Capítulo 27
— ¡Serooooooo! ¡Mí hermano del alma! ¡Mí hippie favorito!
Kaminari había crecido unos cinco centímetros en las vacaciones, pero para Sero, seguía siendo del tamaño de una pulga.
Pero una pulga con mucha fuerza que de un abrazo podría aplastarle todos los órganos.
—K-Kaminari, necesito respirar —se quejo y el rubio solo lo estrujó más entre sus escuálidos brazos — ¡Mis costillas! ¡Mis costillas!
— ¡Sigues tan delgado que podría quebrarte!
¡A este paso lo vas a lograr!
La frase el "amor duele" fue creada para Kaminari Denki, tanto como para la amistad como para a lo que romanticismo se refería. Por suerte, Kirishima llego al rescate del azabache y lo salvó del abrazo demoledor de bienvenida del rubio.
—Es un gusto verte, amigo —lo saludo el pelirrojo con una sonrisa de oreja a oreja —Eres uno de los últimos en llegar, ¿tuviste problemas con el viaje?
—El avión se retraso —admitió el más alto con algo de cansancio —Luego, no había hecho los maletas para volver ya que no estaba en casa. Mí mamá violó un montón de normas de tránsito para que llegará antes del toque de queda.
— ¿Y por qué no venías mañana temprano? Creo que Asui y Todoroki harán eso ya que son los que viven más lejos —comentó el de dientes puntiguados.
Porque quería ver a Bakugou cuánto antes. Cómo si pudiera decir eso.
— ¡Hey, Kirishima, eso no importa! ¡Sero me debe un montón de salidas que no hicimos en Kyoto! —se colgó el de ojos dorados del brazo de su amigo —Te quería mostrar varios lugares...¡nos abandonaste por completo!
Cuando el más bajo hizo un puchero al acabar sus acusaciones, el estudiante de artes se sintió mal y le dio una palmada en la cabeza. Al mismo tiempo, el pelirrojo mencionaba de las cosas que le trajo de sus viajes como recuerdo.
Era el día final de sus vacaciones. Cómo era de esperarse, Yuei venía recibiendo a sus estudiantes en los dormitorios desde hace dos días atrás, respetando los horarios en que los alumnos tenían permitido el ingreso. Los primeros en llegar fueron Yaoyarozou, Iida, Sato y Mineta, los demás fueron llegando progresivamente. Siendo los últimos —con aviso adelantado— Asui y Todoroki. Uraraka decidió viajar un día antes porque extrañaba mucho a Hagakure que era su compañera de dormitorio, aunque pudo haber llegado como los otros dos en la mañana temprano.
El más alto esperaba que, como en el primer día, Bakugou y Midoriya estuvieran ya presentes en los dormitorios. Su deseo era comprobarlo de inmediato pero debido a la emboscada del rubio apenas puso un pie en el lugar, no pudo cumplirlo.
No obstante, no podría enojarse por eso.
—Por cierto, ¿ya llegaron Bakugou y Midoriya? —pregunto, sin poder evitar su interés, en lo que se sentaba en uno de los sillones con sus amigos.
—En realidad, no —respondió el rubio —Pensábamos que tú sabrías algo al respecto.
—Ashido nos contó que pasabas mucho tiempo en su departamento —agrego el pelirrojo — ¿No sabes nada de Bakugou o Midoriya? Es muy tarden y no creo que lleguen hoy, ¿o si?
— ¿Ashido no está aquí...? —interrogó vagamente el más alto.
—Sí, pero ella paso la última semana en casa de Hagakure —contesto el de ojos dorados —Nos dijo que Bakugou y Midoriya se quedaron en su departamento. Y que no le dijeron cuando pensaban volver.
El más alto no ocultó su decepción y eso fue suficiente señal para que los otros dos supieran que no tenía idea de cuando volverían los hermanastros a los dormitorios.
Hoy sería catalogado como el día más extraño de sus vidas.
Para empezar, Katsuki e Izuku pensaban volver a Yuei luego de almorzar con sus madres. De alguna forma —llamada esclavizar a sus empleados— Mitsuki e Inko lograron pasar un tiempo prolongado en Japón, el suficiente como para elegir una nueva casa para cuando volvieran de forma permanente, muebles que le gustarán, verificar cómo estaba la sede de BoomGirl y mimar a sus hijos con distintas visitas turísticas por el país. Por lo tanto, las mujeres se irían en la noche en un avión cuando sus hijos estuvieran en la preparatoria.
Pero resultó que en un extraño destino, el restaurante donde eligieron estar era el mismo que frecuentaba Yoru y Masaru para sus almuerzos después del trabajo. Se vieron en las mesas y, como si fuera natural, se sentaron todos juntos.
Los jóvenes debieron haber sido los más tensos e incómodos en todo eso pero la azabache se llevó por completo ese papel, sentándose rígida en la silla, controlando su voz en cada palabra y pareciendo al borde del colapsó pese a que el castaño le tomaba de la mano para calmarla.
Sin embargo, a medida que el almuerzo pasaba, en que Inko hablaba con su amabilidad habitual, Mitsuki discutía con Masaru e Izuku de ciertos temas —los tres tenían inclinaciones por algunos temas en común— y Katsuki comentaba sobre la comida, qué cosas se hicieron bien y los errores, Yoru empezó a sentirse cómoda y se soltó más. Hablo sobre su trabajo en una editorial, lo que la llevo a charlar bastante con la femenina de cabello verde sobre distintas historias populares en la industria. Y luego con la rubia acerca de su línea de ropa, la cual consideraba increíble, pese que había prendas que debía adaptar a su figura que —aún con sus operaciones— seguía siendo robusta.
Fue un momento agradable con toda la verdad dicha. Los jóvenes ni se sintieron incómodos cuando sus progenitores propusieron pasar un poco más de tiempo juntos. El pecoso sonrió alegre y el cenizo solo bufo como si no le importara, aunque era perceptible que estaba contento con la situación.
Pasaron parte de la tarde en un parque de diversiones recién inaugurado, Yoru y Mitsuki arrastraron a los menores por todos los juegos de alto riesgo que encontraron, hasta que Izuku vómito su almuerzo en una montaña rusa y Katsuki se puso pálido después de pasar por una casa del terror. Para compensar el mal rato de los niños —ambas mujeres se disculparon, solamente querían hacerlos sentir un poco de adrenalina y diversión— Masaru e Inko los llevaron hasta una confitería, pagando por todo lo que quisieran.
Su última parada del día fue la editorial de la azabache dónde, a modo de regalo, ella les pidió que eligieran cuántos libros quisieran —o pudieran— llevarse.
Eso les llevaba a la siguiente situación, en la entrada de Yuei con sus maletas y numerosas bolsas, mientras sus padres iban a hablar con la administradora para que les dejará pasar pese que el toque de quedé había empezado.
Bakugou y Midoriya se habían quedado con Akemichi, que parecía incómoda luego de un tiempo por quedarse sola con ellos. Aunque, en vez de incómoda, sería mejor usar la palabra ansiosa por como jugaba con su cabello azabache largo y se mordía el labio inferior.
A el de ojos esmeralda le inquietaba esa actitud y al cenizo le hacía sentir malditamente irritado debido a que lo ponía nervioso.
— ¿Qué mie...? —se mordió los labios y tosió, su madre lo golpearía si se enteraba que no tenía modales con la azabache — ¿Qué te sucede? Estabas bien hace un maldito momento.
—Y-Yo...no es nada, solo, hmm —balbuceo la mayor para después sonreír con algo de nervios y abrazarse a sí misma —Hoy fue un bien día, ¿no? ¿la pasaron bien, verdad?
El de ojos rojos alzó una ceja, sin entender porqué eso le preocupaba tanto cuando era obvio que había sido un buen día. Por otro lado, el pecoso comprendió un poco a la azabache y le sonrió, esperando llegar a expresar toda su sinceridad en las siguientes palabras.
—Sí, Yoru-san —le confirmo —Pasamos un día muy divertido.
— ¿Aunque la montaña rusa te hizo mal, Izuku-kun? —cuestiono la mayor con preocupación.
—Deku no es tan débil, carajo —gruño el de ojos rojos y el más bajo le dio un pequeño codazo, diciéndole con la mirada que fuera menos tosco —No tienes de qué preocuparte.
—De acuerdo...me alegro...—murmuro la azabache con una pequeña sonrisa tímida e inquieta —Uh, entonces, si lo repetimos otro día, aunque sea solo con Masaru y yo, ¿les gustaría volver a hacerlo...?
Midoriya parpadeo confundido y se señaló a sí mismo cuando escucho el plural.
— ¿Yo también? —pregunto en un tono incrédulo.
—S-Sí, claro, solo si quieres Izuku-kun —confirmó la azabache.
Bakugou miro que el pecoso se sonrojo un poco y que sus labios temblaron, vacilando en su respuesta cuando lo miro.
Desde que eran niños, él siempre supo que el de ojos esmeralda y su madre quedarían bien en una familia numerosa. Donde tuvieran hermanos, hermanas, tíos, tías, abuelas, abuelos, etc. Una familia grande. Pero solo eran ellos dos en el mundo. Cuando el padre del pecoso murió, su madre quedó viuda y sola, sin en quien apoyarse y debió seguir adelante de aquella manera. Lo mismo para el menor que recibió un abundante amor de su madre pero que, en secreto, deseo conocer más del amor familiar.
Por ende, desear una familia, una en la cual pudieran apoyarse, era un deseo de ambos y aunque estaban bien con él y su madre, sabía que ellos querían extender sus brazos a más personas.
Y sabía que el menor dudaba porque esas personas eran su padre y su pareja. No estaba seguro si era adecuado considerarlos también su familia.
El cenizo bufo y le dio un golpe en la espalda al otro, haciendo que diera un paso adelante debido a la fuerza y cuando le miró feo por ello, le saco la lengua de forma infantil, haciendo reír a Akemichi.
—Responde una maldita vez que sí, Deku —lo ánimo —Que se nota que te encantó ser mimado el día de hoy.
— ¡N-No lo digas de esa forma, Kacchan! —se sonrojo el pecoso para después, recomponerse y mirar hacía la mayor —M-Me encantaría salir otro día, Yoru-san.
—Me alegra mucho saberlo, entonces, tal vez arreglemos algo para dentro de unas semanas —respondió alegremente la azabache —Antes de que los exámenes los consuman en el segundo periodo.
Los menores asintieron y justo en ese momento, sus padres llegaron, diciendo que ya podían entrar a los dormitorios. Así que los seis se despidieron y se fueron con un sentimiento cálido en sus corazones.
Eran las doce de la noche, así que, hacer silencio era lo más importante de todo para ingresar a los dormitorios. Izuku se despidió de su hermanastro con una sonrisa cuando bajo en su piso y él siguió hasta el suyo en el ascensor.
Cuando el ascensor se abrió, el cenizo camino por los pasillos en silencio y aunque por un momento vaciló al llegar hasta su puerta, la abrió de todas formas.
La primera imagen que se encontró fue la de su dormitorio ordenado, una mochila azul a un lado de la cama, una botella de agua en la mesita de luz y a medida que pasaba la mirada por el lugar, finalmente, se encontró con Hanta durmiendo cómodamente sobre la cama. Rodeado por un par de hojas y lápices.
—Que desordenado —murmuro con una sonrisa, acercándose hasta el desprevenido azabache — ¿Cómo puedes dormir así, eh?
Katsuki dejo sus cosas de lado y se sentó en la orilla del colchón, teniendo cuidado de no tocar alguna hoja. Luego, con suavidad, tocó un mechón azabache liso que caía de la cara del más alto. Lo vio removerse unos segundos y acercarse hasta él en busca de más caricias que, le proporcionó por un rato en silencio.
Cuando fue suficiente, se dispuso a pararse para acomodar sus cosas y acostarse, pero no pudo hacerlo cuando sintió un jalón en su muñeca que le hizo volver a sentarse.
Bakugou miro confundido hacía el dormido adolescente que le miraba con los ojos semiabiertos.
— ¿Cuándo llegaste? —murmuró el más alto con la voz ronca.
Sero no estaba del todo consciente. El de ojos rojos lo sabía porque se había acostumbrado a que, cuando se despertaba, a el azabache le costará bastante acomodarse a la realidad. Primero, miraría hacía el techo un minuto entero. Segundo, se quedaría viendo con odio la alarma de su celular apagado. Tercero y último, se levantaría odiando con todo su ser el inicio del día, solamente renovando su humor con la primera taza de café que él mismo le daría en la cocina.
Era un poco curioso que su cerebro funcionará lo suficientemente bien como para reconocer su presencia en el dormitorio y no lo confundiera con un sueño.
—Recién —respondió, dejando pasar su intriga a un segundo plano —Vuelve a dormir. Es tarde.
—No quiero —protesto el azabache frunciendo el ceño —No quiero dormirme. Es la primera vez que te veo en mes y medio, ¿cómo podría dormirme?
—...Hablamos por mensajes, idiota —bufo el más bajo —Ni que fuera tan importante el vernos en persona.
—Para mí si lo es. Te extrañe.
El cenizo trago saliva, sintiendo su pulso acelerarse e inclino la cabeza para evitar los ojos ónix que le miraban con molestia, por no creer en lo mucho que le había extrañado. Y, debido a que su guardia estaba muy baja, el estudiante de artes logro tumbarlo a su lado en la cama sin ningún esfuerzo.
— ¡Sero! —grito molesto.
—Shhhs, es muy tarde, ¿no? —lo silenció el azabache con una sonrisa perezosa en los labios —Vas a despertar a todos, Bakugou. Haz silencio.
— ¡Cómo si me importara despertarlos! ¡Sueltame!
—No quiero —se rió el más alto.
El estudiante de gastronomía se sonrojo debido a la cercanía que estaba teniendo con el otro en la cama tan estrecha e intento pelear por separarse pero, en el fondo, sabía que no lo estaba haciendo con todas sus fuerzas y que solamente estaba dejando que las extremidades largas del azabache lo dejarán más atrapado de lo que ya estaba.
Después de forcejear un poco más, sin nada de fuerza, el de ojos rojos soltó un gruñido y se apoyó en el pecho del más alto que estaba más despierto que antes. Pero igual de cansado y somnoliento que él.
—Eres un maldito fastidio —murmuro —Ni que fuera el idiota para que te quisieras pegar tanto a mí.
—Kaminari es quien me abraza, yo no lo hago. No soy de dar ese tipo de afectos, aunque no me importa recibirlos —se explicó el de ojos ónix ya que empezaba a creer que el más bajo tenía bastante celos del rubio de su grupo —Pero contigo es diferente, me gustaría hacer esto más seguido. Aunque no tengo la fuerza de Kirishima como para soportar los golpes que me darás si lo intento.
El pelirrojo aprovechaba cada ocasión que tenía para rodear con un brazo al cenizo, abrazarlo, darle una palmada en la espalda o sacudir su cabello. Era parte de su personalidad el buscar el contacto físico con alguien que consideraba un amigo y aunque todavía se llevaba varios golpes por ellos, poco a poco, el estudiante de gastronomía iba haciéndose inmune a él.
Claro, eso no podría aplicarse al de ojos ónix y ambos, a su forma, lo sabían.
—Entonces ni se te ocurra hacerlo —dijo luego de unos pocos segundos —Ya sueltame. Quiero irme a dormir.
_Un poquito más...—susurro el más alto y como método para que el otro no se fuera, le interrogó — ¿Cómo te fue con tus padres? ¿Salió todo bien?
Mientras estuvo de vacaciones con sus padres, Hanta no se atrevió a hablarle al cenizo sobre el tema por mensaje, ya que sintió que no estaría bien. Prefería preguntarlo cuando se vieran en persona, estando frente a frente para que pudiera ver su expresión y asumir qué le decía en verdad y qué le ocultaba.
Con un enorme alivio, pudo ver que la expresión de Katsuki al mencionar el tema era suave y pacifica.
—Sí. Hoy incluso tuvimos un "día familiar" —hizo comillas en el aire, con un tono burlón que no era malicioso para nada —Se sintió raro. Pero no estuvo mal.
—Que bueno —sonrió el azabache —Me alegro mucho por ti. Ya podrás estar más relajado con tu padre, ¿no?
—Tiempo al tiempo, cara plana —cito el cenizo dando un bufido y liberándose de los brazos del otro que le miró ceñudo —Mañana tenemos que madrugar.
—Pero podríamos seguir hablando un poco más —insistió el más alto.
—Lo dice la persona que al otro día, seguramente, se va a despertar con un humor peor que el mío —se burlo el estudiante de gastronomía y el contrario no tuvo argumento que podría contrarrestar aquella verdad —Ya estamos los dos aquí, ¿no? Mañana podremos hablar de las mierdas que quieras. Ahora déjame dormir.
Finalmente, el estudiante de artes se rindió y no intento arrastrarlo devuelta a la cama, se le quedó viendo por un rato ordenando sus cosas e hizo lo mismo para dormir más cómodamente en su cama. Una vez termino, el cenizo estaba cambiándose de ropa y por respeto —y porque no lo soportaría-_se giro para no verlo, algo que hacía desde antes, pero que ahora se sintió diferente.
¿Sería porque sus sentimientos eran claros que su corazón latía tan rápido cuando el otro solo se cambiaba? Dios, sería un segundo cuatrimestre muy difícil.
Solo espero no convertirme en un pervertido como Mineta. Si llego a ese punto, pediré el cambio de habitación por mí moralidad.
El más alto cerro sus ojos con aquel último pensamiento, sin percatarse que el cenizo se le había quedado viendo en su cama, con el piyama puesto y una leve mueca en el rostro.
¿Cómo mierda se supone que debo sentirme cuando me gusta alguien? Este idiota me pone nervioso pero ahora estoy bien, ¿eso es normal?
El más bajo soltó un gruñido al no poder entender sus emociones. Mina había dicho miles de veces que el amor era una emoción apasionada e ilógica, que te hacía hacer tonterías que nunca harías, que causaba un remolino en tu interior imposible de explicar.
Y, sin embargo, aunque el de ojos ónix le hacía sentir de aquella forma, también se seguía sintiendo como él mismo.
Entonces, ¿realmente le gustaba? ¿o no?
¿Cómo podría saber eso cuando nunca antes le había pasado?
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