Capítulo 34

— ¡Sero Hanta! ¿Se puede saber dónde estabas?

Hanta tembló de miedo cuando al entrar en su casa lo primero que recibió a modo de bienvenida fue el grito de su madre, que estaba vestida con un pantalón de algodón y una remera vieja de The Beatles como piyama.

Ai nunca se enojaba con él, porque no le daba razones para hacerlo. Verla tan molesta le hizo pensar que se debía no solamente a que salió de la casa de noche —lo había hecho en varias ocasiones y nunca se le castigo severamente por ello— si no por lo que pasó durante el desayuno, cuando ignoró todas sus preguntas y optó por pasar todo el día encerrado para no verla.

Quién sabe qué habrá pensando su madre cuando se fue. Tal vez, creyó que estaba metido en algún problema y por eso se mostraba tan autoritaria.

Además, el azabache debía reconocer que era mucho más tarde de lo que pensaba volver de su paseo. Debido a que camino una gran distancia —de la cual no fue consciente— volver a su hogar no fue una tarea sencilla. Sin importar lo despreocupada que fuera Ai, después del día que tuvieron, era de esperarse ese tipo de reacción por su parte.

—Lo lamento, no pensé que se me haría tan tarde, mamá —se disculpo con sinceridad —Salí a caminar un rato y Lucky vino conmigo.

Cómo si recién lo notará, la mayor miro hacía la perra que meneo alegremente su cola ante la atención y se dirigió hasta ella. Le pasó las manos por la cabeza, en un intento de tranquilizar su corazón.

Si su hijo hubiera tardó diez minutos más en pasar por la puerta, habría sacudido a su dormido marido para que salieran a buscarlo con el auto por todo el vecindario.

Su niño nunca había escapado de la casa. Pero tenía miedo que aquella fuera la primera vez, su actitud tan distante la lastimó y la hizo preocuparse mucho. Era un enorme alivio que no hubiera sido así.

Ai levanto la cabeza para ver a el menor, se notaba menos tenso que en la mañana y le mantuvo la mirada, incluso le sonrió con amabilidad. Eso hizo que ella también sonriera.

—Lamento haberte gritado, Hakkun. Pero es muy tarde. Demasiado —suspiro la azabache — ¿Hasta donde fuiste, eh? La mayoría de las veces solo vas hasta el parque de ida y vuelta.

—Me aleje más de lo que creí porque...estaba distraído. Camine sin pensarlo por mucho tiempo —reconoció avergonzado el de ojos ónix —No era mí intención hacerte preocupar. Realmente, no me di cuenta de la hora mamá, perdón.

—Ya, está bien, pero lleva tu celular para la próxima Hakkun. Si hubieras respondió alguno de mis mensajes, no me habría sentido tan angustiada —termino el tema la mayor —Ahora...solo dime, ¿saliste tan tarde debido a mí culpa? ¿a culpa de tu padre y mía?

Hanta hizo una mueca, sin saber cómo escapar de la directa pregunta y antes de que pudiera evitarlo, su madre adivino que sí fue por ellos. Lo que le hizo hacer una cara de tristeza y que sus ojos se pusieran brillosos.

—M-Mamá, no es que tenga algo contra ustedes. En serio —se apresuró en consolarla el más alto —Es solo qué...

El estudiante de arte apretó los puños cuando las palabras se atoraron en su garganta. Quería confesar la razón por la cual todo estaba siendo tan tenso entre él y sus padres, pero no le era tan fácil.

No se sentía capaz de hacerlo.

— ¿Es solo qué? —lo insistió la mayor con la voz quebrada — ¡Hakkun, soy tu madre! Puedes decirme cualquier cosa. Puedes hacerlo. Confía en mí. Deja que te escuché, tesoro, por favor.

Ai corto su distancia con su hijo y tomo sus manos, estaban heladas, seguro porque paso mucho tiempo afuera en la noche. Se las apretó y le miró a los ojos. Su precioso niño se veía tan inseguro que le rompió el corazón.

—Te amo, hijo. Por eso, quiero saber que hace que te comportes tan huraño y evasivo conmigo y tu padre. Porque sé perfectamente que no eres así —dijo en un tono dulce —Eres un niño dulce al cual le gusta molestarme y ayudar a su padre con las tareas en el huerto, mientras ambos se ensucian con la tierra.

El más alto sonrió un poco al escuchar las palabras cariñosas de su madre y termino soltando un suspiro, relajando su cuerpo y haciendo una confesión.

—Yo...estoy saliendo con un chico. Desde hace dos meses.

Hanta sintió como si un bloque de cemento hubiera desaparecido de sus hombros. En cambio, Ai se pregunto si había escuchado correctamente la confesión.

¿Un chico? ¿Su hijo salía con un chico?

Oh Dios...¡gracias!

La mayor sintió sus rodillas débiles y cayó al suelo, todavía sosteniendo las manos del más alto.

— ¡¿M-Mamá?!

El de ojos ónix rápidamente ayudo a su madre a ponerse de pie y la llevo hasta el sillón para que se sentará. En un principio, pensó que estaba teniendo un shock por la noticia pero luego se dio cuenta que solamente estaba suspirando con puro alivio y que había llevado una mano a su corazón, como si lo estuviera conteniendo en su pecho.

Por un segundo, pensó que ella se llevaría muy bien con el dramático Denki.

—Hakkun, no sabes el miedo que pasé imaginando lo que podía tenerte tan distanciado de nosotros. Pensé que te habías metido con alguna pandilla peligrosa o que te estaban intimidando en la escuela —contó la azabache mucho más relajada —Resulto que lo que te tenía tan ansioso era un novio. Uff, menos mal, menos mal.

—...Estuve muy angustiado, mamá. No lo hagas parecer como que no fue nada —susurro el azabache con el entrecejo fruncido —Realmente lo pasé mal.

Ai acaricio el cabello de su hijo al escuchar el tono lúgubre en su voz y luego, se apoyó cómodamente en su hombro.

—Sí, puedo entender porqué, es una confesión difícil de hacer —reconoció la mayor —Y debo admitir que pese a que es un alivio que no se trate de ninguna de las cosas que había pensado, también estoy algo sorprendida. Nunca pensé que te gustarían los chicos.

—...No me gustan los chicos —murmuro tímidamente el menor —Solo me gusta mí novio.

La azabache puso una expresión pensativa pero termino asintiendo con compresión. Lo cual, fue un alivio para el estudiante de arte porque significaba que ella no necesitaba otra explicación más que esa.

— ¿Cómo se llama, Hakkun? Recuerdo algunos nombres de tus amigos, ¿es uno de ellos? —pregunto con curiosidad la mayor — ¡Oh! ¿Se trata de Denki-kun? ¿El niño rubio que sale en las videollamadas? Es muy lindo.

—No, no es él —negó con la cabeza el más alto.

Kaminari solía meterse cuando él hacía videollamadas con sus padres en los dormitorios, los saludaba y lo dejaba en vergüenza en ocasiones. Así que, era de esperarse que su madre pensara que él era su pareja, ya que se notaba a simple vista lo cercanos que eran ambos. Aparte que el rubio siempre lo estaba abrazando o invadiendo excesivamente su espacio personal.

Había que aclararle que no era así.

—Es mí compañero de dormitorio, Bakugou —siguió hablando el azabache —Él es más lindo que Kaminari, aunque lo niegue todo el tiempo.

La mayor soltó una pequeña risa al ver la expresión de su hijo que lucía totalmente seria al declarar aquello.

—Comprendo. Así que es Katsuki-kun —asintió la azabache y un bostezo se le escapó en el proceso —Ah, creo que es hora de dormir para mí. Mañana podemos seguir hablando, ¿no, Hakkun?

— ¿Me vas a pedir muchos detalles sobre mí relación? —cuestiono el menor avergonzado.

—Los suficientes como para reírme un rato —le guiño un ojo la azabache —Además, todavía se lo debes decir a tu padre.

La expresión de Hanta se vio descompuesta por un segundo pero después asintió con valentía.

—Lo haré mañana temprano, lo prometo.

Ai sonrió orgullosa de su hijo y le dio un beso de las buenas noches en la frente, para después subir las escaleras hacia su dormitorio.

En el camino, se encontró con su Natsuhiko, que estaba usando una remera blanca y calzoncillos. La mirada azul despierta le indicó que su marido lo había escuchado todo.

— ¿Vas a ir a hablar con él? —pregunto en voz baja por si el menor los escuchaba desde el piso de abajo.

—No, Hakkun ya tuvo suficiente estrés por una noche. No quiero hacerlo sufrir más, mejor que descanse —negó el castaño —Me levantaré temprano mañana, le haré el desayuno y se lo llevaré a su habitación para que hablemos. Aunque, claro, antes de eso le daré un buen abrazo para que se sienta tranquilo.

Ai sonrió y se puso en puntillas de pie para darle un beso a su amado.

— ¡Katsuki, te extrañe mucho!

Al pasar por la puerta lo primero que recibió el cenizo fue un efusivo abrazo por parte de Inko Midoriya, la mujer de cabello verde estaba muy feliz de verlo y aunque tenía ojeras debido al cansado viaje que tuvo en el avión, no le mostró su agotamiento en lo más mínimo.

Katsuki se inclino ligeramente hacía ella cuando puso su mano cálida contra su rostro frío. Cómo si fuera un gato en busca de mimos.

No se dio cuenta cuánto había extrañado a la amorosa mujer hasta que la tuvo cerca.

—Bienvenida, Inko-san —le dio un saludo amigable y dulce.

—Estoy en casa —correspondió la mayor sonriente para luego girarse hacía la derecha —Lo siento, Mitchan, me gano la emoción y abrace a Katsuki primero. Es tu turno.

— ¿Quien quiere abrazar a ese niño huraño? Prefiero mil veces a mí lindo Izu.

El cenizo rodó los ojos y se acercó hasta su madre, Mitsuki Bakugou, los dos eran tan similares en apariencia que le era molesto. Pero debía reconocer que su progenitora tenía un temperamento más calmado y extrovertido que él.

Su relación era buena pero ninguno de los dos lo demostraba demasiado.

—Te vez con diez años de más, bruja —bufo el menor mirando de arriba a abajo a su progenitora que parecía de diez años menos de los que tenía —Debiste hacerte alguna operación antes de volver.

— ¡Tú, mocoso! ¡Ven para acá!

La rubia atrapó a su hijo con un brazo y le frotó el cabello con rudeza, haciendo reír a la de ojos esmeralda que les veía con una sonrisa y a Izuku que se acercó hasta ellos.

Eso para los dos contaba como una bienvenida afectuosa entre madre e hijo.

Para cuando la mayor dejo libre al estudiante de gastronomía, estaban todos reunidos en la sala de estar de la casa, la cual tenía varios muebles acomodados y de podía oler un suave olor a lavanda.

Yoru y Masaru estaban sentados en uno de los sillones, la primera acostada sobre el regazo del castaño, tapada con una manta y con los ojos cerrados.

El cenizo miro con una ceja alzada hacía su padre que rió avergonzado.

—Yoru no quería dormirse pero estaba demasiado cansada y mañana debe ir a trabajar, tiene que supervisar un proyecto importante. Mitsuki la convenció de descansar un poco —explicó el de ojos cafés —Pedí unas pizzas a domicilio debido a la hora. Lo siento, Katsuki. Me dijeron que querías hacer la cena para Mitsuki y Midoriya-san.

—Da igual, es tarde —se encogió de hombros el cenizo.

—Cierto, Katsuki, ¿qué compraste? —interrogo la de cabello verde —Izuku nos dijo que te fuiste hace mucho tiempo a la tienda.

—Sin embargo, volviste sin nada —agrego con sospecha la rubia — ¿Algo que decir?

Bakugou chasqueo la lengua y lanzó una mirada a Midoriya, en busca de alguna ayuda o pista sobre lo que le dijo exactamente a sus madres, padre y...¿madrastra?

Bien, dejaría la calificación de Akemichi para otro día cuando no tuviera que lidiar con las miradas de sospecha e intriga de tres adultos sobre su persona.

—Kacchan, te sugiero que les cuentes —insinuó el de pecas —Porque mamá es peor que yo para descubrir secretos.

Cierto, la de cabello verde podía leer sus mentiras y ver tras sus intenciones mucho mejor que su hermanastro, que era quien mejor podía predecir sus acciones.

De repente, se sintió muy tenso y presionado.

Bueno, nunca imagino aquel momento, mucho menos después de haber estado con su novio hablando sobre lo mismo hace menos de una hora. Es decir, sí, sabía que tendría que contarlo en algún momento. Solo que no esperaba que ese momento fuera en esa noche.

Pudo comprender mucho mejor la preocupación de Sero al estar en su misma posición delante de sus padres. Aunque él tenía muchísimas más posibilidades de una reacción positiva.

El cenizo soltó un suspiro y miro hacía su madre que estaba sentada junto con la mujer de cabello verde. Luego, a su padre y la dormida azabache. Al final, a su hermanastro, que le dio una sonrisa de ánimo.

Aunque podía dar por seguro que dentro suyo estaba disfrutando esa situación.

Maldito seas Deku. Cuando te toque a ti seré yo quien se este riendo.

—Fui a la tienda a comprar y cuando llegue...—bajo la cabeza, empezando a sonrojarse e irritarse —Estaba mí novio, me quedé charlando con él y ya. Por eso se me hizo tan jodidamente tarde.

Hubo un prolongado silencio, después el estudiante de gastronomía alzó la cabeza para ver las reacciones de los mayores.

Inko tenía los ojos esmeralda muy iluminados por la sorpresa, Mitsuki tenía la boca abierta como si le faltará el aire y Masaru mantuvo una sonrisa tranquila, pero su mano derecha que había estado acariciando el cabello de Yoru se detuvo por completo.

Izuku estaba conteniendo la risa y mirando hacía otro lado.

Katsuki no soporto más la situación, se puso de pie y salió corriendo con la cara toda sonrojada hasta su habitación.

Lo último que escucho fue el grito de su madre.

— ¡¿Cómo que tienes novio, Katsuki?! ¡Vuelve aquí y danos los detalles! ¡No seas mezquino!

—Bakugou, no es maduro de tu parte encerrarte en tu habitación. Debes salir y hablar con tu familia.

—Tú hiciste lo mismo, carajo. No estás en posición de darme un puto sermón, Hanta.

La risa del azabache al otro lado de la línea telefónica hizo fruncir la nariz con disgusto al de ojos rojos pero también le causó una sensación de hormigueo en el pecho.

No lo había pensado mucho pero la risa del más alto era linda. Claro, había ocasiones en la que era escandalosa y no podía controlarse —como cuando el rubio de su grupo hacía alguna tontería que era muy difícil de ignorar— pero también podía ser muy suave y calmada. Un sonido que se escuchaba con claridad e inocencia.

El cenizo se sonrojo al pensar en aquella cursilería y hundió su rostro en la almohada que tenía a un costado.

—Cierto, soy el menos indicado para eso —reconoció el estudiante de arte —Pero en mí defensa, yo ya le conté a mis padres todo y hablé con ellos. Tú lo dijiste de forma arbitraria y saliste corriendo.

— ¿Y como carajos sabes eso? —interrogó el de ojos rojos — ¡Ni siquiera estuviste aquí!

—Tengo mis métodos —se burlo el azabache.

—El maldito Deku te lo contó, ¿cierto? —adivinó el más bajo y ante el silencio, que se consideraba una respuesta afirmativa, exclamó — ¡Joder, lo voy a matar!

Bakugou volvió a escuchar la risa de Sero a través del auricular y aunque no lo quisiera, eso lo tranquilizó y le hizo cerrar la boca, para después llevar la almohada hasta su pecho y abrazarla.

Ayer le había confesado a sus padres lo de su noviazgo y salió huyendo luego de hacerlo. Ellos intentaron hablar con él unos momentos después, usando la excusa de que podían charlarlo comiendo la pizza que compró el castaño para la cena. Pero él se negó rotundamente, no quería una charla sentimental tan pronto con sus madres y padre.

Además, no quería aguantar los ojos esmeralda de su hermanastro burlándose de su desgracia durante una cena incómoda.

Mitsuki insistió bastante en hablar con él pero, al final, Yoru e Inko la convencieron de dejarlo tranquilo. Masaru todo lo que hizo fue decirle "felicitaciones" al otro lado de la puerta cerrada antes de irse a su departamento con su novia.

Ahora, era otro día, Midoriya lo fue a buscar para el desayuno —en cual obviamente tendría que enfrentar lo inevitable— con tranquilidad pero el cenizo no le abrió la puerta. A el pecoso no le importo ya que todavía era temprano y creyó que, por una vez, quería dormir de más. Pero cuando lo fue a buscar otra vez una media hora después y le siguió sin contestar, se preocupo.

Por supuesto, el de ojos rojos sabía que no podía seguir en su cuarto por siempre y no pensaba hacerlo. Solo quería hablar con su novio antes de hacerlo con sus madres y para eso, tuvo que esperar hasta que fueran la una de la tarde.

Porque sabía que a esa hora el azabache estaría despierto y podría tranquilizarlo.

—No te enojes mucho con él, Bakugou. No me dio detalles, solo me dijo lo importante. Que estabas avergonzado y abrumado, nada más —trato de calmar una furia que ya no existía en el corazón del más bajo pero que igual se agradecía —Aunque debo decir que me alegro escucharlo. Algún defecto en tu perfecto ser debía haber.

—No sabes lo mucho que deseo golpearte, idiota —gruño el más bajo.

—No sabes lo mucho que deseo besarte, hermoso —cambio parte de sus palabras el de ojos ónix.

Katsuki se sonrojo hasta las orejas y apretó la almohada que estaba contra su pecho.

Hanta debía dejar de decir todas esas idioteces. Su cara quedaría de un permanente color rojizo por su culpa.

—Bakugou, tus mamás posiblemente solo te molesten por hoy. Aguantarlo y ya —continuó hablando el estudiante de arte sobre el tema por el cual su novio le había llamado en primer lugar —Dudo que sean tan malas como para molestarte por mucho tiempo.

—Eso es porque no las conoces, maldita sea. La bruja va a preguntarme qué rayos hice para tener un novio que me soporte e Inko-san no parará de hablar sobre si me tratas bien, qué hacemos o si nos...—su voz se fue haciendo débil y su pulso se aceleró —B-Besamos, abrazamos y todas esas mierdas...¡carajo, incluso puede que querían hablarme sobre sexo!

—...Bien, mí príncipe tiene un muy buen argumento para quedarse encerrado en su torre toda la vida —respondió el azabache —Espérame ahí. Iré a rescatarte de la charla tan incómoda que ningún adolescente quiere tener con sus padres.

Katsuki rodó los ojos pero decidió seguirle el juego al azabache.

Date prisa, caballero —enfatizó el tono con diversión —Antes que la bruja y la reina me hagan querer comerme una manzana envenenada.

—Hum, ¿no sería mejor para mí esperar entonces? —cuestiono el más alto —Así podría despertarte con el beso del amor verdadero, Bakugou.

El estudiante de gastronomía soltó un insulto por lo bajo y antes de que el azabache pudiera seguir con su broma, le cortó la llamada y grito en la almohada.

Realmente a veces no entendía porque las tonterías de su novio lo hacían sentir tan alterado, avergonzado e irritado, todo al mismo tiempo.

Era una extraña mezcla que únicamente Sero podía provocarle.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top