Capítulo 5 🎇
Los detectives estaban comenzando a sentirse un poco frustrados, llevaban un rato muy largo recorriendo los desolados pasillos y no había señal alguna del bendito fantasma o de alguna otra presencia (viva o muerta).
—Espera —advirtió Jimin tomando a Yoongi por el brazo para que se detuviera—, esto está mal.
—Por favor dime que no te ha dado una revelación moral justo ahora.
—No, nada de eso ¿no lo notas? —preguntó viendo a su alrededor—. El instituto solo tiene cuatro pisos, y hemos estado aquí dentro por lo menos una hora y no hemos hallado el baño. Me temo que hemos estado recorriendo el mismo piso en todo este tiempo.
Yoongi bajó su cabeza y se pinchó el puente de su nariz con su índice y pulgar. Luego, y con labios apretados, Jimin vio como suspiraba profundamente y tiraba su cabeza hacia atrás. Su compañero estaba digiriendo la idea de que eso no era nada bueno para ellos.
—¿Qué tan malo es? —¿Quería saber? No ¿preguntó solo por necesidad de decir algo? Absolutamente.
—Bueno... es posible estemos atrapados en una ilusión, pero la pregunta es ¿por qué? El fantasma te dejó una pista ¿por qué impedir que lleguemos a ella a estas alturas?
—¿Me estás diciendo que estaremos encerrados aquí hasta que Casper el fantasma decida que nos podemos ir?
—Me temo que si —dijo Jimin frotándose la nariz.
—¿No hay nada que podamos hacer? —preguntó Yoongi no queriendo perder las esperanzas.
—Podría intentar invocar al espíritu, pero si es capaz de someter a todo el edificio en una ilusión, debe tener una carga espiritual bastante alta —dijo pensativo, hasta que una idea cruzó por su cabeza—, ven, sígueme.
Atrapando la manga del ligero suéter negro de Yoongi entre sus dedos, Jimin lo arrastró con él. El detective Min no rechistó ni objetó nada, dejó con confianza que los llevara hasta uno de los salones, el cual estaba completamente vacío, siendo decorado únicamente con cuatro largas filas de escritorios y sillas de madera.
Tomó uno y lo colocó al frente junto a dos sillas para que él y Yoongi pudieran sentarse, luego, procedió a sacar de su mochila lo que parecía ser un pedazo de tela negra con un símbolo en el centro, y junto a este, en cada punta, había un símbolo más pequeño.
Jimin le explicó que el símbolo del centro, servía para canalizar el poder espiritual del médium y conectarlo con el espíritu que deseaba hallar, como si fuese un GPS para fantasmas. Los símbolos más pequeños que eran para su protección, impedirían que el espíritu intentase evadirlo, o en el peor de los casos, poseerlo en el momento de la conexión.
Yoongi entendió lo que Jimin intentaría hacer, y aunque le pareció una completa locura, ninguno de los dos tenía otro plan que pudieran llevar a cabo.
—Bien, esto será un poco incómodo porque necesito que me ayudes. Fuiste el único que has visto al espíritu por lo que tienes una mejor imagen mental de ella. Necesito entrar a tu mente para poder verla y así poder encontrarla. Claro que, si no quieres, podemos buscar otra...
Yoongi levantó su cabeza de inmediato y se enfocó en Jimin.
—Está bien, puedes hacerlo —Le aseguró— ¿Qué tengo que hacer?
—Solo tienes que relajarte y dejar tu mente en blanco, del resto yo me encargo ¿Estás listo? —preguntó tras su breve explicación.
Si su compañero dudaba tan sólo un poco de aquel plan, Jimin lo dejaría y seguiría buscando otra alternativa, así le tomase todo el tiempo que estuvieran ahí dentro.
La cosa era que, Yoongi confiaba lo suficiente en Jimin como para permitirle hacerlo. Además, si su ayuda servía de algo, haría todo lo que él le pidiese que hiciera.
—Hazlo.
Ambos cerraron sus ojos y Yoongi fue capaz de escuchar con perfecta claridad el conjuro susurrado por la suave voz de Jimin. Sus hombros cayeron y su respiración se relajó al ritmo de los latidos de su corazón, dejándose llevar por el sedoso tono susurrante que lo invitaba a dejarse llevar por ella.
Sin embargo, la relajante sensación que lo embargaba de pies a cabeza, fue reemplazada por una súbita sensación de vértigo.
Cuando Jimin abrió sus ojos se encontró con un amplio e impoluto pasillo blanco, como si estuviese en el recibidor de algún hotel de lujo.
—¿Esto es en serio? —dijo Jimin sin creer del todo que la mente de Yoongi fuese así de pulcra y ordenada.
Las dos paredes que conformaban el estrecho pasillo, contaban con una sucesión de coloridas puertas con una placa de oro que indicaban las fechas en que esos recuerdos habían tenido lugar.
—Nueve de marzo de 1993 —susurró viendo la primera puerta, la puerta de "nacimiento" el origen de todo lo demás, esta era de color azul oscuro.
A Jimin no le sorprendió que estuviera la puerta de nacimiento allí, que las personas no recordasen de forma consciente el día que fueron concebidos o todos las cosas y momentos que giraban en torno a esa fecha, no quería decir que no tuvieran esas vivencias almacenadas en alguna parte.
Sin embargo, Jimin supuso que su trabajo ahí tomaría tiempo, si estaba en el inicio de la inconsciencia de Yoongi, tardaría más de 29 años de puertas encontrar la que estaba buscando.
—Mmm compañero —lo llamó en voz alta—, si bien es admirable lo que tienes aquí adentro ¿podrías hacerme el favor de evitarme la fatiga y pensar sólo en la imagen de la chica?
El cuerpo de Yoongi sufrió un espasmo, sobresaltado al ser consciente de que pudo oír la petición como si Jimin le estuviera hablando en su oído.
Esforzándose en hacer lo mejor, apretó sus ojos e intentó visualizar el momento exacto en el que vio a la chica del baño.
Jimin no se sorprendió cuando vio que todas las puertas junto al pasillo desaparecieron, dejando únicamente una frente a él, esta era bermellón y tenía la fecha de ese día grabada en la placa. Abriéndola de par en par, el detective Park pudo ver a Yoongi toparse con el espíritu, y tal y como le había dicho, ella no era Jihyun, si no alguien más. Un alma desconocida que le dejó un código en el espejo.
A kilómetros de distancia del GHS, encerrado en su habitación se encontraba GukYun, uno de los compañeros de Jihyun, quien estudiaba para sus próximos exámenes, y sería difícil para quien lo viera, no percibir la sonrisa cínica que estaba plasmada en su rostro.
—Tanto tiempo perdido cuando pude haber tomado tus apuntes desde un principio —dijo regodeándose de su "gran hazaña" con gran satisfacción.
GukYun era el presidente del grupo de economía y estadísticas de la GHS, un muchacho bastante sobresaliente y quien se encontraba en el octavo puesto de los cincuenta mejores.
Hijo de Lee KiJoon un reconocido e importante accionista de Gangnam y Han HeeSeo, quien era la cabeza de una cadena de hotelería de alto prestigio.
Una familia influyente si se quiere llamarla así, todos en ella eran perfectos o al menos eso parecían al ojo público. Pero la verdad era que de perfectos no tenían nada. Los señores Lee estaban en medio de un divorcio que trataban encubrir de la sociedad, y estaban enfrascados en una batalla legal por los bienes compartidos que le pertenecían a cada uno por estar legalmente casados. Y quizá eso no tendría importancia alguna si no hubiesen influido a su único hijo, a ser el número uno a cualquier costo.
En este caso, sería ganar todos sus puestos gracias a que se había dedicado a tomar el material de estudio de otros estudiantes para su propio beneficio. Él solo necesitaba decir unas cuantas palabras, para que a las pocas horas (si es que estaba de buen humor) se le entregara en un pendrive todo lo que necesario para ir escalando en la lista.
Los señores Lee sin saberlo o quizá sí, pero, ignorando deliberadamente ese hecho, habían creado un monstruo sin escrúpulos.
Un monstruo cuya tiranía estaba a punto de terminar para siempre.
Las luces de la habitación comenzaron a fallar hasta fundirse por completo. Pero Guk no le dio mucha importancia, después de todo, el material de estudio seguía guardado en los pendrives. Desconectó todo lo que se pudiera quemar y bajó a la cocina por algo de comer.
Como tantas otras noches, él estaba solo en casa mientras sus padres se dedicaban de lleno a sus trabajos. Su ausencia no le importaba, ya estaba acostumbrado a estar siempre solo, además, para él era un respiro, sus padres eran insufribles, si no se encontraban gritándose entre ellos por cualquier tontería descargaban todas sus frustraciones en él. Su secreto más grande era que tenía la pequeña ilusión de que si el divorcio se llevaba de forma exitosa, él podría pedir la emancipación e irse lo más lejos que pudiera de ellos.
Guk se encontraba tomando un vaso de leche cuando fue envuelto en un frío inexplicable. Por el cristal de la puerta corrediza divisó el reflejo de una sombra que pasó por detrás suyo subiendo a gran velocidad por las escaleras.
Se sobresaltó al pensar que alguien pudo meterse a la casa, pero eso no podía ser posible porque estaba protegida por los sistemas de seguridad más actuales del mercado. Nadie podría haber entrado sin que las alarmas no sonaran, luego recordó que no había luz.
—Voy a matarte quien quiera que seas —dijo en voz alta tomando un cuchillo de la mesada con la intención de dirigirse arriba donde los ruidos persistían— ¡Sal de donde quiera que estés! ¡realmente estás muerto si pensaste que podías entrar aquí sin alguna consecuencia! —gritó de pie en medio del corredor de la segunda planta.
Una risa resonó en la oscuridad como un eco, una risa que indicaba que se estaban burlando de él. Guk entendió que se trataba de una chica. Entonces, al ser consciente de eso, su línea de pensamientos cambió, pero para peor.
Los ruidos de cosas siendo arrojadas provenían de su habitación, así que, como era de imaginar, él no dudó a la hora de abrirse camino y abrir la puerta de manera precipitada con la idea de que, de esa forma, lograría atrapar a la pequeña intrusa con la guardia baja.
El color rosado que comúnmente distinguía a una persona saludable de otra que no, abandonó el rostro de Guk de un tirón, y junto con eso el pobre también debió sentir como su corazón se detuvo igual de rápido.
La habitación estaba hecha un desastre, como si hubiese sido victima de un tornado o un furioso huracán, hojas, pequeñas partículas de polvo y plumas de su almohada caían por el aire hasta aterrizar en el alfombrado suelo. Pero eso, no era lo que había causado su extrema palidez ni el gélido miedo que reptó por su espalda, no, nada de eso, más bien, fue la ausencia de la persona que juraba haber visto en la cocina y creyó que estaba ahí haciendo de las suyas.
La misma risa volvió a escucharse tan cerca suyo, que pensó que quien quiera que fuera estaba a sus espaldas, no obstante, cuando consiguió el valor suficiente para darse la vuelta, solo obtuvo la vista del desolado y oscuro corredor.
El miedo dentro suyo creció más y más de forma descontrolada, llevándolo a salir corriendo escaleras abajo para huir al hotel mas cercano que encontrarse y esperar ahí a que sus padres regresaran.
Fue cuando apenas apoyó la planta de su pie descalzo en el primer escalón que algo lo empujó con la fuerza suficiente para hacer que cayera rodando por las escaleras hasta golpearse contra la pared del descanso.
Su vista se nublaba a segundos por el golpe en su cabeza, y la risa que había estado escuchando cobró más intensidad, ya no pareciendo tan lejana y etérea.
Con una mano sujetando la parte superior de su frente, como si hacer eso le ayudase al ligero mareo que tenía, miró hacia arriba.
Lo que sus aterrados ojos fueron capaces de captar gracias a la ayuda de las luces de las calles que se filtraban tenuemente por la pequeña ventana del descanso, fue una oscura silueta observándolo de pie en el mismo escalón en el que estuvo él antes de caer.
Lento, tan lento como si le estuviera dando tiempo para que corriera por su vida, la misteriosa figura descendía por los escalones. Eso fue lo que Guk hizo, salir corriendo una vez más.
Pero si el de verdad pensó que todo sería así de sencillo, ja, que equivocado estaba. Las primeras lágrimas de la noche brotaron de sus desorbitados ojos cuando se dio cuenta de que cada punto de salida estaba cerrado de tal forma que ni siquiera él pudo ser capaz de abrir ninguno.
Con el pánico a flor de piel y con el sudor bañándolo de pies a cabeza, golpeó con desesperada insistencia la puerta de calle con la esperanza de que alguien pudiera oírlo y sacarlo de allí.
—¡¡AUXILIO, SÁQUENME DE AQUÍ!! ¡¡ALGUIEN, AYUDENME!! ¡¡MALDITA SEA, AUXILIO!!
《Grita todo lo que quieras GukYun, nadie puede escucharte.》
Dijeron con burla a su espalda. Guk se detuvo súbitamente con el corazón latiéndole dolorosamente en la garganta. En medio del miedo que lo tenía aturdido pudo reconocer esa voz.
Imposible, era imposible que ella estuviera allí.
《¿Cómo te sientes GukYun? ¿Asustado? ¿Tienes miedo?》
—Quien podría tenerle miedo a una pequeña zorra —escupió con desdén dándose la vuelta empuñando el cuchillo.
No había nadie, pero eso no fue impedimento para que algo, algo que él no pudo ver, lo arrojara por el aire hasta atravesar la cocina y caer de bruces al suelo.
《Has sido un niño muy malo GukYun, y debo castigarte.》
La voz no tenía cuerpo, eran palabras en la nada que lograban aterrarlo hasta un punto insoportable. De golpe el aire comenzó a escasear, causándole respiraciones cortas y superficiales que quemaban sus pulmones. Sentía tanto miedo que no era capaz de articular palabra.
Pronto, entre sus pantalones comenzó a escurrirse un líquido tibio producto de la incapacidad que tenía de controlar su propio cuerpo. Intentó moverse, hacer cualquier cosa que lo sacara de esa casa, pero todo movimiento era en vano porque era como si estuviera encadenado al suelo y con un gran peso sobre él.
El último sonido en vida de Lee GukYun fue un grito gutural y desgarrador empapado de pánico que nadie pudo escuchar.
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