9. ¿Cuál era el plan B en un desastre?
Las chicas se reclinaron en la pared derecha donde se incrustaban las puertas de metal. Se sintió un temblor.
—Pero qué...
—¿Esto pasa siempre?
—No, debe ser algún fallo técnico —mintió. Su intuición le susurraba otras posibilidades. En la Compañía pasaba algo inaudito.
A la pelirroja le sudaban las manos cada vez que la adrenalina dominaba sus nervios. El sobresalto la neutralizó. Ella era especial y tenía dones pero no lograba razonar nada.
El estruendo siguiente fue audible; las imposibilitó de mantenerse en pie.
Sus espaldas impactaron contra el cristal; los autos y las personas que aparentaban hormigas se veían a través de los ventanales. A la morena se le hizo un nudo en la garganta. La nave se había ladeado hacia el lado contrario con violencia.
—¿Estás segura que es un fallo?... ay...
—No mires abajo —sonó alarmada.
Selene evaluó la condición de los alrededores y muchos también estaban encima de los ventanales o sujetándose con fuerza a las puertas para no deslizarse sobre el suelo inclinado.
La pelirroja practicó el ejercicio de respiración profunda para mantener la calma; si era necesario, lo poco que sabía debía emplearlo. Tenía que proteger, no esconderse. Sin embargo, sería su primera vez.
El transbordador se fue estabilizando poco a poco. Ayudó a la morena a recomponerse cuando pudieron situarse con rectitud. Murmullos se escuchaban, muchos salieron afuera a indagar. Las especulaciones vieron sus primeros albores, rondando una suposición en el aire: ¿eran los que creían los culpables?
No dio tiempo para sopesar algo más concreto. El pasillo se desalojó cuando todos entraron a sus habitaciones por una señal peligrosa.
De la cuarta puerta se percibió un ruido vidrioso.
Su dormitorio: ¿usurpado?
—Selene...
—Quédate aquí. —sentenció como orden. Fingiendo seguridad pero muriéndose por dentro, se reclinó sobre sus rodillas y con andar sigiloso llegó hasta donde provenían los ruidos.
Lo que se desataba dentro de la recámara estaba produciendo un desastre a juzgar por los estrépitos.
Carter se sentía indefensa y con imprudencia se acercó a la única que conocía.
—Te dije que no te movieras. —Trató de mantenerse rígida, pero no pudo evitar que su voz se resquebrajara por la preocupación.
—No me gusta estar sola.
—¿¡Estás loca o qué!?
—No alces la voz —advirtió Gwen con objetividad.
—No muevas ni un pelo más. Voy a entrar...
La puerta de su habitación se abrió en el mismo instante en el que ellas estaban al frente. O se agarraban del dintel o volvían a caer sobre los cristales.
La nave se sacudió de nuevo.
¿Qué pasaba en el exterior?
Selene fue rápida y tomó a Carter antes de que no consiguiera llevarla hasta la puerta para que se sostuviera, puesto que el ángulo de inclinación aumentaba.
Los tobillos de ambas les adolecían. Estaban resistiendo la fuerza de gravedad junto a sus pesos corporales para no caer en los ventanales; las vistas no eran muy tranquilizadoras allí. Sus zapatos se deslizaban constantes por las baldosas pulidas, la angustia les sobrevenía cada vez más.
Selene seguía siendo incógnita. No era la más diestra, ni siquiera era completamente una. Pero siempre le enseñaron a encarar las dificultades.
Y eso haría. Extendió su pie y lo introdujo por la puerta para apoyarse de la pared interior del otro lado, la cual servía de soporte diagonal.
Gwen tenía extremidades menudas. No resistiría tanto. Estaba sufriendo. La pelirroja le dio una mirada de conmiseración indicándole que soportara un poco más.
La morena se asustó cuando la pelirroja volvió a colgarse de la puerta junto a ella, quitando la pierna.
Un televisor de varias pulgadas salió rozándole las narices.
Cayó en los ventanales y se destrozó en pedazos. Los cables, partes y tuercas saltaron y se esparcieron por la superficie. Las chispas brotaban y amenazaban con chamuscar. Un golpe de ese tipo sobre una persona resultaría igual de catastrófico. A poco, la pelirroja se libró de ser la víctima.
La nave se desnivelaba más. La situación se volvía insostenible.
Los ruidos del interior del dormitorio se escuchaban por ratos.
Selene se arriesgó y repitió la maniobra, colocó el otro pie y se impulsó para caer en la pared. Tuvo que lidiar con objetos rotos que impidieron que se recostara bien.
Su dormitorio era una ruina: la cama con los pies de apoyo destrozados, las lámparas con restos de bombillos, su ropa rasgada y desperdigada por doquier. Las ventanas que abría por las mañanas para sentir el aire fresco, tenían las cortinas crema casi descolgadas. Pedazos de cristal yacían sobre la alfombra situada en un rincón lejano.
Algo había entrado rompiendo la ventana. ¿O alguien? Observó la esquina inferior inmediata de la habitación y el sonido cobró sentido. La humedad de su garganta se esfumó, un hilo de sequedad le recorrió hasta el estómago.
Una capa talar ondeando. Una máscara plateada que cubría. Un incógnito que arremetía. Una lucha que se desarrollaba.
El incógnito tenía rasgaduras en su traje y magulladuras sanguinolentas en las palmas de las manos. Debió ser el que sufrió el aventón vivaz hacia dentro. ¿Cómo habían llegado ahí? ¡¿Y por qué en su dormitorio?!
Los dos explotaban sus dones al máximo. La lucha no era para desarmar o debilitar al otro. Era para matar.
Ella debía actuar o la lastimarían. Selene podía volar gracias a la pulsera. ¿Qué esperaba?
Recordó una de las primeras reglas para especiales: la concentración. El miedo era una debilidad, una distracción.
Y en medio de su conflicto interno, los individuos se acercaban a ella, sin intención de detener la disputa.
¿Cuál era el plan B cuando una incógnita primeriza estaba aterrorizada?
***
Holiss, ¿qué les pareció el ataque repentino?
¿Los chicos se enterarán del ataque? Por supuesto que sí. Nada de secretos si quieren ser incógnitos. Deben aceptar la realidad. ¿Cómo lo tomarán? Eso está por verse.
Por si no fuera poco, Selene mete la pata más adelante. Empieza el conflicto entre bandos.
Próxima actualización: sábado, 1 de agosto.
Un beshote :3 ❤
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