La vida: es pelirroja. C

— Pero que niña tan más extraña — Eso fue lo que dijo una de las enfermeras a mi madre cuando yo nací.

— Ella es hermosa...No importa lo que digan los demás... Y "la voy a proteger siempre" — Dicen que mi madre era una mujer bellísima.

Que lastima que no pude conocerla.

Mi nombre es Leia Brown, mi madre decía que quería un nombre extravagante para mí. Así que lo cumplió. Justo antes de morir.

Mis abuelos me adoptaron ya que mi madre había muerto y mi padre había desaparecido. Estaban decepcionados de aquel que había desposado a su hija.

Crecí siendo la niña más feliz del mundo, mis abuelos me trataban como a una hija, nunca me faltó nada. Y cuando creí que todo me saldría bien.

Apareció mi prima hermana, Liam Brown, era casi un año mayor que yo, pero, al verla supe que jamás podría ser como ella.

Ella tenía 6 años y yo 5, recuerdo muy poco de la vez que nos conocimos. Pero recuerdo aquella mirada inocente que, me sonrió sin saber mi situación.

— Mira, Liam, ella es tu primita. Leia — Dijo la suave mirada de mi tía mientras me señalaba.

— Hola, Leia... Yo soy Liam — Su pronunciación y modales eran no muy elegantes en ese entonces, pero sabía mucho más que yo.

Yo me escondí detrás del vestido de mi abuela, y ellas se rieron.

— Perdón, Cinthya es que Leia es muy tímida aún — Dijo la abuela mientras me cargaba en sus brazos.

— No te preocupes, ya se llevarán mejor en unas cuantas horas, los niños son así — Parecía ser algo muy simple, pero para alguien como yo era muy difícil hasta saludar.

— ¿Por qué no le enseñas tus muñecas a Liam, Leia? — Me preguntó la abuela mientras me bajaba de sus brazos.

Yo, para ser cortés asentí con la cabeza y me fui a mi cuarto. Liam me siguió como un cachorro que había conocido a su dueño.

En cuanto llegamos a mi habitación Liam se quedó asombrada, le brillaban los ojos de tan solo ver cada rincón del cuarto.

— Wow, tu recamara es realmente linda — Decía asombrada y agarró mis muñecas.

— ¿Qué? ¿Tú no tienes una así? — Le pregunté mientras sacaba mi juego de té.

Ella se sonrojó y puso la muñeca en su lugar mientras me veía a los ojos.

— No... Pero mi papá me prometió tener una casa muy bonita para cuando yo tenga 10 años —  Dijo mientras se sentó en la blanquecina alfombra junto a la cama.

— Oh, bueno. Pues te deseo lo mejor — Acomodé las tazas frente a nosotras y empezamos a jugar.

— Me gusta tu cabello — Mencionó mientras me observaba.

Yo di un suspiro y me sonrojé, había tantas personas que me dijeron que mi cabello era extraño, que debería empezar a maquillar mis pecas. Y todos le decían a mi abuela que no me parecía en absoluto a mi mamá, o a mi abuela.

— Gracias... Pero tú eres más bonita — Reí ligeramente mientras fingí servir el té.

— Lo sé — Contestó en un tono engreído mientras bebía aquel té invisible y luego se rió a carcajadas.

Me reí con ella hasta que me dolió el estómago y empezaron a salir lagrimas de risa.

Liam fue como la hermana que nunca pude tener, esa que jugaba conmigo a las muñecas, a la hora del té, a nuestras "pasarelas de moda" o cuando yo jugaba a sus rudos juegos de "piratas contra princesas", exploración en el bosque o jugar con los arcos y flechas que nos había hecho el abuelo.

Sus escasos modales y elegancia siempre me hacían reír y divertirme, me encantaba cuando Liam venía a jugar conmigo los fines de semana, siempre tenía nuevas aventuras y sorpresas en cada visita.

Todo cambió cuando ella cumplió 10 años y empezó a ir a la escuela, su salvajismo y desorden habían desaparecido por completo.

Las manchas de lodo en sus vestidos, los nudos y hojas de árbol en su cabello habían sido reemplazadas por moños de colores pastel, cabello pulcro y sedoso, prefería ser más "femenina".

Y ahora cada vez que venía a mi casa, siempre estaba llena de talento y modales. Ella se volvió aburrida.

Pero, una parte de mí... Quería ser igual, por mínimas frases de parte de mis abuelos y familia como:

— ¿Ya viste que Liam sabe tocar el piano? — Decía la abuela Sul mientras tocaba el piano con Liam.

— SI pudieras ser más alta podrías ser igual de elegante que ella — Dijo mi abuelo mientras le compraba un montón de ropa a Liam.

— Liam es la mejor de su clase, todos estamos orgullosos de ella... ¿Tú cuándo, Leia? — Dijo el padre de Liam sin saber lo dolorosas que eran sus palabras para mí.

Y cuando finalmente cumplí diez años, fui a la escuela. Pensé que sería un lugar genial y divertido, pero no fue más que mi ruina.

Usaba un horrible e incómodo vestido azul pizarra con una especie de mandil blanco por encima, además de que todos se burlaban porque usaba botas negras y no zapatos de charol negro.

— No me hagas perder la paciencia señorita Brown, y dígame ahora cuánto es ocho por doce — Decía mi maestro de matemáticas, el señor Hill, todos sabían que no era muy paciente, especialmente con los nuevos.

Las risas estúpidas contenidas de los otros niños se apoderaron de todo el ruido del salón.

— ¿Ciento ochenta y dos? — Respondí muy nerviosa al ver su regla de 60 centímetros para el pizarrón en su mano.

Lo que pasó después fue predecible, en mi época, golpear a los alumnos, hasta Los más pequeños. No era ningún acto de crueldad, era para aprender algo...Lo que no servía conmigo, ya que yo quería ser igual que Liam, quería ser igual de valiente y ruda que ella.

— Lindo cabello... Boba — El insulto más grosero para un niño de mi edad, y ya no es muy lindo que te vertieran pegamento en el cabello.

— ¡Boba, tu abuela! — Le conteste al idiota de Niel, el niño que molestaba a cualquiera que se le acercaba.

Lo tiré al suelo y no aguantó ni un solo jalón de cabellos porque ya había empezado a llorar y hacerce bolita en el suelo, mientras todo el mundo gritaba en el comedor escolar "Pelea, pelea".

Nos llevaron a la dirección, a Niel le dieron el castigo de ayudar a la cocinera durante el resto del año escolar, mientras yo tenía que limpiar el escenario del auditorio por dos semanas.

Me cortaron el cabello en ese entonces, parecía niño, y por si fuera poco, fue un motivo más para burlarse de mí.

Así que fui apodada "Mopa Brown", ya que hacía la limpieza y mi cabello era un desastre.

Eran inevitables más peleas en el pasillo por mi horroso apodo.

— Veamos que tan limpio dejas el piso, Mopa Brown — Dijo Caroline, una de esas niñas que se creen lo más pero, apenas y le alcanzaba para su almuerzo en la cafetería.

Una vez más, fui lanzada al suelo, pero está vez fui un verdadero trapeador. Caroline levantó mis piernas al aire y empezó a arrastrar toda mi cara por el pasillo.

— ¡Caroline! ¡Caroline! ¡Caroline! — Decía la otra bola de mocosos que apoyaban a esa niña.

— ¡Suéltame! — Al tener las piernas arriba, le dí una patada en la cara con mis botines y me levanté.

— ¡Mopa! ¡Mopa! ¡Mopa! — Decían otro montón de niños que odiaban a Caroline.

Mientras se limpió la sangre de la nariz ella me sonrió y dijo en voz alta.

— Tranquila... Yo no me meto con huérfanas — Se paró enfrente de mí, seguramente esperando a que la golpeara.

Y lO hize, la golpee... Una cosa era estar fuera de control o ser agresiva y una muy diferente es que te lastimen por lo más bajo.

— Déjala en paz, Caroline — Llegó el idiota de Niel y se puso delante de mí, dando la espalda y haciendo su increíble aparición con el mandil de ayudante.

— Vete a cocinar a otra parte, Miel — Teníamos pésimos apodos para ese entonces, pero al parecer era divertido para otros niños.

— Ni siquiera pagas por tu almuerzo, Caroline — Fue un insulto bastante clasista, pero me reí.

Caroline se sonrojó y retrocedió unos cuantos pasos, ahora era víctima de las burlas y susurros de los otros niños. Por lo que salió corriendo muy molesta.

— ¿Te lastimó? — Me preguntó Niel mientras me limpió la suciedad del rostro.

— No, y no necesito tu ayuda — Era muy pequeña para entender todas esas cosas del amor, pero quería sentir algo así.

— A Miel le gusta Mopa — Cantaban burlones los niños de nuestro alrededor.

Niel se sonrojó y salió corriendo al escuchar esa infantil y ridícula canción, yo me quedé ahí parada. El corazón me latía muy rápido de la vergüenza y mejor fuí a limpiar el auditorio.

Pero, nadie mencionó que ahí encontraría mi verdadera pasión por la vida.

Al entrar, me encontré con el club de bailarinas de ballet de la escuela, unas chicas muy altas, delgadas y bonitas. Entre ellas, Liam.

Supe, Que quería estar ahí, ver toda esa elasticidad, toda esa delicadeza con las manos. Y en una de mis ilusiones, estaba ahí parada.

— Brown, ponte a limpiar — Me sonrojé de vergüenza y me moví rápido cuando escuché a la maestra del club dándome órdenes.

— Sí, en un segundo — Respondí mientras tomaba la cubeta metálica y la esponja.

Algunas de las bailarinas me miraron raro y le susurraron con Liam.

— ¿Enserio conoces a Mopa? — Dijo una de las compañeras pelinegras de mi prima.

Di un suspiro y fui a las bambalinas a continuar con mi castigo.

— No ¿Quién te ha dicho eso? — Contestó Liam mientras me veía con desprecio y una pizca de asco.

Me dolió el corazón al principio ¿Por qué era así conmigo? Éramos mejores amigas, mucho más que eso. Pero, luego lo pensé mejor... Liam era una niña talentosa y brillante ¿Por qué debería decir que es amiga de una fracasada y la niña problemática que yo era?

No dije nada, solo me retiré y volví a mi trabajo.

Mi día se volvió agotador, para cuando llegué a casa, solo me recosté en mi cama y pensé en todo lo que pasó.

Miré hacia la ventana de mi cuarto y vi a una mujer muy hermosa en el jardín. Cabello entre cobalto y rubio, unos hermosos ojos azules blanquecinos y mejillas sonrojadas. Usaba un hermoso vestido azul cielo que combinaba con el paisaje, me miró y sonrió.

— ¡Leia, la cena ya está lista! — Gritó mi abuela desde la cocina, pero, cuando regresé la mirada, esa mujer ya no estaba.

Me senté en el lugar que acostumbraba y apenas y piqué la comida.

— ¿Qué tienes, corazón? — Preguntó mi abuela preocupada.

— Abuela Sul... Quiero ser bailarina, como Liam — Contesté mientras rodaba uno de los chícharos de la ensalada con el tenedor.

La abuela Sul y el abuelo John se miraron uno al otro, y se encogieron de hombros confundidos.

— Bueno... Eso es complicado debido a tu comportamiento en la escuela, mi niña... Pero, trataré de hablar con tu director ¿De acuerdo? — Respondió la abuela a mi petición mientras me acariciaba mi corto cabello.

Solo asentí con la cabeza y comí un pedazo de pollo acompañado de puré de patatas.

No fue hasta dos años después que pude entrar al club de Ballet, en ese entonces mi apodo había desaparecido, ya que me comporté igual que una de esas damas civilizadas de sociedad.

El cabello me llegaba un poco más abajo del hombro, pero, empezaba a cubrir mis pecas, ya que según la sección de modas del periódico. Las pecas son uno de los defectos más grandes en una mujer.

Cada día entrenaba más duro, era más exigente conmigo misma. En mi mente existía la sola meta de demostrar ser algo importante, ser mejor.

Y llegó la oportUnidad más grande de mi vida o de la infancia.

— Muy bien niñas, necesito que entrenen mucho más duro... Ya que la escuela interpretará "El lago de los cisnes", pero solo unos cuantos podrán entrar a la función — Puede que sea algo patético, pero para mí era un sueño.

Moría de ganas por ser Odette, quería que el mundo me viera brillar y decir que si sirvo para algo.

— Las audiciones empiezan mañana, así que estén listas — Dijo señorita la Becker, aquella mujer alemana que nos daba clases de Ballet porque tenía una deuda gigantesca en su país de origen.

Muchos dicen que ella tenía una hija, pero dicen que murió apenas era una bebé, es la maestra más misteriosa de la escuela.

Tocó el timbre y arreglé mis cosas para irme a casa, tenía mis puntas puestas, quería llegar a entrenar, ese papel sería mío.

Pero, un obstáculo se cruzó en mi camino. Ese chico aburrido, con un rostro simple y fácil de olvidar se paró frente a mí y sonrió.

— ¿Niel? — Lo ví de pies a cabeza, desde hace un año no lo veía y me sorprendió lo mucho que había cambiado.

— Hola, Leia — Él sonrió y miró a mi rostro, era muy alto. Su cara había cambiado, era mucho más atractivo y tenía algo que hacía querer salir corriendo de vergüenza.

— ¿Qué te trae por aquí? — Le pregunté mientras aclaraba la garganta y acomodaba mi cabello.

— No mucho... De hecho, solo venía a despedirme, de la gente que más aprecio — Respondió nervioso mientras se rascaba la nuca.

— ¿Te vas? — Volví a preguntar con un hueco en el pecho.

— Austria... Mi padre encontró un mejor trabajo ahí, pero... Quería pasar un rato contigo antes de irme ¿Te parece bien? — Me invitó con un leve sonrojó y apartó la mirada.

— Bueno, tampoco es que Austria... Olvídalo, está muy lejos — Traté de levantarme el ánimo, pero solo suspirar al entorpecer más la situación. — Entonces, iré contigo —

Él sonrió y salimos juntos de la escuela, caminamos no muy lejos hasta llegar a la plaza principal. Dónde nos sentamos en la fuente a atascarnos de golosinas.

— Niel... Siento mucho lo que te hice hace un tiempo, por mi culpa terminaste con el monstruo de la cocinera — Me disculpé mientras comía un chocolate.

— Pfft ¿Enserio?... Yo debería ser quien se disculpe — Respondió con una risita y me miró a los ojos. — Una niña tan bonita como tú no merecía ser llamada "Mopa" —

Fue incómodo y casi innecesario su último comentario, se sonrojó y cambió de tema rápidamente.

— En fin, lamento mucho lo de aquella vez... Pero, quería darte esto — Él sacó un sobre blanco de su bolsillo y me lo entregó. — Con la promesa de que no lo tienes que abrir hasta dentro de cinco años, cuando pueda regresar por mi cuenta, prometo venir a buscarte —

Niel sonrió y no soltó mis manos, mE miraba a los ojos de una manera única y especial. Me dió un beso en la mejilla y se fue al ver que su madre había llegado por él.

— ¡Lo prometo! — Y esa fue la última vez que lo ví sonreír.

Miré el sobre en mis manos, el corazón me latía a mil por hora. Cinco años era mucho tiempo, pero mantendría mi promesa. Aunque la curiosidad me matara por dentro.

Regresé con una sonrisa en el rostro a casa, y más aún porque ví que Liam había venido a jugar conmigo esa tarde. O eso pensé.

Esa tarde, Liam trajo a la casa de los abuelos algunos amigos, Spencer, Laura y Jacob. Unos niños muy educados y serios, algo adelantados a su edad, como Liam.

— ¿Liam? ¿Qué haces aquí? — Pregunté mientras me acercaba a ella.

— Bueno, el abuelo me dijo que trajera algunos amigos a casa por mi cumpleaños — Respondió con el señor fruncido y me miró algo decepcionada. — ¿Acaso olvidaste mi cumpleaños? —

El corazón se me fue hasta el piso, no recordaba eso. Y me sentí muy culpable, así que solo sonreí nerviosa, mientras movía los ojos de un lado a otro.

— Porsupuesto que no — Mis manos empezaron a sudar, no me dejaban de temblar las piernas y salí corriendo a buscar algún obsequio. — ¡Volveré en un segundo! —

Era muy descortés de mi parte tratar de esa manera a la persona Que más quería. Entre mis pertenencias encontré un bonito collar que jamás usé, pero me parecía familiar de algún sitio. No le dí importancia, lo puse en una caja y la envolví con papel periódico y un moño negro.

Al salir al jardín donde se celebraría el cumpleaños de Liam, encontré a un niño muy delgado y bajo, de ojos azul cielo y cabello negro.

— Te vas a caer — Dijo mientras estaba recargado en la pared.

Lo miré confundida y tropecé con los lazos sueltos de mis puntas de ballet.

— Te lo advertí — Remarcó mientras me ayudaba a levantarme.

Me sacudí el polvo de las rodillas algo molesta, levanté el regalo y lo miré a los ojos.

— ¿Quién eres?... Amigo de Liam no debes de ser, ella no se junta con gente... Cómo tú — A juzgar por su aspecto ese chico era alguien... Interesante, pero no tanto.

— No, no soy amigo de esa engreída — Mencionó sin rodeos ni mentiras.

— ¿Disculpa? — Lo mire con un poco más de molestia y confusión.

— Oh, por Dios... — Dio un suspiro y puso los ojos en blanco. — Ambos sabemos que esa tal Liana o Lisa, como se llame. No le importa más que ella misma, el collar que traes en tus manos vale más de 2000 libras... ¿Crees que alguien como ella se lo merece? —

Miré la caja, no era el precio del regalo... Sino como me había tratado últimamente.

— Lo pensaré mejor — Guardé el regalo en un cajón del mueble del recibidor de la casa y suspiré.

— Buena decisión... Dale un regalo simple, pero que te recuerde a ella — Me dijo con una sonrisa mientras se adentraba al bosqUe detrás de la casa.

— ¡Espera! — Yo le seguí el paso, me aterraba estar ahí. Jamás había entrado al bosque, mis abuelos me lo tenían prohibido.

Al poner un pie en ese sombrío y profundo bosque sentí una especie de mareo y vértigo que me estremecía la piel, esos aterradores pinos de más de 15 metros de alto me hacían sentir como a una hormiga.

— ¡Niño! — Grite con miedo en busca de ese mocoso que me había guiado hacia ese lugar. — No me dejes sola — Un hueco en el estómago se acomodaba para hacerme seguir buscando una salida.

— Ey... Tranquila — Unas ligeras y cálidas manos me tomaron por los hombros. — Nunca vas a estar sola... Me tienes a mí —

Al voltear encontré unos zapatos blancos y un vestido azul claro de estampado floreado. No le pude ver el rostro ya que había desaparecido.

— ¡Niña! — Ese chico traía unas hermosas flores azules blanquecinas en su mano derecha, le costaba correr.

Tomó un respiro, ya que parecía muy agotado y agitado, como si alguien lo persiguiera. Una vez recuperado, me miró a los ojos y me entregó las flores.

— No me vuelvas a decir "Niño" — Dijo mientras se cruzaba de brazos y me veía molesto.

— Ah... Entonces... ¿Eres una niña? — Le respondí con burla y sarcasmo, era muy divertido hacerlo enojar.

— ¡No!... ¡Mi nombre es Charlie! — Su mirada parecía aún más molesta y apretaba los puños. — Soy el hermano menor de Spencer, y yo no quería venir a está estúpida fiesta —

Me quedé algo sorprendida en ese instante... ¿Spencer tenía un hermano? Se parecían bastante, pero definitivamente tenían el temperamento opuesto.

— Oh... Eso lo hubieras dicho desde un principio — Lo ví a los ojos y con una voz temblorosa le dije. — Mi nombre es Leia, soy la prima de Liam... No tengo hermanos —

Con una sonrisa, le ofrecí mi mano para estrecharla, como lo hacían los adultos. Con algo de resentimiento y molestIa, correspondió el saludo y puso los ojos en blanco.

— Un gusto, no muy gusto conocerte, Leia —  Sus ojos hicieron una expresión de fastidio mientras veía los míos.

Unas pisadas rápidas llamaron nuestra atención y volteamos a la misma dirección.

— ¿Escuchaste eso? — Preguntó mientras ponía más atención a la fuente del ruido.

— Probablemente sea un mapache o un zorro, hay muchos de esos por aquí — Le respondí encogiendo los hombros son darle mucha importancia.

— Tienes razón — Remarcó mientras suspiró y volvió a mirarme a los ojos.

— ¡Charlie! — La voz del hermano de Charlie hizo eco por todo el bosque junto con la de Liam.

— ¡Leia! ¡¿Dónde demonios estás?! — Sus voces parecían preocupadas y algo molestas.

— Creo que ya es hora de irnos — Dije con una pequeña risa y no lo dejaba de mirar a los ojos. — Liam tiene carácter de madre sobreprotectora —

Ambos nos reímos a carcajadas y salimos de la obscuridad del bosque juntos.

Después de regaños infinitos de parte de la abuela, Liam y hasta su madre, volví a buscar a Charlie. Pero, al encontrarlo se me hizo tan extraña la forma en la que SpEncer le hablaba a su hermano.

Me quedé escondida para oír su conversación, aunque fuera imprudente de mi parte.

— ¿Tienes idea del problema en el que me metes, Charlie?... ¡Jamás podremos salir de casa otra vez! A este paso ninguno saldrá de ese infierno — Le decía Spencer a Charlie mientras él solo miraba el piso.

— Lo... Lo... Siento — Respondió el de ojos azules con una voz muy seca y enferma.

— Además ¡Sabes que no puedes correr de esa manera! — Spencer se hizo el cabello hacia atrás con un suspiro. — Escucha, se que quieres hacer muchas cosas... Pero, no puedes... Y me siento tan mal por eso —

Spencer se mordió el labio mientras tomaba a su hermano por los hombros, se veía que quería protegerlo con todas sus fuerzas a pesar de su corta edad... PeRo ¿De qué?

— ¡NO ME TRATES COMO SI FUERA ALGUNA ESPECIE DE INÚTIL, SPENCER! — Charlie le gritó mientras le quitaba las manos de encima. — ¡Sino puedo librarme de tí... Entonces, el mundo me comerá! —

Aquellos ojos esmeralda cruzaron con los brillantes diamantes azules que reflejaban la luna y su inmensidad, parecían matarse a golpes con un solo segun de contacto.

— El día que me necesites... Ya no voy a estar — Spencer se dió la media vuelta y regresó a la fiesta con Liam.

No quise causar más problemas, por lo que solo seguí mi instinto y regresé al jardín... Aunque me rompiera el corazón no poder ayudar.

Un rato después, Liam y los otros chicos se pusieron a jugar con el arco y las flechas, me emocioné de tan solo recordar todos esos buenos momentos con mi persona favorita.

— ¿Puedo jugar? — Pregunté a las espaldas de Liam.

Ella volteó y me vió de pies a cabeza, dió un suspiro y me alejó un poco de sus amigos.

— Leia... No quiero que te avergüences frente a mis amigos... Ambas sabemos que no eres buena para esto — Dijo Liam mientras se hincó un poco para poder verme a los ojos.

SEntí su desprecio en su mirada, en la forma en la que su voz trataba de alejarme. Todo eso quería hacerme llorar sin razón.

— Pero... Quiero intentarlo... Es solo un juego — Le respondí con algo de tristeza, las palabras se entrecortaban por casi llorar.

Ella se cruzó de brazos y me miró con lastima, puso los ojos en blanco y miró en dirección a sus amigos.

— Solo cinco minutos... ¿Vale? — Me dió como opción al mismo tiempo que me entregó su arco y flechas.

Me brillaron los ojos y salí corriendo a jugar con los demás niños. El objetivo estaba pintando en un árbol, pensé que sería muy fácil...Pero solo termine haciendo el ridículo.

Todas mis flechas ni siquiera tocaron el árbol, escuchaba murmullos cada vez que recogía mis tiros fallidos del suelo.

En un ataque de frustración lancé la flecha muy lejos, pero volví a perder. Y se volvió muy frustrante perder una y otra vez, contra el mismo objetivo.

Tire el arco y las flechas al suelo,  lágrimas de irá corrían por mis mejillas, deje todo atrás, sin importarme nada.

— ERes una mala perdedora, Leia — Dijo Liam con un suspiro cuando me vio huir de aquel lugar. — Eres patética —

Me encerré una vez más en mi habitación, pensando y llorando... Tal vez yo era la del problema, tal vez yo era ese defecto, ese tumor que todos quieren exterminar... Todo me salía mal.

— Leia, abre la puerta — Decía la voz del hermano de Spencer al otro lado.

— Vete de aquí — Me recargué sobre la puerta con el rostro húmedo y las manos llenas de tierra.

— Si no quieres abrir... No lo hagas, pero no me iré de aquí hasta que estés más tranquila — Escuché la voz de Charlie más cerca de la puerta y eso solo hizo hacerme llorar aún más.

— ¿Por qué no puedo ser un poco más como ella? — Le pregunté entre gimoteos y sollozos.

— Ey... No se de quién demonios estés hablando, pero... Nadie puede ser como alguien más — Respondió con una leve risa. — Ya no serían ellos y ¿No te parece algo aburrido tener dos personas iguales? —

— Tú no me entiendes... Tú no eres alguna especie de error, alguien que nadie quiere ni que nadie amará... Soy un desastrE — Le reclamé mientras trataba de secarme las lágrimas.

— Liam — Habló Charlie con un suspiro pesado. — ¿Quieres que te llame así?... Tienes un nombre único para querer ser llamada así —

— Yo no quiero ser llamada así... Yo quiero ser como ella — Volví a llorar con un tono más dramático y desconsolador.

— Tú... Tú eres aún mejor que ella —

Esa pequeña oración hizo que dejara de llorar, mis ilusiones volvieron a levantarse y reposé mi cabeza sobre la puerta.

— Eres la niña más interesante que he conocido, aunque solo sea por un día... Solo me bastan algunos minutos para sentirme bien... Los dos sabemos lo difícil que es enfrentar el mundo solos, podríamos ser muy buenos amigos ¿No lo crees?... Solo, no quiero que seas como la engreída con carácter de madre sobreprotectora que es Liam... Por favor —

Abrí la puerta y me quedé en silencio un momento, Charlie estaba sorprendido de verme en ese estado.

— ¿Por qué eres tan amable conmigo? — Le pregunté sin mirarlo a los ojos, mi voz estaba muy ronca y temblorosa.

— Ya te lo dije... VemoS el mundo de la misma manera ¿Qué podría salir mal?... Y si todo nos sale mal, por lo menos no estaremos solos — Me respondió con una sonrisa en el rostro. — Quiero decir como amigos ¿Verdad? —

Me sequé las lágrimas y tomé un respiro para poder asentir con la cabeza.

Unos días después,  me quedé pensando en Charlie, la forma en la que me había hablado. Él fue mi primer amigo de verdad.

— ¡Señorita Brown! — La señorita Becker se me quedó mirando fijo al ver qué no estaba haciendo nada en su clase.

— Lo siento mucho... Me cabeza está en otra parte — Contesté con una sonrisa nerviosa.

— Pues no la vuelva a perder — Se dió la media vuelta y dió unos aplausos fuertes para que la clase le pusiera atención. — ¡Niñas! Presten atención —

Todos los grupitos de niñas parlanchinas se disiparon para centrar su atención en la maestra.

— Ya tenemos al príncipe Sigfrido para nuestra obra — Anunció con una sonrisa mientras con un movimiento con la mano hizo que un niño muy alto, de cabello negro y ojos del mismo color pasará por la puerta, todas las niñas se le quedaron mirando — Él es Derek, se acaba de mudar de los estados Unidos y es un excelente bailarín —

Nadie dijo algo, todas se quedaron impactadas con la belleza de aquel niño, su secreto es que era casi dos años mayores que nosotras.

— Derek viene de una reconocida escuela de danza de América... Espero que estén a la altura, ya veremos quién puede ser mejor Odette que todas... Empezaremos con las elecciones ya mismo — Dijo la señorita Becker mientras tomaba a Derek de los hombros.

Tan pronto como se resonaron esas palabras, todas las niñas se formaron y posaron en primera posición.

Fue notorio como Derek no le quitaba de encima los ojos a Liam... ¿Por qué todos tenían que verla de esa manera? ¿Qué la hacía tan especial?

Sacudí la cabeza para sacar esas preguntas de mi mente y me concentré en ser mejor... El pensamiento que me había fijado en un tablero imaginario. Si era mejor, todo cambiaría.

Para mí suerte, quedé entre las finalistas, al igual que la señorita perfección. Me molesté demasiado, ella estaba sus narices en las cosas que yo más amaba.

Reflexioné sobre mis pensamientos de regreso a casa, tOdo me resultó tan extraño... ¿Por qué pensar así de ella?

Me detuve delante de la puerta al escuchar una dulce melodía de violín a las afueras del jardín, seguí la melodía y encontré a Charlie ahí.

— Tocas muy bien — Sonreí al verlo perdido en su mente, se veía muy concentrado en lo que hacía.

— Es solo una sonata... Nada importante — Él se sentó en la fresca hierba del pasto y sonrió al verme. — Algún día escribiré una canción —

Charlie y yo nos hicimos grandes amigos, él venía casi todos los días a casa y tocaba algo para mí. Volví a tener alguien importante en mi vida.

Los días volvieron a pasar, pero el mundo o el destino me siguen recordando que soy insignificante... Algo desechable.

— Usted es una exelente bailarina, señorita Brown Leia... Pero no representa lo que Odette es — Me dijo uno de los jueces que estaban al frente del escenario.

— ¿Pero... Por qué? — Respondí con lágrimas en los ojos. — ¡Me esforcé muchísimo! —

— Bueno... Es que, estamos buscando algo más estético... Algo que sea... Usted ya sabe... Más hermoso — Dijo otra juez algo apenada. — Y no cumple ese requisito... ¿Lo entiende?... Lamento que le hayan dado falsas esperanzas —

— Está bien... Lo entiendo — Miré al suelo y con algo de lágrimas de remordimiento, suspiré. — No sirvo para ésto, ya lo sabía —

Salí del escenario y no quise ver a nadie, me encerré en el baño de mujeres. Todo mi esfuerzo había valido para nada. Levanté mi cabeza y quedé impactada, aterrorizada y asqueada al ver a la señorita Becker colgada.

Su mano soltó un pequeño trozo de papel que decía: ¿POR QUÉ LE HACEN ÉSTO? La letra era horrible, la desesperación estaba marcada en cada trazo, la ira en cada línea remarcada.

Grité y salí corriendo de aquel lugar, los profesores me preguntaron que había pasado. No lo creían posible, pero ante sus ojos vieron la terrorífica escena.

Lo único que había cambiado era el contenido de la nota.

— Encuentren a mi niña, ella no está muerta — La caligrafía era mucho mejor que la anterior, solo que al reverso había una especie de nombre incompleto. — He —

La tinta o algo la había movido para que dejara de escribir, todo había pasado en segundo plano... ¿Realmente ella se quitó la vida?

Las cosas se tornaron aún más extrañas, escuchamos gritos que veían del auditorio. Un humo espeso llegó hasta la salida del baño.

Liam seguía en la audición, todo el jurado... Me sentí agobiada y salí a buscarla, pero cuando entré todo parecía en orden.

La cabeza estaba a punto de reventar me, y volví a ver a esa mujer, la de cabellos cobaltos y rubios, me sonreía en una de las butacas. La nota que estaba en mis manos desapareció.

— ¿Leia? — Liam me miró confundida ya que estaba en medio de la audición. — ¿Qué haces aquí? —

— La señorita Becker... ¡Se acaba de quitar la vida! — Contesté cansada, sin importar que estuviera interrumpiendo.

— ¿Quién es la señorita Becker? — Preguntó Liam extrañada, mientras que el jurado se quedó aterrado.

— ¡Liam! ¡Es la que nos da clases de ballet! — Volví a responder algo desesperada.

— Señorita Leia... Madame Becker está muerta desde hace más de diez años — Dijo uno de los jueces con angustia.

Mi alma pareció irse muy lejos con esa oración, todo centímetro de mi piel se estremeció y mi respiración se volvió pesada.

— ¿Entonces con quién hablé todo este tiempo? — Miré al suelo y luego al jurado. — ¡¿Quién fué?! —

— Leia, cálmate — Liam bajó del escenario para poder bajar mi nivel de ansiedad. Estaba muerta de miedo.

— ¡No me toques! — Retrocedí unos cuantos pasos y miré con furia a Liam. — Charlie tiene razón... Eres una egoísta y una engreída —

— Solo estoy tratando de ayudar — Me dijo Liam mientras trataba de acercarse.

— ¡Estás tratando de no humillarte! — Retrocedí aún más hasta quedarme en la puerta. — Siempre es así... ¿Y sabes qué? Quédate con todos mis sueños... Porque eso lo sabes hacer de maravilla, hacer pedazos a la gente y verla sufrir... ¡Porque no hay nadie mejor que tú! —

Azoté la puerta en cuanto me fui de ese lugar, fui tan ciega y tonta... Lo peor es que estoy celosa de la persona que más quiero. Estaba arriesgando todo por Nada.

Volví a casa con la esperanza de desahogar mis problemas con Charlie, pero la dulce melodía que siempre me recibía ya no estaba.

Fui al lugar donde nos pasábamos las tardes charlando, ahí estaba él. Pero, parecía cansado y con pocas ganas de hacer algo.

— ¿Charlie? — Me acerqué un poco y el solo se sobresaltó.

— Leia — Contestó con una voz muy seca y enferma. — ¿Podríamos hablar así por hoy?... No me siento muy bien el día de hoy —

— Está bien... Puedo preguntar ¿Qué te sucede? — Fue deprimente la forma en la que Charlie me daba la espalda para poder hablar, me sentí sola.

— Últimamente... Mis pulmones no funcionan muy bien — Respondió acompañado de una masiva y aterradora tos.

— ¿Te han llevado al doctor? — Volví a preguntar con algo de intriga.

— Si... No tardará mucho en sanar — Dijo con una risita leve y triste, no parecía estar del todo bien. — Leia ¿Te has preguntado que hay después de moriR? — Su pregunta me hizo sospechar aún más, dudé en mi respuesta y finalmente contesté.

— Nada... Eso creo —

— Esa es una respuesta que me causa terror — Mencionó Charlie con otra risa que terminó en un suspiro.

— ¿Le tienes miedo a la muerte? — Pregunté sin razón, ya que éramos muy jóvenes para pensar en eso.

— Como todos, Leia... La muerte no espera a nadie, cuando menos te lo esperes ¡Boom! Vas a estar quince pies bajo la tierra — Lo decía con una tranquilidad que no pensé que fuera a convertirse en una realidad.

— Eso es algo muy feo... Al igual que no pude llenar los zapatos de Odette — Dije con un suspiro de lástima.

— ¿No te eligieron para Odette? — Su voz enferma trataba de ser expresiva, pero solo lograba toser.

— Resulta que no soy lo suficiente bonita como Odette, en fin... El papel se lo quedó Liam — Dije al mismo tiempo que miraba el suelo con una alegría fingida tirando a deprimente.

— No saben de lo que se están perdiendo — Respondió Charlie enojado. — Tú, mi querida amiga eres demasiado para esa obra mediocre —

Me sentí aliviada cuando Charlie me hablaba de esa manera, aunque siguiera charlando de espaldas.

— Charlie... ¿De casualidad tú conocías a la señorita Becker? — Pregunté cambiando de tema, no podía creer lo que me había sucedido.

— Oh, si... Era una vecina nuestra, mujer alemana que se casó con un diputado inglés, tuvieron una hija... Pero dicen que una de las empleadas se la robó, otros dicen que la niña murió accidentalmente... Cualquiera de las dos formas hizo que la pobrmujer se quitara la vida. A los pocos meses el esposo también murió, pero él no se quitó la vida, al parecer lo asesinaron — Charlie respondió mi pregunta sin ningún problema.

— ¿Hace cuánto tiempo fue eso? — Volví a cuestionar para atar cabos sueltos.

— A ver... Spencer tenía tres años y yo dos... Fue hace diez años más o menos... ¿Por qué preguntas — El de ojos azules se dió la vuelta, pero se alejó unos pasos para mantener una distancia segura. Probablemente no quería contigarme.

— Pues resulta que podía verla desde hace meses, pensando que era mi instructora de ballet — Respondí nerviosa y le dí un pequeño empujón a una diminuta piedra cercana.

— ¿Pero qué demonios? — Los ojos de Charlie se abrieron como dos platos y parecía que su boca se cayera al suelo.

Asentí con la cabeza y froté mi mano contra mi brazo, era casi imposible que alguien me creyera.

— Tengo miedo, Charlie — Unas lágrimas inundaron mis ojos e intentaba que Charlie me abrazara.

— Tranquila... No pasa nada — Charlie me abrazó y fue como si el tiempo se detuviera ahí, no necesitaba nada más.

Dejé de ir al club de bailarinas, ya no quería tener que ver con nada de eSo, mi mundo se convirtió en ayudar a niños como yo. De vez en cuando iba al convento a jugar con los niños huérfanos.

Me encantaba ver las sonrisas de los pequeños, nadie me podía quitar eso. También evité a Liam durante mucho tiempo, ella era la raíz de mis problemas.

Pero un día, dos años después. Liam llegó a casa en medio de una tormenta, su ropa estaba desaliñada y apestaba a alcohol.

Su mirada vacía decía que pasó por el más horrendo suceso de su vida.

— Spencer... Dios mío... Leia — En cuanto abrí la puerta, Liam cayó en mis brazos y empezó a chillar. — Me quiero morir —

Unas Pocas palabras me bastaron para saber su trauma, odiaba a Spencer con todas mis fuerzas... Me quedé del lado de mi familia, aunque eso implicara no volver a ver a Charlie.

Yo siempre apoyé a Liam, aunque ya no fuera ruda, educada o perfecta... Aunque pareciera no tener alma en su cuerpo... Y que me hubiera lastimado tanto.

La vida es injusta muchas veces, pero no hay nada que pueda evitar esa injusticia. Lo único que podemos hacer es esperar, esperar hasta que se nos acabe el tiempo y decir muchas veces "¿Por qué no hice eso?" "Hice tan pocas cosas" "¿Qué hice con mi vida?"

La peor parte siempre te espera, siempre te llena de sorpresas y casi siempre son desagradables.

— Me voy a casar con Spencer, Leia... No hay nada que pueda hacer — Y ahí me dí cuenta, que no importa lo talentosa, bonita o brillante que seas. La libertad... Es efímera.

Nada es para siempre, la vida es tan difícil, fácil, tormentosa o tranquila... Pero nunca eterna.

— Lo entiendo... Pero, sabes que siempre cuentas conmigo ¿Verdad? — Me dolía la simple idea de perderla para siempre.

Y saber qUe algún día yo estaría en su lugar, despidiendo mi hermosa juventud, decir adiós a los juegos, a las peleas en la escuela, mis primeros besos o las caminatas por el bosque a solas... Para entregar el resto de mis días a otra persona.

— No puedo... No quiero — Era lo que me decía mi conciencia a mí, para convencerme de que hay otro camino.

Tenía una fascinación enorme con los chicos, quería salir al parque con ellos, ir a los bailes, que me dieran mi primer beso. Pero, cuando la oportunidad se presentaba... Toda esa fascinación se iba muy lejos.

No quería pertenecer a alguien, yo no soy un objeto... ¿O era mi corazón el que ya se aferraba a alguien?

— Leia — Charlie fue a visitarmE al orfanato, se veía mucho peor que la última vez.

Le costaba caminar, al parecer usaba su pijama. Su piel era pálida como la de un muerto, su brillo espectacular en sus ojos se fue y su cabello era un desastre.

— ¡Dios mío! ¡Charlie! — Fui a su auxilio en cuanto lo vi caer en la entrada. — ¿Qué tienes? Déjame pedir ayuda —

Me levanté y fui a buscar a una de las hermanas de la iglesia para que curara a Charlie, pero el solo me tomó de la muñeca con las pocas fuerzas que le quedaban.

— Eso es lo que me pasa por escaparme de casa — Dijo casi con su último aliento, su enfermedad había empeorado. — Ya no hay nadie que pueda ayudarme, Leia —

Lo decía de una forma tan burlesca que me costaba creer que era real, quería que fuera una broma.

— Solo quería decirte que... — Su seca tos lo interrumpía de vez en cuando, dejando escapar voluminosas gotas de sangre. Que quedaban impregnadas en el codo de su camisa.

Nada es para Siempre, nada es para siempre... Me decía a mí misma entre lágrimas, tratando de asimilar la situación, recordando la conversación que tuvimos sobre la muerte... Él ya lo sabía, y nunca me lo dijo.

— Jamás recibí mi primer beso — Continúo mientras me miraba a los ojos. — Siempre tuve la esperanza de que lo fueras... Pero te da tanto mie— Interrumpí a Charlie sellando mis labios contra los suyos.

A los quince años dí mi primer beso, a los quince años perdí a la persona que me lo dió. La química o magia que hubo en ese momento no se compara con nada de lo que viví jamás, y nada se compara con la ruina o infelicidad que es ver morir a esa persona en tus brazos.

— Te dije que algún día haría una canción — Charlie me entregó una hoja de una partitura.

"Leia's Tears"

"Leia, my celestial queen,
Your freckles map out constellations unseen.
The world may scoff, but I adore your grace,
Each speck a universe, a cosmic embrace."

Oh, Leia, Leia, don't shed those tears,
For your beauty transcends earthly fers.
I'll catch each drop, like stardust in flight,
Hold them close, paint galaxies tonight.

"Your tears, are liquid art,
A masterpiece born from a fragile heart."

"Leia, my celestial queen,
Your freckles map out constellations unseen.
The world may scoff, but I adore your grace,
Each speck a universe, a cosmic embrace."

Oh, Leia, Leia, don't shed those tears,
For your beauty transcends earthly fears.
I'll catch each drop, like stardust in flight,
Hold them close, paint galaxies tonight.

Guiding her steps through life's darkest hour.
"Chase your drams, reach for the skies,
I'll be your North Star, even when goodbyes arise."

Oh, Leia, Leia, don't shed those tears,
For your beauty transcends earthly fears.
I'll catch each drop, like stardust in flight,
Hold them close, paint galaxies tonight.

Leia will soar, her constellations in place.
For love knows no bounds, not even space.

— Charlie... No me dejes, por favor — Tomé su mano y él acarició mi mejilla.

— A pesar de lo corta que fue mi vida... Conocí a la felicidad en persona — Charlie sonrió una última vez hasta que su alma se fuera de su cuerpo.

Al funeral solo fue la familia de Charlie, Liam, los abuelos y yo. Ese día mi corazón se volvió de piedra, todo de mí se fue.

Lo único que me quedaba de él era una canción... Una canción que no me atrevería a cantar o tocar nunca. Todas las cosas que más me importaban estaban plasmadas en papel.

A pesar de que la vida viera mi sufrimiento, quería verme rogarle a sus pies. Decirle que la infernal vida que tenía, se acabara.

Dos años después, después de que Charlie se fuera.


— Lo siento mucho, Leia... Pero, no puedes seguir trabajando voluntariamente en el orfanato — Me dijo la hermana Socorro algo nerviosa.

— ¿Por qué? ¿Ahora qué hice mal? ¿Es por los rumores de que yo asesiné al hijo menor de los Phelps? Él estaba enfermo de gravedad — Insistí por conservar mi trabajo. — ¡Eso fue hace mucho tiempo, además! —

— No es por eso... Es que ¿Cómo quieres trabajar si ya no hay más niños? — La hermana Socorro se veía muy nerviosa, como si estuviera tratando de engañarme ¿Por qué?

— ¿De unos meses para acá han adoptado a todos los huérfanos? — No quería parecer grosera, Sino que me parecía increíble que una gran cantidad de niños fueran llevados a un hogar así de rápido.

— No... Bueno... Los niños... Todos... Desaparecieron — Ella respondió con lágrimas atascadas, tenía un nudo en la garganta.

— ¿Cómo? — El pánico y la intriga son la peor combinación, te hace crear un hueco en el estómago, se te cierra la garganta y te empieza a faltar el aire. La peor experiencia.

— ¡Rápido! ¡Lleven cubetas a la casa de los Brown! — Anunció un hombre dentro del convento. — Está en llamas —

Salí corriendo a las afueras y ví a Liam entrar a la casa.

— ¿Pero qué carajo?... ¡Liam! — La seguí, pero alguien me detuvo.

— Leia, no entres ahí — La hermana Socorro me rogaba que no interfiera y entonces ví a mi abuelo llegar.

— ¿Qué pasó? — Le pregunté a mi abuelo en el momento en el que bajó del coche.

— ¿Tú no estabas en casa? ¿Qué haces aquí? — Me respondió con otra pregunta. — Hace apenas unos minutos vimos a Liam para tomar el té —

Me quedé realmente confundida y pasmada, solo fruncí el seño y humecté mis labios con mi lengua para poder seguir hablando.

— Abuelo... Yo no estuve en casa está mañana — Dije con algo de miedo pero sin titubear, en ese instante; mi abuelo se quedó congelado.

Justo cuando él iba a formular otra pregunta, vimos a Liam saltar por la ventana. El mayordomo corrió a ayudar, pero yo ví algo más... Algo que nadie vio, la mujer que me atormentaba toda mi vida ahí estaba. Con sus coloridos y típicos vestidos azul cielo, su hermosa sonrisa y su perfecto cabello ondulado rubio cobalto.

Ella se convirtió en una horripilante sombra de ojos blancos y su cabello se volvió negro, lacio y largo. Penetrando como un fantasma la espalda de Liam.

— ¡Leia! — El llamado me trajo a la realidad, viendo a Liam cambiada otra vez.

Ella no era la misma, su cálida y natural sonrisa había vuelto. Algo de valentía había llenado su pecho, la Liam que tanto había extrañado... Volvió.

Pero me aterraba la manera en la que actuaba por las noches.

Ella... Es una sonámbula, cada noche justo a las dos con trece minutos de la madrugada, se levanta de la cama, recorre la casa hasta llegar al despacho del abuelo; toma hojas en blanco y tinta.

Siempre escribe algo al llegar a su habitación y siempre termina rompiendo las hojas, a la mañana siguiente solo puedes encontrar garabatos de tinta.

Pero está mañana fue distinto, en un trozo de papel, escribió un nombre "Niel" y "llegada". Recordé aquella carta que me entregó en nuestra infancia y salí de la casa a buscar respuestas.

Abrí el sobre y lo único que pude encontrar fue una mariposa blanca disecada con una nota que decía "En la estación sur a las diez en punto".

Fui a la dirección de la nota y vi un tren llegar, toda la gente bajó, pero no Niel. Pregunté entre los pasajeros y ninguno se había topado con él.

Una anciana se me acercó y por su aspecto no se veía muy bien.

— ¿Buscas al joven Niel? — Preguntó con una voz temblorosa por la vejez y un silbido entre su chimuela dentadura.

— Sí, él y su familia se fueron a Austria hace cinco años — Contesté con algo de nervios al mismo tiempo que se me hacía un nudo en el estómago.

La mujer río ligeramente y luego suspiró, recargó sus dos pecosas y venosas manos en su bastón y luego me miró a los ojos.

— Yo trabajaba como criada para esa familia... Pero, ellos jamás partieron a Austria... El joven Niel desapareció unos días después de que le dio esa carta, señorita — Con una triste mirada señaló mi sobre y yo me quedé helada.

— ¿Ésta usted bromeado? — Pregunté con un miedo profundo y una incredulidad sutil.

— Eso quisiera... Bueno, eso es lo que los padres del joven quieren que el mundo crea, pero en realidad. Él falleció en un triste accidente, murió ahogado en el lago — Respondió con una voz triste y melancólica.

A pesar de lo poco que nos conocimos, de lo mucho que compartimos hizo que mi corazón roto se quebrara por completo.

Tire mi nota y mi sobre al escuchar la noticia, me puse de rodillas al suelo y encontré la otra cara de ese papel blanco con tinta azul.

— Y cuando sea la hora, lo único que podré decirte será "que a pesar de la distancia y todas las chicas bonitas que se me cruzaron por el camino, tu fuiste la única a la que le pertenecía mi joven e inmaduro corazón " —

¿Por qué estas cosas solo me pasan a mí? Pensé, tal vez la vida sí me estaba pasando una malísima jugada y tal vez lo mejor era rendirme.

Todos los que quería, se iban, todos los que siempre admiraba, cambiaban. Veía a muchos avanzar, pero siempre pensé que yo era la que me quedaba atrás.

Desde un principio, la vida me dijo que me odiaba al concederme la conciencia para quitársela a mi madre.

" ¿Y si yo hubiera muerto? " Cruzó la incógnita en mi cabeza, merodeando como una serpiente venenosa tratando de cazar a una presa. Todo hubiera cambiado, el dolor es solo mío... Nade sabe lo que yo siento.

" ¿Realmente vale la pena seguir intentando? " Aquella serpiente se iba adueñando de mis pensamientos, al punto de inyectar su veneno en lo más profundo de mi mente.

— ¡No seas tonta! — Una voz familiar gritó cerca de mí, pero era solo otra mujer regañando a su hija.

Suspiré y con el corazón quebrado me volví a levantar, como siempre lo hacía. Cómo siempre. Que frase tan maravillosa y cruel al mismo tiempo, una medicina o un veneno que hace efecto en el alma.

— "Y cuando menos te lo esperas ¡Boom! Estas quince pies bajo la tierra" — Recordé de forma divertida la frase de Charlie.

Con la mente en blanco y la memoria de Charlie titilando en mis recuerdos, caminaba sin dirección alguna hacia cualquier lado. Porque, como siempre... Nunca supe que hacer con mi vida.

No tenía una cara bonita, no era inteligente, era una mierda para el ballet. Todos los que quería habían desaparecido... ¿En qué he estado gastando mi vida?... Oh, fascinante, el tiempo me ha pasado encima.

Solo tengo diecisiete años, es una estupidez querer acabar con todo... Me quiero morir, pero tengo tantas cosas que hacer.

— Oh, Leia, Leia don't shed those tears — Reconocí esa voz de alguna parte. Me hizo despertar de mi sueño despierto de pensamientos.

Me dí cuenta que estaba en la punta de un acantilado a punto de hacer una estupidez, esa melodía que Charlie había compuesto para mí vino de alguna parte. Aunque era una mujer quien cantaba la canción.

— ¡¿Quién eres?! — Grité con todas mis fuerzas, por más raro que pareciera no había ni una sola alma, no había eco.

Y ese vestido azul cielo hizo su aparición una vez más, la mujer que lo portaba era muy hermosa, tenía una sonrisa preciosa, aunque unas pecas le devalúan el rostro.

— ¿Tanto has crecido? — Ella se acercó con gracia y elegancia y acercó su mano a mi mejilla.

— No la conozco — Le respondí con furia al ser esa mujer la fuente de mi miedo. — ¿Qué quiere? —

— Te han roto el corazón a tan temprana edad, que lastima... Hay tantas cosas que puedes hacer para repararlo, lo único que quiero es ayudarte — Dijo evitando todas mis preguntas.

— ¡Fuera! — Di un paso atrás al ver lo cerca que estaba, pero sentí un vacío en el pecho al tener un pie en el aire.

— Déjame verte a los ojos una vez más — Ella me tomó de los brazos y me obligó a verla a los ojos. — Estoy segura de que nuestra hija tendrá tus ojos —

Me quedé aún más confundida, entonces comprendí... Ella no me estaba buscando a mí, buscaba a otra persona.

— Te amo — Definitivamente estaba hablando con otra persona, fue tan real toda esa experiencia. — Dile a mi padre que nos casemos —

Me aterraba su mirada, pero era fascinante toda la información que compartía conmigo. Toda su vida me la estaba contando.

— ¿Quién es tu padre? — Pregunté para que me dejara ir.

— John... John Brown — Respondió liberando mis brazos y yo solo pude quedarme en shock. — Es un tipo muy duro, pero es un buen hombre — Continúo con una sonrisa.

— Yo le diré — Le respondí y luego desapareció. No lo podía creer... Estaba tomando demasiadas respuestas insinuando nada.

Volví a casa, y solo busque la sala donde teníamos nuestro árbol familiar, lo más extraño es que la foto de mis padres jamás estuvo ahí.

Estaba conectada sin nadie, solo mis abuelos y Liam. ¿Cómo podía saber quién era... Si ni siquiera sabía de dónde provenía?

Busque a mi abuelo en su despacho, se veía algo ocupado buscando papeles de su trabajo.

— ¿Abuelo?... ¿Podemos hablar? — Pregunté con una voz tímida y ronca, con miedo de interrumpir.

— Claro, pero estoy un poco ocupado ahora, cariño... ¿Puedes ir por Liam al hospital? Puede que cuando regreses tenga tiempo de hablar — Contestó sin verme a la cara, estaba muy enfocado en su trabajo.

No decidí molestar más, Liam se había puesto muy mal en la casa de Spencer, suspiré decepcionada de ella.

Busque mi abrigo para salir a buscarla, tantas cosas me pasaban por la cabeza, tantas cosas me habían pasado en un solo día... Lo único que quería eran respuestas.

Al pasar por el cuarto de Liam, escuché un ruido bastante extraño. Cómo el zumbido de una abeja, pero más artificial.

Mi sentido me dijo que buscará la fuente, aquel sonido se volvió más constante e insoportable. Busqué en todos lados, hasta debajo de la cama.

Lo encontré en el cajón de la mesita de noche, en cuanto lo tomé en mis manos el zumbido cesó. Esa pantalla brillante me cegó los ojos unos segundos y apareció un mensaje.

Sel: ¿Está es la mujer que buscas?

Me quedé boquiabierta al ver esa fotografía, esa era la mujer que veía desde que era una niña. La mente se me colapsó, el corazón se me detuvo y casi tiraba ese aparatejo de lo temblorosa que estaba.

Sel: No la sigas buscando, no merece ser encontrada.

Mi ignorancia en el uso del dispositivo era notoria, solo observaba como esas letritas iban apareciendo y me dejaban aún mas confundida.

Sel: Pero, si insistes... Busca En cada línea del inicio del futuro y en cada final del pasado.

La cabeza me iba a explotar en cualquier momento, al no saber nada; lo único que pude hacer fue ir a buscar a la extraña que se hacía llamar por Liam.

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