Epílogo.

Los primeros días lo que más hicieron fue recorrer museos, una actividad que le encantó a Sero, Ashido y Midoriya pero que aburrió un poco a Bakugou. Lo bueno era que todas las noches iban a un restaurante diferente dónde él podía satisfacer su paladar con las maravillas culinarias de los italianos.

Los siguientes días, dos de ellos en especial, fueron de descanso. Mitsuki e Inko tuvieron una pequeña cita en uno de los barcos que pasaba por el canal de Venecia. Por otro lado, Yoru y Masaru fueron a recorrer una pintoresca catedral.

Mina tomo uno de esos días para invitar a Izuku a salir a un parque cercano con bellas estatuas y visitar otro museo.

Le dejo en claro, con todas las letras, de que era una cita.

Y el pecoso, extremadamente avergonzado pero feliz, acepto.

La noche previa al evento, el cenizo casi sufre un ataque de nervios ya que ambos le pidieron consejos sobre como debian arreglarse, qué cosas podrían decir y como actuar. Lo estuvieron molestando tantas horas que fue casi un milagro que no matará a nadie.

El azabache se aseguró de premiar la paciencia de su pareja con muchos mimos y besos. Pero algo bueno de su sacrificio, fue que al final de ese día la femenina y el pecoso volvieron tomados de la mano al hotel donde se hospedaban, visiblemente avergonzados y alegres.

Los adultos tomaron la noticia con alegría y fingieron que no la esperaban para nada, pese a que para ellos eran obvios desde un inicio los sentimientos de la femenina y el de ojos esmeralda. No quisieron agobiar a los menores con los detalles de sus declaraciones ni su cita, solamente los felicitaron y le dieron la bienvenida a la de cabello rosado a la familia.

Ese día fue en especial agotador, así que al siguiente todos se quedaron en el hotel, viendo un par de películas y compartiendo historias del pasado sobre el cenizo y el de pecas que la femenina y el azabache disfrutaron escuchar. Se la pasaron entre risas, pequeños pleitos y mucho amor familiar.

Para su casi último día en Italia, salieron a un pequeño viñedo acompañados de un guía.

— ¿Nos dejarán probar el vino? —cuestiono el azabache a su pareja.

—Tal vez —respondió el de ojos rojos para luego agregar en voz baja — ¿Trajiste eso?

No hay que malentender algo, las vacaciones fueron maravillosas para la pareja, conocieron un país hermoso y vasto, con una cultura muy bella. Pero tantas actividades al día los dejaban agotados por las noches, siendo así que pese a que el de pecas le cambio su habitación al azabache —a costa de los adultos que seguían sin saberlo— no habían tenido la oportunidad de tener sexo. Apenas ponían un pie en la habitación del hotel, se desmayaban en la cama.

Y eso los tenía bastante frustrados a ambos.

—Sí, está en mí bolso —confirmo el azabache —Aunque todavía no estoy seguro si será mejor hacerlo al aire libre o en las casas, Katsuki.

—Lo pensaremos cuando estemos ahí, cara plana.

La información que les dieron los adultos sobre aquel día era que lo pasarían explorando el viñedo junto con su guía y que después, muy posiblemente, pasarán la noche en unas casitas que tenían los dueños para sus huéspedes. Por eso, les habían pedido traer mínimamente un cambio de ropa y cosas de higiene básica. Ya que, mañana mismo debían irse a el aeropuerto para volver a Japón.

Así que a la pareja no le quedó más opción que decidir hacerlo en el viñedo. Algo que los ponía nervioso pero que debían reconocer era excitante.

El azabache tenía en su bolso el lubricante y un par de condones, que eran básicamente todo lo que necesitaban para poder hacer el amor.

Aunque tenía una pequeña inquietud al respecto que se estaba guardando y era que su novio todavía no le había dicho nada al respecto de sus posiciones.

Él quería ser el activo más que nada porque le encantaron los dulces y suaves gemidos que dio su novio la última vez que jugó con su cuerpo. Pero no le importaba si se daba al revés.

¿Debería preguntarlo sobre eso ahora o cuando estemos por hacerlo?

Hanta miro hacía su novio que estaba con la cabeza volteada para ver el paisaje a través de la ventanilla del autobús que los llevaría hasta el viñedo. Tenía una expresión tranquila y usaba una camisa blanca ligera, de la cual debajo tenía una camiseta pegada negra que hacía resaltar sus pequeños pezones. Era tentador rozar sus dedos en esa zona sabiendo lo mucho que eso alteraría al cenizo pero se abstuvo y se concentró en el importante.

¿Cuando debía preguntarle sobre quién sería el activo entre los dos?

Estaba tan inmerso en eso que ni siquiera se dio cuenta que Katsuki tenía la misma pregunta en su mente desde hacía varios días.

El sexo entre hombres era doloroso debido a que era anal. Se hacía por un orificio que no estaba diseñando para abrirse como ocurría en el caso de la vagina. Era intrusivo e incómodo, además que esa área debía estar lo más limpia posible para evitar infecciones de transmisión sexual.

Llevaba una larga y ardua preparación.

Cuando el azabache le dijo que quería ser quien se lo hiciera, el cenizo se imagino cientos de situaciones dónde estaba debajo de su novio alto, ligeramente musculoso y con el cabello suelto cayendo, siendo penetrado por él con delicadeza y amor.

Primero, le asustó lo fácil que acepto ser el de abajo, pese a que se podía considerar algo denigrante asumir el papel de la "mujer" en el sexo entre hombres. Segundo, se preguntó porque la idea le gustó tanto. Tercero, se cuestiono que sonido de mierda hizo para que el más alto lo considerará "lindo", ya que para él sonó como un gatito lloriqueando de forma patética.

Pero, en fin, Katsuki termino por prepararse para ser el de abajo. El problema era que su orgullo no le permitía decirle a Hanta que quería que le hiciera el amor.

Era demasiado vergonzoso, estaría en una posición muy vulnerable, entregaría su cuerpo de una forma que nunca imagino y bien, estaba enamorado de su estúpido novio hasta la médula, pero eso no quitaba el miedo que sentía por lo que estaban por hacer. Porque no era miedo al dolor, no, no se trataba de eso.

Era miedo a que terminara siendo decepcionante. O que el azabache, con su ojo de artista, encontrará algún defecto en su cuerpo. Le ponía nervioso, le hacía sentir inseguro pese a que se sabía atractivo para su pareja.

Era una mierda.

—Katsuki, ¿estás bien?

Una mano en su hombro y una voz dulce hablando cerca de su oído lo sacaron de sus pensamientos, haciendo que girará la cabeza y viera hacía Sero, estaba usando una gorra blanca y una ropa ligera, de tonos blancos y grises.

Bakugou no supo si era el calor o el hecho de que se dio cuenta que tuvo que estirar el cuello más de lo normal para verlo, pero mierda, su novio era bastante atractivo. Alto, con sedoso cabello negro y ojos ónix llenos de honestidad.

Y él solo quería besarlo y abrazarlo en ese momento. Más cuando se veía tan tonto intentando comprender lo que pasaba por su mente.

—Katsuki, Hanta-kun, darse prisa o los dejaremos en el camino.

Los adolescentes miraron hacía donde estaba Mitsuki junto con los demás y su guía. Estaban recorriendo el viñedo, muy alejados del punto de partida dónde estaban las casas y cuando llegaran hasta el final, el guía los llevaría a una vinoteca donde los adultos podrían disfrutar de un poco de vino y los menores de jugo de uva recién hecho.

No era una de las actividades que más estuvieran disfrutando, aunque el lugar era hermoso y las uvas deliciosas.

Así que el cenizo no se sintió culpable por decidir abandonarla. Siendo rápido y teniendo cuidado de que su madre no lo notará, piso el pie izquierdo de su novio con fuerza, causándole una mueca de dolor y un pequeño grito. Luego, le pasó un brazo por la cintura e hizo como si lo estuviera sosteniendo para que no se cayera.

— ¡Bruja, nosotros volvemos! —aviso dándose la vuelta con su novio que estaba realmente confundido por sus acciones — ¡Hanta se torció el tobillo!

— ¿Qué yo que? ¡Tú me pisaste! —acuso el azabache en un susurro.

— ¡¿Cómo que se torció el tobillo?! —grito la rubia preocupada — ¡¿Está bien?!

Antes de que Mitsuki pudiera seguir a los menores, Izuku la agarro de la mano y le sonrió tímidamente.

—Hum, m-mamá —tartamudeo debido a la vergüenza —Mejor déjalos ir. Kacchan puede cuidar de Sero-kun.

—Es cierto, ¡sigamos con nuestro recorrido, suegra! —se unió la de cabello rosado a la treta de su novio abrazando el otro brazo de la mujer —El día ya casi se acaba y ni siquiera llegamos a la mitad de este interminable viñedo.

Mina giro la cabeza para guiñarle un ojo a la pareja, en lo que ella y el de pecas se llevaba a una avergonzada rubia —que estaba feliz por como los menores se dirigían a ella— al frente del camino. Por otro lado, Masaru, Yoru e Inko solo les pidieron a la pareja que los esperarán pacientemente en las casas y que cómo podrían tardar mucho en volver, cenarán sin ellos y se fueran a dormir si estaban demasiado cansados.

Cuando estuvieron lo suficientemente alejados de su grupo, el de ojos rojos soltó al azabache que le miraba en busca de una respuesta por la agresión a su pobre pie.

—No sabes actuar —se excuso el cenizo primero que nada —Tenía que hacerlo parecer realista para que nos dejarán ir.

— ¿Y por qué tuve que ser yo la víctima, eh? —bufo el más alto —Pudiste haber fingido tú una torcedura. Además, ¿por qué querías irte? Te note distraído pero, ¿realmente te sientes mal, Katsuki?

A el cenizo le hizo avergonzarse que para su novio fuera tan fácil de leer, aunque agradecía el hecho de que no tuviera todavía la capacidad de saber con exactitud lo que le pasaba. De lo contrario, viviría en vergüenza la mayoría del tiempo.

Sin contestarle, lo tomo de la mano y lo llevo más rápido por el sendero que recorrieron previamente. El viñedo olía a pasto, uvas y estaba lleno de pequeños insectos. El camino de tierra era un poco difícil de transitar y hacia mucho calor ya que no daba sombra.

El azabache estaba seguro que dibujara aquel paisaje cuando estuviera en su avión devuelta en Japón, lo haría tal y como lo estaba viviendo. Pondría al cenizo en el centro de todo, rodeado por altas plantas que se enredaban hacía arriba, con gotas de sudor bajando del cuello hasta su espalda, con la mano grande tomando la suya fuertemente y el cielo azul en lo alto. Sería un buen dibujo. Uno de sus favoritos.

Y uno que mostraría el día más importante de su joven vida.

La casera hablaba exclusivamente en italiano y sin el guía, que funcionaba también como traductor, la conversación que mantuvieron fue bastante complicada. Pero finalmente, lograron hacerle entender que ellos iban a usar una de las casas del viñedo para descansar y ella les dio la llave con una enorme sonrisa, pare después anotar en un papel el horario de la cena.

La casa que les dio era muy pequeña, de un solo piso, un baño a un lado de una cocina minúscula y una habitación con un ventilador de techo funcionando debido al calor. Las paredes tenían un estampado floral y los muebles eran viejos pero estaban en un buen estado. Todo olía a jazmín mezclado con jabón de baño.

Sero se sentó en la cama y la escucho crujir bajo su peso, lo que demostraba que era bastante vieja pero el colchón se sentía muy cómodo. Puso sus codos sobre sus rodillas y miro hacía Bakugou que se había quedado a un lado de la ventana, con los rayos de sol pegando directamente en su rostro y haciendo ver los ojos rojos más brillantes de lo que eran.

Cuando el cenizo cerro la cortina de la ventana, dejando la habitación en penumbra, sintió un escalofrío recorriendo su espalda.

Empezaba entender porque se fueron del viñedo.

—Iré a tomar un baño primero —aviso el de ojos rojos —Luego...

—Espera —lo interrumpió el más alto —Katsuki, ¿estás seguro? ¿muy seguro?

El estudiante de gastronomía le vio con un pequeño rubor cubriendo sus facciones para después esconderse en su pecho. El azabache lo abrazo con cuidado, sintiendo su corazón y el suyo latiendo con la misma fuerza.

—Te dejaré ser quien me lo haga —susurro el más bajo y sintió a su novio apretarlo contra su cuerpo —Llegas a hacerlo mal y no volverás a tocarme.

No podía encontrar una mejor forma de declarar que quería que fuera el estudiante de artes quien le hiciera el amor.

En serio, con su personalidad, fue lo mejor que pudo conseguir.

Y para el más alto fue suficiente.

—Te trataré con todo el amor del mundo, hermoso —beso la frente de su novio —Gracias.

Katsuki sonrió levemente y se separó de su novio para ir hasta el baño. Se dio una ducha larga y limpió...esa área de su cuerpo, le que causó un dolor que se esperaba pero fue más soportable de lo que creyó. Luego, salió y el azabache se metió en la ducha. Lo espero sentado en la cama, con un boxer puesto —y no quería estar tan vulnerable— junto con los condones y el lubricante.

El sonido del agua de la ducha se escuchaba de forma opaca desde la habitación, lo que le daba cierta tranquilidad mezclada con ansiedad. Si alguien le hubiera dicho en su primer día de preparatoria que terminaría enredado con su compañero de dormitorio que arrojó su maldito uniforme por una ventana, habría golpeado al idiota que dijo tal locura. Pero bien, la vida resultaba impredecible y algunas cosas, como la incompatibilidad que había entre él y su novio fueron más un beneficio que una desventaja.

No tenían que ser iguales para amarse. Mientras fueran ellos mismo, por muy opuestos que sean, podrían seguir juntos. Porque amaban lo que el otro era.

El cenizo se sentó rígido en la cama cuando escucho que el agua se detuvo y después, escucho unos pasos acercarse a la habitación. Su novio entro vestido con una camiseta azul, un boxer negro y una toalla secando su cabello mojado.

Al verse a los ojos los dos tragaron saliva debido a los nervios.

Hanta dejo la toalla a un lado de la cama y se subió a la misma con cuidado, llegando hasta el más bajo que sentía su corazón en una pista de carreras. Pero irónicamente, apenas el de ojos ónix lo beso, se calmo y a medida que profundizaba el beso y subía su deseo, los nervios y la ansiedad fueron retrocediendo.

El azabache empujo hacia abajo a su novio en la cama y comenzó a acariciar los bordes de su cuerpo, sintiendo la respuesta a sus toques como pequeños suspiros y gemidos del cenizo. Poco a poco pudo sentir su pene endurecerse como el de su pareja y la camiseta que se puso fue también abandonada en el piso.

Estuvieron besándose por bastante tiempo, recorriendo el cuerpo del otro con sus manos y rozando sus miembros para disfrutar de la fricción que sentían. Cuando estuvieron lo bastante relajados y excitados, el azabache se separó de su novio y tomo la botella de lubricante para mojar sus dedos.

Mientras tanto, el de ojos rojos se quitó el boxer y tomo una almohada para ocultar su rostro en lo que su novio introducía el primer dedo.

—Uhmm —se mordió los labios sintiendo bastante incomodidad pero no dolor —M-Mete otro.

—No, espera un poco —se negó el más alto besando las mejillas y la frente de su novio —Ten paciencia.

Bakugou chasqueo la lengua pero colaboró, no exigió que volviera a introducir otro y se concentró en los movimientos que hacía el dedo del más alto en su interior. De adentro hacía afuera, con un sonido de chapoteo debido al lubricante frío. Y luego, en círculos. No dolía, era muy incómodo, pero incluso esa sensación fue desapareciendo.

—Hanta, o-otro —volvió a protestar pasado un tiempo.

—No eres nada paciente —soltó una risita el de ojos ónix besando los labios de la pareja —Bien, pero primero vamos a acomodarte.

Sero puso la almohada que su novio estuvo apretando fuertemente en sus brazo, en su espalda baja para elevar su trasero y así tener un mejor acceso a ese pequeño hoyito rosado que succionaba su dedo. Después, le introdujo el segundo dedo, lo que hizo que su novio soltará un fuerte gemido pero no parecía ser de dolor. Lo cual, para él era un alivio.

Y una tortura. Porque ver a su novio retorciéndose de placer por sus dedos le estaba pasando factura a su pene.

Paciencia, carajo. Paciencia. No quiero lastimarlo por no poder aguantarme.

El azabache contuvo la respiración y siguió dilatando a el cenizo e inicio con abrir sus dedos como tijeras. Su pareja gimió un poco más alto y pequeñas lágrimas brotaron de sus ojos, así que puso un poco más de lubricante para que la intromisión dejará de dolerle tanto y lo beso en su cara para distraerlo.

De paso, viendo que sus pezones rosados se habían erguido, aprovecho para jugar con ellos y succionarlos.

— ¡H-Hanta p-para con eso! —reclamo el cenizo rojo y excitado — ¡Ahhm! ¡S-Se siente raro, maldita sea!

—Si con raro quieres decir bien —le paso su lengua al pequeño pezón rosado y sintió como el ano del cenizo le apretó en consecuencia —Entonces, no veo porqué dejar de hacerlo.

— ¡Eres un...! ¡Ahhm! ¡A-Avisa antes de hacer eso!

El estudiante de artes había metido el tercer dedo en el ano del más bajo y lamiéndose los labios, decidió que ya estaba lo bastante dilatado como para pasar a la última fase.

Katsuki sintió un escalofrío cuando vio a su novio poniéndose el condón y acomodándose entre sus piernas. Inconcientemente, cuando él le tomo de la mano se la apretó con fuerza y también le abrazo la espalda con un poco de temor.

—Esta todo bien, Katsuki. Te tengo —susurro el azabache en su oído —Me gustas mucho. Te...te amo. Te amo.

El cenizo pudo sentir como su cuerpo ardió con aquella declaración y posteriormente, como dolió su parte baja ante el miembro que se abría paso dentro suyo. Pero logro tolerarlo hasta el final, respiro profundo y pudo sentir entre sus brazos a su novio temblando, aguantando para no correrse tan rápido.

Aún cuando él ya había eyaculado en su propio estómago ante la primera estocada. Fue demasiada estimulación para su cuerpo. Se sintió demasiado bien como para que pudiera soportarlo.

Se quedaron en silencio un momento. El de ojos ónix se sentía demasiado sensible como para pensar en moverse dentro de aquella maravillosa cueva húmeda y apretada que parecía devorarlo. Y el de ojos rojos después de su pequeño y rápido orgasmo —tan rápido que ni tuvo tiempo de disfrutarlo— se la pasó jugando con los mechones de cabello negro de su novio, hasta que recordó que no respondió a sus palabras de antes.

Era difícil decirlas cuando sentía que las estaba demostrando pero tampoco podía dejar a su pareja de aquella forma, ¿cierto?

—Hanta —lo llamo con la voz un poco ronca.

— ¿S-Sí? —tartamudeo el más alto debido a que la sensaciones eran demasiado para su cuerpo y si perdía el control por un solo segundo, terminaría eyaculando — ¿Te duele mucho, Katsuki?

El cenizo se rió en voz baja, se sentía bastante bien, un poco cansado por el orgasmo pero ser joven tenía sus beneficios y eso era que su cuerpo se recupera rápido. Ahora le preocupaban más otras cuestiones.

—Hanta, mírame.

El de ojos ónix obedeció pese a que sabía que sería contraproducente. Su pene estaba por estallar y ver la hermosa cara de su novio no ayudaría. En realidad, solo adelantaría lo inevitable.

Pero aún así, fue maravilloso mirar aquellos ojos rojos y observar la sonrisa que tenía su pareja en ese momento.

—Yo también te amo —dijo el más bajo en un tono de voz muy dulce y tocando el rostro de su pareja —Te amo.

Hanta sintió que podía llorar en aquel momento y tal vez lo hizo, pero no estaba muy seguro. Solo sabe que se inclino para besar a el cenizo, empujando ligeramente más su miembro en su interior y terminando de aquella forma la primera vez que hicieron el amor.

— ¡¿Ehhh?! ¡Diez por ciento! —reclamo la rubia — ¡Ese test debe estar mal!

—Ganamos la apuesta, Izu —celebro la de cabello rosado.

—Aunque tenemos que compartir las ganacias con Yoru-san —se rió el pecoso —Es increíble que hubiera apostado en contra de todos. Incluso de sí misma.

Al final, el grupo se volvió a reunir para la cena. Ya que sería su último día en Italia y sería muy trágico no pasarlo juntos. La casera les preparo una larga mesa en el patio, con sillas, velas y magnífica comida. La pasaron muy bien entre charlas y anécdotas, hasta que Mina propuso que todos jugarán un juego en parejas que tenía en su celular.

Era un test que media la compatibilidad. Y la idea del juego era apostar quienes tendrían la peor y la mejor compatibilidad.

Izuku y la ídolo resultaron ser, increíblemente, los que tenían la mejor compatibilidad con un 75%, seguidos de ellos estaban Yoru y Masaru con un 40%, después Katsuki y Hanta que obtuvieron un 35%, y por último, Mitsuki e Inko con el mísero 10%.

Yoru ganó las apuestas al decir que nadie llegaría al 80% pero que tampoco podrían ser menos del 5 %. La pareja apostó que nadie tendría un cien por ciento.

—Es que sabía que ese test no mide el amor —declaro la mujer de cabello azabache con una sonrisa —Por eso, no habría forma de que alguno ganará.

— ¡Aún así es injusto! —se quejo la rubia.

—Ya, ya querida —le calmo la de cabello verde —Toma una copa de vino más conmigo.

En lo que Inko calmaba a su pareja, Izuku y Mina pusieron un mantel en el suelo para acostarse a ver las estrellas, una acción que también copiaron Masaru y Yoru. Por otro lado, el azabache y el cenizo se quedaron en la mesa, el segundo con la cabeza apoyada en el hombro del otro y con los ojos cerrados.

— ¿Te duele mucho el cuerpo, Katsuki? —interrogó algo preocupado el azabache.

—Nha, solo estoy cansado y que mañana volvamos a estar metidos en un jodido avión no mejora mí ánimo —bufo el cenizo abriendo levemente los ojos — ¿Por qué sonríes, idiota?

—Pensaba que Yoru-san tiene razón —sonrió el azabache —Para el amor no se necesita ser compatibles, si no, ¿cómo es que tú te enamoraste de mí?

El cenizo se sonrojo y aprovechando que todos estaban distraídos, se separó de su novio y le dio un beso en los labios.

—Me enamoré de ti porque eres el indicado para mí —esquivo la mirada de su novio —Tan simple como eso, cara plana.

Bakugou volvió a apoyarse en el hombro de su novio y sintió como este le abrazo, lo que le hizo sonreír y que se dejará entregar al pacifico mundo de los sueños, sabiendo que tenía todo lo que quería en esta vida.

Un chico que lo amaba, una familia y un sueño por cumplir al lado de Sero.

Fin.

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