El futuro
- Bueno, yo no veo nada malo en esta joven, acaso un poco de demencia - Dijo el doctor mientras revisaba a la chica de cabellos azulados.
- ¿Ya? - Preguntó confundida la joven sintiendo miedo por todo lo que la rodeaba.
Que lío era todo eso, un punzante dolor de cabeza la molestaba constantemente. ¿Qué día era?
- ¿Haz tomado algo que no debías? - Preguntó el chico de ojos rojos.
Resuelto no tenía nada, las preguntas albergaban su cerebro y apenas unos recuerdos borrosos se mostraban.
- El golpe en su cabeza pudo haberle afectado su conciencia, tal vez recuerde algo en un par de horas...No se angustie demasiado - Le dijo el doctor a Len mientras lo miraba a los ojos.
Problema, esa era la palabra que definía la situación actual, había tantas piezas sueltas del rompecabezas y tan pocas armadas.
- Anterior a todo esto...Tu dijiste que año era ¿No es así? - Insistieron esos llameantes ojos rojos que solo buscaban respuestas.
- No... Lo recuerdo - Respondió la joven con mucha pena y angustia. - Solo sé mi nombre, es Helen Wotton -
- Me temo que no hay nada que pueda hacer más por ustedes - Interrumpió el hombre de bata blanca y lentes cuadrados.
Queda mucho por resolver, de eso no había dudas... Tal vez era solo cosa de esperar a que se le refrescara la memoria a Helen.
Más o menos eran las seis de la tarde cuando salieron del despacho del doctor y se quedaron en silencio.
- ¿Qué pretendes? - Volvió a preguntar Len, está vez con un tono más serio y molesto.
- Cumplir una promesa - Soltó la de ojos azules en pensamientos vacíos, como si fuera lo primero que se le viniera a la mente.
- Mi paciencia se esta agotando con tus absurdas respuestas - Dijo aún más molesto el de ojos rojos cruzando con los de la chica.
- ¿Promesa?... ¿De qué estoy hablando? - Volvió a cuestionar la chica sacudiendo la cabeza. - Creo que estoy delirando de nuevo -
- No trates de jugar conmigo, estoy harta de seguir aquí - Sus palabras eran igual de confusas que las de Helen, ambos parecían estar en diferentes lugares, pero en el mismo mundo.
- Hay tantas cosas que quiero tratar de responderte, pero no puedo - Contestó la chica mordiendo su labio y bajando la voz.
- Más tiempo perdido contigo, sabía que ya estaba equivocado al pensar que tú tenías algo importante que decir - Continúo Len con una voz grave e imponente, alejándose de la chica
- Secretos... O respuestas... Cualquiera de esos dos, los quieres - Volvió a a hablar Helen en un tono serio, pero está vez parecía segura de lo que decía.
- Alguien te ha enviado... ¿Cierto? - Preguntó el chico de cabellos negros mientras veía con intriga a la de peliazul.
- ¿Sabe algo al respecto? - Contestó con otra pregunta mientras caminaba lentamente hasta el otro chico.
- ¿Qué demonios eres? - Las preguntas eran también las respuestas, parecían decirse tantas cosas con tan pocas palabras. Sabían cosas, pero ambos se negaban a hablar.
- Estás ocultando algo, sé perfectamente que ambos no somos de aquí... La pregunta aquí es ¿De dónde venimos? - La poca coherencia en la charla hacía todo más confuso, la negación y la intriga decían todo con unas miradas.
- ¿Haciendo que cosa? - La tensión en el aire se podía cortar con un cuchillo, era como si en la laguna de sus ojos pudieran adentrarse al alma misma y desnudarla para revelar todo.
- Y... ¿Quién eres exactamente? - Preguntó la chica acercándose demasiado, mirándolo directamente a los ojos, sintiendo su respiración en sus mejillas.
- Las cosas como el nombre o el quien ser, no importan en este tiempo... Sino, el a dónde vamos y quién seremos, algo tan rutinario y burdo como el futuro - El lenguaje y habla del chico era obvio que no era de ese tiempo, tal vez solo Helen estaba buscando pistas dejándolo hablar solo para atar los hilos.
- ¿Cosas?... Yo creo que es más bien, una pieza importante... Si no sabes tu nombre, no sabrás nada sobre tu futuro, así que te pregunto una vez más ¿Quién eres? - La tranquilidad con la que decía sus oraciones Helen era aterradora, era como si no fuera ella.
- ¿Qué eres? - Volvió a preguntar el chico con una frialdad y seriedad imponentes, tenían muchas preguntas y pocas respuestas.
- Puedes ser cualquiera, puedes cambiar tu nombre o tu apariencia... Pero nunca tus miedos, conoces mejor a una persona a lo que le teme que a lo que le gusta... Así que dime ¿A qué le temes? Y te diré quién eres - Helen alcanzó el nivel de seriedad del sujeto que tenía enfrente. En su travesía entre el tiempo, jamás pensó decir algo así.
Hacer tantas preguntas le revolvía la cabeza a Len, intentaba comprender lo que decía su acompañante, hace unas horas la había encontrado moribunda en un bosque y ahora era un monstruo del misterio y ls confusión.
- Solo dime de donde vienes - Sus labios temblaron un poco, un sentimiento de agobio lo llenaba hasta el cuello.
- Tienes que poner un poco más de atención - Helen se acercó lo suficiente como para verse una pupila a otra.
- ¿Qué están haciendo esos dos, mami? - Preguntó un niño pequeño a su madre al ver la extraña escena.
- Preguntar enfrente de las personas sin su consentimiento es de mala educación, hijo... Mejor vámonos - La mujer entró al consultorio pediátrico extrañada al ver a esos dos tipos.
- ¿A qué hora vas a hablar? - Preguntó Len en cuanto vio a la señora entrar.
- La hora no importa, sino la información - Agregó Helen con elegancia y perspicacia.
Persona confusa, era... Y más que confusa era un juego mental en el que Len estaba cayendo profundamente.
- ¿Qué quieres de mí? - Dijo con un tono enojado a fervor el de ojos rojos, que en ese momento causaban terror.
- Menos violencia, por favor... Porque así menos hablaré - Interrumpió con una inteligencia que sacaba de quicio, era como hablar contra una pared.
- Te odio - Hablo sin rodeos Len, ya que su paciencia estaba al tope de ser explotada.
- ... Esperes... No... - La chica entro en una especie de trance que la atrapó y sus ojos se dijieron a lo de Len. - ¿Dónde estoy? -
Ya era lo suficientemente extraño, ahora se ponía peor ¿Quiénes eran realmente? ¿Realmente sus nombres eran de las personas que los portaban?
- ¿Qué demonios? - Len frunció el seño y tomó de los hombros a Helen. - ¡¿Qué eres?! ¡Dime ahora! ¡Dime de una buena puta vez! -
Si la confusión de Len era abrumadora, la de Helen estaba por los cielos. El no entender le causaba terror y agonía.
- Sigues siendo tan ingenuo - Dijo Helen con una sonrisa malvada, era como si dos personas habitarán en el mismo cuerpo.
Dando tantas vueltas llegaban a la misma carretera sin retorno, sin respuestas y con más preguntas.
- Tantas pistas te estoy dando, y no captas ninguna de ellas - Se burló de la ingenuidad de Len, mirándolo a los ojos, ojos afilados de burla y misterio.
- Pocas veces entiendo ¿Sabes? - Dijo Len, queriendo saber más.
- Respuestas, eso es lo que quieres... Ambos lo sabemos - Helen posó su mano en la barbilla y miró a las demás personas. - Y también sabemos que podrás ser ingenuo, pero no tonto -
- Más confundido me pones con tu poca coherencia - Le reclamó, intentando que lo viera.
- Cerrado, así es como está tu cerebro - Helen lo miró de reojo, pero lo ignoró. - Abre tu mente y cierra la lógica por un segundo -
Se cerraban las puertas para Len, no sabía con quién estaba hablando para empezar. No sabía ni porqué había ayudado a esa extraña.
- ¿Volverá por mí? - Dijo Len, al parecer quería alarmar un poco a la de cabellos azules, tal vez, sabía de lo que hablaba.
- Tu tiempo aún no corresponde a esa respuesta... Trabaja por ello - Respondió ella, quien seguía ignorando al de ojos rojos.
Mundo paralelo, denle un buen cerebro a Len, apenas y entiende que es lo que sucede.
- Las cosas más importantes son el fruto de un arduo trabajo de tiempo y dedicación - Habló Len, quién estaba hablando a pensamientos vacíos. - Tal vez... Tú y yo, tenemos más tiempo de lo que parece -
Personas como ellos no habían demasiados, tal vez eran los únicos, pero ¿A dónde pertenecían?
- Te odio, pero creo que tú me odias más de lo que yo - Continúo el de cabello negro, con una mirada desafiante.
- ¿Darán oro los árboles de roble solo porque les haz dado tiempo y dedicación? - Helen miró a Len, mientras rebelaba su verdadero rostro. - No, depende de que los alimentes... Ya sea amor, amistad u odio y rencor... ¿Y tú? ¿Con qué has alimentado a tu árbol? -
La piel de Len se estremeció en cuanto miró la frialdad de Helen, le temía, de eso no había duda.
- Espalda, brazos y manos ¿Recuerdas eso? - Preguntó Helen, cada vez más cerca de Len.
- ¿Qué quieres, Sel? - Dijo Len, una pregunta desafiante que disparó directo al alma de la de cabellos azulados.
Más dudas habían quedado claras, en cuanto vio la cara de Helen cayéndose en pedazos.
- ¡¿Quieres morir?! - Parecía que Helen se hacía más alta, más esquelética y su cara se deformó por completo.
- No - Respondió Len con una tranquilidad que le hacía retroceder unos cuantos pasos.
- ¡Es mi vida! - Chilló Helen, al mismo tiempo que sus brazos se hacían duros como una piedra, pero afilados como una aguja, creando un verdadero monstruo.
- Tu tienes más miedo que yo - Len no parecía temerle a la criatura que tenía enfrente, pero por dentro quería que sus piernas corrieran lo más rápido posible.
- ¡Culpa! ¡Eso es lo que te hace falta! - Gritó mientras se ponía en cuatro patas y su lengua se volvía negra y larga, sus dientes se volvían alfileres y sus pupilas blancas.
- ¡Ese no es tu cuerpo! ¡Ella no tiene nada que ver! ¡Déjala ir! - Len iba retrocediendo cada vez más, preparándose para salir corriendo como en una maratón.
- ¡Camino cruzado! ¡¿Qué más da?! ¡Ella hizo un pacto patético conmigo! ¡Está pagando el precio! - El cuerpo poseído de Helen se hizo más alto, y más aterrador.
- ¡Te necesito! - Gritó una voz de algún lugar desconocido, desesperada y al borde de las lágrimas.
- ¡Llevará la culpa! - Helen se acercó demasiado a Len y lentamente lo cazaba como a una presa.
A Len se le paralizó todo el cuerpo, trataba de ser valiente. Pero, su corazón se le saldría del pecho... Aunque una pregunta más surgió por su cabeza "¿Por qué nadie puede ver lo que yo veo?".
- Un recuerdo es todo lo que tengo - Murmuró en voz baja el de ojos rojos, como si eso fuera a salvarlo.
- Horrible... Eso es lo que eres... Eso es lo que ella es ¡Todos mis recuerdos se ven así! - Chilló una vez más y acercó sus gigantescas manos al cuerpo de Len.
- Destino... Esa siempre fue tu pregunta de toda la vida ¿Realmente existe? - Preguntó Len al notar el acercamiento.
- No... ¡Tú no otra vez! ¡¿Cómo es posible?! - Sus manos se alejaron en cuanto sintieron quemarse al tacto del chico.
- Es posible porque tú existes - La frialdad en los ojos de Len se reflejó y se fue acercando a aquel monstruo.
- Charlie... ¡¿Dónde estás?! - Gritó la voz de Helen, quien parecía estar encerrada en su propio cuerpo.
No podía creerlo, Len volvió a quedar aterrado al escuchar ese nombre, el tiempo y el destino le estaban dando una mala racha.
- Es... Toy... Tan sola... Nadie me ama - Helen se desahogaba, aquel monstruo estaba cada vez más indefenso.
- Ella... ¡Déjala en paz! - Len hizo un intento por sacar a la luz la verdadera forma de Helen y con un vidrio roto cercano le cortó la mitad del rostro en forma vertical.
Es tan difícil lidiar con una poseída, se repetía en la cabeza Len, quien quería controlar a Helen.
- ¡Spencer!... ¡Voy a destruir a ese hijo de puta! - Gritó Helen mientras se cubría la costura de su cara.
- ¿Quien? - Len quedó impactado, su mundo se puso en modo mudo y el tiempo se hizo más lento.
Espera, le dijo su conciencia... Tal vez Helen hablaba de otra persona, pero ya había demasiadas coincidencias.
- ¡Por favor! ¡Para!... ¡Duele! - Chilló la de cabellos azules mientras se ponía de rodillas al suelo.
- ¿Qué te sucede? ¿Acaso no quieres saber quién eres realmente? - Una voz familiar rebotó en la cabeza de Helen, quien parecía hablar sola.
- ¡Lo siento tanto! - Lloró una vez más, mientras escupía sangre negra, incontrolablemente.
- ... Encuentres... - Susurró de manera entrecortada al oído de Helen.
↑↓↑
De repente, un zumbido golpeteó la cabeza de Helen y finalmente reaccionó de una manera correcta.
- ¿Qué pasó? - Preguntó mientras veía las manchas de sangre en sus manos.
- ¿Qué año es? - Len miró imponente a Helen, si ella respondía... Todas las piezas encajarían.
- Es 1913... Y creo que... Estoy muerta - Respondió al ver a su alrededor y recordar sus últimas memorias.
- No, no estás muerta - Len estiró su mano y le sonrió cálidamente a la chica y no al monstruo.
- ¿Entonces? - Helen tomó la mano de Len y se limpió el rostro.
- Sólo... No estamos en el lugar que nos corresponde - Respondió Len con tranquilidad y un leve suspiro.
- ¿Hablas del lugar o del tiempo? - Volvió a preguntar Helen mientras veía a los ojos a Len, quien parecía haber acomodado todas las piezas del rompecabezas.
- Tal vez... De ambos - Len apartó la mirada y en lo más obscuro del pasillo vió una figura alta, de piel negra y ojos blancos.
Luego, Helen notó la mirada al final del pasillo, ella quedó aterrada y empezó a temblar.
- Tranquila... No te hará daño, no puede - Len dió un paso al frente y miró con desafío a la criatura.
Entonces, el monstruo no dejaba de mirar a los ojos a Len con intriga y curiosidad.
- Él... O ella... No es de este tiempo - Al decir estás palabras, la criatura se esfumó entre las sombras.
•••
Saliste un rato a caminar por los jardines del hospital, ya que aún no te daban de alta y era asfixiante estar entre las toses de los enfermos, las cirugías en las salas laterales o los gritos de los partos de las mujeres.
Fue agradable sentir la brisa fresca en la piel, la tenue niebla en los pies y algunas gotas de rocío en la cara.
Instalaste el aire puro y frío, que hizo cerrar tus ojos. Pero, al cerrarlos, viste a ese monstruo de ojos blancos y con alguien detrás de él.
- Liam - Habló una voz dulce con un tono rebosante de alegría, era la pequeña Laura, con una sonrisa en el rostro.
Volteas la cabeza rápidamente y miras a Laura con algo de intriga.
- Leia quiere verte... Dice que es muy importante... Aunque, está algo rara - Ante esas palabras, saliste corriendo hacia la recepción del hospital.
La cabellera rojiza de Leia estaba parada de espaldas, mirando el deprimente y tranquilizante paisaje nublado. Al darse la vuelta, se le fue el aliento.
- ¡Deja de molestarme! - Gritó, al mismo tiempo que sus ojos verdes mostraban euforia y miedo.
- ¡Leia, soy yo! - Le exclamaste mientras tratabas de acercarte.
En ese instante, la pelirroja sacó tu teléfono de su bolsillo y te lo aventó en la cara, con el terror atascando su garganta, la locura desbordando en sus ojos y su maquillaje difuminado por unas lágrimas.
- ¡Explica esto! - Leia te miró con repugnancia, miedo y confusión. - ¿Quién eres? - Susurró mientras una lágrima llena de delineador negro resbaló, manchando su mejilla.
Se te hace un nudo en la garganta al ver el aparato rectangular, ves la tristeza de Leia, su pavor y confusión.
- ¡Puedo explicártelo! - Dices mientras tomas sus manos y ella las apartó de inmediato.
- ¡No me importa tu maldito objeto!... Sino lo que está ahí - A Leia se le quebró la voz y se llevó las manos a sus ojos húmedos.
Confundida, abres el celular... No esperabas mucho, de hecho no tenías sospechas... Hasta que del tremendo asco pudiste soltar el dispositivo.
- Leia... ¿De dónde mierda sacaste esto? - El terror de Leia se te fue contagiado y te tembló la voz.
- ¡De tu cajón de la mesa de noche!... ¡LIAM, YO CONOCÍ A ESOS NIÑOS! - Gritó desespera, sus párpados se llenaron de tinta negra, su llanto se volvió desgarrador y no pudo contener su pérdida.
Un trago de saliva fue suficiente para anudar tu garganta y mirar de nuevo el teléfono con repugnancia.
Las imágenes tan explícitas te hicieron casi vomitar, fotos de aquellos niños pequeños, partes desmembradas, rostros llenos de dolor y pánico. Hechos una "Obra teatral", ya que, todos estaban colgados sobre hilos. Representando alguna escena de algún libro... O de un suceso real.
- ¿Dónde están? - Susurró la pelirroja mirando fijamente al suelo. - ¡Si tú tienes las fotos DEBES SABER, DÍMELO! - En un arranque de histeria, Leia te tomo del cuello de la blusa, su mente se volvía un completo desastre.
Unos enfermeros tomaron a la desquiciada de Leia y ella se comportó de una forma violenta, tratando de zafarse e incluso de arañar al personal.
- ¡ELLA ES LA QUE ESTA LOCA! ¡TODO EL MUNDO TIENE RAZÓN SOBRE ELLA! ¡LIAM ES UN PUTO Y MALDITO MONSTRUO! - Leia fue esposada y llevada al área de psiquiatría, dónde no tendrían pena por la pobre.
- Leia - Susurras su nombre y llevas tus ojos a la diabólica y demente mirada de la pelirroja.
- Recuerda, Liam... Por algo te pasan las cosas... Por eso estás tan sucia - Una sonrisa maliciosa y desbordada de locura se dibujó en los labios de Leia. - Falta más temprano que tarde para que el mundo te tache de una fácil, de una asesina y de un monstruo -
Los ojos de Leia se hicieron muy grandes de la locura y una risa inundó la habitación, esa no era ella... Había una esperanza... Ella no era tan cruel... Ella no era así.
- No voy a cerrar la boca... Porque tiene menos credibilidad una persona que está cuerda y tiene todas las habilidades para mentir... Que un loco que solo tiene el infernal castigo de delirar un poco... Te vas a podrir, Liam... Yo me voy a asegurar de eso... Es hora de que devuelvas todos los sueños y ambiciones de la gente que te haz robado - Aseguró mientras los enfermeros trataban de llevársela.
Su cabello liso cubriendo su rostro no impedía que te viera a los ojos, esa sonrisa demoníaca volvió a aparecer, pero, está vez acompañada de una risa maliciosa y llena de locura.
Mientras esos dos sujetos se llevaban a Leia, ella no pudo parar de reírse todo el camino, su miedo se convirtió en paranoia, encerrando sus problemas y terror en su mente, siendo su propia víctima.
←↓→
Un aleteo golpeó la ventana del chico de ojos azules, los cuales se dirigieron al pequeño insecto que manifestaba entrar por el cristal rectangular.
Lentamente, con sus esqueléticos y un poco torcidos dedos, el pelinegro dejó entrar a aquel precioso insecto de alas azuladas.
Aquella inocente mariposa se posó tranquilamente en esos dedos huesudos y jóvenes. Aquellos que la dejaron en un pequeño pedazo de tela color verde jade, descansando sus alas y relajándose.
Repentinamente, los dedos del chico tomaron un pin color plateado con ligeros detalles en oro, para poder encajarlo violentamente en la parte posterior del dorso de la mariposa.
Ese pequeño insecto, todavía luchó por su vida, aleteando lo más que se pudo... Pero, no soportó demasiado, una vez más, esos labios resecos y pálidos mostraron una leve sonrisa siniestra, al ver cómo la vida de ese ser insignificante, se iba.
Volvió a encajar el pin contra la tela, para levantarse del escritorio y colocarlo con los demás. Todos esos insectos mal disecados y asesinados a sangre fría por los tortuosos pines de aquel niño.
Contempló su obra maestra, un cuadro de alrededor de dos metros de alto, rodeado de hermosas mariposas, libélulas, abejas y cualquier otro insecto que tuviera alas, con flores marchitas "decorando", pero al mismo tiempo dejando un hueco en el medio.
- Ya está casi completo - Murmuró, mientras suspiraba y se hacia unos pasos atrás. Sonriendo al ver otros dos cuadros más en orden y patrones diferentes.
Carraspeó la garganta y escuchó la voz de una mujer en la planta inferior, con un suspiro lleno de queja, cerró la puerta detrás de él.
En aquella vieja puerta de madera, dónde nadie entraba estaban tres fotografías, en orden horizontal.
Liam Leia Helen
Un goteo lento y molesto salió de grifo de la bañera, mientras que un incesante y apresurado "clic clac" del botón de un bolígrafo le hizo compañía.
Sus ojos verdes se quedaron perdidos en la pared que estaba enfrente de él, reviviendo muchos recuerdos.
Las respiraciones agitadas de aquella rubia, los sonidos que salían de sus labios rojizos aquella noche, las curvas de su cuerpo. La forma en que sus ojos que parecían dos cristales comenzaban a lagrimear y todo ese monumento que por cuerpo ella tenía.
- No importa cuanto lo intentes... Siempre vuelves a mí - Recordó el de cabellos negros mientras el sonido del bolígrafo se hacía más rápido y con él, todos los recuerdos de esa noche.
- ¿Qué te parece si por hoy nos olvidamos de Liam por un segundo? - Recordó para si mismo, al tiempo que se mordía un labio con asco y remordimiento.
Un mareo llegó desde su nariz, al ver que estaba cubierto de sangre. Sus brazos llenos de moretones y sus muñecas llenas de cicatrices. Una herida profunda hecha por un monstruo.
Un suspiro rompió el silencio tranquilo que era casi invisible por el goteo y el movimiento de la bañera. Al verse reflejado en el agua teñida de rojo solo pudo apartar la vista.
Giró la mirada hacia un campo castaño, lleno de flores amarillas... Era otoño, fechas muy desagradables para el chico.
Una queja desesperanzada y sin ánimos lo hizo recargarse en la bañera, sus pensamientos volvieron a perderlo.
- Mamá dice que bajes a cenar - Dijo una voz jóven al otro lado de la puerta.
Spencer hizo caso omiso a la voz, luchaba por no escuchar. Intentaba no creer en lo que estaba afuera.
- ¿Por qué eres así? - Preguntó con tristeza y victimización. - Pensé que estarías feliz de verme... Soy real... Estoy aquí -
Spencer ignoró al chico, le rompía el corazón ver al sujeto de afuera. No quería ni siquiera escucharlo.
- Todo me está saliendo mal - Murmuró para si mismo, mientras veia todas las cicatrices, golpes y heridas en su cuerpo.
— Papá quiere que conozcas a alguien... Y no quiere que te tardes — Suspiró la voz mientras sus pisadas crujían contra la madera.
— ¡Ey, espera! ¿Quién? — Spencer se levantó de la bañera y se puso una toalla en la cintura.
Spencer corrió a su habitación, se puso un traje color beige con camisa blanca, no pudo mirar su reflejo. Por lo que solo se peinó como siempre.
Se acomodó las mangas del saco y bajó a toda prisa los escalones amplios y se topó con una chica.
— Spencer... Quiero que conozcas a tu futura esposa, Diona — Habló el padre del chico de ojos verdes, quien escondía a alguien por detrás de él.
Y luego, una chica de cabellos rubios, ondulados y cortos se levantó del sillón. Sus ojos dorados quedaron perplejos ante la vista de Spencer.
— ¡No! — Manifestó el chico al ver a la recién llegada. — Se suponía que — Y luego fue interrumpido por la voz del hombre.
— Sí, sí, te ibas a casar con Liam... Pero, no quiero que mi hijo se case con la loca del pueblo, y con muchos antecedentes — Carraspeó la garganta y puso sus manos en los hombros de Diona. — Además, ella es tu tipo, es preciosa y además es la hija de una condesa Alemana —
— ¡Papá! Estás enfrente de ella — Dijo Spencer mientras veía a la chica.
— Además, no podemos cancelar... Todo esta listo, en unos meses... Diona y tú se casarán — El hombre de mediana edad tomó las manos de su hijo y las de Diona, las juntó y la chica se veía feliz... Pero, Spencer no.
— Liam ya no es el problema — Dijo para si mismo, mirando los ojos de Diona, aquellos que mostraban unas pocas esperanzas.
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