Capítulo 14
Con la llegada del sábado, la mayoría de la clase A se dividió en dos secciones, aquellos que saldrían a pasear por la ciudad —hasta el toque de queda— y los que se quedarían a repasar para sus pruebas, lamentando el hecho de no poder usar sus edificios de campo para eso.
¡Seroooo! ¡Pase por tu dormitorio, pero estabas durmiendo, creo! Kirishima, Yaoyarozou, Jiro y yo estaremos practicando nuestra actuación en un parque cercano, ¡ven con nosotros cuando te despiertes!
Sero inhaló y exhaló lentamente, sintiendo el entusiasmo de Kaminari traspasando la pantalla de su celular, la cual marcaba de paso que eran las dos con treinta de la tarde y el mensaje de texto le fue enviado a las doce del mediodía.
Juraba haber puesto la maldita alarma antes de dormirse, ¿acaso no la escuchó o qué?
El azabache gruño e intento —miserablemente— sentarse en la cama, viendo hacía la cama prolijamente hecha de Bakugou. Cierto, la razón de su desveló fue esperar a su compañero de dormitorio quien, nuevamente, no se presentó en el mismo para descansar.
Al inicio, estuvo aliviado de eso, el hecho de encontrar agradable la presencia del cenizo durante el almuerzo de ayer le dejo desconcertado y confundido, así que estuvo feliz de no lidiar con él cuando llego la noche. Pero después aquel sentimiento se transformó en uno de tristeza y pena, porque aunque no lo quisiera admitir, el dormitorio se sentía menos deprimente cuando el gruñón chico de ojos rojos estaba presente.
El más alto dejo de ver la cama que estaba sin usar y dirigió su atención hacía el techo, pensando si debería ir hacía donde estaban sus amigos, bajar a desayunar —bueno, por la hora sería almorzar— o simplemente, quedarse media hora más entre las sábanas con los ojos abiertos.
Pese a la tentación de elegir la última opción, ganó la segunda. Todavía era muy pronto para enfrentar la alegría del rubio y el entusiasmo del pelirrojo, que harían un gran contraste con su malhumor vespertino. Y las femeninas no tenían porqué soportarlo de aquella forma.
Les haría un favor a todos si primero iba a desayunar y se preparaba para funcionar como todo adolescente normal en un día libre de sábado.
Hanta se levantó de la cama y la dejo sin hacer, de todos modos, en un rato volvería a acostarse. Fue hasta su armario y se puso lo primero que encontró, siento esto un jean blanco corto y una remera azul de tirantes que le quedaba holgada. Estaba bastante caluroso, por lo tanto, optó por ponerse unas sandalias y atarse el cabello en una coleta baja.
Cuando salió de su dormitorio, lo recibió el silencio de un pasillo vacío y al ir hasta el ascensor para bajar a el primer piso, escuchó el leve murmullo del televisor y un par de personas más.
Específicamente, solo estaban Mineta e Iida en los sillones, discutiendo por los temas de su prueba. A lo lejos, un tímido Koda estaba detrás de un mueble mientras Sato le hablaba de lo que tenía en una cacerola. No había más personas a la vista y el más alto solamente recibió un saludo por parte del subdelegado, los demás estaban muy inmersos en sus preocupaciones.
Lo cual era mejor para él, que fue a servirse un café y tomo un par de sándwiches hechos de lechuga y tomate. Después, se sentó en la mesa y uso su celular, mando un mensaje a el de ojos dorados para saber cómo iban en el parque y espero que le contestará.
En lo que comía pacíficamente, un leve olor a picante se filtro en su nariz, haciendo que la arrugara y cuando escucho de la puerta abriéndose, supo la causa de ello.
Katsuki paso a la cocina bostezando, hizo contacto visual con él y sonrió de lado, una mueca de burla que hizo al otro fruncir el ceño.
—Tu maldita alarma sonó —fue lo primero que dijo —La apague porque era jodidamente irritante y no parecías despertarte.
—...Necesito una alarma más fuerte —resopló el de ojos ónix molesto —Pero espera, ¿estuviste en el dormitorio?
—Claro, también es mío —bufó el más bajo —Por si no lo recuerdas, estúpido.
—Lo sé, no es eso a lo que me refiero —murmuro el estudiante de arte, ocultando una mueca detrás de la taza de café y agregando —No llegaste anoche a dormir.
El de ojos rojos le miró con una carga intensa de molestia pero no hostilidad y luego, recogió una manzana y se sentó delante suyo en la mesa como si nada. Únicamente ahora que lo tenía delante suyo, el más alto pudo notar que su vestimenta era de un uniforme de cocina color negro, que se ajustaba a su cuerpo y tenía las mangas arremangadas hasta los antebrazos.
Se le veía bien. Cómo si aquella ropa le estuviera dando un aire más maduro, poderoso e inalcanzable. No parecía un simple estudiante de gastronomía, podría pasar fácilmente por un chef joven que iniciaba en un restaurante de prestigio.
Sero dejo de pensar en aquellas tonterías cuando el cenizo empezó a pelar la manzana con tranquilidad y sin volver a hablarle. La atmósfera paso a ser ligeramente tensa —al menos, por su parte— hasta que vio los pedazos de manzana que cortaba el otro con forma de conejos y no pudo evitar reírse por lo bajo de ello.
¿Por qué alguien que parecía ser tan rudo cortaría las manzanas de aquella forma tan linda? Que lo perdonen, pero no quedaba con su personalidad.
— ¿Qué, cara plana? —alzó una ceja el de ojos rojos al ver la sonrisa divertida en su rostro — ¿Alguna tontería más para decirme? Fíjate bien que tengo un maldito cuchillo en la mano.
—Tendría miedo pero hay testigos en la zona —señalo hacía los jóvenes que estaban a su alrededor pero sin prestarles la mínima atención —Mineta sabe primeros auxilios básicos y me debe una por sus revistas encontradas milagrosamente por mí. No temo por mí vida.
—Deberías —gruño el cenizo —Mí paciencia se está agotando contigo.
— ¿En serio? —ladeó la cabeza el más alto, observando la expresión ceñuda del otro y pensando por un segundo que aquello era gracioso —Creí que ni siquiera existía para empezar.
Bakugou le alzó el cuchillo de manera amenazante pero el azabache tuvo el presentimiento de que no le haría nada, porque pese a todo lo que quisiera parecer, el más bajo era bueno. No le haría daño.
Claro, siempre y cuando él no hiciera nada en su contra más que burlarse un poquito de su persona.
El resto del almuerzo paso en un silencio más acogedor, el cenizo se acabó su manzana y se retiro a quién sabe dónde. Por otro lado, el azabache recibió un mensaje por parte de Kaminari, mencionando que estaban descansando en el parque y que podía unirse a ellos en eso.
La idea de salir de Yuei le gustó pero también quería repasar sus dibujos para el lunes, así que, decidió declinar la propuesta y le prometió al rubio —que le mando un montón de emoticones llorando— que saldrían todos juntos en algún otro momento.
Izuku miraba a los conejos con expresión afligida y triste. Las bolas de pelo blancas, negras, marrones y con manchitas se subieron a su regazo, percibiendo su humor e intentando animarlo. Él sonrió al ver su vano intento y acaricio sus orejitas.
Los conejos no tenían la culpa de que hubiera mandado al demonio a Neito y la jodida prueba. Estaba mal que los estuviera entristeciendo por eso.
El pecoso recogió un conejo negro con una macha blanca en la cabeza y lo subió sobre su cabeza, admirando al pequeño animal que movía su nariz rosada en su dirección. Le parecía adorable.
—No puedes llevártelo, Deku. Es propiedad de la escuela.
La inesperada llegada de Katsuki no le altero un pelo al de ojos esmeralda quien bajo al conejo hasta su regazo y miro a su hermanastro con un puchero.
—Tienen demasiados, ¿quien podría notar la falta de uno de estos peluditos amigos? —cuestiono el de pecas tocando distraídamente al animal —Necesito una mascota para disminuir mí estrés, Kacchan.
— ¿Y cuál es la causa de tu puto estrés, eh?
—La sabes, ni tienes que preguntar. Y no, no quiero hablar de eso. Me molestaré más si lo hago.
El de ojos esmeralda volteo la cabeza hacía los conejos, volviendo a entregarles toda su atención y pudo escuchar cómo el cenizo se le acercaba, hasta sentarse a su lado y apoyarse en su hombro. Pudo sentir un ligero olor a picante en sus ropas pero no le fue molesto, ni siquiera para los conejos resultó de esa manera —y eso que su sentido del olfato era más agudo— ya que se acercaron hasta su hermanastro, moviendo sus naricitas en su dirección.
—Ni crean que voy a acariciarlos, bolas de pelo —murmuro somnoliento el más alto —Me arruinaran la ropa.
—Que malo, Kacchan —rió en voz baja el pecoso y miro de lado a la persona acostada en su hombro — ¿Pasaste toda la noche en la frontera, otra vez?
—Nunca hice comida árabe —contesto simplemente el estudiante de gastronomía —Tenía que practicar.
— ¿Hasta la madrugada? —tiró de un mechón rubio a modo de reproché pero luego suspiro y agrego, con curiosidad — ¿Cómo no te descubrieron usando las cocinas?
—...Un tipo raro de tercero también las usa hasta tarde —confesó el de ojos rojos —Él no dice nada, yo tampoco. Y como sabe el puto horario del conserje, cuando se va, yo también me voy.
— ¿Un tipo raro de último daño?
Midoriya no comprendía a qué exactamente se refería el mayor con "raro" pero Bakugou simplemente se acostó en sus piernas en señal de que no quería seguir hablando del tema y que le parecía un buen momento para una siesta. No pudo contener la sonrisa de ternura en su rostro al ver al otro rodeado de conejos y cómodamente acostado en su cuerpo.
Nadie podría imaginar jamás que el de ojos rojos era del tipo de persona que disfrutaba ser mimado por aquellos que quería. Que le gustaba acurrucarse a un lado de ellos y pedirles que lo mimen cual niño.
Aunque sea egoísta de mí parte, no quiero que llegue todavía el día en que alguien más conozca lo adorable que puede ser Kacchan.
— ¿Por qué mierda sonríes así? —interrogó el cenizo con los ojos entrecerrados y voz cansada.
—Estaba pensando en que no quiero que te cases, Kacchan.
El mayor soltó un bufido y finalmente, cerro los ojos, sintiendo las caricias del pecoso en su cabello y la suavidad de los conejos que, completamente rebeldes, se acurrucaron contra su cuerpo, llenándole de pelos la ropa negra.
A Izuku le hubiera encantado sacar una foto de aquel momento.
Pese a que sabía que Katsuki podía golpearlo —en serio— por ello.
Hanta tenía ganas de volver a su dormitorio, rodeado de sus dibujos sin terminar, en vez de estar ahí en la sala, completamente incómodo ante una sonriente Ochako que lo interceptó a medio camino.
— ¡Por favor, Sero-kun! Solo quiero ver un poquito del dibujo —insistió otra vez la castaña —Me da un poco de vergüenza, pero también mucha curiosidad saber cómo se ve.
—Pues...los bocetos no son la gran cosa, Uraraka —inclinó la cabeza hacía un lado, queriendo marcar cierta distancia con la femenina que se le acercaba cada vez más —No creo que te gusten.
— ¡Ah, por mí estaría bien! Ni que fuera a criticarte, Sero-kun —sonrió la de ojos chocolate —Es solo curiosidad. Por favor.
Alguien sálvame, por favor.
No había forma que le mostrará a su compañera de clases dibujos dónde únicamente aparecía de espaldas, de costado y cuya atención al detalle era muy baja en comparación de la otra persona que la acompañaba.
No tendría idea de cómo explicarse.
—Hey, cara redonda, Asui te busca.
El azabache dio un pequeño saltito cuando escucho la voz ronca de Katsuki viniendo detrás suyo, tenía una toalla sobre su cabeza y una ropa negra deportiva que nunca le había visto.
Él miraba a la castaña únicamente, con una expresión aburrida e indiferente, mientras una de sus manos para frotar perezosamente la toalla sobre su cabello y así secarlo.
—Dice que te olvidaste de dejarle una toalla en el baño —agrego.
— ¡Oh, no! —exclamo preocupada la femenina — ¡Gracias por el aviso, Bakugou-kun! ¡Y soy Uraraka Ochako, no "cara redonda"! ¡Recuérdalo de una vez!
El cenizo bufo en los que la castaña salía corriendo en dirección hacía los baños, luego, como si nada se dirigió hasta el ascensor. Seguramente, para subir hasta el dormitorio y acostarse a descansar.
¿Acaso noto que estaba en problemas y me ayudó? ¿O únicamente paso por aquí para decirle aquello a Uraraka?
El de ojos ónix miro detenidamente la espalda del otro muchacho alejándose y como un destello de luz entrando en su mente, recordó los dibujos en su cama, donde el mismo chico que se dirigía hasta el ascensor estaba retratado de una y mil maneras distintas bailando con una chica de bordes pocos delineados.
Antes de darse cuenta, estaba corriendo hacia el cenizo y tomando su muñeca antes que presionará el botón para llamar al ascensor.
Por un segundo, quedaron tan cerca que Sero pudo sentir el olor del shampoo del más bajo entrando en su nariz —olía dulce, como caramelo— y ver las gotas de agua que quedaban en su cuello, deslizándose hacía abajo.
La mente del estudiante de arte quedó en blanco y olvidó qué mierda estaba haciendo, pero se acercó todavía más al contrario, inconciente del peligro que corría al hacerlo.
Bakugou golpeó con su espalda la puerta del ascensor y miro —con odio— hacía arriba, sintiendo su cuello doler, porque el otro le sacaba casi una maldita cabeza de altura. Y aunque estaba enojado por su cercanía y atrevimiento, le causó más curiosidad ver lo angustiado que parecía el otro.
Sin embargo, tampoco le gustaba estar siendo acorralado.
—Sueltame —ordenó sintiendo su aliento chocando con la cara del más alto —Antes que te mate.
El azabache quiso obedecer, mierda que deseo hacerlo, pero su cuerpo parecía atraído al más bajo como un imán y en lo único qué pensó era que no estaba en sus planes que lo matara.
Ni que fuera al dormitorio.
Por lo tanto, trago saliva y apretó ligeramente su agarre en la mano contraria.
— ¿Hoy...vas a estar en el dormitorio? —interrogó con un hilo de voz —Porque si es así, déjame subir antes a ordenar un poco. Por favor.
El estudiante de gastronomía alzó una ceja, sin creer una palabra de lo que decía el de ojos ónix pero tampoco encontrando una respuesta a la angustia que mostraba porque no fuera al dormitorio. Por lo tanto, lo empujo ligeramente con las manos y se alejo del ascensor, viendo cómo suspiraba con alivio en el proceso.
—En diez minutos subo —avisó dándose la vuelta —Haz lo que tengas que hacer rápido, cara plana.
El más alto asintió y se metió en el ascensor con rapidez, una vez llegando a su piso, entro a su dormitorio y oculto todos los dibujos del cenizo que dejó en la cama en sus cuadernos. Luego, para disimular, barrio el piso y limpio un poco.
Para cuando termino, el estudiante de artes sintió su corazón acelerado contra su pecho debido a la adrenalina de ser descubierto y se sentó en el piso, con la espalda apoyada contra la madera de su cama y la cabeza hacía atrás en el colchón.
Eso estuvo cerca.
Muy cerca.
— ¡Bakugou-kun, eres un mentiroso! ¡Tsu-chan estaba bien!
El mencionado no hizo caso al grito de Uraraka ni al pequeño golpecito que le dio en el hombro, estaba mirando hacía las puertas del ascensor cerradas y pensando en las razones que tendría el estudiante de artes para sus acciones.
¿Qué habría en el dormitorio que no quería que viera?
— ¿Bakugou-kun? ¿Me escuchaste? —cuestiono la castaña poniéndose delante suyo —Tampoco me enoje mucho, vamos, háblame, ¡Deku-kun ya me aseguro que eres muy bueno y le creo!
—Ese idiota, siempre diciendo cosas innecesarias...—murmuró molesto el de ojos rojos viendo hacía la femenina —Estabas incomodando al maldito idiota con lo de ver los dibujos.
— ¿En serio? —parpadeo la castaña confundida —No lo noté.
—Yo sí. Él no quiere que los veas, debe pensar que son una mierda o que todavía le faltan detalles —explicó el de ojos rojos —Como sea, no vuelvas a preguntarle de ellos. Tal vez te deje verlos cuando pasen la prueba.
—Que lástima —suspiró la castaña deprimida y yendo hacía donde estaban sus amigos pero antes freno y volvió con el cenizo —Bakugou-kun.
— ¿Qué? —espetó el otro.
—En realidad, sí te agrada Sero-kun, ¿verdad? —se burlo la de ojos chocolate y noto el ceño del cenizo fruncirse — ¡Awww, te agrada!
— ¡Cállate, cara redonda!
Bakugou ignoro la carcajada que soltó la femenina y decidió irse hacía a los sillones, donde Kirishima no tardó en atraparlo y preguntarle por su día. Por una vez, intento enfocarse en la conversación del pelirrojo, pero las palabras de la castaña seguían invadiendo su cabeza.
No, no me agrada. Su estúpida cara me molestó y por eso intervine. Nada más.
El cenizo no hablo porque la de ojos chocolate se hubiera acercado de más al estudiante de arte, ni que aquello le molestará, simplemente...el otro parecía estar haciendo una cara de pánico y creyó que podía ser lo suficientemente amable como para ayudarlo.
Sí, la situación se resumía a eso.
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