Capítulo 1
—¡Basta!
Gritó el rubio enojado, a lo que su padre se levantó del sillón decidido a darle una buena cachetada.
El padre de Jimin solía ser muy intenso con el joven, tenía muy poca tolerancia hacia él y todo desde que supo su orientación sexual.
La madre de Jimin lo detuvo antes de que siquiera se acercara a su hijo y el pálido se limitó a mirarlos fijamente con desprecio.
—¡No pienso casarme!¿Y con un completo desconocido?¡Me vale mierda que sea de buena familia!¡Yo quiero decidir mi vida!
—¡Tú no decides tu vida!
Gritó el padre del chico antes de zafarse del agarre de su esposa.
—Mientras vivas en mi casa, tú haces lo que yo diga, ¡Sin reproches!
Lo señaló con el ceño fruncido, y el rubio luchaba por no demostrar debilidad alguna ante sus gritos, pero en el fondo, le dolía.
Mucho.
—Así que mañana, te vestirás presentable y vendrás a la cena que preparamos con el prometido que te escogí y su familia.
Musitó mostrando autoridad.
—Agradece que al menos acepté que eres homosexual, y haz caso a tu padre.
Fue lo último que dijo antes de darse la vuelta e irse a paso firme.
—Lo que me faltaba, otro hijo defectuoso.
Jimin apretó su mandíbula con fuerza antes de agarrar su billetera y celular de la mesa e irse de la mansión enojado.
Unas lágrimas salieron de sus ojos, odiaba con toda su alma que tuviera que hacerle caso a su padre.
A él no le importaba que la empresa familiar crezca con un matrimonio forzado, él solo quería libertad.
Pero eso era imposible.
Se montó en el primer taxi que vió y sin dudar se dirigió a un club nocturno, donde solía ir cada que tenía problemas, ya saben, para divertirse y olvidarse de todos los "problemas".
Claro, ante los ojos de los demás, Jimin era solo un niño rico que tenía la vida resuelta y vivía la buena vida. ¿Qué problemas podría tener un niño rico?
Tal vez él solo quería comprensión, y no que su propia familia lo tratara como un producto que usarían para generar más dinero.
Pero él no podía quejarse, al fin y al cabo, no podía hacer absolutamente nada.
[...]
—Quiero el trago más fuerte que tenga, y si me puede mandar al hospital por al menos una semana, mejor.
Dijo Jimin en la barra, a lo que el bartender lo miró con extrañeza. El rubio suspiró antes de rascarse la nuca.
¿Cómo le hacía entender al bartender que no estaba bromeando?
Aunque si no quería que lo saquen del lugar por decir incoherencias, tenía que dejar sus ganas de morir a un lado.
—Un vodka está bien.
El bartender asintió y se volteó a hacer su reciente pedido.
Jimin vaciló con su mirada por la barra hasta que se encontró con una oscura mirada a unos puestos de él.
Era un hombre pelinegro, no podía apreciar más que eso. Su mirada hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo de pies a cabeza.
Desvió la mirada rápidamente y se encontró con el bartender extendiendo su whisky sobre la barra.
—Gracias.
Musitó antes de tomarse el trago de un solo bocado. Cerró los ojos con fuerza y soltó un pequeño suspiro.
Su libertad estaba a nada de acabarse, tenía que tener una última noche para él antes de amarrarse a un matrimonio forzado.
Así que lo único que pensó fueron dos cosas: Alcoholizarse y probablemente tener sexo con algún desconocido.
Se levantó de la silla y caminó hacia la pista de baile, con la esperanza de encontrar a alguien con quien pasar sus últimas horas de libertad.
[...]
La música sonaba a todo volumen y Jimin estaba simplemente divirtiéndose y bailando con todas sus energías.
Iba a extrañar esa sensación.
De repente se encontró con los mismos ojos que vio mientras estaba en la barra. Aquel hombre estaba tomando su trago recostado en la pared y su mirada no se despegaba de la de Jimin.
El rubio pudo apreciarlo mejor, se veía alto, fornido, y jodidamente sexi. Sin duda lo pondría en la lista de personas con las cuales le gustaría follar esa noche.
Para este punto Jimin ya se había tomado unas cuantas (muchas) copas, y estaba lo suficientemente ebrio como para no tenerle vergüenza a nada.
Jimin, al ver que aquel hombre no le despegaba la mirada, le sonrió sin dejar de bailar, acto que aquel desconocido devolvió.
Jimin rodó los ojos disimuladamente y le guiñó el ojo a aquel hombre, antes de darse la vuelta y dirigirse a la barra, la cual estaba casi vacía.
—Otro vodka, por favor.
Pidió Jimin mientras se sentaba en aquella alta silla. El bartender le sirvió la copa y Jimin no lo pensó dos veces antes de tomárselo.
—¿Tienes un vodka más fuerte? Aún me siento en mis cinco sentidos.
—Chico, creo que debes dejar de tomar un poco, o al menos algo menos fuerte.
El bartender musitó mientras limpiaba la barra y Jimin soltó un suspiro negando varias veces.
—De algo me he de morir y espero que sea pronto.
El bartender lo miró y soltó un suspiro.
De repente, una mano le extendió unos billetes al bartender y Jimin miró de reojo.
—Le pagaré la cuenta al rubio.
Dijo una gruesa voz y Jimin frunció el ceño, ¿se refería a él?
—¿Disculpa?
Dijo Jimin al ver que literalmente era la unica persona en la barra y no se pudo haber dirigido a otro rubio.
—No gracias, puedo pagar la cuenta solo.
Jimin sacó un fajo de billetes y se lo dió al bartender, quien los recibió y estaba en busca del cambio.
No había acabado de beber, pero solo quería demostrar que si podía pagar sus cosas por su cuenta.
El pelinegro sonrió y guardó los billetes antes de sentarse a su lado.
Jimin rodó los ojos pero justo en ese momento, se dio cuenta de que era aquel hombre con el que había estado intercambiando miradas toda la noche.
—Su cambio.
El bartender dijo y Jimin lo recibió.
—¿No dirás nada?
Aquel hombre habló y Jimin alzó una ceja.
—¿Qué quieres que diga?
Dijo en un tono neutro, le molestaba que piensen que es un pobre tonto que no puede hacer las cosas por su cuenta, como pagar por sus tragos.
—Oh, vamos lindura, solo quería ser cortés.
Sonrió y Jimin le devolvió la sonrisa.
—Pues gracias por tu cortesía, pero no la necesito.
Bufó Jimin y el hombre solo soltó una risa. Estiró su mano hacia el rubio en la cual se podían visualizar tatuajes y Jimin lo miró con extrañeza.
—¿Bailas?
Jimin lo miró y asintió, antes de ambos salir hacia la pista de baile.
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