Capítulo 37

El miedo era una emoción que impactaba de forma diferente en cada ser humano. En algunos, los congelaba, les hacía ponerse pálidos y que sus mentes no pudieran procesar adecuadamente la situación en la que estaban viviendo. En otros, provocaba una reacción fría donde conservaban sus cerebros trabajando y en alerta.

Y en muchos casos, el miedo daba lugar al pánico angustiante donde el raciocinio no tenía lugar.

—Kaminari, respira, por favor. Solo respira —rogaba el azabache —Respira lentamente. Tú puedes. Vamos, por favor.

Sero nunca había tratado con una persona al borde de un ataque de pánico. Pero agradecía a todo el universo el hecho de que pese a que era un asco en esto, Kaminari pudiera concentrarse en el sonido de su voz y en controlar su respiración.

Desde que habían subido al autobús —a punta de pistola por el secuestrador— el rubio tuvo ligeros temblores, luego, estalló en llanto y empezó ahogarse. Logro auxiliarlo antes de que el hombre desconocido pudiera enfadarse.

Aunque tampoco les había hablado mucho desde que inicio su viaje.

El más alto siguió susurrando palabras de apoyo a el de ojos dorados, no sabía bien como debían estar viéndolo los demás —ya que estaba dándoles la espalda y sus compañeros no se moverían de sus asientos en una situación tan delicada, todavía si era para ayudar a el ataque de pánico del menor— pero asumía que la mayoría sabía lo que estaba pasando. Era una horrible suerte que ambos estuvieran tan lejos del resto de sus amigos, ya que mientras ellos estaban en el medio del autobús, Ashido y Kirishima ocuparon los asientos del fondo y Bakugou junto con Midoriya unos de adelante.

Bakugou hubiera logrado que dejará de llorar con facilidad. Kaminari se siente seguro con él...y yo también.

El estudiante de arte apretó sus puños e imagino que, igual que todos los demás, el cenizo debería tener miedo por la situación que estaban viviendo y que, por supuesto, lo tenía más por otras personas que por él mismo.

Porque antes de preocuparse por su propia seguridad, seguramente, estaría más preocupado por la de su hermanastro, sus amigos e incluso él mismo.

A Hanta le gustaría estar a su lado para asegurarse que estuviera bien.

—S-Sero.

La voz débil de Denki lo trajo de vuelta de sus pensamientos y se inclino hacia él para escucharlo. El hombre desconocido ya había gritado una vez cuando escucho las voces de los adolescentes hablando, provocarlo una segunda vez no traería nada bueno.

— ¿Estás mejor, Kaminari? —susurro lo más bajito y entendible que pudo para su amigo.

—Sí...gracias a ti —sonrió como pudo el rubio pero el gesto salió más como una mueca forzada — ¿Tienes alguna idea de hacía donde nos dirigimos?

El azabache miro hacía la ventana, el secuestrador no les ordenó cubrirlas —lo cual, daba más miedo, porque debía creer que no importaba que vieran hacía donde los estaba llevando ya que no podrían salir fácilmente de ahí— así que podía ver hacía el exterior. Lo primero que se apreciaba eran casas, un barrio pequeño, después hectáreas vacías y luego, otra vez casas.

El secuestrador llevaba conduciendo una hora y media. No los estaba llevando muy lejos, tal vez, alguna zona residencial poco concurrida.

Donde pudiera haber un edificio abandonado o dos.

Al azabache no le gustó aquella conclusión.

—No te separes de mí, Deku.

Katsuki dio esa primer orden apenas el autobús se detuvo y el secuestrador les indico bajar mientras apuntaba a su profesor en la cabeza e hizo que se formarán en fila delante del vehículo.

Izuku se le pegó lo más que pudo y se notaba que hacía todo lo posible por no tomar su mano en un acto de debilidad por el miedo que estaba sintiendo.

—De acuerdo, son un grupo grande, así que debemos separarlos —sonrió el secuestrador —Chicas de un lado y chicos del otro. Sí, las chicas, en especial creo que ya tengo un muy lindo lugar para ustedes.

Las femeninas se pusieron pálidas ante el tono sugerente que el hombre uso mientras las miraba a cada una de ellas. Shoto se paró delante de Momo cuando vio que era la que más llamo su atención y Tenya hizo lo mismo con Tsuyu y Tohru. Mina prácticamente se pegó detrás de la espalda de Eijirou y Kyoka, aunque su orgullo no se lo permitía, también termino por ocultarse detrás del pelirrojo.

El hombre se rió.

—Aw, la adolescencia. Te hace creer que eres capaz de cualquier cosa —se burlo y apretó el cañón contra la cabeza del profesor —Dejen de...

—Por fin llegaste.

El secuestrador fue interrumpido por un hombre de cabello castaño y ojos dorados que iba caminando en su dirección, usaba una camisa negra junto con una corbata de tono gris y pantalones oscuros. Además, tenía puesto un barbijo negro y guantes pese que hacía bastante calor.

—Chisaki-san —lo saludo con una reverencia —No esperaba que saliera a recibirme.

—Estabas tardando —explicó sencillamente el castaño —Haz que entren de una vez. Todos juntos. Nada de juegos.

El secuestrador chasqueo la lengua y delante de esa actitud, los ojos dorados del otro hombre se volvieron fríos.

—Violar a las rehenes no nos serviría de nada. No da intereses —se dio la vuelta —Sus padres las quieren en una pieza y pagarán bastante por ello.

— ¿Y si no lo hacen? —cuestiono el secuestrador.

—Entonces, podrás sacarles una parte y hacer lo que quieras con ella —declaró —Mandarle a un padre la ropa interior con sangre de su hija lo ayudará a pagar el rescate más rápido.

El secuestrador sonrió felizmente en lo que las femeninas y los chicos se asustaban cada vez más. Isayama se sintió impotente por no poder consolarlos o asegurarles que nada de lo que estaban diciendo aquellos hombres era verdad.

Pero, por desgracia, no lo sabía. Además, como el secuestrador había llamado al otro Chisaki, pudo comprender que estaban en manos de la mafia japonesa "los cuervos negros". Una banda dirigida por un líder joven con fobia hacía los gérmenes que tenía una gran inteligencia y crueldad para tratar con las personas.

La banda se centraba en la elaboración de drogas y la prostitución, había causado un gran revuelo en Japón en el último tiempo.

En silencio, los adolescentes y el mayor fueron llevados hacía lo que parecía un edificio abandonado en una esquina de la avenida en la que estaba su autobús. Diferente a lo que parecía en el exterior, el edificio por dentro estaba limpio y con olor a lavandina junto con otros químicos. A medida que lo recorrían, se dieron cuenta que era donde la banda preparaba sus drogas.

Fue por eso que el secuestrador debía estar confiado en que nadie los encontraría.

El cenizo sintió un escalofrío cuando, finalmente, llegaron a un pequeño almacén helado dentro del edificio. Había dos hombres ahí, uno pequeño y otro más grande, que se inclinaron delante de Chisaki y luego los vieron a ellos con euforia.

—Iré a hacer las llamadas. Ya debieron haber enloquecido en Yuei —aviso el castaño —No los toquen a no ser que sea necesario. Pueden golpearlos si se resisten pero sin excederse, ¿entendido?

Los dos hombres asistieron y después, el secuestrador los hizo sentarse en el piso del lugar, contra la pared en una fila. Para hacerlos sentir todavía desprotegidos, se llevó a Isayama con él, para que así no tuvieran una figura adulta que les diera confianza y un poco de tranquilidad.

Cuando las puertas del almacén se cerraron de forma pesada, los estudiantes de Yuei se miraron los unos a los otros y a los secuestradores. Ellos no les hicieron nada pero se veía que no iban a dudar en usar los permisos de su jefe de ser necesario.

El estudiante de gastronomía se sintió horriblemente impotente y desde la distancia, miro hacía Hanta que tenía a Denki colgado de un brazo. Lejos de ponerse celoso de eso —no era una situación para estarlo— noto que el rubio estaba pálido como una hoja de papel y que tenía los rojos hinchados, tal vez, por estar llorando.

Había escuchado a alguien llorando en los asientos de atrás en el autobús pero no creyó que hubiera sido el de ojos dorados.

Mientras los seguía viendo, el azabache captó su mirada y se la devolvió, se notaba que estaba tenso pero aún así, hizo el esfuerzo de sonreírle y preguntarle con los labios si estaba bien. A lo que el más bajo respondió que sí e incluso, intento devolverle una pequeña sonrisa, pero no le salió.

El estudiante de arte debía entender porque no pudo y sonrió por él también, para que supiera que estaría todo bien.

Sin embargo, no fue así.

— ¡¿Por qué mierda se nos dio a nosotros la tarea de cuidar a un montón de mocosos multimillonarios?! ¡Me aburro, maldita sea!

De la nada, el hombre más robusto había estallado con ira, causando en los menores un sentimiento de terror que solo incremento cuando se les acercó con grandes pasos y tomo del cuello a la primera persona que vio en la fila, la cual fue Tenya. Y aunque el adolescente era alto y tenía músculos, no era nada comparado con el adulto que le sostenía de la corbata.

Tsuyu y Tohru que habían estado a los costados del chico se pusieron de pie para intentar ayudarlo en vano. Porque el robusto hombre las tiro al suelo con solo sacudir al de lentes que seguía sosteniendo con una mano.

— ¡Al menos hagan algo entretenido, carajo! ¡Lloren, griten! ¡Así tendré una razón para golpearlos cómo quiero!

— ¡Hey, el jefe dijo que nos los toques! —se interpuso el otro hombre cuando su compañero arrojó al presidente contra la pared y lo sostuvo del cuello — ¡Detente!

Fue cuestión de unos segundos, el hombre se enfadó más ante la intervención de las femeninas —que volvieron a interponerse entre él y el de lentes— y pensó en asustarlas sacando el arma, sin contar que su accionar pondría en alerta al delegado de la clase que olvidó por completo el mantenerse en calma y cooperar ante una situación tan difícil, para irse contra el mayor.

Eso llevo a una sucesión de tres disparos consecutivos.

El primero fue para el hombre más pequeño que intentaba detener a su compañero, la bala le dio en el hombro del lado derecho y lo hizo caer al piso.

El segundo fue para Iida quien grito de dolor debido a que fue en su pierna izquierda, un poco más abajo de la rodilla y que causó que se cayera hacía atrás junto con sus compañeras en el suelo.

Pero el tercero fue el que ocasionó que todos los adolescentes se asustaran todavía más de lo que ya estaban. E incluso el hombre que lo provocó, hizo una expresión como si hubiera cometido una equivocación grave.

Sero había empezado a sangrar del abdomen.

A sangrar muchísimo.

—S-Sero —tartamudeo el rubio aturdido a su lado —Oye...amigo...

El azabache estaba tan o más desconcertado que los demás, pese a ser quien estaba herido. El dolor parecía secundario comparado con el shock propio de haber sido una víctima de la bala pérdida. Seguía sin creerlo, incluso cuando llevo las manos hacia su estómago para contener la hemorragia.

—Ugh —empezó a sentir el dolor recorrerlo de a poco —Hug.

— ¡Mierda! ¡¿Ves lo que acabas de hacer, idiota?! ¡Chisaki nos va a matar!

El hombre herido regaño a su compañero quien lo ignoro y se acercó hacía donde estaba el azabache. Su idea era simplemente hacer presión en la herida y ya, el otro podría ir a pedir ayuda en vez de seguir gritándole.

Sin embargo, antes de siquiera poder llegar, un golpe de lleno le dio en toda la cara y sintió como su nariz se quebró. Seguido de eso, un golpe en las costillas, en la cabeza y otro nuevamente en las costillas.

El robusto hombre fue arrojado al piso y antes de quedar inconsciente de una patada, vio unos furiosos ojos rojos y escucho las palabras que lo seguirían por el resto de su vida.

—Tienes suerte de que no te mate, bastardo. Mucha suerte.

— ¡Mocoso! ¡¿Cómo te atreves...?!

Bakugou actuó por emoción, porque ver a su novio herido rompió algo dentro de él. La idea de que para salir de ese lugar, debía permanecer en calma y ser obediente.

Todo eso se fue a la mierda. Ya no le importaba. Se dirigió al hombre que estaba herido y le dio un puñetazo que lo dejo igual de dormido que al otro.

Después, corrió hacía Sero y se agachó a su lado. La sangre ya estaba manchando el piso y en una cantidad bastante peligrosa.

—Estás demente, Bakugou, ¡pudieron lastimarte! —reprocho el azabache apenas su novio llego hacía él y tomo su rostro entre sus manos para besarlo —Pero mierda, eres asombroso. Muy asombroso.

—Lo halagos para después, ahora hay que sacarte de aquí —declaro el cenizo seriamente, sin dejar ver lo asustado que estaba por la situación que estaban viviendo —Todoroki, Shoji, si quieren que alguna puta vez les vuelva a hacer el jodido almuerzo, vengan a ayudarme.

—Lo habríamos hecho de todos modos, Bakugou —respondió el bicolor poniéndose de pie.

—Kirishima y Deku, ayuden al estirado que no va a poder caminar —ordenó el cenizo.

—Yo también puedo hacerlo —hablo el rubio de ojos dorados queriendo ir a socorrer al de lentes.

—Ve, mientras más mejor —permitió el cenizo para después mirar hacía todos sus compañeros —Abran bien sus oídos porque no pienso repetirlo dos veces. Saldremos todos de aquí, en una pieza. Antes de que esos bastardos vuelvan, ¿de acuerdo?

Todos asintieron, estaban ansiosos y asustados, pero como el cenizo se estaba mostrando tan confiado en que podían huir juntos, confiaron en él.

Pero Yaoyarozou dio un paso al frente con una mueca de preocupación.

— ¿Que hay del profesor? —cuestiono la azabache — ¿Cómo lo sacaremos?

—No debe estar lejos de aquí, posiblemente, solo lo metieron en la habitación de al lado para dejarnos indefensos —bufo el de ojos rojos —Lo sacaremos y traeremos con nosotros, ¿otra cosa?

La azabache negó con la cabeza y sonrió levemente aliviada.

Antes de dejar la habitación, con las corbatas rojas de sus uniformes escolares ataron las extremidades de los hombres y sus bocas, para que así no dieran aviso de su escape. Luego de eso, el cenizo indicó que las femeninas debían ir en el medio, él y Shoji junto con Ojiro a delante —porque los tres sabían de artes marciales que podrían usar para defenderse— mientras que los heridos se mantenían detrás en una formación lineal.

Una vez organizados, salieron del almacén y como el cenizo predijo, encontraron a su profesor metido en un clóset al lado de donde ellos estaban. Él les vio sorprendido y acepto seguir su plan, se puso en el frente junto con el de ojos rojos que había tomado el liderazgo.

Después del rescate exitosa, en silencio y rápidamente, lograron salir del edificio y subir al autobús. Isayama prendió el motor justo en el momento en que numerosos disparos y sirenas empezaron a escucharse.

Ya fuera si Chisaki había descubierto su fuga o estaban por ser rescatados, a la clase A no le importaba, todos solamente querían irse de ese maldito lugar.

Shoto y Menzo dejaron a el azabache en medio del pasillo del autobús, con Katsuki sosteniendo su cuerpo contra el suyo y Ochako haciendo presión en su hemorragia.

Hanta estaba cada vez más y más pálido.

—Ni te atrevas a cerrar los ojos, Sero —le regaño el más bajo cuando vio sus párpados empezando a sucumbir —Tienes que mantenerte despierto.

—Entonces...—su voz salió débil e intento reír para que las caras de preocupación y angustia de su pareja y amigos cambiarán pero no funcionó — ¿No puedes decirme algo...entretenido...Bakugou?

—...Me gusta cuando estás adormilado.

El estudiante de arte pensó que escucho mal —por culpa de la pérdida de sangre— pero al notar el sonrojo del cenizo supo que no era así.

— ¿En serio...? Pero hoy...

—No estaba enojado. Pensé porqué mierda no podía entrar a hacerte un maldito café —explicó avergonzado el de ojos rojos —Me gustas cuando estás así, porque haces caras graciosas que nunca harías de otra forma y porque...puedo cuidar de ti sin sentirme como un estúpido novio consentidor.

El azabache soltó una pequeña risa y el estudiante de gastronomía siguió hablando, para mantenerlo despierto hasta que llegarán al hospital y porque nunca hallaría otro mejor momento para expresarle sus emociones de forma tan honesta.

No es lo que hubiera querido pero no podía dar marcha atrás.

—Y me pones jodidamente nervioso cuando estás cerca mío pero eso no significa que me moleste o disguste...solo no sé cómo lidiar con ello —susurro el cenizo —Todavía. Todavía, no lo sé.

—Pero no lo odias —afirmó el más alto y su novio ruborizado —Ya veo...entonces te seguiré abrazando y besando hasta que te acostumbres.

—Te seguiré golpeando por eso —respondió el cenizo.

—Me parece bien. Porque me gustas así.

Bakugou sonrió ante esa última declaración y apretó la mano derecha del azabache, la cual sostenía con fuerza y después, se inclino para darle un beso en la frente.

Aquel viaje en autobús fue tan eterno que, por un momento, creyeron que nunca llegarían a su destino.

Por eso, cuando Isayama freno de golpe y grito que Sero bajará de inmediato, el cenizo no pudo evitar llorar de alivio.

Lo habían logrado.

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