El sonido de cosas siendo rotas se hacía presente en aquella habitación, Spreen estaba teniendo uno de sus ataques de ira, ataques de ira que podían ser demasiado peligrosos.

Sus compañeros tenían miedo de entrar a aquella habitación, pues sabían de lo que el híbrido de oso era capaz de hacer en tal estado.

Conter: Voy a entrar.

Farfa: ¿Estás loco boludo? Te va a matar.

Conter: Prefiero morir por a ver intentado ayuda a quien amo a dejarlo así de mal.

El albino se safo del agarre de su amigo y entro a aquella habitación, los libros estaba tirados, unos muebles rotos, y un pelinegro echo bolita en el suelo.

Spreen: ¿Porqué que estás aquí?

Conter: ¿No puedo? Se supone que es mi casa también.

Spreen: Mejor vete, puedo hacerte daño.

Conter: No me voy a ir, así que adelante, muerdeme, pégame, mátame, lo que quieras pero no me voy a ir, no hasta que estés más calmado.

Una sonrisa apareció en los labios de Spreen, este se dió la vuelta y miro a su amado.

Spreen: Si me quieres calmar, entonces cuéntame ese cuento que tanto me gusta.

Y con una sonrisa Conter se acercó un poco a el, se sentó en el piso y comenzó a contar aquel cuento que tanto amaba aquel híbrido de oso.