ir corriendo hacia el baño, encontrándose con el peligris en la puerta. Intentó darle la vuelta y hacerse a un lado para pasar, pero este lo empujó impidiéndole el paso. Confundido y no podía negar que algo asustado, el menor se quedó mirándolo desde suelo a donde había caído.
— Levántate. — Demandó firme pero en un tono bajo. — ¿Vas a huir? ¿Vas a darte por vencido y no hacer tus necesidades escondiéndote en el baño solo porque yo estoy en la puerta? ¿Aguantarás tus deseos de orinar por siempre o te vas a levantar y entrarás al baño?
Jimin continuaba arrugando el ceño confundido, dudó, mas sus ganas de hacer pis lo estaban matando. Se levantó intentando pasar de Namjoon nuevamente, pero este se le impedía. El menor lo empujó e incluso intentó golpearlo, ni siquiera lo rozó antes de que el peligris lo lanzara una vez más al suelo.
— Vamos, Jimin, puedes tumbarme, puedes hacerlo. — Lo animaba estudiando su reacción, esperando no equivocarse al estar haciendo eso sin la autorización de quienes estaban por encima de él, comenzando por Min y terminando por Kim Seokjin. Jimin se incorporó nuevamente golpeándolo en el brazo, recibiendo otro golpe de regreso. Quiso llorar, no se esperó que Namjoon en verdad le pegara. ¿Qué carajos le estaba pasando por la cabeza?— ¿Quién puede más que tú y tus deseos de orinar?
— Namjoon, me estás dando duro. — Se quejó con lágrimas en los ojos.
— Al igual que la vida, esa puta nos golpea día a día con fuerza y tú no siempre puedes sentarte a llorar por todo el mal que te hacen. Si tienes barreras delante, intenta cruzarlas. ¡Levántate! — Le gritó esta vez. — Llorando no resolverás nada y conteniéndote tampoco, atácame, túmbame.
El menor volvió a ponerse de pie sintiendo que sus mulos y brazos lo estaban matando, no quería hacerlo, pero moriría de vergüenza si terminaba orinándose en el suelo del apartamento de Namjoon. Mirando su pantalón chándal, el castaño se decidió a ir por la zona que más le dolía a los hombres, perdiendo el equilibrio cuando notó que había anticipado su movimiento, cayéndose solo al piso.
Esta vez, Namjoon lo inmovilizó en él, realmente estaba llorando, quería que esa mierda parara, pero el peligris ignoró su llanto.
— Me voy a hacer pipi en los pantalones, Namjoon, suéltame.
— Suéltate.
— ¿Cómo demonios quieres que haga eso si eres como una mole arriba de mí? — Golpeaba su espalda, molesto y llorando.
— Inténtalo.
Jimin lo mordió con fuerza en el hombro, el contrario gritó mas no lo soltó, lo mantuvo inmovilizado hasta que el tibio líquido llegó a su propio muslo. El castaño se había orinado y ahora lloraba avergonzado. Solo entonces el mayor se levantó, ofreciéndole una mano, pero el contrario lo empujó y pasó por su lado envuelto en llanto, trancándose en el baño.
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Después de aquel suceso vergonzoso, Jimin pasó todo un día sin dirigirle la palabra a Namjoon, no cocinó, no le respondió sus preguntas, lo ignoró completamente y el contrario sabía sus razones. Tal vez había sido demasiado duro con Park, aunque ni siquiera llegó darle realmente. En su mayoría solo esquivó sus golpes, lo empujó dos veces y dejó que su cuerpo le cayera encima. Jimin era más fuerte que eso, no podía darse por vencido solo con eso.
— Creo que tendré esa charla que estabas tratando de hacer que tenga con Yoongi hoy. — Anunció sin pensar mientras me inclinaba contra el pecho de Namjoon mientras veían las noticias en su sofá dos días después.
Era raro cuando se encontraban fuera de su habitación, a excepción de aquella noche y ese día, siempre se quedaban en el cuarto. Ya que se habían vuelto tan íntimos el uno con el otro estaban pegados en cada oportunidad. En ese momento el tiempo de descanso en el sofá parecía ser lo que necesitaban o lo que él necesitaba al menos.
— ¿Lo harás? Namjoon se enderezó para mirarlo con cara de asombro porque no solamente Jimin había culminado su voto de silencio y se acercaba físicamente a él, sino que estaba diciendo que iba a hablar con su jefe. — ¿Lo llamo ahora? — Jimin lo observó viendo lo emocionado que se encontraba, no supo cuánto había necesitado verlo así.
— ¿Puedes fingir que no estás tan emocionado por esto? ¿Por qué estás tan entusiasmado por eso? — Lo acribilló con la mirada. — ¿No estás preocupado de que si resuelvo las cosas con Yoongi, él querrá que regrese a vivir con él? — El peligris disminuyó sus elevadas comisuras, sus hoyuelos desaparecieron de su rostro mientras rascaba la parte posterior de la cabeza.
— Bueno, eso es factible. Pero esperaba que hicieras un berrinche e insistieras en quedarte aquí. — Extendió la mano para abrazarlo finalmente después de tres días estando apartados. — Solo estoy emocionado porque durante todo el mes pasado, ha sido un dolor de cabeza trabajar con el jefe. Que esta charla lo haga menos... abrasivo es algo que nos conviene a todos. — Hizo una mueca de cómo supuestamente lucía Min.
Estaba siendo condescendiente Jimin podía ser abrasivo, el pelinegro era un caso aparte. El menor mordió su pecho, peligrosamente cerca del pezón y Namjoon saltó con un grito.
— ¿Así que no estás realmente preocupado por mí todo este tiempo? — Acusó mientras el contrario se acariciaba la soca mordida con una sonrisa.
— Por supuesto que sí, me preocupo mucho por ti. Todas las noches y tardes también. ¿Cómo te atreves a decir que no me importas? — Tuvo el descaro de guiñarle un ojo, recibiendo un fuerte golpe en el estómago. ¿Fue idea suya o Jimin ganó fortaleza en tres días?
—¡No es ese tipo de cuidado! — Le costó resistir el impulso de morderlo de nuevo. —Llama a tu estúpido jefe y dile que iremos a cenar. No me vas a dejar solo con él. Dios sabe lo violento que se pondría conmigo cuando no hay nadie cerca. — Namjoon hizo una mueca ganándose un nuevo golpe que incluso hizo jadear al menor.
— ¿Qué? ¿No me digas que me harás enfrentar a Yoongi solo? — Rebatió las preguntas de Jimin tirando su brazo con un lindo puchero. — Estaba pensando en qué era peor, estar allí para presenciar tu confrontación con el jefe o dejarte solo con el jefe. — El menor no pudo evitar reír al enarcarle una ceja.
— ¿Qué crees que pasaría si me dejaras solo con él? — Se cruzó los brazos juguetonamente. — Creo recordar cuando me sujetó contra el sofá la última vez que tuvimos una confrontación. — Bromeó. — O esa vez cuando me atrapó en mi habitación contra el...
Namjoon gruñó, acercándose hacia él mientras chocaba sus labios contra los del menor con cierta posesividad. El castaño no pudo evitar sonreír contra sus labios, lo que le permitió besarlo tan fuerte que pensó que podría dejar la huella de sus labios sobre los suyos.
Aunque no le importaba, adoraba esos labios carnosos que tan bien se acoplaban a los suyos. El corazón de Park se hinchó al saber de sus celos. Literalmente le dio una idea del cielo cuando sintió la felicidad en su pecho. Nunca se había sentido tan precioso como preciado antes. Kim se apartó de él, sus ojos trazando su rostro con una mirada cansada.
— ¿Jimin?
— ¿Qué? — Le dio un codazo, no sabía por qué ahora lo golpeaba a cada instante, quizás represalia por el bochorno que le hizo pasar. Perdió la nariz en aquel ancho cuello mientras hundía la cara en la esquina de su hombro.
— ¿Podrías...? — Se detuvo en seco, eligiendo en cambio envolver sus brazos alrededor del cuerpo de Jimin.
— ¿Beso? — Se lo devolvió, besando su clavícula varias veces. — No voy a arrojarme sobre Yoongi, si eso es lo que te preocupa. — Se quedó en silencio por unos momentos.
— Bien. — El menor sonrió.
— Regresaré a esta casa. A tu cama, tal como me ordenaste. — Susurró, sacando la lengua para lamer su cuello. Namjoon se tensó ante esto, apretándolo por los costados con fuerza, antes de gruñir.
— Necesito hacer esa llamada telefónica. — Se apartó mirándole seriamente antes de sonreír. — Entonces podremos continuar esto en nuestra habitación cuando regresemos.
Jimin se ahogó un poco ante sus palabras, con las palmas de las manos sudando cuando él alcanzó su teléfono y comenzó a colocárselo en las orejas. Escuchaba su voz mientras hablaba con Yoongi, pero su mente solo registraba el hecho de que le había llamado "nuestra" a la habitación. No suya, no hubo un "mi" posesivo, en cambio fue cambiado el "nuestra", perteneciente a ambos.
¿Eso significa que quería algo más con Jimin? ¿Deseaba lo que el menor quería de él?
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Las manos de Jimin se cerraron en puños mientras miraba la cara que no había visto en el último mes. Su corazón se aceleró al ver su apariencia. La forma en que sus ojos felinos estaban muy abiertos mientras le miraba. Se revolvió el estómago y resistió el impulso de volver corriendo a Namjoon, decirle del gran error cometido, al decidir tener esa conversación con Min. Sin embargo, no podía correr, tenía que levantarse, empujar y empujar a Yoongi así fuera con sus actos o palabras.
— ¿Cómo has estado? — Indagó el pelinegro, su voz sonaba tentativa.
Era extraño pensar que después de todo ese tiempo viviendo juntos, sus primeras palabras de uno al otro después de tanto ahora se redujeran a algo tan incómodo entre ellos, los mejores amigos. Jimin se planteaba el hecho de que, si hubiera atrasado esa conversación, probablemente no quedaría palabra alguna para decir. Quizás, si hubiese pasado más tiempo, naturalmente se separarían, olvidando lo que tenían o lo que solían ser.
Sus ojos le parecían más hundidos de lo que recordaba. Parecía que había perdido peso, bastante peso. No es que Yoongi fuese por naturaleza el hombre más musculoso, cuando eran adolescentes sus muslos parecían espaguetis, pero debido a su ejercitación para la organización, evidentemente ahora lucía diferente.
Estaba seguramente a cinco kilogramos, máximo ocho de regresar a su peso de casi nueve años atrás. Tal vez Namjoon no estaba exagerando cuando le dijo que Min no se había tomado bien su tiempo separados. Quizás fue demasiado insensible al irse y dejarlo completamente fuera de contacto durante todo un mes.
— He estado bien. — Respondió, sus palmas comenzaron a sudar y desenroscó sus dedos debido a esto, colocando las manos boca abajo sobre las rodillas. — ¿Y tú? — Le preguntó cortésmente, tratando de mantener la conversación hasta que pudiera encontrar el momento adecuado o las palabras correctas para comenzar a decirle las cosas que había estado ensayando en su cabeza durante mucho tiempo.
Yoongi no podía apartar la mirada del menor, hizo un ruido en el fondo de su garganta procesando su pregunta aunque ya supiera la respuesta que le daría.
Los pensamientos del castaño estaban confundidos, desorientados, no pudo evitar la idea de que Min parecía que le echaba de menos. Apartó la vista de él rápidamente cuando vio cuán intensamente estaba tratando de sostenerle mi mirada. No quería entender mal su lenguaje corporal. No, nunca más. Si lo engañaban una vez, la culpa era de otro. Si le engañaban dos veces, la culpa era suya.
— ¿Vienes a casa?
¿Cómo era que antes de que pudiera levantar las defensas contra él, el contrario podía derribarlo tan rápida y fácilmente con una sola palabra? ¿Casa? ¿Era ese aún su hogar? Sus pensamientos fueron a Namjoon y su apartamento. Aquel había sido su hogar durante el último mes.
Sin embargo, él no regresaría a casa de Yoongi, no por mucho tiempo, quizás nunca. Incluso si ya no viviera con Namjoon, ya no se imaginaba viviendo ahí. Preferiría luchar con él con uñas y dientes por un lugar solo, antes de volver a subir a esa habitación que le recordó todas las noches en las que se le rompía el corazón.
Principalmente esa, cuando lo humilló hasta como compañero de piso. No le importaba sus razones, existía miles de formas para rechazar los sentimientos de alguien y trazar una línea, Min solo se había decidido por la más ruin y dolorosa para él. Incluso vio a esa mujer encuera, la vio toqueteándola, besándola, los escuchó tan claramente que podría incluso decir que presenció todo el acto con sus propios ojos.
Se relamió los labios, sin saber cómo responder sin sacar toda esa conversación fuera de proporción porque sus pensamientos no tenían cabida en ese instante. Conocía el temperamento de Yoongi este no aceptaba un no por respuesta y odia cuando las cosas no salían exactamente como él quería. Podía percibir que el mayor deseaba que volviera a esa casa.
Él aún no sabía cómo le afectaba estar en esa casa, mirarlo, tenerlo tan cerca. No lo entendía aún, podía notarlo por sus acciones o la carencia de estas tal cual había estado aprendiendo a leer con la ayuda de Namjoon que resultó ser casi un experto en lenguaje corporal. Todo lo que Min quería era que las cosas volvieran a ser igual. Que continuaran exactamente como todos esos años, pero Jimin no podía darle eso. De alguna manera tenía que explicarle eso.
Además, la conversación de esa noche era solo para aclarar el aire, porque sentía que estaba listo para admitir que finalmente se había alejado de él. Claramente lo hizo. Esa tarde fue prueba suficiente de que su cuerpo ya había seguido adelante, cada vez que miraba a Namjoon y su pecho se apretaba sonriéndole inconscientemente, se daba cuenta de que su corazón también había seguido adelante rompiendo las cadenas que por nueve años arrastró.
Jimin quería hacer eso por Namjoon, por lo que comenzaron a construir, pero principalmente, por él, por su paz mental, por su felicidad y persona. Ambos deseaban que se cerrara ese capítulo de su vida para que no les complicara las cosas en el futuro, él realmente quería darse la una oportunidad con alguien que lo valoraba y le daba su lugar, alguien que a pesar de mantenerlo igual por su seguridad entre cuatro paredes, le daba libertad, ese que evitaba que creara dependencia de alguien más y no que dependiera de él para todo tal cual hacía Min.
Tal vez una pequeña parte de él siempre mantendría a Yoongi en un lugar precioso en su corazón, pero ya no se sentía tan intensamente perdido por él. No era ese amor que no lo dejaba respirar ni siquiera para continuar con su día a día. Por eso, con todo el valor que pudo reunir, negó con la cabeza.
— No. — Lo miró brevemente, antes de mirar a un lugar al azar en su escritorio. — Pensé que debería hablar contigo. La última vez que hablamos, dije que necesitaba un espacio tuyo para... olvidarte. He estado tomando ese espacio durante un mes. — Tragó saliva, antes de apretar los dientes y mirar directamente a Min, sosteniéndole la mirada, viéndolo fruncir el ceño porque él nunca se la sostuvo por más de algunos segundos. — Estoy bien ahora. Siento haber tardado tanto en comunicártelo. Solo quería que supieras eso.
De la confusión y sorpresa, la mirada del pelinegro pasó a una de dolor. Este hizo una mueca, la familiar cara de póker suya parecía haberse opacado con el tiempo que estuvieron separados y por primera vez Jimin sintió que podía leer sus sentimientos. La idea de que fuera lo suficientemente vulnerable como para dejarle ver sus emociones lo emocionó, sus labios temblaron en respuesta.
— ¿Estás bien? — Esa pregunta fue casi un susurro mas el menor la logró escuchar desde el otro lado de su escritorio. Sonaba como un niño así, podía sentir la necesidad de acercarse a él para consolarlo, pero ese ya no era el lugar del castaño que se limitó a asentir. — Pero no vas a volver a casa. — Asintió de nuevo. — ¿Cuándo?
— ¿Qué? — Ladeó la cabeza.
— ¿Cuándo vendrás a casa? — Preguntó, su voz quebrada ligeramente al final, la palabra casa finalizada en no más que un susurro, haciendo que su corazón se contrajera dolorosamente. Sintió las lágrimas comenzar a acumularse en sus ojos.
¿Por qué le preguntaba eso? ¿Por qué todavía quería que volviera a esa casa?
— Me siento cómodo viviendo con Namjoon. — Negó y Yoongi por su lado le regaló un asentimiento rígido.
Jimin percibió una lágrima resbalando por su propia cara, limpiándosela rápidamente. No estaba acostumbrado a ese lado de Min Yoongi. Generalmente era tan exigente, tan seguro de sí mismo. Pensó que tendría que luchar con él para quedarse en casa de Namjoon. Pero ni siquiera estaba levantando su voz hacia él y eso le asustaba aún más que él gritándole como antes acostumbraba a hacer.
— ¿O prefieres que encuentre mi propio lugar? — Inquirió el menor tentativamente, ya que conocía la respuesta. La última vez que le sugirió esto a Namjoon, él fue muy firme en que Min no estaría de acuerdo con eso. Ahora que el pelinegro parecía más receptivo y menos terco, probó suerte.
—No.— Le respondió velozmente y sin dudar. — No. Quédate en casa de Kim. — Se puso de pie y se aclaró la garganta. — Puedes quedarte en casa de Namjoon por ahora.
Quiso aclararle que no tenía la intención de volver a su casa siempre que pudiese evitarlo. Pero el mayor caminaba hacia él con una mirada gentil que no había visto en mucho tiempo y su voz se escondió. Su cuerpo no lo estaba escuchando en absoluto, estaba pegado a la silla sin reaccionar. Min se detuvo frente a él, una mano en el bolsillo y la otra extendiéndose hacia el castaño que cerró los ojos cuando sintió sus dedos tocar la parte superior de su cabeza.
— ¿Necesitas algo de casa? — Preguntó con ternura, pero la palabra "casa" ahora proviniendo de él lo irritaba, haciéndole sentir incómodo. Por otro lado, la forma en que lo estaba tratando no le dio margen señalarlo, por lo que solo sacudió la cabeza.
— Tengo todo lo que necesito en casa de Namjoon.
— Está bien entonces. Vete, necesito hacer una llamada y hablaré con Namjoon sobre esto. — Su voz volvió a ser seria y fría, Jimin lo miró, notando la familiar cara de póker nuevamente en su rostro.
Asintió, sintiendo que había terminado con él, encontrando finalmente la fuerza para levantarse de la silla y salir de esa oficina.
— Cuídate, Yoon. — Le susurró justo antes de salir de su guarida, sin esperar una respuesta.
Cuando Yoongi escuchó a Jimin abandonar su casa, cuando la puerta le verificó que había salido al igual que la cámara de seguridad del pasillo que lo mostró dirigiéndose hacía el ascensor, se arrancó la corbata del cuello, lanzándola contra el escritorio.
Se encontraba deseando poder matar a alguien, causar un dolor jodidamente inaguantable. Quería romper cosas, preferiblemente huesos. Era eso o ceder a su impulso de salir corriendo ahora y tirar de Jimin, arrastrarlo y luchar con él si era necesario hasta ponerlo de regreso su habitación para encerrarlo allí.
Le tomó todo para no estallar frente a él cuando este le dijo que quería seguir en casa de Namjoon. Sabía que su subalterno lo estaba cuidando bien, pero al escuchar que prefería quedarse en el lugar de su mano derecha, en vez de volver a casa con él. A pesar de que Jimin le afirmó que ahora ya estaba bien, aquello se le enterró real y profundamente en las heridas dentro de él.
Podía sentir su cuerpo entero temblar debido a la ira, pero contuvo su propio temperamento con todas sus fuerzas. El mes fuera de Park le había enseñado bastante.
Ahora sabía que había sido egoísta, agresivo y que estuvo obligando al menor a seguir sus deseos durante mucho tiempo. Había dado por sentada la presencia de este en su vida. Siempre estuvo tan seguro de que sería permanente en su vida, ya que, sin importar lo que le dijera o hiciera, el contrario siempre se comportó completamente sumiso. Tal vez podría mostrarle su disgusto, pero nunca se atrevería a poner distancia entre ellos.
Estuvo equivocado.
Cuando Jimin finalmente le dijo que quería irse, que necesitaba irse, poner algo de espacio entre ello, fue que se dio cuenta de lo duro que lo había estado empujado todos esos años. Cuánto había estado el menor bailando con su melodía, ahora, el castaño estaba cansado de eso.
Min sabía que ahora se aferraban el uno al otro en una línea muy delgada de amistad entre ellos dos y, si cediera ahora a sus viejas costumbres o hábitos, si lo obligara a volver a él cuando expresaba claramente que no quería, podría perderlo por completo. No quería eso.
La idea de eso, la mera idea de que esta vez Jimin saldría por completo de su vida, sin posibilidad de volver atrás aunque viviesen bajo el mismo techo, hizo que su corazón se detuviera. Jimin era familia. Park Jimin era su mejor amigo. Se suponía que él estaría en su vida hasta que diera su último aliento. Lo arruinó.
Se tragó la ira ardiente, abrasadora y cicatrizante dentro de él. Reprimió su egoísmo. Podía acceder a cualquiera de sus pedidos en ese momento, siempre y cuando todavía lo tuviera cerca, sabiendo estaba a salvo.
Respiró, se enderezó, levantó la barbilla y se obligó a poner esa cara ininteligible que siempre había usado delante de los demás. Jimin podía vivir con Namjoon todo el tiempo que quisiera, siempre que él pudiera llevarlo de regreso a su casa algún día.
Los cinco libros mencionados en este capítulo por Jimin, son obras que narran la realidad de la mafia italiana, algo que me ha servido a mí no solo para esta historia, sino para otras de temáticas similares como "Liquidator 1 & 2", Snitch Bitch y otras que aún no han salido.
Si bien no utilizo los hechos de esos libros y cada historia mía van con tramas completamente diferente, sí me gusta estudiar cómo funcionan las organizaciones y las grandes mentes "criminales" en realidad. Roberto Saviano es el escritor de esas obras y desde la publicación de su primer libro en el 2006, vive con custodia debido a todas las amenazas contra su vida. Fue por esto que lo escogí como mi "guía", por la veracidad de sus escritos. So, es un dato que quería compartirle.
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Espero que les haya gustado el capítulo, les deseo un feliz semana.
LORED
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