Capítulo 31

Fue un acuerdo mutuo el no decirles nada a sus amigos sobre su noviazgo. El único con todos los detalles —los codiciosos detalles— fue Midoriya, por ser el hermanastro de Bakugou.

Sero no puede negar lo nervioso que estuvo cuando su ahora cuñado se enteró de su relación. Los ojos esmeralda lo vieron de una nueva forma, un poco más amistosa y algo intimidante por un momento pero igualmente amable.

Solamente le dijo "cuídalo" cuando lo supo. No hubo una amenaza, porque no era necesaria —el azabache estaba seguro de eso— debido a que sabía bien de lo que era capaz el pecoso si llegaba a herir al cenizo.

No que fuera a pasar, por supuesto.

— ¿Una cena familiar navideña? Eso es bueno, ¿no?

La reciente pareja estaba en su dormitorio, guardando un poco de ropa en sus maletas por las vacaciones de invierno, la cual duraba solamente dos semanas. En una pequeña conversación que tenían mientras ordenaban sus cosas —y el estudiante de gastronomía regañaba a su novio por no doblar la ropa correctamente— salió a la luz el tema de la Navidad, el cómo y con quienes la pasarían.

Ashido había mencionado que podrían reunirse pero resultó ser que el de ojos rojos ya tenía otros planes y el primero en enterarse de ellos, era su novio.

—En Estados Unidos la Navidad es una fecha familiar, no como aquí que se considera más para las parejas —explico el más bajo en lo que acomodaba un par de botas en su maleta —Los últimos años la pasamos todos juntos en casa, decorando el maldito árbol con esas luces de mierda que siempre se enredan, Inko-san y Deku haciendo galletas, mí vieja cantando los estúpidos villancicos y yo haciendo la cena.

—Suena divertido —opinó el de ojos ónix con una leve sonrisa — ¿Este año será lo mismo? ¿Por eso decías lo de la cena?

—En parte —dijo el cenizo pero después su ceño se frunció —Aunque mí viejo vendrá también. Y su novia. La vieja e Inko-san les insistieron a ambos para que estuvieran presentes este año.

La expresión del más alto cambio con aquellas palabras y entendió la mirada pensativa de su novio que dejó de acomodar sus cosas. No estaba en contra de pasar la Navidad con su padre pero debía serle difícil estar cómodo con ello.

El estudiante de arte dejo su valija y se acercó hasta él, lo abrazo gentilmente por la espalda y beso su coronilla. Únicamente en privado hacían aquellas muestras de afecto, ya que los dos se sentían más cómodos de esa forma.

No querían las miradas de todos sus compañeros de clase sobre ellos mientras intimaban. Además que las burlas de Kaminari si los veía serían infinitas sin importar que tanto Kirishima lo intentará detener, por su propio bien.

—Su novia es agradable —murmuro el de ojos rojos luego de unos segundos sin ver a su novio —Se preocupa por el viejo.

—Debe ser una buena persona —se atrevió a juzgar el azabache con cuidado.

—Supongo que lo es —bufó el cenizo apoyándose hacía atrás en el pecho del otro y dejándose llevar por aquella calidez que tenía su cuerpo —Es solo por un par de horas, mierda, pero...

—Puedes llamarme en cualquier momento si es muy difícil para ti —sugirió el más alto intentando ser un apoyo para el otro y haciendo más fuerte su agarre, disfrutando el olor a shampoo del cabello cenizo que lo relajaba —En Navidad no hacemos más que ver películas de comedia. A mis papás les gusta mucho "Mí pobre angelito".

— ¿El niño olvidado por todos sus parientes, que en Navidad debe hacerle frente a los ladrones más idiotas que pueden existir y encuentra en eso el estúpido espíritu navideño? —cuestiono el cenizo y el otro asintió con una sonrisa divertida —Es una buena película. Me encanta como les hace daño a esos dos idiotas.

—Eres sádico. A mí me da pena.

Hanta lo decía en serio, realmente, le daba pena como ambos ladrones terminaban al final de la película —aunque también mucha risa— pero al ver la sonrisa de Katsuki que recordaba exactamente lo mismo que él, solo pudo reírse y negar con la cabeza.

Su novio tenía un sentido del humor muy perverso.

—Volviendo con lo de la cena navideña —retomó el tema el azabache —Seguro la pasarás bien y si no es así, las puertas de mí casa están abiertas para ti. Te consideraré mí regalo de Navidad.

El rostro del cenizo se puso rojo y justo cuando estaba por darle un codazo —leve, si quisiera golpearlo en serio, no se estaría conteniendo— al otro, se le escapó y retrocedió dos pasos con las manos en alto y una enorme sonrisa.

Llevaban tres semanas de noviazgo.

Bakugou empezaba a sospechar que Sero era mucho más descarado y atrevido de lo que creyó en un inicio.

Lo malo era que pese al horrible bochorno que le hacía pasar y el enojo que sentía por eso mismo, le gustaba que lo hiciera.

Que lo provocará de aquella forma.

En vez de sádico, debía considerarse un jodido masoquista.

—Tenerlo en cuenta. Sin importar a qué hora quieras huir de tu incómoda cena familiar, estaré listo para recibirte —aseguró el de ojos ónix.

—Si voy a tu maldita casa será solo para jugar con tus gatos —se giro el más bajo para seguir haciendo sus maletas —No te hagas ideas extrañas.

—No me las hice —respondió el azabache en un tono divertido — ¿Acaso tú sí? Que malo, Bakugou. Mí invitación era con la intención pura de darte un lugar tranquilo para estar. No le estaba dando un doble sentido. Pero si tú sí lo hiciste pues...

Una almohada en la cabeza detuvo las palabras del estudiante de arte.

— ¡Cállate, maldita sea, cállate!

El de ojos ónix soltó una carcajada en lo que el estudiante de gastronomía lo perseguía por el estrecho dormitorio con una almohada para volver a golpearlo.

Izuku se pregunto si fue inteligente hacer la cena familiar en su nueva casa. No que no le gustará el lugar, es más, le encantaba y adoraba la idea de tener un hogar donde volver los fines de semana y en vacaciones, poder estar junto con sus madres y tener una habitación propia nuevamente.

Pero el problema era que la casa que Mitsuki e Inko habían comprado durante las vacaciones de verano todavía no estaba amueblada.

Es decir, cuando llegaron desde Yuei —un viaje bastante corto de solo quince minutos en tren— hasta la casa, la encontraron como la primera vez que la vieron junto con las mayores, vacía y fría.

—Pensé que ya habría al menos una puta silla —reclamó el de ojos rojos viendo la casa — ¿Ellas sabrán de esto?

—Podríamos preguntarles pero están en vuelo —contesto el de pecas inquieto — ¿Qué hacemos Kacchan?

—De momento, dejemos las malditas maletas en las habitaciones —suspiro el cenizo organizando lo que debían hacer —Yo elegí la del balcón, Deku. Que no se te olvidé.

El de pecas le saco la lengua de forma infantil y subió las escaleras de caracol hacía el segundo piso de la casa. El de ojos rojos le siguió de cerca para después desviarse por el pasillo derecho con una sola puerta. Al abrirla, se encontró con una habitación fría, llena de polvo y tan vacía que la sintió igual de grande que su dormitorio con Sero.

El cenizo arrojó su maleta al piso, levantando el polvo que había en el lugar. Luego, de darle una mirada a la habitación, se fue por la puerta y se encontró con el pecoso, que usaba su celular con una mueca de preocupación.

—Les mandé un mensaje a los de la inmobiliaria, dijeron que los muebles están guardados en un depósito y que no se mandaron debido a que Mitsuki-san no respondió un email sobre unas firmas finales —contó el pecoso —Lo reenviaron varias veces pero no contesto. Cómo los muebles están pagados decidieron dejarlos guardados hasta que acabará el año antes de volver a ponerlos a la venta.

— ¿Y qué se supone que hagamos nosotros? —cuestiono el cenizo — ¿No podemos firmar por la bruja?

—No, somos menores de edad —suspiro el de pecas —Iida-kun vive cerca de aquí. Podríamos pedirle alojamiento por esta noche.

Katsuki hizo una expresión insatisfecha, no le era para nada tentadora la idea de irse a la casa del de lentes y soportar las jodidas reglas —que seguro tendría— de su estirado hogar. Prefería dormir en el frío piso de su habitación polvorienta.

—O podrías ir a la casa de Sero-kun y yo con Iida-kun. Seguro que él te recibirá con mucho gusto, Kacchan —bromeó el de ojos esmeralda, ganándose una mala mirada por parte del mayor y agrego con más seriedad —La tercera opción es un hotel, uno de baja categoría que nos deje alquilar habitaciones siendo menores de edad. Lo que no pasará. La cuarta opción es Masaru-san.

Izuku nunca hubiera sugerido algo así en el pasado. Pero Masaru había demostrado un gran cambio desde que que pasó el accidente en el hospital, era más abierto al hablar con el cenizo y muy sincero. Cumplió con su promesa de darle espacio y a la vez, le recordaba que estaba ahí para él. Su relación podría seguir siendo tensa en ocasiones, sin embargo, el que de ojos esmeralda estuviera sugiriendo pedirle ayuda al castaño no molestaba al estudiante de gastronomía.

Solo le seguía pareciendo incómodo depender del padre que desde hacía tanto tiempo había dejado de mostrar interés por él.

—Bien, toma un cambio de ropa y vayamos dónde el anciano —acepto el de ojos rojos —Este lugar me está congelando los malditos huesos.

El pecoso acepto con una sonrisa y fue a recoger sus cosas.

—Por donde quiera que mire hay pelos, ¡pelos, pelos, pelos! ¡podría hacerme un suéter con todo esto!

Ai Sero era una mujer quisquillosa. Por mucho que amara a los animales, no podía tolerar el pelo que sus amados gatos dejaban por toda su ropa y muebles. Intentaba usar ropa negra para que no se notará tanto pero igualmente lo hacía. Incluso en su cabello azabache largo se llegaban a ver los pelos anaranjados y blancos de los gatos de la casa.

A Hanta le daba mucha risa verla así de alterada ya que, la mayoría de las ocasiones, su madre era de carácter tranquilo y sereno, apenas elevando la voz a otras personas.

Cuando ella escuchó el sonido de su risa viniendo desde el sillón, volteo a verlo con una mueca enfadada y sus ojos marrones acusadores.

Para aclarar algo, la mayor tenía treinta y nueve años, pero cuando hacía aquellas expresiones infantiles parecía de mucho menos. Cómo de veinticinco.

— ¿Te atreves a reírte de tu madre en su cara, Hakkun? —uso su apodo cariñoso e infantil, el que le puso desde que tenía memoria —Que niño más malo. No recuerdo haberte criado así.

—Lo siento mamá. Pero es muy gracioso —se disculpo el menor conteniendo la risa —Papá siempre te dice que podemos dar a los gatos en adopción si te molestan tanto sus pelos.

—Nunca —sentenció la azabache haciendo un puchero —Hiku, Ara y Mai son tanto mis bebés como tú.

— ¿Estoy al mismo nivel que los gatos? —alzó una ceja el menor —Vaya, cuánto me quieres, mamá.

—Te amo muchísimo —sonrió la mujer con gracia —Ahora, ven aquí y ayudame a salvar algo de mí ropa. No sé si es prueba de la vejes de Hiku pero hay más pelos que otras veces. Me tomara mucho tiempo hacerlo sola.

El azabache asintió y se puso a ayudar a su madre con la ropa que tenía. Pudieron salvar algunas prendas pero todas las demás estaban destinadas a una tintorería especial y otras, simplemente, no tuvieron salvación. Serían recicladas.

Una vez terminada aquella tarea, Ai miro a su hijo con esa mirada de madre curiosa y analítica.

De inmediato, el menor se puso en alerta y a la defensiva.

— ¿Hice algo malo? —intento adivinar porqué su progenitora le miraba tan atentamente —Juro que fue Five quien se comió los postres que dejaste en la mesa.

—Eso lo sé, tesoro. Dejo la mesa manchada de tierra, una evidencia de su crimen —respondió la mayor con calma y luego, agrego en un tono suave pero insistente —No has dicho mucho sobre tu estancia en Yuei. Y ya estoy un poco preocupada.

El menor quiso decir que le tomo ocho meses preocuparse porque sus únicas palabras para referirse a la preparatoria fueron "bien" y "hay chicos agradables". Pero conocía bien a su madre, era despistada en extremo y de esperarse que solamente hasta ahora se estuviera preguntando porqué no le contaba más sobre las cosas que hacía en Yuei. No valía la pena molestarse por la falta de atención de su parte.

—Me va bien —le aseguro primero que nada para aliviar sus preocupaciones —Tengo amigos. El edificio de artes es increíble y me permiten usar el huerto.

—Que bueno, Hakkun. Yuei es una preparatoria muy exigente, pensaba que te sentirás un poco agobiado por ello —suspiro la mayor —Es un alivio que no resultará así.

En realidad, se sintió bastante ansioso cuando entro en la preparatoria y de no haber sido por Kaminari a quien conoció en su primer día de clases, no sabría que tan bien le hubiera ido. Más que nada porque su primer encuentro con Bakugou se sintió como una señal de que su vida escolar sería muy mala.

Hablando de eso, ¿debía decirle a su madre sobre su noviazgo ahora o tendría que esperar un poco más? Ni siquiera lo había pensado hasta este momento y era apenas su primer día en su hogar.

¿Se lo tenía que decir cuando apenas llevaba unas semanas saliendo con el cenizo? Le gustaba desde hacía más tiempo atrás pero no sabía si quería darle tantos detalles, sería muy vergonzoso.

Entonces, ¿debería guardarlo por el momento?

Mis papás ni siquiera deben imaginarse que salgo con un chico. No creo que se lo tomen a mal pero...¿y si no es así?

— ¿Hakkun? —lo llamo la mayor al ver su expresión pensativa y que se quedó en silencio.

—Lo siento, ¿necesitas ayuda con otra cosa, mamá? —pregunto con amabilidad y la femenina negó con la cabeza —Bien, me voy a mí habitación. No termine de ordenar unas cosas.

Ai sabía que eso debía ser una excusa para no seguir hablando. Su hijo llego a la casa con una pequeña valija y la mochila, no tenía casi nada que tuviera que ordenar y tenía la costumbre de dejar todo en su lugar en vez de sacarlo para acomodarlo. Tomando en cuenta que estaría dos semanas en la casa, era una actitud un poco vaga de su parte, una que ella conocía.

Sin embargo, no protesto y lo dejo irse.

Ya que noto que parecía preocupado por algo.

El azabache subió las escaleras de dos en dos, con la cabeza llena de pensamientos enredados que hicieron que por poco chocará con la persona que iba hacía abajo. Por suerte, justo antes de que pudiera caerse, esa misma persona le sostuvo el brazo derecho y lo evitó.

— ¡Hakkun, eso fue peligroso! ¿Estás bien?

Natsuhiko Sero miro a su hijo con mucha preocupación y una tez casi blanca por la simple idea de que pudo haberse caído de las escaleras. Era un hombre de estatura promedio, cabello castaño y ojos grises, que cuando estaba en su hogar con su amada esposa e hijo disfrutaba de usar sus pantalones desgastados y suéters de "abuelo" con muchos colores.

Tenía cuarenta años pero con aquella apariencia —sumado el hecho de que no tenía todavía ninguna cana a la vista— tan juvenil se veía como de treinta y cinco años.

—Estoy bien, papá. Gracias —sonrió el menor que sabía que no paso nada grave. Aún si se hubiera caído.

—Ten más cuidado, por favor —pidió el castaño todavía preocupado —La caída pudo haber sido muy peligrosa.

—Ya me he caído de esta escalera y lo único que me lastime de gravedad fue mí brazo —rodó los ojos el azabache —No seas exagerado, papá.

Natsuhiko hizo una mueca que el menor pudo interpretar como que no le parecía exagerado, lo que le hizo reírse y que le diera una palmada en la espalda.

—Tendré más cuidado —prometió —Mamá ya debe estar haciendo la cena, ¿tienes hambre?

—Uh, mucha —admitió el castaño —La ayudaré un poco. Así comeremos antes.

Hanta asintió aunque su expresión permaneció perdida algo que llamo la atención de su progenitor. Pero tomo la decisión de darle su espacio y dejarlo irse a su habitación, pensando que no lo había notado.

Cuando Natsuhiko bajo las escaleras y se encontró a su esposa cortando cebollas con la misma expresión que su hijo, tuvo el presentimiento de que algo grave había pasado. Y la preocupación que sentía ya no pudo ocultarse. Se acercó sigilosamente hasta Ai y le beso en el cuello, para después abrazarla tiernamente por la cintura.

Inmediatamente, ella suspiro y dejo lo que estaba haciendo para abrazarlo cómodamente.

— ¿Ha pasado algo con Hakkun, amor? —intento averiguar —Casi chocó con él en las escaleras. Se veía como tú, muy perdido en sus propios pensamientos.

—No estoy segura. Hablamos un poco de la escuela y de la nada, su rostro cambio —contó en un tono preocupado — ¿La estará pasando mal, amor? Hakkun puede ser muy reservado cuando está teniendo problemas.

—Pero siempre nos pide ayuda cuando sabe que no puede manejarlo solo —defendió el castaño —No te preocupes mucho. Es un adolescente. Y un adolescente no cuenta todo a sus padres.

—Hakkun siempre fue honesto con nosotros —protesto la femenina — ¿Por qué eso debería cambiar ahora?

—Porque está creciendo y sabe que no siempre podrá apoyarse en nosotros. Tal vez —meditó el castaño —Dale tiempo. Si tiene que compartir algo importante con nosotros o si está metido en problemas, eventualmente lo dirá o nos enteraremos de otra manera.

Ai suspiro y acepto aquella solución por parte de su esposo, aunque no se sentía muy a gusto con ello.

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