Capítulo 1
—Lo siento, pero eso no será posible —se disculpo la administradora —Los de primer año no pueden cambiar de dormitorios por una orden nueva del director Aizawa. Además, es el primer día, ¿qué pasó con su compañero como para que quieras solicitar un cambio?
—...No me agrada —murmuro el azabache.
La administradora soltó una risita en voz baja, lleno un papeleo que le entrego al más alto y le dirigió una mirada amable.
—Es el primer día, algunos estudiantes vienen de muy lejos para estudiar en Yuei, quizás su compañero solo este malhumorado por el viaje —opinó la mayor —Haz un esfuerzo y tenerle paciencia.
Sero exhaló profundamente en lo que tomaba sus papeles de ingreso a Yuei, junto con sus llaves y una tarjeta de estudiante. En verdad, quería cambiarse de dormitorio pero si no se podía, tendría que ceder a convivir con aquel chico grosero.
Algo que no le caía en gracia alguna.
Volviendo sobre sus pasos, se dirigió nuevamente a el dormitorio, encontrándose en su pasillo con un chico rubio de ojos dorados que caminaba en su dirección y apenas le vio, le dio una sonrisa de oreja a oreja.
— ¡Hola! ¿Tu dormitorio es el que está al lado mío? —se le acercó con alegría — ¿Somos vecinos?
—Eso parece —le correspondió la sonrisa y le extendió la mano —Soy Sero Hanta. Artes.
— ¡Kaminari Denki, de artes también! ¡Orientación en música! —se presento el contrario apretando el agarre del contrario con extrema energía y confianza —Mí compañero todavía no llega y quería explorar esta enorme, enorme, academía, ¿no te gustaría acompañarme, Sero?
El más alto lo pensó, eran las seis de la tarde y los dormitorios tenían toque de queda a las ocho de la noche. No quería ganarse una multa siendo que todavía ni era su primer día de clases pero Kaminari empezaba a hacer pucheros y a jalar de su mano, rogando que le acompañará. Por lo tanto, termino aceptando hacer aquel pequeño tour por Yuei.
Igualmente, nada malo tendría porqué pasar, ¿cierto?
Solo irían a ver alrededor de la academia, no saldrían del perímetro y volverían antes de que la administradora pudiera hacerles una multa.
Estaría todo bien.
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—Kacchan, vamos, no puedes dormir aquí, ¡tienes tu propio dormitorio, cielos!
Bakugou Katsuki soltó un gruñido y tiró una almohada hacía su molesto hermanastro, Midoriya Izuku. Había ido a ver qué dormitorio le tocó al pecoso solo para descubrir que su compañero aún no llegaba —y que posiblemente no lo haría hasta mañana— a las instalaciones y tomo eso como una oportunidad para dormirse en la cama desocupada.
No quería volver a su propio dormitorio y encontrarse con aquel chico alto de cabello negro.
Mierda, ¿por qué no podía compartir el dormitorio con su hermanastro? Prefería mil veces lidiar con él. Un completo desconocido en su mismo espacio vital le ponía los pelos de punta.
—Kacchan, a Mitsuki-san no le va a gustar esto —quiso llamar su atención el de pecas.
—Si no se lo dices, la vieja no va a enterarse —se acomodo de lado en la cama, viendo hacía el más bajo que hacía muecas graciosas — ¿Ya te llamaron?
—Ah, sí. Preguntaron si el viaje en avión fue tan malo como creyeron que sería.
Katsuki bufo, sí, fue horrible. Pero, bien, no era culpa de su madre ni suya. Que su línea de ropa, BoomGirl, tuviera la oportunidad de expandirse hacia Estados Unidos fue un gran éxito, aún si con eso toda la familia tuvo que mudarse a el país extranjero por un periodo de seis años. Y que después de eso, él e Izuku decidieran ir a Yuei a costa de subirse nuevamente a un maldito avión con toda su vida en un par de maletas.
Todavía les faltaban cosas. El maldito aeropuerto las perdió.
—Tambien...hum, preguntaron cómo fue el viaje en auto junto con Masaru-san —agrego nervioso el de ojos esmeralda —Y-Ya sabes, solo están preocupadas y...
— ¿Les dijiste que no le hable en todo el viaje? —cuestiono mirando irritado hacía el más bajo — ¿O qué él tampoco me habló pese que hace seis años no me veía a la cara?
—...Les dije que fue un viaje tenso pero que no resultó tan incómodo como pensaba —respondió el de pecas.
—Bien hecho.
El de ojos esmeralda torció los labios, para él mentirle a sus madres no estaba bien, pero tampoco quería poner a el cenizo en una mala situación. Mitsuki Bakugou y Masaru Bakugou tuvieron un divorcio en...malos términos cuando el de ojos rojos tenía apenas cinco años. Además de eso, solamente un año más tarde, Inko Midoriya, su mamá, empezó a salir con la divorciada diseñadora de modas y establecieron formalmente una relación.
En un principio para los dos fue muy extraño todo, gracias a sus madres ellos habían sido amigos desde bebés. Verlas en una relación era confuso ya que pasaron de ese ambiente amistoso y amable que siempre tuvieron a uno más amoroso e íntimo. Aparte que Masaru, aunque nunca opino de la relación de su ex-esposa, tampoco hizo el esfuerzo de saber de su hijo cuando se separaron. Se aseguró de mandarle el dinero que acordaron en la manutención pero no pedía verlo ni nada parecido. Aunque le mandaba regalos en su cumpleaños, todos los años, sin falta.
Pero por esa misma indiferencia que expreso el hombre de cabello castaño por once años, que de la nada se hubiera ofrecido a recogerlos en el aeropuerto para llevarlos en auto hasta la academia Yuei —el cual era un viaje de dos horas y media— se les hizo muy extraño a los adolescentes. E Inko y Mitsuki les aseguraron que podían negarse si no querían hacerlo, pero el cenizo termino accediendo y llevándose consigo al de pecas en aquel incómodo viaje con su padre.
Izuku hubiera preferido ir en el autobús cuyo viaje era de tres horas con quince minutos que entrar en aquel maldito auto. Pero quería mucho a Katsuki como para dejarlo solo ante tal situación.
—Kacchan, iré a buscar algo de comer —se puso de pie y se estiró, le dolían los huesos del avión y la tensión del viaje en auto —Ya vuelvo. Y si mí compañero llega, tendrás que irte a tu dormitorio.
—Entonces por el bien del idiota de tu compañero espero que no llegue —cerró los ojos el mayor con cansancio —Traeme algo también. Cualquier cosa.
—Esta bien —sonrió el de pecas —Te apagó la luz. Duerme un poco.
El cenizo hizo un ruido de "hmmm" con los labios en lo que se daba la vuelta en la cama y se entregaba, por unos minutos, a un breve sueño.
Kaminari Denki sería definitivamente la peor influencia que podría tener en su vida de preparatoria. Confirmado.
— ¿Me pueden explicar porqué liberar a los conejos les pareció una buena idea? —repuso molesta la profesora que los encontró en uno de los tantos patios de Yuei.
Sero quiso contestar porque estaban en jaulas cuando debían estar al aire libre y que Kaminari dijo que querían jugar. Pero asumía que esa respuesta no sería del agrado de la molesta mujer que piso popo de conejo con sus elegantes zapatos de tacón alto.
—Además, ¿no leyeron el instructivo de Yuei que se les entrego en la entrada?
—Pues...no —contestó el rubio que al ver la mirada todavía más molesta de la mujer, se escondió detrás del más alto —A-Acabamos de llegar, ¿quién se lee el manual de reglas en el primer día?
—Kaminari, cállate —gruño el de ojos ónix —No ayudas.
—Tu amigo tiene razón, Kaminari-kun —bufo la profesora —Haz silencio y escucha. El instructivo dice el horario de la academia, el cual es por su seguridad. Ya pasan de las nueve de la noche, liberaron a los conejos por quién sabe qué lugares y quiero creer, que no fueron ustedes quienes escribieron en los baños con bolígrafos "vivan los de primer año".
El rubio y el azabache miraron para otro lado. En su defensa, pensaron en borrarlo antes de salir del baño. Que se les hubiera olvidado por estar jugando con el agua del lavado no era su culpa.
La profesora paso una mano por su frente, contó hasta treinta y miro a los dos estudiantes. Después de darles un par de regaños más, los escoltó hasta el edificio de dormitorios de los de primer año, donde un chico de cabello pelirrojo y dientes puntiguados hablaba desesperadamente con la administradora.
— ¡Las dejé dos minutos! ¡Dos y ya no están! ¡Mí madre me matará, porque ni siquiera tengo mí celular para avisarle que ya llegué a la academia!
—Muchacho, cálmate...ah, Takeyama-sensei —saludo la administradora mirando de paso a los jóvenes que acompañaban a la profesora — ¿Sucedió algo?
—Este par libero a los conejos que se usan para las clases de biología. Es un desastre —bufó la mujer —Se los dejo.
La administradora asintió con severidad y miro hacía los chicos quienes se veía terriblemente nerviosos por su castigo. El pelirrojo dejo de hablar al ver que su situación parecía ser más grave que la suya.
—Bien, por ser el primer día se los dejaré pasar. Pero que no se repita. Yuei es una academia segura pero nunca se sabe —dijo la administradora —Ahora, si son tan amables, creo que uno de ustedes es del dormitorio siete, ¿no?
—Sí, sí. Soy yo —levantó la mano el de ojos dorados —Es mí dormitorio.
— ¿No viste unas maletas cuando entraste al mismo? —interrogó la administradora y el rubio frunció el ceño —Eran negras, con calcomanías de la India.
—Oh...¡creo que sí! —sonrió el rubio —Pensé que eran de algún estudiante mayor que las dejo por error en mí dormitorio y las saque afuera. Un camión se las llevo.
Hanta observó como la mandíbula del chico pelirrojo caía hasta el suelo y la administradora soltó un suspiro.
—Ese camión lleva las maletas de los estudiantes mayores hasta sus hogares, sí, estuviste bien en ese sentido. Exceptuando que las maletas se dejan aquí, en la administración, no en los dormitorios —explicó la mayor con algo de cansancio —Las maletas que se llevó el camión correspondían a tu compañero de habitación, Kirishima Eijirou.
Denki le dio una mirada apenada al pelirrojo quien negó con la cabeza y se recostó en el escritorio de la administradora, mencionando que ni siquiera tenía un piyama para dormir ahora y que su madre lo haría puré por no avisarle de su estadía en Yuei. El azabache le dio un par de palmadas a modo de consuelo en su espalda, el rubio —sintiéndose muy culpable— le ofreció su celular para que llamara a su progenitora pero era inútil cuando el de dientes puntiguados no se sabía el número telefónico y la administradora llamo al camión para avisar que necesitaba que estuviera mañana temprano en Yuei con las maletas equivocadas, ya que no podía pedirle que volviera ahora.
—Realmente lo siento, amigo, perdón, perdón —repetía el de ojos dorados — ¡En serio creía que mí compañero todavía no había llegado! ¡No quería jugarte una broma, ni nada!
—Descuida, no importa —negó el pelirrojo con la cabeza —Me preocupaba más mí celular pero no se puede hacer nada a estás alturas. Espero que mí mamá no enloquezca, es la primera vez que tomo un avión solo.
— ¿Qué hacías en la India? —quiso saber el azabache para que la conversación fuera más amena y el pelirrojo pudiera distraerse — ¿Vivías ahí?
—No y sí. Mí mamá es fotógrafa del canal National Geographic, nunca tuvimos un domicilio fijo —se rió el de dientes puntiguados —En realidad, es la primera vez que no tendré que preocuparme por dónde voy a dormir por más de nueve meses.
—Vaya, mis padres son músicos. Mí mamá es pianista y mí papá dirige la orquesta nacional —contó con orgullo el más bajo de los tres — ¿Los tuyos a qué se dedican, Sero?
— ¿Sero...? ¿No es ese el apellido de los mayores activistas por los derechos de los animales? —especuló el de ojos rojos —Creo que el hombre era abogado defensor y su mujer...
—Mí mamá es veterinaria y sí, soy hijo de ellos —termino el azabache la oración —El heredero de su fundación por los derechos de los animales.
— ¡Whooo! ¡Eso es increíble!
Eijirou se mostró igual de sorprendido que el rubio pero después, les hizo señales a ambos para que se acercarán a él y les hablo al oído.
—Uno de mis tíos es periodista y me contó que el hijo de Mitsuki Bakugou está aquí, la famosa diseñadora de modas —les dijo el pelirrojo en tono confidente —Escuché que, supuestamente, él aprobó las pruebas para los cuatro campos de Yuei.
— ¿L-Los cuatro? —tartamudeo el azabache sorprendido — ¿Por qué alguien daría los exámenes de los cuatro campos? ¡Es demasiado!
—No lo sé, ¡pero debe ser sorprendente! —exclamo el pelirrojo —Quiero conocerlo. Debe ser un chico genial.
—O un genio amargado —se burlo el de ojos dorados.
El azabache también se rió y en ese momento, por el rabillo del ojo, noto a una persona viéndolos, de cabello verde, ojos esmeralda y pecas. Llevaba una bolsa con lo que parecía confituras y tenía una mirada molesta dirigida a ellos, pero apenas noto que él lo estaba viendo, se dio media vuelta para irse por el pasillo.
Genial, ya van dos personas a las cuales no les hice nada y me miraron feo igual.
Sero contuvo las ganas que tenía de suspirar y le siguió la corriente a la charla de sus nuevos amigos.
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