Perfecto para mí
La pareja escalaba los últimos peldaños entre toqueteos y risas embebidas en alcohol. Ni bien el castaño puso un pie en el pasillo, tiró con fuerza de la mano que sostenía para estampar sus labios con los de su acompañante, fundiéndose ambos en un beso apasionado.
Fue un camino desordenado de caricias sobre la ropa y chasquidos húmedos repartidos entre las añejas paredes del sexto piso hasta encontrar la puerta 61.
Sintiendo los labios de su reciente conquista adueñarse de su cuello, Baekhyun deslizó la llave por la cerradura hasta empujarlos al interior nada más girar del picaporte.
Una vez dentro del departamento, los besos continuaron, subiendo rápidamente de tono hasta que los cuerpos terminaron cayendo en la cama de dos plazas, en el dormitorio a oscuras.
Los jadeos empezaban a resonar y las ropas a estorbar, cuando el castaño se apoyó en sus manos para mirar a la chica con quien había vuelto a casa esa noche, con el largo cabello alborotado y el labial carmesí corrido.
Era pequeña y rubia, y sexy como el infierno. Podía ser de baja estatura, pero tenía las curvas en los lugares correctos y una muy conveniente debilidad por el alcohol. Baekhyun la tuvo fácil esa noche. No recordaba el nombre de la chica, pero no es como si eso fuera importante, no para lo que la había llevado a su cuarto.
La mujer con la que había abandonado el antro hacía unos minutos, rodeó su cuello con los brazos, alzándose a juntar sus bocas cuando Baekhyun no se inclinó a corresponder el gesto.
−Iré por los condones −jadeó ladeando el rostro para poder hablar, flexionando las rodillas al tratar de incorporarse.
−No es necesario −el gemido hecho un susurro fue soplado al pie de su oído, antes de que la lengua caliente pasara por la zona haciéndolo estremecer.
Baekhyun sonrió de lado en respuesta −Volveré en un minuto, cariño −dejó un beso fugaz en los labios rojos, y con un guiño coqueto abandonó la cama para dirigirse a la puerta, la mirada de la rubia quemándole la espalda.
Ya con ambos pies fuera de la recámara, el castaño cerró la puerta y se recostó en ella, echando la cabeza atrás hasta chocarla con la dura superficie, y suspiró, tomando una bocanada de aire frío que ayudara a devolverlo a la vida, como si hasta ese momento se hubiera estado ahogando.
Le tomó un segundo serenarse, antes de contar mentalmente, como siempre lo hacía.
Uno... Dos... Tres... Cuatro... Cinco... Seis... Siet−
Y el grito aterrado llegó a sus oídos, haciendo que al fin abriera los ojos para fijarlos a la nada.
Las pisadas de pies descalzos sobre el piso de cerámica, seguidos del golpe contra la puerta, que sintió en su espalda al mismo tiempo que el picaporte giraba desesperadamente, sin éxito alguno, mientras su nombre era suplicado entre chillidos desde el interior de la habitación.
La puerta llegó a ceder unos centímetros en más de una ocasión, y es cuando Baekhyun cargaba todo su peso en ella, manteniéndola cerrada, hasta que los forcejeos por fin cesaron. Ahora podía oír los muebles al tumbarse, y las cosas en la mesa estrellarse contra el piso.
Los gritos de auxilio de la rubia aún seguían, solo interrumpidos a cada tanto por su llanto incontrolable, y el gruñido animal que Baekhyun alcanzaba a captar, filtrándose por debajo de todo el altercado.
Un minuto, es lo que duró aquel combate cuerpo a cuerpo, y después solo reinó el silencio. Baekhyun se tomó su tiempo para moverse al fin, y entornar la puerta lentamente, encontrándose con la escena que ya acostumbraba.
Aún en penumbras, el castaño distinguía perfectamente el desorden en la habitación. Tal como dedujo, los objetos de la mesa se encontraban desparramados por todo el lugar, la mesita de luz tumbada y la bombilla de la lámpara, hecha añicos.
El aire de la habitación se sentía caliente, impregnado con el aroma férreo y picante de la sangre fresca. Vislumbró la rubia cabellera a unos pasos de donde se encontraba, siguiéndola unos centímetros con la mirada, para toparse con los ojos sin brillo de la chica que hacía unos minutos dejó en la recámara.
El lápiz de ojos marcaba sus pálidas mejillas, denotando las lágrimas que en vida surcaron por ellas, salpicadas en rojo escarlata, al igual que todo en la habitación. Esto hizo a Baekhyun estremecer a medida que avanzaba dentro de ella.
La habitación estaba sumida en un silencio sepulcral, y el castaño no apartaba los ojos de la figura desencajada de la mujer, hasta que un sollozo ahogado lo devolvió a la realidad.
Sus ojos miel se encontraron en un instante con la figura temblorosa y encorvada de un chico solo a un paso del cuerpo inerte. El hombre de cabellos negros se cubría el rostro con las manos completamente bañadas en sangre.
Baekhyun permaneció estoico ante la imagen, deteniéndose tras quedar frente al gigante. Asimiló un segundo la lamentable escena antes de ponerse en cuclillas permitiéndose acariciar suavemente una de las manos del alto, como diciéndole que estaba allí.
− ¿Bae−Baekhyun? −sollozó el azabache, dejando ver sus oscuros ojos a través de la ranura entre sus dedos.
−Aquí estoy, Chanyeol −susurró el más bajo, sereno y con infinita dulzura.
No hicieron falta palabras después de eso. Los sollozos se hicieron más intensos, así como el temblor que azotaba el cuerpo del más alto.
Baekhyun se arrodilló en el piso, apoyando las manos gentilmente en las piernas del azabache, incitando a que las extendiera para permitirle sentarse a horcajadas en sus muslos.
Aunque hubo un poco de resistencia al principio, Chanyeol terminó cediendo, logrando que el bajito se acomodara a su gusto hasta que la distancia entre ellos fue de solo unos centímetros.
Allí Baekhyun rodeó el cuello del alto con sus brazos, el menor aún se negaba a descubrir su rostro, pero al castaño eso lo tenía sin cuidado. Ya estaba acostumbrado a ello, así que, como cada vez, dejó un sinfín de besos en las manos de Chanyeol, hasta que poco a poco estas fueron bajando, dejándolo proseguir con su tarea, esta vez en las mejillas y las pestañas mojadas del azabache.
− ¿Por qué continúas a mi lado? ¿Por qué no me ayudas a terminar con mi sufrimiento? −suplicaba el menor, intentando en vano alejarse del castaño, que acunaba su rostro entre sus manos con extrema ternura.
−Porque te amo, Channie −susurró Baekhyun con voz melancólica − ¿Por qué insistes en que acabe con esto?, si sabes que no podría vivir sin ti, ¿es que no me amas? −preguntó con voz rota.
Como si se tratara de un detonador, estas palabras devolvieron vida a los brazos del alto, que se apresuró a rodear el menudo cuerpo en un apretado abrazo, escondiendo la cara en el pecho del bajito.
−Claro que te amo Baekkie, te amo más que a nada en el mundo. Eres todo lo que tengo. El único que no me ha abandonado −lloró, sus palabras arrancando una sonrisa de los finos labios de su novio −Pero aún no entiendo cómo un ángel como tú puede permanecer al lado de un monstruo como yo −sollozó ladeando la cabeza para que sus ojos se encontraran con el cuello desgarrado de la infortunada mujer que había seguido a Baekhyun esa noche al departamento de ambos −Estoy hundido hasta el cuello en mi propia desgracia, no quiero arrastrarte conmigo, no quiero seguir manchando tu existencia con todo esto, Baekkie. Te amo demasiado para soportarlo −confesó antes de que el llanto lo sobrepasara nuevamente.
El castaño oyó cada palabra, acariciando los cabellos enmarañados hasta que sintió el llanto del gigante empapar su camisa. Entonces lo empujó suavemente hasta que estuvieron de nuevo frente a frente, clavando sus ojos claros en los oscuros.
−Entonces yo lo soportaré por ambos −aseveró con fervor −Esto es algo que yo elegí, no me pediste que lo hiciera. Solo quiero estar a tu lado y que me dejes amarte por quien eres...
− ¿Un asesino? −lo interrumpió el alto con voz amarga y rota.
Baekhyun negó con una suave sonrisa −Un chico dulce que no tiene la culpa de lo que está sucediendo. Uno que finge ser fuerte para mí, cuando sé que en el fondo muere por mis besos y abrazos −las palabras eran susurradas con tanta ternura, que las mejillas del alto, siempre pálidas y frías, eran rápidamente coloreadas por un intenso rubor −Así que no me alejes con tus palabras amor. Déjame amarte como te mereces.
Chanyeol perdió el aliento por un segundo al escuchar la súplica de su novio. Sin lugar a dudas, Baekhyun era un ángel en su vida, uno que lo reconfortaba con su calor, cuyas manos acariciaban su alma, y cuyo amor era toda la terapia que el alto necesitaba para afrontar la enfermedad que se había llevado a todos de su lado.
Las cálidas palabras susurradas de aquellos labios impregnados en rojo brillante, hicieron al azabache impulsarse al frente a unir sus bocas en un beso desesperado, dispuesto a demostrar al castaño que era capaz de corresponder a todo el amor que él le ofrecía, y claro, brindar la atención que esa erección presionándose contra su vientre, merecía.
Baekhyun correspondió gustoso, percibiendo la esencia férrea que se filtraba en aquel contacto, dejándose hacer por las grandes y resbaladizas manos, disfrutando de la calidez en su cuello cuando la boca de su novio abandonó la suya, mientras el bajito se dedicaba a enjugar el carmín del rostro del menor.
Ambos se deshicieron de la ropa del contrario con movimientos ansiosos, hasta que Baekhyun dejó escapar un gemido necesitado, y en un movimiento tuvo a Chanyeol contra aquel espejo de sangre en el suelo de la habitación.
El castaño se acomodó en su pelvis, restregando sus erecciones y haciendo al alto gruñir un suspiro. Tomando las manos de su novio, Baekhyun las dirigió a sus muslos, guiando sus caricias por su abdomen, subiéndolas por su pecho mientras mantenía ese vaivén que tenía al azabache en el limbo entre la culpa y el placer.
Pintando aquel lienzo blanco con sus caricias, viendo el líquido escurrir por su piel aterciopelada, Chanyeol hizo a un lado los remordimientos por estar profanando el cuerpo de su novio con sus pecados, y se perdió en el amor que el bajito le demostraba con sus actos.
Chanyeol se sentía tan afortunado, viendo a aquel que le profesaba amor incondicional cada día a pesar de que fuera un caso perdido, aquel que ahora besaba sus manos con ternura desmedida, y suspiraba “te amo” de tanto en tanto sin apartar la mirada cariñosa de su rostro.
Pronto las caricias ya no fueron suficientes, entonces el alto se impulsó hacia el frente, aferrando a Baekhyun de la cintura para mantenerlo pegado a él, delineando el hueso de sus caderas, haciéndose camino entre sus nalgas para prepararlo a la par que repartía besos en su cuello y hombros, disfrutando los suaves arañazos que el bajito dejaba regados en toda su espalda.
Cuando sus dedos se deslizaron sin dificultad, dejó la entrada libre para que su erección la llenara. El castaño exhaló un gemido echando la cabeza atrás, y Chanyeol se tomó su tiempo para detallar sus facciones, esperando que el mayor se acostumbrara a la intromisión.
Baekhyun inició el movimiento, rodeando con sus brazos el cuello del alto, impulsando sus caderas al frente para terminar de introducir a Chanyeol en él.
El mayor dictaba el ritmo. En un principio lento, fue aumentando de velocidad hasta que de los finos labios brotó un quejido de frustración. Las piernas del castaño temblaban, agarrotadas por el esfuerzo, y Chanyeol supo al instante lo que su novio necesitaba.
En un ágil movimiento, rodeó la cintura del contrario con un brazo para invertir posiciones. Ahora lo tenía boca abajo, con el pecho contra el piso y las caderas en alto. Poco y nada importó al menor someterlo contra el charco de sangre que había formado el cuerpo a un lado de ellos. En estos momentos todo lo que nublaba sus pensamientos eran las súplicas airadas de su novio pidiendo por más.
Lo embistió implacable, dándole al bajito la rudeza que sabía, le encantaba, mientras lo mantenía inmovilizado y con la espalda arqueada a más no poder.
Las respiraciones agitadas y los gemidos jadeados inundaban la habitación, y pronto el bajito se vio manoteando la superficie sangrienta, buscando incorporarse lo poco que la posición le permitía para encontrar la boca de su amado, desesperado por llegar a su liberación.
−Chanyeol... −lo llamó en un suspiro afligido, como si le reclamara el no estar ahí, junto a él, cuando llegara al clímax.
El azabache se inclinó a reconfortarlo, besando los labios teñidos hasta que sus movimientos llevaron al mayor a dejar islas blancas perladas en ese mar rojo sobre el que ambos consumaban su amor.
El alto siguió empujándose en él buscando su propia liberación, sosteniendo las caderas del castaño para que sus rodillas no resbalaran, mientras Baekhyun gimoteaba lánguido con la mejilla apoyada en la fría superficie.
Con un gruñido reprimido, bañó el interior de su novio con su esencia, poniendo especial cuidado al salir de él, siempre aferrándose a sus caderas para evitar que cediera a su peso.
Luego se dejó caer a un lado, rendido por todo el esfuerzo físico de los últimos minutos, que la adrenalina y la excitación habían hecho pasar desapercibido para su organismo. De inmediato sintió el movimiento a su lado, brazos rodeando su torso, y piernas enredándose a las suyas de manera cariñosa.
−Te amo... −el susurro en su oído erizó los vellos del alto, que suspiró aliviado antes de anclar sus ojos a los de color miel que lo contemplaban, percibiendo ese brillo especial en ellos.
−Te amo también, ángel mío −replicó agotado, rodando hasta invertir posiciones, dejando descansar su cabeza en el pecho del mayor, ronroneando de gusto cuando los delgados dedos se entrelazaban en sus cabellos, peinándolo en suaves caricias −Gracias por seguir a mi lado −volvió a agradecer, sintiendo el nudo en su garganta, como cada vez que los inevitables pensamientos de su condición invadían su mente.
Baekhyun sonrió en silencio, continuando con sus caricias. Conocía a su novio perfectamente, no necesitaba preguntar o mirarlo siquiera para saber lo que pasaba en su cabeza en ese instante.
−No tienes que agradecer, amor. Lo hago porque te amo, porque no me importa cómo el resto del mundo te vea, porque no me importa cómo te veas cuando contemplas tu reflejo en el espejo. Para mí siempre serás el chico dulce del que me enamoré −habló suave, sonriendo al sentir los temblores y las lágrimas de su novio mojar su pecho.
Chanyeol podía verse fuerte y actuar aterrador de a momentos, pero era un gigante de felpa. Baekhyun era el único que conocía el lado lamentable y roto que afloraba luego de saciar uno de aquellos brotes psicóticos que secaban su garganta, drenando toda humanidad de su alma, invadiendo su cuerpo de la necesidad imperiosa de sangre.
−Yo sé quién eres en realidad, y no temo ensuciarme las manos si eso nos mantiene juntos, mi vida. Eres todo lo que necesito Chanyeol, eres perfecto para mí −la respiración tranquila soplando en su pecho fue la respuesta que obtuvo, pero eso lo tenía sin cuidado. El alto terminaba exhausto luego de ese tipo de sesiones, dependiendo de qué tanta pelea le diera la víctima, y que tan exigente estuviera Baekhyun en el sexo después.
El castaño sonrió, haciendo mea culpa por cansarlo tanto, acercó las manos de su novio a sus labios, y dejó suaves caricias con ellos en cada uno de sus dedos. Fue más consciente de su entorno, su espalda sintiéndose mojada y resbaladiza, y el olor a sangre impregnando el aire que los envolvía, y se estremeció.
El ambiente lo hizo revivir recuerdos que creía ya olvidados, recuerdos donde un pequeño Baekhyun de diez años y un aterrado Chanyeol de siete, quedaron atrapados en el asiento trasero del auto, con otros cuerpos agonizando junto a ellos, apestando el ambiente con el hedor de la sangre fresca abandonando sus cuerpos, hasta que al fin los sacaron de allí.
Chanyeol y Baekhyun se habían hecho amigos de juego cuando sus familias se volvieron vecinas en el barrio residencial donde el mayor acababa de mudarse con sus padres. Congeniaron desde el primer segundo, y desde entonces pasaban las tardes juntos.
En ese entonces, el padre del menor era un fuerte candidato para el senado, y sus propuestas de candidatura amenazaban con desbaratar varios casinos y prostíbulos utilizados por la mafia de la cuidad para el lavado de dinero. Esto hizo que fuera blanco de muchos intentos de asesinato, hasta que finalmente uno acabó con él. Claro que nadie contaba con dos niños yendo en el mismo vehículo.
Baekhyun no recuerda cuánto tiempo estuvieron allí, si fueron horas o minutos. Solo evoca el haberse abrazado a Chanyeol con todas sus fuerzas, mientras el pequeño clamaba por su padre ahogado en llanto.
Fueron rescatados, y todos creyeron que la pesadilla terminó para ellos, pero tan solo fue el principio.
Chanyeol empezó a mostrar los primeros síntomas un año después del incidente. Fue llevado a terapia e inició un tratamiento psiquiátrico, pero nada parecía surtir efecto.
A Baekhyun le hubiera gustado decir que estuvo allí para apoyar al menor en cada paso hacia su recuperación, pero no fue así; sus padres se mudaron de allí unos meses después de que el hijo único de los Park fuera diagnosticado, alegando que no querían que su hijo tuviera un amigo demente.
Los años pasaron, y el rencor en el pecho de Baekhyun crecía más y más. Oír a su madre, envenenada por la envidia, burlarse de la suerte de la viuda Park, jactándose de que hace tiempo algo como eso debió ocurrir en el mundo perfecto de la mujer para hacerla consciente de la realidad, solo hicieron que el desprecio en el interior de su hijo se hiciera más sofocante, hasta que un día, Baekhyun obtuvo su venganza.
Nadie había sospechado de él en ningún momento. Todos tenía sus ojos puestos en Chanyeol, todavía demasiado pequeño para ocultar sus síntomas. Pero cuando Baekhyun despertó la enfermedad ya tenía trece, y siendo que el menor le había confiado todos sus pensamientos cuando inició la terapia, Baekhyun reconoció los síntomas de Chanyeol en sus pensamientos y acciones a las pocas semanas en que empezaran a manifestarse.
Al principio solo fueron pinchazos inofensivos en sus propios dedos, degustando el líquido carmín que brotaba de ellos, excitando sus papilas gustativas con cada gota. Eso mantuvo a Baekhyun entretenido por varios meses, pero no duraría mucho.
Cuando las heridas auto infringidas ya no le producían el placer que antes, fue el desafortunado turno de la mascota de la casa. El gato de pelaje gris no fue su única víctima, Baekhyun tuvo en su lista varios animales que le pertenecieron, y otros tantos de familias de su vecindario.
La excitación carnal vino años después de todo ello, y eventualmente el sexo se hizo más estimulante con el viscoso líquido de por medio.
Pero sin lugar a dudas, el clímax de sus sensaciones ocurrió la noche en que cumplió veinte años, cuando al fin tomó venganza por haberlo separado de su mejor amigo cuando era demasiado pequeño como para opinar o protestar.
Ver correr la sangre de la mujer vanidosa y la del hombre débil que no supo ponerle límites, hicieron a su interior retorcerse de placer, llevándolo a masturbarse con el recuerdo por años hasta el día de hoy.
Baekhyun sobrellevaba su condición en perfecto secreto, hasta que un día de casualidad, volvió a encontrárselo en la calle; alto, guapo y con esa sonrisa inconfundible. El destino había vuelto a colocar a Chanyeol en su camino, y esta vez no pensaba dejarlo ir.
Desde el reencuentro, no hizo falta un mes para que ambos cayeran enamorados. Chanyeol le contó de su vida, de que tenía un trabajo modesto con la paga suficiente para que no pasara necesidades, de cómo su madre se había vuelto a casar y poco a poco fue desentendiéndose de él por representar una carga en su nueva vida, y muchos otros pesares, pero lo que más interesaba a Baekhyun era su condición mental.
Empezaron a vivir juntos, y Baekhyun lo veía tomar sus medicinas a horario todos los días, viviendo un mundo perfecto de pareja, hasta que llegó la noche en que la frágil estabilidad mental del alto se vino abajo.
El castaño descubrió que, aunque la medicación lo mantuviera controlado, aún había un punto ciego en el tratamiento que llegaba cuando menos se lo esperaba, y hacía al menor perecer a sus instintos más bajos.
El día del colapso, Chanyeol empezó a actuar extraño desde la tarde, poniéndose irritable por pequeñeces, y llegando a discutir con Baekhyun en la noche, al punto de abandonar el departamento de un portazo. El bajito, reacio a dejar las cosas sin resolver, lo siguió hasta un antro, poniendo especial cuidado en no ser descubierto, y vio a Chanyeol abandonar el lugar minutos después aferrado a la cintura de un chico.
Baekhyun sintió sus ojos escocer por las lágrimas al ver a su novio devorándole la boca a su acompañante contra la sucia pared de un callejón, pero antes de que estuviera a punto de retroceder y desaparecer de allí, percibió el gruñido animal, seguido del grito sofocado y la lucha inútil del chico por evitar que el alto le destrozara la yugular con los dientes.
Quedó petrificado por un momento, viendo a Chanyeol beberse la sangre tibia que emanaba de la herida, chorreando por su mentón y goteando en el suelo, donde ya solo los pies del alto se movían, los del desconocido permanecían inertes desde hacía unos minutos.
Chanyeol había asesinado a una persona, allí, frente a Baekhyun, pero lejos de horrorizarse, los ojos del mayor parecían brillar como los de quien ha encontrado un preciado tesoro.
Después de eso, Baekhyun volvió al departamento en silencio, fingiendo dormir cuando oyó al alto llegar a casa y correr a encerrarse en el baño, donde tomó un baño por horas mientras el bajito oía sus sollozos por debajo del sonido de la ducha.
Hizo como que nada ocurría, volviendo a la rutina que acostumbraban, deseoso de volver a presenciar un brote como el de aquella noche. Pero la paciencia no era una virtud que caracterizara a Baekhyun, así que un día, consumido por sus ansias, cambió la medicación de su novio sin que él lo notara, con la esperanza de que ello acelerara el proceso, y vaya que lo hizo.
Chanyeol empezó a recaer con más frecuencia, hasta que al alto le fue imposible mantenerlo oculto. Entonces quiso romper lazos con el mayor, incapaz de arrastrarlo a su miseria, pero claro que Baekhyun no se lo permitió.
Enfundado en su disfraz de novio comprensivo, insistió en permanecer al lado del menor y ser incondicional para él, como no pudo serlo cuando eran niños. Y Chanyeol cayó por completo, ciego de amor y hambriento de cariño y comprensión, confiándole al lobo con piel de oveja, su vida entera.
Tras meses en la misma condición, el alto terminó renunciando a su empleo, y cayó en un estado depresivo, encerrándose en el cuarto de ambos y negándose a volver a tener contacto con cualquiera que se le acercara.
Solo le permitía a Baekhyun hablar con él, y fue decisión del mayor que ambos se mudaran de vecindario, a uno de los más peligrosos de la ciudad, donde no importara qué tanto gritaras por auxilio, nadie se atrevería a meter sus narices en asuntos que no le correspondieran.
Proyección, es como Baekhyun había aprendido a sobrellevar su enfermedad, claro que la suya era más bien una parafilia, y no algo tan grave como lo de Chanyeol.
Esa es la relación que ambos tenían; él amaría a su novio cada día, y cuando la sed de sangre atacara al menor, él le conseguiría una presa, calmando al alto y saciando su necesidad al reproducir el asesinato en su mente, dejando que el azabache cargara con la culpa y el remordimiento de haber matado nuevamente, mientras Baekhyun permanecía con la conciencia limpia, y nutría su debilidad por el sexo bañado en sangre luego de que el menor haya hecho el trabajo sucio.
Baekhyun volvió a acariciar la cabeza de su novio, que se había removido en sueños para acomodarse mejor. Ahora el piso a su alrededor se sentía pegajoso, al igual que sus cuerpos bañados en el mismo líquido.
El mayor terminó de lamer la sangre de los dedos ajenos empezando ahora con los suyos, paladeando el exquisito sabor mientras sopesaba la idea de pedirle a Chanyeol dejarlo ver la próxima vez que eso ocurriera. Incluso podía aventurarse y pedirle participar.
A fin de cuentas, todo es cuestión de persuación, pensó Baekhyun, sus labios ensangrentados dibujando una sonrisa torcida.
Park Chanyeol vivía en un mundo de mentiras, uno donde Baekhyun era un ángel que juraba ayudarlo a superar su enfermedad con sus caricias, recordándole que lo ama todos los días, comprendiendo sus impulsivos arrebatos y tolerando verse cubierto de aquel líquido maldito que agitaba a su ser desde lo profundo de su esencia, solo por permanecer a su lado.
Y Byun Baekhyun... Byun Baekhyun era un lobo vestido de cordero, uno que aunque fuera consciente de sus actos indebidos, no se arrepentía ni dejaría de hacerlos, quién sabe, quizás por miedo a perder la cabeza, aunque el temor de perder a quien amaba incondicionalmente era mucho mayor, a quien era perfecto para él.
FIN
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