🎇F I N A L🎇
—¿Has sabido algo de Yoongi hyung? —preguntó Taehyung.
Hacia pocos minutos que él y Jungkook fueron a brindarle sus condolencias a la familia de Jimin. Ahora, los tres se hallan en el jardín, tirados en el pasto disfrutando la vista de un cielo despejado.
—No, no hemos hablado todavía. —Fue la simple y llana respuesta del detective Park—. Pero está bien, él también tiene un duelo con el que lidiar. Para nosotros esto es moneda corriente, pero para alguien que apenas va iniciando, es un poco más difícil de digerir.
-Mmm...
Taehyung no tuvo nada más que decir, debía ser una verdadera mierda ser el nuevo en eso de lo paranormal, y más teniendo en cuenta como terminó todo. Hasta ese momento, el ritual que la señora Jung utilizó, era desconocido para ellos debido a su antigüedad, debió ser un golpe tremendo para el detective Min descubrir que alguien podía hacer cosas de esa magnitud si se lo proponía.
En medio de tales pensamientos, sus ojos recayeron en Jungkook, su canguro KooKoo, la persona que junto a Jimin, era lo más valioso que tenía en su mugrosa vida, y pensó. Pensó en ese sujeto Jeong y en Yoongi. Si las cosas hubiesen sucedido de otra manera, él era más que consciente de que lo más probable era que no habría tenido la misma entereza del valiente detective de soportarlo todo hasta el final. Tan solo el hecho de imaginar a Jungkook siendo utilizado para tales fines egoístas fue suficiente para dejarlo sin aire y tembloroso como una gelatina. Por otro lado, él tenía la certeza de que una de las razones principales por las que Yoongi pudo ser capaz de afrontarlo todo, era gracias a Jimin.
Él podía ser despistado, pero no era estúpido, cuando se trataba de su mejor amigo él tenía todos sus sentidos bien puestos en cualquier persona ajena a su círculo que decidiera acercársele, listo para enseñar sus dientes a quienes intentasen ser maliciosos con él. Un León dispuesto a morder a quien fuese tan tonto como para tocar a su cachorro.
Bueno, quizás estaba exagerando un poco ¡Pero entiéndanlo! Jimin era su bestie, el culo de su calzón, la mugre de su uña, el kétchup de sus papas fritas, y por tal motivo, tenía todo el derecho de protegerlo de los idiotas que abundaban afuera en el mundo.
En fin ¿En dónde se había quedado? ¡Ah sí, el detective Min! Taehyung sabía perfectamente lo que estaba diciendo, si una persona tenía un motivo, por más pequeño que fuese, para no derrumbarse ante las vicisitudes de la vida, era más que suficiente para seguir.
Yoongi perdió a Jeong para siempre, pero a cambio, había conocido a Jimin, alguien en quien había encontrado apoyo de manera incondicional y algo mucho más profundo e íntimo, incluso si el mismo detective no se daba cuenta de eso.
Jimin estuvo mucho tiempo solo, y no es que eso fuese algo del todo malo, todo lo contrario, no obstante, él mejor que nadie sabía que la única razón por la que Jimin lo había estado, era porque sentía que nadie podría llegar a entenderlo; a él, a su mundo. Entender lo que hacía a Jimin, Jimin.
Jimin no tenía miedo de amar, Jimin tenía miedo de las personas. Pero una vez que arrojaron a un Min Yoongi en su camino, las cosas a su alrededor adquirieron un color distinto. Quien sabe lo que Jimin pudo haber visto en Yoongi, pero para ese punto daba completamente igual, su amigo no estaba luchando contra ello, al contrario, dejaba que todo fluyera a su debido ritmo, y eso era lo que de verdad importaba.
—Hyung, es hora de irnos a casa —anunció Jungkook asomándose en su rango de visión, lo cual lo desconcertó un poco ¿no lo había estado observando hacía un momento? ¿en que momento se había movido? ¿tan metido estuvo en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando Jungkook se levantó?
Pero lo más importante aún...
—¿Qué? ¿Por qué? —cuestionó irguiéndose sobre sus codos—. Dijimos que nos quedaríamos aquí el día de hoy, no quiero irme. —respondió en total desacuerdo.
Jungkook se limitó a voltearse, diciéndole con aquel gesto que la respuesta estaba justo detrás suyo. Desde su posición, Taehyung giró hasta quedar panza abajo para mirar hacia donde Jungkook le señalaba.
Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver a Min Yoongi sujetándose de la puerta principal intentando recobrar el aliento.
—Así que sí decidió venir —susurró para sí mismo—, ah, maldito bastardo y yo que quería pasar la noche con Jimin.
—¿Qué tonterías estas balbuceando TaeTae? Si tanto quieres quedarte puedes hacerlo. —Jimin le dijo eso, pero estaba claro que no lo estaba mirando a él mientras caminaba hacia su compañero.
De manera automática las comisuras de los labios de Taehyung apuntaron hacia abajo.
—¿Tonterías? Ni siquiera volteó a verme. Vámonos KooKoo, se cuándo soy bien recibido y cuando quieren echarme —escupió con molestia.
Jungkook asintió con una sonrisa, su hyung no estaba realmente molesto, solo estaba siendo un rey del drama por mero amor al arte.
—¿Qué te parece si de camino a casa vamos por un helado? —ofreció JK feliz de mimar al berrinchudo de su hyung.
—¿Dijiste helado? ¡Ja! Lo siento tanto Jimin, pero no podemos quedarnos con él. Tenemos un asunto de estado que resolver. —Aseguró poniéndose de pie de un salto.
—¿Ah sí? Mírate, soy tan fácil de reemplazar para ti. Eres un bastardo Kim. —Alegó Jimin de regreso y junto a él Yoongi que lo había seguido de cerca.
El pobre hombre parecía haber sudado la vida con ese traje puesto, su cabello estaba empapado, pegándose a su frente con facilidad, y sus mejillas se mantenían rosas por acalorado que debía estar, sin embargo, lo que a Taehyung le agradó ver, a pesar de esa desastrosa apariencia, era la suavidad con la que Yoongi observaba a su mejor amigo, tal y como lo haría un colegial irrevocablemente enamorado de su compañero de salón, quien solo podía aspirar a un avance en su relación en la más utópica de sus fantasías.
—Pfff. —Taehyung no fue capaz de evitar reír de manera escandalosa ante sus poéticos, ridículos, pero no tan errados pensamientos, consiguiendo reponerse lo suficiente como para alegar—. Pues disfruta este tiempo, porque cuando nos vayamos de vacaciones, estaré pegado a ti como una remora a una ballena. Advertido estás, vamos Kookie, tenemos un helado del cual disfrutar nosotros dos solos, y descuida Park, no hace falta que me acompañes a la salida, se dónde está. —Tomando a Jungkook del brazo, Taehyung abandonó la residencia de los Park tan digno como la Reina Isabel desfilando por las calles de Inglaterra.
—Diría que eso fue raro, pero ese es el mood diario de Taehyung —mencionó Jimin mientras que veía como la figura de su dramático mejor amigo se perdía detrás de las enormes puertas de la entrada.
Yoongi no dijo nada al respecto, sin embargo, acertó a recargar su frente contra la espalda de Jimin con un suspiro.
—Perdón, llegué tarde. —Fueron las sinceras palabras de un avergonzado Yoongi—. No estuve contigo cuando cremaron a Hoseok y por eso me estoy disculpando —explicó ante la necesidad de que su compañero entendiera los motivos que lo estaban orillando a disculparse.
Al recibir únicamente silencio por parte de Jimin, Yoongi asumió de manera automática que su compañero estaba enojado con él. Por tal motivo, tragó en seco el nudo que se le formó en la garganta, dispuesto a disculparse cuantas veces fuese necesarias. No obstante, la voz de Jimin se adelantó por segundos a la suya.
—No seas tonto, no tienes nada por lo que pedir perdón. No fueron días fáciles para ninguno, si tú no te sentías bien como para venir, está bien. De todas formas, yo estaba muy seguro de que ibas a regresar.
Con un poco más de seguridad y con el alivio de saber que estaban bien, Yoongi rodeó con sus brazos la pequeña cintura de Jimin.
—Mmm. —asintió con un movimiento casi imperceptible de su cabeza—. Entonces, si está bien para ti, quiero quedarme aquí, a tu lado.
La vida y la muerte se repiten en un ciclo infinito, nada dura para siempre. La felicidad, la tristeza, los buenos y malos momentos...todo ocurre en una etapa determinada de la vida. Algunos con más frecuencia que otros, creando heridas, creando historias, creando memorias.
Desde el momento en que decidió abandonar su ciudad natal, Yoongi tuvo muchos ciclos que cerrar, sin embargo, hasta el momento no había tenido la oportunidad, ni el valor necesario para hacerlo. Un año, un año naufragando en la densa oscuridad le tomó a Min Yoongi cruzar finalmente a la tan ansiada luz, esta vez sintiéndose preparado para recibirla.
A partir de ese instante, tanto Jimin como él sabían que nuevas puertas comenzarían a abrirse dando lugar a un nuevo ciclo, aquel que le pertenecía únicamente a su presente y a su futuro, aquel que ansioso deseaba transitar junto al hombre que tenía atrapado entre sus temerosos brazos, porque justo ahí, en ese preciso instante, Yoongi entendió que pertenecería a ese lugar, al lado de Jimin, hasta el último de sus suspiros.
—No hay otro lugar en el que quiero que estés.
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