Capítulo 4: Miedos Silenciosos


Newt dispersó con sus dedos cualquier mínimo vestigio lacrimoso que se agitara entre sus parpados; esparciendo consigo el olor a cenizas y nicotina sobre su piel, una conducta que solía practicar inmediatamente fumaba y que luego de años, todavía le era imposible de eliminar.

—Riverside...si—Determinó el joven sin más rodeos, haciendo girar la llave en la hendidura del vehículo. El motor con escaso mantenimiento, crujió para enseguida ponerse en marcha.

La idea de cerrar los ojos y conciliar algo de sueño prevaleció ante el hecho previsible de que el dolor punzante que le aguardaba en la oscuridad sin revelar de su mente, volvería siempre acompañando a los breves y vividos recuerdos de su infancia.

Pese a que deseaba comprender los vacíos de su pasado, debía tomárselo con calma. Su cabeza aun palpitaba por el episodio reciente, lo que le llevó a concluir que la resaca que dejaban solo iría a peor. Si quería mantenerse cuerdo y funcional, era casi una obligación reposar entre reminiscencias.

En definitiva si algo estaba claro, es que el mismo Silent Hill parecía ensañado en destapar los puntos inconclusos de su historia; atándolos en una oxidada cadena que le facilitaría sobrellevar su futuro encuentro con Thomas.

"Ese pueblo es algo de lo que recomendaría mantenerse alejado"

La advertencia hecha por el camionero se alzó sin aviso. Travis no aparentaba ser una mala persona, al menos eso intuyó de lo poco que pudo conocerlo; y siendo honesto, si alguien cualquiera le preguntará un buen lugar para pasar sus vacaciones, su lugar natal sería lo último que recomendaría.

—Aun no sé del todo porque, pero así es—Desvarió el rubio—Te hallaré y saldremos de aquí, Tommy...como prometimos.

Con la decisión tomada, presionó el pedal del acelerador y avanzó por el horizonte de casas y edificios nebulosos. La avenida Midway era lo suficientemente amplia como para albergar más de un local comercial, todos los cuáles lucían la misma deplorable y dejada apariencia. Incuestionablemente sus respectivos propietarios no habían abierto desde hacia tiempo, aunque con la cantidad de transeúntes que recorrían las calles, no le era incoherente.

El rubio vislumbró la intersección con Crichton Street e instintivamente viró el volante del auto en el sentido contrario a las manecillas del reloj. La blancura se hizo súbitamente tan envolvente que apenas podía distinguir objetos a un metro de distancia.

— ¿Pero qué...

A sus años de experiencia como conductor particular, les debió el que su pie izquierdo hundiera a tiempo el freno del desgastado Renault Twingo, evitando a duras penas que el automotor plateado desapareciera en las profundidades del inmenso precipicio, que insospechadamente surgió de entre la niebla, cortando bruscamente la carretera por la mitad.

— ¡Hijo de!—Exclamó entrecortadamente Newt, aferrándose al mando con las uñas.

La fuerza de reacción consecuencia de la impetuosa frenada, hizo que su cuerpo fuese empujado hacia adelante y luego hacia atrás, por obra del cinturón de seguridad entrelazado en su pecho. La parte trasera de su cráneo chocó contra la almohadilla del asiento con tan violenta inercia que el rubio perdió el conocimiento por breves segundos.

Lo primero que hizo el ingles al recobrar el sentido, fue alcanzar con sus dedillos la bolsa de compras, para a continuación cotejar que su cuerpo no presentará lesión al menos visible. Y no obstante a que repentinas nauseas se encumbraron desde la base de su estomago, mantuvo el mínimo autocontrol suficiente para sortear vomitar allí mismo.

Sus parpados se agitaron compulsivamente al avistar como su alrededor comenzaba a inclinarse por sí solo; el entumecimiento se transformó en pánico al ver como el parachoques delantero ya se escapaba de su campo de visión y el capo del carro le seguía, disipándose en aquel lóbrego agujero.

Involuntariamente echó su anatomía para atrás, pegándose lo más que pudo al sillón. El sentido de supervivencia actuó sin deliberar; tironeó el broche del cinturón hasta desatarlo y antes de que su cuerpo cayera por su propio peso, dada la verticalidad en aumento del reducido espacio, apoyó ambas piernas en el volante. Con su única mano libre anuló el seguro de la puerta del piloto y la abrió arrojándose fuera del vehículo; con escasas milésimas de ventaja antes de que el automóvil se desplomara del todo en el barranco de cemento.

Pero el peligro aun no había terminado.

Desesperadamente las yemas de sus dedos buscaron algo firme a lo que aferrarse, para así vencer a la cruda gravedad que le tiraba connaturalmente hacía abajo. Sus codos y antebrazos se arrastraban sobre las diminutas y hoscas piedras inestables del borde; dejando ineludiblemente a sus piernas zarandearse en la boca de la fosa.

— ¡Por favor!—Gimoteó el rubio con las fuerzas abandonándole— ¡Ayuda!

Su mano izquierda finalmente dio con un macizo tubo metálico, al cual se asió como si su vida dependiera de ello, lo cual efectivamente era verdad. Acompañado de un sonoro grito, Newt le exigió a sus poco musculosos brazos y piernas, trepar arrebatadamente el asfalto desquebrajado, que pese al ardor de su carne raspándose con la áspera superficie, le salvó la vida.

Lo último en ponerse a salvo fueron sus botines caobas, ahora gozando de amplias marcas desgajadas por la desenfrenada escalada. Con el mismo impulso rodó un buen trecho hasta creer estar fuera de riesgo, no obstante sus problemas no hacían más que empezar.

El abdomen del ingles comenzó a sacudirse en ruidosos jadeos; sus pulmones clamaban por recobrar todo el oxigeno quemado, la adrenalina descendió por los suelos mientras los nervios que recubrían la tersa dermis de sus palmas, avivaron sangrantes en horrible sufrimiento. Su espalda arqueada se agitaba contra el suelo frío, las gotas de sudor resbalaban una tras otra desde sus sienes, circulando por su nuca y serpenteando en su piel con cada entorpecida espiración.

El pavor le invadió frente al hecho de sus vías respiratorias colapsando y la asfixia rompiendo uno a uno los vasos sanguíneos que conformaban blancas escleras de sus ojos. En cuestión de nada el rostro del londinense se retorcía hinchado y sonrojado como nunca antes, mientras el duelo le forzaba a masajearse desmesuradamente la tráquea, aun sin aire que entrara en su agonizante cuerpo.

"No puedo...no puedo respirar". Divagaba desesperado el rubio, con finas fluentes saladas descendiendo apacibles por sus mejillas coloradas.

La vista de Newt se le nubló sumido en ese silencio sin final; y cuando sus 4 extremidades cayeron como peso muerto, llegó a la inevitable conclusión de que moriría allí, quebradizo y débil como un niño herido, solo en las relegadas entrañas de Silent Hill.

"Si puedes...vamos, repite conmigo".

Físicamente parecía que el ingles miraba desfallecido el cielo gris, sin embargo su conciencia fue remolcada sin resistencia por la entrañable remembranza de aquella voz.



—5...4...3...2...1—Murmuró el azabache, sujetando con delicadez ambas de sus muñecas—Por favor repite conmigo, Newtie.

—No...no puedo—Lloró el blondo hiperventilando por el ataque de pánico—Duele...duele mucho— Gimoteó con su tobillo derecho palpitando gravemente doliente.

Siempre pensó que los ocasionales porrazos de su padre eran lo peor, sin embargo el dolor electrizante que se propagaba desde el bulto morado en su pierna, ocasionado por el escabroso tropezón contra la raíz de aquel árbol, no tenía comparación.

—Mírame—Pidió el azabache apaciblemente—Todo va a estar bien, Newt—Coreó con seguridad—Se que duele, pero concéntrate en mi voz...vas a estar bien—Thomas se quitó uno de sus zapatos y estirando la calceta, la uso para envolver la lesión de manera que por lo menos el líquido escarlata redujera su flujo—Repite conmigo, 5...

—No...no—Tartamudeó el mayor con las mejillas salpicadas por la traspiración y las lagrimas.

Maldito el momento en que aceptó no hacer los deberes y salir a escondidas de casa, explorar el frondoso y tupido bosque que comunicaba el Viejo Silent Hill con el Lake Side Amusement Park luego de ya puesto el ocaso. Desde un principio sabía que no era buena idea, tenían poco tiempo e irían con prisas, cosa que evidentemente propiciaba desde un inicio accidentes como ese.

Sin embargo como era habitual, siendo Thomas el que se lo pedía era incapaz de rehusarse.

Ahora debería volver a su hogar con el peroné posiblemente fracturado, aguantarse los reclamos y reprimendas de su padre; el llanto pesaroso de su madre. Las secuelas emocionales e intrafamiliares que enfrentaría al volver, le asustaban casi en igual medida a la idea de tener que apoyar el pie de nuevo en el suelo, tal y como le instaba Thomas.

—Si puedes—Retomó con calidez su mejor amigo, fácilmente comprendiendo el colapso mental del muchacho—Te recargaras en mi y caminaremos hasta llegar al camino Bachman; allí pediremos al primer auto que pase que nos acerque rápidamente al Hospital Alchemilla—Explicó el chico—Mi mama es enfermera allí, y conoce bien al Doctor Kaufman—Trató de tranquilizarlo—Es un tipo extraño a veces, pero en el pasado nos ha atendido bien. Él nos ayudará y te arreglarán en un instante.

—Si mi madre—Desvarió Newt atemorizado—Si ella me ve así...

— ¡¿Y eso qué?! —Soltó molesto Thomas.

El abrupto cambio de actitud del chico dejó inmóvil al rubio, quien cesó de sorber por la nariz y tragó en seco sin despegar su mirar de los cristales cafés del contrario.

—Lo siento—Se disculpó de inmediato Thomas—Es...es solo que no me importa eso—Prosiguió el menor recobrando el sosiego por el bien de su amigo—O lo que vayan a opinar los vecinos o en la escuela—Expuso—Me interesas tu—Declaró con una fortaleza singular, tratándose de un crío de apenas 10 años de edad—Que vuelvas a casa a salvo con las personas que se preocupan por ti...Lizzy y la señora Sangster.

Newt agachó la frente en un gesto de nerviosismo—Yo no soy tan fuerte como tu—Confesó avergonzado—Odio causarle problemas a las personas...a ti.

—Tu madre te ama, nunca dudará en cuidar de ti—Musitó el azabache—Ella jamás estará sola, sé que de ser necesario mis padres encontrarán la forma de apoyarlos—Continuó—Sé que la señora Sangster te quiere más que a nada en este mundo.

—¿Cómo estás tan seguro?...

—Confía en mí—Aseguró el azabache, enseguida desviando la mirada—Sé cómo se siente hacerlo.

El miedo a decepcionar persistía, la irritante molestia física solo iba acrecentándose; empero Newt se rehusó a sollozar nuevamente frente a Thomas; por el contrario lo abrazó sin avisar, con una efusividad exagerada en la que cualquier otra persona hubiese reparado. Pero no él, no Tommy.

—5—Inició el rubio, rodeando el abdomen del menor sin aligerar—5...4—Los quejidos cesaron paulatinamente, al ritmo acompasado del corazón latiente del azabache.

Thomas recostó su quijada en el espacio restante entre la clavícula y el cuello del rubio; deslizó sus manos tras la espalda del otro, con un descabellado y pueril sentimiento de bonanza, ese que solo Newt le provocaba.

—Ahora los dos juntos—Susurró el menor—5...4...



—3...2...1—Masculló débilmente el adulto rubio—5...4...3...2...1—Recitó bendiciendo el instante en que el aire comenzó a circular nuevamente por sus vías respiratorias.

La piel de su cara fue retomando su usual pálido color, junto con el incesante bombeo de su órgano fundamental normalizándose en su pecho. No llevó el cálculo de cuánto le tomó a su cuerpo regular sus funciones vitales a plenitud, pero cuando terminó de conseguirlo el ardor de las raspaduras, la pesada incomodidad en su espalda, antebrazos, rodillas y la jaqueca, recobraron valor apoderándose de su completa atención.

—Lo recuerdo...nunca dejaste de cuidarme—Habló Newt, posteriormente volteándose de lado y con mucho esfuerzo, incorporándose sentado en la calle demolida. Sujetó su estomago empapado en sudor dando largas exhalaciones, que luego de varios minutos lograron restaurar su intento de estoicismo.

Ahogando los gemidos que despertaron con el contacto de sus palmas laceradas con el asfalto, el rubio se apoyó en él para impulsarse y ponerse en pie.

— ¿Qué demonios ha sucedido aquí?—Exclamó Newt entre rabia y extrañeza, contemplando el barranco sin fondo que se había devorado su único medio de transporte—Da igual...lo que necesito es concentrarme en mis opciones.

Estaba claro que el suave colchón debería esperar. Pese a la desventura de lo ocurrido, quizás era una señal del destino; una que le recalcaba la prevalencia de proseguir sin desvíos y lo peor de todo, ahora obligado a caminar.

—Bien...siendo este el caso, la ruta más corta es directo por Crichton St—Optó Newt, no obstante antes de dar siquiera un paso, se percató nuevamente de su desgraciada suerte— ¡Maldita sea!—Farfulló al caer en cuenta que su mochila con la mayoría de sus pertenencias; ropa, pasaporte, teléfono inteligente y algo de comida, se quedó en el asiento trasero del coche.

—Por supuesto—Refunfuñó el rubio despeinando su cabellera—Esto solo podría pasarme a mí—Acotó sacudiendo el polvo y suciedad tanto de su cabeza, como de su vestimenta—De acuerdo, Newt...primero lo primero—Comentó adaptándose a la situación lo mejor que podía, chequeando la totalidad de sus bolsillos y los pliegues de su chaqueta—Ok, aparte del mapa de Silent Hill y esta horrenda muñeca de porquería...

—Bueno, que conveniente—Bromeó consigo mismo.

Sus dedos dudaron como hacía mucho no. El miedo del agonizante incidente previo aun le acechaba; sin embargo el estrés, ese jodido estrés que clamaba por la adicción insaciable y el impulso autodestructivo que bien sabía, tendía a salir perennemente triunfador.

Tan sencillo como ese pensamiento, Newt destapó el pequeño cartón y posicionó un tubillo blanco sobre sus labios.

El británico chasqueó el encendedor con experticia y encendió la punta del cigarro rápidamente, antes de que el raciocinio lo evitase. El reflejo primario de su sistema respiratorio fue proferir un gran tosido, que progresivamente se disperso por obra y gracia de su amplio recorrido en el mortífero acto.

Newt acalló toda voz de juicio que le recordará que fumar era lo más ridículamente infame que pudiese hacer en esos momentos. No precisaba de nada que le recalcara lo evidente, por el contrario codiciaba cada calada con arraigada obsesión, mas no por su sabor amargo y arenoso, ni siquiera por el calor abrigador que recorría su interior y batallaba contra el frío innato del pueblo desolado.

Para el rubio, el cigarrillo significaba dilapidarse en el confort del aislamiento, extraerse en un lugar aislado de todo en el que no existían prejuicios, donde las fachadas falaces de su vida perfecta se derrumbaban y las mentiras que apilándose unas tras otras con los años, edificaron el cascaron vació que era.

Tal vez es por eso que no podía dejarlo. Porque para el ser insensible y denigrante que era, el humo invasivo era lo único que le hacía sentir como en casa.

Una vez el rubio terminó el reconfortante acto, aplastó la colilla con su botín. Con el mismo desaire rozó su labio inferior sintiéndose ligeramente arrepentido por sucumbir ante el dañino hábito, inclusive en tan dramáticas circunstancias; pensamiento que no duro mucho antes de ser excluido de su lista de prioridades.

Dispuesto a retomar el ruedo, Newt se giró e inició su trayecto en la dirección contraria. La calle Crichton se extendía en la lejanía grisácea e indiferenciable, haciendo que deliberadamente sus ojos se centraran más en el mapeado en sus manos, que en las sombras vagas a su alrededor; entre ellos estaba lo que creía era el cartel de la tienda central, a duras penas reconocible.

Su estado de ánimo y mucho menos el físico, no eran los mejores, pero aun estaba lo suficientemente cuerdo y alerta en caso de que otro obstáculo o grieta saliera de la nada. Fue así como dejó de fijarse en el horizonte denso y procedió a seguir hipnotizado las decoloradas líneas amarillas; que pintadas adornaban la carretera, desapareciendo una tras la otra cíclicamente bajo la suela de sus calzados.

"¡Despierta!"

El británico cortó abruptamente su marchar, paralizado por un estremecimiento escalofriante que erizó la piel de su nuca, semejante al de antaño. De lo escaso que recordaba, dicho sobresalto actuó en varias ocasiones como aviso; ocasionado primariamente por lo impresionables que solían ser los rincones recónditos del pueblo silencioso, para su yo impúber y asustadizo.

— ¿Buenas noches?—Habló dubitativo el rubio, forzando la vista en aras de identificar correctamente a la difusa silueta, que lentamente iba emergiendo tras uno de los callejones aledaños—Soy Newt, acabo de llegar al pueblo—Se introdujo el rubio—Mi coche se...

El mutismo sepulcral que le correspondía murió, siendo remplazando por una errática y asfixiada risotada. La carcajada del hombre sonaba tan forzada, jadeante e ininterrumpida que casi podía sentir él mismo, el doloroso ahogamiento de su risa.

https://youtu.be/QWsYiPgQWUA

Cuando parecía que iba a detenerse y proferir algo mínimamente congruente, nuevos sonidos carcajeantes brotaban de él tan insoportables y turbios, llevándole a concluir que seguramente padecía alguna clase de enfermedad o trastorno.

O al menos eso quería creer el rubio en el peor de los casos. Sus puños oprimidos sudaban helado, distando de la sequedad consumiendo cada esquina de su boca, y su nariz aguantando inconscientemente la respiración; todo provocado por sus nervios desatados a flor de piel.

— ¿Disculpe...se encuentra bien?—Trató como digno británico.

No obstante Newt no dejó de retroceder precavidamente sobre sus pasos, al entrever como el otro se tambaleaba de lado a lado, en un tosco vaivén. Las lerdas zancadas culminaron al instante en que torpemente, el sujeto cayó de bruces en la calzada a plena vista.

Dentro de la mente del inglés la escena transcurrió en cámara lenta; el segundo en que la anatomía despellejada y repleta de profundos cortes, se enseñó arrastrándose ante sus ojos. Aplastando sus retorcidos y extensos dedos contra la superficie áspera del pavimento, el ente levantó su estampa encorvada, contorsionándose entre incontrolables espasmos frenéticos.

—Lo sé—Escupió el ser junto a una espesa babaza de tonalidad desagradable, elevando por completo su rostro desprovisto de cuencas oculares y cortado en grotescos y sanguinolentos retazos desiguales—Se quién eres —Rechinó hilarantemente—"Maricón"—Se jactó burlesco, subrayando en su grotesca expresión, ambas filas de dientes rancios y bordeados de la misma sustancia granate que escurría por cada estría de su desnudo y aterrador cuerpo.

Ninguna persona puede saber a ciencia cierta cómo reaccionarían en una situación como esa; donde todo lo que creen veraz y empírico se desborona en un santiamén, dejándolos paralizados, indefensos y acorralados en las garras de lo inconcebible, frente a cosas tan horripilantes que simplemente no podían ser reales.

Porque para Newt los únicos monstros existentes eran seres humanos como él; porque esa era una verdad a la que ya se había acostumbrado, porque de ser cierto...

La risotada del espectro sonriente tronó con más potencia debido a la distancia acortándose, pinchando dolorosamente sus tímpanos.

—No...no—Tartamudeo el rubio.

Las piernas del británico temblaban desde las rodillas, indecisas de si echar a correr haría diferencia alguna. Los cristales cafés continuaban clavados en la cosa que se acercaba gimiendo grotescamente; buscando en él alguna evidencia que dictara que aquello era una alucinación originada por el golpe, el cansancio o la sed.

"No es real" Divagó el joven con la mandíbula tan apretada, que la presión en sus dientes comenzó a lastimarle. "Estoy exhausto, es eso". Intentó convencerse a sí mismo; mas el crujido de las patas ensortijadas de la bestia a escasos metros no cesó, retumbaban aun junto al irreprimible carcajeo. "No es real...no es real...no lo es...".

Repentinamente Newt fue sacudido por un pensamiento tan concluyente, que sin entender del todo como surgió; ocasionó que ese incalculable pavor, mutara en una oleada arremetedora de rencor. Enalteció resucitando un sentimiento guardado por su corazón amnésico, en el cajón polvoriento de sus memorias.

—Nadie—Comenzó a hablar el rubio— ¡Nadie volverá a llamarme de esa manera!—Lanzó asemejando por absurdos segundos, las facciones de la criatura con las de su desgraciado padre.

Sin embargo el hombre no contestó, después de todo no era un hombre en absoluto. El monstruo se abalanzó violentamente sobre el joven, abriendo sus extremidades en un voraz intento por atraparlo de tirón.

Quizás Newt no era la persona más corpulenta o atlética; no obstante su delgada fisionomía le había brindado la cualidad de ser beneficiosamente escurridizo.

El rubio rodó hacía uno de los costados de la calle, escapando por debajo de los brazos del espectro. El calor oloroso y asqueroso de sus pesuñas, se le quedó impregnado en sus fosas nasales; sin embargo para su suerte consiguió escabullirse eficazmente fuera de su alcance.

El británico comprobó que pese a la diferencia de estaturas, él era mucho más rápido y si se lo proponía podía correr de vuelta al cruce con la avenida Midway, avanzar a toda prisa y luego tomar Canyon Street. Estaba seguro que allí quedaba la entrada principal del hospital Alchemilla; donde podría refugiarse, curar sus heridas y permanecer en él hasta que fuese seguro salir.

Esa sin lugar a dudas era la opción más racional en aras de su autopreservación, aun más teniendo en cuenta que no cargaba nada con que defenderse o atacar. Empero tan vívido como sus manos maltrechas y húmedas, la furia de reconocer las palabras soeces y castigadoras de Mark Sangster saliendo de la pestilente garganta del abominable adefesio, no se diseminaba de su cabeza.

Con lagrimas de cólera amontonadas y bañando apesumbradas sus titilantes pupilas, Newt volvió a mirar aquel repulsivo esperpento, que sonriente e inhumano retornó su atención hacia el joven. Dando irregulares movimientos enredadores, el ser no perdió tiempo en nuevamente aventarse hacia él.

La crisis emocional en que se debatía puso su ritmo cardíaco a mil por hora. Mientras por un lado tenía el sentimiento arraigado de aplastarlo, patearlo y destrozarlo a puñetazos por el mero hecho de recordarle a su padre; este era acompasado por la perturbadora carcajada de la aborrecible cosa sonriente, que se adueñó de las calles fuliginosas de Silent Hill.

El pueblo relegado que le aguardó hambriento por más de una década; el mismo que ansioso luego de tan larga espera, le daba la bienvenida.


A) Huir y refugiarse en el Hospital Alchemilla.

B) Pelear recurriendo a cualquier medio a la mano. 


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Dime todo lo que ves

Últimamente, he llegado a soñar

Cielos sin pájaros, sus gritos silenciosos

En esta caja vacía, mi corazón se ha perdido.


Una vez ciego por los miedos que escondimos

Frágil como un niño herido

En el laberinto de la vida, nos quedamos atrás

En esta caja vacía, donde tu corazón se ha perdido.


Un día, cuando te escapes

De todo el dolor que enfrentes

Estarás tan solo cuando vengas a ver

Que la verdad nunca se puede ver.


Nos avergonzamos de nuestros recuerdos al dormir

Entre los sueños ardientes

Crea tus sentimientos en los gritos silenciosos

Cuando te susurren mientras duermes.


Un día, cuando te escapes

De todo el dolor que enfrentes

Estarás tan solo cuando vengas a ver

Que la verdad nunca se puede ver.


Nos avergonzamos de nuestros recuerdos al dormir

Entre los sueños ardientes

Crea tus sentimientos en los gritos silenciosos

Cuando te susurren..."Ven a mí".


Akira Yamaoka - "Silent Scream"




Holas, chicos y chicas. Les deseo un feliz y tardío inicio de año. Para mi ha traído muchos cambios, buenos y malos; pero la vida es así, es un proceso. Sin más espero que hayan disfrutado el capítulo, aguardaré por su elección, y escojan con cuidado, que ya dejaron al pobre muchacho sin vehículo. 

Abrazos y besos, nos leemos!

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