1.03
Capítulo tres: Halloween
Irina estaba en la biblioteca haciendo la redacción de Transformaciones. Steve había tenido que ir a la enfermería ya que mezcló jugo de naranja, té, estofado y otras comidas que al cabo de una hora término devolviendo en el váter; Alex estaba en su sala común y Sarah..., bueno, Irina no sabía con exactitud en donde se encontraba.
—Eso está mal. —una voz mandona y autoritaria hizo que Irina levantara la vista de su redacción y la posara en la chica de cabello alborotado e incisivos grandes.
—¿Disculpa?
—Está mal, de aquí a aquí —dijo señalando casi la mitad de la redacción.
—¿Y cómo estás tan segura?
Hermione sonrió como si hubiera estado esperando que le hiciera esa pregunta.
—Uhm... gracias, supongo. —dijo Irina diez minutos después mientras en otro pergamino copiaba bien la definición del encantamiento.
—De nada. Hermione Granger —extendió su mano.
—Irina Black —le estrechó la mano algo cohibida. Hermione se dio la vuelta con al menos, tres libros entre sus brazos, y salió de la biblioteca.
En la mañana de Halloween se despertaron con el delicioso aroma de calabaza asada flotando por todos los pasillos. Pero lo mejor fue que el profesor Flitwick anunció en su clase de Encantamientos que pensaba que ya estaban listos para empezar a hacer volar objetos, algo que todos se morían por hacer; desde que vieron cómo hacía volar el sapo de Neville. El profesor Flitwick puso a la clase por parejas para que practicaran. La pareja de Irina (otra vez) fue Harry Potter y la de Steve fue Seamus Finnigan.
—Y ahora no se olviden de ese bonito movimiento de muñeca que hemos estado practicando —dijo con voz aguda el profesor; subido a sus libros, como de costumbr—. Swish y flick; recuerden, swish y flick. Y pronunciar las palabras mágicas correctamente es muy importante también, no olviden nunca del mago Baruffio, que dijo «ese» en lugar de «efe» y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho.
Era muy difícil Irina y Harry agitaban y golpeaban la varita pero la pluma no lograba moverse.
—¡Wingardium leviosa! —gritó Ron, golpeando repetidamente su varita.
—No, espera, espera, espera, le sacarás un ojo a alguien. Además lo estás diciendo mal: es levi-O-sa, no levi-o-sÁ.
—Hazlo tú si te crees tan lista, ¡hazlo, hazlo!
Hermione se arremangó las mangas de su túnica, agitó la varita y dijo las palabras mágicas. La pluma se elevó del pupitre y llegó hasta más de un metro por encima de sus cabezas.
—¡Oh, bien hecho! —gritó el profesor Flitwick, aplaudiendo—. ¡Miren todos, la señorita Granger lo ha conseguido!
Al finalizar la clase, Ron estaba de muy mal humor. Irina iba detrás de él y Harry.
—No es raro que nadie la aguante —dijo a Harry, cuando se abrían paso en el pasillo—. Es una pesadilla, te lo digo en serio.
Hermione pasó al lado de Irina y le chocó el hombro a Harry. Iba llorando.
Pensó en ir a consolarla pero luego reparó en lo incómodo que podría llegar a ser. Ni siquiera eran amigas ¿tan siquiera eran conocidas?
Steve no apareció en todas las clases que quedaban del día.
Irina, después de la última clase del día, se dirigió al baño de mujeres donde sorprendentemente escuchó unos sollozos.
—¿Hola? —cautelosa, se acercó al cubículo de donde provenía el ruido—. ¿Estás bien?
—Dejame sola, por favor.
—¿Hermione?
—Dejame sola. —repitió.
—No le hagas caso al bruto de Ron Weasley, de seguro está celoso de lo inteligente que eres —Hermione no dijo nada, sin embargo, aún se escuchaban unos sollozos. —. Pronto será el banquete de Halloween, por si te apetece ir.
Dubitativa, se alejó del cubículo y salió del baño de mujeres.
Irina llegó al Gran Comedor y quedó fascinada con la decoración.
Mil murciélagos aleteaban desde las paredes y el techo, mientras que otro millar más pasaba entre las mesas, como nubes negras, haciendo temblar las velas de las calabazas. El festín apareció de pronto en los platos dorados, como había ocurrido en el banquete de principio de año.
—No sabes que delicioso que está esto —dijo Irina que estaba degustando una deliciosa torta de chocolate frente a Steve quién sólo comía manzana.
—Muy graciosa Danielle —dijo Steve remarcando el «Danielle».
Irina iba a decir algo más, pero las puertas del Gran Comedor se abrieron de repente haciendo que Irina se quede con el trozo de tarta a medio camino.
—¡TROL EN LAS MAZMORRAS! —gritó el profesor Quirell mientras corría. —¡Trol en las mazmorras! Pensé que querrían saberlo... —y se desplomó.
Todos en el Gran Comedor comenzaron a gritar y a armar un gran revuelo.
—¡Silencio! —la voz del profesor Dumbledore resonó por todo el lugar haciendo que todos se quedaran callados. —Prefectos, guíen a los alumnos a sus respectivas salas comunes inmediato.
Percy estaba en su elemento.
—¡Siganme! ¡Los de primer año, mantenganse juntos! ¡No necesitan temer al trol si siguen mis órdenes! Ahora, vengan conmigo. Hagan sitio, tienen que pasar los de primer año. ¡Perdón, soy un prefecto!
—¿Cómo entró un trol al castillo? —preguntó Steve mientras subían las escaleras.
—No tengo ni idea.
Cuando llegaron a la sala común, encontraron muchos dulces y tipos de comida para que pudieran seguir con el festejo de Halloween.
Varios minutos después, el cuadro de la Señora Gorda se abrió y por el hueco entraron Ron, Harry y Hermione. A Irina se le hizo raro que ellos tres estuviesen juntos.
Esa misma noche, mientras Irina dormía, tuvo un visión. Había un hombre con un rostro en su nuca, el rostro era el más terrible que hubiera visto nunca. Era de color blanco tiza, conbrillantes ojos rojos y ranuras en vez de fosas nasales, como las serpientes.
—Harry Potter... —susurró.
Irina despertó bañada en sudor frío.
Recuerden, es LeviOsa no LeviosÁ
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