Capítulo 33

Masaru había estado un poco enfermo la noche anterior. Estuvo toda la semana con un resfriado que le hacía sentir cansado y afiebrado la mayor parte del tiempo. Por lo tanto, aunque Yoru le dijo que su hijo e Izuku estaban en su hogar, no pudo levantarse adecuadamente a recibirlos debido a su malestar.

Afortunadamente, al despertarse se sentía mejor y su estado de ánimo se elevó cuando entrar al comedor, vio a Katsuki haciendo el desayuno mientras el pecoso dormía sobre la mesa de madera y la azabache le ayudaba con unas tostadas.

Fue una escena maravillosa.

—Buenos días —saludo a todos en el lugar que se giraron a verlo — ¿Puedo ayudar en algo?

Su hijo le vio con una expresión hosca pero el castaño permaneció tranquilo, hasta que volteo y siguió con lo suyo, como si lo estuviera ignorando.

Sin embargo, antes de que pudiera sentirse un poco herido —algo a lo cual no creía tener derecho después de todo lo que le hizo al menor— la voz del cenizo se escuchó.

—No, llegas tarde. Así que siéntate y no molestes, viejo.

El de lentes intento no sonreír, trato que su respiración fuera estable en lo que se sentaba junto a el pecoso que le dio la bienvenida con una sonrisa adormilada, hizo lo que pudo cuando olió el maravilloso olor de los panqueques que su hijo estaba preparando y, inevitablemente, cuando su amada se acercó a él al percibir su estado, no pudo resistirse a abrazarla y ocultarse en su pecho.

El de pecas desvío la mirada ante la escena íntima y la azabache se sonrojo algo avergonzada por la presencia de los menores pero no se apartó de su amado. Únicamente, el de ojos rojos fue quien hizo un comentario al respecto.

—Viejo empalagoso, no hagas eso con nosotros aquí —murmuro enfuruñado pero no sonaba molesto —Ya podrás abrazar a tu novia cuánto quieras cuando nosotros no estemos.

—K-Katsuki —tartamudeo avergonzada la mayor pero después, su voz cambio y acaricio el cabello castaño a su alcance —Bueno, ¿podrían soportar que nos abracemos un poco más, muchachos? Me gusta ser cariñosa con Masaru. Es lindo.

El cenizo bufo y el pecoso sonrió, en señal de que les parecía bien y siguieron en lo suyo.

Ninguno se dio cuenta que la verdadera razón por la cual Masaru abrazaba a Yoru era para poder llorar sin ser visto.

Porque no podía creer que estuviera viviendo un momento tan hermoso en su vida.

Katsuki e Izuku agradecieron que Masaru se hubiera hecho cargo al respecto de los muebles de su casa. Llamo a la inmobiliaria y como el abogado que era, uso las palabras justas para que les entregarán todo sin necesitar la firma de Mitsuki. Así que, ahora podrían acomodar todos sus muebles en la casa antes de la llegada de sus progenitoras.

Sería un viaje muy largo y agotador para ellas, por lo cual, estaban felices de no tener que darles una preocupación cuando apenas estuvieran con ellos.

Yoru pidió un permiso libre en el trabajo para quedarse en la casa a ayudar con los muebles, debido a que había que armarlos y transportarlos por distintos puntos de la casa. Ambos intentaron persuadirla con que no era necesario pero ella fue terca en cuanto ayudarlos y se terminaron rindiendo. Aunque, en parte, consideraban que fue muy bueno que ella los ayudará, porque fue quien eligió la disposición de los muebles de la forma más organizada posible.

Ellos no tenían idea de cómo hacer eso. Muchos menos el castaño.

Ella los salvo en ese sentido.

—Kacchan, ¿no quieres que vaya a la tienda a comprar ya? Se está por hacer de noche y no hay nada para comer.

El cenizo estaba en su habitación, ya con los muebles instalados y los últimos detalles casi terminados. Estuvo tan concentrado en su tarea que apenas cuando el pecoso entro en su espacio, fue consciente de que por su balcón la luz del sol había desaparecido y, en cambio, la luna brillaba en lo más alto.

Se le había hecho tarde. Muy tarde. Quería hacer la cena para sus madres, a las cuales el castaño estaba yendo a buscar al aeropuerto en ese momento, pero ahora no estaba tan seguro de si llegaría con el tiempo que tenía.

En realidad, por eso en primer lugar el de pecas debió haberlo ido a buscar. Si hacía las compras, le ahorraría tiempo. Pero el de ojos rojos no conocía la tienda de aquel vecindario y no estaba tan seguro de que su hermanastro podría traerle todas las cosas que necesitaría —además, en caso de que no estuvieran disponibles, no tendría idea de con que sustituirlos— para la cena en la cual todavía ni había pensado.

En lo que Bakugou frunció el ceño con irritación por no decidirse, Akemichi apareció detrás de Midoriya, estaba usando una sudadera negra de su novio y un jean viejo, aparte de zapatillas deportivas. Su largo cabello azabache estaba atado en una coleta y tenía la ropa cubierta de polvo debido a la limpieza y armado de muebles, aparte de que olía a lavandina y desodorante de lavanda.

Debería estar agotada por todo el duro trabajo pero seguía sonriendo sin mostrar la menor perturbación.

—Izuku-kun y yo podemos terminar lo que falta de la habitación, Katsuki. Toma el dinero que hay en la entrada y ve a comprar tranquilo —propuso la azabache —Cuando vuelvas, te ayudaremos a cortar las verduras o lo que necesites para ahorrar algo de tiempo.

—Masaru-san llamo recién diciendo que el vuelo de mamá y Mitsuki-san está una hora atrasado, así que tendrás tiempo de sobra, Kacchan —sonrió el de ojos esmeralda —La tienda está cerca. Ve con cuidado.

Persuadido y convencido por la azabache y el pecoso, el estudiante de gastronomía termino tomando el dinero, las llaves y una bolsa reciclable para irse hasta la tienda de aquel vecindario que ahora sería su hogar.

Mitsuki e Inko habían elegido un lugar tranquilo, cercano a BoomGirl y la preparatoria Yuei, con una hospital a una hora de distancia y un centro comercial a unas cuadras de su hogar. Las calles estaban debidamente iluminadas y limpias, lo que le daba bastante atractivo.

La tienda más cercana quedaba a cinco cuadras. La segunda, un poco más pequeña, a ocho. Y luego estaba el centro comercial.

A medida que llegaba a la tienda, el cenizo empezó a notar que al lado había una verdulería y a mitad de cuadra, una carnicería ya cerrada. Estaba tomando en cuenta aquellos detalles cuando reparo que en la puerta de la tienda había una figura familiar.

Por un momento, pensó que estaba viendo mal pero después supo que no.

Sero estaba en la tienda, con una lata de soda de limón en la mano y en la otra la correa de un perro que se mantenía tranquilo a su lado. Tenía una expresión pensativa mientras miraba el cielo nocturno y usaba un maldito gorro de lana blanca que le hizo pensar que se veía muy lindo.

El más bajo hizo todo lo posible porque sus nervios por la inesperada vista de su novio no se notarán y se le acercó lo más indiferente que pudo.

— ¿Qué haces aquí? Estás muy lejos de tu casa, cara plana.

Sero había pasado un día un poco desagradable en su casa. No era el tipo de persona que pudiera actuar frente a otros, sus emociones se notaban en su rostro y lo delataban fácilmente. Por ende, durante el desayuno, su madre se dio cuenta que estaba muy incómodo con ellos, lo que le hizo sentir mal y preguntarle qué le pasaba.

Cuando él evito su interrogatorio con todo tipo de excusas —como que estaba cansado por la escuela pese a que nunca se estresaba por eso o que solo tenía sueño aunque el desayuno se dio a las dos de la tarde— ella empezó a preocuparse porque supo que le estaba ocultando algo grave y en ese momento incómodo, su padre tuvo que intervenir y directamente preguntar si tenia algún problema con ellos.

El azabache no pudo contestar que no porque sus padres sabrían que en realidad sería un sí. Así que fingió un dolor de cabeza y abandono la cocina. Después, paso todo el día encerrado en su dormitorio hasta el punto de sentirse claustrofobico y salió finalmente, en medio de la noche, a caminar para despejar su cabeza.

Lo que menos esperaba esa noche fueron dos cosas. La primera, que Lucky le acompañará, porque fue la misma perra la que lo detuvo en medio de la entrada para que la llevara con él. La segunda, encontrarse con su novio bajo la luz de la luna.

Por muy cursi e idiota que fuera la situación donde dos amantes de reunían bajo el cielo nocturno como testigo, el de ojos ónix quedó hipnotizado por Bakugou durante unos segundos, por aquellos ojos rojos llenos de preguntas que le miraban, por la manera en que su piel parecía más blanca gracias a la luna y por como el enorme abrigo negro que tenía le hacía ver tan lindo e indefenso, aunque era todo lo contrario.

El estudiante de artes contuvo la respiración por un segundo y luego, exhaló, el vaho que salió por su boca le hizo volver a la realidad.

Una realidad dónde su novio le hizo una pregunta que todavía no había contestado y para peor, no tenía idea de cómo contestar.

Porque cuando empezó a caminar junto con Lucky lo hizo sin ningún rumbo fijo.

— ¿Realmente lo estoy? —balbuceo con vergüenza.

El más bajo alzó una ceja y asintió, si sus cálculos eran correctos, su casa y la de su novio quedaban a treinta minutos de distancia una de la otra en autobús.

— ¿Acaso te perdiste, tonto? —se burlo en lo que se apoyaba en la misma pared a un lado de su novio — ¿O me extrañabas tanto que viniste a verme en persona? Eso te convierte un maldito acosador, para que lo sepas.

—N-No —tartamudeo sonrojado el más alto y llevando una mano a su cara para ocultar su expresión de aquellos ojos rojos burlones que disfrutaban de molestarlo, así que le devolvió el golpe —Aunque, me hace feliz de que hubieras aparecido de la nada, Bakugou. Cómo si supieras que te necesitaba en este momento.

Katsuki se sonrojo y golpeó levemente al otro, lo que hizo que soltara una risa. Después, se inclino para mirar a Lucky que se quedaba sentada a un lado del azabache sin hacer nada.

—Creí que ella te odiaba —menciono con curiosidad.

—Lucky no me odia —hizo un puchero el de ojos rojos —Pero sí es raro que hoy halla salido conmigo. Por lo general, es difícil que me deje sacarla de paseo a no ser que esté Five. Ah, hoy no vine con él porque pensaba salir solo. Ella me atrapó en la entrada de casa y la termine sacando.

— ¿Y por qué en primer lugar saliste a dar un paseo tan tarde? —quiso saber el estudiante de gastronomía —Hace mucho frío.

Hanta se quedó en silencio un largo rato lo que inquieto a el cenizo y le hizo recordar a la llamada que tuvieron la otra noche, lo que provocó que se sintiera ansioso e inquieto.

Sin embargo, también recordó las palabras de Yoru y con eso, consiguió mantenerse un poco más calmado y que pudiera ser paciente con el azabache, en vez de atacarlo de una maldita vez para que le dijera qué mierda lo tenía así.

—Sin importar lo que diga...—murmuro el más alto rompiendo el silencio finalmente —Te aseguro que me gustas muchísimo Bakugou y que nada, ni nadie hará que quiera terminar mí relación contigo.

Las palabras francas del estudiante de arte hicieron que la ansiedad e inquietud que sintió el de ojos rojos hace un momento cambiará por un sentimiento tan cálido que hizo que su rostro se pusiera rojo y que asintiera dócilmente, bajando la cabeza para que el otro no viera su expresión avergonzada.

Pero contrario a ignorar su vergüenza, Sero le abrazo y beso su frente, viendo de frente lo rojo que estaba, lo que irritó a Bakugou porque no quería ser visto en ese momento por él.

—Lo que diré va a matar el ambiente por completo —bufo el azabache queriendo seguir con la boca cerrada y solamente disfrutar de su novio rojo cual tomate, pero sabía que no podía hacerlo —Estuve pensando en como decirles a mis padres que tengo un novio.

El tono enfático de la palabra hizo que el estudiante de gastronomía entendiera la situación fácilmente. Después de todo, él tenía dos madres, las cuales aún no sabían de su noviazgo —su hermanastro considero que era su obligación decirlo— pero que estaba seguro aceptarían sin problema. En cambio, el de ojos ónix tenía dos padres, un hombre y una mujer, que quién sabe lo que pensarían sobre que estuviera con alguien de su mismo género.

Era de esperarse que lo estuviera pasando mal y teniendo en eso en mente, le dio unas palmaditas en su espalda con suavidad.

—No creo que lo tomen a mal o me rechacen —suspiro el más alto al sentir el consuelo de su novio —Pero, no sé, ¿y si lo hacen? Busque en internet un par de opiniones y eso solo me hizo sentir más abrumado.

Bakugou asintió contra el pecho del otro y paso de darle palmadas a acariciarlo, incluso estiró sus manos lo suficiente para poder tocar su cabello azabache largo. En consecuencia, el de ojos ónix paso sus brazos por su cintura de forma más fuerte y se apoyó en su cuello.

La respiración de Sero en aquel lugar le hizo sentir un escalofrío pero intento mantenerse lo más quieto posible para que pudiera seguir hablando.

—Y hoy ni siquiera tuve idea de cómo comportarme con ellos, me la pasé encerrado en mí habitación. Creo que debería decirles en vez de seguir de esta forma pero me da miedo —confesó el estudiante de arte — ¿Qué debería hacer, Bakugou? Ayúdame, por favor.

Lo último se escuchó como una súplica que hizo temblar el corazón del más bajo y que sus manos tirarán, levemente, de los mechones negros entre sus dedos.

El de ojos ónix soltó un débil quejido de dolor por ello.

—No sé cómo ayudarte, Sero —susurro el más bajo en un tono frustrado —No conozco a tus padres, no puedo dar una maldita opinión sobre lo que te dirán.

— ¿Pero? —alzo la cabeza el azabache, separándose de su refugio en la curvatura del cuello y el hombro de su pareja —Dime que hay un pero y ese no fue tu intento de consuelo, Bakugou. Porque es realmente horrible.

—Cierra la maldita boca y escúchame —agarro las mejillas de su pareja y las estiró —Sin importar lo que ellos digan, tú ya dijiste que te gustó muchísimo y que nada ni nadie hará que termines conmigo, ¿cierto?

El estudiante de arte maldijo a su yo de hace cinco minutos por haber dicho aquellas palabras que ahora, seguramente, su novio no dudaría en usar en su contra innumerables veces. No se arrepentía pero cuando pensaba en las veces en las que el cenizo le haría sentir avergonzado por ellas, sí que sentía cierto resentimiento en su contra.

Pero igualmente, asintió con el rostro sonrojado.

—Entonces, estará todo bien entre nosotros, Sero —sonrió levemente el cenizo —Si cuando hables con tus padres quieres que esté contigo para evitar que salgas corriendo, entonces dime y lo haré.

—...Tengo muchos deseos de besarte, Bakugou —murmuro el estudiante de arte inclinándose hacía el más bajo —Eres el mejor novio del mundo.

— ¿Recién ahora te diste cuenta de tu suerte, cara plana?

Hanta rodó los ojos al oír el tono presumido del más bajo y se apresuró en hacerlo callar con el beso que tanto quería darle.

Katsuki sonrió en medio del beso y paso sus brazos por el cuello del otro, tenía un leve sabor a la soda de limón que había estado bebiendo mezclado con menta. Además, sus labios se sentían un poco fríos, seguramente los suyos debían estar en iguales condiciones. Pero no tardaron en tomar temperatura a medida que los movimientos de sus bocas se volvían más audaces.

El azabache detuvo el beso cuando se dio cuenta que el de ojos rojos necesitaba respirar y cómo era muy orgulloso para demostrarlo —además, que podía morderle el labio para pararlo— no sería quien lo terminara. Así que, con molestia por separarse de aquella maravillosa boca, lo dejo tranquilo y observó los labios inflamados de su hermoso novio.

Mierda, quiero besarlo otra vez.

—Eres tan lindo...—murmuro maravillado el azabache y se ganó por eso un golpe pequeño en su estómago —Auch, pero es cierto.

—Dime lindo una vez más y te mato, cara plana.

El estudiante de arte estaba por probar su suerte cuando el celular del cenizo se escuchó y tuvo que contestar.

— ¿Qué quieres Deku...? ¡¿Qué?! ¡¿Ya están en la casa?! —exclamo el de ojos rojos separándose de su novio — ¡¿Cómo pasó eso?! ¡Tenía una puta hora extra! ¡¿Ya pasó?!

Sea lo que sea que Izuku le estuviera diciendo a el cenizo, no parecía hacer que se calmará, si no todo lo contrario. Así que, pese a que no era mucho, el azabache le dio un par de palmadas en su cabeza para tranquilizarlo y le pido su celular.

El de ojos rojos se lo entrego y siguió desquitando su enojo en medio de la calle solitaria.

—Hola, Midoriya. Soy Sero.

— ¿Sero-kun? ¿Estás con Kacchan? Vaya, eso explica todo —se escucho la voz sorprendida y alegre del pecoso —Como estaba demorando tanto nos empezamos a preocupar pero si estaba contigo todo tiene sentido. Ah, ¿está muy molesto?

El azabache dio una mirada hacia la calle donde su novio parecía haber expulsado todo el enojo de su sistema y ahora estaba suspirando con hastío.

—Eso parece —respondió — ¿Puedo saber qué le dijiste para ponerlo así?

—Kacchan iba a preparar la cena para nuestras madres. Pero ellas ya llegaron, hace un momento. Es muy tarde y prefieren pedir comida a domicilio para irse a dormir —contó el de pecas —Aparte de que estaban preocupadas porque les dije que Kacchan salió a comprar hace bastante tiempo para la cena.

—Oh...eso es mí culpa —murmuro avergonzado el azabache —Nos encontramos en la tienda y estábamos hablando...no tenía idea de que hubiera pasado tanto tiempo.

—No te preocupes, Sero-kun. Solo dile a Kacchan que ya vuelva a casa. Mamá y Mitsuki-san tienen muchas ganas de verlo.

—De acuerdo, lo haré. Nos vemos, Midoriya.

—Nos vemos.

El de ojos ónix corto la llamada y paso el celular a su dueño, que estaba con el ceño fruncido y soltó una risa nerviosa al verlo de esa forma.

—Lo lamento, no pensé que te haría perder tanto tiempo —se disculpo.

—No tienes porque disculparte. Ni te dije que debía hacer la cena, así que no tienes ninguna culpa —bufo el más bajo —Estoy molesto conmigo mismo por haberlo olvidado tan fácilmente. Tú...te robaste toda mí jodida atención. Es injusto.

— ¿Qué dijiste...? —balbuceo sorprendido el de ojos ónix.

Bakugou soltó esas palabras sin pensarlo, así que estaba igual de sorprendido que Sero y rojo hasta las orejas.

— ¡O-Olvida lo que dije! —ordenó dándose la vuelta para salir corriendo — ¡Y vuelve a tu maldita casa antes de que haga más tarde!

— ¡Nunca lo olvidaré, Bakugou! —gritó el más alto con una sonrisa — ¡Cada día me gustas más!

— ¡Cállate! ¡Mierda, cállate!

El azabache soltó una carcajada mientras veía al chico que le gustaba corriendo por la calle, bajo el cielo oscuro y las lámparas iluminando su silueta.

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