I
Sus manos sudaban y sus piernas se tambaleaban, ¿Por qué se sentía tan nervioso si sabía que el señor Jung estaría dispuesto a cualquier cosa con tal de salvar la vida de su progenitor siendo que ambos habían sido amigos toda la vida?
Presionó el botón del elevador que indicaba el último piso, sus piernas dejaron de temblar con la relajante música del elevador.
Afortunadamente había llegado lo suficientemente temprano para no encontrarse con nadie que le cuestionara porqué iba al piso de su superior.
— Todo saldrá bien — Se dijo a si mismo, los números de los pisos pasaban bastante rápido en la pantalla del elevador.
Cuando menos se había dado cuenta ya había llegado, bajo del iluminado elevador para entrar a un corto y amplio pasillo, a los lados de este se encontraban dos amplias oficinas con paneles transparentes, ambas eran ocupadas por los asistentes del señor Jung, los dos parecían estar demasiado ocupados para ponerle atención, al final del pasillo había una ancha puerta de fina madera. Suspiro profundamente y comenzó a caminar hacia el acceso del despacho más elegante y significativo de todo el edificio de veintinueve pisos. Tenía todo lo que necesitaba decir en caso de que el Señor Jung se negará, aunque sabía que no lo haría siendo un hombre tan bondadoso.
— Señor Jung — Dio suaves golpes en la puerta, esperando a que el acceso no le fuera denegado.
— Adelante — Se escuchó del otro lado de la puerta. Se quedó sin palabras. Aquella no era la voz del dulce viejo amigo de su padre, aquella voz era masculina y dura. Empujó despacio la puerta, no podía echarse para atrás en aquel momento, tenía que hacerlo por su padre.
Cuando la puerta se abrió completamente Jimin se sintió totalmente cautivado por aquella cintura y aquellos anchos hombros que en ese traje destacaban, todos sus atributos eran perfectamente resaltados. El hombre más alto se encontraba observando la ciudad desde los transparentes paneles que funcionaban como pared en todo el edificio. Al no oír nada del recién llegado, giró todo su cuerpo.
El despacho tapizado de un oscuro color rojo borgoña en las tres paredes restantes y todos los elegantes muebles de color chocolate solo hicieron que Jimin se sintiera más nervioso.
Joder, tener esa cara debería ser un pecado, bellas proporciones en todo su rostro, sedoso cabello azabache que caía sutilmente por su frente, mandíbula marcada y esos brillantes ojos oscuros.
El más alto se sentó en el enorme sofá individual de piel, aquel sofá dejaba en claro quién mandaba en la oficina, no solo en la oficina, en el edificio y con el poder de la empresa probablemente en todo el continente. Hizo un ademán incitando a que rubio tomara asiento frente él, éste por el contrario no dejaba de babear por su presencia, pero después se sentó rápidamente, sintiendo su cara arder.
— Si no piensas hablar, puedes retirarte — Dijo el mayor con un tono calmado, después de esperar por varios minutos a que el rubio hablara, éste hizo una adorable mueca, con la que solía expresar su molestia.
— Bien — Suspiró buscando las palabras — Venía a hablar con el señor Jung. Pero al ver que él no se encuentra, creo que me retiraré, disculpe la contrariedad.
— Es una lástima, porque por lo visto al único Jung que veras a partir de ahora, está frente a sus ojos — Jimin se maldijo a si mismo por comportarse de esa manera — Lo mejor sería que cumpliera el propósito con el que acudió a mi originalmente, sin importar que se encuentre el viejo o no.
Su voz sonaba ronca, como si estuviera teniendo problemas con sus pantalones, la tensión sexual casi se sentía en el ambiente.
— Necesito un aumento — Hablo rápido sintiéndose humillado, agachando su sonrojada cara, sintiendo los ojos brillantes sobre el — Por favor.
— ¿Cuál es tu nombre? — Preguntó levantándose del sillón, se dirigió a una de las estanterías que estaba llena de distintas carpetas.
— Park Jimin.
— Bien Jimin, ahora dime ¿Por qué crees que debería darte un aumento? — Dijo tomando una de las carpetas, abrió la mencionada justo donde aparecían todas las referencias del menor — ¿Entonces?
Su voz sonaba más erótica, las piernas del menor no dejaban de temblar.
— Trabajo aquí desde hace cinco años y mi... — Fue interrumpido.
— Si eso lo sé, no me interesa — Dijo cerrando la carpeta — Tu historial esta lleno de aburridas referencias que a cualquiera le gustarían. Pero no soy cualquiera — Obviamente — Bien, ganatelo — Jimin quería morir, ¿Cómo iba a hacerlo? — Sé que eres el contador principal, y que eras el favorito de mi padre — Tomó un suspiro para mirarlo a los ojos, el menor sintió como aquellos ojos cavaban hasta su cerebro para quedarse ahí, por un largo tiempo — Quiero que trabajes tan duro que tus dedos se rompan o sangren.
Jimin se quedó callado disfrutando aquellos inusuales ojos y luego desviando la vista a sus labios, el mayor no parecía molesto, al contrario; parecía reaccionar de la misma manera.
— ¡Joven Jung! — Se escuchó el grito de una voz aguda del otro lado de la puerta. El nombrado bufó con molestia y Jimin se sorprendió de aquella actitud, luego se reprendió porque el acostumbraba a actuar de la misma manera, y su nuevo jefe parecía solo un par de años mayor que él.
La puerta se abrió, dejando entrar a su compañera de oficina con una caja entre sus brazos, ambos se odiaban a muerte, tenían el mismo cargo y como el menor solía ser el favorito del señor Jung su salario era levemente más alto, sin contar los constantes cumplidos que le hacía enfrente de Eun Hye. Ésta siempre intentó meterse en los pantalones del señor Jung y por lo visto no pensaba rendirse, menos con su hijo, quien era mucho más atractivo, joven, con un cuerpo escultural que se notaba incluso con tela de por medio y heredero de toda la compañía Jung. Jimin hizo una reverencia, comenzó a caminar en dirección a la mujer, le pisó discretamente la punta del tacón y salió por la elegante puerta, alejándose del escándalo que probablemente armaría frente al nuevo superior.
Prefirió bajar las escaleras, solo eran dos pisos y el elevador tardaría demasiado en subir.
Se lanzó frente su cubículo apenas cuando puso un pie dentro de la oficina, dejando que todo su peso cayera en el respaldo de su silla gerencial y por lo tanto que ésta girara. Al prender el ordenador, se abrieron todas las cuentas que tenía que hacer, pero su cabeza solo estaba concentrada en esos rasgos, cabello liso y brillante.
— Maldición.
Historia de cinco capítulos :), ya los tengo escritos, don't worry XD
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top