Capítulo 30
—Sero-kun, ¿qué estás haciendo?
Midoriya y Todoroki habían aceptado ir con el grupo de Bakugou al centro de esquí por diversión y curiosidad. Pero fueron tentados a pasar más tiempo en el restaurante con la calefacción que en la nieve de la montaña. Además, los bocadillos dulces del lugar estaban deliciosos.
Pero aún así, querían hacer valer su día en la montaña, por lo que habían salido un rato a disfrutar de la nieve. Fue justo en ese momento que se encontraron con que Sero estaba acostado en el suelo con los brazos abiertos y las piernas juntas, sin moverse ni un poco. La única señal de que los escucho fueron sus ojos ónix viéndolos ante el sonido de sus voces.
—Bajando mí temperatura corporal con el frío de la nieve para poder serenar mí mente —respondió seriamente el azabache.
El pecoso alzo una ceja y miro hacía el bicolor, para después inclinarse sobre sí mismo, haciendo sombra para el azabache tumbado con una expresión neutra para ocultar su frenesí interior.
— ¿Paso algo con Kacchan? —pregunto el pecoso en un tono serio que intimido un poco al otro pero cuando vio sus mejillas volverse rojas, supo que no era malo.
Por lo tanto, el de ojos esmeralda espero pacientemente una respuesta, en lo que Shoto se iba a unos metros para darle privacidad en su charla con el más alto.
Hanta se sentó en la nieve, como ya lo había hecho antes cuando se cayó en la montaña pero ahora con un sentimiento completamente diferente y luego, miro hacía el de pecas, que tenía un rostro amable y dulce.
A Izuku podría decirle con facilidad lo que pasó en el restaurante hace menos de diez minutos. Porque era un chico compresivo, porque sabría que decirle acerca de las reacciones que tendría el cenizo, porque necesitaba a alguien para hablar de ello y que le dijera que no perdió por completo la cabeza al besar a Katsuki sin tener sus sentimientos confirmados.
Pero era muy embarazoso. Vergonzoso.
El azabache estaba acostumbrado a lidiar con sus emociones solo. Tristeza, felicidad, enojo y vergüenza. Expresaba más unas y se guardaba otras, no era tímido pero tampoco se consideraba extrovertido y mucho menos del tipo que soltaba todo lo que le pasaba a la primera persona que se ofrecía amablemente a escucharlo.
El ambiente empezó a ser incómodo, el más bajo se alejo un poco del otro, notando que tenía una expresión pensativa y tensa, sus manos estaban algo rojas al estar sin protección en la nieve y su tez se estaba volviendo pálida.
Tal vez, un cambio de tema lo ayudaría a que todo fluyera mejor.
— ¿Cuánto tiempo llevas en la nieve, Sero-kun? —cuestiono verdaderamente preocupado por ese punto —No es bueno estar tanto tiempo acostado sin hacer nada en un lugar tan frío.
—Ah...no estoy seguro —murmuro el de ojos ónix —Diez. Quizás quince minutos.
—Deberías ir al restaurante —sugirió el más bajo —Para que tu temperatura se mejore con la calefacción.
Sero asintió dócilmente y Midoriya le dio la mano para que pudiera ponerse de pie. Todavía con los guantes puesto, pudo sentir la temperatura fría del otro y su preocupación incremento. Pero cuando lo vio irse por su cuenta al restaurante, decidió dejar el tema de lado.
Se enteraría por Bakugou qué sucedió exactamente que tuvo al azabache tan aturdido. De momento, iría con Todoroki a hacer un muñeco de nieve para sacarle fotos y pasarlas a sus amigos.
El de ojos rojos paso por tres etapas luego de que el azabache le robara su segundo beso. La primera, fue una extrema vergüenza que le hizo querer ahorcarlo. La segunda, una pequeña chispa de admiración porque el otro tomo la iniciativa de hacer algo drástico y que demostrara claramente sus sentimientos. La tercera y última, un sentimiento cálido que iba desde su pecho hasta sus labios, los cuales tocaba con las yemas de sus dedos desde hacía unos minutos.
Supuestamente, debería sentirse en las nubes como dirían en las películas y novelas románticas que todos miraban. Pero su mente seguía clara, su pulso se aceleró y calmo con rapidez y sus nervios estaban bien, por ahora.
Tal vez no era la emoción fuerte e intensa que debería experimentar pero se sentía magnífica.
Bakugou llevo la taza de chocolate olvidada —y un poco fría— hasta su boca y tomo un sorbo, justo en el momento en que Sero llegaba hasta la mesa y se sentaba donde estuvo antes.
Los dos se vieron a los ojos, sus rostros se pusieron del mismo tono de rosado a la vez al recordar los recientes eventos y el primero en decir algo, con los nervios empezando a aparecer, fue el estudiante de gastronomía.
—Te tardaste —quiso sonar como siempre, confiado y altivo, pero su voz era baja y calma. Muy tímida para su gusto, lo que le hizo fruncir el ceño con disgustó y agregar —Ya pensaba en irme de este maldito lugar.
—Estaba pensando —respondió en un mismo tono bajo el azabache y en un último segundo, tomando coraje, agrego — ¿Acaso me extrañaste, Bakugou? Me esperaste por algo, ¿no?
—...No digas idioteces —murmuro el de ojos rojos con el rubor tomando dominio en sus orejas y nariz.
—Ah, yo sí te extrañe —hizo un puchero el más alto.
El estudiante de artes observó al otro chasquear la lengua mientras le esquivaba la mirada y llego a la conclusión que no había un ser más adorable sobre la tierra que la persona que tenía delante suyo. Todo sonrojado, con los labios rosados y húmedos por el chocolate, el cenizo avergonzado era muy tierno aún si tenía el ceño fruncido.
Me preguntó de qué estaba tan asustado y preocupado antes. Me gusta mucho como para esperar más tiempo.
—Bakugou —lo llamo en un tono firme que hizo al más bajo alzar la cabeza, mirándole con una expresión de vergüenza e irritación mezclada que le hizo reír — ¿Quieres salir a caminar un rato? Hay algo quiero decirte.
Katsuki se lo pensó, pasar tiempo a solas con el más alto le parecía tan tentador como horriblemente malo para sus nervios. Pero, al final, se puso de pie y camino hasta la puerta de salida del restaurante, escuchando los pasos de Hanta siguiéndole de cerca.
— ¿Estarán en una cita? —interrogó con ilusión la femenina.
—Ojalá —deseó el rubio —Aunque Sero no parece tan valiente para eso.
—Yo creo que sí lo es —defendió el de pecas al azabache —Puedo haberle pedido a Kacchan ir a caminar por el centro.
—Si lo hizo, es todo un hombre —asintió para sí mismo el pelirrojo admirado.
Todoroki se sentía cómodo entre tantas personas aún sin hablarle a ninguna en especial. Todos le hacían sentir de aquella forma, era muy agradable y divertido para él ser parte de una conversación solo como oyente.
Después de todo, hasta él sabía lo que pasaba entre Bakugou y Sero. No pensó que llegarían a ser "algo" tan rápidamente —asumió que les tomaría un poco más por sus personalidades— pero estaba feliz por ellos.
Y de no haber participado de las apuestas de la clase A. Estaba casi convencido que Yaoyarozou, Ashido y Asui tendría una gran cantidad de dinero para repartirse a mitad de año. Fueron las únicas que depositaron sus esperanzas en que aquel dúo tan desigual podría llegar a ser pareja antes de terminar el primer año. Los demás apostaron que estarían juntos en el segundo o tercer año, cuando ambos fueron más maduros.
Ninguno hubiera imaginado que serían tan impulsivos.
—Sero es muy nervioso, ¿se habrá atrevido? —titubeo la femenina llamando la atención de todos —Puede parecer confiado y relajado pero es de dudar bastante. No como Kaminari que se manda de frente sin miedo a la respuesta. La cual es mayormente no.
— ¡Hey! ¡Que he tenido mis conquistas! —hizo un puchero el de ojos dorados — ¿O no, Kirishima?
—Que Jiro halla ido a nuestro dormitorio a probar unos instrumentos no cuenta amigo —se rió el pelirrojo —Tampoco que Testu halla aceptado jugar videojuegos contigo se puede llamar una "conquista".
—Comimos nachos con queso juntos —se cruzó de brazos el mas bajo —Eso es una cita en mí libro de conquistas especializadas.
—No, no lo es —negó la femenina —Seguro Todoroki e Izuku están de acuerdo en eso, ¿no?
—Si las dos personas estaban conscientes de que se gustaban, entonces debería considerarse un cita —opinó el de pecas.
—Si Kaminari le dijo, cuenta —agrego el bicolor participando verbalmente por primera vez — ¿Se lo dijiste?
— ¿No...me acuerdo?
Kirishima resopló, negando con la cabeza para todos, porque él que era amigo del chico con cabello platinado de la clase B, sabía bien que él no lo pensó como una cita. Por otro lado, Midoriya oculto una pequeña risa detrás de su mano y Todoroki agarró otro chocolate de la mesita de café que tenía un lado.
En lo que la conversación tomaba otros rumbos, los cinco adolescentes disfrutaron del chocolate caliente del centro de esquí, dulces e historias divertidas que le pasaban a cada uno de ellos.
No se alejaron mucho y usaron un camino fácil, una pequeña pendiente que subía hasta un mirador, había un par de personas que como ellos caminaban a su ritmo. Algunos lento, otros más rápido.
Sero seguía la silueta de Bakugou de cerca y admiraba los paisajes invernales a su alrededor en el proceso. El silencio entre ellos se sentía bien pero había una ligera inquietud que lo acompañaba, que hacía sus pisadas más fuerte y que sus miradas se encontrarán más veces de las que estaban acostumbrados.
Los dos estaban nerviosos por lo que sucedería al llegar a la cima.
Por eso mismo, cuando llegaron, prefirieron ver hacía adelante que verse las caras, observar las montañas, la nieve y el cielo, que verse reflejados en los ojos del otro.
Pero no podían evitar aquello por siempre, ¿cierto?
El azabache tomo una bocanada de aire frío y luego, se puso a un lado del cenizo, sintiendo lo tenso que se puso el otro cuando lo hizo. Era ahora o nunca, sus manos sudaban y sus piernas temblaban por otra razón que no era el frío.
Estaba, literalmente, teniendo el momento más importante de su joven vida.
Cuando mirará hacía atrás en su pasado y recordara aquel día, ¿qué sería lo que vendría primero a su mente? ¿los ojos rojos que brillaban con el sol? ¿las mejillas rosadas del chico que le gustaba? ¿el ceño fruncido que ocultaba la expresión tímida que estaba haciendo? ¿su estómago que parecía contener una horda de abejas? ¿el palpitar de su corazón?
¿El arrepentimiento?
No, eso seguramente no.
Hanta estaba convencido que, pasará lo que pasará, no podría arrepentirse de lo que estaba por hacer.
Nunca lo haría.
—Me gustas, Bakugou. Por favor, ¿saldrías conmigo?
Katsuki sintió un escalofrío subiendo por su nuca, pese a saber —a tener una idea— qué le propondría el azabache, su corazón se alteró igualmente. Y sus labios se fruncieron, en lo que parecía una mueca irritada, pero el rubor en su rostro contradecía eso.
El estudiante de artes no estaba sonriendo, tenía una expresión sería pero al mismo tiempo, muy nerviosa. Se notaba en como sus ojos lo miraban, con vacilación, con miedo.
Antes de saberlo, su cuerpo se movió sin su permiso y apoyó la cabeza en el pecho del otro, ocultándose de su vista, tomando aire para calmar sus emociones que le hacían sentir asfixiado por lo fuerte que estaban mostrándose.
El de ojos rojos quiso responder que sí aceptaba pero las palabras no salían fácilmente de sus labios y en un intento de no asustar —todavía más— al otro con su silencio, busco sus manos para poder tocarlas. Estaban muy frías, como las suyas, pero en unos segundos se calentaron.
El latido del más alto se incrementó con su pequeña e inocente acción y pudo sentirlo. Eso, de alguna manera, lo otorgó algo de calma que lo ayudo a seguir adelante.
Y soltó lo primero y más importante que lo asustaba sobre tener una relación con el estudiante de artes.
—No sé cómo mierda ser un novio —murmuro en voz baja —Y sabes bien como es mí jodida personalidad, Sero. No pienso cambiarla. No puedo cambiarla.
Tamaki le había dicho que su personalidad no era mala, que sí, podía asustarlo en un inicio, pero nunca pensó que él era malo. Pero el cenizo sabía bien que podía llegar a ser hiriente e insensible en ocasiones, un verdadero bastardo si se lo proponía o alguien lo hacía enfadar.
Porque era el tipo de persona que si recibía algún daño, lo devolvería y con muchísima más fuerza.
Debía, mínimamente, advertirle al otro sobre en lo que se estaba metiendo si aceptaba una relación con él.
No aceptaría esa mierda de "terminamos porque no puedo cambiarte".
Si llegaba a pasar, estaba seguro que su corazón saldría muy herido.
Bakugou escucho una leve risa en su oreja derecha y después, unos brazos envolviendo su cintura. La acción le tomo por sorpresa y debido a eso, estuvo algo rígido, pero no se alejo del más alto. E intento devolverle el abrazo colocando sus manos en su espalda.
No tardó mucho en sentirse cómodo en aquella nueva posición.
—No quiero que la cambies. Me gustas como eres, Bakugou —aseguró el de ojos ónix.
—...Mentiroso —protesto el más bajo —Me has dicho que tengo mal carácter.
—Y lo tienes, pero me gustas igual y me gusta pelear contigo por eso —admitió el azabache con una sonrisa divertida que hizo al otro gruñir —No te pediría salir si esperara que cambiarás tu actitud conmigo, Bakugou. Estás bien siendo como eres.
— ¿No quieres un maldito novio cariñoso, hablador y cursi? —cuestiono el de ojos rojos con un leve tono de berrinche que lo hacía sonar como un niño reclamando —Alguien como el idiota de Kaminari o Kirishima.
—No, realmente no —negó seguro el más alto —No me gustaría alguien así.
—Hmmm...—frunció los labios el cenizo sin creerle mucho.
—En serio. Me gusta alguien que demuestra con hechos que es el mejor, que es la persona más dulce con su hermano menor y su mejor amiga, que cocina increíble y usa ropa negra todo el año —describió el azabache, llevando sus manos hasta el rostro del otro y sosteniéndolo entre las mismas —Que tiene el ceño fruncido todo el tiempo como si hubiera nacido de aquella forma y que su sentido del humor es algo sádico. También me gusta que su trasero sea tan...
El cenizo tapo la boca de Sero con sus manos, su rostro estaba completamente rojo y su corazón estaba a mil por ahora. Las últimas palabras fueron tan descaradas por parte del azabache para calmarlo un poco —no conocía mejor forma para ello que alterando su sistema primero— pero las primeras fueron hechas con pura sinceridad.
Únicamente por eso era que no estaba enterrado en la nieve.
—Eres un jodido pervertido, ¿desde cuándo miras mí trasero, eh? —bufo intentando sonar indiferente e indignado pero no servía con su cara toda roja.
El azabache sonrió y beso la palma de la mano del más bajo, causando que esté se sobresaltara un poco.
— ¿Mí respuesta, Bakugou? —quiso saber viendo hacía los ojos rojos del contrario —Sea sí o no, está bien. Porque volveré a intentarlo las veces que sean necesarias, mientras tenga aunque sea una mínima oportunidad.
"Mínima". La comisura de los labios del cenizo se elevaron ante esa palabra. Las oportunidades del estudiante de artes con él era innumerables, que creyera que tenía pocas le resultaba gracioso.
¿Acaso no era obvio que, de tratarse de otra persona, ni siquiera hubiera permanecido tanto tiempo en este clima fría y siendo abrazado sin objeción alguna?
Para algunas cosas, el de ojos ónix seguiría siendo un poco tonto y lento. Pero eso estaba más que bien para el estudiante de gastronomía.
—No tendrás que intentarlo tantas veces, idiota —dijo el de ojos rojos —Te ahorraré todo ese puto trabajo y te diré que sí ahora. Se agradecido.
—Lo seré, mí novio es la persona más amable que he tenido el gusto de conocer.
Katsuki escucho el claro sarcasmo y burla en aquellas palabras pero antes de poder siquiera hacer un comentario al respecto, Hanta ya se estaba acercando a él para robarle el tercer beso del día. El cual, lo dejo medio aturdido y ligeramente, anestesiado.
Por ende, todo el enojo se diluyó y solamente quiso permanecer abrazado al azabache el mayor tiempo posible.
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