- [Capitulo 9] Arruinarlo
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[Orario]
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Pov: Ais Wallenstein
¿Qué se supone que haga ahora?
Mi mente esta fragmentada en pedazos.
Y un retazo de mi alma parece estar en mi contra.
No sé que hacer.
Nunca fui buena para elegir.
Las decisiones difíciles siempre las he dejado en manos de alguien mas. Pero ese alguien hoy es mi enemigo.
¿Todavía puedo volver?
Intentarlo otra vez.
¿No es descarado?
Atreverme a intentarlo, ignorando la intención que tuve, ¿es demasiado?
Quizás debería irme.
Es eso lo que tanto quería, ¿no?
Las circunstancias cambiaron y se alinearon para darme esta oportunidad que, siendo honesta, jamás habría obtenido de forma natural.
Al final, hubiera terminado quedándome en casa.
Soy de voluntad frágil.
De gustos simples.
Mente cerrada.
No estoy hecha para estar al mando, ni siquiera de mi misma.
Por eso existe ella. La pequeña que todavía vive la muerte de sus padres, es mucho mas humana que yo.
Por eso la dejé volver a mí.
No sabía que sería tan peligrosa. Pero, al final, ella solo representa los deseos mas puros de mi alma.
Ella es mas yo que yo misma.
Supongo que esta bien.
Debería simplemente hacerle caso y avanzar.
Terminar con esto.
Abandonarlo todo.
Como dijo Loki, parece que Alfia y su compañero realmente no quieren matar a mi familia, entonces, incluso si no hago nada, ellos deberían estar bien.
Puede que incluso la nube toxica que escala babel sea solo una amenaza vacía. E incluso si no lo es, no importa.
Conociendo a Finn, en este momento ya debió recobrar la consciencia y debe estar encargándose de reunir a todos.
Riveria será su soporte de consciencia.
Y Gareth demolerá todo lo que les impida avanzar.
No soy necesaria.
Esta misión es innecesaria.
—Acabar...
Debo acabar con esto.
Salir de una vez de este conformismo.
Entregarme a lo salvaje para así crecer como es devido.
Envolverme de nuevo con el dolor que intenté superar.
—Ais-san.. — Alcanzándome en el marco de la puerta, Lefiya me llamó.
Su bastón golpeaba en sincronía el suelo. Parecía nerviosa. Quizás demasiado.
Nuestro relacionamiento fue corto, pero eso parece ser suficiente para hacerme parar y querer darle una explicación.
Es extraño.
No ha sido una mala amistad, sin embargo, tampoco creo que haya sido la gran cosa.
Y aún así, si lo pienso bien, ella es la primera niña de mi edad con la que pude jugar.
Especial... Si, creo que eso la volvió especial para mí.
Debería, por lo menos, despedirme de ella.
—Lefiya — Giré para que mis ojos le contaran el resto.
Y cuando hicimos contacto visual, quizás por última vez.
Algo sucedió.
Su bastón cayó al suelo y sus cabello se ¿erizó?
—¡HUYONA ERES!
—........
—........
¿Que?
¿Hoyos?
—Lefi-
—¡Correlona! ¡Eres una correlona!
Escuchando las palabras raras de Lefiya, comencé a entender que el problema no era ella, sino yo.
Todavía no aprendo a conjugar así las palabras.
Debe requerirse un gran nivel de conocimiento para deformar así nuestro idioma. No por nada ella si tiene estudios.
Aunque no es mi culpa.
Sigo pequeña y hace mil años no teníamos tantos modismos.
Como sea, igual no entiendo nada.
Me voy.
—¡AIS! — Lefiya me tomó de los hombros e intentó girarme. Como consecuencia me la llevé a rastras hasta que sentí pena por sus manos rojas.
—Ah... Ya... Ahh... Escu..chameeEEEee.. — un poco mas pequeña que yo y casi sin pulmones, Lefiya me miró a los ojos.
Antes de que pudiera decirme algo, una luz rojiza la envolvió.
En realidad, nos envolvió a ambas.
Era el arrebato de un Dios muerto que ascendía con violencia al cielo.
La tierra tembló bajo nuestros pies, agrietándose como si algo bajo ella tratara de emerger.
Nos habían notado.
El viento trajo el olor amargo de la sangre y el hierro, mezclado con el polvo que se alzaba cubriendo el horizonte de un gris enfermizo.
De ahí vi venir sombras negras. Humanoides, pero deformes. Asesinos.
Corrían a gran velocidad con un sonido agudo detrás.
No podía distinguir si era el eco de sus botas, pesadas y torcidas, o si el sonido venía de algo má... Sus armas.
Eran enormes, absurdas, casi desproporcionadas con sus figuras encorvadas. Las arrastraban con un propósito claro, dejando marcas profundas en el terreno.
Entonces, los pilares se alzaron.
Y yo también.
Sostuve tan fuerte como pude a Lefiya y conjuré mi magia otra vez —Ariel — detuve una navaja con mis dientes y luego las ráfagas de viento explotaron bajo mis pies.
El hombre cuya navaja seguía en mis dientes se elevó con nosotras, así que recogí mis piernas y lo alejé rompiendo sus costillas.
Sentí la aspereza fría de las murallas bajo mis manos mientras me apoyaba para impulsarme de nuevo. El eco de mi respiración entrecortada se mezclaba con los ruidos metálicos que estallaban a mi alrededor.
Salté una vez más, casi sin pensar, cada rebote contra la piedra desgastada me empujaba más alto y más rápido.
Las cuchillas pasaban rozando el espacio donde mi cuerpo acababa de estar. Eran flashes de muerte, tan veloces y cercanos que solo podía intuir su presencia por el ruido seco que dejaban al impactar contra la roca o al cortar el aire.
—¡ARIEL!
Una chispa de adrenalina me recorrió cuando escuché un grito ahogado detrás de mí. Uno de ellos había caido desde lo mas alto de las murallas, tal vez, AQUI NO.
Algo me advirtió, un presentimiento que recorrió mi cuerpo como un relámpago. Justo cuando mis dedos estaban a punto de rozar la cima de las murallas, golpeé la roca con fuerza y me impulsé hacia atrás, alejándome del borde.
El aire pareció detenerse por un instante, y fue entonces cuando lo vi.
Una multitud de sombras se movía y se deslizaba sobre las murallas, como un enjambre hambriento. Eran incontables, sus formas indistintas y agitadas, y sus movimientos desafiaban cualquier lógica.
—ARIEL — Desperté mi magia por tercera ves en menos de un minuto, y la utilicé para romper un espacio en el aire, y deslizarme a través de él hacia el techo mas cercano.
No pude caer bien. Algo en el caos del momento, tal vez el ruido ensordecedor o la tensión ardiendo en mis músculos, me hizo errar el cálculo. Sentí cómo mis sentidos me traicionaban en el último segundo, y en lugar de aterrizar con precisión, mi cuerpo chocó contra el borde con un golpe seco.
El impacto me arrancó el aire de los pulmones. Por un instante, todo se volvió confuso.
Recibí un daño que no debería. Estaba demasiado distraída y mi cuerpo recibió daño critico sin estar preparado.
—Ay, ¡que dolor! — Lefiya chilló enojada. Pero, para cuando pude reaccionar, ella ya estaba en pie, tambaleándose, pero firme.
Se recupero del daño antes que yo.
Miré mis manos, temblando mientras trataban de aferrarse a algo sólido, pero el suelo bajo mí parecía inestable, igual que yo misma.
Todo era una prueba más de lo que ya sabía, pero no quería aceptar: mis sentimientos estan en conflicto con mis acciones.
Mi mente dudaba, y mi cuerpo, como una resonancia de esa indecisión, no era capaz de reaccionar como debería.
Mi única certeza era esta: si no seguía moviéndome, no habría un próximo salto.
—Ais, ¿que suce... ¡AH! ¿¡Sigues lastimada por la batalla con el Goliath!? — Sentí un escalofrió.
No lo había notado, no hasta que Lefiya lo mencionó con esa preocupación tan hiriente.
Hasta ahora no he recibido atención medica adecuada. Solo hice lo necesario para que Riveria no notara el daño a mi cuerpo.
Quizás las pociones de curación restauraron lo superficial: las heridas visibles, los cortes y las contusiones.
Pero el daño interno... permanece, silencioso e implacable.
Mis órganos, mis huesos, incluso mis extremidades... todo está doliendo.
Es un dolor profundo, constante, como si mi cuerpo estuviera gritando en un lenguaje que apenas entiendo. Cada movimiento trae consigo un recordatorio del precio que he estado pagando sin darme cuenta.
El daño acumulado esta acabando conmigo.
A este paso no seré capaz de recibir el golpe mas leve sin quedar completamente destruida.
Lefiya me miró de nuevo, pero esta vez, no había reproche en sus ojos. Solo preocupación, sincera y profunda.
Sin embargo, eso puede ser algo bueno.
Quizás, solo quizás, no sea necesario huir de Orario completamente sola.
Estamos al límite, si regresamos a ese campo de batalla contra aquella mujer, solo nos esperara la muerte.
En este escenario, incluso si jamás se me han dado bien las palabras. Tal vez pueda convencer a Lefiya.
Porque no quiero quedarme sola.
Así que, si no queda otra opción mas que negar lo que quiero, por favor.
Huyamos juntas.
—Lefiya.. Una voz me ordena huir
—Muteala
Intenté explicarle lo que pasaba de una forma simple, pero la respuesta que recibí de ella fue agresiva y en otro idioma.
Me sentí abatida.
Nuevamente, como siempre, nadie me entiende.
¿Cómo puedo explicarle?
¿Cómo puedo justificarle?
Que mi verdadero deseo es..
—¡Ais-san! ¡Tenemos que salvar a tu familia!
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
—¿Por que?
—Porque están bajo rocas, tipo, ¿pesan sabes?
—P-Pero... ¡LEFIYA!
—¡QUE!
—¡Te traicione!
—¡Y ESO A MI QUE! — Lefiya se enojó y comenzó a golpear el techo en el que estábamos.
Al principio no me di cuenta del problema, luego el techo de desplomó.
Fue un espectáculo impresionante.
Caimos sin control sobre granos y granos de maiz. Esta vez no perdí el aire, mi cuerpo sabía intuitivamente que Lefiya es destructiva y se preparó para el impacto.
Me levanté antes que ella.
Y viéndola pelear a muerte contra los granos que intentaban tragársela, le extendí mi mano.
—¿Salvar a mi familia? — Pregunté, sintiéndome, descarada.
—Pero, acabo de intentar abandonarlos
—¡Eso no es suficiente para desligarte de la responsabilidad!
Lo que yo sentí era asco hacia mi misma.
Pero Lefiya lo vio de una forma diferente.
Para ella lo que sucedía era mucho mas simple.
Yo tenía miedo y quería huir.
Y aunque yo siento es mucho mas complejo, y veo mis emociones destruirse entre ellas, en realidad, no puedo decir que Lefiya no tenga razón.
Pero, ahora que sé esto, ¿no seré una descarada si solo regreso?
¿Realmente puedo volver?
¿No debo pagar algo primero?
—¿Es tan simple?
—Lo es
Soy orgullosa.
Siempre lo fui, incluso hace mil años.
Pero esta es la primera vez que me juega en contra.
Ya veo, creo que lo entiendo.
En realidad si puedo regresar.
Solo debo quitarme esto.
Y caminar hacia atras.
—¡Llorar y regresar! Son las bases de una buena chica, ¿sabes? Al final, son familia, ¿no? Eso vale mas que cualquier intención autodestructiva
Lefiya tomó mi mano y tiro de mi hacia la calle principal.
Escuché las pisadas de las sombras. Así que comencé a correr detrás de Lefiya.
Fue increíble.
Cuando pensé que no podría dar ni un paso, me vi obligada a acelerar e ir mas allá de lo que mi cuerpo debería ser capaz.
Sentí que algo se había roto.
Tenía demasiada energía y ya nada dolía.
Fue extraño.
Me sentí extraña.
Y entre el fuego comenzándose a apagar y el viento soplando en mi oreja, vi esa pequeña espalda rosada con mas detalle y realmente quise llorar.
No, quizás, ya lo estaba haciendo.
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[Arruinarlo]
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Patee la tierra con ambas piernas y me alce a los cielos.
Me alcé hacia los cielos, atravesando el aire cargado de polvo y humo, dejando atrás el caos que rugía abajo.
En medio de esa niebla opaca, llevé mi espada hacia atrás, la hoja alineándose con mi cuerpo, como una extensión de mi voluntad. Esperé. Cada segundo se alargaba como una eternidad, desgastándome con una fuerza invisible que parecía consumir más que mi energía.
Estaba tomando mi mente.
Pero era necesario si quería tener el derecho de pararme frente a este enemigo.
Mi mirada no se apartó del objetivo plateado.
Brillaba con un fulgor frío, casi irreal, como si el mundo entero hubiera decidido centrar su atención en ella. Allí estaba, Alfia del silencio, alzándose en lo alto de las ruinas de lo que una vez fue mi hogar, imponente y distante, como una muñeca capaz de destruir el mundo.
Su delgado dedo, inquebrantable, me apuntaba con una precisión que desafiaba la necesidad de ver.
No necesitaba buscarme.
Su gesto era absoluto, como si pudiera percibirme de una manera más profunda, más cruel.
—LIL RAFAGA!!! — Apenas sentí el ápice de una acumulación mágica en su dedo, dejé que mi magia se desbordara.
Con un solo movimiento, liberé mi poder envuelto en mi espada, en forma de un disparo de viento. No era una simple ráfaga. Era una tormenta concentrada, un torrente de aire que cortaba el espacio como una cuchilla afilada, lanzado con la velocidad y la furia de todo lo que había acumulado hasta ese momento.
Entonces.
Vi una luz.
—Gospel — Vi una luz.
Vi una luz.
Vi una luz.
Vi una luz.
Vi una luz.
Vi una luz.
Y mi rafaga desapareció y cada hueso en mi mano quedó destrozado.
Vibrante y escandalosa, pero sin un solo rastro de sonido.
¡CLANK!
Mi espada cayó al vacío.
Sentí el dolor de mis dedos deformados en ángulos absurdos, y cuando los obligué a regresar a su lugar con la fuerza de mi magia, una segunda acumulación de magia erizo cada pedazo de mi alma.
—¡ARIEL!
Impuse violencia a mi propio cuerpo, una violencia cruel y desesperada, forzándolo a elevarse a pesar de la gravedad que me arrastraba hacia el angulo de su dedo.
La sensación fue brutal, como si mis propios músculos estuvieran gritando en protesta. Cada fibra de mi ser se retorcía bajo la presión.
Y justo un segundo después, una edificio cercano brilló y desapareció en luz blanca.
No vi el disparo.
Pero supe que tal destrucción fue obra de su dedo.
Apreté mi mano destrozada. Pude haber muerto. Pero eso no era lo mas importante.
No deja rastro, ni tampoco hace ruido.
Es una magia de poder absurdo y velocidad sin igual.
Y su cantico es extremadamente corto.
Gospel
No existe manera en que yo gane un duelo mágico contra ella.
La magia de la mujer más fuerte de la actualidad era imbatible. Invencible, tal y como la Diosa Freya había afirmado. Todo lo que se interpusiera en su camino era desintegrado, borrado sin más.
Y, sin embargo, era precisamente por esa razón que me lancé sin defensa alguna
—AHHHHHHH- — Mi grito fue estrangulado. Atrapada en el aire, intenté forcejear, antes de que una mano, firme y fría, me sujetara por el cuello.
—Estoy perdiendo las expectativas — su voz era fría, casi desinteresada. No había un ápice de emoción, solo una absoluta certeza de su poder.
Con la misma sutileza con la que me había agarrado, me arrojó al suelo sin previo aviso.
Mi cuerpo chocó contra el piso con un estruendo seco que resonó en cada rincón de mi ser. La tierra tembló bajo mí, y los escombros de la alta columna que nos rodeaba cayeron con un sonido atronador, rodeándome, como si la misma estructura se estuviera desmoronando a su alrededor
Mis pensamientos comenzaron a tambalear.
Pero no tuve dudas.
—¡ARIEL! — Y acomodada en el mismo lugar donde ella me lanzó, exploté mi magia contra su cuerpo vestido de negro.
El daño fue ninguno, así que, con los restos de mi viento ocultándome, comencé a moverme.
¡DASH! — Rompí a su derecha, moviéndome con una rapidez desesperada, sin pensarlo demasiado. El viento azotó mi rostro, mi cuerpo respondía casi de forma automática, como si la adrenalina estuviera tomando el control.
¡DASH! — Apreté los dientes al descubrir el pequeño cuchillo de Lefiya en mi mano. El metal relució brevemente, y con un movimiento rápido, lo lancé hacia su espalda, impulsada por mi viento. Podía ver cómo derrapaba por el aire, rasgando la tensión a su alrededor.
¡DASH! — Frené bruscamente a su izquierda, mi corazón latiendo con fuerza. El tiempo parecía alargarse, pero aún así, corté con mi espada con todo el impulso que había acumulado.
Entonces, sus dedos detuvieron mi espada.
Y poco después, el cuchillo que le arrojé, cayó sin haber hecho absolutamente nada.
Luego envaine mi espada.
Baje de la columna
Y me fui corriendo.
Hay veces en la vida que una mujer debe aceptar que ya perdió.
Escuche que, dado mi genero, el refrán esta mas relacionado al romance.
Pero supongo que eso no es para mí.
«TE DIJE QUE ERA UNA HORRIBLE IDEA!!!»
Corriendo y respirando, un dos, un dos, como me enseño Gareth, cargué sobre mi hombro el pozo donde escondí a Lefiya y segui corriendo.
—Lefiya, tú solo dijiste que era mala
«¿¡Y NO TE BASTO CON ESO!?»
En realidad soy bastante cabeza hueca, así que, aunque me digan que no puedo hacer algo, no lo creeré hasta que no pueda.
Por eso ataque a Alfia.
¡De frente y con mi espada!
Hum, ¿mi espada..?
Nadie se mueva me han robado.
—Dámela
«¿Eh?»
—DAMELA
«¿¡EH!?»
Parece que Lefiya no la tienen.
Ay, me duele la cabeza.
Espera... Estoy sangrando.
Hasta aqui llegue.
«WAH!!!!... ¡AIS! Me dejaste caer.. ¿¡Ais-san!?»
Lefiya me sacudió en el piso.
Me gustaría pedirle que pare, pues me estoy mareando.
Pero no se a cual de las cinco Lefiyas hablarle.
Jajaja, estoy viendo otra Ais ahí.. Ah, espera, ella siempre estuvo ahí...
¡ME VENGARE!
—¿Se divierten? — La tierra tembló y el humo se dispersó.
A mi alrededor, los edificios que antes se erguían con orgullo parecían desmoronarse, como si la misma estructura de la ciudad estuviera cediendo ante un poder superior. Pero pronto, todo eso desapareció. La sensación de vacío me envolvió.
De repente, ya no había más que yo y ella.
Una figura descendía desde los cielos.
—¿Todo esto les parece un chiste?
La atmosfera a su alrededor pareció deformarse.
Era como si la oscuridad misma retrocediera ante su toque, dejando solo un vacío vacío que la exaltaba aún más, realzando su presencia de manera palpable
Y en cada espacio que ocupaban sus manos separadas, el mismo resplandor blanco nació, y aparto la oscuridad, enalteciéndola a ella y solo a ella.
Como pensé.
Realmente admiro a esta mujer.
Riveria me había contado sobre ella, pero jamás pensé tener la fortuna de verla.
La mujer cuya familia estaba muy por encima de la mía, y que con su caída, Loki y Freya lograron alzarse en la cima.
Su poder.
Su fuerza.
Una presencia así de absurda, solo la vi una vez, el día que lo perdí todo.
Mi papá.
Recuerdo claramente cómo todo se tornó irreconocible en ese instante, cuando se levantó frente al dragón, una criatura que desbordaba la furia de la naturaleza misma.
Aquella figura que solía ceder ante los demás, que siempre se mostraba pequeño en comparación con las grandes fuerzas a su alrededor, se transformó.
Dejó de ser el hombre mangoneado por mama y se volvió algo cercano a un Dios.
Y hoy, frente a esta mujer, algo en mí quiere despertar. Esa sensación de estar ante algo que desborda toda lógica, que desafía cualquier esperanza. Como aquel día, algo en el aire me decía que estábamos rozando los límites de lo posible.
Mi padre perdió.
Al igual que esta mujer.
—El dragón
Intente mirarla. Encarar a la mujer frente a mi y preguntar.
Pero se comenzó a quebrar.
Su imagen ante mí y la mía en sus ojos heterocromáticos se perdió.
Escuche aquel sonido. El mismo que me abrazó mientras dejábamos a papá atrás.
Negro. Un escenario oscuro. Pero, siempre fue así, ¿verdad?
—Tú
Aquella luz que emanaban sus manos ya no era tan impresionante.
He conocido el mismo terror que ella.
Pero yo no pude tocarlo.
Necesito saberlo.
—Tú..
El ruido o la falta de este, ya ha dejado de tener sentido.
Di un paso.
Juraría que ella dio uno hacia mí.
Pero mi mundo se esta moviendo demasiado como para saberlo.
Esta suave superficie.
Que sucumbe al simple rose de mi viento.
Es encantadora.
Y aunque hay mucho que esta en juego, en este momento, en este..
PRECISO INSTANTE.
—¿Cómo se sintió enfrentar al dragón?
NADA ME IMPORTA.
NADA MAS ME INTERESA.
SOLO DIME.
DIME Y YO ESCUCHARÉ.
NO HAY... NADA MAS... En mi.
Que la venganza.
—Tienes un severo problema
Mirando a Alfia, quien rechazó mi pregunta con desdén, mi corazón se exacerbo.
Me perdí en su expresión de desaprobación, que juzgaba mis palabras, mi voz, mi vida, como si todo lo que viví fuera insignificante para ella.
Algo en su postura, en su mirada, me hizo hervir la sangre.
Comencé a enfurecerme. ¿Por qué no podía entenderlo? ¿Por qué no podía ver lo que yo había vivido, lo que me había marcado para siempre?
La fuerza de mi rabia creció dentro de mí, como una marea imparable, ahogando cualquier intento de racionalizar la situación.
Pensé que en Alfia encontraría algo más. Había creído que ella entendería, que, al igual que yo, llevaría dentro el mismo terror, esa obsesión que se clava en lo más profundo del corazón.
Venganza.
Pero me equivoqué.
Alfia no sabe nada.
—Ahhh, que desgracia. Pero eres la mas talentosa de tu generación. No puedo solo descuidarte
Su tono no era uno de preocupación, sino de una fría evaluación, como si me estuviera observando como a una pieza más en su ajedrez.
Alfiá se asentó en la tierra con una gracia calculada, como si el peso del mundo no fuera nada para ella. Su falda, flotando levemente en la brisa, se alzó con elegancia cuando su brazo se extendió, apuntando hacia mí, su dedo levantándose hasta la altura de su cintura.
Sin embargo, en el último instante, ella cambió la dirección.
—Quizás la muerte de tu amiga te haga madurar
Alfia apunto al pozo donde escondí a Lefiya. La luz que emano de su propia mano, me permitió ver como lentamente su rostro cambiaba.
Y esta arrogante presuntuosa se confundió, aunque ya era demasiado tarde para retirar su magia.
—Gospel
En un instante, no quedo nada del pozo ni de Lefiya. Lo mismo con la tierra frente a mí, que se había convertido en un vacio cuyo vapor era mas oscuro que el cielo.
En ese instante, quizas sus ojos vieron mas que los mios.
En esa heterocromática mirada, tan apática como la mía, vi un destello de incredulidad.
Y luego, Alfia del silencio, me devolvió la mirada.
—Esa tal, Lefiya, nunca estuvo aquí, ¿verdad?
Sin rastros de sangre, cadaver o siquiera un pedazo de su listón rosado.
Una persona normal pensaría que mi amiga, Lefiya, había quedado hecha vapor. Pero era diferente para Alfia, quien manejaba su magia con tal precisión, que sin duda notó la irregularidad de golpear la nada.
Si, esa sí.
Lefiya jamas estuvo en ese pozo.
BooooOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!!!!!
Mi viento se quebró y la magia absurda y calamitosa de Lefiya golpeó los escombros la Twilight Manor.
Todo esto fue una distracción.
Si, esa conversación, sus respuestas e incluso nuestra discusión, todo, fue producto de mi mente.
¿Puedes ver el viento agitándose con rabia a nuestro alrededor?
Los que utilizamos magia podemos sentir esa señal, que nos advierte cuando una magia esta siendo canalizada o lanzada.
Durante todo este tiempo, he estado imbuyendo al mundo con mi magia de viento, para ocultar así el momento en el que Lefiya desate la suya.
Hablar con Lefiya, bromear con ella e incluso enojarme con ella, fue un acto para engañar a Alfia.
Al final, esto es lo único en lo que soy invencible.
—Puedo negar mi realidad a mi antojo
La desarrolle para protegerme de la locura.
Para poder continuar sin tentar al suicidio.
Dicen que para cada rota hay una descocida.
Yo puedo ser ambas y a la vez ninguna.
Todo depende de como me autoperciba.
De que tan cerca este de perder la cordura o, en su defecto...
De cual sea la historia que mas me convenga.
Al final, si voy a sufrir igual, por lo menos quiero que sea un dolor memorable.
Mi padre fue un gran héroe.
Peleó valientemente y murió por mi mamá y yo.
Lo vengaré.
—Tú.. ¿Qué eres?
¿Qué soy?
Es una pregunta a la que no estoy acostumbrada, aunque a ese tono lleno compasión de si que lo estoy
¿Me tienes pena, Alfia?
Creo que no encaja con tu personalidad.
No lo sé.
Me siento rara.
Pero no es algo extraño en verdad.
Había olvidado como era estar en paz.
En este pequeño espectáculo pude desahogarme lo suficiente.
Familia es importante y la venganza también.
Solo necesito un equilibrio para poder decir con dignidad.
—Soy la hija de Albert Waldstein, Ais Wallenstein
Mientras decía mi verdadero nombre y el nombre del hombre que mas admiro, me sentí con gozo y quise bailar.
La situación era de todo, menos la indicada para eso, y sin embargo, mis emociones eran una marea incontrolable.
Desee hacer tantas cosas.
La motivación podría llevarme al mismísimo mundo abandonado o al valle del dragón.
Al final, yo siempre seré..
—¿Estas segura de eso? — Alfia susurró, sosteniendo mi quijada con sus dedos.
La rapidez con la que se acercó, la forma en que su mano se posó sobre mí, ni siquiera influyeron en la confusión rompiendo mi cabeza.
¿Qué dijo?
La pregunta me dejó paralizada. Levanté la mirada, confundida, buscando algún indicio de sarcasmo o burla en su rostro, pero no encontré nada.
Incluso un golpe, un impacto mágico, hubiera tenido más sentido que esa pregunta.
Y en esa vaga mirada, que tan solo reflejaba la crueldad de su alma, Alfia del silencio me preguntó.
—¿Eres realmente la hija de ese hombre?
<●>
Dentro de la mente de Ais Wallenstein siempre han habido conflictos, incluso antes de la muerte de sus padres.
Mitad humana, mitad espíritu.
Algo no podía salir bien.
Su mente se tiño de fragilidad y su corazón de la codicia del ser humano.
Portando solo un cuerpo carnal, la capacidad mágica con la fue dotada desde que nació sobrecargo su mente mas allá del límite.
Su crecimiento fue interrumpido, detenido por las fuerzas que luchaban por equilibrar lo que no debía existir: un medio espíritu como ella.
La pequeña Ais estaba condenada desde el principio a morir, y lo único que podía hacer era aferrarse a lo que pudiera, a cualquier cosa que pudiera sostenerla en este mundo.
Y su alma fragmentada se vio obligada a adquirir lo que le faltaba de algún lado.
De su madre.
No fue un sacrificio, pero los días estaban contados.
El padre buscó por cielo y tierra la forma de conservar a las dos mujeres de su vida.
Y de esta forma la aventura mas grande de la humanidad comenzó.
Por la ambición, la codicia y su incapacidad para aceptar la perdida, se encontró con el dragón. Irrumpió en su hogar buscando algo.
Y lo perdió todo.
Ais Wallenstein es incapaz de recordar esto. E incluso si se le fuerza, es bastante improbable que alguna vez lo entienda.
Su mente ha cambiado los hechos para que su corazón lo soporte.
Esa mente frágil, en un cuerpo lleno de poder y carente de sentimientos, fue arduamente trabajada por Riveria.
Pero en la mente de Ais Wallenstein siempre han habido conflictos.
Excepto uno.
Uno que fue tocado.
Uno que jamás debió ser revelado.
—¿No hay respuesta, eh?
Ais jamas ha dudado de su pasado.
Ais nunca pensó, ni por curiosidad, que toda su vida pudiera ser una mentira.
Y aunque se lo saquen en cara, aludiendo la falta de pruebas, ella seguiría sin creerlo.
Pero eso no quiere decir que su alma no sienta el peor de los ascos.
—¿Qué pasa?
Ais Wallenstein era significativamente mas pequeña que Alfia. Sin embargo, se las arregló para tomar su cuello y apretarlo con todas sus fuerzas.
Pena.
Lastima.
Compasión.
A medida que estos sentires llenaban el alma de Alfia, la oscuridad, que ya se había tragado todo el dorado, se hizo presente en una hermosa y vacía mirada. —Ais Wallenstein, princesa de la espada.
—Tu potencial es tan grande como el peligro que representas
[Fin del capitulo]
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