Ahogo
Salimos del restaurante y nos quedamos en la acera esperando a Rodrigo e Isabella quienes se encontraban a unos metros hablando.
Me dio la sensación de que ella tenía más edad que él. Era como un aire cada que hablaba: parecía que estaba tratando con un niño. Mientras Rodrigo parecía escupir palabras, ella le hablaba con tranquilidad, incluso movía la cabeza como si le tuviera que explicar algo con suma tranquilidad.
Eran seis treinta, estuvimos en el restaurante casi hora y media.
Finalmente se acercaron, Isabella traía esa sonrisa amable en su rostro, pero pude notar que Rodrigo estaba tenso y molesto.
—Me encantó conocerte, Caro —exclamó tomando mi mano en las suyas—. Espero que sigamos en contacto —concluyó dándome un guiño.
Entendí que compartíamos un dolor muy similar y que eso la había convencido de mantenerme en su círculo de conocidos. Asentí sintiéndome orgullosa por haber logrado tal hazaña.
—Claro.
Luego llevó su atención a mi novio, quién tenía un peculiar brillo en sus ojos.
—Cuídense, no sean extraños —dijo besando en la mejilla a Óscar.
—Por supuesto que no —respondió él abrazándome por los hombros y poniendo los labios en el costado de mi cabeza.
Ella nos dio otro guiño antes de acercarse al borde de la acera. Fue hasta ese momento que noté que un carro negro la esperaba. Seguro era un Uber. Rodrigo la ayudó a subir y se asomó dentro del auto por unos minutos antes de incorporarse y cerrar la puerta. Se me hizo extraño que no se fueran juntos.
—¿La mandaste sola? Vaya caballero —se burló Óscar una vez que el aludido regresó con nosotros.
Él lo miró con hartazgo.
—Va aquí cerca, no creo que se pierda. —Casi espetó.
Mi novio rio aunque no entendí la razón. De hecho, le di un ligero codazo para que le bajara a lo que sea que tuviera,pues algo en el rostro de Rodrigo me hizo saber que no solo estaba molesto, también se encontraba dolido y frustrado.
Caminamos por el centro sin un rumbo fijo. Óscar por momentos me abrazaba pero trataba de mantener distancia. Nunca se sabía quién podía estar observando.
Rodrigo se retiró detrás de Isabella alegando que tenía cosas que terminar en su oficina. Sin embargo, creí verlo decaído. Sabía que me estaba perdiendo de algo pero apenas y lo conocía como para indagar. Aunque la pregunta que me hizo cuando fuimos a comer me daba vueltas en la cabeza.
—Igual y le hablo mañana, ya que se haya calmado —concluyó Óscar.
Llegamos hasta donde estaba estacionado mi auto. Me había contado un poco sobre la relación de Rodrigo e Isabella: no podían estar juntos, no de la manera que él quería; pero estaba tan enamorado —o idiotizado como dijo Óscar— que se ajustaba al horario de ella.
Me encontraba en la puerta del piloto jugando con las llaves mientras miraba al suelo.
—Tenías esta mirada —susurré sin querer.
—¿Cuál? —cuestionó.
Me di un golpe mentalmente, en realidad no había querido decir eso. Iba a ser drama innecesario.
—Ninguna —dije abriendo la puerta del auto.
Pero él la cerró con cierta fuerza, incluso dejó la mano sobre ella para que no pudiera abrir de nuevo.
—Caro —masculló con un tono lleno de advertencia.
Suspiré, cerré los ojos y empuñé ambas manos.
—No es nada, en serio —murmuré.
Sentí su mano en mi mejilla antes de que me hiciera girar la cabeza para verlo a los ojos.
—Dime, no vamos a discutir —insistió con esa voz tierna que solía usar cuando estábamos a solas.
Sentí mis ojos picar; aún no decía nada y ya tenía ganas de llorar, me sentía tan patética.
—Es que... Tenías esta mirada, como si Isabella fuera la mujer más maravillosa del planeta —confesé finalmente.
Óscar no sé inmutó, incluso sonrió un poco mientras retiraba la mano de mi mejilla y se recargaba en la puerta trasera del auto.
—No vas a negar que es una mujer interesante, además de atractiva, pero estoy contigo y nadie más.
Si estaba intentando hacerme sentir mejor, estaba fracasando de manera monumental.
—Pero te atrae —susurré.
—Caro. —Suspiró con cansancio—. Si ella no fuera novia de mi mejor amigo y yo no estuviera contigo, podría decir que buscaría la manera de salir con ella, pero no es el caso.
Algo en mi cabeza hizo click, fue como si de pronto solo pudiera escuchar una frase en mi cabeza y lo demás hubiera sido ruido.
"Si no estuviera contigo"
No escuché nada más de lo que dijo, fue como si me hubiera bloqueado a todo entendimiento humano, en mi cabeza solo estaba clara una cosa.
Él seguía hablando, tratando de llamar mi atención, pero yo ya no estaba ahí, me encontraba a kilómetros.
—Te estorbo —susurré.
Óscar negó con la cabeza y me tomó de los brazos.
—No pongas palabras en mi boca, sabes que eso no fue lo que quise decir.
Pero ya no entendía de razones, literalmente me desconecté, quería salir de ahí, huir, necesitaba irme, sentía que me estaba ahogando, que su presencia me asfixiaba.
Abrí la puerta del auto y me subí aun en contra de su voluntad. No me permitió cerrar, respiraba con suma lentitud pero el aire no era suficiente. Me estaba quebrando.
—Caro, por favor no hagas esto, estamos bien, no hagas de algo pequeño una tormenta.
Ahora era una exagerada por darme cuenta que le estorbaba.
—Necesito irme —imploré en voz baja.
—No, así no, ya te conozco...
—Estoy bien, solo necesito irme —lo interrumpí con la voz ligeramente quebrada.
Óscar se puso en cuclillas, me miraba realmente consternado.
—No puedes manejar así, te llevo a tu casa —insistió.
Negué con vehemencia, su presencia me estaba ocasionando un episodio, necesitaba alejarme.
—Te llamo en cuento llegue; Óscar, por favor.
Me miró por varios segundos y yo hice lo mismo, él me estaba estudiando mientras que yo le rogaba que me dejara ir. Finalmente suspiró y asintió una vez; se levantó, cerró la puerta e hizo a un lado.
No tardé nada en poner el auto en marcha, creo que hasta las llantas derraparon por la brusquedad con la que salí de ahí. Recorrí calles con mi mente trabajando a mil por hora, esas voces reían y me repetían una y otra vez que me lo habían advertido: Que yo era un estorbo, un error del destino.
No podía hacer feliz a Ana mientras estuviera con Óscar y él me veía como un impedimento para estar con una mujer maravillosa como Isabella. Realmente mi presencia era un desperdicio de espacio.
Sentí la humedad en mi mejilla mientras me incorporaba a una vía rápida.
Debí morir con mi padres ese día, mi existencia era tan despreciable que la familia que me quedaba prefería mantener distancia. Incluso mis abusadores tenían más atención y cariño que yo.
¿Qué estaba haciendo mal?
Intenté por varios métodos de encajar con la gente, absorber gustos, estilos y modas para integrarme. Pero siempre estaba esa maldita barrera que me disociaba del mundo, que me alienaba de mi entorno. No encajaba con nadie, no podía hacer feliz a los demás con mi presencia.
Un jadeo escapó de mi boca y comencé a pisar más el acelerador.
Si yo no existiera, si hubiera muerto en ese accidente, la vida de los que me conocían seguiría su rumbo sin alteraciones. Solo con la ventaja de que no tendrían que cargar conmigo ni mis problemas.
Recordé la mirada de Óscar, suplicante para que no me cerrara. Pero solo tenía claro que yo le estorbaba para estar con un mujer como Isabella, quien era totalmente contraria a mí a pesar de tener un pasado tan parecido.
¿Por qué no podía ser como los demás?
Las luces de los autos se veían como líneas a mis costados, sentí la velocidad y como el carro comenzaba a vibrar. Si me estrellaba en el muro de contención todo acabaría. Solo debía girar.
Sostuve con tanta fuerza el volante que mis manos se tornaron blancas, sollozos y un ascendiente dolor de cabeza eran lo único que me recordaba que seguía viva.
«Gira, no dolerá, busca un espacio donde no haya autos y estréllate en el muro»
Asentí varias veces; era lo mejor, así Óscar ya no se preocuparía por perder su beca ni Ana tendría que estarme cuidando.
Un brillo captó mi atención, en algún momento puse el celular en el asiento del copiloto. Era una videollamada entrante por el Facebook.
Regresé la atención al frente y frené con rapidez, el carro derrapó y se movió hacia la derecha con brusquedad, pasé del carril de alta velocidad al último en un santiamén. Escuché varios carros tocarme e incluso algunos ofenderme; tragué pesado y avancé hasta un lugar donde me orillé. La ciudad tenía estos puentes vehiculares que tenían un amplio espacio por si se tenía algún percance. Te podías aparcar hasta recibir ayuda.
Apagué el motor sintiendo el latido de mi corazón en la cabeza y mi respiración ajetreada. Puse la frente en el volante y cerré los ojos con fuerza.
Si no hubiera sido por esa llamada...
Tenía ambas manos aún sosteniendo el volante, de nuevo la pantalla se encendió y giré un poco la cabeza, ahora había entrado una llamada de voz, la foto de perfil abarcaba la pantalla.
Suspiré lentamente sintiendo como mi estómago se había revuelto. Tomé el aparato y con manos temblorosas acepté la llamada.
—¿Caro? Disculpa si te interrumpí —dijo en un tono aparentemente apenado.
Sacudí la cabeza.
—No... —Suspiré—. Está bien.
La voz me salió tan forzada y quebrada que él se quedó callado.
—¿Estás bien?
Lágrimas de nuevo salieron de mis ojos y mi cuerpo comenzó a temblar.
—No —exclamé.
Un auto pasó tocando el claxon de manera intermitente; no entendí porqué pues ya ni estorbaba.
—¿Estás en la calle? —preguntó algo alterado.
No contesté, en vez de eso traté de limpiar las lágrimas con la mano que tenía libre.
—No importa —dije con voz rasposa.
—Caro, te mando mi número y me pasas tu ubicación; por favor, no te muevas de ahí —me pidió con cierta desesperación que no entendí.
Terminó la llamada y acto seguido apareció un número en los mensajes.
Me sentía cansada, quería cerrar los ojos y dormir por la eternidad. Sobretodo presentía que involucrarlo en mi desastre sería demasiado para alguien como él. Sin embargo, sabía que si volvía a manejar...
Tras suspirar y tragar el nudo en mi garganta, copié el número, lo guardé en contactos, actualicé la lista del WhatsApp y le mandé la ubicación.
Dejé el celular en mi regazo y puse de nuevo la frente en el volante mientras sollozos escapaban de mi boca. No entendía qué estaba mal conmigo, tenía miedo de lo que era capaz de hacer para dejar de sentir.
Se iluminó la pantalla y un mensaje apareció.
"Todo estará bien, Caro, ya voy para allá"
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