🎇Del otro lado de la puerta🎇
(E X T R A)
No había duda alguna, la puerta que estaba frente a sus ojos era la que había estado buscando, Jimin tuvo razón cuando le dijo que él sabría cual sería apenas la viera.
Y hablando de su compañero, Yoongi giró su cabeza en dirección a Jimin, quien se hallaba de pie unos centímetros atrás.
—Es esta. —Le indicó regresando la vista a la placa sin nombre que estaba puesta en la madera azul de la puerta—. Estoy seguro.
—Entonces ve —dijo Jimin dejando caer su mano sobre su hombro—, a partir de aquí yo no puedo seguirte. Estarás solo.
Yoongi era consciente de eso, pero saberlo no impedía que sintiera miedo ¿Qué iba a suceder si no lo conseguía? ¿Qué pasaría con Jeong, con Hoseok o ellos mismos?
No fue necesario que Min expresara con palabras sus miedos e incertidumbres, puesto que Jimin lo conocía lo suficiente como para saber que era lo que pasaba por su cabeza.
—Todo va a estar bien. —Le aseguró brindándole un apretón en su hombro.
En esas palabras siempre hubo algo que le brindaba una completa seguridad, no importaban las circunstancias; si eran difíciles o en extremo complicadas, una vez que las escuchaba salir de los abultados labios de Jimin, mágicamente todo se resolvería. Se soltó del agarre de su compañero y se adentró por aquella puerta entregándose a sus misterios con renovada decisión.
El lugar que encontró al otro lado distaba mucho de lo que imaginó en un primer momento. Era una especie de pradera, una verde y floreada que lo llenaba de paz y tranquilidad. El aire que entraba y se instalaba temporalmente en sus pulmones lo sentía tan puro y fresco que no se le hacía raro el que comenzara a relajarse.
—Veo que no cambiaste nada, Yoongi. —dijo una voz a sus espaldas congelando su respiración y cada uno de sus movimientos debido a la familiaridad de esta y la cual no pensó que volvería a escuchar en un largo tiempo.
Fueron largos los segundos que le tomó poder darse la vuelta y enfrentar a la persona que permanecía impasible a sus espaldas.
Con su cabello negro moviéndose al compás de un viento inexistente, Jeong estaba parado a unos metros de distancia. La respiración se le cortó y su corazón se detuvo de golpe, volviendo a funcionar errático momentos después. Verlo con un semblante tranquilo hizo que el alivio acariciara su alma. Lo último que hubiese querido ver era los vestigios de un alma corrompida a causa de la señora Jung.
—¿Por qué me estás mirando así, me veo tan mal? —Sin entender porqué Yoongi no emitía tan solo un sonido luego de verlo, Jeong se repasó a sí mismo con la mirada. A su buen juicio consideraba que no estaba tan mal, por lo que estuvo a nada de insistirle a Yoongi que dijera algo, sin embargo, no pudo hacer nada de lo que pensó cuando lo vio acercarse con largos pasos hacia él—. Oye, dime algo me asusta esa expresión rarita que ti... ¡hugh! —jadeó interrumpiéndose a sí mismo cuando el cuerpo de Yoongi rodeó el suyo con un fuerte abrazo—. Wow. —Por su cabeza cruzó el pensamiento que, al estar muerto, Yoongi lo atravesaría como lo harían en las películas, pero muy al contrario de toda "lógica", él fue capaz de sentir con claridad la familiar calidez que su cuerpo emanaba. Una calidez que, por obvias razones, hacía mucho tiempo dejó de sentir.
—Estás aquí, de verdad estás aquí —susurró Yoongi contra su oído apretando tanto como fuera posible su abrazo.
Inevitablemente, Yoongi se puso a llorar ¿Y cómo no iba a ponerse a hacerlo? Después de tanto tiempo tenía la oportunidad de tener a Jeong entre sus brazos. Su cuerpo se sentía frío, asemejándose mucho a la sensación de estar abrazando a un bloque de hielo, pero eso le dio exactamente igual, mientras que él pudiera transmitirle, aunque fuese un poco de su calor, lo demás era historia.
—Oh vamos Min, no te pongas a llorar o yo también lo voy a hacer. —Se quejó Jeong al sentir cómo las lágrimas se agolparon en sus ojos nublándole la vista.
Yoongi no se sentía capaz de hacer otra cosa más que llorar, y lo lamentaba por Jeong, pero no pararía hasta quedarse sin lágrimas. Lo había extrañado demasiado, y esa añoranza que albergaba en su corazón estalló como una granada en cuanto lo vio.
Ambos permanecieron abrazados lo que les pareció una eternidad, no querían separarse, no querían decirse adiós otra vez, pero Jeong sabía que Yoongi no pertenecía-todavía-a ese lugar y que él no volvería a la vida jamás ¿así que, qué caso tenía alargar su sufrimiento?
Fue él el primero en romper el contacto, separándose poco a poco, y no sin dificultad, de quien en vida había sido su primer amor. El rostro eternamente pálido de Yoongi se encontraba bañado de lágrimas que él se encargó de enjuagar con el puño de su abrigo.
—Ya, ya. No tienes por qué llorar, te ves feo lleno de mocos —alegó Jeong mostrándole una sonrisa de encías.
—¿Y quién mierda eres tú para decirme que debo hacer? —objetó Yoongi poniéndole mala cara.
—La persona que pateará tu trasero fuera de aquí —alegó fingiendo que iba a pegarle—. Aish, sigues igual de contestón que siempre ¿quién te crio así? ¿eh? —renegó con los brazos en jarra y semblante indignado—. Por si no te diste cuenta, estoy muerto maldito desgraciado, tenme más respeto o voy a jalarte tus hediondas patas cuando te vayas a dormir. —Al final de sus protestas, el sonreír otra vez fue inevitable, después de todo estaba muy feliz de tener a Yoongi allí con él—. No sabes cuánto agradezco no poder respirar justo ahora.
—Es bueno saber que el estar muerto no extinguió tu buen humor —bufó Yoongi secándose él mismo sus propias lágrimas.
Ambos compartieron miradas serias y penetrantes como si retaran al otro a agregar algo más, pero al contrario de lo que pudiera pensar algún tercero que los estuviera mirando, esos dos terminaron por estallar en sonoras carcajadas. Sin duda alguna estaban locos de remate, pero así se querían, después de todo, no fue el atractivo físico del otro que les llamó la atención, eso apenas había sido un plus.
—Bueno Min Yoongi —dijo Jeong tras calmar su risa y secar las pequeñas lagrimitas que asomaban en las esquinas de sus ojos—. ¿Qué te parece si tú y yo damos un paseo en lo que me cuentas a que se debe tu visita? ¿Mmm? —ofreció entrelazando su brazo con Yoongi y comenzando una caminata hacia ningún lugar en específico. El camino por el que ambos iban seguía siendo parte del prado, pero a diferencia del lugar de inicio, este tenía un sendero de cemento blanco. La brisa que golpeaba sus caras era cálida al igual que el color del atardecer. Si ese era el paraíso, Yoongi se sentía terriblemente aliviado de que Jeong pudiera permanecer toda su eternidad en tan hermoso lugar, sin embargo, la paz y tranquilidad que ofrecía el panorama contrastaba con la ansiedad que carcomía el estómago de Jeong, quien no pudo aguantar ni un segundo más aquel silencio—. Tú puedes hablar cuando quieras ¿sabes? —mencionó deteniendo sus pasos y por ende los de Yoongi—. Espera un segundo, no vas a decirme que te moriste ¿verdad? Min Yoongi si estás aquí por eso juro, por mi madre que voy a patear tu trasero toda nuestra eternidad.
—Aish, que impaciente eres ¿no te dijeron nunca que la paciencia es una virtud? —Se quejó Yoongi.
—Es que ya llevamos un buen rato sin que digas nada ¡me estoy desesperando!
Yoongi suspiró con derrota, vivo o muerto Jeong era un caso serio. Sin embargo, dejando las bromas a un lado, tomó una postura más seria, tal y como lo que le estaba a punto de contar lo ameritaba.
—Jeong, alguien hizo algo horrible. Algo que no se si pueda perdonar alguna vez. —Confesó Min—. Y esa es la razón por la que estoy aquí contigo en estos momentos.
Sentados en una pequeña colina para mayor comodidad, Yoongi lo puso al corriente de los acontecimientos que estuvieron llevándose a cabo en el mundo de los vivos desde su muerte. Jeong escuchó atentamente y sin interrumpirle, volcando toda su atención a lo que Yoongi le estaba relatando. Y al igual que él, el malestar que se instaló en la boca de su estómago al comprender las razones por las que ambos pudieron reencontrarse en aquel lugar.
Jeong no iba a mentir, él sabía perfectamente su condición de muerto, pero no había llegado a imaginar que su alma sería utilizada para poseer el cuerpo de alguien más.
Él, a diferencia de Hoseok, no poseía ningún recuerdo del dueño original, así como Hoseok podía ver a través de sus sueños parte de sus memorias, y ciertamente, era complicado de digerir.
Y mientras ambos permanecían en silencio, ordenando sus ideas y pensamientos, el paisaje, para sorpresa de Yoongi, fue transmutando en un nuevo espacio. Uno que reconoció a los pocos segundos y que ocasionó que un frío le recorriera la espalda.
La tranquilidad y calidez de la pradera fue dejada atrás, dando lugar a una fría y oscura noche en un parque de diversiones completamente vacío y sin la magia de las luces, las risas de los niños y la música que tanto él odiaba.
Ambos se pusieron de pie, recorriendo la familiar escena hasta toparse con una enorme rueda de la fortuna.
—Supongo que el alegre paseo deberemos dejarlo para otra ocasión —dijo Jeong alzando la vista hacia la enorme estructura de hierro, y la única que poseía luces de colores estridentes que hacían un tosco contraste con la oscuridad de los al rededores.
Esa rueda de la fortuna era la misma que vieron alguna vez en Daegu, a la cual Yoongi había planeado llevar a Jeong para pedirle que se casaran, algo que nunca llegó a suceder.
Estando sentados uno frente al otro en el interior de la cabina, la rueda comenzó a girar lentamente.
—Esto es tan deprimente. —Se quejó Jeong dejándose caer por completo contra su asiento—. ¿Cómo es que alguien fue capaz de hacer algo así de malo? No lo encuentro justo.
Yoongi recargó sus antebrazos en sus muslos en una pose pensativa antes de responder.
—Por lo que he vivido, hay momentos en donde una persona es incapaz de controlar sus acciones y emociones. Cuando uno está sufriendo, es incapaz de medir las consecuencias de sus actos, porque no están pensando en eso cuando actúan.
—Tiene sentido si lo piensas, no importa lo que digan sobre que somos la especie que más evolucionó, al final del día somos criaturas que actuamos conforme nos dictan nuestras emociones del momento. —Yoongi asintió estando de acuerdo—. Pero no tienes que preocuparte por eso —dijo dándole una palmada en su muslo para cambiar el ambiente—, se que esto terminará bien, porque confío en ti. Se que hallarás una solución.
La sombra de una sonrisa se asomó por el semblante alicaído de Yoongi. Él no había pensado que tan parecidos eran Jimin y Jeong hasta que esas palabras salieron de su boca. Ambos tenían una fe inquebrantable puesta en él.
—Bueno, dejando eso de lado, ahora quiero que me digas como has estado. Quiero saberlo todo —pidió reacomodándose en su asiento y enfocar toda su atención en Yoongi.
—Pues... —Comenzó algo dubitativo relamiendo sus labios de forma nerviosa—, tengo que confesar que al principio fue difícil, era como vivir en una horrible pesadilla de la que no podía salir. Se qué se vive y se muere todo el tiempo, y que es algo que va de la mano con nuestro trabajo, sin embargo, la forma en la que te fuiste para mí, fue demasiado injusta. Se suponía que envejeceríamos juntos y que moriríamos al mismo tiempo tomados de la mano. —Una risa floja salió de él ante lo cursi, y algo perturbador, de su pensamiento—. ¿Cómo debía sentirme si no era como la mierda? Fueron tiempos en donde nada me importaba, solo estaba ahí, existiendo, no tenía nada mejor que hacer que ahogarme en autocompasión y miseria. Seguí así por un tiempo hasta que un día, vino el jefe a informarme que me enviaría a Seúl. Al principio pensé que estaba loco, pero después pensé que lo mejor para mi era alejarme de todos esos malos recuerdos y tomar un poco de aire nuevo.
—Cielo. —Lo llamó Jeong interrumpiendo lo que a su parecer parecía el monólogo del trágico protagonista de una novela deprimente—, por más que intento seguirte el hilo lo único que escucho es puro bla, bla, bla. Saltea las partes depresivas y vayamos directo a lo importante ¿sí?
—¡A eso iba! ¡Por Dios! ¿No estabas muerto? ¿Qué tanto tiempo podría quitarte el escucharme? —En un movimiento sincronizado ambos pusieron sus ojos en blanco expresando así la indignación que sentían hacia el otro—. Como te decía, antes de que amablemente me interrumpieras. —Comenzó otra vez Yoongi—. Llegué a Seúl con muy pocas expectativas, pero créeme cuando te digo que fue mejor de lo que pensé. Estando en este nuevo lugar, el capitán me asignó a un compañero, su nombre es Park Jimin.
Los ojos de Jeong se entrecerraron ante la inesperada sonrisa que se plasmó en el rostro de Yoongi, quien a su mente evocó el recuerdo de su primer encuentro con Jimin.
Aquel disconforme detective de cabello azul que irrumpió en la oficina de su superior como un vendaval, reclamándole a ese pobre hombre el hecho de que se le fue asignado un compañero sin su consentimiento. Un hombre extraño a primera impresión, pero encantador a su manera.
¿Quién se había atrevido a imaginar que se encariñaría tanto con ese tipo? Ciertamente él no, pero ahora no podía ver algún momento de su cotidianeidad sin él.
—Park Jimin ¿eh? —mencionó sonriendo de lado—. Vamos Yoongi, deja de pensar en él tú solo, necesito mis detalles. —Impaciente como siempre, Jeong se sentó sobre sus rodillas sobre el plástico del asiento de la cabina, tal y como lo habría hecho un niño—. ¿Cómo es? ¿Es apuesto? ¿Te trata bien? Dime qué hace tu vida miserable.
El interés que mostraba por ese tal Park Jimin era sincero, él conocía a Yoongi en todas sus facetas, en especial aquella enamorada que recordaba tan bien. Verlo con sus mejillas a acaloradas por el sonrojo, y con sus ojos brillando como dos gemas, le hizo entender que Jimin, era mucho más que un simple compañero.
—¿Te acuerdas la promesa que tenía que hacerte? Si tengo que serte sincero, hubo un tiempo en donde creí que era una tontería el pensar que en algún momento volvería a enamorarme de alguien como lo hice de ti. Me negaba pensar mi futuro con otra persona, no me sentía preparado para dejar entrar a alguien más de esa forma tan significativa. Daba igual el tiempo que pasase, según yo, algo como eso no pasaría nunca. —Yoongi se detuvo para tomar un poco de aire antes de continuar—. Pero, contrario a todas mis creencias de ese entonces, sucedió. Jimin logró hacerme sentir una vez más todas aquel manojo de sentimientos que tuve contigo. No sé qué fue exactamente o cómo, lo único que puedo decirte es que un día al abrir los ojos, entendí que había pasado. Y aunque algo sin sentido, la culpa que sentí cuando lo comprendí, no fue por haberme enamorado otra vez, sino porque no me sentí culpable por hacerlo. Eso me hizo reflexionar mucho sobre qué es lo que realmente estaba pasando conmigo. —En esos momentos, estando solo ellos dos, Yoongi pudo abrirse de verdad con respecto a sus sentimientos, y eso sucedía porque había estado esperando por poder estar cara a cara con Jeong para dejarlo salir todo, porque quería ser sincero consigo mismo y con quien había sido su primer amor. Quería hacerle saber todas las travesías internas por las que tuvo que navegar para llegar a ese punto, por el respeto que le tenía, y por sobre todo por el cariño que seguía sintiendo. Jeong se merecía toda la honestidad que podía ofrecerle, porque sentía que así debía ser, no creía poder avanzar si no lo hacía de esa manera—. Y en esa reflexión, comprendí que no sentía justo avanzar si no podía hablar contigo. Quería ser yo mismo el que pudiera decirte que, volví a enamorarme, pero ¿cómo lo haría si no podía verte nunca más? ¿Cómo decirte que pude cumplir mi promesa si no sabía si me escucharías?
Yoongi levantó su mirada hacia él, esa llena de amor que cuando estaba vivo le hizo sentir miles de cosas hermosas en su estómago y corazón. Una mirada que supo, ahora le pertenecía a alguien más.
—Es un hecho que nunca dejaré de amarte, como también es un hecho que mi corazón siempre será tuyo, pero... también es un hecho de que me enamoré de él y quiero dar todo de mi para hacerlo feliz. Yo quiero...quiero estar a su lado todo lo que el tiempo me permita.
Jeong se levantó de su asiento y se acuclilló frente a Yoongi, contemplando cómo sus ojos negros derramaban gruesas lágrimas que se perdían en su barbilla. Confesar ciertas cosas fue duro, pensar que oírlas también debía serlo fue duro, y lo lamentaba, no quería dañar a Jeong con sus palabras, pero no podía esconderlo más, ya no.
—Y lo harás. —reafirmó Jeong—. Yoon, si en esta vida o en la siguiente hay alguien que merece toda la felicidad del mundo, ese eres tú. —dijo transmitiéndole con su sonrisa y palabras suaves que él estaba bien—. Ver y oír que te estás dando una segunda oportunidad, es el mejor regalo que me pudiste haber hecho. Siempre deseé tu felicidad. Conmigo o sin mí, era lo que pedía día y noche estando vivo. Tuve el privilegio de compartir parte de mi vida contigo, ahora es tiempo de que sigas y compartas la tuya con alguien más. —Sus manos se entrelazaron con fuerza con las del detective—. No tienes porqué sentir culpa por no sentirte culpable, me pone feliz que no sientas culpa por amar, eso es lo que quería para ti.
Fue luego de esas palabras que ellos compartieron un beso y un abrazo lleno de lágrimas por última vez, ambos sabían que esa era la despedida definitiva que estuvieron ansiando tener. Sin secretos, sin rencores, sin culpa, sin nada malo que pudiera extinguir el cariño que siempre se tendrían.
Eventualmente, la rueda de la fortuna fue deteniéndose, y una vez que lo hiciera, todo acabaría. Jung se iría a su descanso eterno y Yoongi regresaría a casa junto a Jimin.
—Espero no volver a verte hasta antes de los noventa y hablo muy en serio Min Yoongi —dijo Jeong tras haberse separado de todo contacto.
—No te preocupes, ya vi tu fea cara para un rato largo.
La rueda finalmente se detuvo por completo y fue inevitable que ambos sintieran miedo, pero estaba bien, ellos no tenían planeado volver a verse muy pronto. La puerta de la cabina se abrió deslizándose hacia un costado y la luz radiante del exterior no les permitió ver lo que había del otro lado.
—¿Qué dices Yoon? ¿Una última aventura juntos por los viejos tiempos?
—¿A dónde? —preguntó con una mueca, aunque la verdad era que tenía toda la intención de seguirlo a donde él dijera que debían ir.
Jeong estiró su mano para tomar la de Yoongi y así levantarlos de sus posiciones.
—A salvar el alma de Jung Hoseok.
Y sin más, él los impulsó a los dos hacia el exterior de la cabina en una última aventura juntos, en un último adiós.
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Nota9062024: Y así, con este lacrimógeno extra, hemos concluido el segundo libro de esta saga.
Muchas gracias a todos por esperar pacientemente a cada actualización, por su apoyo y por la linda interacción que generan en los comentarios, como ya lo expresé con anterioridad, cosas así me ponen muy feliz.
No tengo otras palabras que ofrecerles más que mis más profundos agradecimientos. Espero poder seguir brindándoles buenas historias por mucho tiempo más.
Me despido por el momento,
atte
E.P ⭐
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