Parte 3
Una noche tormentosa, con los rayos iluminando intermitentemente mi desordenada habitación, el aire estaba cargado de tensión. De algo que ninguno de los dos sabía que carajos era… amor, obsesión o desesperación.
El de ojos verdes estaba de pie junto a mi cama, sin camiseta y de brazos cruzados, intentando controlar su respiración después de una intensa discusión.
Yo estaba sentado en el borde del colchón con una botella de whisky en la mano, observándolo como un depredador. Pero había algo más en mis ojos, una mezcla de deseo insaciable y miedo a perderlo.
—¿Por qué siempre me haces esto?— susurró Lucca, con la voz temblorosa. —Me arrastras, Tyler. Siempre lo haces.
—Porque no puedo dejarte ir— me levanté de golpe, mi cuerpo irradiando calor y peligro mientras me acercaba.
Dejé la botella en el suelo y atrapé al angelito contra la pared. —Eres lo único que hace que todo esto valga la pena.
Lucca intentó replicar, pero las palabras murieron en sus labios cuando lo besé.
No fue un beso dulce ni cuidadoso; fue intenso, desesperado, como si intentara marcarlo, hacerle entender que él es mío, de una vez por todas.
—Tyler... —Lucca jadeó, apartándose ligeramente, sus manos en mi pecho, como si intentara frenarme. —Esto está mal.
—Entonces dímelo. Mírame y dime que no quieres esto— lo desafié, mis labios rozando la piel de su cuello, mientras mis manos bajaban hasta su cintura, apretándolo con una intensidad que le robaba el aliento.
Lucca cerró los ojos, mordiéndose el labio. Debía detenerme, pero su cuerpo lo traicionaba.
Lo tenía atrapado, placer y destrucción. Siempre lo dejaba vacío, pero también queriendo más.
Sonreí al ver su resistencia quebrarse y lo cargue por los muslos, él enredó sus piernas en mi cintura y sus brazos alrededor de mi cuello. Nos sentamos en la cama, él sobre mí, comenzando a moverse condenadamente bien. Besé su cuello y mis dedos recorrían su espalda desnuda.
—Quiero que me mires con esos ojitos verdes mientras me chupas la polla, Lucca— hablé con voz grave sobre su piel.
Me miró y tragó saliva, sintiendo el calor subir por su rostro. Su corazón latía con fuerza mientras yo bajaba la cabeza, atrapando sus labios, esta vez con una suavidad inesperada. Me estaba disculpando por todo lo que le había hecho.
Y él cedió. Sabíamos que estaba mal, pero en ese momento, en esa tormenta de emociones y deseos, nada más importaba.
Sus manos temblorosas recorrieron mi cuerpo, mientras lo guiaba, llevándolo al borde de lo prohibido, donde nos consumíamos el uno al otro, en un caos perfecto.
La noche avanzó, y cada toque, cada susurro, se sintió como una despedida disfrazada de pasión.
Lucca sabía que este era el principio del fin, pero no pudo detenerse. Yo lo arrastré hacia el abismo, y él, como siempre, se dejó caer.
Rato después, me quedé dormido, y Lucca escapó de mis brazos.
Al despertar, supe que se había ido a una fiesta, al angelito le gustaba provocar.
Y consiguió lo peor de mí.
Lo seguí, incapaz de soportar la idea de que estuviera con alguien más. Cuando lo encontré besando a otro chico, perdí el control por completo.
Lo arrastré afuera, lejos de los ojos de los demás hacia un callejón desierto. La tormenta retumbaba sobre nuestras cabezas y los relámpagos iluminaban su maldito rostro angelical.
Lo empujé contra la pared y él me miraba desafiante.
—¿Qué demonios estabas haciendo ahí? —le grité, ardiendo en celos.
Una sonrisa juguetona apareció en sus labios, como si disfrutara mi reacción.
—¿Qué crees que estaba haciendo? —respondió, cargado de veneno —tal vez él sea lo mejor para mí, no me trata como una posesión— se inclinó más hacia mi y su aliento rozó mi rostro, cálido y exasperante —y tal vez me ame de verdad.
El comentario encendió aún más mi furia y lo sujeté con fuerza por la chaqueta.
—¿Eso es lo que quieres? ¿A alguien más? ¿Crees que te va a dar lo que yo te doy?
—No es tan difícil, ¿sabes? Él me trató como si realmente le importara y tú solo me consumes. Nunca fui tuyo.
Ese tonito me estaba por sacar de quicio.
—¡Eres mío!— le grité, apretándolo contra la pared. Mi voz se quebró, cargada de desesperación. —Siempre lo has sido, y siempre lo serás.
Lucca dejó escapar una risa amarga que me destrozó.
—Entonces demuéstralo. ¿Qué vas a hacer, amor?— su mano acarició mi mejilla con delicadeza.
Con un movimiento rápido, llevé mi mano a la cintura y saqué un cuchillo. La hoja brilló mientras mi mano temblaba al sostenerlo.
Lucca desvió la mirada hacia el objeto, sus ojos analizando cada uno de mis movimientos.
—No voy a permitir que me dejes— susurré sobre sus labios.
—¿Eso es lo que necesitas para retenerme? —su respiración cambió levemente, lo sentí tensarse—. ¿Vas a herirme, Tyler? ¿O a ti mismo?
Mi garganta se cerró ante sus palabras. No era eso lo que quería, tampoco perderlo. El cuchillo tembló en mi mano, y sentí el frío del metal recorriendo mi piel como un recordatorio de la locura que estaba cometiendo.
Le advertí que no me provocara. Él no se movió, ni siquiera intentó apartarse. Y lo que dijo después me descolocó, como burlándose de mí.
No me creía capaz.
—Hazlo, Tyler. Si tanto me amas, adelante.
Me quedé mirándolo, sintiendo cómo mi rabia y mi deseo se mezclaban en algo que no podía controlar. Lo besé con una intensidad salvaje, como si eso pudiera borrar todo lo que había dicho, como si pudiera reclamarlo una última vez.
Lucca me beso con igual intensidad, en un acto salvaje, jalaba los cabellos de mi nuca y entonces sentí como su mano bajó hacia el cuchillo.
Pero yo fui más rápido, en un movimiento brusco y decidido, lo hundí en su costado. Su jadeo resonó contra mis labios, su boca entreabierta, mientras el dolor reemplazaba al placer. Se tensó en mi brazos y sus manos se aferraron a mis hombros.
Susurró mi nombre con la voz entrecortada. Y saqué el cuchillo para volver a herirlo, esta vez más profundo.
Nunca deje de besarlo, incluso cuando la sangre caliente resbalaba por mi mano, marchando nuestras ropas. La lluvia fría comenzó a caer sobre nosotros, mezclándose con la sangre que se deslizaba.
Lo atrapé antes de que se desplomara, abrazándolo con fuerza mientras el peso de su cuerpo se hundía contra el mío. Mis piernas cedieron y lentamente caímos juntos al suelo.
Lo sostuve entre mis brazos y lloré besando su cabello. —Lo siento… lo siento tanto mi amor… —me miró por última vez, mientras aquellos ojos verdes se iban apagando lentamente.
La calma llegó, pero en un vacío mortal. Lo había perdido todo, y ahora estaba más solo y jodido que nunca.
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Hola!!! Gracias por leer esta historia. Les juro que todavía me siento mal por como terminó 😭😭 pero así de crudas son las consecuencias de la obsesión y las decisiones impulsivas que nos arrastran.
Tyler, consumido por los celos y su obsesión por retener lo único que lo hacía sentir vivo, cayó en un abismo del que no pudo salir. En su mente, el amor y la destrucción se confundían, incapaz de distinguir entre lo que deseaba y lo que temía perder.
Lucca al ser tan joven, ya manipulaba y desafiaba a Tyler, buscando escapar del caos y entender sus sentimientos. En su corazón había amor y deseo de libertad, pero esa lucha los destruyó a ambos.
Si conocen a alguien atrapado en una relación similar, recuerden que no está bien quedarse callados. El amor no tiene que doler, ni ser una batalla constante ni una posesión. Es importante ofrecer apoyo a quienes se están ahogando en esas situaciones.
Hay epílogo 👀😊
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