Salvación insana.
Para conseguir la libertad un precio haz de pagar.
Algunos años atras:
Narra: ?
No puedo más...
No puedo soportarlo más...
Gritaba mi interior sintiendo el dolor en mi cuerpo pidiendo un descanso de tanto correr. Mi ropa rasgada y sucia por todas las veces que era golpeada.
Mi rostro esta adornado con marcas moradas y rojas debido a los raspones y golpes al igual que mis piernas brazos y espalda. Siento la lluvia acariciar mi rostro herido al mismo tiempo el frío de la misma como algo que me quema, me detengo y alzo la vista para ver a mi alrededor.
"¿Donde estoy?"
No pensaba en nada más que correr para tratar de perderlos, haciendo que me perdiera tambien como consecuencia. Trate de ver algo que me ayudara a guiarme pero nada me parecia familiar. Frunci el ceño bajando nuevamente la mirada
"No importa, no volvere."
Pensé, no iba a volver, no debia volver.
Aun siendo tan solo una infante mi vida era un infierno. No sabia quien era mi padre o donde estaba y en cuanto a la persona que me dio a luz, era una prostituta que apenas vio que podia hablar y caminar por mi cuenta me vendio a cambio de una gran suma de dinero que le garantizaba salir del lugar donde trabajaba. Aunque en ese momento no sabia que lo habia hecho sino hasta que fue tarde.
De todas formas nunca me quiso como un ser humano al cual ella dio a luz sino como una maldición a la cual ella estaba condenada, siempre me repetia que era mejor nunca haberme tenido. ¿Porque no aborto?, simple, no tenía dinero suficiente para eso y el burdel no se lo pagaría por romper las reglas. La única que me alimentaba y cuidaba era la señora que limpiaba el burdel. Pero aun creía que al menos le importaba al menos un poco, cual niño inocente tuve esperanza de que mi progenitora me quería. Ilusa.
Una noche, me llevaron a la fuerza a una camioneta mientras yo gritaba y le suplicaba a aquella mujer que me ayudara, que gritara por ayuda o al menos tratara de arrancarme de los brazos de aquellos hombres sin embargo solo me miro con desprecio antes de darme la espalda y entrar de regreso al burdel con el dinero en mano, ahí entendí todo, me habia vendido. Instintivamente deje de gritar y forcejear, mi rostro se humedeció y solo podía mirar por donde se habia ido con los ojos vacios.
Una vez dentro me pusieron un pañuelo en el rostro luego todo se volvio oscuro.
Al igual que una prisión me mantuvieron en una habitación oscura con solo un pobre bombillo alumbrandola y sin ventanas con solo una cama y un inodoro, habia solo una puerta la cual era de hierro con una pequeña abertura en la parte superior donde entraba algo de aire, las cucarachas y las ratas eran mi única compañia de vez en cuando. Por cada vez que gritaba o lloraba por querer salir, llegaban, me golpeaban mientras me inyectaban una sustancia rara para despues, dejarme tirada en el suelo sintiendo dolor en mi cuerpo y algunas convulciones a causa del liquido.
No sabia porque o para que estaba ahi y aun cuando preguntaba solo recibia un "¡callate!" Por respuesta
Habia días en las que no me llevaban comida o agua en todo el día como castigo, deliraba mirando al techo sintiendo un dolor punzante en mi estomago como si me hubieran clavado una daga que no podia sacar mientras mis labios se agrietaban y sentia la sequia en mi boca. La comida aunque sabia a carne de perro y el agua parecia sacada de una alcantarilla eran mucho mejor que pasar días sin ellas. Comer ratas a veces me parecia una opción para sobrevivir.
Nunca sabia si era de día o de noche, perdí la noción del tiempo gracias a eso, solo sabia que cada tanto me traían alimento para mantenerme con vida, aunque a veces dudaba el porque.
Pero el suicidio no era una opción para mí. Mí orgullo era más grande que yo y no me permitía morir, gritandome a mi misma ¡sobrevive! para mantenerme cuerda de hacer cualquier locura.
Llegue a pensar que siempre estaría aquí, pudriendome hasta morir. Hasta que la esperanza llego acompañada de la desesperación en aquel momento.
Un hombres, formido algo bajito, pero igual de intimidante, entro a mi ¿cuarto?, ¿celda? Quien sabe, vestía una bata manchada de tierra y sangre. Hizo seña para que entrara otro hombre (un poco más alto que él) para despues cerrar la puerta con llave para evitar que escapara, por instinto retrocedí aterrada notando que tenía un cuchillo y una jeringa en los bolsillos.
-Has aguantado bien-comento, mirandome con diversión- es sorprendente que no te hayas suicidado aun o muerto por inanición.
Avanzo hacia mi sonriendome con demencia, sacando la jeringa con un liquido de color vino. Ya no tenía a donde retroceder.
-Tienes un gran resistencia, superior al de los otros que nisiquiera aguantaron 4 meses sin morir.- conto con asombro mirando a la jeringa para despues mirarme a mi.
¿Otros?, ¿había más como yo y solo yo quede? Antes que me agarrara lo esquive pero el otro me sujeto de los brazos para despues acostarme en la cama, forcejie como pude, ganandome un puñetazo en el estomago y en el rostro, el aire abandono mis pulmones al mismo tiempo que dejaba de forcejear por el dolor.
-Sostenla bien si no inyecto en la zona correcta, podria matarla- ordeno viendome con malicia- quiero ver que tan bien puede aguantar el dolor sin morir para ver si vale la pena.
"¿Asi acaba todo?"
Privada de la calida luz del día y el frío de la noche.
Encarcelada cual animal en una jaula.
Golpeada como un saco.
Y ahora era la rata de laboratorio de un lunatico?
-No...-murmure con un hilo de voz.-alejate -dije un poco más alto
El de la bata se sorprendio por un momento para despues soltar un fuerte carcajada. Despues se acerco a mi para despues susurrar
-Pequeña rata...tú solo eres un error que esta a punto de ser algo mejor para mí.-
Acerco la jeringa a mi brazo derecho a gran velocidad pero antes de inyectarme logre moverme a tal punto que termino inyectando aquel liquido en la mano del hombre que me sostenía.
Inmediatamente se aparto de mi y empezo a convulsionar en el suelo mientras gritaba de dolor, su piel se puso palida cual papel al mismo tiempo que sus venas sobresalian, de su boca empezaba a salir sangre hasta que se quedo quieto en el suelo con la mirada perdida. Muerto. El de la bata al ver lo que paso centro su atención en mí con ira.
-Tú...mald- jadeo, cortando su frase
Bajo la cabeza lentamente notando el cuchillo, que debería estar en el bolsillo de su bata, clavado en su pecho mientras la sangre empezaba a salir y colocaba su mano temblorosa por su pecho.
-s-sangre?- susurro mirando el rastro de sangre que descendía de su pecho.
Una gran sensación de libertad y placer me invadio mientras enterraba aun más el cuchillo en su pecho, sonreí, dejandome llevar sacando el cuchillo rapidamente para despues enterrarlo en su cuello, Salpicandome de sangre.
-Te dije que te alejes...-susurre, despues de eso cayo muerto delante de mi.
Lo siguiente que recuerdo es tomar la llave de su bolsillo y correr como nunca por largos pasillos llenos de celdas con puertas blindadas mientras una alarma sonaba escandalosamente, escuchaba voces y pasos detras de mi pero con suerte llegue a unas escaleras que daban hacia arriba y antes de darme cuenta ya estaba afuera, sintiendo el frío de la noche.
Eso me deja a como estoy ahora, sintiendo la frialdad de la lluvia mientras camino no habia estado afuera en mucho tiempo, nisiquiera salía cuando estaba con aquella mujer que me dio a luz no iba a llamarla madre, no lo merecía.
Me refugie de la lluvia en un callejon donde habia un monton de cajas de madera, con suerte una era de mi tamaño, estaba demasiado agotada e inevitablemente caí brazos de morfeo.
Al día siguiente buscaba entre la basura algo para comer pero no habia nada, al poco rato despues escuche pasos aproximandose y me escondí.
- Sabemos que estas aqui maldita rata.- dijo una voz ronca con molestia.
Empece a temblar, temiendo volver a aquel horrible lugar. Pero el sonido de unos disparos seguidos de unos cuerpos cayendo me alerto.
-Ya puedes salir pequeña- dijo una voz amable y masculina.
Con algo de miedo y desconfianza me asome solo para encontrarme a un hombre de traje, bastante elegante, cabello negro y ojos morados e intrigantes que me miraban con pena y compación. En el suelo se encontraban los cadaveres de los hombres que me buscaban.
-Ya no tienes que temer- hablo suavemente agachandose a mi altura mientras me tendía la mano. Mirandome con amabilidad.
Lo mire con desconfianza mientras miraba directamente a sus ojos pero al no hallar rastro de maldad en ellos acerque mi mano temblorosa a la suya y la tome puso su otra mano sobre la mía y me susurro :"que todo estaría bien" me quebre en sus brazos mientras las lagrimas inundaban mi rostro, hace mucho tiempo que no sabia como se sentía el calor y cariño de otro ser humano. Así que solo segui llorando en su pecho mientras acariaba mi azabache cabello de forma suave para tranquilizarme.
-Ya ya, ya paso, todo estara bien ahora.- dijo calmado.- ¿Cual es tu nombre?
Me separe de él limpiando mis lagrimas con mi antebrazo, tratando de regular mi respiración para calmarme.
-No tengo nombre señor- conteste casi en un susurro bajando la cabeza.
-Ya veo, no importa- dijo sonriendome, para despues levantarse.- Lo importante es curar esas heridas- chasqueo los dedos mientras caminaba a un elegante auto negro.
Al momento apareció un chico mayor que yo, moreno, cabello castaño oscuro y ojos azules, traía en sus manos una manta color rosa palido y me envolvió con ella, por una cifra de segundo mis ojos hicieron contacto visual con los suyos y detecte cierta lastima junto a una mueca de preocupación que me confundio levemente.
-Traela y vamonos se hace tarde- ordeno con un tono calmado pero más serio el chico me tomo de la mano con delicadeza y despues ingresamos al auto.
Aquella vez pense que esa mirada era por el lamentable estado en el que me encontraron.
Pero la realidad era totalmente diferente de lo que pensaba
Dos palabras: maldito internet
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