🎇Tienes que recordar🎇
"Daegu Jungbu Police station"
Es lo que leyó en la parte superior del gran edificio que se alzaba imponente ante sus ojos.
Sabe y está más que seguro que nunca ha estado allí antes, pero algo en su interior se remueve inquieto ante la imagen del edificio. La añoranza y la felicidad nadan como peces en las profundidades de su ser, le extraña y no logra entender en absoluto aquellas sensaciones y emociones tan contradictorias entre sí.
—¿Piensas quedarte ahí parado toda la mañana? —preguntó una voz grave y suave a sus espaldas, una voz que le era conocida.
¿Qué estaba haciendo él ahí? ¿Qué estaban haciendo ambos en esa estación?
Él se dio la media vuelta para encararlo y preguntarle qué era lo que estaba ocurriendo, pero fue repentinamente sorprendido por el hombre parado a sus espaldas.
Estaba claro que era Min Yoongi, pero, sin embargo, ese detective Min no era igual al que él conocía actualmente. Éste estaba enfundado en un traje azul oscuro y un par de botas de caña media alta de color negro, el cabello oscuro que él había visto con anterioridad ahora era de un rubio pálido, casi blanco y también se atrevía a decir que físicamente, era más delgado y menos musculoso dándole un aspecto...más joven.
Pero eso no importaba porque en sus felinos ojos café, que seguían fijos en los suyos, estaba aquella fuerza y seguridad que había podido percibir la primera vez que se vieron.
—Hey, tierra llamando a Jeong ¿me copias? —preguntó el policía agitando la mano que tenía desocupada frente a su cara.
"Jeong" ese nombre... ¿quién era él? ¿Por qué le resultaba conocido? ¿Dónde lo había oído? Un halo de confusión lo embargó seguido de un punzante latigazo de dolor que cruzó por su cabeza, algo intenso y molesto que desapareció tan rápido como llegó, pero que de todas formas lo dejó algo aturdido y desorientado.
—¿Estás bien? Tu cara me está asustando. —Yoongi frunció su nariz, preocupado por el estado aletargado y las extrañas muecas que estaba haciendo su pálido compañero sin notarlo.
—Claro que estoy bien, sólo es la batería que se me terminó ¿este es el mío? —dijo sin querer pensarlo demasiado, las palabras fluyeron por si solas de sus labios, como un guion que ha aprendido de memoria.
—¡No, espera...! —Intentó advertir Yoongi, pero fue demasiado tarde, el amargo y caliente líquido ya estaba recorriendo su garganta y sus sensibles papilas gustativas.
—¡Hugh, hugh...esto está amargo! ¿Cómo es que puedes beber esto sin morir? ¡Esto no es cosa de Dios! —Se quejó tosiendo con una mueca de total desagrado.
—Lo único inhumano aquí es tu falta de atención ¿cuántas veces te he dicho que el vaso verde siempre es el amargo? —Lo regañó extendiéndole el otro vaso que era de color azul.
Una caricia al alma, el dulce del té de limón y jengibre fue el remedio exacto para todos sus males.
—Pues perdón por no tener tu atención al detalle —bufó molesto con el popote aún entre sus dientes.
Yoongi le sonrió, mostrando una pequeña hilera de dientes blancos, tal y como los tendría un gatito, siempre pensó que si eso de las reencarnaciones existiera, Yoongi habría sido un gato en su vida pasada.
Su corazón se derritió y su estómago cosquilleó poniéndolo nervioso, odiaba que él lo viese así porque eso significaba enamorarlo un poquito más, y a él le parecía ridícula la cantidad de amor que podía albergar hacia otra persona.
—¡Hey ustedes dos, tórtolos! ¡No están en un picnic vengan a trabajar! —exclamó una oficial desde la entrada, era alta y su cabello estaba recogido en una coleta baja cayendo desde su hombro izquierdo hasta un poco más abajo de su busto.
¿Por qué esa mujer le era tan familiar? Un nombre flota etéreo hasta la superficie de sus pensamientos y la punta de su lengua.
—Yoo SoonMi —susurró sus labios y de pronto, todo se volvió negro.
—¿Entonces? ¿Qué dices? —preguntó Yoongi tamborileando con sus dedos nerviosos la isla de mármol que había en medio de la vacía cocina.
Otro lugar que no había visto, la misma sensación familiar ¿de qué se trataba todo aquello? Sus ojos recorrieron el lugar, todo estaba vacío, sólo era un gran espacio cuadrado donde posiblemente estarían la sala y la cocina juntas, las paredes eran blancas y el suelo de madera oscura. También había un marco sin puerta que sabía llevaba a un corredor con tres habitaciones.
—Es bonito, me agrada, tiene una vista hermosa, y el barrio parece bastante tranquilo. Tienes un muy buen ojo para estas cosas Yoonie, es un buen lugar para una persona. —Se sinceró ignorando deliberadamente el apodo que salió de sus labios sin su permiso.
Yoongi lo miró unos segundos y luego desvió su cabeza hacia el ventanal de la sala, quizá viendo los edificios que se alzaban del otro lado del cristal, quizá pensando en sus siguientes palabras.
—¿Y qué hay de dos? ¿Podría estar bien para dos personas? —preguntó con tono tembloroso, sus dedos detuvieron el tamborileo y se enfocaron en jugar entre ellos.
La emoción emergió abrupta de su ser y explotó en medio de su pecho enviando ondas expansivas a todo su cuerpo, sintió sus ojos arder y sus pies temblar ¿Cómo era posible que un ser humano pudiese sentir tantas cosas a la vez sin explotar? Felicidad, emoción, miedo, sorpresa...todas tan diferentes e intensas a la vez. La sonrisa que había estado en su rostro se extendió más y más hasta dividir su cara a la mitad.
—¿Esta es una propuesta a que vivamos juntos? —preguntó con voz ahogada, reprimiendo el impulso de lanzarse hacia el hombre que asentía en tímido silencio.
Una explosión, un ramalazo de dolor y luego nada. Un pitido agudo e intenso cruzó sus oídos, y su vista comenzó a fallar. El rostro de Yoongi fue lo primero que apareció, pero ya no había rastros de sonrisas alegres ni ojos brillantes.
Eran pequeñas orbes cubiertas de lágrimas y un rostro que expresaba estupor y tristeza.
—¡Jeong! —dijo sin voz atrapando su cuerpo que caía, una secuencia que parecía estar pasando en cámara lenta.
En medio de todo ese confuso caos, sintió algo húmedo y tibio en medio de su pecho, justo donde su corazón latía pesado y lento. Cuando tocó la zona y vio sus dedos pudo ver que era sangre, su sangre.
—Yoongi... —jadeó su nombre, se sentía confundido y asustado ¿Qué estaba pasando?
—Shhh, tranquilo todo estará bien. —La voz de Yoongi se quebró, y sus temblorosas manos intentaron en vano detener el sangrado que brotaba sin parar de la herida en su pecho.
Con las pocas fuerzas que le estaban quedando, tomó las manos de Yoongi para que se detuviera. No, no lo estaría y ambos lo sabían. La sangre era demasiada, y aunque apenas podía escuchar los gritos de su compañero por ayuda, nadie llegaría a tiempo. Yoongi se sintió flaquear, sentir con sus propias manos la sangre de su compañero estaba siendo demasiado, jamás había imaginado que aquel lugar que una noche antes había llenado de besos y caricias estuviese dando sus últimos latidos.
—Sabes que es inútil ¿verdad? —Su boca se sentía seca y pastosa dificultándole el habla, sus párpados pesaban, razón por la que parpadean lento, con su vista apenas enfocada en la borrosa figura de Yoongi.
—Si no vas a decir nada alentador mejor mantente callado —respondió arisco el oficial Min.
—Tienes que prometerme que esto no será un impedimento para que vuelvas a amar. —Jeong tragó con dificultad, cada segundo más cansado que el anterior.
—Cállate...no vas a morir —aseveró Yoongi aferrado a la falsa ilusión de que su compañero saldría de esa.
Las manos del oficial Min fueron tomadas por las ya frías de Yoo Soo Jeong, su compañero, su amante, la única persona que había considerado realmente importante en su vida además de su familia y cuya vida se estaba apagando en contra de su voluntad.
—Prométeme que vas a superarlo y vas a volver a amar, es lo único que estoy dispuesto a suplicar —dijo él con las lágrimas deslizándose a los costados de su rostro.
—¿Por qué? ¿Por qué debería amar otra vez, sólo por una estúpida promesa que no sabrás si voy a cumplir?
—Maldita sea, me estoy muriendo ¿puedes compadecerte de mí? Yo voy a saber todo lo que haces porque voy a estar detrás de ti para asegurarme de que no seas un idiota enfurruñado.
—Para alguien que se está muriendo hablas demasiado. —suspiró Yoongi al darse cuenta que ni siquiera en una situación tan crítica Jeong dejaría de ser insoportable.
—Es mi encanto...—Él no pudo reír por el ataque de tos que lo invadió, sus labios se mancharon de sangre y su respiración comenzó a fallar rápidamente—. Te amo y sé que lo haces también, ahora, prométeme que saldrás adelante.
—Lo prometo —susurró Yoongi llorando a mares, aferrado al cuerpo de su amante que dejó de vivir luego de haber oído aquellas dos palabras.
Jeong sólo había estirado lo poco que le había quedado de fuerzas para poder oír a Yoongi decirlas, si eran ciertas o no, él se encargaría de comprobarlo desde el más allá.
La luz volvió a apagarse, no hubo dolor, no hubo arrepentimientos, no hubo nada más que paz en la inmensidad de la oscuridad.
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