El ser humano generalmente busca aspectos positivos, felices, optimistas... motivo por el cual, con frecuencia, evitamos nuestros miedos.

Analizando me he percatado de que uno de nuestros mayores miedos es la muerte o, al menos, muchas fobias desembocan en la inevitable dama de negro.

Por naturaleza le tememos a lo desconocido. La muerte es incierta, no sabemos qué nos espera o qué sentiremos en ese momento.

Dolor, incertidumbre, miedo...

Resulta aterrador dejar de existir, el hecho de no volver a ver todo lo que conocemos nunca más, ser olvidados...

Pero no quiero enfocarme en lo negativo porque lo que le da sentido a la vida es la muerte.

No pensemos en ella como el final, sino como la llave para el inicio de todo.

La muerte le da sentido a la vida.

¿Qué gracia tendría vivir eternamente?

¿Valoraríamos nuestros días si supiéramos que nunca terminarían?

Desgraciadamente muchas personas no valoran su vida siendo conscientes de que terminará, así que probablemente nadie lo haría si fuera eterna.

La vida y la muerte coexisten para mantener el equilibrio del mundo.

No pienses en ella como tu fin o tu perdición, piensa que es una vieja amiga a la que no ves hace mucho, pero que le dio sentido a toda tu existencia y, cuando la reencuentres, nuevas personas llegarán a este mundo a continuar con el legado de los que ya no caminan sobre esta tierra.