Capítulo Siete

NEGRITAS = Hablan en Maya.
NEGRITAS CURSIVA = Hablan en Náhuatl.

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Había pasado una semana desde que llegamos a Yucatán. Continuamos buscando pistas sobre el paradero de Serena, sin éxito. Carlos nos llevaba a los lugares que frecuentaba junta a ella pero la espuesta eran la misma, "No la hemos visto desde hace tiempo", cada vez me frustraba más. Namor seguía ayudándonos a buscarla, pero tampoco tenía éxito. Por otra parte, en mi cabeza no dejaba de repetirse que Serena tenía un collar, no recuerdo haberlo visto y ¿por qué Namor esta tan interesado en eso?; tal vez si Serena no tuviera ese supuesto collar, Namor no estaría ayudándonos. Necesitó respuestas para todas mis preguntas.

Cuando tuviera la oportunidad de estar a solas con Namor, sería el mejor momento para saber como es que ayuda a la pequeña aldea si me había contado que le tiene tanto odio a las personas de la superficie, y ese momento se me estaba presentando, pues se encontraba a la orilla del mar, vigilando.

— Princesa. Hoy te veo más pensativa que días pasados — se acercó a mí mostrándome una sonrisa de lado cuando se percató de mi presencia

— Tengo demasiadas cosas en la cabeza, es normal — me deje caer sobré la arena.

— ¿Qué clase de cosas? — se sentó a mi lado.

— ¿Por qué ayudas a este pueblo si no son Talokanos? — lo dije sin ninguna pizca de arrepentimiento.

— Porque son de mi pueblo — lo miré confundida tras su seguridad — Después de que llegaron los conquistadores españoles, parte de mi pueblo paso a Talokan y otra parte se quedo en la superficie y está fue la que sufrió más — noté como sus nudillos estaban blancos por la fuerza con la que apretaba y su mirada estaba concretada en el mar — Al quedarse tuvieron que adoptar esa costumbre, su religión y el idioma ajeno para sobrevivir. Una vez que paso todo, esta pequeña parte se levantó con su propia fuerza y voluntad pero a pesar de eso, siguieron sufriendo por el alimento, no podía dejarlos morir después de que salieron adelante — sus nudillos habían vuelto a su tono original y volteó a verme.

— Es por eso que te reciben con tanta alegría — le sonreí.

— Desde entonces no he dejado de ayudarles y no dejaré de hacerlo — suspiró — Así como a Talokan la he visto crecer, a este pequeño lugar lo he visto de la misma forma; los he visto nacer, crecer y morir — ahora tenía sentido el porque la señora María siempre lo trata como un hijo.

— Hay algo más que me llama la atención — dudé un poco en si debía continuar, él me asintió con la cabeza dándome la confianza de hacerlo — ¿Por qué es tan importante que Serena tenga aquel collar? — levanté una ceja esperando su respuesta.

— Eso es algo que sólo me concierne a mí, por lo tanto, no puedo responder esa pregunta — se puso de pie, hizo una pequeña reverencia y caminó hacía el mar mientras desaparecía lentamente al sumergirse.

Obtuve solo una respuesta y la otra parecía que no sería aclarada hasta en cierto momento, tal vez intentarlo con la señora María, no sería tan malo.

[...]

La ansiedad no me dejaba dormir, seguía dando vueltas y pareciera que ahora las pesadillas me atacarían a mí.
Después de mi plática con Namor, no tenía noticias de él y los problemas iban a mayor; Carlos se sentía incómodo con la presencia de Namor y decidió regresar a la Ciudad de México para buscar a Serena por su lado, Okoye y yo tuvimos que que volver a Wakanda por mis responsabilidades como Reina, y las noticias sobre Serena... seguían en el mismo punto de comienzo, en nada.

Ya era bastante tiempo sin saber de ella, mi mente se imaginaba las peores cosas sobre lo que hubiese pasado con ella y lo que más me mataba era que no estaba a su lado para ayudarla; tenía la misma sensación que cuando perdí a mi hermano, sentía que estábamos caminando en círculos, pasando por el mismo lugar una y otra vez, hasta que una señal se presentó ante nosotros.
El día de ayer le llegó una carta a Carlos, era de Serena; la carta únicamente contenía un "Estoy bien" y también un "No se preocupen por mí. Los quiero". Todo era una tortura, no estaba de acuerdo con esas pequeñas palabras y por obvias razones ya estaba de camino a Yucatán, sin avisar a nadie de mi llegada, Okoye vendría conmigo por mi seguridad y Namor tampoco sabría de esto, solo esperaría que la señora María coopere commigo.

Llegamos a la pequeña aldea en una camioneta que alquilamos, no correríamos el riesgo de venir en la nave y que Namor se percatará de su presencia. Al entrar a la aldea, los niños se percataron de nuestra presencia y se echaron a correr hacía a nosotras para saludarnos y darnos la bienvenida.

¿Hoy vinieron a ayudarnos a construir casas? — preguntó una niña con una gran sonrisa en el rostro.

No, hoy no. Pero necesito que me lleves con la señora María — le sonreí mientras me inclinaba hacía ella. La niña me tomo de la mano y me guió hacía la selva, Okoye confundida nos siguió — Pensé que me llevarías a su casa.

No, ella esta en la playa — paré en seco, provocando que regresará a la  niña de golpe cuando di el tirón. No quería que Namor supiera de nosotros, tenía que pensar en un plan y rápido para hablar con la señora.

— ¿Le puedes decir a la señora María que la necesitan en la aldea? — le di un pequeño apretón a su pequeña mano. La pequeña niña nos sonrió a ambas y se hecho a correr, desapareciendo entre las plantas de la selva.

Okoye y yo regresamos a la aldea y entramos a la casa de la señora María, la curiosidad nos mato y empezamos buscar entre sus cosas. No encontramos mucho pero hallamos una foto, en ella aparecían varias personas y en medio de todos se encontraba una mujer con las manos de color negro, el rostro no se podía apreciar bien puesto que la foto estaba dañada. Okoye y yo nos volteamos a ver aún más confundidas de lo que ya estábamos antes, iba a hablar cuando el gritó de la pequeña niña nos interrumpió, estaba regresando junto a la señora María, busque con la mirada a Namor y por fortuna no había señales de él.

Esperamos a que la señora entrará a su casa, cuando sucedió se asustó al vernos, puso una de sus manos sobre su pecho y suspiró aliviada.

Oh mis niñas, son ustedes.

¿Quién más ibamos a ser? — dijo Okoye con una pizca de regañó.

— ¡Okoye! — volteé a verla abriendo los ojos en señal de que sea más amable y sólo se limitó a subir los hombros — ¿Esperaba a alguien más, señora? — preocupada, volteé a ver a la señora.

N-No — caminó hacía su mesa y tomo una canasta para continuar tejiéndola. Se veía ansiosa y le costaba concentrarse en la canasta.

Confíe en nosotras — posé una de mis manos sobre las suyas y con la otra tomé la canasta para ponerla sobre la mesa.

Regrese a mi lugar y la mire fijamente, suspiró y miro sus manos por un largo rato, después levantó su mirada hacía nosotras.

Hace unos días... su amiga estuvo aquí — Okoye se acerco rápidamente con intensión de presionarla, la detuve poniendo mi brazo en su abdomen.

¿Quién más sabe de esto? — frunci el ceño preocupada, la señora María se limitó a negar con la cabeza — ¿Kukulkán sabe que ella estuvo aquí? — asintió nuevamente con la cabeza.

Kukulkán sabe que estuvo aquí, pero no la vio — Okoye y yo.suspiramos aliviadas.

¿Cómo se veía? — insistí.

Cansada, preocupada y nerviosa — se levantó de su lugar y caminó hacia el mueble donde se encontraba la ya conocida caja, saco de ella un sobre blanco y me lo entregó — Dijo que espera que con esto, dejen de buscarla — mencionó para después salir de la pequeña choza donde nos encontrábamos.

¿Dejar de buscarla? Fue como si un baldé de agua helada cayera sobré mí. Rápidamente abri el sobré y el golpe fue aun más duro.

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       Shuri.

Se que debes estar preguntándote porque me fui y se que debes estar cansada y desesperada por no saber nada de mí.

No quiero ser grosera, pero necesito estar sola durante un tiempo.

Es posible que ya estés conectando ciertas partes del rompecabezas, pero si aún sigues confundida... prefiero que te quedes con esa duda.
Lamentó tanto no haberme despedido, pero es mejor así, por ahora.

Confía en mí, y cuando les pido que no me busquen... de verdad, no me busquen.

Agradécele a Okoye y a Carlos por ayudarte a buscarme, pero pídeles que por ahora dejen todo tal y cómo está.

Te veré pronto, hermana.

        Serena.

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Me sorprendía el simple hecho de que no quería ser encontrada. ¿Qué está ocultándonos?

[...]

Nos ofrecieron asiló durante un par de días, ayudamos con las tareas y las construcciones que se hacían para la pequeña aldea. Namor llegó a visitar a su gente un par de veces y también ayudó a levantar ciertas construcciones que se habían venido abajo; cuando estábamos a solas me contaba las historias que su madre le llego a contar cuando era niño o las veces que llegó a visitar la superficie haciéndose pasar por un humano común y corriente.

De vez en cuando le preguntaba a Namor si tenía noticias sobre Serena, siempre me recibía con un "No" como respuesta; se había enterado que ella estuvo aquí pero jamás la vio y sabía que había dejado una carta porque la señora María se lo había dicho. Le conté que en la carta, Serena nos pidió que dejáramos de buscarla y que ella regresaría en algún momento, parecía que esto le sorprendió bastante, pues un collar había tomado protagonismo en esta historia.

Narra Namor:

Después de la inesperada visita de la Princesa, es decir, la Reina Shuri; me despedí de ella y de la mujer que la acompañaba, ambas debían regresar a Wakanda por asuntos del reino.

Durante su estancia pude conocer mejor a la Reina Shuri, y al mismo tiempo yo le contaba sobre mí. Puedo creer que con esto podremos fortalecer nuestra alianza, pero a la vez creo que puede tardar, ya que aún después de que paso bastante tiempo desde nuestra guerra, ella sigue teniendo rencor hacía a mí, y no la culpo.
Varias veces en nuestros pequeños encuentros, ella me preguntaba mucho sobre un collar que María había tenido desde hace años; para ser sincero, no quise ser grosero, es un tema que solo me concierne a mí. No tiene mucha relevancia, puesto que se lo regalé a una niña hace varias décadas como señal de paz para que ambos pueblos estuvieran unidos y se ayudarán unos a otros, pero creo que María tiene un plan, pues jamás se lo habría regalado a alguien que no fuera de su familia o del pueblo.

El día de hoy decidí visitar nuevamente la aldea; Namora se negó rotundamente y trató de convencerme para quedarme en Talokan, pero necesitaba saber que estaba planeando María y no podía esperar más tiempo.

Al llegar, la gente me saludó como normalmente lo hacemos en Talokan, es grato saber que no sólo me reciben a mí de esa forma, sino a todos los Talokanies. Caminé directamente hacía la choza donde vivía María y la encontré haciendo tortillas.

Hola María — toqué el marco antes de entrar y saludarla.

Pasa, hijo. Sabía que vendrias — dijo sin voltear a verme.

¿Cómo estabas segura de que vendría? — entré, tomé una silla y la acomodé  para sentarme a un lado de su mesa.

Tienes dudas sobre el collar. Sé que quieres saber porque se lo regalé a alguien ajeno a nuestro pueblo — seguía sin voltear a verme. Se levantó, acomodó sus tortillas en una servilleta y las llevó a la mesa, volvió a regresar a su comal y apagó la leña y así poder regresar a sentarse a un lado de la mesa.

Entonces... ¿me contarás por qué lo entregaste? — la miré fijamente.

Mi madre me contó que se lo regalaste a ella por el collar que se le rompió cuando era niña — empezó a preparar unos platós, pues se encargaba de alimentar a la gente de la aldea. Dejé que continuará hablando mientras le ayudaba a repartir la comida — Me explicó que no solo era un simple regalo, si no, que era un regalo de paz — dejó de servir una vez que habíamos terminado de repartir la comida.

Y... ¿cuál fue la razón por la que se lo entregaste a una desconocida? — le ayude a llevar la olla de barro hacía el fregadero.

No es una desconocida. Ella también necesita paz para su pueblo — empezó a lavar la olla — Necesitas encontrarla y llegar a un acuerdo con ella.

Pero la Reina Shuri ya explicó que su amiga no quiere que la busquen — protesté, acto seguido recibí un golpe en la nuca proveniente de Maria.

No seas tonto. Su amiga no está bien, era obvio que iba a decir eso — término de lavar los trastes y volteó a verme con un semblante molesto — Ella es igual de terca que tú y no quiere que sus amigos se preocupen por ella.

Entonces, ¿qué debo de hacer? — dije mientras tocaba mi nuca.

Ya te lo dije. Debes buscarla y llegar a un acuerdo con ella — caminó para buscar una cajita de madera y de ella saco una foto — Esta foto me la dejó la Reina Shuri, es a ella a quién deberás de buscar — me mostró la foto señalando a la tan mencionada Serena.

Memorice el rostro de la mujer y la reconocí inmediatamente. Recuerdo haberla visto cuando ataque a Wakanda, era una de las mujeres que entró corriendo a asistir a la Reina Ramonda. Derrepente, me vino otro recuerdo de esa mujer, sabía que se me hacía conocida; durante mi visita a la Ciudad de México, la vi en ese museo donde estaban presentando un códice, ella fue la única persona que se percato de mi presencia. En ambos recuerdos, ella no tenía la características de las manos de color negro o al menos así la recuerdo.

Con todo lo que sabía hasta ahora de ella y mis recuerdos, mi interés había aumentado y más por el misterioso color negro de sus manos. María me había dado una nueva razón para continuar buscándola y deseando tener éxito.

[...]

Una vez en Talokan, les conté a Namora y a Attuma sobré la información que tenía sobré la amiga de Shuri. Les pedí que reunieran a los mejores rastreadores de Talokan y que formaran dos grupos, uno liderado por Namora y el otro por Attuma; les mostré la foto de Serena e hice énfasis sobre la característica de sus manos. Ambos grupos se encargarían de rastrearla por todo el territorio marino y los pueblos que conectarán, sin importar si eran ríos, lagos, lagunas o mares. Yo me encargaría de la superficie, gracias a que mi piel no cambiaba de color al contacto con el oxígeno. Mi primera parada sería con el tal Carlos, para obtener cualquier información relevante sobre la vida de aquella mujer en la superficie.

[...]

Sabía que mi vestimenta llamaría la atención de las personas y entrar volando sería un riesgo al no saber en donde se encontraba aquel hombre. Desde el techo, estudie el movimiento del lugar; había mucha gente todos los días, parecía que éste lugar es muy relevante y no solo para los mexicanos, si no, que también había visitas de extranjeros y de todas las edades. Tal vez algún día podría visitarlo y ver que es lo que hay en su interior para llamar tanto la atención.

Con el paso de las horas, mi vigilancia se volvía cada vez más aburrida hasta que mi objetivo al fin había llegado. Aquel joven iba caminando con prisa y entró en un cuarto, pensé que saldría nuevamente pero se quedó dentro, había personas que entraban y salían, pero el jamás salió; se hacía tarde y empezó a anochecer. La gente poco a poco desalojaba el museo, los trabajadores se despedían y unos cuandos iban a despedirse de aquel joven. Al término de una hora, ya no había nadie más que los guardias empezaron a rondan por el lugar; ahora era mi oportunidad de acercarme y poder hablar con Carlos.

Teniendo cuidado con los guardias, logré acercarme a las grandes puertas de madera que daban hacía un gran cuarto, éste estaba lleno de esculturas, algunos códices incompletos, libros y papeles por todo el lugar y mi objetivo se encontraba dándole la espalda a las puertas.

— ¿Se te olvidaron los lentes, Pato? — preguntó al escuchar que una de las puertas se cerraba pero continuó dándome la espalda.

— Siento molestar — vi como se sobresalto y volteó rápidamente para ver de quién se trataba.

— U-Usted... Aquí — pronunció a duras penas y con voz temblorosa, apreté mis labios para evitar reírme, pues su expresión era una combinación de miedo y emoción. Término por aclarar su garganta y acomodó su ropa — Disculpeme, pe-pero... ¿cómo logró entrar a-aquí? — su voz volvió a temblar.

— Volando — comencé a caminar por el lugar y poco a poco me fui acercando a él.

— C-Claro, por supuesto — dejó salir una risa nerviosa — Yo... ¿puedo ayudarle?

— ¿Sabes algo que pueda ayudarme a buscar a Serena? — pregunté mientras me detenía a observar un códice que estaba partido en varios pedazos.

— La Reina Shuri me dijo que ya no la iban a buscar. Serena lo pidió en su carta — replicó.

— Lo sé, fui el primero en enterarme — mencioné sin interés, acto seguido vi cómo se tensó su mandíbula — Pero necesitó encontrarla. Necesitó que me digas donde podría buscarla — volví a insistir.

— No sé como podría ayudarle. Se lo mismo que usted — suspiró desanimado.

— Debes tener alguna idea. Tal vez... ¿un lugar que ella visitaba frecuentemente? — me recargue sobre la mesa.

— Varías veces salimos y... No recuerdo un lugar en específico — al igual que yo, se recargó sobre la mesa frente a mí y cruzo sus brazos.

— ¿Tiene familia?, ¿amigos?... — continúe insistiendo.

— Sé que vivía con sus padres y su hermano, pero no se quienes son o en donde viven — resopló irritado.

— Sé que vivía con sus padres y su hermano, pero no se quienes son o en donde viven — resopló irritado. Se levantó de la mesa y comenzó a caminar de un lado a otro, pasó sus manos por su cabello y término por dejarse caer en el suelo — No sé si esto sirva, pero creó que... podría ser una pista — sacó de su bolsillo un papel arrugado y me lo entregó.

Estaba confundido y volteé a verlo, él miraba atentamente el papel en mis manos, al desdoblarlo pude ver que había algo escrito en él.

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Si estás en peligro; busca a Aztlán detrás de las puertas del conocimiento.

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A

ún más confundido, volví a voltear a verlo. Esta vez ambos en silenció una nueva incógnita se nos presentaba.

— ¿Aztlán? — pregunté interesado.

— Si, pero no sé a que se refiere — se puso de pie apoyándose de la mesa, hice lo mismo para estar a su altura — Es un mito.

— Sé que es un mito. ¿Haz investigado en algún lugar? — crucé los brazos.

— Sí, busqué y leí todos los libros que tengo sobre Aztlán, pero ninguno dice nada nuevo — me señaló una montaña de libros que se encontraban sobre su escritorio. Me acerqué al lugar para poder examinar examinar los libros.

— ¿Puedo? — dije tomando uno de los libros.

— Adelanté, pero dudo que encuentre algo — dijo con desánimo.

Comencé a revisar cada uno de los libros, revisando rápidamente si había escrito algo en las páginas, pero no encontré nada. Volví a revisar y a releer la nota que Carlos me había entregado, repetía una y otra vez el mensaje en mi mente, me di cuenta de un detallé que ignorábamos.

Saqué una pequeña daga que llevo conmigo, empecé a cortar la cubierta de un libro.

— ¡Oye, detenté! — gritó Carlos y corrió para arrebatarme el libro. Su semblante molesto cambió inmediatamente al darse cuenta de que me había tuteado — Perdón... No puede hacer eso.

— ¿Quieres encontrar a Serena? — asintió con la cabeza y sin hablar, estiré mi brazo para que me devolviera el libro — Sé que son importantes para ti, pero la nota de Serena es realmente un mensaje escondido. Debes cortar las cubiertas, puede que algo éste escondido tras de ellas — sin dudarlo dos veces, saco un cutter y comenzó a cortar las cubiertas de los libros.

Nos llevamos un tiempo cortando con cuidado las cubiertas, Carlos parecía desesperarse cada vez que veía vacío el interior. Quedaba solo un libro, lo tomé y comencé a cortar lentamente la primera cubierta, estaba vacía. Nos volteamos a ver y Carlos me asintió con la cabeza, inhalamos profundamente y aguantamos la respiración esperando que hubiera algo; al cortar el papel éste brinco como si algo hubiera bajo de él ejerciendo esa fuerza y al quitarlo encontramos un papel doblado por la mitad, lo tomé y lo abrí sin dudarlo.
Ambos quedamos atónitos; la nota de Serena si era una pista, en el papel estaba dibujado un mapa y con él, unas instrucciones para entrar a la zona marcada del mapa.

Carlos, inmediatamente buscó en el cajón de su escritorio lo que parecía ser una pulsera de perlas, era parecida a la que Shuri llevaba puesta cuando estuvo en Talokan; lo vi activar las perlas y de ellas salió la voz de Shuri, preocupada preguntó si sucedía algo malo. Sin dudarlo, Carlos le comenzó a contar todo lo que había sucedido.

Me encontraba en un dilema, su amiga no quería que ellos la continuaran buscando y yo necesitaba encontrarla para saber porque es tan importante hacer una alianza con ella.

[...]

Al día siguiente, Shuri se encontraba con nosotros en el museo. Habíamos acordado de encontrarnos con ella en éste lugar.

— Bien... ¿por donde comenzamos? — preguntó emocionada mientras nos veía a ambos.

—  Tenemos el mapa, podemos ir hoy mismo a buscarla — volteó a verme y me hizo una señal con la cabeza para que el entregará el mapa a Shuri. Suspire irritado y me negué.

— ¿Qué es lo que haces? — preguntó Shuri.

— Lo lamento, pero no puedo dejar que lo hagan — ambos me miraron confundidos y Shuri dios un paso al frente.

— Es mi hermana, debo saber que esta bien — puso sus manos sobre su pecho.

— Lo sé, pero ella les pidió que no lo hicieran — al mencionar esto último, me miro con una profunda tristeza.

— ¡¿Pero tú si puedes hacerlo?! — Carlos exclamó en un tono molestó — ¡Entreganos el mapa! — con toda la seguridad, estiró su mano hacía a mí pero volví a negarme. Se me acercó de forma amenazante y Shuri se interpuso entre ambos. Tomó a Carlos del brazo y lo alejó.

— ¿Por qué la buscas? — esta vez me cuestionó Shuri.

— Eso solo es de mi... — Shuri me interrumpió.

— De tu incumbencia. Sí, ya lo sé — me miró inquisitivamente.

— De verdad, lo lamento mucho. Por ahora, esto sólo me concierne a mí — ambos me miraron molestos y pude notar como lo nudillos de Carlos se tornaban blancos por la fuerza con la que apretaba sus puños.
Salí entristecido del estudio y emprendí el vuelo hacía Talokan, tenía que reportarme antes de que Namora comenzará a creer que estaba muerto.

Antes de comenzar mi viaje, les conté a Namora y a Attuma lo que había sucedido en el museo, me pidieron que les mostrará el mapa pero tampoco se los permití; por ahora, yo sería el único que conocería la ubicación de Serena.
Durante mi ausencia, Talokan sería protegido por ambos generales; el viaje podría alargarse, puesto que me era aún más interesante conocer a Serena y entender porque había elegido a Aztlán para dejar su mensaje y el cómo estaba tan segura de que nadie se percataría de que había algo escondido entre las pastas de los libros de Carlos. Éste acto me pareció muy inteligente viniendo de alguien a quién describen de dos formas tan diferentes.

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