Capítulo 29
Sero podía escuchar a Midoriya explicarle los deberes pero no lograba entenderlo, su mente únicamente se enfocaba en Bakugou y el superior que había venido a verlo.
¿Quién podría ser?
Sin dudas, se trataba de alguien que sabía bastante bien que al cenizo no le molestaría —corrección, no le molestaría del todo— verlo en el edificio. Tal vez, incluso, fuera alguien con quién tendría una buena relación. El de ojos rojos respetaba a aquellos con habilidades gastronómicas más o menos decentes, por lo que Sato y Awase tenían algo de su atención en ese aspecto, aunque no mucha. Si era una persona mayor y experimentada de su campo, la posibilidad de que lo respetará era alta y también la de que no le importara verla.
La cuestión era, ¿y si no solo se trataba de alguien que respetaba o admira? ¿o si esa persona tenía un interés por el de ojos rojos? ¿lo estaría cortejando?
Una persona de gastronomía encajaría bien con el cenizo, más que él que no podía comer ningún tipo de carne, ni toleraba estar en el lugar que amaba la persona que le gustaba.
Antes de siquiera percibirlo, el azabache empezó a deprimirse y fue entonces que el de pecas —que vio su rostro haciendo muecas desde hace dos segundos— le tocó gentilmente el hombro para traerlo devuelta a la realidad. Interiormente, se sintió un poco mal por haber puesto al otro en un posición difícil, pero...
Ashido le contó lo que pasó en su dormitorio durante el interrogatorio y supo que si no hacía nada ahora, el estudiante de artes y su hermanastro perderían la oportunidad de estar juntos. Porque, se notaba que los dos se gustaban mucho y sería muy triste que no pudieran experimentar el amor mientras lo tenían tan cerca.
—Sero-kun, ¿no me estabas escuchando, verdad?
—No, lo siento —se disculpo avergonzado el más alto y luego, se paró de la cama —Eh, tengo algo que hacer. Gracias por intentar ayudarme.
—De nada —sonrió el de pecas y agrego —Sero-kun, aún cuando las cosas sean difíciles, no debes rendirte, ¿de acuerdo?
Ya que a Kacchan realmente le gustas mucho.
Pese a que Hanta no entendió las palabras de Izuku ni tenía la capacidad de leer sus pensamientos, tuvo el presentimiento que aquello era significativo. Así que, solemne, inclino su cabeza en afirmación y salió del dormitorio, para luego, dirigirse hasta el ascensor y bajar hasta el primer piso del edificio.
Lo primero que buscaron sus ojos fue la figura del cenizo y lo halló entrando por la puerta del lugar, con la naríz rosada y sus mejillas de un tono similar, abrazando su cuerpo que temblaba ligeramente.
De inmediato se acercó preocupado hasta él y como si fuera natural, llevo las manos hasta sus mejillas.
—Estás helado, ¿cuánto tiempo estuviste afuera?
Katsuki no respondió, sus mejillas pasaron de rosas a rojas y con un chasquido de lengua, apartó las manos del otro de su cara.
—Diez putos minutos —respondió intentando ocultar su vergüenza por la preocupación del otro —Estoy bien, no es para tanto.
—...Si a ese superior le importaras no te habría hecho salir afuera a esta hora —murmuro molesto el más alto —Hace mucho frío.
—Eso no...un momento, Sero, ¿estás celoso?
El cenizo inclino la cabeza con una mueca burlona cuando las orejas del azabache se pusieron rojas y ahora fue otra persona la que estaba esquivando aquella situación vergonzosa.
— ¿P-Por qué lo estaría? —balbuceo el estudiante de arte luego de un segundo —No es como si me molestará que te llevarás bien con alguien de tu mismo campo. Solo pensé que esa persona era tonta si no se daba cuenta que odias este clima frío y te hizo salir afuera. Es todo.
—Ajá, claro, entonces, ¿por qué bajaste del dormitorio? —quiso saber el de ojos rojos en un tono cínico —Todavía falta para la cena.
—Quería ver a Kaminari y Kirishima —mintió el de ojos ónix en automático sin saber qué otra cosa decir.
— ¿Y por qué no tocaste la puerta de su dormitorio? Sabes bien que esos dos están ahí adentro en este preciso momento —se acercó un paso más hacía el contrario, haciéndole retroceder hasta que su espalda chocó contra una pared y luego, lo acorraló con poniendo sus brazos a los lados de su cuerpo —Además, viniste a mí, ¿por qué lo hiciste si estabas buscando a los otro dos idiotas?
El azabache sintió que había cavado su propia tumba. Aparte de que, pese a la diferencia de estaturas entre ambos, en que el más bajo lo tuviera acorralado seguía siendo muy intimidante. Su rostro se puso rojo tanto por la vergüenza como por los nervios que sentía al estar en esa situación.
—Vamos, Sero, confiesa —insistió el cenizo divertido por verlo tan tenso — ¿Me estabas buscado porqué te dio celos que un superior hubiera venido a verme o no?
El más alto se mordió los labios, pensando en qué debería hacer, que opción a elegir era la correcta. Pero su cerebro no le respondía correctamente al estar bajo tanta presión, así que aparte de hacer su mejor esfuerzo por parecer la imitación de un tomate maduro, no logro responder nada.
Bakugou tomo esa no-respuesta como una victoria, sonrió y se alejo del otro, permitiéndole respirar y controlar su corazón alterado por su culpa.
—El superior que vino únicamente lo hizo para darme unos libros —dijo con un aire de triunfo al ver cómo la mandíbula del otro caía de a poco —No le gusto ni él me gusta a mí. Así que, puedes estar tranquilo.
—Y-Yo no... —tartamudeo el más alto.
—El fin de semana vayamos a un centro de snowboard —lo detuvo de hablar el de ojos rojos —Con los demás idiotas también. Y tal vez Deku y el idiota medio quemado.
El cerebro del azabache no logro procesar del todo las palabras dichas por el más bajo, aparte de lo que parecía una invitación a una cita encubierta como una salida de amigos y el apodo a su compañero de clases, Todoroki.
—...No deberías decir eso sobre Todoroki —logró articular luego de unos segundos —Es grosero, Bakugou.
—A él se le hace gracioso —se encogió de hombros el cenizo y luego, agrego con algo de irritación por los nervios que sentía — ¿Aceptas o no?
El estudiante de artes sonrió suavemente y asintió.
Kirishima no era un romántico experto pero era bueno leyendo la atmósfera. Por ende, para él fue fácil descubrir los sentimientos que tenía Bakugou por Sero. Así como también se daba una idea de que a Uraraka le gustaba Midoriya y Todoroki prefería a Yaoyarozou sobre otras chicas de la clase.
Era cuestión de prestar atención a los detalles, aunque claro, el estudiante de gastronomía era el que menos indicios daba de su enamoramiento.
Por eso le sorprendió que diera el primer movimiento en aquella inesperada salida. Bueno, no tanto, ya que su mejor amigo era realmente masculino.
—Pelos de mierda, ¿seguro que sabes cómo es esto?
El pelirrojo dejo de lado sus reflexiones personales para mirar hacía el cenizo que estaba sosteniendo una tabla de snowboard de color rojo y sonrió con todos los dientes al notar que, detrás de su ceño fruncido, había algo de entusiasmo por la actividad.
— ¡Claro que sí! ¡Confía en mí, Bakugou! —se señaló a sí mismo con seguridad — ¡Pase un año entero en la cordillera de los Andes!
El cenizo asintió convencido pero no fue lo mismo para los demás que estaban con ellos en la montaña nevada.
—...No estamos muy alto, ¿cierto? —agrego temeroso el rubio —Digo, un mal movimiento y bye.
— ¡No seas cobarde, Kaminari! ¡Ya nos costo mucho llegar aquí! —le grito la ídola — ¡Voy a hacer valer el haberme subido a esa maldita silla!
Ashido y Kaminari le tenían mucho, muchísimo, miedo a las alturas. Para llegar a aquel punto en una montaña nevada, tuvieron que usar las telesillas, estuvieron tan tensos en el viaje que apenas tocaron la nieve se pusieron a llorar. En su caso, por muchas palabras de seguridad que les diera el pelirrojo, no ayudarían a bajar sus temores e inquietudes.
—Bien, entonces les enseñaré un par de cosas a ustedes primero —propuso el pelirrojo, dándole una palmada en el hombro al cenizo —Espérame un poco, Bakugou. Ya vuelvo.
En lo que el de dientes puntiguados se llevaba a sus dos amigos temerosos lejos de los bordes de la montaña, el estudiante de artes aprovecho para acercarse al cenizo que miraba hacía abajo y se acomodaba en su tabla. La ropa que traían aquel día era muy pesada y debían usar gafas para evitar que la nieve se metiera en su campo de visión, pero aún así los ojos rojos lucían muy claros e intimidantes cuando se dirigieron hacía él.
Aunque era una salida entre amigos, a Hanta le seguía dando vueltas como llegaron hasta este punto. Desde el inicio donde el de ojos rojos se lo propuso a él hasta que lo supieron Eijirou, Denki y Mina que aceptaron de inmediato. Shoto e Izuku también estaban con ellos en el centro de snowboard pero habían ido a comer algo primero.
¿Podía tomar eso como una cita cuando había tantas personas entre ellos?
Katsuki le miró con una ceja alzada cuando se le acercó sin decirle nada y solo se posicionó a su lado.
—Parece que estás muy entusiasmado por esto, ¿no? —pregunto queriendo iniciar una conversación.
—Nunca lo he hecho antes —respondió el cenizo en voz baja.
—Yo lo hice una vez. En un viaje con mis padres —recordó el azabache con una sonrisa leve —Es muy difícil en un inicio pero después se vuelve fácil.
— ¿Todavía lo recuerdas, cara plana? —cuestiono el cenizo con interés.
Por supuesto que no, el viaje fue cuando tenía ocho años, imposible que lo recordara teniendo dieciséis. Pero quería impresionar a los ojos rojos que le miraban con curiosidad, así que sonrió de forma engreída, se puso derecho y se adelantó dos pasos al borde la montaña cubierta por la nieve.
—Te lo demostraré —se acomodo mejor, empezando a tener el presentimiento que no era tan buena idea como creía —Mírame atentamente, Bakugou.
—No vayas a romperte un hueso —bufo el de ojos rojos —Ten cuidado.
—Estaré bien —lo dudaba mucho —No te preocupes.
El estudiante de gastronomía tenía sus comentarios por decir sobre eso porque estaba bastante preocupado. Pero antes de que pudiera decirle al otro que era mejor esperar y escuchar alguna advertencia útil de la única persona entre ellos que sabía algo sobre esquiar en las montañas, el más alto ya se había deslizado cuesta abajo.
En un inicio, estuvo bien, pero después fue un completo desastre.
Sero no conseguía poner sus piernas y cadera en equilibrio, perdió una de las tablillas que lo ayudaban, por poco choco con una señora que lo insulto en un extraño idioma extranjero y, como frutilla del postre, paso lo que tenía que pasar. Antes de siquiera llegar a la mitad de la montaña, se cayó por completo en la nieve y rodó el resto del trayecto. Cuando se detuvo, se quedó boca arriba en medio de la nieve y con los brazos flexionados.
Unos breves segundos después, el suave movimiento de alguien descendiendo hasta su lado se escuchó y tuvo encima suyo el rostro preocupado de Kirishima.
—Por favor, dime que no acabo de hacer el ridículo —rogó.
—Eh, primero, ¿estás lastimado en algún lugar, amigo? —priorizo el de dientes puntiguados.
— ¿Aparte de en mí dignidad? —bromeo con sarcasmo pero al ver la mueca sería y preocupada del otro, respondió correctamente —No, me duele la espalda. Pero nada más.
—De acuerdo —suspiro con alivio el pelirrojo —Bakugou se rió mucho en un inicio pero luego me aventó para que viniera a ver cómo estabas. Y...,ah, ya esta bajando.
El azabache hizo lo posible por mantener lo poco que le quedaba de dignidad —lo cual no era mucho— ante el cenizo, se sentó correctamente en la nieve y con la ayuda de su amigo, se puso de pie. Se sacudió la nieve de la ropa en lo que Bakugou, con unas grandes habilidades que no concordaban a su primera vez en el deporte, llegaba hasta donde estaban.
—Lo manejaste increíble, Blasty. Ni parece que fuera tu primer intento —alabó el de dientes puntiguados pero, luego, miro con culpa a su amigo azabache —Lo siento.
—No importa —susurro el azabache.
— ¿Estás herido en algún lado, cara plana? —cuestiono el cenizo mirando con firmeza al otro por si acaso pensaba mentirle.
—...En mí espalda pero no...
—Kirishima, dile a los idiotas que estamos en el restaurante —indicó el cenizo a el pelirrojo que asintió en acuerdo —Ven. Te compraré algo y vas a descansar.
Al oír el tono de orden del más bajo el estudiante de arte intento protestar pero fue completamente inútil y en contra de su voluntad, fue llevado hasta el restaurante en el centro de snowboard. Debido a las cercanas fechas navideñas, el local estaba decorado de los tradicionales rojo y verde, además de que los meseros usaban accesorios de renos, duendes o sombreros rojos.
El olor mezclado del chocolate caliente con café hizo a ambos jóvenes relajarse.
Conseguir el permiso para ir a aquel centro de snowboard y esquí no fue sencillo, ya que estaba a dos horas de Yuei en el tren bala. El director Aizawa puso varias pautas que debían cumplir y dejo en claro que solo les permitía estar hasta las cinco de la tarde. Luego, una camioneta los iría a buscar por orden del mayor, para que todos pudieran volver a salvo antes del toque de queda.
En aquel momento, sentados en una mesa que daba con el lugar donde los niños esquivaban alegremente, eran las dos y cuarenta de la tarde.
—Iré por unas bebidas —aviso el cenizo luego de apartar la mirada del ventanal.
— ¿Puedo acompañarte o me miraras feo si intento pararme? —interrogó en un tono juguetón el de ojos ónix, recibiendo a cambio una mirada de advertencia e irritación —Eres todo un caballero, Bakugou. Ayudando a una dama en apuros.
—Eres la dama más fea que he conocido —bufo el cenizo —Y tonta, ¿quién se lanza de una puta montaña sin tener idea de cómo hacerlo? —amonestó con reproche —Quedate ahí, Sero.
—Sí, sí —respondió el más alto —Te espero.
En lo que Bakugou lo dejaba en la mesa, el azabache se llevó las manos a la cabeza y sacudió su cabello con frustración. Quiso intentar genial ante el chico que le gustaba y todo lo que consiguió fue tragar nieve fría. Lo único positivo de todo, era que ahora estaba solo con el de ojos rojos en el restaurante y podrían tener algo de privacidad.
Bien, eso podía ser tanto bueno como malo.
Mientras el ambiente no se ponga tenso debería estar bien, ¿no? Bakugou ni pestañeo cuando dije lo de la dama y caballero, ¿o acaso fui muy ambiguo?
El estudiante de artes no tenía idea como coquetear o ser íntimo con el otro. Le resultaba más sencillo jugarle bromas que sabían le molestarían que decirle alguna frase romántica. En realidad, tenía el presentimiento que el cenizo no tomaría muy bien ese tipo de cortejo y sería bastante capaz de golpearlo por ello.
Personalmente, a él tampoco le gustaría ser tratado de aquella forma. No le gustaba ser empalagoso ni decir frases cursis. No que estuviera mal que las parejas fueran de esa forma pero él no se sentiría cómodo, tal vez estando con el de ojos rojos y a solas sí le resultaría agradable. Pero todavía no había tenido aquella experiencia como para comprobarlo.
En lo que divagaba en sus pensamientos, el sonido de una bandeja siendo apoyada en su mesa le llamo le atención y vio que el cenizo estaba de vuelta en un menor tiempo del que estimó con la cantidad de personas en el pequeño restaurante. Había traído dos tazas con chocolate caliente, galletas de limón con forma de reno y unos dulces rosados.
Hanta tomo una taza, rodeándola con sus manos para sentir el calor de la misma y cuando vio al cenizo comiendo la primera galleta, sintió que estaba mal que estuviera con él cuando parecía tan entusiasmado por esquiar en las montañas. Alzando la taza, la llevo hasta sus labios y susurro.
—Lo siento.
El sonido de la galleta crujiendo fue lo que se escuchó por un segundo y después, los ojos rojos de su compañero de dormitorio le miraron como si hubiera dicho alguna tontería.
El más alto se sonrojo, se aclaró la garganta y desvío la mirada hacia el ventanal. Los niños se veían muy feliz jugando en la nieve.
Katsuki también había estado feliz antes de que él lo arruinará.
—Por hacerte perder tiempo. Es un día corto —aclaro con un obvio arrepentimiento —Subir a la montaña demora mucho y estando conmigo no podrás esquivar cuantas veces quieras, como pensabas hacerlo antes. Lo siento.
Hubo un breve periodo de silencio y luego, de la nada, el de ojos rojos le pateó debajo de la mesa.
— ¡Auch! —grito adolorido el más alto — ¡¿Eso por que fue?! ¡Te dije la verdad!
—Pensé que a diferencia de otros seres humanos tu estúpido cerebro estaría en la rodilla derecha. Por eso la golpeé para comprobarlo —contestó el estudiante de gastronomía en tono bajo e indiferente —Pero no. Está dónde tiene que estar, en tu maldito cráneo. Lo que prueba que eres más idiota de lo que creí.
—Eso no es...—intento protestar el de ojos ónix.
—Estoy contigo porque quiero —lo interrumpió el más bajo —Puede haberme quedado con Kirishima y el resto a esquiar todo el puto día en la montaña. Pero no habría sido lo mismo sin ti. Así que cierra la jodida boca y no vuelvas a repetir una mierda como esa, Sero.
El azabache se quedó con la boca parcialmente abierta, luego llevo su mano a su cabello suelto y lo sacudió mientras sentía el calor subiendo por su rostro. Posteriormente, para no ser el único que sentía en su corazón el retumbar de una batería, se puso de pie y se acercó hasta el cenizo, que se quedó quieto en su lugar, con sus ojos rojos mirando cuidadosamente cada una de sus acciones.
Sin embargo, no pudo predecir lo que haría a continuación.
Sero se inclino con suavidad y beso la mejilla del otro, rozado sus labios. Después, cuando el golpe esperado no llego, se atrevió a tocar superficialmente sus labios rosados, tal y como había hecho en aquella tarde de verano que parecía tan distante pese a que ni había pasado un año de ello.
En el restaurante pareció desaparecer todo, el sonido de los meseros moviéndose entre las mesas, el olor del café caliente, la temperatura cálida de la estufa, etc. Para ellos dos, todo se transformó en aquel beso inocente, no planeado, con sabor a chocolate.
Un sentimiento que jamás serían capaces de olvidar.
Para cuando el estudiante de arte se separó de Bakugou tenía el rostro todavía rojo, a el contrario del cenizo a quien se le puso de ese tono al procesar lo que acababa de pasar. Hubo silencio, pero no tenso, tampoco incómodo.
Era un silencio que los dos entendían. Porque todo se sintió dicho en ese momento.
El azabache expreso sus sentimientos y el de ojos rojos no lo rechazo.
Así que, todo lo que quedaba, era un sentimiento de vergüenza agobiante y cálido.
Pero insoportable.
—...Iré afuera un momento —murmuro el más alto —Ya vuelvo.
El estudiante de gastronomía asintió, queriendo tomar la taza con su chocolate pero sus manos temblaban, así que optó por llevarse el dorso de la mano derecha a los labios para ocultar su expresión bochornosa de los ojos oscuros que le miraban con atención.
—No tardes —logró decir con un hilo de voz.
—No lo haré —prometió el azabache, sintiendo un impuso de molestar al avergonzado chico recorriendo su columna vertebral —Hey, Bakugou. Mírame un segundo. Tienes chocolate en la mejilla.
El cenizo bajo su mano-escudo de su rostro, lo cual fue una terrible idea, ya que cayó en la trampa del más alto que le robó otro beso, causado que su temperamento estallara y su pulso se acelerará todavía más.
— ¡S-Sero!
El mencionado se alejo de él antes de que pudiera golpearlo —porque está vez sí que lo haría— y corrió hacía la puerta del restaurante, con una enorme sonrisa en los labios.
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