🎇Capítulo 19🎇

—¿Es en serio? —cuestionó Yoongi con evidente decepción apoyando su frente contra la de Jimin.

No había otra cosa que Jimin pudiese querer en ese preciso momento más que besar a Yoongi, probar por fin esos pequeños y rosados labios que sonreían tan lindo para él, pero sentía que no podía, que no debía, no después de haber hablado con Hoseok.

—Lo sé, lo sé, pero es importante —alegó tomando un poco de distancia, no mucha de hecho, apenas la necesaria para mantener un mejor contacto visual.

Fue él esta vez quien acarició el rostro ajeno, sintiendo como era empujado hacia el suyo. Dios, Jimin de verdad sintió como su fuerza de voluntad estaba hecha una manteca derretida al sol.

—¿Y no puede esperar un poco más? —La voz de Yoongi salió débil y profunda.

Él estaba muy seguro de querer terminar lo que se empezó y era plenamente consciente de que Jimin quería lo mismo, los apretones que le estaba dando a su brazo libre eran una clara e irrefutable prueba de eso.

Por su lado, la cabeza de Jimin no estaba funcionando de forma correcta, porque era su cerebro quien el gritaba que hiciera caso a las palabras de Yoongi, que cerrara los ojos y que se entregara al deseado contacto, sin reservas ni restricciones.

—No me estás haciendo el trabajo más fácil. —Le reclamó Jimin en el mismo tono y una sonrisa temblorosa, con sus manos viajando hasta apretar con nervios la playera negra entre sus dedos.
Agarre que se intensificó cuando sintió claramente los constantes y desbocados latidos de su corazón.

El calor del ambiente embotó todos sus sentidos, desconectándolo de su propósito inicial, hablar con su compañero sobre los sueños que atormentaban a Hoseok, y de lo que había descubierto gracias a eso. Sin duda alguna, la cercanía con aquellos tersos y rosados labios, estaban siendo una terrible amenaza para su sentido común.

—Yoongi...—Se le escapó de sus labios en un jadeo—. Tenemos que detenernos.

Pidió suplicante, aferrándose a los cabellos de la nuca de Yoongi, acto contradictorio a sus pobres pensamientos. Debía y tenía que ser más fuerte que aquel deseo adolescente de besarlo. Tenía y debía, pero no podía, porque en esos momentos estaba completamente a merced de su compañero, quien no estaba mejor que él.

—Sólo uno, y te prometo que hablarás todo lo que quieras después. —Yoongi empujó su nariz contra la de Jimin en un gesto lleno de ternura.

Una mueca tomó lugar en el rostro de Jimin, que se sentía como esos típicos protagonistas adolescentes de telenovela que sufrían horrores ante la expectativa del primer beso. Escenas que exageraban lo simple del momento. Se trataba de un beso, por Dios santo, no era cosa de otro mundo, sin embargo, los escritores de estas novelas al igual que él en esos instantes, se empeñaban en hacer de ello algo más que extraordinario, casi mágico en un ambiente tenso y caliente.

Lo gracioso era que, según sus pensamientos, ese tipo de narrativa era lo que le quitaba credibilidad a la escena, porque la realidad era, que los primeros besos no ocurrían de esa forma, y Jimin sentía que podía ponerse a llorar porque para él, quien tenía esa opinión sobre el tema, era ridículo que, justo en esos instantes, Yoongi y él parecían protagonistas de su propia mala escena romántica, con puro y duro exceso de expectativas y tensión a su al rededor. Un último vistazo a los ojos de Yoongi, fue lo que necesitó él para ceder a sus irresponsables deseos que los consumía vivos.

Con sus ojos cerrados y sus cejas fruncidas cortó con toda distancia antes de que el sentido común tomara control sobre él.

Yoongi profirió un jadeo al sentir por fin el anhelado contacto de los labios de Jimin sobre los suyos, y se dejó llevar por él como si de un río se tratase. El contacto se daba de forma delicada y profunda, nada exagerado, nada frágil tampoco. Yoongi se atrevió a recorrer con la punta de sus dedos la espalda de Jimin, y sonrió en el beso cuando lo sintió apegarse más a su torso, lo cual aprovechó para levantarlo del suelo y recostarlo en el sillón encima suyo.

Una postura algo peligrosa teniendo en cuenta que ambos cuerpos se rozaban constantemente, pero eso, parecía estar en un plano bastante secundario a lo que ellos querían en esos momentos. Ninguno de los dos buscaba algo más que el íntimo contacto de sus bocas.

En busca de una posición más cómoda, Jimin se sentó llevando a Yoongi con él, afianzando así el agarre entre ambos.

Con la ilusión de que el tiempo estaba detenido, Yoongi no se privó de recorrer con caricias las curvas de su compañero, reconociendo así cada parte de su cuerpo de forma intima y cariñosa. Sin embargo, tal ilusión de eternidad se fue desvaneciendo cuando la quemazón en sus pulmones les advirtió que era momento de recobrar el aliento.

Jimin aprovechó eso y con toda su buena y frágil voluntad buscó sentarse, siendo seguido como un imán por el cuerpo ajeno.

—Wow, eso fue... intenso —dijo Jimin intentando recobrar el aliento—. Fue como volver a mis días de adolescente, espero haber besado mejor que en ese entonces.

La imagen que Yoongi recibió de Jimin apenas abrió sus ojos, fue simplemente maravillosa. Su radiante y sedoso cabello azul estaba alborotado, apuntando en todas las direcciones posibles, su rostro de mejillas abultadas estaba febril y ruborizado, sus ojos gris perla brillaban intensos, y sus labios, esos que ahora estaban rojos e irritados por su culpa, se extendían en una sonrisa de oreja a oreja.

<<Hermoso>>, pensó el detective Min con un profundo deseo de poder guardar tal imagen por siempre en su memoria.

—No sé como besaba el Jimin adolescente, pero el adulto no tiene nada de qué preocuparse —respondió en lo que acomodaba los rebeldes mechones. Sus palabras fueron bastante sencillas, pero igual de sinceras.

Sus propios labios sufrían de un sutil hormigueo, y rojos como estaban tiraron de las comisuras para componer una sonrisa que correspondía a la de Jimin.

—Puedo verlo, está escrito en toda tu cara ¿fue un buen viaje al paraíso? —Molestó Jimin tan suelto como de costumbre.

Lo fascinante de Park Jimin era que, a diferencia de los simples mundanos, él no había sucumbido a la histeria y el pánico una vez que la bruma del deseo desapareció. No hubo reclamos ni exclamaciones sobre que lo que habían hecho fue un error. Cosas con las que él, obviamente tampoco se sintió identificado alguna vez (nótese el sarcasmo).

Yoongi no contestó, en cambio, movido por la confianza suficiente, quiso retomar el contacto, pero esta vez, Jimin no volvería a dejar pasar la oportunidad de retomar lo que, con más lucidez, era a priori.

—Te juro que quiero continuar esto igual que tú, pero tienes que dejarme contarte que es lo que descubrí —habló Jimin en medio de pequeños besos que eran depositados en sus labios.

Pasadas la emoción y las expectativas que tuvieron sobre su primer beso, sus movimientos, el contacto y el roce de sus pieles, se volvieron más naturales, como se esperaba de su extraña relación.

—Tienes toda mi atención. —murmuró Yoongi frotando su nariz contra su mejilla.

Un gesto que a Jimin lo derritió por completo, maravillado por esa faceta mimosa de su compañero.

—Hablo en serio —protestó Jimin—, de verdad necesito que nos enfoquemos en esto.

Jimin tomó su rostro con cuidado, siendo las caricias proporcionadas con sus pulgares un acto dulce inevitable. Yoongi le sonrió, y él respondió a eso depositando un beso en su frente.

—De acuerdo, ya estoy enfocado ¿qué tienes que decirme?

Las facciones de Jimin se tornaron serias, atrás quedó la magia, dando paso a un nuevo problema el cual deberían enfrentar. Un suspiro y un breve silencio después, soltó la bomba;

—Puede que el alma de Jeong esté dentro del cuerpo de Hoseok.

Jimin temió haber sido demasiado directo, ambos seguían sentados uno frente al otro. Siendo él, el que recuperó su lugar en la alfombra, dejando a Yoongi todo el espacio que necesitara para poder procesar toda la información que le había soltado.

Lo primero fue contarle sobre la visita de Hoseok esa madrugada y lo que él le relató sobre sus sueños, de los cuales no recordaba nada al despertar, pero obteniendo a cambio dos nombres que flotaban etéreos y sin rumbo en su confusa mente. Jimin opinaba que eventualmente, Hoseok podría ir recordando esos sueños estando lúcido, pero hablando con la verdad, era un proceso que podía llevar semanas e incluso meses, y dudaba seriamente que ellos tuvieran todo ese tiempo.

Luego, prosiguió con las extrañas costumbres adquiridas desde que despertó del coma. Acciones que el Hoseok de antes no hubiese hecho nunca, teniendo como ejemplo el cambio de gustos a ciertos alimentos, como el té de jengibre de la otra vez. Y, como broche de oro, lo que él mismo había conseguido saber tras una exhaustiva investigación.

Como a Jimin se le había hecho muy extraño que Hoseok mencionara a Jeong, pensó en ello como algo clave que sería de utilidad a la hora de buscar en los antiguos libros y sí, efectivamente allí estaba. Sin embargo, lo que encontró se encontraba muy lejos de lo que realmente había esperado. Se trataba de un antiguo ritual llamado Jaeng Saeng, que literal, significaba renacimiento.

Como ritual, esta práctica toma el alma de un muerto reciente para introducirla en otro cuerpo, amarrándola con un candado espiritual, el de la mente y la memoria. Esto quiere decir, que el alma del difunto, al estar atrapada por este candado, pierde toda memoria de su vida anterior y conciencia propia, adquiriendo en cambio, incluso a la fuerza, la de su huésped, y en letras muy pequeñas, el Jaeng Saeng se explicaba como una práctica muy peligrosa, porque para llevarla a cabo, el alma del propio huésped debía estar al borde de la extinción.

Una regla de oro para ese tipo de rituales era que; dos almas jamás podían habitar un mismo cuerpo. Y no solo eso, quien llevaba a cabo el ritual, debía de hacer un constante mantenimiento y seguimiento de su Jae Tan Saeng o renacido, ya que, si no se mantiene el ritual activo, paulatinamente el alma del difundo comenzará a recordar, y una vez que eso suceda, y sea consciente de que en realidad ya está muerto, abandonará el cuerpo de su huésped de manera inmediata. Aunque, leyendo más a fondo, hubo gente que llevó el Jaeng Saeng a otro nivel. El encargado del ritual podía anclar esa alma al cuerpo con un lazo de sangre si era necesario.

Y sabiendo esto, a Jimin ya no se le hacía una coincidencia que Hoseok mencionara a Jeong, una persona que no había visto ni conocido en vida. Las cosas estaban claras como el agua, alguien había utilizado el Jaeng Saeng en Hoseok y Jeong. Y al ser Yoongi alguien importante para Jeong, fue suficiente el primer encuentro para que su alma original comenzara a despertar.

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