Puesta en escena

— Ella es la perfeccionista— Al menos eso creen todos—. Siempre hace todo con delicadeza, parece una princesa. Tiene tres años y se comporta como una dama. Ya no juega con la tierra ni se mancha las manos al pintar.

— Ella es perfeccionista— Eso ven todos—. Lo que hace siempre es impresionante y ella siempre luce impecable. Tiene seis años, dejó de hacer berrinches cuando quiere algo y ya olvidó lo que se sienten las tardes libres.

— Ella es perfeccionista— Eso dicen todos—. Siempre anda perfumada y es muy educada. Tiene once y ya la han dejado de tratar como una niña. A sus pantalones los tiene olvidados, en cambio, usa vestidos y ha dejado de caminar encorvada.

— Ella es perfeccionista— Eso saben todos—. Nunca sale de casa y se esfuerza demasiado en lo que hace. Tiene quince, está tan grande y hermosa. Pero no habla con nadie y olvidó por completo lo que significa felicidad.

— Ella era la perfeccionista— Eso lamentaban todos—. Un día, estando desesperada, se quitó la vida y cerró los ojos permanentemente para el mundo.

Tenía veinte años, nadie la olvidaría. Su vida había perdido el sentido, el dolor que la consumía por dentro era más grande de lo que podía soportar. Ella era la perfeccionista, pero su problema ya no podía arreglarse. Nunca había había jugado lodo con más niños, ni contado secretos a amigas inexistentes en las pijamadas que nunca tuvo. No conocía los viernes de películas o los veranos en la playa. Desde que ella era bebé, la habían educado para ser la mejor de todos, no para ser ella misma, no para vivir.

— ¿Por qué murió? Lo tenía todo.— decía el resto.

«Todo menos ella» Contestaba en lamentos, la única persona que conocía de la verdadera chica perfeccionista. Aquel niño que estuvo enamorado de ella toda la vida, pero al no ser de alta clase como su amada, él no merecía un mundo a su lado.

Aquel niño que, durante largas noches, había limpiado sus lágrimas a escondidas y escuchado sus miedos.

Aquel niño que supo ver más allá de una sonrisa deslumbrante y descubrió un corazón roto.

Aquel niño que supo darle el cariño que su madre jamás le dio y le permitió recuperar la inocencia que su padre le robó.

Por supuesto que el resto diría que ella era la perfeccionista, cuando eran tan ingenuos como para darse cuenta del martirio que ella vivió durante años. Se habían creído toda esa tela de mentiras refinadas que nunca se preguntaron qué había más allá de eso. Estaban encantados por lo que veían en la magnífica obra de teatro, pero no pensaron que, tras bambalinas, había historias de abuso, violencia, traumas y peligro. Porque, ¿quién va a sospechar que algo malo le pase a la hija perfecta de la familia perfecta?

Nadie.

En efecto, nadie lo hizo, a excepción de ese pequeño niño que supo verla, no solo con los ojos, sino también con el alma, había estado allí cuando ella suplicaba atención y amor verdadero, cuando quería ser libre, cuando era ella y no la perfeccionista.

Ahora, él se lamentaba tanto por verla partir cuando sabía que ella siempre había merecido mucho más. Que no era justo que su voz hubiese sido silenciada cuando tenía verdades desgarradoras por revelar, que sus alas hubiesen sido cortadas cuando tenía tantas ganas de ir a volar, que su vida le fue arrebatada porque ella estuvo dispuesta a decir todo lo que sabía y quisieron asesinarla antes de manchar su reputación, diciendo que fue suicidio, cuando él mismo vio cómo llegaron a su habitación y la asfixiaron mientras dormía. Ojalá que él hubiese hecho, pero en cuanto lo intentó, era demasiado tarde para salvarla y eso sería algo que nunca podría perdonarse. Al menos ahora, tenía en mente que ella podría ser libre al fin.

El mundo necesitaba valorar más allá de las apariencias y aprender a amar de corazón, porque así, tal vez se perderían menos luces a la vez. Luces que dan esperanza, que dan ilusión.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top