Parte Única.
Manuel y Miguel se reunieron de forma casual. Hace bastante tiempo que no se visitaban, a pesar de las conversaciones diarias que sostenían a medianoche por Whatsapp.
La última vez que ambos estuvieron juntos, fue en una reunión en donde todos los latinos estaban presentes. Lamentablemente, para aquella velada, se vieron en la obligación de apresurar el fin del encuentro, pues, la policía terminó desalojando el local en medio de un escándalo. ¿La razón? Miguel y Manuel terminaron golpeándose por una imagen que andaba rondando por Facebook.
Miguel decía que el vestido era color blanco con dorado; Manuel aseveraba que era azul con negro.
Y la estúpida lucha de egos que siempre mantenían, les empujó a golpearse por aquella imbécil razón.
—Hola cojudo. Como siempre, es un total desagrado encontrarme contigo. —Miguel arqueó ambas cejas por encima de sus ojos dorados. Una sonrisa pícara ensanchó sus labios.
—Verte de nuevo es como una patada en las pelotas. —Extendió su mano, se saludaron y le hizo pasar al interior de la casa—. ¿Cómo has estado?
—Magnífico... —Se despojó de su chaqueta de cuero, la dejó en el sofá y se echó en una silla del comedor—. La vida se vuelve hermosa cuando clasificas al mundial.
De forma sugerente enarcó ambas cejas hacia el chileno, a sabiendas de lo que provocaría en él; este último frunció el ceño casi de inmediato.
—¿Vai a seguir webeándome con lo mismo? —disparó sumamente ofendido.
—¡Ay, qué eres delicada!
—Después de mil años clasificai al mundial y te emocionas —lanzó de forma tajante—. De todas formas, con suerte vai a llegar a primera ronda —dijo entre dientes, volteándose, abriendo un mueble y sacando dos vasos y una botella.
Miguel se incorporó curioso ante la acción de Manuel.
—¿No deberías de apoyarme? —inquirió, dibujando una inocentona expresión en su rostro.
—¡Obvio!
En los ojos de Miguel un pequeño brillo esperanzador resplandeció, hasta que oyó decir al chileno:
—El día en que Bolivia sea una isla, te apoyaré.
Miguel frunció el ceño e hizo un puchero ante aquella broma del chileno. Manuel no pudo evitar reír como una hiena por causa de su chiste y la estúpida expresión en el rostro del peruano.
—Jajaja, ya, arriba ese ánimo —dijo Manuel, poniendo sobre la mesa la botella y ambos vasos—. Se supone que haríamos las pases; no debemos pelear.
—Oe', ¿qué es eso? —Curioso, Miguel tomó la botella y la giró, leyendo la etiqueta del producto.
Aguantó una risa en sus labios.
Era pisco chileno.
—Manjar de dioses. —Manuel ensanchó sus labios con una sonrisa e hizo un guiño al peruano.
—Manjar de pobres, querrás decir —disparó, conteniendo la risa en su garganta.
—El pisco chileno es muy fino para tu paladar. —Arrebató la botella de las manos de Miguel, dedicándole una expresión inquisitiva.
—Yo te voy a enseñar lo que es un verdadero manjar de dioses —dijo el peruano, incorporándose y caminando hacia su bolso en el sofá; del interior sacó una botella y con orgullo la exhibió ante el chileno.
Manuel bufó con exasperación.
—Tu weá de pisco es asqueroso.
—El tuyo es asqueroso.
—El tuyo tiene sabor a colonia.
—El tuyo tiene sabor a poto de perro.
Manuel le miró completamente descolocado.
—¿Has probado el poto de un perro?
El color subió por el rostro de Miguel; cuando quiso redimir su estúpida ofensa que disparó sin pensar, se dio cuenta que era muy tarde para ello.
—Bueno pues... no, pero ha de ser asqueroso, como tu pisco.
Manuel rodó los ojos.
—Peruano culiao.
—Chileno cojudo.
Era de esperarse.
De una u otra forma siempre terminaban discutiendo, por más estúpida que fuese la razón que gatillaba la tensión. Era un comportamiento inclusive hasta natural entre ellos. Solían mantenerse siempre en contacto, pero de alguna u otra forma, siempre terminaban repeliendo.
A pesar...
A pesar de que en el pasado tuvieron una relación cercana e irrompible. Inclusive desde tiempos anteriores a su formalización como países adultos. Su relación estaba repleta de altos y bajos, pero siempre y, en todo momento, con un ánimo por parte de ambos en mantener la línea de la ayuda mutua.
Inclusive después de aquel triste episodio que les golpeó en el pasado.
—Decidamos esto como gente civilizada —dijo Manuel, rompiendo el silencio y dirigiendo una mirada menos hostil a Miguel.
—¿Qué haremos?
—El weón que logre tomarse diez vasos de pisco sin caer en el camino, será el verdadero dueño.
A Miguel, en un inicio aquella propuesta le ofendió enormemente. ¿Qué mierda se creía Manuel? Era obvio que el pisco era peruano. No necesitaba la aceptación de ese poto flaco para ser él el verdadero dueño.
Pero de inmediato su cólera descendió, cuando fue testigo de la expresión en el rostro de Manuel.
Ese jodido chileno le estaba desafiando, y aquello, no podría quedar así.
Y aceptó, y con ello, un sentimiento de excitación se hizo presente en su conciencia.
Y quizá en otra parte de su cuerpo, pero eso no lo admitió en aquel instante.
—¡Bien! —aceptó enérgico, quizá no muy seguro, porque aunque tenía la certeza que el pisco le pertenecía de forma absoluta, también conocía al chileno, y sabía que este era de tiro largo, y por tanto, le sería difícil emborracharse después que él.
Pero su orgullo estaba en juego y, a pesar de sus dudas, siguió adelante con la lucha.
Un peruano no le temía a nada, ni mucho menos se achicaba ante un chileno.
(...)
Una hora transcurrió después de aceptar el desafío.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis vasos llevaban hasta el momento. Ambos comenzaron a sentir que las sienes se les contraían. El escenario se les movía de aquí para allá, como el péndulo de un reloj.
Y a pesar de que los síntomas indicaban que ya estaban ad portas de la ebriedad, ambos aún mantenían cierto grado de consciencia.
Eso sí, Miguel estaba en peores condiciones que Manuel, aunque aquello aún no traía consecuencia alguna.
Por el momento.
—Chi-chileno de mierda, usurpador —balbuceó Miguel, tomando el último sorbo del vaso número seis y golpeando este en la mesa—. Come perro. —Lo último lo dijo con una risa atorada.
Manuel frunció el ceño.
—Cá-Cállate weón —balbuceó de igual manera, aunque con más estabilidad que Miguel—. ¿Quién te obligó a... a meterte en guerras?
—E-es es problemjk. —No pudo terminar la oración, pues el hipo le atacó—. Problema mío —dijo, sirviéndose el séptimo vaso y tomando de forma apresurada, para así dar paso al octavo vaso.
Y no pudo seguir, pues se quedó mirando de forma fija un punto a la nada, como reflexionando acerca de la creación del universo y el sentido de la vida.
Nuevamente el hipo le atacó y le sacó de la inmersión de su basto pensamiento, para luego articular hacia el chileno:
—Ho-hoy te ves más guapo que otros... otros días.
Manuel le observó descolocado. Una tenue sonrisa involuntaria ensanchó sus labios.
Se miraron por largos segundos, hasta que Miguel se hincó y vociferó una gran arcada.
Manuel se incorporó de un salto y le auxilió.
—¡Hey! Weón, ¡¿estai bien?! —Le tomó por los hombros y trató de levantarlo—. Cuidado, vamos al baño mejor —dijo Manuel, aferrándose a un casi inerte Miguel y dirigiéndole a duras penas hacia el baño.
Pero con las pocas fuerzas que el peruano aún conservaba, se resistió a aquello.
—No...
Musitó apenas, separando su rostro del pecho del chileno y observándole con un tinte melancólico en sus ojos.
Manuel contrajo sus pupilas, sorprendido ante la nueva expresión de Miguel. Sintió que el pecho se le sacudió de forma leve, y articuló:
—¿Qué chucha te pasa?
Ante aquella pregunta, Miguel se dejó caer suavemente en la pared; Manuel le contuvo, asegurándose de que no cayese al suelo. El peruano bajó la mirada por varios segundos, tratando de contener lo que yacía dentro de él.
Y, después de un extenso rato con Manuel conteniéndole, alzó su vista dorada hacia el chileno, haciendo contacto visual directo con este.
Y no pudo evitar comenzar a llorar.
—Migu...
—¿Por qué s...siempre terminamos peleando? —sollozó apenas, dibujándose en su faz una melancólica expresión.
Manuel quedó boquiabierto. Su mente quedó en blanco por un instante.
—N-no lo sé... —se limitó a contestar, aún descolocado por la expresión en el rostro del peruano y por la situación que comenzaba a gatillarse.
Y Miguel perfiló una triste sonrisa en sus labios por causa de aquella respuesta. Sintió que su corazón comenzaba a apretujarse.
—Ha-hay algo que siempre he querido decirte...
Susurró indulgente, apretujando sus manos con nerviosismo e intentando contener su respiración.
Solo con alcohol en el cuerpo, Miguel era capaz de soltar aquello que yacía en lo más recóndito de su alma.
Y Manuel, sintió que el corazón se le aceleraba.
—Te amo, roto.
Ante aquella revelación, Manuel no pudo evitar soltar un leve alarido. De forma leve se separó de Miguel, observándole con las pupilas totalmente contraídas y, con un carmín pigmentado la totalidad de sus mejillas.
El calor comenzó a subir por su rostro y el corazón le martilleaba con fuerza.
Su mente quedó en blanco.
¿Miguel estaba diciéndole eso en serio? Bueno, después de todo él estaba borracho... quizá solo lo decía de broma. Sí, seguramente era joda.
—N-no me da risa, te lo advierto, Mig...
—Ni los niños ni los borrachos mienten, Manu.
Y aquello, no ayudó a que Manuel se tranquilizara, pues sintió que el corazón le daba un vuelco en el pecho.
—Miguel... —Con frustración cerró sus ojos, intentando dispersar la horda de pensamientos que en aquel instante le atacaba—. Vamos, estás borracho. Te llevaré a la cama, vas a descansar y, mañana por la mañana llamaré a un Uber para que puedas ir a casa.
Hizo caso omiso a sus pensamientos que revoloteaban como gorriones por su consciencia. Tomó a Miguel en brazos y, con cierta dificultad le dirigió hacia la habitación.
Le tendió en la cama y el peruano no le quitaba la vista de encima. Era como si algo le llamase a seguir mirando la cara bonita de Manuel.
—Manu, pe-pero... te estoy diciendo la verdad, o-oye... —balbuceó, aferrándose al brazo del chileno y no permitiéndole alejarse.
—Miguel. —El chileno frunció el ceño y tomó de los hombros a Miguel. Su aura se volvió severa ante la expresión adormilada del moreno—. Ya, córtala, en serio. No estoy jugando, la situación me está molestando, y mucho.
El peruano quedó boquiabierto. Sintió que una parte de sí quería llorar, pero otra parte quería golpear a Manuel.
La costumbre, quizá.
Pero joder, no podía. Era ahora o nunca. Años callándose aquello le tenían con el corazón en el puño. Tenía que hacer entender a Manuel que, aquella maldita lucha de egos le tenía cabreado; necesitaba decirlo una vez más.
—Te amo.
—Córtal...
—¡Qué te amo, Manuel!
De un movimiento fugaz, Miguel tomó a Manuel por el cuello de la camisa, ejerciendo fuerza y atrayendo de forma sorpresiva su rostro al de él.
Y aunque Manuel no lo esperó, Miguel fue capaz de hacerlo.
Y ambos se fundieron en un beso sorpresivo. Las pupilas castañas del chileno se contrajeron del impacto; su color subió de forma instantánea por su pálido rostro.
Miguel, por su parte, solo mantuvo con fuerza cerrado sus ojos, nervioso ante la acción que estaba ejecutando.
Y por varios segundos, Manuel no fue capaz de reaccionar ante eso y, después de un rato, ambos se separaron.
Se observaron con sorpresa.
—¡¿Qué weá hiciste?! —vociferó Manuel, pigmentándose su cara de un intenso carmín. Retrocedió de un salto y cayó en la misma cama que Miguel.
La expresión en su rostro era graciosa.
—Y-y-yo... —Miguel dibujó la misma expresión. El color carmín invadió su morena piel. Sus manos comenzaron a temblar del ímpetu.
Y ambos se quedaron callados por un largo rato. Sus respiraciones agitadas eran prueba del nerviosismo que les carcomía.
Y Miguel, entonces rompió el silencio.
—¿Re-recuerdas cuando nos conocimos?
Manuel ascendió su vista, aún con un notorio sonrojo. Observó cómo en los ojos del peruano se perfilaba una muy fuerte añoranza, como si estuviese pasando por su mente el más dulce recuerdo jamás existente.
Sintió que su corazón se apretujó por la linda expresión de Miguel.
—Cómo no recordarlo... —musitó débil—. Me castigaron por un mes entero por esconderme a jugar con el hijo del supuesto enemigo —sonrió enternecido—. Fueron días felices.
—¡¿U-un mes?! —exclamó Miguel—. ¡A mí dos meses! —Frunció el ceño y luego entristeció—. Después de la batalla te extrañé mucho... —susurró—. Cuando llegamos a casa imaginaba que tú también lo hacías, aunque nunca pude saberlo.
—¡Claro que te extrañé! —Se hincó sobre Miguel, notoriamente ofendido—. ¡Si supieras cuántas noches lloré porque te extrañaba! ¡Eras mi primer gran amigo! ¡Yo quería huir de mi familia e ir contigo!
Miguel quedó petrificado en su sitio. El corazón le martilleaba con fuerza por causa de aquella confesión.
Y sintió que el amor que guardaba por Manuel volvía a florecer de la más bella forma posible.
—Ma-Manu, yo...
—Cuando me enteré que Antonio te usó como un Virreinato, no pude evitar sentir rabia —dijo Manuel entre dientes—. Ese hijo de puta, él... él te hizo mucho daño.
Miguel bajó la mirada con pesar. Tristes recuerdos comenzaron a surcar por su mente.
—Pero tú me ayudaste... —susurró, conteniendo las lágrimas que luchaban por caer e intentando dar consuelo al chileno—. La expedición libertadora del Perú, ¿lo recuerdas? Tú y Martín me salvaron... sino fuese por ustedes, yo no habría podido...
—Pero a los años siguientes te hice un gran daño, y... y yo no puedo...
Miguel le observó con notoria melancolía. Pudo notar como Manuel bajaba su rostro con evidente desconsuelo. Aferró sus manos a las sábanas y las apretó.
—La Guerra del Pacífico.
Musitó Miguel, generándose en Manuel un alarido de rabia. Se incorporó de la cama y dio la espalda al peruano, como intentando ocultar la vergüenza que golpeaba en su rostro.
—Manu...
—Todo este tiempo... —musitó, escuchándose una evidente frustración en sus palabras—. Todo este tiempo hemos olvidado lo que en realidad somos. Tenemos tanto en común, pero...
Miguel pudo notar como la voz del chileno se deshacía con el pasar de los segundos.
—Pero insistimos en jugar a una estúpida lucha de egos. —Y su voz quebró totalmente, se volteó y Miguel fue testigo de cómo Manuel se deshacía en un llanto amargo—. No sé si realmente me estés diciendo la verdad, Miguel, pero...
Miguel sintió que su pecho se estrujaba de la melancolía; aquella expresión en el rostro de su amado le generaba un dolor indecible.
—Pero yo te estuve amando todo este tiempo —dijo finalmente—. Este amor que siento por ti, yo... yo siempre... siempre lo sentí. Desde que te conocí, hasta el día de hoy, este sentimiento lo he mantenido cautivo por mero orgullo e imagen, ¿pero sabes? Incluso un hombre que aparenta ser el más recto y fuerte entre sus hermanos, cede cuando el sentimiento se esconde por muchos años.
—Ma-Manu...
—Yo te amo, Miguel.
Sonrió, sintiendo como un enorme peso se libraba de su interior.
—Te amo desde el inicio de los tiempos, desde que te conocí cuando niños y hasta el día de hoy. Cuando Antonio llegó a estas tierras... sentí miedo no solo de lo que ocurría con mi familia, sino que también tu imagen estuvo siempre latente —dijo con un nudo en la garganta—. Jamás pude olvidarte, y aunque mantengamos estas discusiones y esta aparente distancia, yo...
Se calló por varios segundos, para luego decir finalmente.
—Nunca pude olvidarte, porque siempre te he amado.
Miguel no pudo sentirse más dichoso por las palabras de Manuel. Y, aunque el chileno aún estuviese dudoso por las declaraciones del peruano, Miguel era plenamente consciente del amor que sentía por Manuel.
Porque ambos se conocieron en tiempos prehispánicos y, hallaron en la presencia del otro la más dulce amistad de niños. Porque fueron felices en un inicio a pesar de que sus pueblos tuviesen enemistad. Porque en su lejanía ambos se pensaban, se extrañaban y se añoraban, y porque siempre y en todo momento, el anhelo por volverse a encontrar y amarse por sobre todas las cosas, siempre perduró, inclusive a pesar del oscuro episodio que luego les golpeó.
Pero el ego, la ambición y el odio en algún momento de sus vidas les marchitó el alma, pero inclusive con todo ello, en lo más recóndito y puro de sus espíritus, el anhelo por volver a amarse persistía bajo un muro de orgullo y distanciamiento.
Habían desperdiciado la mitad de sus vidas en pregonar frases de odio y a hablar mal del otro, cuando nadie mejor que ellos tenía plena consciencia de lo mucho que se amaban.
Qué estúpidos habían sido.
—Pero aún nos queda tiempo, Manu —dijo el peruano, levantándose con dificultad de la cama y tomando al chileno por uno de sus brazos.
—Miguel...
—Dejemos de perder el tiempo y recuperemos lo que el ego nos ha quitado.
Dijo y, ante la dulce expresión de Miguel, Manuel no pudo hacer caso omiso.
Porque aquellos hermosos ojos dorados que tanto fueron su luz en sueños en medio del olvido, fueron su único consuelo durante años, y sentía que nuevamente y, después de mucho tiempo, Miguel se le entregaba en el estado más puro de su alma.
Y Manuel, simplemente no podía permitirse perder un segundo más sin Miguel.
—Perdóname por lo que haré.
Miguel enarcó ambas cejas, sorprendido por ello.
—¿Q-qué cos...?
Y Manuel besó los labios de Miguel, sin dar más preámbulos a sus sentimientos. Y, a pesar de que ambos estaban con alcohol en el cuerpo, eran capaces de reconocer cuando algo muy dentro de ellos brotaba.
El sentimiento de amor, como agua de un bendito manantial.
Y Miguel cerró los ojos, totalmente complacido por el dulce elixir que significaban los labios de Manuel. Y ambos fueron capaces de sentir el sabor del pisco en la boca del otro.
Y, ambos pensaron:
''Qué rico es su pisco''.
¡Ya qué importaba de quién era el pisco! ¡Ya qué importaban las heridas del pasado! ¡Ya qué importaba cuál equipo de fútbol era mejor! ¡Ya qué importaban los estúpidos e ignorantes dichos de sus gobernantes! Qué todas aquellas estúpidas rencillas se fueran al carajo, ellos se amaban, y habían desperdiciado toda su jodida vida en jugar en quién era mejor, cuando por dentro se morían de amor por el otro.
Y ahora comenzaría una nueva etapa. Que los ignorantes y los resentidos se queden con lo del pasado, ellos comenzarían a ser felices.
—Te amo, te amo mucho... —musitó Miguel, separándose de forma leve de los labios de Manuel y, sintiendo el cálido y exquisito aroma del chileno—. No quiero que volvamos a pelear, Manu...
Mas Manuel no dijo nada y, empujado por el ímpetu del momento, besó nuevamente los labios de Miguel, configurándose esta vez un aura repleta de pasión y erotismo.
Y ambos se echaron a la cama, completamente sumidos en la atmósfera del momento.
Con dificultad, Miguel desabrochó la camisa del chileno, para luego, deslizar sus manos por el torso desnudo de este.
Manuel no pudo evitar sonreír agraciado por ello.
—Tienes movimientos torpes.
—¿Qué esperabas? Estoy mareado.
Manuel contrajo sus pupilas y se separó levemente de Miguel.
—Me olvidé que estabai borracho... —musitó, volviendo a poner su camisa.
—¡N-no! Digo... estoy mareado, pero no borracho —se incorporó en la cama, frunciendo el ceño—. Hace un rato estaba peor, pero estoy mejor.
—Creo que es mejor que no sigamos —dijo Manuel, acomodando al peruano en la cama y tapándole con las frazadas.
—¡¿Qué?! —Miguel se mostró ofendido—. ¡Pero si estoy bien, puedo seguir! —reclamó.
Manuel negó con la cabeza.
—El problema no es si puedes o no seguir —recalcó—. El problema es que no debo aprovecharme de tu estado. —Miguel frunció el ceño—. Si realmente todo lo que hoy me has dicho es cierto y, mañana eres capaz de recordar todo esto, es porque realmente me amas.
Miguel no pudo evitar sentir tristeza por ello. A pesar de sus palabras, Manuel seguía con la incertidumbre de la veracidad de sus sentimientos.
—Si recuerdas lo que hoy ha pasado, entonces terminaré esto que quedó inconcluso.
Miguel se sintió frustrado. Observó con el ceño fruncido a Manuel por varios segundos, en un intento por cambiar su opinión, mas de nada le funcionó.
Y es que tampoco podía enojarse del todo con Manuel. A pesar de que su libido estaba al máximo, de cierta forma se le hacía sumamente tierno que Manuel no quisiera consumar su primera vez con él por causa de ello.
Manuel quería hacer el amor con ambos en plena consciencia, y eso de cierto modo, mostraba el respeto que sentía hacia él.
—Ya, no me mires así —dijo el chileno, irrumpiendo en los pensamientos del peruano—. Mejor córrete para allá, dormiremos juntos.
Miguel sonrió triunfante.
—¿Vas a cuidarme?
—Supongo —contestó—. Si tienes ganas de vomitar tienes que avisarme. Recuerda que yo también estoy con alcohol en el cuerpo y dormiré como palo.
Ambos rieron.
—Bien, hora de dormir —dijo Manuel, extendiendo su brazo y apagando su lámpara en el velador—. Buenas noches.
Miguel sonrió y depositó en su mejilla un beso fugaz. Manuel extendió uno de sus brazos e hizo espacio para que el peruano se acomodara en parte de su pecho.
Y ambos durmieron de esa manera.
En medio de la madrugada, Miguel despertó recordando lo antes ocurrido, y musitó por lo bajo:
—Pucha, yo de verdad quería hacerlo...
(...)
Manuel sintió un fuerte hormigueo en su brazo. De forma lenta abrió apenas sus ojos, divisando a su costado solo una almohada y el montón de sábanas desperdigadas por ahí. Observó la pared durazno con letargo y, un montón de recuerdos de la noche anterior hicieron presencia en su consciencia.
Y de un saltó se sentó en la cama, desorientado.
—¡¿Miguel?! —vociferó, asustado ante las imágenes que se esparcían como una cinta de película por su memoria.
Al parecer, todo había sido un sueño. Sintió que su pecho se oprimió por aquella falsa y dulce ilusión. Y nuevamente, entre su desesperación, articuló:
—¡¿Migu...?!
—¿Ya despertaste, Manu?
Manuel sintió que su corazón se reconfortaba por lo que veía pasar por su puerta.
Una dulce sonrisa ensanchó sus labios.
—¿Por qué tan exaltado? —inquirió el peruano—. ¿Te sientes bien?
Miguel, con el cabello húmedo y arropado con una bata de Manuel, traía en sus manos una bandeja con el desayuno de su amado.
—Miguel... —musitó el chileno—. ¿De verdad tú y yo...?
Miguel enarcó ambas cejas, extrañado ante las palabras de Manuel. Ignoró aquella actitud y dibujó una leve sonrisa en sus labios.
—¿Tienes hambre? —Extendió la bandeja a las piernas de Manuel—. Te preparé un jugo natural y un sándwich —sonrió.
—Miguel, espera...
—¡¿Vas a comer o no?! —exclamó—. Te lo preparé con amor.
—¡A-ah! —El chileno se sobresaltó—. S-sí, perdón.
Y cuando Manuel comenzó a degustar su desayuno, pudo notar un pequeño papelito enrollado en el mango del vaso.
Lo desenrolló y lo leyó.
Sintió que su corazón dio un vuelco.
''Buenos días, rotito <3. Anoche lo prometiste, ¿lo recuerdas? Dijiste que si hoy recordaba lo de la noche anterior, hoy terminarías lo que quedó pendiente''.
El color subió de inmediato por el rostro de Manuel. Su mano que sostenía el pequeño mensaje, comenzó a temblar del ímpetu.
Y Manuel comprendió, por primera vez la famosa sensación de mariposas en el estómago.
De inmediato ascendió su mirada hacia el rostro de Miguel, pero pudo percatarse de que este mantenía su vista hacia el suelo, también con el carmín pigmentando todo su rostro.
—Mi-miguel...
—Y-yo... —balbuceó el peruano, completamente avergonzado por mirar a Manuel—. N-no te lo dije po-porque no sabía si realmente recordabas lo de anoche —dijo, jugando nerviosos con sus manos—. A-así que te escribí la nota, y...
Cuando Miguel quiso terminar la frase, sintió que Manuel tomaba la bandeja y la dejaba en el velador. Acto seguido, el chileno le tomó por la cintura, le jaló con fuerza y lo posicionó en la cama, quedando por encima del moreno.
Y ante la vista sorprendida de Miguel, Manuel sonrió con ternura.
—Claro que lo recuerdo —dijo—. Hoy terminaré lo que quedó pendiente.
Y Miguel pudo al fin sentirse librado de cualquier duda. Porque Manuel le amaba de la misma forma en que él lo hacía.
Y entonces, la deuda pendiente por Manuel, comenzó a saldarse.
Y con ello, los días siguientes también se ejecutó el mismo acto, y también, una nueva relación se forjó ante la sorpresa y el impacto de todos.
Porque Miguel y Manuel, se despojaron del ego y siguieron lo que realmente su corazón les demandaba.
Comenzaron a dar menos espacio al orgullo y más posibilidad a la felicidad.
.
.
(...)
¡Buenas tardes! Vengo a dejar un escrito que es antiguo, y que subí hace tiempo atrás en tumblr, cuando mi seudónimo no era 'DaftGray', sino que otro muuucho más antiguo xD
Hice cambios, obviamente. De hecho, los cambios son super grandes, pero mantuve la idea principal al menos.
El Pechi fue mi primera OTP de todas, y me dediqué por muchos años a dibujar y escribir de ellos, pero hace un tiempo tuve un distanciamiento con el fandom. Hoy vuelvo a trabajar algo de ellos y, me ha vuelto el amor por esta shipp al escribir de ellos.
En fin, este fic va dedicado a Ivette, a Daleyska y a Alondra <3 mis pechi amigas uwu Las quiero mil <3
¡Besitos!
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