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Advertencias: Lenguaje vulgar.

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Su nombre es Chuuya Nakahara, está próximo a cumplir diescinueve años y será enviado a la parroquia de su tío para reformar su vida rodeado de un montón de imágenes ligadas a dios. El joven no es religioso, cree que existe algo cercano a una deidad, pero no tiene fe en la iglesia. Al tener una vida llena de lujos nunca se vió privado de ningún servicio, su padre jamás le negó nada, e incluso tenía la sorpresa de recibirlo con un auto nuevo.

Sus padres dijeron "No puedes seguir así" después de ver sus notas y cómo reprobó su primer año en la universidad decidieron mandarlo unos meses con su tío al cual no conocía mucho para reflexionar sobre su vida, claro que también estudiaría para ponerse al corriente en la universidad. Ese lujo vehículo se quedaría otros meses en la cochera.

—Bueno, definitivamente esto es una mierda— murmuró notando que la parroquia estaba en medio del pueblo, que más bien le recordaba a un pueblo fantasma.

—Sé que la pasarás bien, hay muchas actividades, si yo pudiera vendría contigo— mencionó su madre Kōyō—. Tu padre y yo llamaremos todos los días para saber de ti, tu hermanita quiere escribirte cartas.

Decir que también estaba triste era verdad. La mujer era muy sobreprotectora con él, posiblemente eso lo ánimo a ser tan arrogante. En el fondo no era un mal chico, solo tenía algunos problemas para contener su ira, pero muchos problemas juntos son más visibles.

—¿Por qué mi tío no usa el apellido familiar?— cuestionó mandando un mensaje a su amiga Higuchi "Me van a matar, es cómo en las malditas películas".

—Bueno, la familia está bien posicionada, él quería ganarse sus cosas por mérito propio— revisó las calles notando la poca población—. De niños éramos muy cercanos pero conforme creció se alejó de mí, después su estilo de vida como padre lo mantuvo ocupado...espero que siga siendo elocuente.

—Debo suponer que toda esta mierda le resultará un beneficio para Kyoka, no la dejes meterse en problemas— soltó un susurro pero llegó a los oídos de su madre.

—Esa actitud espero que se vuelva más apacible, no me gusta estar lejos de ti, pero ya sabes, no quiero echarte a perder... Tampoco a tu hermana.

Ninguno dijo nada más, Chuuya miró por la ventanilla cómo se detenían frente a una casa enorme, bastante parecida a las casa embrujadas dónde solía beber con sus amigos por las noches cuando se escapaban del campus. A unos metros estaba una iglesia igualmente muy extravagante, cristales de colores en todas las ventanas y puertas enormes.

—Baja tus maletas— advirtió la mujer antes de abrir la puerta y correr a la entrada dónde ya estaba un hombre alto—. Te extraño un montón.

—Pero si estás muy distinta— el de ojos violetas sonrió para después abrazarla—. ¿Dónde quedó la niña que me traía margaritas?.

—Los años no pasan sobre tí— dejó de lado las formalidades para ponerse a llorar—. Por favor, cuídalo mucho.

—¿Mi sobrino es ese niño?, Pensé que dijiste que ya era un adulto— abrió los ojos encontrando a un muchacho bajito.

—No menciones nada de su estatura, le molesta mucho— movió la mano para que Chuuya se acercará a los dos—. Este es tu tío Ōgai, el es Chuuya, mi bebé.

—Basta mamá— pidió avergonzado por eso último—. Buenas tardes, mamá siempre habla de usted.

—Vamos, somos familia, mientras no esté en la iglesia puedes ser menos formal— le quitó una de las maletas para cargarla—. Vengan, le mostraré el lugar.

—Voy detrás de ti— la pelirrosa estaba emocionada de su reencuentro, mientras que él estaba apacible.

—Bueno, no hay muchas personas, tengo un alumno, pero está regando las plantas junto al conserje— subió las largas escaleras para buscar una habitación vacía—. Él usa la habitación cercana al baño, creo que se llevarán bien.

—¿Lo ves?, Te dije que habría otros chicos— acarició la cabeza del menor que parecía asustado por el aura de ese lugar.

—Cualquiera está bien— exclamó analizando algunas pinturas de santos en la pared.

—Bueno, la del fondo es mía, pero hay una con un balcón precioso que te gustará— abrió la puerta cercana a una estatua de un arcángel dejando ver una habitación espaciosa pero con pocos muebles, solo contaba con una cama matrimonial, un closet y una encimera—. Mientras tú te instalas me llevaré a tu madre, te esperamos en la recepción.

Sin más ambos adultos salieron, el joven de ojos azules tiro de sus maletas para ponerlas en la cama y desempacar—. No creo que sea tan malo, solo serán pocos meses— sus pensamientos se vieron cortados por la caja de condones que tenía su maleta junto a una nota "Hablé con papá y dijo que esto era una precaución, no te metas en problemas" la letra de Kyoka terminaba donde se veía un corazón pequeño.

Chuuya le tenía mucho afecto a su hermana, apenas cuatro años de diferencia no eran nada pues de hecho algunas de las peleas eran por defenderla cuando se metía en algún problema con algún vecino. Tallo sus ojos antes de meter los preservativos en el cajón de la encimera junto a la nota procurando no arrugarla, sus prendas consistían en camisas básicas de cuello redondo y pantalones de mezclilla, realmente no era su estilo, pero su madre le dijo "No uses tus atuendos normales, la gente de provincia puede ser muy recatada". Mierda, si su familia ya lo había visto en falda.

Los problemas de Chuuya comenzaron luego de romper con Gogol, su maldito superior de la carrera, el desgraciado lo engaño con una chica de un curso distinto. Claro que su autoestima se vió dañado, y descuido mucho sus estudios, pero claro, no todo era culpa del payaso de su ex. Nakahara tenía un poco de vergüenza pues el único familiar que sabía sobre sus gustos era Kyoka y el hecho de ver a su madre tan insistente en conocer a su "novia" solo lo ponía más tenso. No era un tema tabú, pero cómo en la mayoría de familias todo está bien hasta que tu hijo es esa minoría.

Terminó de acomodar sus cosas para salir en busca de sus familiares, de camino sintió una extraña aura, pero decidió ignorarla para bajar rápidamente las escaleras y ver a su madre llorar de alegría mientras bebía té.

—Disculpa a tu madre, ya sabes lo sentimental que puede ser— el azabache dejó unas palmaditas en el hombro de la mujer—. ¿Te gusta tu habitación?.

—Si, muchas gracias— era una mentira piadosa, le daba pánico estar ahí.

—Bueno, les presentaré a los otros habitantes— sonrió ayudando a su hermana a ponerse de pie para salir al jardín trasero.

—Padre, ya terminamos de limpiar la maleza— un joven quizá unos años menor que Chuuya llamó su atención, tenía ojos grises y cabello negro.

—Él es Akutagawa Ryunosuke— estiró su mano para señalar a los visitantes—. Ellos son mi sobrino Chuuya y mi hermana Kōyō.

—Es un gusto— sujeto la mano de la mujer para hacer lo mismo con Chuuya—. ¿Qué edad tienes, pequeño?.

—¿Pequeño?— sus ojos se abrieron más—. Dieciocho...

—Es mayor que tú, Akutagawa tiene diecisiete años pero lleva un año con nosotros, está muy interesado en la vida de sacerdote— el más alto sonrió satisfecho—. El conserje es Hirotsu, lleva más tiempo que yo; te puede guiar por la casa mientras yo esté fuera.

Asintió saludando al anciano que juntaba algunas herramientas de jardinería.

—Bueno, que te parece si dejamos que se conozcan, aún debo hablar mucho contigo— apretó la cintura de la mujer haciendo que entrara a la casa dejando solos a los jóvenes.

—¿Entonces quieres dedicarte a ser padre?— arqueó las cejas curioso.

—Si, mi deseo más grande es servir a la iglesia— era muy serio, pero de verdad trataba de ser amistoso con Chuuya—. ¿Tú vienes de visita?.

—Si, solo me quedaré cuatro meses— le resultaba incómodo, porque además de ser jóvenes, no tenían más en común—. ¿No hay internet?.

—No, pero en el pueblo hay una cafetería dónde puedes usar una computadora— ayudó al mayor para recoger una pala, e invito a Chuuya a seguirlos al pequeño cuarto dónde metían las utensilios.

—¿Eso es una especie de sótano?— señaló una compuerta de madera que se ubicaba detrás de la mansión.

—No podemos ir abajo— agrego el muchacho pálido.

—¿Por qué?— les ayudó con un par de tijeras para después cerrar.

—No lo sé, ni el padre Mori entra ahí— alzó los brazos para lavar sus manos con la manguera cercana—. Tampoco es cómo que quisiera entrar a un lugar lleno de insectos.

El pelinaranja asintió imitando su acción—. Bueno, tienes razón, Ryunosuke.

—Vamos a dentro, nos vemos después Hirotsu— hizo un ademán para despedirse del mayor, quien apenas me dió un asentimiento.

Unos metros más adelante Chuuya pudo hablar más—. Ese hombre no es muy amigable.

—No lo mal interpretes, casi no habla pero es bastante amable, me ayuda cuando tengo cosas que hacer— abrió la puerta dejando pasar al muchacho—. Deberías buscar a tu madre, ya casi está las cena.

—¿Tiene cocinero?.

—No, nosotros cocinamos— camino directo a la cocina donde había metido un rico pastel de carne por ordenes de Mori.

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—Demos gracias a dios por la cena— sonrió el de ojos violetas para tomar la mano de Akutagawa y con la otra la de Kōyō, quien imitó su acción para envolver la de Chuuya, frente a él estaba sentado el anciano sosteniendo la pálida palma del pelinegro—. Señor, te alabamos y bendecimos por unirnos con dos maravillosos hijos tuyos. Gracias, señor por la vida y el sustento, tú nos los das por tu misericordia infinita, no por nuestro merecimiento. Bendice a quienes hicieron posible que recibamos estos alimentos hoy aquí. Socorre a los necesitados. Muévenos a compartir con los demás cuanto somos y tenemos y danos a todos hambre y sed de ti. Amén.

—Amen— dijeron todos al unisono.

—Comamos— sirvió los platos que fueron pasado uno a uno—. No es necesario que te vayas, podrías quedarte a dormir e irte en la mañana. Me gustaría que me contarás todo lo que has hecho.

—Debo irme, tengo otra hija y aún no es tan tarde— sonrió apretando la mano del más alto que asintió con resignación.

Chuuya dió un bocado encontrando que el muchacho cocinaba muy bien. Era un tanto incómodo no poder hablar, pero respetaba el estilo de vida de su tío. Al finalizar su madre se despidió con algunas lágrimas antes de besar su nariz y mejillas.

—Te marcaré, y también llamaré al teléfono fijo, te vamos a extrañar— sonrió temblorosamente mientras el más bajo tocaba su mano—. Pórtate bien.

—Si, con cuidado, avísame cuando llegues— la vió darse la vuelta para despedirse de su hermano y así salió de la casa llendo a su auto. Aún podía ver colores naranjas en el cielo.

—Tu madre parece una buena mujer— murmuró él de ojos grises que apagaba las luces de la cocina.

—Lo es. ¿Necesitas ayuda?.

—No, gracias. Nos vemos mañana— agitó su mano mientras subía las escaleras—. Descansa.

—No son más las siete— habló sorprendido. No podía creer que alguien tuviera sueño a esa hora.

—Debo estudiar— le dió una media sonrisa—. Buenas noches.

—Claro, igualmente— todo era relativamente extraño para él. Su tío entro llevándolo a la segunda planta.

—No conoces el pueblo, así que te recomiendo no salir solo. Akutagawa a veces me acompaña a las compras, ven con nosotros— una mueca se pinto en su cara—. Deberías ayudarlo a estudiar, yo le enseño pero mis deberes me distraen, y eres un año más grande.

—No sé mucho sobre dios— aclaró su garganta con cierta pena.

—Akutagawa también estudia por su cuenta el tronco común— sonrió dándose la vuelta—. Quizá el también te ayude a estudiar.

Sin decir más entró a su habitación, cerró la puerta y caminó hasta su cama, donde se recostó y miro el techo un buen rato. Aburrido buscó su celular para jugar el minijuego que instaló antes de salir esa mañana, se quedó así hasta las nueve, cuando el teléfono se apagó, lo conecto para intentar dormir.

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