11. Infortunios

Cerró sus ojos y exhaló la presión que no la dejaba pensar. Un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo por la transformación que estaba sufriendo.

Se esfumó de pronto y surgió encima de la espalda de Carter. La morena gritó desesperada porque no aguantaba el peso de las dos más su mochila. Con un dolor que le destrozó la mano por dentro, cayeron hacia la ventana.

Solo existía una condición para el talento singular de la pelirroja: debía elegir un objeto como punto medio para un viaje atómico de mediano o largo alcance. Se decidió por uno que resultaba peligroso: la ventana destrozada, aunque se hicieran cortes.

La pelirroja sujetó la muñeca de la morena sin mucho tiempo para reaccionar.

Suspendidas en el vacío y de espaldas traspasaron el cristal. Desaparecieron de la habitación.

Se oyó un quejido afuera, en el pasillo. ¿Cuál de las dos?

En realidad, ambas.

Las yemas de los dedos de Gwen atraparon su tobillo. La pared de concreto la detuvo pues sus pies no la hubieran hecho para mantenerla derecha. Pequeños hilos rojos salieron por la piel cortada.  El vidrio había dejado su marca en ella en el último momento.

—Me duele —balbució apretando sus pestañas. Una herida en ese lugar, con vasos importantes, era un asunto serio.

Pero alguien fue más desafortunada aún.

Levantó la vista para comprobar que Selene estuviera a su lado. La pelirroja tenía un aspecto horrible, de mejillas opacas y cabellos despeinados. Arrugaba sus facciones y daba arcadas violentas hacia delante.

—Estoy bien —dijo entre dientes. Y por hablar le pasaron factura.

En un reflejo inevitable, abrió la boca y una masa líquida se agolpó en su garganta, quitándole la respiración. Parecía que saldría un cuerpo gelatinoso por ahí, de lo asfixiante que era.

Apoyó su frente y su codo en el concreto para que la morena no la viera así. Su estómago le daba punzadas. Se retorcía. Sintió como que sus órganos se hicieran un nudo y lucharan por desenredarse.

Caliente y denso un fluido rojo tiñó sus dientes. Untó todo a su paso hasta llegar al piso y manchar sus zapatos. Vomitó sangre. Y nadie hacía eso porque sí.

Del tamaño de un puño, escupió un bulto espeso de un tirón, coagulado y mezclado con la saliva.

Se recostó junto a la morena, sin importarle ensuciar su ropa. Vencida por el estrés, se sentó.

Sus lágrimas se fundieron con lo carmesí. Lloraba pero de alegría, extrañamente. Pues lo menos que pudo haber pasado fue eso.

El conformismo de la pelirroja resultaba penoso, pero Gwen fue comprensiva en su lugar, porque ella también tenía infortunios que tolerar.

La pelirroja se limpió sus labios con el antebrazo, saboreando un poco de ese sabor a óxido y a sal.

—Selene —vociferó alguien a lo lejos.

Por sus cansados ojos descifró una figura alta que se acercaba. Era otro incógnito, y por supuesto todos sabían el nombre de ella.

—No… no te preocupes. Ve adentro... están atacando —formuló sin extenderse pues su cerebro no lograba trabajar con claridad.

El hombre pidió ayuda médica y después fue a socorrer a su colega. Las chicas podían bajar la guardia con calma y dejarse llevar por el sueño que las dominaba.

Cuando sus sentidos volvieron a estar conscientes estaban en una habitación con olor a desinfectante fenólico. La enfermería. Llevaban un batín azul que se sujetaba por atrás. El lugar era de un blanco enterizo.

Gerald y un sujeto con una bata conversaban. El segundo enseñaba imágenes en una tableta.

—Papá.

En segundos su padre llegó hasta ella, dejando al especialista con las palabras en la boca. Pero como siempre, se reservaba las emociones.

—Ya me siento bien, tranquilo.

Su padre no parecía tener ni un solo rasguño. Era admirable.

—Tu actitud merece un castigo. Ya discutiremos eso cuando te recuperes.

—¿Por qué?

—Porque nadie te dijo que entraras en tu habitación cuando sabías que era un riesgo. Fuiste descuidada.

—Mi deber es proteger, padre…

—Por favor, no me menciones tus deberes hasta que seas una mujer adulta.

Su trato fue duro. Pero por el agotamiento de todos, era mejor no discutir.

—¿Gwen está bien?

—Sí. Descansa. —Gerald posó su mano en el hombro de su hija y ese contacto fue suficiente para reconfortarlos a los dos—. Tengo que irme. 

Él se alejó de la habitación con la misma prontitud con la que la visitó.

La chica se quedó  sola con Gwen en la otra camilla y un silencio desesperante. La morena estaba durmiendo.

Todo había pasado muy rápido y los acontecimientos eran tan inauditos como para creérselos. Sus enemigos antiguos volvieron a atacar y parecían más fuertes. Selene supo en carne propia que una guerra resultaría fatal.

Después de varios días de descanso las dieron de alta. Las trasladaron a un dormitorio compartido, pues había zonas en reparaciones y por lo tanto, varias personas en un mismo aposento.

La Compañía ya no era igual. La tensión se notaba solo con caminar por los pasillos.

Cuando llegaron, se lanzaron exhaustas en las camas. Las preocupaciones las había desgastado mucho. Al menos, era una recompensa el espacioso y confortable lugar, adornado con tonos pasteles y rosados.

—Ay, creo que voy a dormir. —Gwen quitó el cubrecama y se dejó caer, aplastando la almohada con su cara.

La pelirroja apreció que su amiga era un poco perezosa. Cuando comenzara a estudiar sí que le iba a costar adaptarse.

—Gwen, ¿cómo está tu tobillo?

—Bien. —Levantó el pulgar con desgano.

—Gwen, ya que vamos a ser compañeras de cuarto deberías saber algunas cosas sobre mí.

La morena se interesó por lo que tenían que contarle y con lentitud se sentó posando la almohada en sus rodillas.

—Ronco y puedo ser un poco sonámbula —prosiguió—. Y… me cuesta decirlo… pero si nos vamos a ver todos los días, deberías saberlo… pueden darme ataques, no te asustes cuando pase, son los efectos secundarios de mis dones. —Se encogió de hombros apenada.

—Oh… bueno, no importa —La morena era realmente muy bondadosa—. Yo… yo…

—¿También tienes algo que decirme? —trató de sacarle Selene.

—Sí. Tengo pesadillas por la noche, no me hagas mucho caso si hablo dormida.

—Uff, ¿son muy fuertes?

—Sí. Pero no te preocupes… si lloro dormida tampoco te levantes.

La pelirroja no supo que decir.

—¿Eh?

—Sip, no me despiertes nunca. Dicen que no es bueno.

Selene quiso dejar la conversación cuando observó la incomodidad de su compañera. Había algo que no le contaba y parecía ser grave.

Colocó los pies en el suelo y fue a por una toalla para bañarse y ponerse ropa limpia.

—¿Selene?

—Dime. —Giró, con la puerta del baño casi abierta.

—Para que salgas de dudas…

La pelinegra se acostó de nuevo para que no la viera a los ojos.

Cada vez que lo pensaba, sus cuerdas vocales perdían fluidez.

—Soy huérfana.

***
Bueno, ya saben porque Carter no le pidió permiso a sus padres para ingresar a la Compañía. :'(

Y también porque Selene siempre lleva pulsera.

Pues así es como deben crecerse ante todo. Llevando consigo sus pros y contras.

Más adelante Selene descubre algo sobre los siniestros muy prometedor y por demás, aparecen los dramáticos de Liam e Ewan.

Próxima actualización: jueves, 13 de agosto.

Un besho :3

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