Capítulo Quince
NEGRITAS = Hablan en Maya.
NEGRITAS CURSIVA = Hablan en Náhuatl.
⚠️ ADVERTENCIA ⚠️
Este capítulo presente contenido sexual. Se sugiere discreción.
Lo leerá bajo su propia responsabilidad; si no le agrada el contenido, pido que se salté el contenido en cuestión o el capítulo.
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Narra Serena:
Espere por unos días alguna señal o respuesta por parte de Shuri, por más que tratará de comunicarme con ella, no había respuesta; llegaba a comunicarme únicamente con Okoye, me contaba que Shuri había prohibido hablar de mí, había prohibido mi nombre, por fortuna no había llegado al grado de implementar un castigo.
Por otro lado, además de estar preocupada por lo que fuese a hacer Shuri y mis responsabilidades, teníamos que planear una boda. Estaba sumida en tantas emociones a la vez, me emocionaba la idea de haber encontrado a alguien para toda la vida o en este caso, por toda mi eternidad.
Namor seguía visitándome recurrentemente, a veces solo paseabamos por el pueblo o ayudaba con los preparativos, en Talokan también se estaban llevando a cabo preparativos que formarán parte de la boda. En cada visita se le veía nervioso y él no quería aceptarlo. Al menos entre él y yo, las cosas seguían su curso y de forma natural.
Namor y yo nos encontramos en el estudio para firmar unos acuerdos de beneficio para nuestros pueblos. Hicimos una alianza para protegernos, pero queríamos beneficiar a nuestros pueblos con las cosechas y caserías que se obtenían de ellos.
A veces tomábamos descansos para no presionarnos en pensar en una solución, y hablábamos sobre nosotros o sobre la historia de nuestros pueblos.
— ¿Cómo estas posible que haya vibranium en ésta zona y sin ser detectado? — preguntó curioso.
— ¿Recuerdas el enorme lago característico de Valle de Bravo? — caminé hacía la estantería para buscar un pergamino.
— Si, claro. ¿Por qué? — permaneció estático en su lugar.
— Esa zona era únicamente de flora, no había ni una sola gota de agua — regresé a mi lugar y coloqué el pergamino sobre el escritorio.
— No lo comprendo — ladeó su cabeza y fruncía el ceño.
— Mis ancestros cuentan en los pergaminos que antes de nuestra existencia, un meteorito caía del cielo y que se dividió en varios fragmentos, dos de ellos cayeron en ese lugar — extendí el pergamino para dejar a la vista las pinturas que contaban la historia de vibranium — Con el pasar de los años, la tierra hizo lo que hizo. Las lluvias continúas de esté lugar fueron llenando los cráteres hasta formar el lago que hoy se ve. Aún que no todo el vibranium se mantuvo en ese lugar, si no, que hubo fragmentos aún más pequeños que cayeron en el interior de Aztlán y se ahí pudimos obtener sus minerales para crear lo que vemos hoy en mi pueblo — volteé a verlo mientras le sonreía
— Te ves tan hermosa cuando hablas de Aztlán — se puso de pie para ponerse detrás de mí y abrazarme mientras aún estaba sentada
— No mientas, hoy no creó estar tan hermosa cómo dices — me levanté de mi lugar y giré lentamente para quedar de frente a él.
— Si te vieras con mis ojos, sabrías que no miento — comenzó a besar mi cuello.
Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo hasta bajar a mis muslos y con un solo movimiento me sentó sobre el escritorio, mientras se posicionaba entre mis piernas. Sus manos iban subiendo lentamente la tela de mi vestido, Namor se alejo y tomó la silla en donde yo estaba sentada para sentarse frente a mí, quedando levemente más bajo que yo.
Tomó una de mis piernas entre sus manos y comenzó a acariciarla lentamente hasta subir por mi muslo; en su recorrido fue dejando pequeños besos sobre mi piel y entre más se acercaba a mi sexo, una descarga de electricidad recorría mi cuerpo. Jugaba con mis sensaciones, haciendo que mi cuerpo se contrajera en varías ocasiones hasta que por fin su boca se encontraba jugando con mi clítoris, acompañado de sus dedos entrando y saliendo de mí. Mi cuerpo se hacía cada vez más pesado, mis brazos dejaron de aguantarme y dejé caer mi espalda sobre el escritorio; cerré los ojos sintiendo cada vez más intensas las caricias que recibía de él.
Justo cuanso sentía que estaba acercándome al clímax, Namor se detuvo abruptamente. Aún aturdida levanté la cabeza para saber porque había parado; él se encontraba alejado del escritorio con una mirada llena de lujuria, me sentía vulnerable en esta posición a su disposición.
— No me mires de esa forma — junté mis piernas mientras bajaba mi vestido para cubrir mis piernas.
— Pídeme lo que sea, menos eso — dijo mientras se volvía acercar a mí a la vez que se quitaba la única prenda que lo cubría.
Me acomodó sobre el escritorio de modo que él pudiera estar encima mío sin lastimarnos. Volvió a subir mi vestido delicadamente, acomodó su miembro y entro en mí lentamente; las sensaciones de ese instante, hicieron que me encorvada y escondiera mi rostro en su cuello.
Me tomaba de la cadera con una de sus manos y la otra la usaba a veces de apoyo para soportar su peso. A veces llegaba a bajar del escrito y se mantenía de pie mientras se movía; sus embestidas iban aumentando la intensidad y velocidad, pero las intercalaba con movimientos lentos y suaves.
El escritorio comenzó a ser incómodo, bajamos al suelo y nos acostamos sobre el gran tapete que había en el estudio. Ahora era yo quien estaba encima de él, ahora yo manejaba la intensidad de los movimientos. Podía ver que no era la única que estaba disfrutando en esa posición, pues él llegaba a echar su cabeza hacía atrás o me tomaba de la cadera con ambas manos para aumentar la velocidad o para detenerme.
En un solo giro, él volvió a quedar encima mío; subió una pierna sobre su hombro y comenzó a embestirme cada vez más rápido y fuerte, las sensaciones en mi bajo vientre no las podía controlar y todas las canalizaba en mis manos al pasarlas por su espalda.
Me besó sin dejar de moverse y ambos llegamos al clímax; sus embestida fueron disminuyendo la velocidad poco a poco hasta quedar completamente quieto. Mi cuerpo tenía espasmos y estos me hacían saltar por el acto reflejo, él permanecía inmóvil aún soportando su peso sobre sus brazos hasta que decidió descansar su cabeza sobre mi pecho.
Ahí estábamos; dos seres posiblemente tan diferentes, pero con un mismo miedo; entregándonos el uno al otro, cansados y agotados, con los corazones tan acelerados que podrían salirse de nuestros pechos en cualquier momento.
[...]
Desperté por la pequeña brisa que acariciaba mi espalda, me incorporé y mire a mi alrededor. Namor estaba a mi lado, completamente desnudo y durmiendo con una paz tan notoria por las comisuras de sus labios levemente elevadas.
Estábamos a oscuras y lo único que iluminaba la habitación eran las luces tenues del exterior que entraban por el balcón. Me puse de pie y busqué algo con que cubrir a Namor; después, tomé mi vestido que ahora se encontraba en el suelo y me lo puse; caminé al balcón para disfrutar la vista que me ofrecía la ciudad. La nostalgia en ese momento, me inundó; recordé a mis padres y como ambos se fueron cuando aún necesitaba; cuando salve a mi pueblo y los guerros dieron su vida para el mismo; recordar todo lo que mis ojos han visto durante casi siete siglos; el ver nacer y morir a mi gente; el gobernar sola durante tanto tiempo y al fin darme oportunidad de amar a alguien.
A veces, sentía qué lo que estaba viviendo era solo un sueño y en cualquier momento despertaría.
Narra Namor:
Giré levemente y sentí vacío el lugar a mi lado, abrí los ojos y Serena no estaba. Me levanté rápidamente y la busqué con la mirada en aquel cuarto levemente iluminado. Vi a Serena recargada sobre el barandal del balcón; me puse de pie y me acerqué a ella por la espalda y la abracé cubriéndola con la tela que yo llevaba encima.
— ¿Qué sucede, mi Reina? — besé su sien — ¿No puedes dormir?
— No es eso. Simplemente me desperté — respondió en con melancolía y después suspiró.
— ¿Qué te preocupa? — la tomé de los hombros y la hice quedar de frente a mí.
— La noche me hizo recordar... — volteó la cabeza hacía la ciudad.
— ¿Qué recordaste? — la abracé con delicadeza.
— Mis primeros años, mis padres, mi pueblo y... — volteó a verme — A ti — sonrió.
— ¿A mí? — la miré un poco confundido.
— El cómo nos conocimos y cada uno de los recuerdos que tengo contigo. No imaginé que pudiera amar a alguien, después de tanto dolor — escondió su rostro en mi pecho.
Nos quedamos en silencio durante un par de segundos, después nos separamos y la tomé de la mano.
— Ya no debes tener miedo, ahora yo estaré para protegerte a ti, a tu pueblo y a tus sueños — la bese tiernamente y después la cargue en mis brazos.
Me elevé con ella por los cielos y volé hacía el balcón de su cuarto; la posé en la cama y me acomodé a su lado. A pesar de estar cansados, nuestro libido volvió a aumentar y nos volvimos a entregar el uno al otro.
Terminamos agotados; Serena puso su cabeza sobre mi pecho y poco a poco fue cerrando sus ojos hasta llegar a quedarse dormida.
Mientras acariciaba su cabeza y jugaba con su cabello, sentí la necesidad de decir lo que sentía por ella.
— Desde la primera vez que te vi, mi corazón te pertenece. Mis ojos comenzaron a pertenecerte desde aquel baile y mis manos se volvieron tuyas cuando toque las tuyas por primera vez. Soy tuyo, Serena; soy tuyo desde aquel amanecer donde por fin te besé. Te amo, Serena — bese su frente — Te amo más de lo que ayer te amé, pero menos de lo que te amaré mañana.
Poco a poco el cansancio me fue ganando hasta ceder ante él y quedar profundamente dormido.
Sentí una paz infinita al decir esas palabras y tenerla entre mis brazos, sabiendo que ella era la persona que tanta falta me hacía.
Estaba agredecido de estar con ella y que la vida o el destino nos haya unido.
Ahora entiendo porque María le había dado el collar a Serena; no fue solo un regalo, ella sabía que Serena es la persona que tanto había estado ignorando, el amor de mi eternidad.
A la mañana siguiente, Serena ya no estaba en el cuarto; parece chiste, pero cuando estamos en Aztlán, Serena despierta antes y cuando estamos en Talokan, soy yo quien despierta primero. Al parecer, podemos relajarnos en el reino del otro por lo menos un tiempo.
Me levanté, me vestí y fui al estudio a buscar a Serena, pero no estaba ahí; en el camino, me encontré a una mujer que sirve en el palacio, le pregunte en donde la encontraría y me mando al centro del pueblo. Cuando llegué, justamente encontré a Serena ahí; estaba con su gente montando flores y adornos, me pareció raro, puesto que, la boda se llevaría a cabo en al menos cuatro meses.
— ¿Esto es para la boda? — dije desde mi lugar en voz alta para que me escuchará, ella rápidamente volteo a verme y me sonrió.
— Si aún lo recuerdas, es primavera — se acercó a mí — Y lleváremos a cabo el festival... en el que bailaste conmigo — me tomó de las manos y me sonrió aún más ampliamente; sus mejillas estaban sonrojadas y yo empecé a sentir un calor sobre mis mejillas.
— Un año... desde que te conocí — susurré.
— Sí — se acercó aún más a mí y se puso en puntillas para acercar su rostro al mío.
La tomé por la cintura y nos dimos un beso tierno y largo; a nuestro costado, unas risas nerviosas se escucharon e hicieron que nos separáramos inmediatamente. Aclaré mi garganta y rasque mi nuca, Serena por su parte, y con el rostro completamente rojo, jugaba con su cabello.
— ¿Necesitan ayuda? — dije al aire. Serena se mantuvo en su lugar y evitó mirarme.
— ¿Nos podría ayudar con los arcos de flores? — la voz de una mujer proveniente del mismo lugar de las risas, se escuchó.
— Claro... — giré levemente pero antes de dar un paso al frente, tomé a Serena y besé su mejilla con fuerza; a los pocos segundos, el chillido de las mismas voces se hizo presenté acompañado de varios aplausos.
Serena cubrió su rostro con sus manos y pude notar que se sonrojo aún más de lo que ya estaba, no pude evitar reírme por los nervios, pero era algo que quería hacer. Después de todo, no todos los días ven a su Tlatoani ser tan cursi y afectuosa con otra persona.
Comencé a ayudar a las mujeres que estaban haciendi arcos de flores para adornar donde se encontraría el trono de Serena. El arco lo estaban adornando con lilas, tulipanes y rosas, también usaban listones para dar un toque más bonito al arco.
Mientras trenzaba las flores con hilos y listones, podía escuchar la conversación de las mujeres que me rodeaban.
— Creo que deberíamos poner más flores que simbolicen el amor — dijo una mujer mayor que escogía las flores para el arco.
— Eso fue el año pasado y ahora la Tlatoani se va a casar — mencionaba una joven mujer con una cesta de flores en sus brazos.
— Hay que atraer más felicidad y amor eterno para su matrimonio — dijo la mujer más joven del grupo — Tal vez... ¿lirios y liatrises?
— Ellos ya tienen eso. Lo mejor es poner orquídeas para la fertilidad y tengan a su primer bebé — dijo una mujer embarazada que traía consigo las orquídeas. Por mi parte, al escuchar sus palabras, me atraganté con mi propia saliva.
Una de las mujeres a mi lado comenzó a darme pequeñas palmaditas en la espalda y otra mujer se acercó a mi para darme un vaso con agua, la cual me acabe en un par de tragos.
— ¿Esta mejor? — dijo la mujer que ne daba palmadas en la espalda. Yo asentí con la cabeza.
— Parece que se asusto con la idea de un bebé — bromeó una mujer mayor y todas comenzaron a reír.
— Cla-Claro que no, simplemente... no me lo esperaba — aclaré mi garganta al sentir que mi voz tembló.
— ¿Lo han pensado? — se acercó una mujer mayor a todas — ¿Usted y la Tlatoani?
— No, la verdad es que no — deje salir una risa nerviosa.
— Vamos, no lo asusten. Todavía no se casa y ya quieren que tenga hijos — una mujer que no pasa de los 40 años, me dio una gran palmada en el hombro — Tranquilo, mi señor. Estas mujeres solo lo están molestando.
Una vez más, todas las presentes comenzaron a reír y después se centraron en acabar los arreglos florales que estábamos haciendo.
Ahora que lo habían mencionado, me puse a pensar en la posibilidad de tener hijos junto a Serena. No me molestaba la idea y sinceramente, comencé a imaginar en ese momento a una pequeña Serena corriendo por el pueblo o a un pequeño Namor jugando en uno de los riachuelos del pueblo, aún que también los imaginaba jugando en Talokan con los otros niños.
Me parecía una idea realmente hermosa y más si era ver a Serena embarazada, pero esto se decidiría entre los dos. Por otra parte, me daba miedo la idea; llevaba años concentrado en cuidar a Talokan y evitar que los de la superficie nos encuentren; mi odio por ellos me alejo de cualquier felicidad o pensamiento de tener una familia. No estaba seguro de si realmente quería ser padre o tan si quiera si estaba listo para serlo.
[...]
Paso el día y ahora me encontraba cenando junto a Serena. Me contó lo que hizo por su parte y el como los niños la habían ayudado a adornar el trono; yo le conté sobre como casi me ahogaba con mi propia saliva cuando me hablaron de tener hijos. Serena estaba nerviosa por lo que le dije, ella también tenía miedo de si lograría ser una buena madre después de la perdía de sus padres y de los años que permaneció sola cuidando a los mexicas del peligro de el exterior.
Terminamos cambiando el tema de conversación para que el ambiente no se tornará más incomodo de lo que podría estar.
— ¿El festival desde cuándo se hace? — le pregunté mientras cortaba la carne en mi plato.
— Desde que tengo memoria, el festival ya se celebra desde antes de mi nacimiento — tomó un sorbo de agua — Solo que era diferente.
— ¿Qué quieres decir? — la miré con curiosidad.
— El Tlatoani no bailaba para buscar una pareja — comenzó a reírse — Además, si se elegía a una pareja, con esa se debían de desposar; yo cambié eso — comió un bocado de la fruta en su plato.
— Entonces... ¿Ahora bailan para conocerse únicamente? — me recargue sobre una de mis manos.
— ¡Exacto! Me parecía muy anticuada e incorrecta la idea de casarte directamente con la persona con la que bailabas aún si después ya no se agradarán — continuó comiendo.
— ¿Hay más festivales? — continúe cortando mi carne.
— Sí. Uno de ellos es mi favorito — me sonrió.
— ¿Lo conozco? — entrecerré los ojos.
— No solo tú, todo México lo conoce — levantó una ceja.
— El dia de muertos — respondí sin titubear.
— Así es. Mi pueblo adora tanto ese día — suspiró. El.ambiente comenzó a sentirse lleno de nostalgia — No se como sea en Talokan, pero deberías venir ese día a Aztlán y acompañarnos.
— En Talokan también se celebra, pero yo no formó parte dé — confesé.
— ¿Por qué? — dejó los cubiertos en su plato, haciendo ruido con ellos.
— Tú sabes... Después de la muerte de mi madre, me dediqué solo al cuidado de mi pueblo — dejé salir un largo suspiró.
— Yo también me había cerrado a eso. Pero al ver como mi gente reía, cantaba y hablaba con sus seres; me dio un motivo para querer hacerlo — tomó su vaso — La primera vez que fui a la tumba de mis padres en ese día, lloré durante un buen rato, pero mi gente me rodeo y me consoló. Mi pueblo me sacó adelante y... — se vio interrumpida por el estruendo de su vaso al estrellarse contra el suelo.
Serena llevo sus manos a su cabeza y comenzó a apretarla con fuerza, de inmediato me acerqué y me arrodille frente a ella. La mujer que nos atendía, se acercó a nosotros para auxiliarnos, pero le pedí que fuera a buscar a uno de los médicos del hospital, pues en ese momento, Serena comenzó a quejarse del dolor.
Al poco tiempo, llego el médico y se acercó para revisar a Serena, pero ni siquiera dejo que se acercará a ella; se puso de pie y salió del comedor hacía el jardín; la fuimos siguiendo para evitar que se hiciera daño y poder ayudarla si lo necesitaba. Cuando llego al centro del jardín, dejó de agarrar su cabeza y miró hacía el cielo durante unos segundos antes de desplomarse contra el suelo. Nos dimos prisa para auxiliarla, pero por más que tratábamos de llamar su atención, seguía sin responder. La cargue en mis brazos y la íbamos a llevar al hospital, pero Iyali se acercó a nosotros y nos pidió que la lleváramos a su cuarto pata que nadie fuera a alterarse por verla en ese estado. El doctor la examinó y nos pidió estar al pendiente de Serena por cualquier cosa que llegase a suceder.
Me quede despierto toda la noche a su lado, sentado en una silla mientras tomaba su mano y la acariciaba cuidadosamente. Jamás la había visto en ese estado y menos verla sufrir por un dolor en la cabeza, era completamente raro.
A la mañana siguiente, Serena despertó y permaneció en reposó; le preguntamos sobre lo sucedido pero prefirió ignorarnos y fingir como si nada hubiera ocurrido.
Los días siguiente, Serena empezó a sentirse mejor y dejó de tener los fuertes dolores de cabeza.
Me preocupaba que algo pudiera estar ocultando, tal vez sus pesadillas habían vuelto y al no querer preocuparnos, prefiere hacer como si nada ocurriera y así evitar que yo le pregunté lo que estaba sucediendo.
Su salud y su bienestar me importaban y no solo porque fuésemos a casarnos, sino, porque la amo y quisiera que lla pueda confiar en mí si tiene algún miedo o temor, si tiene algún problema y no encuentre una forma para solucionarlo. No solo quiero ser su pareja, quiero ser su amigo, su confidente y pueda contar conmigo en todo momento.
[...]
Hoy era el día del festival, todo estaba lleno de colores, flores, música, la típica vestimenta blanca y la alegría de las personas.
Cómo si estuviera reviviendo aquel festival, Serena y yo caminábamos tomados de la mano, a veces me tomaba del brazo y se pegaba más a mí.
La gente nos pedía acercarnos a sus puestos y probar sus alimentos, disfrutar del arte en las vajillas y utensilios de algunos puestos, y admirar las hermosas prendas que habían creado en uno que otro puesto.
Al finalizar el recorrido de los puestos, todos se reunieron al rededor de la hoguera en en el centro de la plaza. Uno de los soldados se acerco para encender la hoguera y así dar comienzo al tradicional baile de la fertilidad y unión.
Justo como lo recordaba, Serena se unía al grupo de mujeres para bailar y la música comenzó a sonar. Poco a poco las mujeres que bailaban se acercaban a la pareja que habían elegido; Serena seguía bailando sola, pero a diferencia del año pasado donde las personas me aventaban hacía ella, era ahora Serena quién se acercaba a mí para invitarme a bailar al rededor de la hoguera.
Todos bailábamos alegres y emocionados, la gente que nos observaba aplaudía al ritmo de la música, era un verdadero espectáculo. Cuando el baile paró, todos al rededor aplaudían, silbaban y gritaban emocionados. Serena y yo nos miramos fijamente como si esperáramos que alguien nos interrumpiera, volteamos a ver donde aquella vez estaban Shuri, Okoye y Carlos, pero no había nadie; nos acercamos lentamente y por fin pudimos cobrar aquel beso que nos habían arrebatado, la gente aplaudió aún más fuerte y así, la noche finalizó con éxito.
[...]
Una semana después, me encontraba nuevamente despidiéndome de Serena para volver a Talokan y poder organizar todo lo que hiciera falta para los preparativos de la boda. Era cansado organizar todo, pero la gente de ambos pueblos querían que todo fuera perfecto, les emocionaba el hecho de que ambos gobernantes estuvieran comprometidos y que se unirían frente a todos; incluso llegue a escuchar a un par de Talokanies y Mexica decir que estaban felices porque al fin habíamos encontrado a alguien con quien compartir nuestras vidas.
Esperaba con ansias volver a ver a Serena, pero la buena fortuna es que estaría visitándola constantemente para los preparativos y los acuerdos que podríamos firmar para beneficiar a los pueblos y planear los nuevos proyectos para unirlos aún más. Sabíamos que con los planes a futuro, debíamos pensar también en la alianza con Wakanda y en como tratar de que aceptaran, pero Serena seguía sin tener noticias sobre Shuri y su estado, apenas recibía respuestas por parte de Okoye, pero ninguna era una buena noticia. Sé que a Serena se preocupaba por su amiga, pero también le preocupaba la reacción de la Reina de Wakanda al recibir la invitación para muestra boda. Lo que a mí me preocupaba es que Shuri fuese capaz de atacar a Aztlán, sé que ella no cometería el error de atacar a Talokan por nuestro acuerdo, pero Wakanda y Aztlán no tenían uno, y Serena no quería aceptar que esto era una posibilidad.
Tal vez podríamos estar cometiendo una locura, pero la decisión estaba tomada, yo decidí estar con Serena y ella decidió estar conmigo. Elegimos compartir nuestras vidas el uno con el otro y superar todas las adversidades que se presentarán de ahora en adelante.
Cuidaremos de ambos pueblos y juntos, apoyándonos. Lucháremos por Aztlan y Talokan.
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