Capítulo 4
Bakugou soltó a Ashido en el suelo apenas estuvieron en el patio, dejando que su trasero diera con el pasto y como se esperaba, ella intento patearlo —sin éxito— en venganza.
— ¡Eres un patán, soy una chica! ¡Ten un poco más de delicadeza!
—Me usaste como tu jodido chivo expiatorio. Como te trate es lo de menos —se cruzó de brazos el cenizo —Dime ahora a qué mierda te refieres con que te están acosando.
Ya que esa fue la razón por la cual ayudo. Porque le gustará o no, conocía a la chica delante suyo desde que tenía trece años, había estado en cada prueba de vestuario que su madre le había hecho y trato con ella incontables veces. Era energética, alocada y jodidamente molesta pero le agradaba. No era la típica ídolo mimada, por eso su mamá en primer lugar accedió a hacerle sus atuendos. Mina Ashido era especial y mierda, bien, era su amiga por mucho que no le agradará reconocerlo.
Cuando se subió sobre sus piernas y lo abrazo, no la empujo como sería lo normal —no le gustaba el contacto físico, mucho tiempo en los metros de una ciudad llena hacían que un niño en desarrollo tuviera fobias a ciertas cosas— porque le susurro en el oído "ayúdame, me están acosando. Ponte de mí lado". Y sabía con que de su lado se estaba refiriendo a que asumiera su relación con ella.
Porque si no estaba sola como se creía, el que quisiera molestarla lo pensaría dos veces sobre si valían las consecuencias por hacerlo.
Analizaría si valía la pena hacerlo enojar a él.
—Se supone que es el primer día de clases pero ya en mí casillero había flores y otras cosas. Estoy acostumbrada a eso, incluso a las cartas poco amistosas por parte de otras mujeres —se puso de pie la de cabello rosado, sacudiendo la tierra que le quedó en la ropa por la abrupta caída —Pero la carta de un chico me dio...mala espina.
El cenizo alzó una ceja y la femenina saco de su chaqueta un sobre rosado, con una carta de amor que realmente era tétrica. El enamorado hablaba sobre la suerte de estar en la misma escuela que su ídolo favorita, que podría tomar su cabello rosado para coleccionarlo y admirar su tez morena en la cercanía, que incluso podría tomar algo de su ropa interior de tener la oportunidad. Sí, aterrador, pero no era la peor de las cartas que la femenina hubiera recibido.
El problema era que estaba en Yuei, no en Estados Unidos, donde sus agentes se hacían cargo de los acosadores recurriendo a la policía y tenía seguridad gran parte del día con ella. En los dormitorios, su única seguridad era un cerrojo que pese a ser eléctrico y mecánico, podía ser derribado fácilmente por cualquier adolescente inteligente.
Además, si hablaba sobre su problema con el director, corría el riesgo de que los otros estudiantes hablaran de que estaba haciendo un escándalo innecesario por la carta de un fan obsesivo pero inofensivo.
—Yuei es muy lindo, me encanta estar en un internado sin tener que trabajar por tres años, son como vacaciones —se apoyo en la pared del edificio y suspiro con melancolía —Pero debí tomar en cuenta estos detalles. Fui ingenua, Katsuki, ¿qué se supone que haga ahora?
—Ya jugaste tus cartas al usarme a mí, estarás bien —aseguró el de ojos rojos rompiendo la carta en trozitos —Si identificas al bastardo que te mando la carta, dímelo y hablaré con él. Le pediré amablemente que te deje en paz.
Mina sonrió de oreja a oreja, recobrando el buen ánimo y la seguridad que antes no sentía al estar sola en la academia lidiando con estos problemas.
—Eres el mejor. Pero que no se te suba a la cabeza —hizo un puchero la femenina —Apenas me deje en paz, no te volveré a molestar, ¡iré a hacer amigas y vivir una vida de preparatoria como una chica normal!
—No veo como sea posible eso cuando tu compañera de dormitorio no te dirige la palabra —señalo el cenizo con malicia —Ya te cree una completa niña caprichosa y egoísta con un gusto horrible por el color rosado.
— ¡No pensé que pintarían todo el cuarto! ¡Juro que les pedí solo mí parte! ¡Ahora llame otra vez a los de mantenimiento para que pusieran su lado de blanco como estaba antes!
Bakugou siguió burlándose un rato más del desgraciado inicio de Ashido con Asui como compañeras de habitación y por un breve momento, tuvo la idea de pintar el lado de Sero de aquel rosado chillón que era la habitación de la femenina.
Podría ser divertido pero no valía el esfuerzo. Y seguramente, el estudiantes de artes tendría una idea para usar aquella pintura a su favor.
Sero estaba fascinado y bastante contento de que Kaminari pudiera expresar aquellos sentimientos mejor que él mismo.
— ¡Es gigante! ¡Increíble! ¡Ahh, yo quiero el piano! ¡El piano!
El edificio del campo de artes era simplemente hermoso, el primer piso era un pequeño teatro para los estudiantes de actuación y danza, para que pudieran practicar ahí, en un espacio muy realista de lo que les esperaba en el futuro. En el segundo piso, había habitaciones muy grandes y faltas de muebles, pero con herramientas para los estudiantes de escultura, también había escaleras para que pudieran trabajar cómodamente sobre los bloques más grandes del material que tuvieran. El tercer piso era para los estudiantes de música, salas insonorizadas con miles de instrumentos a su disposición, aunque podían traer los que fueran propios si querían. Finalmente, el cuarto piso era para los estudiantes de dibujo, salas con todos los materiales artísticos necesarios a su disposición, las ventanas iluminaban todo el lugar y tenían lugar para todos.
Lo que hacía hermoso al edificio en sí eran las pinturas que había en sus paredes, las esculturas en las esquinas, la música pasando por los parlantes. Todo fue hecho por los estudiantes de generaciones pasadas de Yuei, lo que le daba un aire juvenil aún con el paso del tiempo.
—Me alegra ver que disfrutan de nuestras instalaciones, jóvenes.
Yamada Hizashi adoraba darles el tour del edificio de artes a los estudiantes de primer año, los niños siempre hacían muecas de asombro que valía la pena fotografiar en su memoria y colgar en las paredes de sus recuerdos. A él le tocaba darles un par de clases al mes, pero mayormente, el edificio se dejaba a disposición de los estudiantes para que hicieran lo que quisieran.
Al menos, durante el primer año. En segundo y tercero sí que tendrían un par de materias más teóricas y técnicas respecto a sus orientaciones dentro del edificio.
Pero los niños no debían saber de eso todavía. Que fueran felices en la ignorancia.
—Bien, bien —aplaudió el profesor de cabello largo rubio y bigote —El horario para los del primer año de usar el edificio es a partir de las una de la tarde hasta las tres. Los de segundo están aquí a las tres con quince hasta las seis y los de tercero desde las seis y media hasta las nueve. No está permitido que estén los distintos años en un mismo horario, así que respeten sus turnos o tendrán una sanción.
El azabache asintió, aunque noto que el rubio a su lado hacía pucheros junto con Jiro quien también era de artes —misma orientación en música— y parecía tener la exacta idea de su amigo de quedarse en aquel edificio todas las horas que pudiera. Aparte de ellos, los acompañaban Shoji, Aoyama y Hagakure. El primero de artes y el segundo de actuación y la tercera de danza.
Era una sorpresa que Mina Ashido no estuviera al ser una ídolo internacional. Aunque, para empezar, ella estaba en el campo de ciencias sociales.
¿Por qué una ídolo elegiría ciencias sociales en vez de artes? A el de ojos ónix se le hacía curioso.
—Tambien, las clases A y B deben compartir las salas, ¿de acuerdo? —continuó hablando el profesor llamando la atención de los estudiantes —No toleramos peleas entre ustedes por temas infantiles, sean maduros al compartir el espacio y consultar a los profesores que estarán por aquí. Ellos no les darán clases, pero sí vigilarán lo que hagan.
— ¿Será como tener hora libre? —levantó la mano entusiasmado el de ojos dorados.
—Yes, ¡lo entendiste! —felicitó el rubio —Bien, siendo eso todo, pueden ir cada uno a su piso o estar en los otros.
Hanta quería subir cuánto antes al cuarto piso pero Denki le convenció de quedarse en el tercero para un "pequeño concierto" que abrieron él y Kyoka, que pese a su terquedad inicial, termino cediendo ante la insistencia del rubio. Hacían un grandioso dueto, Tohru bailaba de un lado a otro arrastrando con ella a Yuuga que le seguía el paso como podía, Mezo se quedó en una esquina pero no parecía disgustarle estar ahí con ellos y los demás parecían disfrutarlo bastante.
Bueno, todos menos uno, un chico alto de cabello rubio con ojos azules que se quedó recostado en una esquina con una expresión de enfado e irritación. Una chica rubia que parecía extranjera estaba a su lado, diciéndole algo en un precario japonés —tenía un acento estadunidense muy marcado— para calmarlo que no parecía surtir efecto.
El azabache intento ignorarlo y disfrutar del concierto, pero no logró hacerlo cuando una profesora ingreso en la sala que estaban usando y pidió que pararan la música unos momentos. Era una mujer muy bonita, con curvadas marcadas y largo cabello azabache, tras unos lentes ovalados tenía unos agudos ojos azules.
—¿Todos los de primer año están aquí, no? —quiso saber la profesora, recibiendo una respuesta positiva por parte de los estudiantes —Perfecto. Necesito darles una noticia que Yamada-sensei olvidó comentarles.
A la mayoría de los adolescentes por el tono que uso la profesora asumieron que en vez de "olvidarlo" el profesor rubio no había querido decirles antes aquella noticia.
¿Qué clase de noticia sería?
—Para empezar, me presentaré para quienes no me conocen, soy Nemuri Kayama, profesora de biología —sonrió la azabache —Soy también ayudante en los laboratorios de los estudiantes de ciencias naturales. Es un gusto conocerlos.
¿Lavatorios? Vaya, este colegio realmente tiene de todo.
En lo que Kayama daba su presentación, Kaminari y Jiro se acercaron hasta donde el azabache estaba sentado, el rubio con las mejillas rojas por tanto cantar y la femenina con la guitarra sobre las piernas. El espacio se redujo considerablemente e incómodo al más alto que sé hizo, discretamente, hacía atrás en la pared para apoyarse lejos de aquellos dos.
En su defensa, su espacio personal era valioso.
—Ahora lo que Yamada-sensei se olvidó de decirles tiene que ver con las medidas del director Aizawa con lo de trabajar en equipo. Deberán turnarse con sus compañeros de dormitorio para elegir que días vienen a el edificio de artes y que otros van a los edificios de ellos. Para aprender juntos.
Todos, sin excepción alguna, empezaron a quejarse. La mayoría ya había pensado que podrían estar en el edificio de artes todos los días después de clases, no que habría que tener turnos para hacerlo y mucho menos que ellos tendrían que ir a los edificios de los otros campos.
¿Para qué lo harían? En ciencias naturales su edificio consistía en tres secciones, los laboratorios, el invernadero y el taller, muy peligroso para que alguien que no sabía nada caminará por ahí libremente. El edificio de ciencias sociales era también la biblioteca de Yuei, con estanterías enormes llenas de libros sobre historia, política, geografía, filosofía, etc. Lo único bueno eran los sofás mullidos destinados a los traseros de los estudiantes que pasaban horas y horas ahí leyendo y leyendo sin parar
Finalmente, estaba el lugar correspondiente a gastronomía.
Llamado la frontera entre el invierno y el verano o "frontera" a secas para abreviar. Debido a que el edificio era de un solo piso pero con un sótano con un congelador gigante. Por lo tanto, en las cocinas, era siempre verano, los estudiantes morían de calor. En el sótano, donde se almacenaban los alimentos, era el invierno dónde la persona que fuera a buscar algo terminaría helado hasta los huesos en cuestión de segundos.
Un lugar que de entretenido no tenía nada.
— ¡Chicos, hablen uno a la vez! ¡Uno! —regaño la profesora al ver el caos que se había desatado — ¡Es solamente dividir sus horarios con su compañero de dormitorio! ¡No es tan difícil!
El azabache se llevó una mano a la cabeza y gruño, mientras se escondía entre sus rodillas y escuchaba al rubio hablando sobre las formas de convencer a Kirishima de ir los cuatro días a el edificio de artes y uno a la biblioteca de Yuei. Por otro lado, la azabache bufaba, mencionado que no creía que a Yaoyarozou le gustará visitar un lugar tan alborotado.
"No es tan difícil". No, es jodidamente imposible.
Si sus compañeros creían que no era posible ponerse de acuerdo con la persona que compartían su dormitorio, ¿qué quedaba para él que tenía a Bakugou Katsuki por compañero?
Mierda, era la peor noticia de todas.
El chico robusto de cabello pelirrojo parecía realmente perdido con la noticia mientras que Bakugou solo podía pensar en ir hasta la oficina del director mendigo a zarandearlo hasta que le dijera porqué mierda tomo esas medidas en su año.
¿No pudo hacerlo antes? ¿Después? ¿Por qué justamente ahora tuvo que ser? Ya odiaba la idea de compartir con otra persona, verse obligado ahora a tener que ir con esa otra persona a su edificio y no poder estar en el suyo le sacaba de quicio.
El cenizo no quiso seguir escuchando al profesor, se dio la vuelta y salió de las cocinas. De todos modos, había demasiada gente para usarlas, volvería en la noche.
Cuando ni siquiera los estudiantes de tercer año estuvieran. Entonces, nadie podría decirle nada, ¿verdad?
Esa idea le subió un poco el ánimo en lo que se encaminaba al invernadero que pese a pertenecer a los estudiantes de ciencias naturales, los de gastronomía también lo usaban. Ahí se cultivaban ciertos alimentos aparte de plantas y flores extrañas usadas en farmacología. Tenía curiosidad por ver cómo era.
El cenizo caminaba con la campera del uniforme atada en su cintura, todavía era primavera pero hacía mucho calor en las tardes y el invernadero era húmedo. Debajo tenía una musculosa negra, algunas chicas en el edificio de ciencias naturales le vieron desde la ventana. Asui que era una de ellas le saludo y como fue una de las personas que recogió su uniforme aquella mañana, no pudo ser grosero e ignorarla. Le devolvió el saludo, causando conmoción entre las otras femeninas que no tardaron en interrogar a la de cabello verde al respecto.
Que irritante.
Katsuki negó con la cabeza, dirigiéndose hasta las puertas del invernadero abiertas y pasando fácilmente por ellas, sintiendo en su piel el ambiente ligeramente más húmedo, el olor a tierra y ciertos pesticidas en el lugar. Las secciones del invernadero estaban separadas y había algunas al área libre, se saltó las partes que eran de plantas y flores para ir directamente hacía donde había hortalizas y vegetales.
Una buena comida necesitaba una materia prima de cierta calidad. Ni él podría cambiar aquella verdad.
El de ojos rojos se arrodillo en el piso, sin importarle la tierra en su pantalón, para ver de cerca las zanahorias que se estaban cultivando. Se concentró tanto en eso que apenas percibió el zumbido de su celular en su pantalón y al sacarlo, leyó que quien quería su atención no era su mamá como había esperado.
Bueno, sí era su mamá. Pero él entendía la diferencia hecha dentro de su cabeza.
—Hola, Inko-san —saludo en un tono amable al contestar — ¿No es un poco tarde por allá?
La diferencia horaria entre Japón y Estados Unidos era de diecisiete horas. Así que, mientras ahí eran las tres de la tarde, allá debían ser las cinco de la mañana. Y el de ojos rojos sabía que sin importar que tan loca estuviera su madre con su trabajo —que sí lo estaba y bastante— no trabajaba hasta esas horas ni tampoco la mujer de cabello verde que lo estaba llamando.
— ¿Sucedió algo? —indagó algo inquieto porque le hubiera pasado alguna cosa a esas mujeres en su ausencia.
—No, claro que no, Katsuki. Micchan y yo estamos bien. Me desperté tan temprano para poder llamarlos a ti y a Izuku, los extraño mucho.
El cenizo paso una mano tras su cabeza, rascando su nuca y murmurando una palabrota —debido a la vergüenza— que hizo reír a la mayor al otro lado de la línea. Inko siempre fue demasiado honesta, afectuosa y cariñosa, lo desarmaba por completo, sin importar que tan duro y maduro que quisiera parecer delante de ella, la mujer con facilidad lo reducía a su "pequeño niño" que se dejaba abrazar y querer por ella.
Era vergonzoso en extremo.
Y por eso, la consideraba su madre. Aún si nunca se atrevió a llamarla como total, igual que Izuku que no lo hacía con Mitsuki.
— ¿Cómo les va en la academia? Izuku no nos contó mucho y no logré hablar contigo porque me dijo que estabas cansado del viaje —continuó hablando la mujer — ¿Cómo...estuvo el viaje con tu padre? ¿Salió todo bien?
—El auto no explotó —respondió secamente el menor.
—Katsuki, sarcasmos no, dime la verdad —reclamo la femenina en un tono preocupado —Micchan y yo estábamos preocupadas por ti, no queríamos ponerte en una situación tan incómoda. Podrías decirme si Masaru-san hizo el esfuerzo de hablar aunque sea un poco contigo para hacer más agradable el viaje.
Bakugou se mordió los labios, viendo hacía las naranjas zanahoria y recordando la expresión incómoda de Masaru Bakugou, que para ser un abogado, el hombre no pudo esconder su sentir al verlo. Todo su rostro reflejos un solo sentimiento, incomodidad. Estaba tan o incluso más incómodo que él cuando se vieron, tenía la mandíbula tensa, sus manos se movían nerviosamente a sus costados y si no fuera porque Midoriya hablo de irse de una vez del aeropuerto para no llegar tarde a Yuei, quien sabría si el hombre se hubiera movido de su lugar.
No le dirigió la palabra, solo le miró de arriba a abajo con aquellos ojos cafés tras un par de gafas rectangulares y debió encontrarlo desagradable idéntico a su ex-esposa porque no volvió a verlo después de eso. Ni siquiera por el espejo retrovisor del auto o en la entrada de Yuei al despedirse.
Masaru solo le dijo "hasta pronto" cuando sus maletas quedaron sobre la acera de la academia y el cenizo únicamente pensó que su padre pudo haberle ahorrado aquella mierda de incomodidad si sabía que iba a comportarse de esa manera.
Pero no podía contarle eso a Inko que estaba al otro lado del mundo. No porque se lo diría a Mitsuki —que lo haría debido a que él era su hijo— si no ya que no quería preocuparla por una tontería como aquella.
No importaba.
En serio, no importaba.
— ¿Katsuki, tesoro? ¿Me escuchas? ¿Hola...?
—Hay mala señal, estoy en un invernadero —se puso de pie y camino hasta salir del lugar, escuchando un canto de aves a lo lejos —Lo siento, Inko-san. No escuché lo último que dijiste, ¿qué era?
Hubo un breve silencio pero después, la voz amable y tranquila de la mujer volvió a escucharse.
—Quería saber cómo les estaba yendo en Yuei.
Katsuki no se dio cuenta que había contenido la respiración hasta que exhaló profundamente y luego, le contó a Inko como iban progresando Izuku y él en Yuei. Omitiendo, obviamente, el uniforme arruinado de Sero Hanta en su primer día de clases.
Y ella no volvió a mencionar a su padre y el viaje en auto.
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