2.05


Capítulo trece: Quidditch

—¿El heredero de Slytherin? ¿Quién podría ser? —preguntó Steve mientras caminaban por los corredores.

—Ponte a pensar ¿quién detesta a los nacidos de muggles y además es Slytherin?

—¿Malfoy el heredero de Slytherin?

—Sí, la familia Malfoy ha pertenecido a Slytherin durante siglos...

—¡Y de generación en generación se han pasado el secreto de cómo abrir la Cámara!

—Exacto, pero... hay algo que no cuadra...

Hicieron silencio por unos minutos hasta que Steve habló:

—No puedo creer cómo Alex soporta ser Slytherin. Si el Sombrero Seleccionador me hubiera mandado ahí preferiría volver a mi casa.

—Yo iba a ser una Slytherin —dijo Irina ceñuda.

—¿En serio? —Steve parecía sorprendido.

—Si. Además, no creo que todos los Slytherins sean tan malos: Mi tía, Andrómeda fue una Slytherin, mis abuelos fueron Slytherins, Alex es un Slytherin.

—Si, ya, pero son como agujas en un pajal, imposibles de encontrar...

[...]


Después del desastroso episodio de los duendecillos de Cornualles, el profesor Lockhart no había vuelto a llevar a clase seres vivos. Por el contrario, se dedicaba a leer a los alumnos pasajes de sus libros, y en ocasiones representaba alguno de los momentos más emocionantes de su biografía. Habitualmente sacaba a Harry para que lo ayudara en aquellas
reconstrucciones; hasta el momento, Harry había tenido que representar los papeles de un ingenuo pueblerino transilvano al que Lockhart había curado de una maldición que le hacía tartamudear, un yeti con resfriado y un vampiro que, cuando Lockhart acabó con él, no pudo volver a comer otra cosa que lechuga.

En la siguiente clase de Defensa Contra las Artes Oscuras sacó de nuevo a Harry, esta vez para representar a un hombre lobo.

Irina se inclinó un poco sobre su mesa, con los brazos cruzados, interesada en lo que haría Lockhart.

—Aúlla fuerte, Harry (eso es...), y en aquel momento, creeanme, yo salté (así) tirándolo contra el suelo (así) con una mano, y logré inmovilizarle. Con la otra, le puse la varita en la garganta y, reuniendo las fuerzas que me quedaban, llevé a cabo el dificilísimo hechizo Homorphus; él emitió un gemido lastimero (venga, Harry..., más fuerte..., bien) y la piel desapareció..., los colmillos encogieron y... se convirtió en hombre. Sencillo y efectivo. Otro pueblo que me recordará siempre como el héroe que les libró de la terrorífica amenaza mensual de los hombres lobo.

Bien, Irina estaba confundida. Él, se enfrentó a un hombre lobo, UN HOMBRE LOBO ¿Y SALIÓ ILESO?. Irina tuvo la desgracia de ver a un hombre lobo transformado y casi la mata, si no hubiera sido por su madre ahora no estaría o sería una mujer lobo.

Sonó el timbre y Lockhart se puso en pie.

—Deberes: componer un poema sobre mi victoria contra el hombre lobo Wagga Wagga. ¡El autor del mejor poema será premiado con un ejemplar firmado de El encantador!

—Lockhart exageró lo del hombre lobo —comentó Irina mientras se dejaba caer entre Alex y Sarah.

—¿Por qué lo dices? —preguntó el chico.

—¿Cómo va a enfrentarse a un jodido hombre lobo, inmovilizarlo con una mano —subió el tono de voz en esas últimas dos palabras— y salió sin una mordida o rasguño? Es imposible y más si Lockhart estaba como un mago común y corriente.

—¿Cómo sabes eso?

—Bueno, es-es obvio ¿no? Un hombre lobo adulto no dudaría en arrancarte la piel y él tiene el tupé de inmovilizarlo con una mano y con la otra tomar su varita y colocarla en su cuello.

—El profesor Lockhart es un mago excepcional —dijo Sarah con un brillo de admiración en los ojos—, yo no creo que exageró eso ¿acaso has leído sus libros? Un hombre lobo iba a ser pan comido.

Si, bueno, ella no ha tenido que huir de un hombre lobo ¿verdad?

Irina se despertó pronto el sábado por la mañana y se quedó un rato en la cama pensando en el partido de quidditch. Era su primer partido y sentía que vomitaría ¿y si no marcaba ni un gol? ¿y si los de Slytherin le quitaban tanto la quaffle que Wood la echaría del equipo? Sentía cómo sus tripas se removían al imaginar lo que diría Wood si Gryffindor perdía, pero también al pensar que tendrían que enfrentarse a un equipo que iría montado en las escobas de carreras más veloces que había en el mercado, le daban ganas de aplastarlos. Después de estar tumbada media hora con las tripas revueltas, se levantó, se vistió y bajó temprano a desayunar. Allí encontró al resto del equipo de Gryffindor, apiñado en torno a la gran mesa vacía. Todos estaban nerviosos y apenas hablaban.

Cuando faltaba poco para las once, el colegio en pleno empezó a dirigirse hacia el estadio de quidditch. Hacía un día bochornoso que amenazaba tormenta. Cuando Irina iba hacia los vestuarios, Steve, Sarah y Alex se acercaron corriendo a desearle buena suerte, también lo hicieron Ron y Hermione quiénes fueron a hacer lo mismo con Harry. Los jugadores se vistieron sus túnicas rojas de Gryffindor y luego se sentaron a recibir una inyección de ánimo por parte de Wood.

—Los de Slytherin tienen mejores escobas que nosotros —comenzó—, eso no se puede negar. Pero nosotros tenemos mejores jugadores sobre las escobas. Hemos entrenado más que ellos y hemos volado bajo todas las circunstancias climatológicas («¡y tanto! —murmuró George Weasley—, no me he secado del todo desde agosto»), y vamos a hacer que se arrepientan del día en que dejaron que ese pequeño tonto, Malfoy, les comprara un puesto en el equipo.

Irina apretaba con fuerza su escoba ¡nunca antes había jugado con público!

Con la respiración agitada por la emoción, Wood se volvió a Harry.

—Es misión tuya, Harry, demostrarles que un buscador tiene que tener algo más que un padre rico. Tienes que atrapar la snitch antes que Malfoy, o perecer en el intento, porque hoy tenemos que ganar.

—Así que no te sientas presionado, Harry —le dijo Fred, guiñándole un ojo.

Cuando salieron al campo, fueron recibidos con gran estruendo; eran sobre todo aclamaciones de Hufflepuff y de Ravenclaw, cuyos miembros y seguidores estaban deseosos de ver derrotado al equipo de Slytherin, aunque la afición de Slytherin también hizo oír sus abucheos y silbidos. La señora Hooch, que era la profesora de quidditch, hizo que Flint y Wood se dieran la mano, y los dos
contrincantes aprovecharon para dirigirse miradas desafiantes y apretar bastante más de lo necesario.

Irina tragó con dificultad.

—Cuando toque el silbato —dijo la señora Hooch—: tres..., dos..., uno...

Animados por el bramido de la multitud que les apoyaba, los catorce jugadores se elevaron hacia el cielo plomizo.

Irina soltó el aire contenido por la nariz y comenzó a volar detrás de uno de los cazadores de Slytherin que tenía la quaffle.

—Johnson le pasa la quaffle a Irina Black, el nuevo descubrimiento de Olvier Wood... Bell tiene la quaffle... No, Slytherin tiene la quaffle, el capitán de Slytherin, Marcus Flint...

Irina se había concentrado tanto en quitarle la quaffle a Flint que no reparó en que una bonita bludger venía en su dirección.

Irina, la esquivó por poco, pudo sentir cómo la pelota le rozó la cabeza.

Irina torció la boca en disgusto, Slytherin iba a la cabeza, diez o cero.

—Slytherin anota —anunció Lee Jordan.

Olvídenlo. Veinte a cero.

Angelina iba a anotar pero una bludger se lo impidió ¿dónde estaban Fred y George?

Medio minuto después, la señora Hooch hizo sonar el silbato y bajo los abucheos de la afición de Slytherin, el equipo bajó al suelo.

—¿Qué ocurre? —preguntó Wood, cuando el equipo de Gryffindor se reunió, mientras la afición de Slytherin los abucheaba—. Nos están haciendo papilla. Fred, George, ¿dónde estaban cuando la bludger le impidió marcar a Angelina?

—Estábamos ocho metros por encima de ella, Oliver, para evitar que la otra bludger matara a Harry —dijo George enfadado—. Alguien la ha manipulado..., no dejará en paz a Harry, no ha ido detrás de nadie más en todo el tiempo. Los de Slytherin deben de haberle hecho algo.

«¿Qué?»

—Pero las bludger han permanecido guardadas en el despacho de la señora Hooch desde nuestro último entrenamiento, y aquel día no les pasaba nada... —dijo Wood, perplejo.

La señora Hooch iba hacia ellos. Detrás de ella, Irina veía al equipo de Slytherin que lo señalaban y se burlaban. Su nerviosismo se había transformado en rabia.

—Escuchen —les dijo Harry mientras ella se acercaba—, con ustedes dos volando todo el rato a mi lado, la única posibilidad que tengo de atrapar la snitch es que se me meta por la manga. Vuelvan a proteger al resto del equipo y dejenme que me las arregle solo con esa bludger loca.

—No seas tonto —dijo Fred—, te partirá en dos.

Wood tan pronto miraba a Harry como a los Weasley.

—Esto es una locura —opinó Irina— no puedes encargarte tú solo de la bludger. Además esto es trampa, hay que investigarlo.

—¡Si paramos ahora, perderemos el partido! —argumentó Harry—. ¡Y no vamos a perder frente a Slytherin sólo por una bludger loca! ¡Vamos, Oliver, diles que dejen que me las arregle yo solo!

—Esto es culpa tuya —dijo George a Wood, enfadado—. «¡Atrapa la snitch o muere en el intento!» ¡Qué idiotez decir eso!

Llegó la señora Hooch.

—¿Listos para seguir? —preguntó a Wood.

Wood contempló la expresión absolutamente segura del rostro de Harry.

—Bien —dijo—. Fred y George, ya lo han oído..., dejen que se enfrente él solo a la bludger.

La lluvia volvió a arreciar. Al toque de silbato de la señora Hooch, Irina dio una patada en el suelo que la propulsó por los aires.

—Black está en posesión de la quaffle que se la pasa a Bell... Slytherin a tomado la quaffle... No, Johnson tiene la quaffle y esquiva una bludger...

Irina podía ver de reojo cómo Harry describía recorridos raros y detrás de él iba a la bludger.

Cinco minutos después, Jordan gritó muy feliz:

—¡Potter atrapó la snitch! ¡Gryffindor gana!

Ya habían ganado, ya no debía preocuparse de nada. Irina tenía toda la intención de bajar y felicitar a Harry, pero lo que se encontró fue al chico tendido en el suelo aparentemente desmayado y su brazo en un ángulo muy extraño. Le costaría quitar esa imagen de su cabeza.

—¡Harry! —gritó Irina cuando descendió hasta el chico tratando de despertarlo. Se bajó de la escoba y se agachó al lado del chico. —¡HARRY POTTER! —gritó y Harry dio un respingo para abrir los ojos muy despacio. Irina sintió pasos y abrió los ojos al ver que era Gilderoy Lockhart.

—Muy bien señorita Black, necesito que se aparte un poco.

Irina, algo irritada, volvió a montar en su escoba y quedó suspendida en el aire poco más de medio metro.

—¡Oh, no, usted no! —gimió Harry.

—No sabe lo que dice —explicó Lockhart en voz alta a la expectante multitud de Gryffindor que se agolpaba alrededor—. Que nadie se preocupe: voy a inmovilizarle el brazo.

—¡No! —dijo Harry—, me gusta como está, gracias.

Harry intentó sentarse, pero al parecer el dolor no lo dejaba. Irina sintió un «¡clic!».

—No quiero que hagas fotos, Colin —dijo Harry alzando la voz.

—Vuelve a tenderte, Harry —dijo Lockhart, tranquilizador—. No es más que un sencillo hechizo que he empleado incontables veces.

—¿Por qué no me envían a la enfermería? —masculló Harry.

—Es verdad, será mejor que Madame Pomfrey se encargue —dijo Irina.

—Así debería hacerse, profesor —dijo Wood, lleno de barro y sin poder evitar sonreír aunque su buscador estuviera herido—. Fabulosa jugada, Harry, realmente espectacular, la mejor que hayas hecho nunca, yo diría.

—Chicos, chicos, no se preocupen, no hará necesario ir a la enfermería. Ahora, apartense —dijo Lockhart, arremangándose su túnica verde jade.

—No... ¡no! —dijo Harry débilmente, pero Lockhart estaba revoleando su varita, y un instante después la apuntó hacia el brazo de Harry.

Irina ahogó un grito al igual que toda la multitud y ese chico, Colin, comenzó a sacar montones de fotos.

—Ay que desagradable —dijo Irina mirando el brazo —que ya no parecía brazo— de Harry.

—¡Ah! —dijo Lockhart—. Sí, bueno, algunas veces ocurre esto. Pero el
caso es que los huesos ya no están rotos y ya no sentirás dolor.

—¡Pero ya no tiene huesos! —dijo Irina.

—Así que, Harry, ahora debes ir a la enfermería —dijo Lockhart ignorando a la chica—. Ah, señor Weasley, señorita Granger, ¿pueden ayudarle? La señora Pomfrey podrá..., esto..., arreglarlo un poco.

Todos siguieron con la vista a Harry, Ron y Hermione hasta que desaparecieron del campo de quidditch.

Así que ahora, todo el equipo de dirigía en sus escobas (puede que no esté permitido pero si nadie los ve nadie se entera ¿verdad?) a las cocinas.

—¡Ja! Perdedor —se burló Irina al desmontar su escoba.

—Sólo ganaste porque casi me choco contra una armadura —se defendió Fred... o George, aún no lo tiene claro.

Uno de los gemelos le hizo cosquillas a la pera del cuadro y segundos después ya estaban todos dentro de las cocinas.

Corrían por los pasillos para llegar a la enfermería. Llevaban pasteles, dulces y botellas de jugo para celebrar junto a Harry la victoria de Gryffindor.

En un momento escucharon gritos y no parecía precisamente feliz quién gritaba.

—... ¡Tenías la snitch arriba de la cabeza y no la viste!

—Es Flint —dijo George (Irina cree que es él) quién se había quedado un poco atrás— y le está gritando a Malfoy, no parecía muy feliz.

Empapados y sucios abrieron las puertas de la enfermería. En una de las camas estaba Harry junto a Ron y Hermione.

—Un vuelo increíble, Harry —le dijo George—. Acabo de ver a Marcus Flint gritando a Malfoy algo parecido a que tenía la snitch encima de la cabeza y no se daba cuenta. Malfoy no parecía muy contento.

Se situaron alrededor de la cama de Harry, y ya estaban preparando lo que prometía ser una fiesta estupenda, cuando se acercó la señora Pomfrey gritando:

—¡Este chico necesita descansar, tiene que recomponer treinta y tres huesos! ¡Fuera! ¡FUERA!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top