Capítulo 14
Da tanto miedo lo desconocido, que aún después de tomar decisiones seguimos debatiéndonos hasta el final si la decisión que tomamos fue la adecuada o la más correcta. Esa lucha mental que por momentos nos hace dudar, una como la que tenía Park Jimin por segundos después de abandonar aquella casa donde vivió tantos años, donde estaba su vida entera.
Se quedó afuera de la puerta, los nervios agitados, la cabeza girando y deseando tener más bolas para tomar el ascensor hasta la planta baja y salir del edificio con la barbilla en el aire y su orgullo intacto. En cambio, solo logró tomar el ascensor a solo un piso del apartamento de Yoongi, su cabeza colgando llena de vergüenza.
Cuando la puerta del apartamento de Namjoon se abrió casi inmediatamente después de que presionó el timbre, los ojos de Jimin se ensancharon al punto del colapso cuando hicieron contacto con el pecho desnudo que se abultaba frente a él.
Parpadeó varias veces, dándose cuenta por primera vez más allá de sus primeros pensamientos de lo increíblemente en forma que se encontraba Kim Namjoon. El hecho de que actualmente solo estaba vestido con un par de pantalones deportivos y nada más. Nada de trajes impecables que lo hacían ver como estatua muchas veces, lo hizo parpadear un par de veces más para tratar de recuperar sus pensamientos mientras se obligaba a mirar su rostro en lugar de los tatuajes que tenía en su piel expuesta.
Ahora sí parecía un chico malo. No era que antes no lo hiciera, siempre resultaba intimidante, por su mirada, su tamaño o elegante andar. Había una notable diferencia física entre el pelinegro y el peligris que se erguía ante él aunque ambos eran igual de peligrosos, Yoongi tal vez un poco más
— ¿Jimin? — Parecía nervioso al verlo en la puerta de su casa y Jimin no podía culparlo.
Nunca había viajado a ningún lado entre la planta baja y el apartamento de Min en los años que habían vivido allí. Aunque Kim y él se hubieran hecho relativamente amigos, no estaban lo suficientemente familiarizados como para que él fuera a su casa sin previo aviso.
— Traté de llamarte antes, pero la llamada se cortó en el ascensor... — Comenzó a explicar. Algo dubitativo, el mayor apartó la mirada de él para mirar el teléfono que tenía en la mano.
— Espera, tengo una llamada de...
— Yoongi, probablemente sea Yoongi llamando. ¿Puedo pasar? — Preguntó, sintiéndose vulnerable, como si Min estuviese yendo por él para arrastrarlo de regreso a su departamento si no entraba lo suficientemente rápido.
Namjoon observó la mochila en el hombro contrario que Jimin aún no había cerrado, exponiendo toda la ropa que había arrojado en su bolso sin preocuparse, antes de asentir y hacerse a un lado para que entrara. La mirada de sorpresa en su rostro seguía intacta, provocando casi que Jimin sonriera mientras caminaba por las puertas por lo gracioso que lucía.
El apartamento de Kim fue muy diferente de lo que imaginó, definitiva y completamente diferente al de Yoongi. Cuando entró, no había escaleras de caracol en el medio del apartamento, tuvo que recordarse a sí mismo que la casa donde vivió era un penthouse de dos pisos, mientras que Namjoon vivía un piso debajo de ellos y solo tenía un nivel para él.
A juzgar por el aspecto de las cosas, él realmente vivía. Era comprensible, no muchas personas estarían con él cuando este se pasaba cada día detrás de Yoongi, atendiendo sus necesidades en cualquier momento del día. Jimin en como su compañero odiaría tener que compartirlo con otra persona tan exigente con su tiempo.
En lugar de una isla de cocina, el mayor tenía una pequeña mesa de comedor con dos sillas. Su refrigerador era más pequeño que el del departamento de Yoongi, pero había montones de vino y otros licores en los estantes de la cocina. Honestamente, parecía que Namjoon tenía una adicción poco saludable. Los vasos sin lavar en el fregadero no hicieron nada para demostrarle a Jimin que estaba equivocado.
Cuando el peligris se alejó del recién llegado para contestar la llamada en su teléfono, el menor permitió que sus ojos deambularan por el apartamento desde donde estaba parado, desconectándose de la voz contraria. Realmente no quería espiar, tampoco quería autoinvitarse más a la casa, en caso de que Namjoon no quisiera que se quedara. Aunque bueno, él haría cualquier cosa que Min quisiera en un santiamén, Jimin estaba seguro de ello.
La casa era espaciosa, con pocos muebles, pero el sofá de la sala era lo suficientemente grande como para ser utilizado como cama. Suponía que Kim pasaba bastante tiempo en esa esquina en particular, ya que estaba cubierto con una manta de lana y se sumergía ligeramente en la zona para sentarse. Ya podía verlo en esa esquina, donde había una pequeña mesa de trabajo al lado que tenía su tableta, computadora portátil y cables de carga colgando a los lados. Estaba bastante seguro de que la vida de Namjoon podría resumirse desde ese rincón del sofá.
El sofá daba a un televisor relativamente grande, aparte de un simple reloj de pared, no había otras decoraciones en la casa. No existía un marco de fotos, un perchero, un jarrón o algo remotamente decorativo. Una puerta entreabierta, conducía a la habitación de Namjoon. Aparte de esa puerta, Jimin no pudo distinguir otras habitaciones.
Extraño. La casa debía tener el mismo tamaño de piso que el departamento de Yoongi, al menos un piso. Yoongi tenía espacio para una guarida y una habitación de cama libre en el primer piso, aparte del área de la cocina y la sala de estar. Entonces, ¿a dónde se fue todo el espacio allí? Tal vez había ampliado el espacio de su habitación ocupando tanto el espacio de la guarida como el dormitorio.
Namjoon se aclaró la garganta a su lado y Jimin se dio la vuelta para mirarlo. Tan grande y maduro, pero torpe al rascarse la cabeza.
— Ese era el jefe en el teléfono. Dijo que te quedarías aquí un par de días. — Namjoon volvió a echarle un vistazo a su mochila. — O mientras lo necesites. No tengo ningún problema con que te quedes, pero no tengo una habitación libre como la del jefe, este es un apartamento de un piso y un nivel a diferencia de su ático, así que si no te importa, puedes quedarte con mi cama, dormiré aquí. — Jimin negó.
— El sofá es más que suficiente para mí. Es un sofá grande para mi tamaño. — Puso su mochila en el suelo al lado del sofá. — Gracias, Namjoon.— Agradeció con sus comisuras elevadas.
No sabía a dónde más podría ir si Namjoon no le ofreciera su sofá. Odiaba pensar que tendría que volver sin vergüenza a la casa de Yoongi. Es decir, siempre tendría la tercera opción, salir corriendo de ese edificio y ser asesinado por Min, cualquiera de sus aliados o enemigos algún día. Asumía que no sería tan ingenioso como le gustaría para evitar que lo atraparan. Había otra opción, tornarse un mafioso, algo que jamás se lograba sin la ayuda de alguien que ya esté adentro de ese mundo, con los tentáculos de Indigo solo, el grupo de Min, ya estaba perdido, eso sin incluir a Seokjin y sus otros grupos.
— Toma mi habitación. Vamos, te lo mostraré. — Namjoon hizo un gesto mientras alcanzaba su mochila, pero las manos del castaño manos se dispararon para detenerlo, sacudiendo la cabeza obstinadamente.
— Estoy bien aquí, Namjoon, de verdad. — Mordió el interior de su boca, alejando la mirada de su pecho tensado. —Ya estás haciendo mucho por mí al dejarme quedar aquí. No puedo tomar tu habitación también. Estaré cómodo aquí, en el sofá, si no te importa.
Su voz pasó a quebrarse un poco mientras hablaba, cargada por todas las emociones que se arremolinaban dentro de su desde la conversación con Yoongi antes. El mayor se demoró un segundo antes de retroceder para darle un poco de espacio, mirando alrededor de la sala de estar u el sofá, antes de suspirar.
— No discutiré contigo esta noche, pero hablaremos de los arreglos mañana. Conseguiré sábanas limpias y un edredón de repuesto.
— Eso es demasiado problema. Olvídalo, estaré bien solo con el sofá. Ya tienes un paño grueso y suave allí. — Jimin en realidad no quería ser una molestia, ya que acababa de llegar sin previo aviso y probablemente el mayor habría dicho que no si Yoongi no hubiese hablado con él.
— Jefe pediría mi cabeza por dejarte dormir en un sofá sucio. — Se rio entre dientes. — Solo espera. — Desapareció por la única otra puerta de la casa, regresando en poco tiempo, esta vez vestido con una camisa y una pila de sábanas en sus brazos.
Ese vista de soslayo que por momento tuvo alegrando al menos su vista había desaparecido, se preguntaba si estuvo mal que se sintiera realmente cómodo cuando el mayor se encontraba medio desnudo.
— Lo siento, de verdad. — Murmuró.
— No te disculpes. — Hablaba mientras ajustaba las sábanas alrededor del sofá. Cuando Jimin se apresuró a ayudarlo no pudo evitar sonreír. — Como probablemente puedes ver, renové este lugar bastante. Desafortunadamente, también significa que el único baño en este apartamento está en mi habitación, así que tendrás que usar ese. Puedes entrar y salir de la habitación, no hay problema. Dejaré la puerta abierta.
Quizás no era así, mas el menor se sentió aún más como un intruso, sabiendo que tendría que invadir su espacio privado para usar el baño. Se sintió como una muy mala idea quedarse ahí.
— Lo siento.
— Como dije, no te disculpes. — Namjoon le palmeó la mano mientras pasaba junto a él para coger el edredón. Con un movimiento rápido, extendió el edredón sobre el sofá cuidadosamente — Puedes tratar este lugar como tuyo. No te preocupes por eso.
— Realmente debería buscar otro lugar donde quedarme. — El castaño suspiró, mirando la cama improvisada.
— No te permitiré que te vayas, a menos que vayas para arriba con el jefe. — Kim se cruzó de brazos para darle una mirada obvia. — Sabes que el jefe no te dejará ir a ningún otro lado, Jimin, no puede. Deja de pensar tanto y quédate, deja de disculparte por eso.
Cerrando los ojos con un aliento cansado, el menor solo se regañaba mentalmente, con solo oír su nombre recordaba que todavía quería a ese imbécil que tuvo por mejor amigo. Ese que a pesar de todo seguía teniendo cierto control, ni siquiera Namjoon tuvo la opción de decir algo a pesar de que esa era su casa.
No importaba cuánto quisiera escapar de Yoongi, parecía que solo era un bicho agitado atrapado en su red que nunca lograría escapar por completo. Todo era una lucha inútil y, al final, seguiría siendo la presa de Min haciendo lo que quería aunque creyese estar tomando sus propias decisiones.
En ese momento se sentía tan cansado de todo. Tan cansado de estar cansado. No se dio cuenta de lo tenso que había estado por todo lo ocurrido hasta que se derrumbó en el suelo al lado del sofá, respirando con dificultad, tratando de liberar la tensión acumulada en su cuerpo desde la semana pasada.
Enterró su cara entre las manos cuando las lágrimas comenzaron a salir. Solo respirar el aire en ese apartamento que no olía a Yoongi hizo que el aire fuera más ligero. El solo hecho de saber que no estaba en el mismo espacio que él estaba ocupando, hizo que el espacio se sintiera más grande.
No pertenecía a ese departamento, pero quizás eso era lo que necesitaba. Había pasado demasiado tiempo viviendo con Min, de la forma en que él quería que lo hiciera. Se había acostumbrado tanto, se sentía tan cómodo con la presencia del pelinegro y su casa que nunca consideró realmente cómo sería estar lejos de él, lejos de la comodidad del único lugar al que podría llamar "hogar". Solía llamar a Min Yoongi su hogar.
Sollozó en sus brazos, de repente recordando cómo fue ser abandonado por su familia. Estuvo tan perdido, tan herido y tan confundido en ese entonces. Pensó que moriría de la angustia por ser obligado a abandonar un hogar perfectamente bueno a una edad tan joven. Pensó que dejaría de respirar, que ya no tenía un propósito, sin rumbo.
Sin embargo, ese dolor no se podía comparar con lo que estaba pasando ahora. Después de todo, Yoongi fue como un soplo de aire fresco que lo rescató. Le obligó a respirar cuando él ya no quiso. Le dio una razón para mirar hacia adelante y hacia él, en lugar de su pasado. Puede que haya sido terco y no correspondiera a sus sentimientos por él, pero había sido su gracia salvadora. Lo sacó de la depresión en la que había estado y le mostró que había cosas en su vida que eran hermosas, si necesitaba una razón para vivir, era por esas cosas.
Tenía que admitir lo difícil que sería para él olvidar sus sentimientos por Yoongi, poner algo de distancia entre nosotros. Él era su refugio y familia. Siempre había estado ahí para él como si fuera lo más natural. En algún momento de su vida, Yoongi se convirtió en su oxígeno y sustento. Ahora tenía que aprender a renunciar. Debería sentirse menos sofocado o presionado ahí, lejos de él. Quería espacio de Min, lo necesitaba. Pero, ¿por qué todo eso le hacía sentir tan vacío?
Cuando escuchó pies arrastrarse, su respiración se detuvo. Había olvidado que estaba poniendo a Namjoon en una situación incómoda en ese momento. Levantó la vista para verlo sentado en silencio en una de las sillas junto a la mesa del comedor, mirándolo derrumbarse en el piso de su apartamento. En el momento en que sus ojos se encontraron con los contrarios, este le tendió una taza de agua que humeaba ligeramente.
Le dolía el corazón. Solo ver que él todavía estaba allí, dándole espacio, pero sin dejarle solo, ofreciéndole consuelo con un gesto tan simple, le hizo desear tanto que Yoongi se pareciera un poco a Namjoon. ¿Por qué no podía enamorarse de verdad de un hombre como el peligris?
— ¿Te sientes un poco mejor? — Preguntó Kim después de que estuvieran mirándose en silencio.
Lamiendo sus labios, asintió en silencio. Namjoon se acercó para ayudarlo a levantarse del suelo, pero el menor lo hizo por sí mismo antes de que pudiese llegar a él.
— Estaré aquí si necesitas a alguien con quien hablar o si solo necesitas que me siente a tu lado. — ¿Por qué su corazón daba vuelcos con cosas tan simples? Jimin rio apretando sus puños.
— Estoy bien, Namjoon. — Se apoyó en el respaldo bajo del sofá y el mayor
asintió pensativamente.
— No tienes que ser fuerte frente a mí, Jimin.
— Estoy realmente bien, Namjoon. — Lo rechazó mientras dejaba que su mirada deambulara por el apartamento, sintiéndose sorprendido una vez más dado que no había absolutamente nada personal en esa casa.
— No soy ciego, Jimin. De hecho, siendo un gran observador fue como llegué a ser la mano derecha del jefe. — Cuando el aludido se dio vuelta para observarlo, se dio cuenta de que su rostro se había vuelto sombrío. — No importa qué desacuerdos haya tenido, él siempre ha regresado a su departamento y tú nunca te has querido ir de allí. Estoy sinceramente sorprendido de que siquiera te haya permitido venir aquí, así que puedo deducir que algo grande ha sucedido para que él te deje fuera de su vista. Sé que ambos han estado pasando un mal momento últimamente, especialmente tú. Puedo adivinar por qué estás aquí.
Sabía que la intención en las palabras de Namjoon no fue mala, mas recordar que siempre volvía a Yoongi al final del día, le hizo sentir débil.
— Solo necesito algo de espacio de Yoongi en este momento. — El mayor asintió.
— De acuerdo, solo decía que puedes hablar conmigo sobre eso. No somos extraños, Jimin. He estado allí presenciando lo suficiente como para darme cuenta. — Extendió la mano para revolverle el flequillo castaño. — Mi lugar estará abierto para ti todo el tiempo que necesites. Y, por supuesto, un oído atento siempre que necesites a alguien también estará a tu disposición.
— Eres un enviado de Dios, ¿alguna vez te he dicho eso? — Jimin se rio amargamente. — Parece que siempre estás ahí para salvarme cuando necesito salvarlo. — Sonrió. — Esa vez con mi hermano en el callejón, esa vez que peleé con Yoongi y ahora esta. Gracias.
— Todo en un día de trabajo. — Bromeó sonriéndole. — Siempre te salvaré cuando pueda, ¿de acuerdo?
— No hagas promesas que no puedas cumplir. — Eso también fue una broma teñida de verdad, alzando las cejas para recordarle lo que sucedió con Min la última vez que le prometió que iría por él si alguna vez lo necesitaba. Todo lo que recibió en respuesta fue una mandíbula tensada y una mirada seria.
— No necesito hacer promesas para estar seguro de que te cuidaré bien. Pondría mi vida en juego por tu bienestar de ser necesario. — Los pelos de la piel contraria se erizaron al punto en que no supo si debía tragar saliva, respirar, reír o llorar con todas sus revueltas emociones.
—G-Gracias.
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