Capítulo 10

El momento que todos los estudiantes de la clase A anticiparon se estaba dando.

Su director y profesor encargado había entrando en su salón cuando termino su última clase del día, los miro detenidamente con aquellos ojos negros como la noche por un minuto entero y empezó a escribir en la pizarra lo siguiente.

Pruebas.
Tema para los cuatro campos : Retos.

Con esas indicaciones, todos supieron que lo que estaban por enfrentar la siguiente semana no sería nada sencillo.

—Con "retos" me refiero a que cada estudiante debe llevar a cabo en su prueba algo que nunca antes había hecho y mostrarlo a los profesores de sus respectivos campos que estarán presentes ese día. Las pruebas tienen de límite de tiempo el horario que ya saben en sus edificios y obviamente, tiene una calificación que iría en sus expedientes, las cuales sabrán por mí la semana posterior a las pruebas.

Aizawa vio a algunos de sus estudiantes tragando saliva, a otros susurrando que seguían sin captar la idea de su prueba y un par más que solamente le sostenían la mirada, con pequeñas muecas de disconformidad.

Bien, se esperaba esas reacciones. Así que las ignoro y continuo hablando.

—La parte de que deberán hacerla en conjunto, tiene que ver con que el otro elegirá sus retos —explicó el director —Con esto me refiero a que su compañero decidirá que sería un reto para ustedes y viceversa. Tienen pocos días para conocerse bien y analizar qué sería lo más difícil para el otro, usarlos sabiamente. Ya pueden retirarse.

Yaoyarozou se puso de pie y como delegada de la clase, hizo los saludos al profesor seguida de sus compañeros, para que después todos salieran del salón.

Sero estaba ordenado sus cosas cuando escucho unos pasos en su dirección y al alzar la cabeza, vio los ojos rojos de Bakugou, tenía una leve mueca que no supo cómo interpretar si de molestia o decepción.

—Cambio de planes, hippie —fue lo primero que dijo —Hoy vamos al edificio de artes.

—Pero es tu turno —protesto el azabache.

—Ni importa, no podrías soportar estar en el edificio y no estoy de humor como para quedarme en la sala sin hacer nada cuando debería usar las cocinas —gruño el mas bajo —Vamos al de artes a que me demuestres en qué eres bueno.

El de ojos ónix suspiro pero termino asintiendo y saliendo con el contrario. A lo lejos, vio que Kaminari estaba siendo arrastrado por Kirishima, seguramente le tocó acompañarlo a la biblioteca de Yuei. Los demás parecían estar discutiendo sobre dónde irían a organizarse y se quedaron en el salón.

Cómo el otro día, Hagakure y Uraraka los acompañaron de cerca, con la diferencia de que estaban en un inquietante silencio. Las dos debían estar nerviosas sobre preguntar qué podría ser desafiante para la otra. Él mismo estaba pensando en eso de los retos, en cuál podría ser uno para el cenizo.

No se le ocurría nada. No lo conocía como para saber eso.

Tal vez podría pedirle alguna sugerencia a Midoriya cuando estuvieran devuelta en los dormitorios.

Llegaron al edificio de artes bastante rápido, estaba vacío, esperándolos. Las femeninas se dirigieron al primer piso, ellos fueron al cuatro y apenas entraron en las aulas de dibujo, el de ojos rojos se sentó sobre una mesa y arrojó su mochila a un costado.

—Muéstrame tus garabatos, cara plana —ordenó.

—Si lo pides amablemente, quizás lo haga —se sentó el azabache en una silla, recibiendo una patada por parte del cenizo que le hizo mirarlo con irritación —Somos compañeros, Bakugou. No un amo y su esclavo.

El más bajo chasqueo la lengua e hizo lo posible por contener su carácter, no quería tener después los ojos esmeralda acusadores de su hermanastro sobre él si se llegaba a enterar que peleaba con el estudiante de artes por cosas tan estúpidas e infantiles como sus malos modales.

Pero mierda, esa era su jodida personalidad. No podía apagarla y encenderla como si tuviera algún puto interruptor.

—De acuerdo, ¿podría Leonardo da Vinci mostrarme sus bocetos, por favor? —usó un tono de voz un poco burlón pero no hostil y extendió su mano hacía el más alto en espera.

—Se te pudo haber ocurrido algo más creativo —cedió uno de sus cuadernos el azabache —Gordon Ramsay.

A diferencia de Hanta que se sentía ligeramente ofendido por la burla de su compañero, Katsuki se mantuvo neutral ante la mención del chef celebridad británico y en silencio, se puso a ojear el cuaderno que tenía en manos.

El azabache intento enfocarse en otra cosa en lo que el cenizo estudiaba su cuaderno —el cual, honestamente, era el más decente que tenía, los otros no se los daría ni loco— pero le resultaba difícil cada vez que oía sus "hmm" o "eh" al mirar en ciertas hojas y veía el modo en que sus dedos —tenia dedos muy delgados con uñas cortadas de manera muy prolija y recta— se detenían y tocaban la hoja.

Inevitablemente, la ventana que usaba para distraerse dejo de servirle y sus ojos ónix no se separaron del chico sentado en la mesa, con las piernas en modo de flor de loto, su cuaderno ocupando el espacio en medio de ellas. La mano derecha se movía con lentitud para que los ojos rojos se tomarán su tiempo en apreciar los detalles de los dibujos, lo que le hacía sentir expuesto y que se aferrara a si mochila que tenía en su regazo.

Personalmente, si no fuera por la jodida prueba, no dejaría que el cenizo viera aquel cuaderno, por muy decente que fueran los dibujos que tenía ahí. No le gustaba que alguien más viera sus...errores. Porque, por diminuto que fuera, cada dibujo llegaba a tener algún error de su parte, ya fuera por su técnica, inexperiencia o torpeza.

Claro, había dibujos que le gustaban. Pero eran más abundantes a los cuales les encontraba fallas.

Sero apoyó su mentón en la mochila y se hundió en ella, no quería ver más al otro, decidió esperar de aquella manera hasta que terminara de examinar su cuaderno. Lo cual, llevo una buena cantidad de tiempo, como veinte minutos en total.

¿Qué tanto podría evaluar el cenizo de sus dibujos? ¿Cuántos errores pudo encontrar para después decírselos en la cara? ¿Alguno le gustaría, aunque sea un poco? ¿O todos les parecían horribles, el intento de un adolescente aficionado que se creía artista?

Mierda, el azabache se estaba poniendo sensible y odiaba eso, aquella sensación de que la otra persona podía destrozar su confianza con un par de palabras o una mirada. Además, el hecho de estar con el de ojos rojos quien no tenía el más mínimo tacto al hablar solo acrecentó ese sentimiento.

Quiero desaparecer.

—Cara plana, no te duermas —bufo el cenizo llamando su atención — ¡Hey! ¡Te estoy hablando!

El más alto se separó de su zona segura —su mochila— y se enfrentó a la mirada escarlata del contrario, su cuaderno estaba cerrado a un lado de la pierna izquierda del cenizo y la expresión en su rostro no era de alguien que estuviera decepcionado de lo que lo había visto. Más bien, tenía el mismo ceño fruncido de siempre.

Pero igualmente el de ojos ónix abrazo la mochila contra su pecho e inclino la cabeza, sin querer que el más bajo descubriera que tanto podría afectarle alguna crítica a sus dibujos.

— ¿Ya terminaste? —interrogó el estudiante de artes con un fingido tono de desinterés.

—Sí, ví que no tienes muchos dibujos de cuerpo completo —respondió el cenizo — ¿Por qué?

—...Porque son difíciles, medir las proporciones es complicado y después está el hacer la ropa, no son de mí agradó —murmuro el de ojos ónix sin hacer contacto visual con el otro —Si estás pensando en hacer de eso mí reto para la prueba, déjame decirte que resultará horriblemente mal, Bakugou.

—Cuanta confianza te tienes —señalo el cenizo viendo hacía el cuaderno y abriéndolo en una hoja, donde estaba dibujado un bonito paisaje —No es tan malo lo que tienes aquí, idiota.

—Sin ofender, ¿qué podrías saber tú de si es bueno o malo cuando ni siquiera eres dibujante, eh?

Rayos, ¡Bakugou no dijo nada malo pero me pongo a la defensiva! ¡Soy un estúpido!

Bakugou se quedó callado unos segundos, en los que el estudiante de arte pensó que estaba usando para decidir que palabras usaría para insultarlo o directamente, analizar si lo golpearía. Pero nada de eso paso, mientras él abrazaba ansiosamente su mochila, el cenizo se le quedó viendo con una mueca de compresión que no pudo ver y luego, lo escucho suspirar.

—Mí mamá es diseñadora de modas, ¿crees que no sé que se la pasa horas y horas dibujando ropa en distintos bocetos o su tableta? ¿qué no le he visto morderse las uñas por un mal trazo o alguna mierda parecida? —se cruzó de brazos y miro fijamente al otro —E Inko-san es ilustradora de novelas gráficas. No seré un jodido experto en el arte pero sé diferenciar entre la mierda de un niño de cinco años y un adolescente que se esfuerza en que sus líneas queden parejas. Tus malditos dibujos no estan mal. No serán los de un profesional, pero son buenos.

El más alto dejo de asfixiar a su pobre mochila y le devolvió la mirada al cenizo, la que parecía retarle a que le dijera que estaba equivocado. Su rostro sufrió un pequeño sonrojo de vergüenza y usó su mano derecha para taparse, sentía la garganta seca y por algún motivo, estaba feliz con lo que acaba de escuchar.

—Gracias, Bakugou —susurro cuando se sintió capaz de pasar saliva por su garganta —Lamento haber sido tan brusco hace un momento.

—Sí, sí, como sea —le resto importancia el más bajo, ya que se sentía incómodo al intentar ser amable con el contrario —Harás un dibujo de cuerpo completo para la prueba. Empieza a practicar desde hoy, cara plana. Y así podrás hacerlo con el lapso de tiempo que tienes.

—E-Espera, ¡no es tan sencillo! —reclamó el azabache — ¿A quién se supone que voy a dibujar?

—Al idiota de cabello rubio o al pervertido con quién compartes revistas eróticas —se encogió de hombros el cenizo —Pedirle a alguno que sea tu modelo y listo.

— ¡Eso no servirá! Bakugou, necesito de cierta...—hizo una mueca sin saber bien como expresar lo que quería —Inspiración para dibujar a alguien de cuerpo completo. Si hago que Kirishima o Kaminari sean modelos rígidos, durante la prueba, el dibujo saldrá mal. Necesito que la imagen esté grabada en mí cabeza y eso solo funcionara si me dio inspiración para dibujarla, ¿lo entiendes?

Por la expresión de fastidio que tenía el estudiante de gastronomía, el más alto asumió que sí pudo comprenderlo, pero que le molestaba de igual manera.

Bakugou suspiro y se agarró la cabeza, ¿una imágen inspiradora? ¿cómo mierda conseguía eso? ¿dónde podría encontrar algo así?

Su madre hablaba de la inspiración como un sentimiento de epifanía repentina que le hacía tomar un lápiz con urgencia para poder trasladarla a la realidad antes que se borrará de su mente. Por otro lado, la de cabello verde le contaba que la inspiración la sentía al leer la historia de los autores, aquellas palabras hacían que los personajes que ella tenía que dibujar cobraran vida. Eran dos opiniones muy opuestas que no tenía la menor idea de cómo le serían útiles respecto al caso del estudiante de arte.

¿Qué le daría inspiración a Sero? ¿Cuál sería la forma en que una imagen, un momento, una persona, pudiera quedar grabada en su cerebro al detalle?

Una idea fugaz cruzó la mente del más bajo, haciendo que bajará del escritorio y agarra al azabache del brazo para arrastrarlo por el pasillo hasta el elevador. Ignorando sus preguntas, marco el primer piso y apenas las puertas se abrieron, volvió a llevarlo contra su voluntad hasta el pequeño teatro que usaban los estudiantes de arte con orientación en actuación y danza para practicar o tener ensayos improvisados.

El cenizo busco con la mirada a una persona en específico y cuando la encontró de pie sobre el escenario, tiró del más alto para subirlo al mismo.

—B-Bakugou, espera un momento, ¿qué rayos piensas hacer? —exigía saber el de ojos ónix.

—Darte de alguna forma la maldita inspiración que necesites, idiota —lo tomo de los hombros y sin esfuerzo lo arrojó al piso, para después agacharse a su altura —Más te vale mirar con atención porque no pienso repetir esta mierda otra vez. Abre bien los ojos y enfoca toda tu jodida atención en esto.

— ¿Qué quieres decir con "esto"...? ¡Bakugou!

Hanta no logro detener al su compañero y lo vio desde lugar dirigirse hasta Tohru y Ochako que estaban paradas en el escenario, aparentemente, manteniendo una conversación hasta que el de ojos rojos llego a interrumpirlas. Con brusquedad, vio a Katsuki tomar a la castaña de la mano, arrastrarla hasta su cuerpo y susurrarle algo al oído.

Si él estaba confundido, no podía ni imaginar cómo estaría la de ojos chocolate. La otra femenina parecía estar contenta, ya que ella sí pudo escuchar el pedido del otro y se mostraba de acuerdo.

Antes de que el azabache pudiera declararse perdido por completo en lo que pasaba, vio a el cenizo y la castaña tomando posición en el escenario, mientras que la otra femenina camino hasta él y se sentó a su lado, dándole una sonrisa y sacando su celular.

Una canción empezó a reproducirse pero era más clara la voz de su compañera de clases que cantaba la letra.

—Me cortaste a través de mí piel. A través del corazón, sí, fuiste directo a el —usó una voz suave para acompañar la canción pero tenía buen ritmo —Me enamoré de cada palabra que dijiste. Vine aquí pero no puedo quedarme. No lo sé, no lo sé, no lo sé.

En lo que la femenina cantaba, el azabache comenzó a ver qué quería decir el cenizo con inspiración cuando lo vio bailando con la castaña sobre el escenario y debe admitir que sus ojos no se despegaron de aquella imagen.

Pero no estaba viendo la figura de la castaña bailando. Si no que toda su atención estaba enfocada en el estudiante de gastronomía, en como le sonreía con cierta arrogancia a la castaña que arruga el ceño y en ocasiones, reía. En la forma en que sus ojos rojos se volvían opacos ya que el escenario no estaba del todo iluminado y como sus piernas se movían siguiendo el paso de la otra persona, para no cometer errores.

Porque a diferencia de Uraraka quien tenía una beca por baile, él no era un profesional. Pero para el más alto no había mucha diferencia entre ambos.

Quedó completamente absorto en el momento.

Porque algunas cosas tienen que ser así. Bebé, bebé, bebé —se metía la voz de la femenina en su cabeza —Lo construimos, para derribarlo y luego, nos perdimos hasta encontrarnos. Y cuando estuvimos muy lejos del suelo...

Sero podía sentir las imágenes moviéndose lentamente en su cabeza, la mano del cenizo en la cintura de la castaña, la manera en que la levantaba con facilidad para hacer una pirueta, como sus piernas intentaban moverse con la suficiente soltura al paso de su compañera aunque mantenían cierta rigidez de alguien que no estaba en su elemento. La forma en que sus labios se fruncen cuando sus pasos no estaban parejos, la leve calma que tenía su rostro cuando ella le susurra algo y luego vuelve a sonreír engreído para continuar bailando.

Estaba memorizando a Bakugou.

Él realmente consiguió darle inspiración para dibujarlo, porque el azabache solo podía sentir en sus manos una apremiante necesidad por recoger un lápiz e inmortalizar en una hoja lo que sus ojos estaban viendo.

Si todo vale en la guerra y el amor, no puedo hacerlo más —terminaba la canción porque la voz de la femenina y su celular estaban decayendo —Si todo vale en la guerra y el amor, no puedo hacerlo más...¡eso estuvo grandioso, Ochako, Bakugou-kun!

Los mencionados se detuvieron sobre el escenario, el cenizo dio un bufido ante el halago y la castaña rió avergonzada. Ambos se acercaron ante sus respectivos compañeros, las femeninas se pusieron a conversar con entusiasmo mientras que los chicos se miraron en silencio.

El de ojos rojos ladeó la cabeza, confundido por el mutismo del más alto y aunque su primer impulso fue golpearlo para devolverlo a la realidad, se contuvo y en cambio, le jalo un mechón de cabello negro.

—Auch, eso duele, Bakugou —se quejo el más alto adolorido.

—Lo hice despacio, quejoso —le saco la lengua y se sentó en el piso, mirándolo fijamente — ¿Y? ¿Te sirvió lo que viste?

Hanta le esquivo la mirada, sintiendo que su rostro se volvía rojo por un motivo distinto a la vergüenza que sintió antes por las palabras del estudiante de gastronomía respecto a sus dibujos. Para su suerte, antes que el más bajo pudiera volver a interrogarlo, las femeninas se unieron a la conversación.

—Sero-kun, ¿sabes por qué Bakugou-kun me pidió el baile? —cuestiono la de ojos chocolate —Él solo me prometió hacerme mochi si aceptaba.

—Eh, bueno, no estoy seguro —respondió mortificado el estudiante de arte y mirando suplicante al cenizo sentado delante suyo quien bufo.

—Quería conseguir que este idiota se inspirará y lo único que vino a mí mente es que podría dibujarte a ti bailando, cara redonda —explicó con franqueza el más bajo —Para la prueba que le toca el lunes.

— ¡¿Eh?! ¡¿A mí?! ¡¿Por qué?! —se señaló roja cual tomate la castaña mirando hacía el de ojos ónix — ¡Sero-kun! ¡¿Vas a dibujarme a mí?!

— ¡Ah, yo también quiero un dibujo! —hizo un puchero la otra femenina.

El azabache intento explicar de alguna manera que no podría dibujar a Ochako —porque ni siquiera la vio con tanta atención— mientras le prometía a Tohru hacerle algún dibujo bonito, no de cuerpo completo, pero si de algo que le gustará. Pero lo primero no pudo cumplirlo, porque su lengua se trataba viendo entre la castaña sonrojada y Katsuki que se quedó en silencio viéndolo —con una expresión de burla al verlo tratar con las femeninas— haciendo que su corazón, sin motivos, latiera rápido y sus nervios le jugarán una mala pasada al no tener idea de qué responder.

Al final, entro en pánico y salió corriendo del primer piso.

Y gracias al cielo, su compañero de dormitorio no le siguió.

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