9

Hace unos momentos soñé que estaba en la sala de registros, pero ahora estaba sin Harry, estaba sola. La habitación estaba igual que como la dejé aquella tarde, llena de los archivadores y uno que otro papel suelto entre ellos, pero el escritorio, era lo único diferente. Detrás de él, estaba sentado aquel hombre del baño, que me había asustado y reconocido como si ya fuéramos amigos; y ahora me miraba igual. Traté de voltearme y correr hacia afuera, mejor de él, pero entonces los muros comenzaban a encogerse, las estanterías a vaciarse y todo comenzó a caer sobre mi. Grité tan fuerte que creo que eso fue lo hizo despertarme y acabar aquí.

Odio a Cameron.

–Toma, bebe esto antes de que no puedas dormir en 10 años. –dice él.

No tenía idea de que Ben trabajará aquí, y está claro que de haberlo sabido jamás habría gritado de verdad y haber despertado al maldito de mi hermano. Solo trae puesto un pantalón de algodón gris, como de gimnasia y un suéter negro.

–Gracias. –respondí aceptando la pequeña píldora y el vaso de plástico con agua.

Se queda delante de mí, sentado en un piso redondo, como esos que se usan para tocar la batería. Se cruza de brazos y comienza a sonreír. Sé que se está burlando por mi estupida lentitud al tomarme la pastilla. Jamás me había gustado, tenía que entenderlo.

–En mi objeción, toda mi vida fui una niña sana, por tanto no estoy acostumbrada a tener que tomar toda esta basura... -digo mientras me tapo la nariz, echo mi cabeza hacia atrás, y lanzo la pequeña píldora a mi garganta. Termino mi ritual , con una mueca horrible, gracias cuerpo.

Ben menea la cabeza y termina por quitarme los elementos médicos, botarlos y volver a su lugar frente a mi. Dios, desearía que no tuviese esa mirada tan penetrante, así podría mirarlo si parara la vista cada 4 segundos. De pronto, su voz golpea mis pensamientos preguntándome algo respecto a mis pesadillas. Tardo en responder.

-La verdad no lo recuerdo bien, siempre sueño cosas relacionadas con la guerra pero como es tan rutinario, no suelo alarmarme tanto como ahora, así que debo de haber soñado algo no relacionado con eso.

-¿Tuviste un encuentro o te pasó algo que te haya dejado pensando? -pregunta y es cuando reacciono. El hombre del baño. Fragmentos de realidad y de la ficción de anoche cruzan por mi mente en segundos y mis pelos se levantan de miedo. ¿Es miedo verdad? ¿Se puede tener miedo de quién no se sabe nada? -¿Estás bien?

Asiento lentamente y Ben frunce el ceño como si hubiese captado aquella mentira tan vaga. De pronto, la puerta del fondo se abre de par en par, esa puerta roja en la que Harry y yo habíamos detenido nuestro paso cuando el me mostraba el lugar. Aquel recuerdo hace que un poco de la amargura que quedó en mi por el suceso reciente, se vaya. Por la puerta aparece él, lo espero con una sonrisa en mi rostro, pero él no levanta el suyo en todo su camino hasta el escritorio.

-Bueno, creo que ha llegado la hora de mi receso. Ahora Harry estará hasta las 8 de la mañana, así que él tomará tu caso, de todas maneras, no suelo dormir de noche, por lo que puedes ir a preguntarme lo que quieras o si necesitas algo solo avísame, ¿está bien? La pildora debería de hacerte efecto dentro de una hora o un poco más, y la jaqueca se irá de paso.

-Muchas gracias. -digo asintiendo mientras el se levanta de su asiento, me da un pequeño apretón en el hombro y deja la habitación lanzándole una bola de papel que saca de su bolsillo a Harry en modo de saludo. Se va de la habitación sin esperar si quiera su respuesta, pero hubiese sido lo mismo. El no respondió.

Me levanto de la camilla, con paso lento, ya que estoy un poco mareada aún. El piso está frío y desconcierta todos mis neuronas que de todas maneras, a estas horas de la madrugada, no suelen trabajar mucho que digamos. Llego hasta el escritorio que está justo en el medio de los dos cubicamos, delimitados por cortinas, con una camilla dentro de ellos. Tomo el respaldo de la silla, y me siento en el acomodando mi cuerpo a el trozo de madera y quedo frente a el. Tiene la cabeza apoyada en las palmas de las manos. No puedo ver su rostro pero sé que tiene los ojos cerrados. Es imposible, o casi inevitable que al estar en esa posición se mantengan abiertos.

-Si me vas a mirar así, dime algo, porque no soporto que la gente comience a crear historias en sus mentes de mi con solo mirarme. -dice de pronto. Su voz suena raposa, no como en la normalidad, algo tiene. Suspiro tratando de encontrar algo que decirle, su tono era iracundo, por tanto no está como siempre.

-¿Cómo estás?

Estúpida, ¿es eso lo mejor que tienes?

-Creo que el que tiene que preguntar eso, soy yo, ya que tu estás en este lugar y alguien cuerdo no vendría solo a visitar. -dice alzando su rostro para poder mirarme. Tiene los ojos rojos, y parecen cansados. La sonrisa permanente que solía llevar, ya no está y fue reemplazada por una mueca de seriedad. -O quizás si, ya que tu yo sabemos quién es Ben.

Y hace algo que parece ser una sonrisa. Suelto una risa suave, sigue siendo el pero alguien tomó su disfraz.

-No podía dormir, es solo eso.

Asiente entendiendo mi respuesta, pero a diferencia de Ben, él no se queda tranquilo con al respuesta que acabo de darle.

-¿Todo bien?

Asiento nuevamente y el vuelve a su posición anterior, reposando su cabeza entre sus brazos. Me apoyo en la silla, y dejo mis piernas estiradas para poder relajarme. Es obvio que no quiere hablar ahora, porque de otra manera, no hubiese cerrado la conversación ocultando su rostro. Así que me dedico a observar la habitación. Las paredes están cubiertas con un papel mural de un color celeste pastel. Tiene unas nubes dibujadas y hay unos pequeños dibujos en las esquinas de unos soldados riendo y jugando con un grupo de niños. Me gusta que el lugar sea uno de los ojos del refugio que salga de la norma militar. Tiene más de fantasía y muy poco de realidad. Vuelvo a mi lugar y lo miro a él y descubro que el ya me miraba de hace momentos atrás. Para quitarme su poder, hablo.

-¿Tu estás bien? Te noto un poco raro. -me limito a decir. El me mira con detención y se muerde los labios por dentro. De pronto hace algo que jamás lo había visto hacer, dudar. Levanta sus hombros y deja caer su cabeza nuevamente.

Pero hace algo que si es común de él, no dejar que me salga con la mía.

-¿Sabes qué? No quiero estar aquí, ahora, es uno de los lugares que menos me gustan en estos momentos, así que por favor larguémonos de aquí. ¿Me acompañas? -dice con clemencia. Hay algo en sus ojos que me desconcierta y hace que caiga rendida a sus pies.

Siempre.

-Claro. -digo.

Se levanta y al pasar a mi lado, se detiene para que yo pueda seguirlo. Aún me da vueltas el mundo, así que debo agarrarme al respaldo de la silla para no caerme. El dolor de cabeza fue siempre una de mis debilidades, se apodera de mi mente, cerebro y todo mi cuerpo se vuelve un esclavo de ella en cuanto comienzan sus patadas. Harry me toma por el brazo para evitar que toda mi fuerza caiga en la silla y me indica que me afirme de él. Doy una paso adelante y el se acomoda conmigo enganchando su brazo con el mío. Cierra la puerta con sigilo, y salimos por el gran pasillo.

Todo está oscuro, a excepción de las luces encendidas de los baños compartidos. Logro escuchar varios ronquidos, unos más fuertes que otros cuando pasamos por el Gran Dormitorio. Suelto una risa pequeña y Harry me calla de manera agradable. Luego seguimos, y por primera vez, hacemos y hago personalmente un camino fuera de lo común. Salimos del refugio.

-¿Dónde vamos? –pregunto.

-Ya te diré, pero para que no te asustes, es allí. –dice indicando una versión un poco más diminuta del refugio. Debe de ser como un quinto de el mismo, y aquí hay más luces encendidas, a pesar de ser las 2 de la madrugada. Me pregunto qué será. -¿Aún te duele la cabeza? ¿Tienes sueño? Porque si quieres, podemos devolvernos y te acompaño hasta que te quedes dormida.

-No estoy bien, la jaqueca sigue pero se está debilitando, así que la píldora debe de estar haciendo efecto pero no del todo todavía. Así que sigamos.

El inclina su barbilla en modo de aceptar mi solicitud. Caminamos por el desierto y la suave brisa que corre me eriza los vellos de los brazos, pero el calor que emite el cuerpo de Harry evita que me congele. Rápidamente, llegamos a aquella carpa de tan dudoso aspecto, hay una parte de la gran capa que está abierta y se asemeja a la entrada de mi nuevo hogar, por lo que creo que debe de ser también la entrada del lugar, pero Harry nos dirige hacia la vuelta de esto, y seguimos caminando bordeando el lugar hasta que nos detenemos frente a una pequeña parte en donde la carpa tiene un cuadrado de plástico semejando una ventana.

Harry me suelta con cuidado y con inteligencia y memoria, porque obviamente esta no era la primera vez que lo hacía, saca un lápiz de su bolsillo y lo mete por la pequeña abertura de la esquina superior y saca una punta de la cosita que lleva a deslizar el cierre del plástico. De pronto, la ventana queda totalmente abierta y me queda mirando esperando alguna respuesta.

-Bueno, no tengo idea de qué es esto o qué haremos, así que habla y dime por favor. –digo de inmediato excusándome. Y el entonces, por primera vez en la noche, sonríe. Entonces, levanta un apierna y con rapidez, pasa hacia el otro lado dejando sola totalmente, hasta que aparece del otro lado y me ofrece sus manos como ayuda. Lo miro con miedo pero me animo a hacer lo mismo que él, pero fracaso y casi caigo de espaldas a donde estaba, pero el me agarra y tira de mi hacia donde está él.

Y de la nada, la luz de un quinqué se enciende y me transporto a los años 20 de inmediato. Me doy cuenta y analizo esta habitación y resulta que es ni nada menos, que la de Harry. Una cama descansa en el medio de esta y nos separa a ambos. Él, con el quinqué en la mano, me mira un poco más alegre pero con sus ojos gastados y rojos por su estado anímico. Trata de cambiarlo.

-Bueno, Emma, bienvenida a mi humilde morada. –dice haciendo gestos con su manos para demostrarme el lugar. Y debo de haber tenido una cara de espanto por lo que dijo después. –Ah, y tranquila que no voy a violarte ni nada de eso, solo necesito de un lugar conocido y la compañía de alguien de mi agrado, así que por favor, quédate, Em.



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