Capítulo 13

No la leas, no la leas, no la leas.

La batalla campal acabo cuando Yu Takeyama, su maestra de química, entro en el salón de clases y recibió un pote de brillitos —cortesía del rubio de ojos celestes del salón— sobre su hermosa y larga cabellera rubia.

Decir que la mujer se enojo fue poco, Sero apenas logro sentarse en su banco como un buen estudiante y resguardar la libreta de Bakugou en su chaqueta sin que nadie le viera. En lo que duro la hora y pico de regaño de la mujer —tiempo que pudieron haber usado para estudiar— solo pudo pensar en leer la libreta en silencio, tentado a abrirla y saber que el cenizo escribía en ella.

Tenía el presentimiento de que era especial —quizás por eso mismo se enojo de que saliera volando por los aires— los bordes parecían viejos, las hojas estaban arrugadas y la superficie de la tapa era muy lisa.

Cuando la vio de lejos le pareció a una libreta común y corriente, pero ahora estaba convencido de que no podía serlo.

¿Que tendría alguien como Bakugou en ella? ¿Para qué la usaría? ¿Cómo podría dársela sin que piense que tuvo la intención de leerla en secreto?

El más alto desvío silenciosamente su mirada hacia el pupitre dónde estaba su compañero, tenía una expresión de puro fastidio y ni se molestaba en ver a la profesora que seguía parloteando sobre su indisciplina, sus manos estaban en su pupitre y podía ver sus dedos golpeando la superficie de la madera en un 1, 2, 3 y repitiendo el proceso. Los ojos rojos se encontraban en la ventana, admirando el paisaje y sus piernas estaban ligeramente recogidas, no estiradas.

Era muy poco para saber qué pasaba por su mente pero el azabache se le ocurrió que el cenizo estaba ansioso porque la clase terminara de una vez y su libreta volviera a sus manos.

Y no estaba muy lejos de lo cierto.

La campana sonó de repente, asustando incluso a Takeyama que pensaba seguir con su discurso un rato más y con horror había notado que ni siquiera les dio clase, al menos, no fue tan mala como para dejarles alguna tarea sin explicación y simplemente, se retiró luego de de recibir —nuevamente— una disculpa por parte de Yaoyarozou e Iida como los delegados de la clase A.

Ya era la hora del almuerzo, así que se empezaron a formar los grupos que irían a la cafetería, a los patios o que se quedarían dentro del salón comiendo. Pese a que todavía no había finalizado la semana, había ya algunos estudiantes que encontraron afinidad los unos por los otros para pasar aquel periodo de tiempo juntos.

Para empezar, Todoroki, Midoriya —quien seguía ausente debido a su suspención— Iida, Uraraka y Asui. Los tres chicos del departamento de ciencias sociales con las dos chicas del departamento de naturales se llevaban especialmente bien y desde el primer día almorzaban juntos.

Después, estaban Yaoyarozou y Jiro quienes pese a sus diferencias y no tener el mejor comienzo —la cama extremadamente grande paso a ser una individual, por el bien de la convivencia— se llevaban muy bien, sus personalidades podrían ser muy opuestas, pero los puntos en común entre sus grises eran abundantes. Las dos compartían el almuerzo en el patio, acompañadas de Hagakure y Ashido quienes adoraban el aire libre y ver los árboles que tenía Yuei colmados de palomas. Aunque la última también era de dividir su tiempo con sus demás amigos, específicamente, acudía a la mesa de Kirishima, Sero, Kaminari y Bakugou quién pese a todos sus intentos —que fueron muchos— le quedó claro que no tendría una escapatoria de aquella tortura.

Los demás como Aoyama, Tokoyami, Sato, Koji y Ojiro preferían pasar el almuerzo en la tranquilidad del salón, algunos escuchando música, otros haciendo garabatos en sus libretas. Por otro lado, Koda aprovechaba el almuerzo para ir a visitar a los animales que había en Yuei en los patios y Mineta...molestando a las mujeres de la escuela —de todos los años— para que tengan un almuerzo romántico con él, siendo rechazado el cien por ciento de las veces.

— ¡Sero, Sero! —lo llamo el rubio, colgándose de su brazo y dándole una sonrisa brillante — ¡Dame dinero!

— ¿Disculpa...? —murmuro el azabache — ¿Me viste cara de cajero automático o qué?

— ¡No es mí culpa! ¡Kirishima echo a perder la tarjeta que usaba para el almuerzo! —se quejo el de ojos dorados — ¡La puso a lavar junto con mí ropa sucia!

— ¡Tu tarjeta estaba metida en un jean lleno de barro! ¡¿Que iba a saber yo que estaba ahí?! —protestó el pelirrojo — ¡Ni quería tocarlo!

El azabache suspiro y saco su billetera, él no comía en la cafetería, se hacía su propio almuerzo. Por eso, no tenía la tarjeta de color dorado que poseían todos los estudiantes de Yuei, la cual pagaba por el almuerzo que quisieran cada día. Llevaba efectivo para comprar agua o alguna botana en las máquinas expendedoras que funcionaban con la tarjeta y dinero.

—Ten, con esto debería alcanzarte, Kaminari —le dio casi todo el contenido de su billetera, ya que no tenía la menor idea del precio de los almuerzos.

— ¡Gracias, Sero! —sonrió el rubio alegremente — ¡Te debo una! ¡Kirishima, a que te ganó los últimos sándwiches de promoción que quedan!

— ¡Oh, no! ¡Ni lo creas!

El estudiante de arte, precavido, se movió hacía la derecha para evitar ser atropellado por sus amigos que se dirigieron hasta la salida a las corridas y los miro divertido. Después, busco señales de la persona que —pese a no desearlo— les haría compañía durante el almuerzo y como supuso, lo encontró merodeando por la parte de atrás del salón.

Katsuki tenía las manos metidas en los bolsillos, la mirada hacia abajo y se veía, un poquito, deprimido de no encontrar nada más que piso blanco a su alrededor. El de ojos ónix sintió más que antes el peso de la libreta en su chaqueta y aunque quería entregarla ahí mismo, el ruido de los bancos moviéndose en señal de que sus compañeros empezaba a acomodarse para comer le puso ansioso y en que en un movimiento suicida, pusieron una mano sobre el hombro del otro para llamar su atención.

Mala idea, Hanta ni bufo cuando el más bajo se sacudió de su agarre y le dirigió una mirada altiva. Pero se armó de paciencia para hablarle.

—Bakugou, antes de ir a la cafetería, ¿podrías acompañarme a el patio, por favor? —pidió amablemente y dirigió una mirada hacia los demás que quedaban en el salón —Tengo algo que decirte y será más cómodo hacerlo ahí que aquí o en la cafetería.

El estudiante de gastronomía se encogió de hombros —lo que empezaba a identificar como un gesto de aceptación— en lo que se dirigía hasta la puerta y salía del salón de la clase A.

Bien, esa parte fue mucho más sencilla de lo que el azabache hubiera pronosticado.

En el trayecto hasta el patio, el de ojos rojos camino delante suyo, haciendo caso omiso a los susurros que continuaban sobre Masaru Bakugou y su estadía en Yuei, sus hombros se ponían rígidos con cada nueva persona mencionando el tema pero el azabache presenció cómo se contenía y pasaba de largo.

Él no tendría esa capacidad. Ya habría explotado y golpeado a alguien.

El cenizo se detuvo un momento y le dio una mirada de lado, haciendo al más alto tragar saliva ya que esos ojos rojos parecían traspasarlo y luego, observó una sonrisa cínica formándose en su rostro, de aquella manera que hizo a su sangre congelarse.

Todavía no salían al patio. Los estudiantes curiosos rodeaban el pasillo.

—Hay muchos testigos, cara plana, por eso no puedo hacer nada. Pero...—su cabeza giro hacia los lados, viendo a los estudiantes asustados uno por uno —Si me encuentro a alguno por ahí, en un rincón oscuro y olvidado de esta gigante escuela, ¿quién sabe qué sería capaz de hacerle?

Sero no fue el único en tragar saliva y comprender perfectamente aquella amenaza, los demás estudiantes salieron corriendo despavoridos por el pasillo, causando en Bakugou una alta risa burlona que perforó en sus oídos y le hizo arrugar el ceño, acercándose a su lado.

—Estás demente, Bakugou.

Y él, posiblemente, era suicida por decirle eso a la cara. Detalles.

—No puedes decir algo así como así, ¿y si alguien se lo toma en serio y se lo va a decir al director? —interrogó el de ojos ónix con un tono de preocupación en su voz —Te meterías en problemas.

—Fue una simple broma, relájate —mintió el más bajo dandose la vuelta y caminando hacia adelante.

—No era ninguna maldita broma, hablabas en serio —señalo el azabache —Y entiendo, debe ser molesto que hablen de tu padre pero...

El más alto se detuvo debido al freno abrupto en el andar del contrario quien le dedicó una mirada agresiva, aquella que tenía el primer día que se vieron y se le acercó con enojo.

—Ese hombre dejo de ser mí padre cuando tenía cinco años.

Mala elección de palabras, Hanta.

Debió suponer que al de ojos rojos no le agradaba que se refiriera a Masaru Bakugou como su padre. Pero no, él tenía que olvidarlo por completo, como todo un idiota.

—Lo lamento —se disculpo rápidamente, muy arrepentido, no solo por haber hecho enojar al más bajo, si no porque no tenía la intención de hablar sobre un tema que le era tan complicado de entender —No lo volveré a hacer.

La rigidez en los hombros del cenizo se mantuvo pero el azabache noto —con gran alivio— que el brillo hostil disminuyó en su mirada y que se alejo para dejarlo respirar cómodamente.

—Eso espero —dijo en un tono mordaz el estudiante de gastronomía —Porque la próxima vez, de lo último que tendrás que preocuparte será de un uniforme manchado con pintura, pervertido de las revistas.

—...Prefiero el "cara plana" o el común "idiota", por piedad, saca ese maldito apodo de tu vocabulario —rogó el de ojos ónix.

Quizás fue por el tono lastimero y dramático que le dio a su voz, pero Hanta vio como levemente las comisuras de los labios de Katsuki se elevaron en una pequeña y franca sonrisa. Nada parecida a la fría mueca que le vio hacer hacía un momento pero seguía sin ser un gesto de felicidad o calidez al completo.

Aún así, no pudo evitar pensar en lo bonita que quedaba en su rostro.

El resto del trayecto lo hicieron el silencio, con el de ojos ónix recordando el vago gesto amable en el rostro del contrario y el cenizo caminando firmemente hacía adelante. Una vez llegaron al patio, en el cual ya había un par de estudiantes, el más alto guió al otro hacía un pequeño pasadizo entre los edificios y busco la sombra que éstos daban.

La primavera era agradable. Pero también era solamente una señal de que se acercaba el caluroso verano.

— ¿Y qué querías decirme? —interrogó el de ojos rojos apoyándose en la pared del edificio con los brazos cruzados.

Hanta, sin rodeos, abrió su chaqueta y le mostró al estudiante de gastronomía su libreta. Decir que se sorprendió fue poco. Y antes de que se enojara por hurgar entre sus cosas —que estuvo tentado a hacerlo pero al final no lo hizo— se la extendió y le miró con toda la seriedad que pudo reunir.

—La hallé durante el descontrol pero no la abrí en ningún momento —le aclaro con toda franqueza —Lo juro.

Katsuki le vio desconfiado y tomo su libreta, una pequeña mueca de alivio se filtro en sus expresiones cuando la apoyo contra su pecho, del lado izquierdo de su corazón y cuando lo miro, el azabache estuvo seguro que todavía si le hacía feliz tener su libreta devuelta, no le causaba gracia que él se la hubiera devuelto.

— ¿Realmente no la viste? —alzó una ceja, los ojos rojos examinando todas las facciones del contrario —Porque si lo hiciste, quemaré todas tus revistas pornográficas.

—Juro que no la abrí —volvió a repetir el estudiante de arte —Deja por favor de mencionar las revistas, eran de Mineta, lo sabes, ¿no? Lloró por ellas todo el día de ayer.

La leve risa proveniente del más bajo le afirmó al de ojos ónix que, sí, debía saberlo, pero que le seguía divirtiendo molestarlo de aquella forma.

—Bien, te creo —sentenció el cenizo y luego, agrego con un murmullo —...Gracias.

El más alto parpadeo y miro al chico delante suyo como si no lo conociera, causando en él una expresión de irritación natural.

— ¡¿Qué?! —exclamo iracundo el de ojos rojos cuando ya no soporto la cara de idiota que tenía el otro.

—No pensé que esa palabra estuviera en tu vocabulario —admitió aún asombrado el azabache.

— ¡Pues vete al carajo, idiota! ¡No la volveré a decir! 

Ahora fue el turno de Sero de reírse, porque aquel Bakugou gritón y enojado le era más fácil de tratar que el que le decía gracias con una voz suave o el que le sonreía con ligereza.

Todavía no estaba listo para tratar con ese lado suyo.

—De acuerdo, de acuerdo. Lo siento, se me olvidó que eres un ser humano muy humilde y solidario...

— ¡Para con tus estúpidas bromas o te mato! —gruñó el más bajo.

—No es mí culpa, únicamente pensé que le darías las gracias a Midoriya —se encogió de hombros el azabache —O tu madre. Hasta ahí llegan las personas que podrían recibir un agradecimiento de tu parte.

—Sigue hablando y te daré un golpe en serio —advirtió el de ojos rojos pero no negó nada de lo que dijo el otro — ¿Algo más? Quiero ir a la maldita cafetería.

—Oh, sí, es sobre tu reto...—se rasco incómodo la nuca el más alto —Midoriya me ayudó un poco, así que, en cualquier caso enojate también con él y solamente conmigo.

—Exagerado —rodó los ojos el estudiante de gastronomía —Ya dilo.

—Me recomendó que de reto te de a hacer comida árabe. La que es baja en sal y condimentos. Y, de ser posible, sin que uses carne —explicó el de ojos ónix —Aunque eso es más por mí parte. Si quieres usar carne, adelante.

Katsuki hizo una mueca de desagrado, pero bien, sí era un reto hecho a su medida. No debería ser sorpresa, ya que Izuku estaba en parte involucrado en ello.

—Hiciste algo inteligente al pedirle ayuda a Deku, bravo —se burlo el cenizo —Es un reto. Lo acepto. Y no usaré carne. Que sea gastronómico no quiere decir que use carne cuando cocino todo el tiempo.

—No tengo nada en contra de eso, Bakugou, no lo tomes como ofensa —sonrió el azabache y agrego con curiosidad —Pero, ¿por qué elegiste gastronomía?

El de ojos rojos parecía ser alguien capaz de todo, el tipo de persona que disfrutaba de la atención y liderar a los demás. Era extraño pensar que eligió gastronomía porque simplemente fuera bueno cocinando, ¿qué le habría llevado a tomar tal decisión?

Sin embargo, en vez de responder su pregunta, le miró con la cabeza ladeada, una postura relajada con sus manos metidas en sus bolsillos y separándose de la pared, para ir hasta el pasillo que daba con el interior del edificio.

En un principio, el más alto pensó que no le contestaría y ni se iba a enojar por ello, se arriesgo a meterse en los asuntos del otro y ya era una gran victoria no salir golpeado por eso.

Aún así, suspiro por lo bajo y se resigno a seguirlo, con la cabeza gacha, hasta que lo escuchó hacer aquella pregunta.

— ¿Por qué elegiste artes?

Hanta supo que la pregunta era serie y honesta cuando los ojos rojos en vez de analizarlo —como estaba acostumbrado— le daban esa mirada serena que pocas veces le veía, solamente el de pecas tenía el privilegio de ese gesto. Uno que decía lo mucho que el cenizo se permitía bajar la guardia con él y ser como era.

Dejando de lado lo impactante que era recibir esa mirada, el azabache pensó la pregunta y una vez encontró las palabras ideas —lo cual fue difícil— las dijo en un tono firme y tranquilo.

—Porque me gusta y soy bueno en ello. Aparte que no veo mí vida sin un lápiz y hojas dónde dibujar.

El más bajo bufo pero no fue con burla, era un resoplido tranquilo, como si esa respuesta la hubiera encontrado aceptable y luego, se dio la vuelta, declarando por lo bajo lo siguiente.

—Elegí gastronomía porque me gusta y soy malditamente bueno en ello —repitió las palabras del estudiante de artes con una ligera modificación —Y tampoco me veo en el futuro en otro lugar que no sea una cocina.

Después de eso, siguió su camino y él detrás suyo, poco a poco, acercándose hasta el de ojos rojos para caminar lado a lado, con sus hombros rozando.

Las ventanas dejaban pasar la luz cálida del sol creando sus sombras y mientras más caminaban por el pasillo, las voces de los estudiantes eran más claras y ruidosas. Pero entre ellos reino un silencio agradable y ameno, que pese a que ninguno lo admitiría jamás, lamentaron que se rompiera cuando fueron asaltados el azabache por Denki y el cenizo por Eijirou apenas pasaron a la cafetería.

Por un segundo, los dos imaginaron el mismo panorama, pasando el almuerzo juntos en la sombra de aquel lugar cubierto por los edificios de Yuei. En silencio o molestando el uno al otro, comiendo en paz aún si se irritaban mutuamente.

Los dos se ignoraron por lo quedó la hora del almuerzo al encontrar aquello tan agradable.

Y Bakugou no volvió al dormitorio por aquella noche.

Sero no supo porque se relajó y entristeció a la vez ante eso.

¡Hola a todos! Aprovecho este pequeño espacio para informar de algo, ¡empecé a trabajar! Y la verdad, estoy feliz, andaba buscando desde hace tiempo y al fin quedé en un lugar. Soy una escritora trabajadora XD.
En fin, dicho esto, las actualizaciones pasarán de ser cada dos días, en vez de diarias, porque magia no hago para escribir jaja.
Muchas gracias a todos los que leen mí historia ❤️

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