Capítulo 39
Las clases se suspendieron por un periodo de dos semanas. El director Aizawa dio una disculpa a todos los padres de forma pública y privada por no haber protegido adecuadamente a sus estudiantes. Les brindo asistencia psicológica gratuita a aquellos que la necesitaran.
Isayama Ken se tomó vacaciones. Un nuevo profesor lo estaba reemplazando por un tiempo indeterminado.
Las investigaciones de la policía revelaron que el objetivo de la mafia de los cuervos negros —la cual, por suerte, tenía a la mayoría de sus miembros en espera de un juicio— eran las familias Yaoyarozou e Iida, las cuales poseían un capital extremadamente alto aunque menor en comparación con la fortuna de la familia Todoroki. Pero no querían secuestrar directamente al hijo menor de Enji Todoroki, el ministro de defensa nacional del país y lidiar con las consecuencias de eso.
Por supuesto, secuestrar a los veinte estudiantes no era su plan inicial. La idea era transportarlos a una ubicación donde podrían ser encontrados y llevarse a los hijos de las familias poderosas que podían manipular. Pero Chisaki fue ambicioso y creyó que pedir un rescate por cada niño le daría una ganancia inimaginable, así que siguió adelante con un plan poco elaborado. Después de todo, pensó que los adolescentes estarían muy asustados como para hacer algo por su cuenta y sus hombres podían controlarlos.
Gracias a los cielos, se equivocó.
Pero, desgraciadamente, lo que hizo generó grandes secuelas en los adolescentes.
—Lo siento muchísimo, en verdad, lo siento. Lo siento.
Hanta estaba cansado de escuchar las disculpas de Momo, que luego de enterarse que el secuestró fue —en parte— por su causa, no paraba de ir con cada estudiante de la clase A para pedir por su perdón.
Ella no tenía porqué hacer eso. No era su culpa.
—Yaoyarozou, levanta la cabeza, por favor —pidió el más alto —Ya te lo dije. No es tu culpa. No debes disculparte por eso.
La femenina alzó la cabeza, tenía la tez pálida y ojerosa, llevaba un vestido blanco corto y una mochila. Los últimos días, se la pasaba yendo y viniendo entre su casa y la de Tenya. Buscaba ser útil de alguna forma pero todo lo que provocaba en el azabache era una sensación de incomodidad.
Si venía mañana también, por muy grosero que fuera, le diría a su madre que no la dejara entrar.
—Debo hacerlo. Si no fuera su compañera de clases esto no hubiera pasado —se mortifico la azabache —Debí quedarme estudiando en casa. No insistir con ir a Yuei.
—...Yaoyarozou, no digas eso, es bueno poder conocerte —dijo el de ojos ónix —Eres una persona inteligente y muy agradable. Hubiera sido una pena no haberte conocido.
Sero logro sacarle una pequeña sonrisa a la azabache, lo que le hizo sentir aliviado y luego, intento hacer una conversación con otra cosa que no tratara sobre el secuestro.
— ¿Ya sabes cuándo volveremos a tener clases? —cuestiono con duda —Me estoy aburriendo de estar en casa.
Además, quiero volver a pasar tiempo con Katsuki.
Bakugou lo visitaba casi religiosamente desde las doce del mediodía hasta las tres de la tarde. Luego, se iba a su casa a estudiar por su cuenta junto con Midoriya y Ashido.
Le había dicho que pasaba algo raro entre ellos y que eso lo tenía incómodo cuando estaban en un mismo espacio, así que él también debía querer volver a su dormitorio. Donde su intimidad era tranquila y pacifica, únicamente entre ellos.
El azabache no podía evitar desear poder monopolizar todo el tiempo del cenizo. Quería estar con él, abrazarlo y besarlo. En su casa, el de ojos rojos se mantenía reacio al afecto, más que nada porque le daba vergüenza que sus padres los atraparan en una situación comprometedora. Así que, había estado sobreviviendo a base de besos cortos y pequeños abrazos.
Necesitaba su dosis de Bakugou Katsuki rápidamente o se iba a morir. En serio.
—Posiblemente el director Aizawa llame a nuestros padres para que el viernes volvamos a los dormitorios —respondió la de ojos ónix —Los profesores tendrán en consideración nuestra situación y serán moderados en cuanto exámenes y tareas. Hasta que...podamos volver a la normalidad.
—Comprendo —asintió el azabache —Gracias por tu visita, Yaoyarozou. Pero no vuelvas a disculparte, si querés, podes pasar y solo hablar conmigo. Eso me gustaría más que está plática repetitiva.
—Sero-san es muy amable —sonrió la azabache —Gracias.
El más alto negó con la cabeza y la femenina se retiró de su habitación, no sin antes dejarle unos dulces de frutas a un lado de su cama.
—Deku, estás tirando todo.
Bakugou pensó que era una estupidez que su hermanastro estuviera desbordando el agua que se estaba sirviendo. Pero cuando noto que Midoriya tenía su atención en cualquier cosa menos en el vaso, tuvo que detenerlo antes de que los dos litros de agua de la botella fueran desperdiciados en el suelo de la cocina.
Al ser sacado de su aturdimiento, el de pecas observó el desastre que había hecho en la mesa de la cocina y como el agua caía hacía el piso, mojando sus pies descalzos. Tomando una actitud que era de su hermanastro malhumorado, chasqueo la lengua con disgustó y se puso a limpiar con el ceño fruncido.
Como no todos los días se tenía la oportunidad de ver al de ojos esmeralda aturdido, enojado e idiota, el mayor se sentó en un banquillo de la mesa a disfrutarlo. Sus madres no estaban ya que, aunque no lo quisieran, debían volver a trabajar. Ashido se pasaba casi todas las tardes encerrada en su habitación cuando terminaban de estudiar, usando una computadora —que su mánager le trajo de su departamento— para hablar con sus amigas y hacer video-chat. Por lo tanto, solo eran ellos dos en ese momento.
El cenizo supuso que era el momento de ejercer su papel como hermano mayor.
— ¿Qué mierda tienes, Deku? —interrogo de frente — ¿Está relacionado con Mina?
Nunca llamaba a la de cabello rosado por su nombre pero eso no quería decir que no lo usará. Solamente que lo hacía cuando ella no podía escucharlo y molestarlo por ello.
Ante la mención de la ídolo, el de pecas paro de limpiar y giro la cabeza de forma mecánica, sus labios se abrieron y cerraron, como intentando tomar aire. Después, apretó el trapo con agua y el cenizo vio como está escurrió entre sus dedos.
Eso debía ser un "sí".
—...Me contó que iba a dejar de ser una ídolo —le confirmo el de ojos esmeralda que tenía que ver con la femenina — ¿Tú lo sabías?
—Me lo imaginé desde que la vi en la cafetería en el primer año —respondió el cenizo —Ella puede querrer a sus estúpidos fans, ser buena cantando y bailando, pero nunca quiso ser una maldita ídolo. Lo iba a dejar tarde o temprano.
Izuku asintió lentamente, procesando la información y eso hizo que el de ojos rojos inclinara la cabeza con interés.
— ¿En qué te afecta que deje ser ídolo? —quiso saber.
—En nada, es solo que, no sé —balbuceo el de pecas —Es raro. Ashido-san siempre pareció alguien que estaba lejos de mí...
— ¿De tú qué? ¿De tú alcance?
El de pecas se sonrojo y negó varias veces con la cabeza pero Katsuki supo que dio en el blanco.
—N-No de esa forma. Me parecía que ella era alguien que no podría alcanzar porque no iba a permanecer junto a mí —intento explicarse el más bajo —Que se iría. Cómo es...era una ídolo, nunca pensé que podría ser solo Ashido Mina.
Porque Pinky era una cantante que le pertenecía a muchas personas y que tenía obligaciones con ellas, una imagen que mantener y una actitud que cuidar. Pero Ashido Mina era libre de hacer lo que quisiera cuando quisiera, no debía responder a nadie, ni sentirse obligada a nada.
La cocina quedó en silencio unos segundos y el cenizo tuvo una pequeña relevación. Quizás, el de ojos esmeralda no quería admitir que le gustaba la femenina ya que era una ídolo, alguien cuya carrera era demasiado exigente y que estar en una relación le era imposible. Pero ahora que sabía que había dejado ese mundo —y que no pensaba volver a ello— las posibilidades se le expandieron y se dio cuenta que no la quería solo como una amiga. Que le gustaba como una chica, que le parecía linda y asombrosa.
Tomando en cuenta lo denso que era el pecoso para las cuestiones sentimentales era de esperarse que tardará tanto en descubrir que le gustaba Mina.
—Pues, ahora lo es. Y si te afecta tanto, deberías hacer algo al respecto, idiota.
Dejando esa indicación, el mayor abandono la cocina, teniendo el presentimiento de que su segundo año en Yuei sería muy complicado para ciertas personas.
Volver a la academia fue algo que alegro a la mayoría de los estudiantes. Iida debía usar por un tiempo muletas pero como Kaminari le ayudaba, parecía estar completamente bien con eso.
El rubio le había visitado todos los días en el hospital, tuvieron un par de clases juntos en su hogar —aunque los padres del menor estuvieron algo reacios al respecto, todavía preocupados por la seguridad de su hijo— y se podría decir que su relación se volvió menos tensa que como fue a inicios del trimestre.
—Iidaaaa —alargó su nombre el de ojos dorados a mitad de la entrada de los dormitorios — ¡Dame ese bolso! ¡No seas terco!
— ¡Pero puedo llevarlo, Kaminari-kun! ¡Ya es suficiente con que me ayudes con mis maletas, en serio!
El rubio hizo un puchero y delante de todos, se puso de puntillas de pie para besar la nariz del delegado de la clase A, dejándolo aturdido y haciendo que soltara el bolso de mano que había traído del auto de sus padres
Kirishima, Ashido, Sero y Bakugou no podían creer el nivel de osadía de su amigo. Pero, al mismo tiempo, no hubieran esperado menos de él.
—Te lo llevo —le saco la lengua al más alto de forma infantil mientras tomaba el bolso que cayó al piso — ¡Quédate aquí! ¡No tardó!
El rubio se escapó rápidamente al ascensor, siendo solamente visible para aquellos que lo vieron con atención, el sonrojo en su rostro y la sonrisa que tenía. Por otro lado, el de lentes siguió aturdido un poco más, hasta que logro reaccionar y directamente caer sentado en un sofá con toda la cara roja.
—Ay, Kaminari va a terminar matando a Iida —se compadeció la de cabello rosado —Aunque nunca me espere que fuera su tipo, ¿lo sabías, Kirishima?
—Pues, algo me dijo —se encogió de hombros el pelirrojo nada dispuesto a soltarle más detalles a la femenina —Y al parecer, mientras estuvo en el hospital pensó que no perdía nada con intentar gustarle. Que se arriesgaría a tener el corazón roto.
En realidad, lo que el de ojos dorados le contó en un encuentro en su casa, fue que después de una experiencia tan horrible, no quería arrepentirse de nada en su vida. Así, pues si bien no quería ser rechazado como fue el caso de Uraraka con Midoriya, tampoco quería rendirse si tenía aunque sea una mínima posibilidad.
Y viendo la reacción del más alto, podría decirse que sus posibilidades serían mucho mayores a las que imagino.
—Que pareja más rara —bufo el cenizo pensando en la combinación del extrovertido chico de ojos dorados con el recto estudiante modelo que era el de lentes.
—No somos quienes para opinar, Katsuki —se rió el azabache.
El más bajo volvió a bufar y después de una corta charla con sus amigos, él se fue al dormitorio en lo que el de ojos ónix se iba a duchar. En lo que lo esperaba, acomodo su ropa y limpio un poco.
Después, se sentó en la orilla de la cama, pensando en cómo mierda haría para dormir aquella noche.
No se lo había mencionado a Hanta —pese a que seguro lo intuía— pero había estado teniendo pesadillas con lo del secuestro. Cosas como que su novio no llegaba al hospital o que le disparaban a su hermanastro también. La primera semana fue muy mala y en la segunda tuvo más días dónde durmió apenas cinco horas que siete para evitarse el sueño aterrador que tendría.
Lo último que quería era que su novio supiera de sus pesadillas. El de ojos rojos lo sentía como algo estúpido, nada malo paso, pero su mente insistía con lo contrario.
Tal vez debería empezar a tomar algún medicación para dormir.
En lo que meditaba los pros y contras de esa medida, la puerta del dormitorio fue abierta por el más alto que ingreso con un pantalón corto y una toalla secando su cabello largo. No traía puesta una remera, así que sus ojos rojos pudieron ver la fina línea roja donde habían tenido que cortarlo para sacarle la bala.
El azabache rápidamente se dio cuenta de ese detalle —que olvidó estúpidamente porque la cicatriz era tan pequeña que incluso él no sabía en ocasiones dónde estaba— e intento cubrirse con la toalla lo más disimuladamente que pudo su estómago, para luego ir en busca de una remera y ponérsela.
Katsuki perdió la mirada de dolor cuando estuvo vestido y Hanta se recordó no volver a entrar de esa forma al dormitorio.
—Bien, hora de dormir —sonrió el azabache — ¿Juntamos las camas?
— ¿Qué cosa? —parpadeo confundido el cenizo — ¿Juntar las camas?
—Sí, puede ser algo incómodo pero no entramos en una sola —explicó el de ojos ónix con naturalidad —Me gusto dormir aquella vez contigo en el hospital y, realmente, necesito abrazarte por un par de horas Katsuki.
Hanta era muy honesto y directo con sus palabras lo que avergonzaba mucho a Katsuki quien se sonrojo para después, mover su cama hacía la del más alto.
Una vez juntas, el azabache se acostó del lado de la pared y el cenizo se quedó con el otro lado, dándole la espalda y sintiendo como sus manos se apretaban alrededor de su estómago.
También como el pelo mojado del azabache mojaba la almohada que compartían.
—Deberías secarte el pelo —regaño el más bajo —En la mañana será un puto desastre.
—Me ocuparé de eso mañana —le dio un beso al tentador cuello blanco a su alcance y susurro —Que descanses, Katsuki.
El de ojos rojos no respondió, se abrazo a las sábanas y se dejó dominar por el calor de la persona que lo sostenía y el olor a su shampoo.
Aquella noche no tuvo ninguna pesadilla.
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