8
-Yo lo... Lo siento mucho, no me fijé en qué estaba ubicada. –dije trastabillando con mi lengua casi en la totalidad de la frase mientras tomo el paquete con mis manos tratando de no tocar las suyas. Él estaba muy cerca de mi, de mi cuerpo cubierto con solo una leve capa de algodón, con la toalla blanca que me habían dado y el con el uniforme de soldado típico de aquí. Tenía el cabello mojado, como si se hubiera dado un baño también, pero no aquí porque no lo sentí, no sentí nada. Yo no.
-Ten más cuidado la próxima vez, Emma. –dice pronunciando mi nombre como si fuera el de su madre, el que dice cada vez que despierta y lo recordará para siempre. No me fijé en que mi cejas se habían enarcado de forma inmediata, inconscientemente; al oír aquel detalle tan raro en un desconocido.
El parece darse cuenta y sonríe. Tenebrosamente.
–Eres la hermana pequeña de Luke Parker, todo el mundo sabe tu nombre. –dice aclarando mis pensamientos.
Y con nada más que esas últimas palabras, da media vuelta entre todo el vapor, las paredes de baldosas y se retira. Me quedo de pie en el mismo lugar en el que me quede congelada ante su presencia, hay algo extraño en el que no puedo captar, es difícil de interpretar y está claro que no podré saberlo si sigue con esa actitud. No es como Harry o Ben, quienes al hablarme, aunque supieran mi nombre, me lo hayan preguntado. Ese chico que vestía como ellos pero no se parecían en nada.
Suelto un suspiro sumamente sonoro y procedo a vestirme con la muda que había dejado dentro del ser del baño: unos pantalones sueltos de la misma tela de los pantalones de los soldado, pero esta era de un solo tono, verde musgo; junto a una básica de color negro. Dejó mi pelo suelto esperando que logre secarse con la brisa diaria, y camino fuera luego de haber pasado casi toda mi vida allí dentro.
Pero al salir tropiezo con alguien y cierro los ojos de inmediato al pensar que quien está delante de mi era el de hace unos minutos. Pero una calida y suave mano se posa en mi rostro obligándome a alzarlo.
-¿Emma? ¿Qué pasa, estás bien? –musita la voz.
Harry.
Abro los ojos y me encuentro con esos verdes, ese verde brillante y oscuro el mismo que el de ese día que los vi por primera vez bajo la mesa de la cocina de mi hogar. Pareciera como si fue hace años pero solo han pasado unos días. Asiento con la cabeza lentamente y el me suelta con la misma velocidad.
-Si, es solo que me he asustado, Harry, nada grave.
El se muerde el labio inferior por dentro y me mira como si tratara de hacerme un chequeo rápido y detectando millones de problemas. Porque al fin y al cabo eso es lo que soy, lo que somos todos los que estamos aquí. Somos una mina llena de hoyos llenos de problemas, dolores y a pesar de que siempre estén siendo extraídos, hay más y vuelven a crecer dentro de ella.
-¿Te gustaría acompañarme a un lugar? No tengo ganas de hacerlo y quizás me sirva un poco tu compañía. –dice mirándome a los ojos y haciendo caso omiso a lo que pasó. Me agrada Harry, parece que me conoce, que sabe qué hacer para sentirme mejor, o al menos lo intenta. Sonrío y le agradezco con ella.
Y él sonríe conmigo.
Mientras caminamos, descubro que el solo lleva puesto una camisa de color blanca, no es la misma que llevaba en el comedor. Sus pantalones son iguales a los míos pero en vez de verse ridículo, le sientan. Me gusta su modo de caminar, como si no fuese alguien importante (porque lo es, nadie aquí es más impórtate que un miembro del gobierno, lo tiene todo), como si fuera alguien normal, corriente, no un adolescente con su inocencia interrumpida. Se detiene frente a una puerta de color burdeo y la abre y retrocede unos pasos para que yo pueda pasar primero que él y así lo hago.
La habitación no debe de medir más de 3 metros de ancho, no es pequeña pero los estantes que la llenan, si. Hay estantes llenos de archivadores de color negro, y en cada uno de sus lomos hay una etiqueta, algunos con años, fechas y otros simplemente con lo que parecen ser anotaciones. Hay un escritorio de madera en el fondo y unos sitiales a los costados. Harry cierra la puerta detrás de mi y me volteo para verlo.
-No te lo mostré ayer, debido a que solo debe ingresa personal aterrizado a esta zona. –musita dándome la repuesta que necesitaba, pero que haya dicho que sol personal autorizado me dejó alerta. No quiero tener problemas aquí, y micho menos dárselos a Harry o a mi hermano. El nota el descontrol en mis ojos y vuelve su mano a mi cabello acariciándolo unos segundos. Suspiro. –Tranquila, nadie vendrá y te captará aquí, y si lo hacen, me tienes a mi para defenderte. –sonrío de inmediato y el también, -Siempre.
¿Siempre?
-Bienvenida al lugar con más historia en el mundo.
Arqueo una ceja y cuando estoy a punto de preguntarle a qué se refiere, camina y al pasar por mi, toma mi mano entrelazando sus dedos con los míos. Su calor se mezcla con mi frialdad y hace que me calme otra vez, caminamos y caminamos hasta que suelta mi mano y me indica que me siente en el sillón que nombré al principio.
-Dime una letra de la A hasta la z.
Me río un poco por qué no tengo idea de qué estamos haciendo, mi mente comienza a eliminar pensamientos vagos como si todas las alertas fueran sacadas por la confianza que siento por él. Así que logro pensar con claridad.
-T.
Harry sonríe y se va hacia el estante que está detrás de mi, inclinándose por frente de mi hasta alcanzar un archivador que contiene aquellas letras. Puedo sentir su aroma por lo cerca que está, pero antes de recordarlo y poder apreciarlo bien, el se devuelve a su forma normal y se sienta a un lado mío, colocando el archivador en sus piernas.
-Antes, debes prometerme que lo que verás, no puedes contárselo a nadie. Ni a tu familia.
-Lo prometo.
Entonces abre el archivador y veo al menos unas 20 fundas de plástico que cubren hojas de registros de la persona. Harry tenía razón, este lugar está lleno de historia, con la de la gente que está aquí o ha pasado por aquí. Harry me dice que le diga cuando se detiene y comienza a pasar las hojas rápidamente con sus dedos hasta que le digo. Él se detiene en una y la saca de su funda y me la entrega.
-Terry Harrison. –comienzo y alzo la mirada para que él apruebe lo que hago y asiente con la cabeza, -Edad 23 años, interno desde comienzos del 2010. ¿Interno?
-Era miembro del ejercito, entró unos años antes que tu hermano y yo.
Frunzo el ceño. ¿era?
-Falleció hace un año.
-OH.
Y lo siguiente que hago, es devolverle rápidamente la hoja a Harry sin mirar su reacción, el no dice nada y la vuelve a dejar en su lugar y el archivador también. Me siento patética, ¿y si era alguien a quien Harry estimaba mucho? Entonces el se sienta detrás del escritorio, abriendo un cajón y sacando de él una resma de hojas con un pequeña cámara. Hace años que no veía una. En mi casa, papá darse el lujo de comprarnos una cuando yo tenía unos 5 años. Hay algunas fotos que quedaros impresas de ese momento, pero luego, al acabarse la memoria, quedó inaccesible. Tuvo que venderla. Eran principalmente accesibles a los miembros del gobierno; con suerte tuve un celular, que no me duró nada, porque tuve que vendérselos a nuestra vecina, Kate, una vez que la guerra empezó para que pudiéramos comprar algo de comida.
-No te preocupes, Emma. Estoy acostumbrado a asunto como la muerte. Y te puedo asegurar de que él está mucho mejor allá donde quiera que esté. –dice apoyando una mano sobre mi hombro y me da un apretón, para luego depositar eso que ya se ha vuelto una costumbre: un pequeño beso en mi cabeza. –Está bien, ahora, a lo que vinimos. Como sabes, no eres la única que llegó en estos días, así que para mantener un orden, debemos registrarlos.
-O sea, que esto vendría siendo como un registro civil, ¿no? –digo saliendo de mi timidez autocreada. El asiente satisfecho de su explicación y enciende la cámara con un botoncito que tiene en la parte superior.
-¿Me ayudas? –yo asiento con la cabeza y él me entrega la resma de hojas y lleva su mano al bolsillo de su pantalón, sacando de él, un bolígrafo de color negro. Veo que sus iniciales están gravadas en una parte de metal que está en el medio. –Mientras yo veo las fotos que les he tomado a todos los nuevos, y los reconozco, tu irás escribiendo lo que te diga. ¿bien?
-Correcto.
Harry sonríe y apoya sus codos sobre el escritorio buscando fotos de los nuevos para ir dictándome. Yo llevo el lápiz a mis dedos y comienza trazar líneas imaginarias sobre la hoja inmaculada para tratar de vencer este silencio, hasta que por fin Harry habla.
-Teresa Johnson, 21 años, ingresado al refugio –dice acercándose hacia mi, inclinándose sobre el escritorio. Siento su respiración sobre mi piel. –Asegúrate de escribir bien los años, por favor, todo tiene que quedar perfecto.
-Para eso me tienes a mi. –respondo sonriendo mientras lo miro a los ojos. Harry me devuelve la sonrisa y hace una mueca, que termina con los ojos volteados y haciéndome reír. Me da una pequeña palmada en la mano insinuando que siga escribiendo.
Transcurridos unos 20 minutos, luego de ya haber inscrito a mi familia, a el hermano de Teresa y a unas pequeñas que un amigo de Harry trajo un día antes de que yo llegara hasta que llegó mi turno. El de inmediato me quita la hoja y el lápiz de un tirón delicado.
-Para que no hagas trampa, Emma.
Frunzo el ceño y lo veo mientras traza el lápiz por el papel. Me fijo que en vez de escribir en mano imprenta, escribe el letra cursiva, y con un toque anticuado. Es como si fuese un chico viviendo en los años 20 con esa hermosa caligrafía. Mi nombre escrito por el hace que todo se vuelva diferente, como si fuese ficción.
-Te falta escribir que es muy educada, simpática y hermosa. –le digo bromeando, indicando con mi barbilla la parte en la que va escribiendo. El se ríe y es tanto así que casi se va hacia atrás y cae. Cuando vuelve a su lugar me queda mirando aún con la sonrisa en su rostro. –Venga, no me mires así, no es una mentira.
Y el se sonríe aun mas, pero luego se vuelve serio, pero si no fuera por sus ojos, no sabría lo feliz que está.
-Eso lo tengo más que claro.
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