Pasado
Estaba recostado en el sillón, viendo al techo. Por alguna razón se encontraba muy pensativo, podría decirse que algo triste. Nunca pensó que ella lo juzgaría como los demás lo hacían, pero estaba equivocado. Parte de él quería ir a verla, él sabía que ella se sentía arrepentida, o al menos parecía cuando él salió de allí.
Silver se levantó del sillón en donde estaba y vio la puerta de aquella habitación; intentó caminar hacia ésta deteniéndose a los pocos pasos dando media vuelta, arrepentido. Se armó de valor nuevamente y repitió la primera acción, pero siempre la duda lo hacía regresar al punto de partida. Silver suspiró pesadamente viendo de nuevo aquella puerta. Entendía que aceptar a alguien que mataba a gente inocente sólo porque no conocía otro estilo de vida no era algo fácil ¿Pero qué más podía hacer él? No sabía hacer otra cosa.
Observó la puerta de madera desgastada y asintió con la cabeza. Realmente quería saber qué tenía por decir, después de todo, para ese momento Blaze se había convertido en lo más cercano que tenía a una amiga normal.
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Estaba sentada en aquel colchón aún pensando en lo sucedido aquella tarde; sus palabras se habían marcado en ella como el fuego mismo –"...Eres como los demás"– recordó. Blaze no era como los demás, era como muchas otras cosas, pero no como los demás. Ese comentario le había molestado en cierto punto, ¿Qué esperaba él de ella?, ¿Apoyo? Que le dijera que todo estaba bien, que no era tan grave matar a gente inocente sólo porque tuvo una vida dura. Suspiró molesta, si él buscaba eso de ella había escogido a la gata equivocada.
Blaze observó de nuevo esos brazaletes que llevaba en ambas muñecas nuevamente. Si ella pudiera quitárselos la pelea estaría pareja; aunque debía de admitir que no haber causado ningún incendio en esos últimos días había sido algo que nunca había experimentado, algo positivo.
–Si tan sólo pudiera quitarme esto– habló desganada. Revisó aquellos brazaletes y notó que había un pequeño orificio en cada uno de ellos. –...Una llave– descubrió de pronto. Blaze escuchó la puerta abrirse y vio entrar al erizo plateado –"Él debe de tenerla"– pensó.
Los ojos dorados de él se clavaron en los ojos miel de ella, parecía que estaba esperando algo por parte de ella. Ella siguió en silencio, tenía cosas mejores que hacer que andar descifrando qué esperaba él exactamente de ella. Lo vio de pies a cabeza, buscando lugares en los cuales él pudiera tener aquella llave, o algo parecido a eso. Tenía puesta una playera blanca algo ceñida con una línea de color aqua que empezaba desde la parte inferior y terminaba hasta el medio formando un círculo del mismo color, muy parecido al diseño de sus guantes; un pantalón de color gris holgado con varios bolsillos en él y unas botas. Pero ninguna llave que se pudiera apreciar a simple vista.
Silver notó que lo observaba minuciosamente, como si lo estuviera inspeccionando.
No entendía qué era lo que ella estaba haciendo, o mejor dicho, buscando.
–¿Qué es lo que buscas?– preguntó seriamente. Ella pareció sorprenderse por la pregunta, permaneciendo en silencio. –Escucha, yo...– intentó decir él.
Sus palabras fueron cortadas al escuchar un sonido extraño en el comedor del lugar. Silver dirigió su mirada al pasillo a sus espaldas pues no había cerrado la puerta al entrar a la recámara –"Seguramente se cayó algo de los estantes"– pensó sin darle más importancia al asunto. Regresó su mirada a donde estaba Blaze, pero al hacerlo no estaba frente a él, algo que lo dejó desconcertado. Silver escuchó la puerta cerrarse detrás de sí, y al hacerlo corrió inmediatamente hacia donde estaba ésta.
–Lo siento Silver...- escuchó del otro lado.
–¡Blaze, abre la puerta!– gritó.
–Lo siento, pero no pienso quedarme en este maldito lugar. Adiós.
–No, espera ¡Blaze!
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Llamó a una ambulancia lo más rápido posible, Espio ya no respondía al sonido de su voz y la hemorragia de su brazo se estaba saliendo de control, sin contar que él tampoco estaba muy bien.
–¡Knuckles!– escuchó desde los cielos. Subió la mirada y vio a Rouge bajando con Vector, quien se encontraba por mucho, peor que él y Espio juntos.
–¡¿Rouge qué pasó?!
–El erizo azul le hizo esto a Vector. Si no se le atiende pronto no sobrevivirá.
–¿Dónde está Amy?
–Se quedó con el erizo azul.
–¡Qué!
Knuckles vio hacia la dirección de donde había venido Rouge, de la cual pronto se escucharon varios disparos. –¡Amy!– gritó al ver a las aves salir volando de la copas de los árboles –Rouge, espera aquí la ambulancia, yo iré por Amy– ordenó para correr después hacia el lugar de los disparos.
Knuckles corrió tanto como su herida se lo permitió, y al llegar vio al erizo azul enfrente de Amy desarmando el arma que ella tenía. –¡Amy!– gritó corriendo más rápido. La eriza rosa lo volteó a ver al reconocer su voz, pero antes de que Knuckles pudiera llegar al lugar, el erizo azul la cargó en sus brazos y se la llevó corriendo a la velocidad del sonido.
–...No– murmuró viendo el rayo azul desvanecerse –¡Amy!
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–Tráela a las instalaciones Shadow– escuchó decir ella del hombre en la pantalla.
–¡¿Qué?!– dijo exaltado.
–Ya me escuchaste. Usa lo que te di para traerla... por seguridad.
–Bien– accedió de mala gana.
Dalia lo miraba sin entender a qué se refería aquel hombre con bigote. El erizo negro guardó el comunicador y regresó por su gabardina que se encontraba en el suelo, colocándosela nuevamente para caminar de regreso a donde estaba ella. Shadow la tomó del brazo fuertemente sin decir nada haciéndola forcejear en un intento de librarse de él.
–¡¿Qué haces?!– gritó al notar el atrevimiento del erizo quien únicamente sacó una esmeralda de color verde.
–¡Control Caos!– gritó para que una luz brillante la cegara haciendo que cerrara sus ojos por el destello.
Llegaron a una oficina muy amplia, en donde al fondo de ésta se encontraba el Doctor Eggman sentando de espaldas. Shadow soltó bruscamente a la gata de pelaje gris y caminó con respeto hacia donde estaba él. –Aquí está– dijo con un tono de voz serio. Eggman se dio la vuelta y vio fijamente a la gata enfrente de él, quien parecía estar confundida por lo que acaba de suceder.
–Muy bien Shadow, ya puedes irte.
–¿Irme?– repitió confundido.
–Espera afuera, cuando sea necesario te llamaré.
Asintió con la cabeza y salió de allí. La gata se acercó al escritorio de aquel hombre y se sentó en una de las sillas que se encontraban enfrente de él, muy cómodamente.
–Por fin tengo la oportunidad de hablarte... La famosa Black Dalia.
–Veo que sabe mi nombre profesional– dijo con una sonrisa.
–Claro que sí. ¿Quién más deja una tarjeta con una dalia negra en ella en cada ultraje que comete?
–¿Qué le puedo decir? Me gusta el riesgo.
–Eso veo– dijo con una sonrisa. –Sabes, te he puesto la mirada encima desde hace mucho tiempo, se podría decir que sé mucho de ti.
–¿En serio? impresióneme- retó ella.
Dalia era una ladrona muy conocida. Era una de las más buscadas, junto con una murciélaga que vestía como ninja en cada robo que ocasionaba. A diferencia de ella, Dalia no tenía miedo de que la encontraran, o que supiera quién era ella; confiaba plenamente en sus habilidades y siempre lograba escapar o burlar a la ley.
–Perteneciste a una de las más famosas bandas de ladrones en Extreme Gear del país, los abandonaste y...
–Sí, sí, sí, noticia antigua– interrumpió ella –Si piensa impresionarme, seguramente no está...
–Huiste de casa cuando tenías doce años por problemas con tus padres, a los cuales nunca más volviste a ver– interrumpió con descaro. –Posees una personalidad explosiva y desconfiada en una manera de enmascarar las carencias que tuviste durante toda tu infancia.
Por primera vez aquella expresión de tranquilidad y desinterés que ella tenía había cambiado a una de verdadera sorpresa. Esa información era de su vida privada, nadie lo sabía a excepción de ella.
–Gran cosa– dijo molesta.
–No tienes de qué avergonzarte, muchos jóvenes sufren de maltrato domestico.
–¡Su punto es!– gritó molesta parándose de su asiento y poniendo ambas manos sobre el escritorio.
–Esto es para comprobarte niña, que sé más de lo que imaginas.
–Bien, ya entendí. ¿Qué quiere de mí?– preguntó Dalia con fastidio.
–Sé que trabajas ahora para la policía en busca de una chica ¿Estoy en lo correcto?
–Sí ¿y?- contestó pesadamente.
Él había tocado un tema muy sensible, algo que ella quería olvidar. Estaba realmente molesta, o tal vez, sólo descargaba esa frustración en él; fuera como fuera, ella no estaba contenta.
–No te molestes, no es mi intención.
–Muy tarde para eso.
–Bien, dejaré los rodeos. Quiero que te unas a mi equipo.
–¿Por qué?
–Tengo a los tres mejores asesinos de todo el país, cada uno especializado en diferentes áreas. Un telépata, especializado en destrucción de armas, un corredor, especializado en la distracción y destrucción de bases, y un asesino, especializado en armas y en treinta y tres técnicas diferentes de matar a alguien. Yo soy el cerebro detrás de todo. Como verás necesito de alguien especializado en infiltración y robo.
–¿Y por qué yo?
–Había otra candidata en mente, pero ella me traicionó una vez por salvar a un policía. Yo necesito a alguien que sólo le importe una cosa
–Y eso es...
–Ella misma y lo que ganará al hacer su trabajo.
Ella sonrió amenamente ante el halago. –Entonces ha encontrado a la chica indicada.
–Lo sé.
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Esperó afuera de la puerta, recostado en la pared, sólo esperando a que él llamara. Vio su reloj y notó que ya pasaba de la media noche, aún tenía que volver a vigilar a aquella presa, de la cual aún no sabía si se había mando la nota de rescate o lo que Eggman fuera a mandarle a la familia.
–¡Shadow!– escuchó adentro de la oficina. Entró al lugar y vio a la gata parada con una gran sonrisa
–Hola compañero– dijo extendiendo una mano hacia él. Shadow la vio con prepotencia sin responderle.
–¿Qué quiere que haga?– preguntó viendo al Doctor.
–Llévatela a donde la encontraste, tenemos un nuevo miembro en el equipo.
Shadow asintió con la cabeza sacando la esmeralda caos que traía consigo. Se acercó a ella y la tomó del brazo nuevamente.
–¿Qué? ¿No salgo por la puerta principal?– preguntó ella.
–Aún no. Demuestra tú lealtad y lo harás– dijo Eggman –Ten tu comunicador, cuando te necesite te llamaré.
Ella asintió con la cabeza, y cómo había llegado salió de allí, en un destello de luz. Apareció en el parque, donde había sido la batalla con el erizo negro, quien por cierto se estaba yendo.
–¡¿A dónde vas?!– gritó ella al verlo alejarse.
–Eso no te incumbe– respondió con seriedad.
Dalia resopló molesta haciendo que su flequillo se elevara un poco. Shadow terminó por irse, o al menos ella ya no lo veía. Dalia corrió hacia donde deberían de estar Knuckles y lo demás, pero no vio nada, sólo sangre seca en el suelo. –"Ya se fueron"– pensó. Buscó su Extreme Gear, el cual había dejado ocultó detrás de unos arbustos; lo tomó y saltó sobre él saliendo así a toda velocidad de allí.
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Corría a toda velocidad por toda la ciudad, con la eriza rosa aún en sus manos.
–¡Suéltame de una vez por todas!– gritó Amy golpeando el pecho del erizo azul.
–Lo siento, pero me atrapaste, y lo digo de forma literal– dijo enseñándole la esposa en su muñeca.
Amy no quería soltarlo, pero no le servía de nada tenerlo esposado si ella parecía su rehén y no al revés. Tomó la llave que estaba en su bolsillo e hizo que las esposas se abrieran. El erizo azul al notar eso hizo una expresión divertida y corrió aún más rápido.
–¡¿Qué haces?!– gritó ella aferrándose a su secuestrador –¡Suéltame de una buena vez!– comandó.
–Como desees.
Sonic paró en la orilla de un rascacielos y soltó a la eriza rosa al vacío, que al ver las pequeñas luces que se movían debajo de ella dio un grito de horror. Sonic la vio caer lentamente, sonriendo confiando y luego de esperar unos cuantos segundos, correr edificio abajo hasta llegar a la calle principal tomando a la eriza justo antes de impactar en ésta, totalmente ilesa.
–¡¿Qué demonios crees que haces?!– gritó pataleando y forcejeando para que la soltara.
El erizo azul corrió nuevamente arriba de aquel rascacielos y de nuevo se paró en la orilla del mismo –¿Quieres que te suelte de nuevo?– preguntó con una sonrisa. Amy se aferró de su cuello como si su vida dependiera de ello, y tal vez lo hacía; no había experimentando tanto miedo en toda su vida como cuando vio el pavimento tan cerca de su rostro hace unos segundos atrás
–¡NO!– gritó aferrándose con fuerza a su opresor. Él rió por lo bajo, liberándola por fin.
–Eres alguien muy divertida– dijo el erizo azul viéndola fijamente.
–¡Eres un maldito desgraciado!– gritó molesta.
–No te alteres, no te dejaría caer al suelo; si eso pasara, ya no sería divertido.
–¡¿Divertido?! ¡¿Cómo eso puede parecerte divertido?!
–No te estreses, o terminarás como una anciana arrugada y amargada a los treinta.
–Pues para tu información, no todo es diversión, existen problemas reales y....
–Mírales el lado divertido, de lo contrario la vida sería muy deprimente ¿No te parece?– interrumpió.
–¡¿Y tú qué sabes de depresiones?!- gritó ella ya muy molesta, haciendo que esa sonrisa se borrara de su rostro.
–Más de lo que me gustaría- respondió él desinteresado.
–¿Eh?
–Oye, dime algo– habló el erizo azul parándose en la orilla de aquel edificio –¿Cómo es que tú sabes mi nombre y yo no sé el tuyo?– preguntó caminando en el bordillo.
–¿Quieres saber mi nombre?
–Obvio ¿Cómo puedo llamarte si no sé tu nombre?
Amy se quedó callada. Para poder tratar a alguien como él y conseguir lo que quería, debería de jugar con sus reglas, y eso exactamente lo que haría.
–Te propongo un juego– dijo ella divertida.
–¿Un juego?- repitió mientras caminaba por la orilla del edificio –¡Eso suena divertido!
–Bien, yo te hago una pregunta y me respondes a ésta, y luego tú haces lo mismo ¿Te parece?
–Mmm... De acuerdo, pero con una condición.
–¿Una condición? ¿Cuál?– preguntó dudosa.
–No me preguntarás nada sobre tu caso actual.
–¿Mi caso actual?– repitió hasta que entendió a qué se refería –"El secuestro"– pensó –De acuerdo.
–¡Bien!- dijo Sonic divertido –Empieza tú.
–De acuerdo... ¿Cuántos asesinatos has cometido?
–Demasiados para ser contados. Me toca. ¿Cuál es tu nombre?
–Amy– respondió frunciendo el ceño, pues no estaba consiguiendo nada útil –Mi turno. ¿Desde cuándo haces esto?
–Déjame ver– dijo Sonic con una expresión pensativa. –Desde hace siete u ocho años. Me toca. ¿Tienes novio?
–No... Mi turno. Eso quiere decir que no tenías más de doce o trece años cuando empezaste y si es así, mi pregunta es ¿Por qué? ¿Por qué haces esto?
Por primera vez vio cómo esa expresión divertida cambiaba a una más seria. Sonic le desvió la mirada para observar el cielo, en donde las estrellas ya empezaban a desvanecerse por la llegada del sol.
–Porque... perdí a toda mi familia– respondió apenas audible.
–¿Tu familia?– repitió Amy con una expresión de tristeza en su mirar.
–Bien, es mi turno– dijo regresando a su actitud divertida –¿Dónde trabajas?
–¡No pienso decirte eso!
–Entonces el juego terminó. Lo siento Amy, pero debo de irme; pero ten por seguro que nos veremos pronto– dijo de manera muy galán –Hasta nuestro siguiente encuentro.
Se despidió con un ademán de mano y salió corriendo de aquel edificio con gran prisa. A Amy no le pareció que él no quisiera seguir "jugando", más bien parecía que el tema que ella había tocado no le había agradado y por eso terminó el juego. Dio un suspiro y vio el amanecer llegando, borrando así, toda estrella del firmamento. Amy observaba cómo los autos, que parecían hormigas de donde ella estaba, empezaban a transitar
–¡Un momento! ¿Cómo bajaré de aquí?– dijo viendo hacia los lados
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Llegó por fin a aquel apartamento. Necesitaba descansar un poco, ya no quería más sorpresas. Había tenido que enfrentar un camaleón, un equidna y una gata en el mismo día, no estaba de buen humor; había perdido una de sus armas, una enemiga se había aliado a su "equipo" y por si fuera poco, tenía lastimada la mano por el Shuriken de aquel camaleón.
Shadow entró a aquella casa con sigilo y se fue directamente a donde estaban las vendas y otras cosas para curar, las cosas Silver había usado para ayudar a la presa; eso lo hizo molestar aún más. Buscó aquella caja y al encontrarla botó un recipiente de vidrio por accidente, haciendo un ruido escandaloso por todo el lugar, al cual no le tomó importancia. Shadow tomó un poco de alcohol, lo echó encima de la herida haciendo una expresión de dolor al sentir el alcohol tocar la herida abierta. Tomó una venda de la caja de medicamentos improvisados y la enrolló encima de su mano para vendar la herida.
Salió de la sala listo para descansar encima del sillón cuando vio a la gata lila corriendo por el pasillo yendo justo hacia donde estaba él. –No, espera ¡Blaze!– escuchó la voz de Silver adentro de la habitación donde ella debería estar. La gata paró al ver al erizo negro parado enfrente de la puerta principal con una expresión de susto y sorpresa. Sacó su pistola de su cinturón y la vio con una mirada fría y dura, había escogido el peor día para molestarlo.
–Estás muerta...– dijo el erizo negro apuntando hacia ella.
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