Capítulo 5
Sero volvió a su dormitorio a eso de las cinco con cuarenta y cinco, cuando supo que prefería ordenar sus cosas y pensar como persuadir a Bakugou sobre lo de los horarios que tendrían entre sus edificios, en vez de seguir escuchando el concierto —que se reanudó luego de la charla de su profesora— de Kaminari y Jiro.
Antes de empezar con eso, mando a la lavandería su uniforme. Si la pintura no se sacaba, lo usaría como chantaje contra el cenizo para que aceptará sus horarios.
El azabache ordenó su ropa en el armario, puso las maletas que no usaría por un largo tiempo bajo la cama, colgó un par de cuadros que se trajo de su casa —para no sentirse tan solo— en las paredes de su lado y luego, se tiró en la cama. En todo ese transcurso, se hicieron las siete de la tarde, Kaminari junto con Kirishima vinieron a buscarlo para bajar a cenar todos juntos.
Su compañero de habitación todavía no había vuelto.
Faltaba una hora para el toque de queda.
En el primer piso del dormitorio estaba una enorme sala de estar con un televisor, las mesas para comer y en el fondo, las cocinas.
Iida Tenya estaba llamando a todos. Yosetu Awase estaba junto el mismo chico rubio malhumorado que había visto el azabache en el edificio de artes, parecía alentarlo a presentarse.
— ¡Sero-kun, Kaminari-kun y Kirishima-kun, que bien eran los que faltaban! ¡Ya podemos acomodarnos! —anunció el de lentes dándole una mirada amistosa a los otros dos chicos —Tengamos una primera comida en orden y forma para poder terminar un muy buen primer día de clases y festejar que tenemos junto a nosotros a los talentos Awase-kun y Monoma-kun de la clase B.
Awase asintió en reconocimiento, una ligera sonrisa en su rostro. Contrario a él, el muchacho llamado Monona bufo y pareció querer salir cuánto antes de aquel lugar.
—Yo no tengo hambre —mascullo por lo bajo el rubio —Me quiero ir a mí habitación. En el otro edificio.
La atmósfera que comenzaba a tornarse agradable se vino a pico debido al comentario del chico, el azabache que estaba a su lado le dio un codazo y soltó una risa nerviosa. Una chica alta, con cola de caballo larga y una vestimenta recatada se puso al frente.
—Monoma-san, sabemos que debe ser difícil la adaptación pero intentemos llevarnos todos bien, ¿puede ser? —pidió con amabilidad —Sería una lástima perder a un buen amigo por...
— ¿Quién dijo en primer lugar que yo quería ser su amigo, eh?
Momo Yaoyarozou dio un paso al costado, visiblemente herida por la actitud del rubio. Las femeninas, incluida Jiro que peleó con su compañera la otra noche por la cama jodidamente grande que había metido en su dormitorio, se pusieron de su lado, dándole al rubio engreído unas miradas enojadas que lo asustaron un poquito.
—Yaoyarozou solo quería ser amable, no tenías que responder de esa forma —acuso la de cabello rosado — ¿Qué te hizo?
—Asumió algo que no quería como si lo supiera todo sobre mí o mis deseos —replicó el de la clase B cruzándose de brazos —Eso no me agradó.
—Ella no asumió nada, Monoma-chan —defendió una femenina pequeña de cabello verde oscuro y ojos del mismo tono —No tienes porque estar tanto a la defensiva.
— ¡Te estás pasando de grosero! —regañó Hagakure.
Hanta se sintió un poquito mal por el rubio que estaba siendo acorralado por las femeninas, pero se lo busco solo. Así que, se apartó de las cocinas que empezaban a ser un caos para salir por las puertas de los dormitorios hacía el exterior.
Tenya menciono que estaban todos en los dormitorios pero no había visto a Katsuki. Y, por algún motivo, dudaba que hubiera participado de la primera cena con toda la clase. Tratándose de alguien con tanto rechazo hacia otros, posiblemente, buscaría un lugar para estar solo.
El azabache tuvo la razón cuando encontró al cenizo vestido todavía con el uniforme deportivo sentado en las escaleras, los brazos apoyados en los escalones y la cabeza inclinada hacia arriba. Con cuidado, bajo hasta él, siendo visto de inmediato por los ojos rojos que seguían tan intimidantes como en el primer día.
— ¿Qué? ¿La cena ya se fue al carajo? —adivinó el cenizo volviendo la vista al frente con aburrimiento —Ese rubio estúpido ya debió haber empezado con su escándalo.
— ¿Lo conoces? —alzó una ceja con curiosidad el de ojos ónix pero el contrario no respondió —Bueno, sí. Armó un escándalo, las chicas se enojaron e Iida intenta volver todo a la normalidad. Misión imposible, si me lo preguntas.
El cenizo se rió en voz baja, con malicia, como si hubiera predicho aquel resultado desde un inicio y eso hizo a el azabache hacer una mueca de disgusto.
— ¿Acaso te parece divertido? —indagó sin ocultar la molestia en su voz.
—Bastante —contesto tajante el más bajo — ¿Qué mierda quieres? Ya llevas bastante tiempo aquí afuera.
—Te buscaba —admitió honestamente el de ojos ónix, olvidando por unos segundos su molestia para hablar con el otro civilizadamente —Lo de los horarios, ¿cómo lo haremos?
—Lunes y martes es tú turno. El miércoles descanso. Jueves y viernes mí turno. El fin de semana los edificios estan cerrados —fracciono fácilmente el cenizo —Listo, ya está. Ahora, lárgate.
Sero gruño pero acepto con todo gusto largarse hacía el interior de los dormitorios pero, en el último momento, sus piernas volvieron a las escaleras y bajo de dos en dos hasta estar en el piso delante de Bakugou. La mirada de fastidio escarlata no tardó en posarse en su persona.
— ¿Cuál es la trampa? —quiso saber desconfiado —Que de buenas a primeras dieras un horario justo me da un mal presentimiento, Bakugou. Dime cuál es la puta mentira.
La expresión del cenizo paso de irritada a enojada con un intervalo de cansancio. Había sentido sueño todo el día, todavía nada acostumbrado al cambio horario de Japón, que el estúpido que tenía adelante le jodiera sus momentos de tranquilidad era lo último que necesitaba. Se puso de pie, le vio por sobre el hombro y le contestó.
—No hay ninguna puta trampa, imbecil —le aseguro con fastidio —Mañana iré a tu maldito edificio.
Y sin dejar que el azabache le respondiera, entro en el edificio, importandole una mierda si la pelea en el interior había terminado, se fue hasta la sala y encontró justamente a quienes necesitaba.
Todoroki y Midoriya. Su hermanastro parecía estar intentando hacerse amigo del chico que compartía su mismo campo dentro de Yuei y el bicolor no oponía resistencia alguna a esto. Debía estar feliz de tener con quien hablar, ya que al ser el hijo menor del ministro de defensa japonés, no tuvo la oportunidad de hacer muchos amigos antes de entrar a la preparatoria.
—Deku, mitad-mitad —les llamó ambos que inclinaron sus cabezas al oírlo —Vengan.
— ¿Debo acostumbrarme a que nunca diga mí apellido o nombre? —cuestiono el bicolor hacía el de pecas.
—Sí, acostúmbrate, Todoroki-kun —dijo un resignado pecoso — ¿Qué pasó, Kacchan?
—Necesito un lugar donde dormir.
El de pecas sonrió con cierto cansancio y miro hacía su compañero de habitación, que seguía peleando con las femeninas e iba perdiendo. Monona Neito de la clase B, artes, orientación en actuación sería una verdadera pesadilla a tratar. Ya que el director le negó en reiteradas ocasiones su pedido para cambiar de dormitorios.
Él también necesitaba un lugar donde dormir. Pero no era el cenizo, él sí sabía cómo controlarse para no golpear a su compañero de habitación. O, al menos, podía intentarlo con más fuerza que el de ojos rojos que cedería a la primera provocación.
—Mí dormitorio está fuera de discusión, Kacchan. Te ayudaré si vienes a dormir a la sala —fue su solución para después mirar hacía el bicolor a su lado —Si no...Todoroki-kun, ¿te molestaría si Kacchan va a dormir a tu dormitorio?
—No, por mí estaría bien y no creo que a Shoji le moleste —respondió el más alto mirando hacía el cenizo —Pero, ¿por qué no quieres dormir en tu dormitorio, Bakugou?
—Porque cometería homicidio —contesto el de ojos rojos dando un bufido y dándose la vuelta —Te devuelvo el favor mañana, mitad-mitad.
Shoto alzó una ceja curioso por como le devolvería el favor Katsuki pero Izuku solo le dijo que no presionará por saberlo.
Lo vería mañana.
Hanta no pudo dormir en toda la noche y la razón de eso tenía nombre y apellido, Bakugou Katsuki.
Su compañero de habitación. La persona que no había vuelto a su dormitorio después del toque de queda. El chico con quién peleó infantilmente en las escaleras porque no le agradaba y no le creyó cuando hizo la división de horarios y ahora no estaba.
¿Era eso su culpa? Sí, tuvieron una discusión verbal. Pero esa no era razón para que el cenizo no volvería al dormitorio, ¿cierto?
Además, ¿donde podría estar? Su hermanastro compartía dormitorio con el chico rubio anti-clase A. No le veía entrando en aquel lugar.
¿Con Mina, tal vez? Los dormitorios de las mujeres estaban prohibidos. Los profesores fueron muy firmes que si un chico entraba al dormitorio de una chica —o viceversa— las sanciones disciplinarias que recibiría serían ejemplares y eso solo quería decir la expulsión.
Katsuki no parecía el tipo de persona que se dejaría expulsar por algo tan tonto. Pero bien, entonces, ¿donde carajos podría estar?
El toque de queda era por su seguridad, los profesores repetían eso constantemente, Momo y Tenya se tensaron al escucharlo cada vez, también Yuuga. Si no fuera por Denki —quién parecía saber todos los chismes de la academia— no sabría que la razón de eso era porque los tres habían sufrido secuestros durante su infancia. Todos a la salida de sus escuelas o dentro de ellas.
Yuei era segura pero no era una fortaleza si no una escuela, con un sistema de seguridad de calidad que consistía en cámaras de vigilancia, puertas seguras, profesores que se turnaban para vigilar algunas horas por la noche. No tenían perros, guardias u otros elementos.
Por eso existía el toque de queda.
Seguridad. La seguridad de sus alumnos.
El amanecer llego sin que hubiera pegado ojo en toda la noche, el más alto se levantó a eso de las seis con quince, no le gustaba madrugar pero debía hacerlo para usar las cocinas y prepararse su desayuno vegetariano usual. Además que le gustaba desayunar solo, en tranquilidad, en lo que se despertaba por completo.
Sería mejor hacerlo cuando en las cocinas hubiera menos estudiantes.
El azabache empezaba a abrocharse su camisa —sin pintura, gracias al cielo— cuando la puerta se abrió ligeramente, dando entrada a una cabellera ceniza y vio unos ojos rojos que le devolvieron la mirada desde la entrada.
Por un instante, solo vio a su compañero de habitación con el uniforme de Yuei, el de clases. No el deportivo. La camiseta blanca planchada, con la chaqueta puesta, sin la corbata roja y los pantalones holgados, como si hubiera dispuesto de todo el tiempo del mundo para prepararse aquel día.
Tiempo que él desperdicio preocupándose por su paradero.
El enojo surgió sin que pudiera frenarlo.
—Hasta que apareces, Bakugou —bufó por lo bajo dándose la vuelta para encararlo — ¿Se puede saber dónde rayos estabas? ¡No volviste en toda la noche!
— ¿Desde cuándo te debo explicaciones, idiota? —respondió con molestia el cenizo, entrando en la habitación solamente para tomar unos libros de su escritorio y tirarlos dentro de su mochila —Lo que haga no es de tu incumbencia.
—Puede haberle dicho a la administradora que no estabas —indicó el azabache sintiendo la tensión formarse en los hombros del contrario —Habría armado un escándalo. Estarías en problemas.
Bakugou se quedó en silencio y por primera vez, el azabache vio que estaba pensando con seriedad golpearlo. No sabe cómo distinguió aquella diferencia entre el deseo del cenizo de querer golpearlo y la súbita certeza de lo que haría. Tal vez fuera por la forma en la que se le acercó y la piel se le erizó en consecuencia, por como sus pies fueron retrocediendo lentamente hacía atrás hasta que quedó con la espalda apoyada en la pared y los ojos rojos brillaban, en una mezcla de enojo e irritación que le cerró la garganta.
Genial, voy a morir.
Sero ya se estaba preparando para recibir el golpe. Sus brazos temblaban, igualmente sus piernas, pero tenía la determinación de no ser el único en salir herido en aquella batalla.
Sin embargo, al final, el cenizo se alejo dos pasos de él, dejándole respirar con normalidad, haciendo que su corazón volviera a latir de forma más lenta. Lo escuchó suspirar con fastidio y luego, sintió sus manos en su cabello, le mantuvo la cabeza hacía abajo.
Pero no sintió el miedo aterrador de antes recorrerlo al ser incapaz de ver aquellos ojos rojos.
—Escúchame pedazo de mierda, le dices a alguien una palabra de esto y estás muerto —advirtió el cenizo —No vuelvas a meterte en mis asuntos.
El más bajo soltó el cabello azabache y salió del dormitorio, dejando al de ojos ónix solo y escuchando de fondo, el ruido de un puño estrellándose contra la pared.
Vaya, el larguirucho tiene sus momentos.
Katsuki sonrió de forma engreída. Hanta era una perro que ladraba pero no mordía, manso y amable como todo canino.
Por otro lado, él era como un gato, que disfrutaba jugar con su comida antes de destruirla en miles de pedazos para comerla.
Si el más alto quería intimidarlo, tendría que hacer algo mucho más drástico que ladrarle.
Claro, si se atrevía.
Todoroki era un poco más bajo que Sero pero era intimidante con aquella cicatriz bajo su ojo izquierdo y expresión sería. En cambio, Shoji se valía de una contextura gigante y alta para hacer que su presencia tuviera peso. Daba miedo a simple vista.
Cuando ellos lo acorralaron en el pasillo rumbo a las cocinas, Sero solo pudo preguntarse si de alguna forma, Bakugou había conseguido que ellos fueran a terminar lo que pasó en el dormitorio.
Pero las palabras del bicolor cortaron de tajo aquella posibilidad.
—Sero, pelea todos los días con Bakugou —dijo con toda la seriedad que podría almacenar su voz —Por favor.
—Por favor —se unió el alto chico de cabello blanco.
El azabache paso de la confusión a la tranquilidad —al saber que no era un objetivo para aquellos chicos— para luego, nuevamente, estar confundido respecto a la situación. Intento disimular que aquel pedido no le dejo tan aturdido pero fue difícil, su rostro era muy expresivo y esos dos lo notaron perfectamente.
Pero, para su suerte, ninguno menciono nada.
— ¿Y por qué quieren eso? —quiso saber con curiosidad y para quitarse la confusión que traía consigo.
En respuesta, ambos chicos alzaron dos cajas de bentos. La del bicolor estaba envuelta en un pañuelo rojo y la del robusto albino en uno verde. Sin palabras, el de ojos ónix entendió algo. El cenizo les habia dado aquella comida.
Pero, ¿por qué lo habría hecho? Sí, era un estudiante de gastronomía, pero no del tipo que amablemente le haría el almuerzo a sus compañeros de clase.
Así que, ¿cuales fueron sus razones?
No se podía quedar con Midoriya, entonces, ¿fue al dormitorio de Shoji y Todoroki? ¿y eso le pareció mejor que volver a nuestro dormitorio?
Bueno, era una posibilidad. Pero al azabache no quería confirmarla. Es más, después de lo pasado en pleno inicio del día con el de ojos rojos, no tenía deseos de convivir con él en lo absoluto.
—No se preocupen por las peleas —dijo finalmente luego de un largo rato en silencio —Bakugou ya me dejó claro que no me metiera con sus asuntos.
— ¿Lo hiciste enojar? —cuestiono el bicolor con cierta alegría.
—No...bueno, sí, pero no importa —se escabulló entre ambos chicos —Me voy a desayunar. Nos vemos.
Menzo le respondió el saludo para después mirar hacía Shoto que se veía bastante alegre y sin poder evitarlo, una pregunta se le escapó de sus labios, cuando Hanta ya no estuvo lo suficientemente cerca como para escucharla.
— ¿En dónde habrá estado Bakugou toda la noche? —le interrogó a su compañero de habitación.
—No lo sé. Pero mientras le cubramos diciendo que estuvo con nosotros, él nos seguirá haciendo el almuerzo —contestó el de ojos desiguales —Es lo único que me importa. Midoriya tuvo razón cuando dijo que la recompensa valía la pena. La comida de Bakugou es increíble.
Sí, tan increíble que de un solo bocado los volvió a ambos sus encubridores.
—Espero que lo aceptes, Bakugou.
Midoriya estaba recostado contra el hombro del cenizo, medio dormido debido a que Monoma se quejo hasta altas horas de la noche —en sueños— de su mala suerte y la estúpida clase A. Deseo en numeradas ocasiones taparle la boca con una almohada pero se contuvo y el resultado era que ahora dormía en el hombro de su hermanastro. El punto positivo es que estaba presenciando cuando Kirishima se acercó hasta ellos en la cocina y tímidamente, le pasó a Bakugou una bolsa llena de bollos rellenos con crema pastelera.
El cenizo adoraba los bollos rellenos con crema pastelera.
—Ashido menciono que te gustaba lo dulce y pedí esto a una pastelería cercana, tuve que darle uno a la administradora por hacerme el favor de recibirlos en la entrada ya que...sabes, no podemos salir —soltó una risita nervioso el pelirrojo —Lamento lo del otro día, ¿podemos empezar otra vez? Me llamo Kirishima Eijirou, ciencias sociales.
El de ojos rojos miro la bolsa, la mano extendida del pelirrojo y por último, a el pecoso quien bostezo y se alejo de él pero le siguió viendo. Esperando su siguiente movimiento.
Y como si lo hubiera anticipado, cuando tomo la mano del dientes puntiguados, el de ojos esmeralda sonrió de oreja a oreja y asintió con aprobación.
—Bakugou Katsuki, gastronomía —tomo la bolsa y saco los bollos, poniéndolos sobre la mesa —Un gusto, cabello de mierda.
—Kacchan —regañó el de ojos esmeralda —Apodos groseros no.
— ¡Es un gusto, Blasty!
Katsuki giro su cabeza rápidamente hacía Eijirou quien sonreía reluciente, ignorando la mueca iracunda del contrario por aquel apodo e Izuku no supo si reírse o preocuparse porque parecía haber aparecido la primera persona que no tenía miedo por la ira del cenizo.
Ah, genial. Yuei sería tan divertido.
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