Capítulo 38

Sero fue ingresado a la ala de emergencias de inmediato y posteriormente, derivado al quirófano. Ante la gravedad de la situación, Isayama firmo todos los papeles necesarios para que se hiciera todo procedimiento que pararía con su hemorragia y cuando fue libre, llamo a los padres del azabache, a la policía y al director de Yuei.

Los estudiantes de la clase A se habían quedado agrupados en la pequeña recepción del hospital, se les dio agua fría y contención por parte de varios psicólogos que, al escuchar del evento traumático que habían vivido, fueron hasta el ala de emergencias para atenderlos y ayudarlos.

Sus familias habían sido notificadas de su situación y en la brevedad deberían estar llegando al hospital.

Bakugou se había sentado en la última silla de una fila al lado de la pared que daba con el pasillo por el cual se llevaron a su novio, todavía tenía su sangre en las manos y sus piernas temblaban más a medida que el tiempo transcurría sin que escuchará una sola noticia sobre el estado en el que estaba.

En un silencioso apoyo, Midoriya se había sentado a su lado y Kirishima en el suelo, con una de sus manos en sus rodillas temblorosas, sin decir una palabra. Ashido estaba a un lado del pecoso y Kaminari acostado en el regazo de ella, con sus ojos dorados abiertos y en alerta.

El cenizo no sabe con exactitud cuánto tiempo estuvieron así. En un momento, el pelirrojo se paró para recibir el abrazo de un hombre que estaba llorando y el rubio de una mujer que lo examinaba de arriba a abajo en busca de alguna herida invisible. La femenina se fue a encontrar con su mánager —una persona que consideraba como familia— que parecía al borde de un colapso nervioso cuando la vio. Así que, solo quedaron él y el pecoso.

Hasta que el ruido de unos tacones y una mano en su rostro le saco de su estupor.

Ojos rojos brillosos le devolvían la mirada y sin mediar palabras, recibió un abrazo dónde pudo percibir el aroma de un perfume suave que usaba su mamá y sus propias lágrimas no tardaron derramarse.

Ya sea por el azabache, la situación de mierda u otra razón, las lágrimas que soltó se sintieron como un gran descargo que solo podía permitirse con Mitsuki, que lo consoló cariñosamente acariciando su cabello y acunando su cabeza en su pecho, como si fuera un niño pequeño.

Pasaron varios minutos de aquella forma, en lo que el estudiante de gastronomía fue consciente del llanto de Inko e Izuku a su lado y la presencia de Yoru junto Masaru que estaban de pie delante suyo. Su padre se veía tan demacrado que era difícil entender a qué nivel llego su imaginación respecto a lo que pasó. Por otro lado, la azabache se notaba más calmada, igualmente afectada por sus ojos rojizos e hinchados, pero de pie para mantener estable a su pareja.

Katsuki salió de su refugio en los brazos de su madre y se puso de pie, caminando lentamente hacía la pareja y sin decir nada, abrazo a su padre.

El castaño no tardó en llorar contra su hombro.

Cuándo se despertó tenía la boca seca, el cuerpo frío y una sensación de adormecimiento que le hizo soltar un quejido.

Sero hizo lo posible por sentarse para poder mirar donde estaba pero todo estaba oscuro y frío. Por un momento, tuvo miedo de que no hubieran salido de aquel almacén donde los tuvieron secuestrados, pero después vio una figura sentada a un lado de su camilla.

—Bakugou...—susurro con la voz ronca y tosió por eso —Oye...Bakugou...despierta.

Pese a lo débil que se escuchaba, el cenizo fue despertado y le miró como si estuviera viéndolo por primera vez. Sus ojos del color de los rubíes brillaron con lágrimas escondidas y olvidadas cuando el mismo chico se las limpio para que no las notará.

El azabache sonrió como pudo ante esa actitud de su novio, tan dura e indiferente, cuando en realidad era tan sensible y dulce.

— ¿Cómo te sientes, Sero? ¿Te duele algo? —pregunto preocupado — ¿Te sientes bien? ¿Te ayudo a ir al baño?

—De momento...—tosió sin quererlo y pudo sentir su garganta arder —Me gustaría un vaso con agua.

Bakugou asintió y se puso de pie para darle un vaso de agua de la mesita que tenía a su lado. Con delicadeza, lo hizo sentarse para que pudiera beberlo.

La sensación de mejoría no tardó en llegar a su cuerpo con ese vaso de agua tan simple.

—Gracias, lo necesitaba —agradeció hacía su novio que asintió con pesadumbre — ¿Estuve dormido mucho tiempo?

—Veinte horas —respondió el de ojos rojos —Tus padres se quedaron todo ese tiempo contigo. Salieron hace una hora a hablar con lo policía.

—Oh...entonces, ¿qué hora es? —pregunto con duda.

—Las cinco de la mañana.

Eso explicaba bastante bien porque la habitación estaba tan oscura y el hecho de que su novio estuviera dormido. El estudiante de artes no podía creer que hubiera estado inconciente por tanto tiempo, tenía curiosidad por saber qué lo hizo estar así, pero no creía poder preguntárselo al más bajo.

Tenía el presentimiento de que hablar de lo que pasó ahora no sería oportuno.

—Supongo que tenía realmente mucho sueño —bromeo con ligereza.

Hanta escucho al de ojos rojos reírse en voz baja, luego un poco más fuerte y finalmente, lo que era una risa, se reveló como un llanto contenido que le rompió el corazón.

Katsuki se tapaba la boca mientras lloraba de forma angustiada y aunque tenía una intravenosa jodiendo en su brazo derecho, la ignoro para poder abrazarlo fuertemente. Cuando lo sintió aferrarse a él con tanta fuerza, supo que hacer una broma fue lo más idiota que pudo haber hecho.

Su novio intentaba mantenerse en una pieza después de una situación traumática, donde lo sostuvo en brazos mientras se desangraba en camino hacia el hospital, hacer una broma acerca del tiempo que pasó durmiendo no debía ser lo que debió decirle.

No cuando mientras él dormía, el cenizo permaneció despierto y preocupado a su lado.

—Lo siento, Bakugou, lo siento —repetía mientras lo abrazaba —Lo siento, lo siento. Estoy bien, estoy aquí gracias a ti. La razón por la cual puedo seguir siendo un idiota es porque tú me salvaste. No llores, amor, lo siento mucho. Lo siento.

El estudiante de gastronomía se fue calmando de a poco, el llanto paso a ser un hipo y de eso, derivó al silencio, manteniendo la fuerza del abrazo aunque tenía cuidado de no tocar su abdomen demasiado. Su cabeza estaba apoyada en su hombro y el más alto estaba dedicado a acariciar con ternura su espalda. Lo sentía tan vulnerable y frágil que quería hacer su mejor esfuerzo en consolarlo.

—Ya déjame —demando el más bajo en un susurro —Tienes tres puntos en el estómago.

—No los siento, así que no importa —menciono el azabache restándole importancia —Quiero seguir así.

—La anestesia te sigue haciendo efecto, por eso no los sientes, idiota —explico el cenizo poniendo sus brazos en los hombros del contrario para separarse —No deberías estar tanto tiempo sentado. Debes seguir descansando.

—Descanse lo suficiente —aseguró el de ojos ónix —Por el contrario, quien parece necesitar descansar eres tú.

—Yo estoy bien —dijo el cenizo en tono defensivo, sin darle lugar al hecho de que acababa de romper a llorar hacía menos de un minuto.

Sero no insistió con lo contrario, simplemente, se movió hacía la derecha en la camilla y dejo un lugar bastante grande para otra persona. En una clara invitación, palmeó ese sitio y le dio una mirada amable al más bajo que permaneció con el ceño fruncido.

—Si te acuestas conmigo, podré seguir descansando —propuso.

—Te acaban de operar, cara plana —se cruzo de brazos el mayor con terquedad —No me meteré contigo en la cama. Podría...lastimarte sin querer.

El azabache sonrió con dulzura ante la preocupación de su novio.

—No lo harás, estaré bien —lo dijo con toda confianza —Por favor, Baku...Katsuki. Acuéstate conmigo. Ambos necesitamos descansar un poco, ¿no crees?

Bakugou sintió un escalofrío al escuchar su nombre de la voz del más alto, su corazón estaba bastante sensible después de todas las emociones que había padecido en menos de veinticuatro horas, no podía seguir soportando más.

Así que, tal vez porque se dio por vencido —por primera vez en su vida— se metió en la camilla del azabache, cuidando de tener su espacio y de cara a él, buscando su mano entre las sábanas en el último signo de debilidad que pensaba mostrarle aquel día.

Una vez la sostuvo entre las suyas y se la llevó hacía su corazón, sintió una sensación de calidez y confort indescriptible.

—Descansa, Hanta —uso su nombre como él uso el suyo, con un tono bajo y confidente. Impregnado con sentimientos que no podía transmitir con las palabras apropiadas porque no serían suficientes.

Jamás lo serían. Así que, esperaba que el latido acelerado de su corazón fuera una respuesta igual de válida.

—Que descanses, Katsuki.

— ¿Amor? ¿Qué haces aquí afuera?

Natsuhiko había ido en busca de su esposa. Después de tener una breve plática improductiva —porque ellos no sabían nada— con la policía sobre lo que pasó en el viaje de la clase A al museo, Ai se fue de inmediato a la habitación donde estaba su hijo. Por eso, le pareció curioso que estuviera en la puerta en vez de adentro de la habitación.

—Pues...hem, Hakkun y Katsuki-kun estaban hablando y luego...—se mordió los labios con incomodidad y sus ojos de color oscuro brillaron —Katsuki-kun se puso a llorar. No pude entrar a interrumpirlos.

El mayor asintió con la cabeza y se acercó hasta su esposa para poder abrazarla. Ella no dudo en refugiarse en él y permitirse unos breves segundos de sueño.

Ninguno había dormido en toda la noche.

—Hubiera sido agradable conocerlo de otra forma —murmuro la azabache —Hakkun lo describió como un chico fuerte y de gran espíritu. Y realmente lo parece. Pero lo recuerdo llorando y me duele, amor.

—Eso es porque, como Hakkun, es un niño y paso por una situación horrible —opinó el castaño —Demasiado traumática.

—Tambien se preocupó mucho por Hakkun, ¿recuerdas como se acercó a nosotros en la recepción?

—Sí, estaba pálido pero no mostró estar afectado por la situación, aunque sus padres estaban detrás de él con claros signos de preocupación —recordó el castaño —Nos pidió si podía estar al lado de Hakkun hasta que se despertará.

Ai suspiro contra el pecho de su marido en lo que el recuerdo de la situación llegaba a su memoria, donde un adolescente que se mantenía débilmente en pie le pedía, con ojos rojos suplicantes, quedarse al lado de su hijo hasta que abriera los ojos.

La cirugía de su hijo fue de urgencia pero se trató de un procedimiento rápido, eficaz y sencillo. Se le extirpo la bala, se le aplicaron tres puntos en la zona de impacto y se le dio una gran variedad de analgésicos para el dolor. El médico explico que la herida cerraría en aproximadamente cuatro semanas y que dormiría más por el hecho de que perdió una gran cantidad de sangre, pero que estaba fuera de todo peligro.

Le explicó eso al cenizo, con la esperanza que fuera con su familia a descansar, pero el menor volvió a pedirle quedarse y no logro negarse. Así que compartieron la habitación del azabache en silencio, con las mismas preocupaciones y miedos.

Ai odiaba haber conocido a su yerno de aquella forma. Pero, al mismo tiempo, le alegraba saber que era una persona tan entregada a su hijo.

Unos pasos en el pasillo interrumpieron el breve descanso de la azabache que, separándose de su marido, le dio la bienvenida con ojos cansados a Masaru, Yoru y Mitsuki.

A ellos también los habían conocido en la recepción del hospital.

Se veían tan cansados como la pareja se sentía.

— ¿Su hijo ya ha despertado? —pregunto con cuidado la rubia.

—Sí, está con Katsuki-kun —respondió con una leve sonrisa la azabache —Gracias por su preocupación.

—Gracias a ti por haber cedido con Katsuki. Puede ser un niño muy terco —suspiro la de ojos rojos —Desgraciadamente, eso lo heredó de mí.

—Es una buena parte de él —comento el castaño —Que se parezca a ti lo hace ser como es.

—Tambien tiene mucho de ti, amor. Es tan amable como tú.

Mitsuki sonrió de acuerdo con la observación de Yoru sobre que la amabilidad del cenizo era puramente del castaño y con eso, ambas lograron hacer avergonzar a Masaru.

Natsuhiko y Ai se sintieron bastante a gusto con la atmósfera que les daban los demás adultos, además de que, técnicamente, eran familiares al ser los parientes de su yerno.

Por lo tanto, debían empezar a convivir con ellos.

— ¿Qué tal si vamos por un café? —propuso el castaño de ojos grises.

—Oh, sí, por favor. Lo necesito con urgencia después de tratar con esos idiotas de la policía —se dio la vuelta la rubia guiando el camino de todos —Los niños tuvieron que salvarse por su cuenta, son una vergüenza.

Los demás no podían estar más de acuerdo con aquella afirmación.

Ashido miraba el patio con una mezcla de tristeza y melancolía que hicieron sentir a Midoriya bastante dolido.

—Mí tía me contó que solía tener un perro salchicha de niña —susurro la femenina —Que corría conmigo por todo el patio de la casa y que me cuidaba como si fuera su cachorro. Es gracioso, no lo había pensado hasta ahora.

La mánager de la femenina quiso quedarse con ella después de tal evento pero la menor se rehusó y en cambio, acepto la propuesta de Inko —quién la conocía tanto como su esposa— de ir a su casa a descansar.

Pero hizo todo menos eso, el pecoso y ella se la pasaron viendo algunas películas, comiendo helado y por último, saliendo a ver el amanecer desde el patio de la casa.

Ninguno podía dormir.

Ninguno quería soñar con lo que pasó. O con lo que pudo haber pasado.

—Izuku, ¿sabes en lo que pensé cuando se escucharon los primeros disparos?

El pecoso se sentó a un lado de la femenina, las luces del amanecer empezaban a surgir en el cielo, dejando atrás la noche y dando paso a el nuevo día, la tez morena de Mina se veía más claramente pero a la vez, sus ojos amarillos parecían desaparecer en sus lejanos recuerdos. Donde la luz no podía llegar.

Donde él no podía alcanzarla.

Aún sin una respuesta por su parte, ella continuo.

—En la primera vez que subí sobre un escenario, porque el sonido era igual al de los fuegos pirotécnicos del estadio donde me presentaba —relató la femenina —No quería estar ahí. Pero lo hice porque mí tía insistió con que no tenía de otra, que debía devolverle el dinero que gasto en mí desde la muerte de mis padres. Y subí a ese escenario y el ruido de esa pistola me recordó ese momento. Es...extraño, ¿no? Estando tan asustada, pensé en un momento de mí vida donde no lo estaba pero odiaba todo lo que pasaba.

Izuku no supo qué decirle, también había pensado muchas cosas cuando pasaron los disparos, mayormente en si saldría con vida o no de aquel lugar, si su hermanastro y sus amigos estarían bien, si todo tendría algún final bueno. Pero ningún recuerdo llego a su mente, no pensó en sus madres, en su vida o en la de otros, nada le llegó.

Únicamente, el miedo lo domino.

—Aún una parte de mí lo odia. Cada vez que mí mánager pregunta cuando volverá "Pinky" no sé cómo decirle que murió desde que ingresé a Yuei.

— ¿Eh...? —parpadeo confundido el de pecas — ¿No que solo era un descanso de tres años?

Mina se volteo hacia él, la luz del sol le iluminó el rostro, haciendo que sus ojos amarillos pasarán a dorados por un segundo y luego, le sonrió con tristeza.

—No. Jamás volveré a ser una ídolo —declaró la femenina —Seré una chica normal, una que no tiene padres y vivirá solamente de sus ganancias hasta que termine la universidad.

Por un segundo, todo lo que se escucho fue el sonido de las aves anunciando la llegada del nuevo día.

Y todo lo que quedó grabado en la memoria del pecoso fue la silueta de una chica solitaria que, desde hacía mucho tiempo, necesitaba de alguien a quien confiar sus penas y pensamientos.

Y que deseaba que esa persona fuera él.

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